TEATRO PRIMAVERA CON UNA ESQUINA ROTA JUAN ANDRÉS PINA Autor: Mario Benedetti e Ictus. Dirección: Claudio di Girólamo. Nissim Sharim, Delfina Guzmán. Grupo: Idus. Sala: La Comedia. Quizás la diferencia que el grupo chileno Ictus ha establecido con el resto de sus iguales, no solo sea su extensa trayectoria en el panorama del teatro chileno, sino también él que con cada estreno se aventure una nueva experimentación. La mayoría de sus estrenos a lo largo de los últimos quince o veinte años, han conllevado un tono, un tema, un estilo o una forma de producción distintas. Todo esto da como/esultado una natural expectación en el público, que está seguro de no ver una experiencia repetida sobre el escenario, pero sí observar una parecida intencionalidad formal y de contenidos. Su otro elemento es, lógicamente, su permanente referencia a la realidad chilena en sus diversas manifestaciones políticas, sociales, económicas y hasta culturales. De alguna manera, Ictus ha sido, durante los últimos diez años en Chile, el grupo que por antonomasia ha enfrentado nuestro país real y nuestro país de mentira, subiendo al escenario su absurdo, su grotesco, su dolor y su humor. En esta linea de experimentación estrena ahora Primavera con una esquina rota, basada en la novela homónima del. autor uruguayo Mario Benedetti. La experiencia, sin duda; no es igual a la anterior, Sueños de mala muerte, del novelista chileno José Donoso. No sólo porque U l N ••• i r 3 3 1 . A G O S T O 1984 Donoso trabajó codo a codo con el grupo, sino porque él le dio la estructura dramática necesaria en conjunto con Idus- a lo que originalmente era una nouvelle. En este caso, en cambio, el grupo tomó un material estrictamente literario y enfrentó solo el desafio de teatralizarlo, sin participación del autor original. El conocido Benedetti Es singular la acogida que Mario Benedetti ha tenido en el continente y particularmente en nuestro país, no sólo en los últimos años, sino desde siempre. En Benedetti se distinguen claramente dos etapas: una primera que corresponde a los cuentos, recogidos en volúmenes como Montevideanos, Esta mañana, El último viaje, La muerte y otras sorpresas, y a sus novelas como La tregua, Gracias por el fuego, Quién de nosotros. Esta suerte de Benedetti "clásico", es aquél que retrata la soledad, el hastio y las pequeñas esperanzas del individuo medio, el oficinista, la empleadita de tienda, el burócrata y el vendedor. Desfilan por sus relatos las calles de Montevideo, los cafés, escapadas a Buenos Aires, antiguas oficinas de trámites eternos, livings, plazas y tiendas de menor cuantía. Benedetti consolidó su prosa precisamente con este gran mural de una clase media ahogada y a la vez esperanzada, en que era difícil que el lector común no se sintiera identificado. Después del golpe militar en su patria. Benedetti surge en una linea de mayor compromiso político y sus relatos, ensayos y nove- las se orientan fundamentalmente a denunciar la trasgresión a tos derechos humanos que ocurren en su pais y en el resto de Latinoamérica, en textos tales como Pedro y ei capitán, Con y sin nostalgias, Geografías y esta Primavera con una esquina rota. Su prosa, entonces, intensifica los recursos antes usados, para apuntar en una dirección, siendo casi un cronista periodístico que toma el pulso a un acontecimiento vital y explosivo del continente, registrando una realidad inmediata y otorgándole un valor prioritario a los sucesos diarios. La primavera perdida Primavera con una esquina rota es la "summa" de estas intenciones. En la novela, se cuenta la historia de Santiago (Nissim Sharim en el montaje de Ictus), detenido pocos años después del golpe militar en Uruguay. Santiago, activo mititante de izquierda, está casado con Graciela (Delfina Guzmán), quien emigra exiliada a México con su hija Beatriz (Soledad Henriquez), que al momento de la obra sólo tiene nueve años. Mientras Santiago permanece recluido, Graciela sufre una evolución personal, en el sentido de no sentirse ligada estrechamente a Santiago como antes, optando dolorosamente por el afecto de otro amigo común a ambos, Rolando (Héctor Noguera). La obra apunta, por una parte. a revivir el drama de la cárcel y el encierro, y, por otra, a tocar el tema del exilio. De alguna manera se refiere a las consecuencias que tiene en la desintegración fa- 389 TEATRO miliar una ruptura geográfica y humana como la que viven sus personajes. En la novela, la mayoría de sus escenas transcurren por la vía de las cartas y las reflexiones, las que alcanzan momentos lincos y sobre todo emotivos. Todo, de una u otra manera, está orientado a demostrar una situación dolorosa y absurda, a denunciar en variados y reiterativos tonos, el drama del exilio y la prisión. Discursos, exposiciones teóricas, desgarrados sentimientos, momentos de arranque lírico y casi ponencias didácticas buscan actuar emotiva y racionalmente sobre el lector para estremecerlo directamente y sin circunloquios sobre el tema. Ictus. en realidad, no optó por tomar la anécdota de Primavera con una esquina rota, sino que entró plenamente a una adaptación teatral de un material literario, conservando su lenguaje, su tono, su intencionalidad. No poco trabajo significa esto: la novela transcurre más bien en el interior de los personajes y su acción propiamente dramática es escasa. La obra de Benedetti tiene casi una intencionalidad educativa o didáctica: revelar las miserias, olvidos, lealtades, traiciones y rupturas del exilio. En este sentido, el gran mérito de Ictus es haber llevado sobre el escenario una realidad novelesca, es haber teatralizado un universo interior, cuyos conflictos son tan amplios como el quiebre de los ideales, la lucha de un pasado contra un presente, o la aspiración de un futuro más digno. El montaje de Ictus convierte en obra de teatro algo que pocos se habrían sospechado creer que lo fuera. Ahí su gran logro. Novela y obra teatral En efecto, los pequeños microconflictos que hacen avanzar la obra, las atmósferas insinuadas DOf una luz, una corriente de 390 humo o un dibujo infantil, los diálogos fluidos, los cambios de escena, la invención de un par de personajes, la coloquialidad sobrepuesta a lo solemne que lleva en germen el discurso de los personajes originales de Benedetti, todo ello es un trabajo teatral de investigación de Ictus que, con toda seguridad, pocos grupos en Chile podrían realizar Para quien ha leído la novela, era realmente un misterio saber qué recursos técnicos y de contenido el grupo había utilizado para conseguir la teatralidad necesaria. Pero, mal que mal, Ictus optó por una novela determinada y en su sustrato se mantiene fiel a ella. Primavera con una esquina rota es una novela unidireccional, que obsesivamente apunta a mostrar, más que a demostrar, el problema de las dictaduras militares. O, dicho de otra forma, es una creación que deja poco lugar al misterio, a las cosas entredichas o los subtextos: todo se explícita, se verbal iza, hasta se pone en los niveles de un discurso. Si bien es cierto el drama de estos personajes se enfoca desde diversos ángulos, generaciones y perspectivas, todas apuntan a un problema y una anécdota, dejando un espacio demasiado estrecho al sueño, la ambigüedad o la bruma poética que cubría, por ejemplo, Sueños de mala muerte. Allí, nunca se explícito que la relación propiedad y muerte era el tema central de la obra; nunca se insistió obsesivamente que las ansias de posesión de los personajes les llevarían a su sepultación definitiva. Múltiples lecturas, sensaciones y percepciones - a pesar de los defectos de la obra- ampliaban un camino expresivo que Ictus había comenzado con La mar estaba serena. Aquí, en cambio, se deja de lado esa línea, optando por un mensaje más directo y, quizás, previsible. Se podría decir que en este caso, Ictus construye una obra, a pesar de que Primavera con una esquina rota es una novela. Opta por ella y se juega, teatralmenie hablando, por completo. De ahí. como decíamos, su mérito, a pesar de que sacrifica la coloquialidad, el humor como forma de abatir la solemnidad, la cotidianeidad trascendente y. sobre todo, ese misterio poético que traspasaba sus anteriores creaciones. En suma, si hay objeciones a este último montaje de Ictus, están en el plano de la elección del texto elegido, que para algunos resultará iluminador y altamente creativo y, para otros, algo fácil, obvio en muchos casos, al borde del precipicio que lo separa de la cursilería y el lagrimón porteño. Por lo mismo, Primavera con una esquina rota resultará de gran atractivo para un gran público tocado intimamente en sus resortes emotivos -que Benedetti pulsa muy bieny que privilegie el tema -exilio. torturas, prisión- antes que la forma elegida. En definitiva, las posiciones frente a la obra nacerán de una opción estética determinada: o se prefiere este teatro más directo y de compromiso sentimental o bien se inclina por una creación más ambigua. Indudablemente que este montaje agrega a Ictus otra perspectiva en su labor de los últimos anos y amplía su registro. Son pocos los fanáticos de la novela de Benedettí que no se sentirán agradecidos por esta puesta en escena, porque la investigación de largos períodos está puesta al servicio de la novela. Pero, lógicamente, Ictus no es sólo esto. Se sigue verificando, en todo caso, el nivel parejo y alto en actuación, el resultado óptimo de una dirección colectiva, la utilización de variados recursos escénicos que crean el universo teatral y sobre todo ese sello prolesional que pocos grupos en el país pueden exhibirá • AJE NV1 331 A G O S T O I 9 8 J