N.S. 20080771 Una segunda oportunidad Mi papá se fue de la casa cuando apenas tenía 8 años. Yo era muy joven para entender lo que estaba sucediendo, lo cual hacía que mi percepción de la realidad estuviera distorsionada. Viajaba a la Antigua cada 15 días a visitarlo en su nuevo hogar de dos pisos; era un terreno muy bonito, con un jardín bastante amplio donde podíamos salir a jugar fútbol con mi hermanita, pero yo sólo quería que mi papá regresara a vivir con nosotras. Con el tiempo, nuestra relación se fue deteriorando. A pesar de mudarse nuevamente a la capital con su nueva esposa, las llamadas y las visitas eran escasas. La única razón para comunicarnos era para discutir temas relacionados con dinero: cuentas del colegio, viajes, shopping, etc. Mi idea de tener un héroe como papá, tristemente se esfumó. Llegamos al punto en donde dejé de tener una relación con mi padre…completamente incomunicados durante dos años. Al cumplir los 19 años, mi mamá me convenció de comenzar una relación con mi papá por mi bienestar. Lo hice en contra de mi voluntad y nuestra relación se convirtió puramente superficial. En ocasiones me llamaba para ver cómo estaba. Cada tres semanas nos juntábamos a cenar para platicar, pero en realidad no conocía nada de él…y él no tenía la menor idea de quién era su hija. Este año, tenía planeado empezar mis estudios universitarios en Argentina, en la Universidad de Palermo. Mi papá accedió a ayudarme económicamente, y todo marchaba bien…hasta que llegó el 14 de febrero. Fue en esta fecha que recibí la peor noticia posible: a mi papá le habían diagnosticado cáncer en el estómago. No es posible describir la sensación que tuve al escuchar esas palabras…es algo que no le deseo a nadie. Fue mi “wake up call” y en ese momento me di cuenta lo mucho que valía mi papá para mí. Desde ese día, sentí que tuve una segunda oportunidad de empezar desde cero con mi querido padre. Es horrible tener que admitir que una enfermedad tan impredecible fue la causa para valorar al hombre que me había dado la vida, pero es una oportunidad que agradezco cada vez que me despierto. Esas llamadas y visitas escasas se convirtieron en llamadas y visitas diarias. No existe amor como el amor entre padres e hijos. Cada día que comparto con mi papá no tiene precio, pues aprendo algo nuevo de él que me sorprende. Hace dos años no sabía que mi papi era fanático del grupo Pink Floyd…mucho menos que su sabor favorito de los helados Hagen Däaz era Vanilla Caramel Brownie. Durante el tiempo en que estuvo ausente, había aspectos de mi vida que no hacían sentido y me sentía vacía. Ahora que lo tengo tan presente en mi vida, veo cosas en él que yo heredé y hábitos que compartimos juntos: como mordernos las uñas y vernos en el espejo cada 5 segundos. Mi papá me salvó la vida realmente. Tener esta oportunidad de estar con él cada día, combatiendo esta enfermedad juntos, es lo que me da fuerza y lo que me motiva para aprovechar cada momento que tengo con él y con mis seres queridos. Él me enseñó que la vida no es solamente corta, también es impredecible. No hay manera de saber cuánto tiempo más le queda a uno y no se debe desperdiciar un día porque puede ser el último. El único lamento que tengo, con el cual voy a vivir el resto de mi vida, es saber que desperdicié todos estos años que pude haber compartido con mi papá, y que no lo hice por dejar que la rabia me cegara. Durante mis 20 años de vida, mi papá nunca me había compartido una palabra de afecto…y hace exactamente 2 meses y medio me dijo pro primera vez “mijita linda, te amo con todo mi corazón”. Me asegura que yo soy su ángel de la guarda, que le da energía para luchar contra el tumor. ¿Cuántas personas pueden decir eso acerca de su papá? ¿Cuántas mujeres de mi edad realmente aprecian a sus papás y se dejan admirar por ellos? El momento en que una persona se encuentra cara a cara con la muerte empieza a valorar la vida. Todos estos años estuve “dormida”, pues no me di cuenta de lo que me estaba perdiendo con mi papá. Y ahora, no puedo pasar un día sin saber de él porque quiero escuchar su voz y decirle lo mucho que lo quiero. No sería la persona que soy ahorita si no lo tuviera a él a mi lado.