el imperialismo y la revolucion en america

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EL IMPERIALISMO Y LA REVOLUCION EN AMERICA
La historia humana arrastró hasta el siglo XXI las peores consecuencias de la contradicción
capital-trabajo, el esplendor de las grandes potencias se sustenta tanto en el dominio de sus
pueblos como sobre el resto de países sometidos. Los beneficios de la compleja
internacionalización del ciclo de reproducción del capital recaen en las superpotencias y en
sus empresas.
Las relaciones de riqueza entre explotados y explotadores se han extrapolado, basta
constatar el hecho de que los tres magnates mayores sobre la faz de la tierra mantienen una
riqueza comparable a los recursos con que cuentan los 600 millones de seres humanos más
pobres, los monopolios transnacionales se levantan como las grandes sociedades dueñas del
mundo, la relación de riqueza entre imperios y países sometidos es de 82 a 1, las grandes
familias de magnates a principios del s. XX se mantienen en los inicios del s. XXI, el poder
de los Morgan, Rockefeller, Siemens, Krupp, Rotshild, Du Pont, Shneider y Sumitomo se
deja sentir con todo rigor agregándose algunos otros apellidos durante el s. XX. Esta
oligarquía financiera, patrocinadora de todo tipo de campañas contra los pueblos, sigue
siendo nuestro enemigo fundamental.
Hoy en día aún con el restablecimiento de las potencias europeas, la hegemonía
estadounidense es indiscutible, el dominio monopólico estadounidense tiene una mayor
cobertura mundial, su complejo industrial es el más basto, su disposición de capitales tiene
la nota más alta y con un amplio margen de maniobra con respecto a sus competidores.
La hegemonía estadounidense ha sido la más sólida por lograr legitimarse en instituciones y
mecanismos internacionales que se definen a sí mismos de “cooperación mundial”,
contando con el consenso de las principales superpotencias. Washington tiene el peso
decisivo en la ONU, G7, FMI, BM, OMC, OCDE, OTAN y algunos otros regionales. Las
grandes superpotencias del G7 evidentemente están empujando una línea única de
desmantelamiento de las soberanías nacionales y de sus antiguos rivales, el escenario
mundial se circunscribe en grandes campañas imperialistas por arruinar a esos países y el
resto de pueblos, ante el agravamiento de las contradicciones inherentes al sistema
capitalista.
Los imperialistas refuerzan de día en día las formas del neocolonialismo para seguir
enriqueciéndose a costa de los pueblos del mundo, impulsan el desarrollo de las fuerzas
productivas no para mejorar las condiciones de vida de la humanidad en general, sino para
incrementar sus ganancias, su industria militar convertida en la más rentable de todas las
industrias está en esa misma línea acumulativa, la economía financiero especulativa se
exacerba y se ha hecho 50 veces superior a la economía real, la inflación retoma los
escenarios de la economía mundial primero con la devaluación de monedas menores y
recientemente con la devaluación del euro, la superacumulación de capitales llega a un
punto mayúsculo en la historia y ahora ya no tiene dónde desplegarse con el rendimiento de
las ganancias exigidas y en consecuencia se emplea para desplazar competidores y
adueñarse de las economías nacionales menores.
Con estos elementos, aún sin detallar, la amenaza de una crisis económica mundial es tan
próxima que los máximos exponentes del capitalismo mundial están vaticinando y
clamando por mantener el estancamiento económico de sus potencias aunque los países
sometidos a la cadena imperialista se vean envueltos en sus crisis locales como es el caso
de Argentina y Turquía, ellos llaman a implementar las políticas económicas más severas
contra los pueblos a la vez que incrementan sus arsenales de armamento ante las
“eventualidades”.
Por supuesto que dichas políticas de corte neoliberal han demostrado ser mecanismos de
aceleración de la crisis, tienden a hacer más aguuda la especulación financiera y arruinar las
industrias nacionales. Tienden muy especialmente a descargar todas las consecuencias en
las masas trabajadoras, no son políticas para salir de las crisis, sino para pasar la factura
completamente a los pueblos, como lo vimos en nuestro país con las privatizaciones, en
Ecuador con el paquetazo, en Argentina con el ajuste del gasto (ajustazo) contra las masas,
algo que de nueva cuuenta ya vemos aproximarse en nuestro país con la reforma fiscal
antipopular del régimen.
En medio de esta ofensiva del gran capital las luchas de clases crecen por todo el mundo
tomando envergaduras regional-continentales que reclaman una base organizativa proletaria
y el desplazamiento de la socialtraición de ayer y de hoy.
En América, la actividad de lucha de las masas se incrementa de día en día, la clase obrera
en todo el norte de América envía sus luces de protesta y reclama hacer su propia historia
consciente, la clase obrera de norteamérica compuesta por razas de todo el mundo está
llamada a ser junto a la clase obrera, el campesinado y sectores populares de toda América
Latina, el gran sepulturero de la monstruosidad imperialista yanqui. La clase obrera en toda
norteamérica requiere de la continua cohesión de sus luchas, de la superación y
revolucionarización de sus formas organizativas, de la construcción de su partido comunista
marxista-leninista. La clase obrera norteamericana tiene que poner atención en la unidad
con sus hermanos de América latina.
Nuestros pueblos, que padecen de la situación histórica de dominación yanqui, que se han
visto arruinados por el esplendor yanqui, que se encuentran con las venas abiertas; también
necesitan el empuje de sus luchas nacionales, su unidad y la unidad general
latinoamericana, la construcción de sus frentes de lucha y la superación de las derrotas para
levantar de nueva cuenta sus banderas, para empujar la lucha por la revolución y el
socialismo partiendo de la lucha anti-imperialista, pero sin menospreciar la unidad con la
clase obrera del norte del continente.
La clase obrera de nuestro continente tiene que unir todos sus esfuerzos tanto para socavar
la opresión nacional venida desde el coloso del norte como la europea, al tiempo que luchar
contra las protuberancias de la explotación en ese gran centro del capital, para nosotros la
batalla consistirá en engarzar la lucha anti-imprialista y contra el capital, apoyándonos en la
solidaridad de los proletarios de todo el mundo y apoyando sus luchas en los grandes
centros hegemónicos. El enemigo de la clase obrera en América es el mismo de un polo al
otro. La lucha de liberación nacional es un punto en el camino de la revolución proletaria,
no un punto aparte, sólo enarbolando y realizando la revolución proletaria se garantiza la
plena liberación de nuestros pueblos.
La clase obrera de toda América tiene una enorme responsabilidad ante los pueblos del
mundo, la derrota de los regímenes fascistoides, el desplazamiento de las formas de
explotación y opresión más descaradas, el derrumbe del imperialismo yanqui y la
amputación de los tentáculos del imperialismo europeo; y no lo ha de lograr sin romper con
la tradición de traiciones a que se le ha sujetado, sin poner un alto a la política
socialdemócrata pacifista y legal burguesa, con su acción revolucionaria, con sus amplias
manifestaciones, la huelga y todas sus formas de movilización hasta la insurrección general.
Debemos combatir el nacionalismo patriotero que pretende dividir a nuestros pueblos, aún
con el carácter nacional de nuestras luchas, los revolucionarios tenemos que empujar más el
internacionalismo proletario hasta los niveles que reclama la lucha, desde la solidaridad, la
coordinación, hasta la lucha conjunta.
Hay que destapar y desenmascarar todo el sueño americano, fincado en la explotación de
las masas, en la humillación de nuestros pueblos y la dominación mundial en sí.
Debemos denunciar la falacia de la democracia americana, su falsedad y su sustento en el
gangsterismo y el dominio del gran capital en todas sus formas.
Hay que desenmascarar el rejuego burgués de todas las tendencias que se mueven en el
terreno de la política burguesa y pequeñoburguesa., su oportunismo, su reformismo y su
claudicación.
Los comunistas insistimos en que la revolución en América, empiece donde empiece, cual
sea el eslabón más débil, necesita crear sus propias estructuras organizativas proletarias
nacionales e internacionalistas como garantía para sostener sus conquistas. Insistimos en
que sin levantar las banderas de la revolución empalmadas con toda la lucha reivindicativa
y democrática de nuestros pueblos no habrá victoria efectiva de éstos; la amplia experiencia
de los pueblos de América y la experiencias mundiales de la clase obrera y masas populares
son bien precisas, las banderas triunfantes son las que se sostienen con todo vigor, con toda
la resolución, sin temor a las consecuencias, por llevar la revolución hasta el fin, bajo la
plataforma organizativa del leninismo.
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