La llamada del futuro

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La llamada
del futuro
Matt Koehl
La llamada del futuro
Matt Koehl
Índice
La llamada del futuro........................................................................................................1
Notas de la traducción.......................................................................................................6
La llamada del futuro
El 20 de abril de 1889 nacía en el pequeño pueblo austríaco de Braunau am Inn
un niño. Con su llegada a este planeta empezaba una nueva era en la historia de la
humanidad. Porque él fue mucho más que sólo otro hombre.
Vino a mostrar el camino a un mundo que había perdido el sentido de la dirección.
Vino a pregonar las eternas y grandes verdades a un mundo en decadencia y
con falsos valores.
Trajo el nacimiento de un radiante idealismo a un mundo cínico y materialista.
Vino a ofrecer esperanza y salvación a una raza entera, a un mundo al borde
del abismo.
Nacido en el seno de una familia humilde, este hombre extraordinario se alzó contra
todos los desequilibrios y adversidades imaginables para convertirse en el líder
de su pueblo.
Winston Churchill lo describió una vez de la siguiente manera: “Mientras todas esas
formidables transformaciones estaban ocurriendo en Europa, él continuo su larga y
difícil lucha para conquistar los corazones de los hombres. La historia de esa lucha no
puede ser leída sin sentir admiración por el coraje, la perseverancia y la fuerza vital
que le permitieron desafiar, provocar y vencer la brutal resistencia de todas las
autoridades que obstruían su camino. Él y las crecientes legiones que trabajaron junto
a él, ciertamente mostraron, en ese tiempo, con su patriótico ardor y amor a la patria,
que no había nada que ellos no pudieran hacer o desafiar.”
En otra ocasión, Churchill dijo de este hombre notable: “Si nuestro país fuera
derrotado, espero que sepamos encontrar un defensor tan indomable que restablezca
nuestro coraje y que nos guíe hacia el lugar que tenemos en el concierto de
las naciones.”
Sería injusto, sin embargo, considerar a este hombre como un patriota en el sentido
convencional. Porque él fue infinitamente mucho más que eso. Él fue enviado a este
mundo con un mensaje, no sólo para sus compatriotas, sino para los pueblos de todas las
naciones occidentales.
Desafortunadamente su mensaje no fue escuchado y se le rechazó. A través de la más
artera campaña de odios y mentiras, aquellos intereses ocultos que dominan nuestro
mundo occidental, consiguieron volcar a los pueblos en contra de este hombre y
su mensaje.
Nunca en los pasados dos mil años, hombre alguno ha sido más injuriado,
calumniado, vilipendiado y más atacado que él.
Al igual que los primeros cristianos, sus seguidores han sido, bajo mentirosos
motivos, perseguidos, amordazados, encarcelados, cruelmente torturados y
condenados a muerte.
El hombre al que me refiero se llama Adolf Hitler.
Nosotros fuimos a la guerra contra este hombre. Permitimos ser engañados por todas
las mentiras que sus enemigos decían acerca de él.
Como resultado de esta pecaminosa insensatez, no sólo perdimos a 1/4 de millón de
soldados norteamericanos, sino que con nuestro odio ciego por Adolf Hitler,
nos dirigimos a salvar el mundo, transformando a media Europa y a toda Asia al
sangriento procedimiento de los carniceros rojos, asegurando, de esta forma, el triunfo
del comunismo en todo el mundo.
Hoy, una generación más tarde, continuamos pagando el terrible precio en las
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desoladas selvas asiáticas por el hecho de haber guerreado contra Adolf Hitler y
nuestros hermanos arios de Europa. Efectivamente, todas nuestras presentes desgracias
e infelicidad como nación, son directa o indirectamente la consecuencia de nuestra
tentativa de haber querido destruir a este hombre y la maravillosa nueva idea
que él proclamó.
El decaimiento de los valores morales y espirituales, el rompimiento de la vida
familiar, la epidémica adición a las drogas, el terrible aumento de la criminalidad,
la inquietud social, la inestabilidad económica, el desorden racial, todos estos serios
problemas nacionales, de los que hoy somos testigos, son el resultado de nuestra
participación en la guerra contra Adolf Hitler.
Mucha gente se pregunta cómo es posible que hoy se nos pueda obligar a cosas tales
como busing e integración. (1) Poco a poco la gente empieza a darse cuenta que las
fuerzas que están tras estos complots, son las mismas que nos hicieron entrar en la
Segunda Guerra Mundial, porque los enemigos de Adolf Hitler son exactamente los
mismos a quienes hoy nosotros nos enfrentamos en nuestras ciudades, escuelas, lugares
de trabajo, sociedad y gobierno.
Si en lugar de haber hecho la guerra contra Adolf Hitler, hubiésemos seguido sus
enseñanzas y su ejemplo, los Estados Unidos jamás habrían conocido una guerra contra
Corea o Vietnam. Nuestro país no se vería hoy encarado a un explosivo problema
racial. No nos veríamos enfrentados a una desintegración social y cultural. No
estaríamos sufriendo por el decaimiento moral y espiritual.
Pero el hecho es que nosotros fuimos a la guerra. Y por esta causa estamos aún
pagando el precio de nuestra estupidez. Y debemos estar preparados para aceptar
totalmente las consecuencias de aquel impío acto, hasta que hayamos madurado para
redimirnos esgrimiendo la mano salvadora de la raza, de aquel gran hombre que
nosotros quisimos destruir.
Mientras no aceptemos las inmortales enseñanzas de Adolf Hitler, seguiremos siendo
una nación maldita. Mientras no tengamos la valentía moral de reconocer que él tenía
razón y nosotros estábamos equivocados, no habrá esperanza para nosotros.
Porque hay una ley de hierro de causa y efecto, de equidad eterna, que no permite que
la transgresión de las leyes naturales quede impune.
En su gran libro, Mi lucha, Adolf Hitler escribió: “El ultimo juicio válido es siempre
el del entendimiento del instituto - esto es: un hombre nunca debe caer en la locura de
creer que él ha sido elegido para ser el señor y maestro de la naturaleza - lo cual es tan
fácilmente inducido a creer mediante el concepto de nuestra educación secundaria;
él debe entender la fundamental necesidad de creer en las leyes de la naturaleza y
comprender lo mucho que su existencia está supeditada a estas leyes. Sólo entonces
comprenderá que, en un universo donde los planetas giran en torno a soles y las lunas
alrededor de planetas, no pueden existir leyes especiales para los hombres. Para él
también se mantienen los principios de este último juicio en forma predominante. Él
debe tratar de comprenderlos; pero escapar de ellos, nunca.”
De este modo, vemos que el nacionalsocialismo, la doctrina que Adolf Hitler entregó
al mundo, está basada principalmente en un profundo respeto y veneración por las leyes
de la naturaleza, reconociendo que el hombre mismo es parte integrante de ese orden
natural y que está sujeto a esas leyes.
Una conocida nacionalsocialista hindú ha sostenido: “En su esencia, la idea
nacionalsocialista no solamente excede los límites de Alemania y nuestro tiempo, sino
a la raza aria también, sirviendo a toda la humanidad y en cualquier época; expresa de
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manera decisiva la misteriosa e infalible sabiduría, de acuerdo a la cual la naturaleza
vive y crea: la sabiduría impersonal de las selvas primitivas, la de las profundidades de
los océanos y de los cuerpos en las oscuras inmensidades del espacio; y no es
meramente la gloria de Adolf Hitler, el haber retrocedido hacia aquella sabiduría
divina, sino el haber hecho de ella una política de regeneración practica de
alcance universal.”
En consecuencia, el nacionalsocialismo rechaza el materialismo del comunismo y del
capitalismo. Declara que la calidad de nuestros recursos humanos es más importante
que la calidad de nuestra moneda y los pequeños artilugios mecánicos.
Creemos que un hombre honesto nunca podrá ser feliz en una denodada lucha por
conseguir bienes materiales y comodidades, sin convertirse en parte de algo mucho más
grande que él mismo y por lo que él pueda sacrificar gustosamente sus intereses
personales y su propia vida, si fuese necesario. Ese algo grandioso - a saber, nuestra
comunidad racial - proporciona al contexto natural dentro del cual la vida del individuo
es capaz de asumir un real significado y propósito en este planeta.
A este concepto, nosotros le llamamos idealismo racial y permanece en el centro de la
doctrina nacionalsocialista.
Hoy, cuando los mal disfrazados atentados de genocidio están siendo dirigidos contra
la población blanca de América, bajo la eufemística etiqueta de integración, el mensaje
de Adolf Hitler asume una nueva relevancia. Reconociendo la santidad de los valores
raciales, él ha sostenido francamente:
“El pecado contra la sangre y la profanación de la raza, constituye el pecado
original de este mundo y marca el ocaso de la humanidad que se le rinde.”
“Sólo se debe considerar uno como el más sagrado de los derechos humanos, y este
derecho es, al mismo tiempo, la más sagrada obligación: verificar que la sangre se
conserve pura y, preservando lo mejor de la humanidad, crear la posibilidad de un
desarrollo más noble de su existencia.”
“En el Estado nacionalsocialista, la filosofía racial de la vida debe conseguir
establecer una época más noble, en la que los hombres ya no son más comparados con
la educación de perros, caballos y gatos, sino elevando de categoría al
propio hombre.”
Después, refiriéndose a los elementos del viejo orden, Adolf Hitler continúa
diciendo:
“Por supuesto, el miserable ejercito de comerciantes de nuestros días, nunca
entenderá este ideal. Ellos se reirán de él o encogerán sus encorvados hombros y se
lamentarán ante su eterna excusa: eso sería muy agradable en sí, pero no se puede
hacer. En verdad, este ideal no se puede llevar a la práctica con personas como ellos.
Su mundo no es sano para este ideal. Ellos conocen solamente una preocupación:
su vida personal; y un solo Dios: su dinero. Pero no nos estamos refiriendo a ustedes,
estamos apelando al gran ejercito de individuos que son tan pobres que su vida
personal no puede pretender la más alta felicidad en este planeta; a aquellos que no
ven al oro como el fin principal de su existencia, sino en otros bienes.”
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“Tal parece ser que el oro se ha convertido hoy en día en el exclusivo patrón de vida,
pero llegará el día en que el hombre se someterá a una causa superior.”
Adolf Hitler sabía que su doctrina tropezaría con desprecios y ridiculeces y advirtió a
sus seguidores con estas palabras: “Nosotros, los nacionalsocialistas, sabemos que, con
esta concepción, permaneceremos ante el mundo de hoy como revolucionarios y
también estamos marcados a fuego como tales. Pero nuestros pensamientos y acciones
no deben, de ninguna manera, ser determinados por la aprobación o desaprobación de
nuestro tiempo, sino por la ciega obligación hacia la verdad que nosotros
hemos reconocido.”
Muchos de nuestros hermanos y hermanas de raza blanca han sido llevados a creer
que Adolf Hitler fue una especie de monstruo, con una inclinación patológica hacia las
guerras y las matanzas. En Mi lucha, él revela sus verdaderos sentimientos acerca de sus
parientes raciales:
“Y nuevamente tiene el movimiento nacionalsocialista la más poderosa tarea que
cumplir. Debe abrirle los ojos al pueblo en lo que se refiere a las naciones extranjeras
y debe recordarles una y otra vez acerca del verdadero enemigo del mundo de hoy. En
lugar de enemistarnos con los arios, de quienes muchísimas cosas nos pueden separar,
pero a quienes nos une una sangre común o la gran línea de parentesco cultural, debe
dirigir la ira universal contra el vil enemigo de la humanidad, como real causante de
todos nuestros sufrimientos.”
“El movimiento nacionalsocialista en Alemania, deberá procurar que, por lo menos
en nuestra propia patria, se defina al enemigo mortal y que la lucha contra él sirva
también a los demás pueblos de guía luminosa hacia un porvenir más risueño en pro de
la humanidad aria.”
Hoy día, mucha gente piensa que Adolf Hitler está muerto y desaparecido, que fue un
fracaso. Bien, mucha gente experimentó sentimientos parecidos ante otra gran figura
después de su crucifixión, hace dos mil años.
No, Adolf Hitler no fue un fracaso. Porque él ha cambiado el curso de la Historia para
todos los tiempos venideros.
Con su poderosa doctrina, él nos ha dado los medios para la salvación de nuestra
raza. A través de sus esfuerzos sobrehumanos, nos ha dado la inspiración heroica
necesaria en estas horas cruciales de la humanidad aria.
Adolf Hitler peleó y murió para que el hombre ario pueda vivir. Pagando el supremo
sacrificio, derramando la sangre de su propia vida, ha asegurado a nuestra raza un
futuro glorioso.
Pero es nuestra obligación tomar su mensaje de salvación de la raza. Debemos
mostrarnos merecedores de aquel futuro, reconociendo al inmortal hombre
de Braunau am Inn.
En su gran libro, Adolf Hitler ha declarado: “Cuando los corazones se rompen y las
almas desesperan, entonces desde el crepúsculo del pasado, los grandes conquistadores
de la aflicción y el cuidado, de la vergüenza y la miseria, de la esclavitud espiritual y de
la compulsión física, miran hacia nosotros y nos extienden sus manos a los
desesperados mortales. ¡Pobres de nosotros si no somos capaces de asirlas!”
Hoy, la poderosa mano de Adolf Hitler está extendida para cada hombre blanco que
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ame su raza y quiera ver un gran orden nuevo en este planeta.
Mucha gente sostiene que Adolf Hitler está muerto. Pero ¿lo está realmente? Nadie
supo su suerte mejor que el propio líder, en 1945. En medio de las ruinas del Berlín
en llamas, expresó estas proféticas palabras: “Es necesario que yo muera por mi
pueblo. Pero mi espíritu ascenderá desde la tumba y el mundo sabrá que yo
tenía razón.”
No. Adolf Hitler no está muerto. Porque su espíritu inmortal trasciende las barreras
del tiempo y del espacio.
La razón por la que yo soy un seguidor de Adolf Hitler, la razón por la que cada
nacionalsocialista sigue a Adolf Hitler, no es porque él vivió, sino porque él vive.
Y cuando sus detractores dicen que está muerto y desaparecido, entonces nosotros
podemos replicar con la calmada seguridad de aquel camarada prisionero que declaró
muy simplemente su fidelidad: “Hitler...”, dijo, “...es el futuro.”
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Notas de la traducción
(1)
Tentativas de forzar una mezcla entre las diferentes razas que pueblan los
Estados Unidos, mediante la obligación de los niños blancos y negros, a viajar en
conjunto en los autobuses y, al mismo tiempo, al aparejamiento interracial en los
mayores. Medidas que negros y blancos detestan por igual.
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“Creemos que un hombre honesto
nunca podrá ser feliz en una
denodada lucha por conseguir
bienes materiales y comodidades,
sin convertirse en parte de algo
mucho más grande que él mismo
y por lo que él pueda sacrificar
gustosamente sus intereses
personales y su propia vida,
si fuese necesario.”
(Matt Koehl)
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