El orgasmo

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CARLOS ALBERTO JIMÉNEZ V.
Magister Comunicación y Educación
PHD Profesor Titular Universidad Libre Seccional Pereira
EL ORGASMO
CARLOS ALBERTO JIMÉNEZ V.
La sexualidad humana forma parte de nuestra existencia humana, como seres
racionales, emotivo e instintivo que somos. La cultura occidental, ha marginado
la sexualidad, limitándola
al dormitorio, a espectáculos pornográficos, a la
contemplación de cine y video o en la manipulación del cuerpo de la mujer
para vender cualquier tipo de producto. La educación sexual en nuestra cultura
se limita,
por lo regular a un ambiente familiar estrecho, muchas veces
moralista, muy diferente a lo que el sujeto aprende por fuera; a través de los
dramatizados de la TV, las revistas o con sus amigos.
Los occidentales carecemos de un Kama- Sutra, de un Tantra, es decir, no
tenemos
una
sexualidad
sagrada
y
creativa.
Tampoco
celebramos
abiertamente el amor y lo erótico como lo hacen muchas culturas, inclusive
indígenas. Al respecto las mujeres nativas de Mangaya (Isla de Polinesia, en el
Pacífico), tienen el reconocimiento por parte de los científicos, de ser las más
privilegiadas para sentir orgasmos múltiples alcanzando más de tres durante el
coito. Esto se debe en gran medida al proceso educativo que se inicia desde
los doce años, cuando los adolescentes
deben pasar
por pruebas de
iniciación de la vida sexual, que les permitirá, no sólo conocer la biología de la
mujer en sus zonas intimas, sino todo lo relacionado con la estimulación
orgásmica. De hecho el objetivo de dicha comunidad, es lograr como mínimo
un orgasmo en cada relación sexual (En caso contrario, pierde la posibilidad el
sujeto de continuar en la comunidad).
Los rituales de iniciación, son proporcionados por mujeres experimentadas en
el arte del orgasmo, mujeres maduras dispuestas a colaborar con la
comunidad. De esta forma los nativos adquieren conocimientos sobre la
anatomía de la mujer, mayor inclusive que la de los mismos médicos
occidentales,
que siguen reduciendo
el problema del orgasmo a la
estimulación de los puntos G y K (Unión de la vagina con el cuello del útero), o
la manipulación clitoridiana (Resto embriológico).
A los mangayos se les corta la uretra, con una incisión fina hacia el escroto,
que permite el goteo del esperma durante el acto
sexual. De esta forma
disminuye el índice de fecundación y permite que la vagina de la mujer se
contraiga y se expanda con mayor frecuencia para mayor disfrute. Esto puede
explicar los orgasmos múltiples de estas comunidades, cuando el útero por
acción de las prostaglandinas, de los fluidos seminales del hombre y de la
oxitocina en la mujer
contribuyen a empujar el esperma hacia su destino,
permitiendo que el útero se contraiga y engulla el esperma. Lo anterior es
similar a lo que sucede con el esperma del pulpo, el cual contiene serotonina
que actúa como un estimulante muscular y provoca artificialmente poderosas
contracciones uterinas.
La necesidad biológica y sicológica de contrarrestar
los efectos del
debilitamiento eyaculatorio del goteo del esperma y la capacidad de retrazar la
eyaculación permiten la frecuencia y el goce de los orgasmos.
Por otra parte el cuerpo del hombre no sólo evoluciona como respuesta a
presiones externas del entorno físico – cultural, sino que tiene la necesidad de
adaptarse por pulsión biológica – social, a las preferencias del sexo contrario.
En este sentido el ser humano a moldeado su cuerpo con las perversiones
primitivas de sus ancestros animalescos, que lograron edificar la complejidad
del cerebro reptílico (Celos coléricos, pasiones desmedidas). También los
gustos, las aversiones, el dominio territorial, los impulsos, las emociones,
contribuyeron al desarrollo de la vida sexual, en la cual la mayoría de nuestros
comportamientos eróticos son automáticos y fisiológicos. Para Lynn Margulis
(1992:15): “Somos como sirenas y tritones que permanecemos en contacto con
nuestras formas más primitivas en una mezcolanza carnal no sólo de peces,
sino de miles de vidas ancestrales”.
Muchos de nuestros comportamientos sexuales son innatos e instintivos, y se
hayan presentes desde que nacemos, igual sucede con el sueño, la respiración
y el proceso oral de succión, es decir, no son rasgos culturales, ni
comportamientos aprendidos sino que son genéticos y congénitos. Esto no
quiere decir, que es imposible superar los instintos, ésto podría hacerse
utilizando una adecuada educación sexual que permita cambiar los
comportamientos destructivos de nuestra cultura (pornografía, drogadicción,
abortos, etc.), haciendo conscientes o racionales la verdadera biología de
nuestro ser, en caso contrario nos vemos abocados aceptar comportamientos
que no aceptamos o reprobamos.
Desde esta perspectiva biológica, es necesario comprender que el ser humano
está dotado de múltiples identidades producto de un proceso que representa
una serie de antepasados evolutivos que dejaron su propio vestigio y que
hacen parte de nuestra corporalidad para Dorion Sagan (1992:21): ” Sin
embargo el mono que hay en nosotros, por muy importante que sea, no es más
que una de las vestiduras o disfraces de un striptease que nos hace retroceder
en el tiempo hasta nuestros orígenes bacteriales”.
En el desarrollo evolutivo del “homo erectus” en el cual la masa cerebral de 875
centímetros cúbicos, al pasar a 1050, se debió en gran medida a la utilización
del juego, a la caza y al sexo comunal que realizaban en forma promiscua. El
hecho de comer y de dormir juntos en las cuevas, originó que se volvieran más
sociales, es decir, más comunicativos, formando de esta forma grupos
cooperativos, que los necesitaban para subsistir por medio de la caza.
Posteriormente el uso del lenguaje determino la evolución al “Homo sapiens”.
La evolución desde las bacterias, protistos, reptiles, primates, hasta las formas
más evolucionadas del hombre moderno, nos muestran claramente la
complejidad biológica y en especial que la vida sexual, es óntica, por que forma
parte de nuestra existencia como seres vivos. He ahí uno de los motivos por el
cual en una ciudad como Pereira, es ilógico negar una realidad cultural que nos
identifica y que se relaciona directamente con la socialización, el goce, el
placer, la felicidad, el juego, que producen dichas prácticas culturales –
biológicas. Recordemos que a nivel del psicoanálisis Freudiano, lo que regula
la vida humana es la tensión, la lucha o la pulsión entre el “Eros” y la muerte,
como un espacio natural de confrontación síquica, en la cual los opuestos son
complementarios para moldear nuestra vida y nuestra personalidad.
Por otra parte Jacques Lacan, insiste también en la importancia fundamental
del falo como símbolo o significador, no tanto por el pene en sí, sino por lo que
falta, como una ausencia en el ser o castración, existente en el núcleo mismo
de toda comunicación factible. Para Margulis y Sagan: “ El falo es una flecha
erótica que apunta más allá de los confines de la biología evolutiva, hacia el
oscuro continente del psicoanálisis, y nos conduce desde una discusión sobre
la evolución del pene, de regreso hacia el ya conocido territorio de los orígenes
de la humanidad”1
CARLOS ALBERTO JIMENEZ V.
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1
Margulis Lynn y Sagan Dorian. Danza misteriosa. Kairós; Barcelona. 1992. Pág. 25
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