. Aritonio Díaz Bautista era un hombre bondadoso, . cauto en los modales, nada proclive a cualquier enfrentamiento con nadie 1i4 ENRIQUE QUIÑONERO CERVANTES MAGISTRADO DELTSJ DE MURCIA A u n no habia cumplido los 23 años. 20 si? No me acuerdo bien. En aquella sala del Seminario de Derecho Privado coincidimos muchos que empezábamos b cursaban una incierta carrera académica.Antonio hacia su tesis sobre el alquiler de vehiculos o la había terminado va v la revisaba para su publicación.Fumaba énpipa y su ámbito estaba lleno de aquel olor tan característico,tan penetrante. Estaba siempre con su máquina de escribir y con un mamotreto de hojas en continuo desmden aparente. En invierno hada frio, en verano calor, en otoño dependía del día y del día dependia la temperatura de primavera. Todo lo más una anncuada calefacción y como articulo de verdadero lujo. Un ventilador . enemigo acémmo del orden de los papeles. La verdad es que era un hombre muy bondadoso, cauto en los modales, nada proclive a cualquier enfrentamiento con nadie y en cierto modo o sin cierto modo, escondido de la aeresión de auien le DUdiera eventualm&te agredi Tenia s'entido del humorv eraun excelente conversador. Se aventÚraba en los clásicos, p í a cierta inclinación a la germanofilia y hacia chistes fáciles con iquello del ~ i g e s t o o'panderectas'. Y la música especialmente Mozart. Cantaba mal: npa, papapa, papa, Papageno, Papagena..))Es como si lo estuviese viendo dirigiendo la nada, la orquesta inexistente de su fantasma; tan ilusoria como, creo yo, que por entonces eran nuestras vidas. ... En el Seminario, aun no habia aparecido el bUIOCIátic0'téminode Departapento, todo era sí no viejo, frágil, de manera que todo había que cuidarlo como si se fuera a romper, los ficheros, las persianas, las estanterías y el escabel. Bueno; lo del escabel era esnipendo. Todos esfábamos juntos y compartiamos nuestras sapienciasy nuestras ignorancias. Mayor que yo, me ayudó muchas veces con los viejos conceptos del Derecho.Además me refena lo acontecidoantes de que yo Uegara; por ejemplo acerca de un bedel que combatióen laguemde Cuba, de grandes bigotes, que al abrir la puerta á un antiguo catedrático era designado,todos los dias, con la evangélica frase: «Tuest Petrus)).Creía en la necesaria distincióndel universitario, en una aristocracia del saber que debía estar alejada de la vulgar:dad. Estaba convencido de que enla mente del estudiante debian habitar Virgilio y Beethoven, Dante y Bergman, Quevedo y Camus y Velázquez, Goya, Picasso Matisse...Y sobre todo,la interminablecuriosidad de conocerle descubrir.Abominaba de la pereza intelectual y sostenía que esmdiar es el trabajo mas duro por su árida soledad, por su oscura recompensa yporque siempre venía acompaña-dode fa;erteza de que el camino era inacabable. Me hablaba de su niñeq en la huerta, donde su padre, D. Adolfo, era maestro. Siempre mostró imperecederaadmiración por él. Se casó y me acuerdo de su boda, t u w hijosy me acuerdo de cuando nacieron, ganó la Cátedra,le hiaeron abuelo...vivió. Al final la vida divergentede ambos determinó que casi no nos viésemos, pero, en la comcidenciaocasional, era fácilmente recuperada la amistad que se fue haciendo vieja y sólida. Y ahora, el recuerdo, que no se sabe si versa sobre algo que se ha perdido o que se tiene para siempre. Me quedo con esto, con el recuerdo de un amigo que resume y ewca los 6 0 s de mi juventud. Y prefiero que sea mas dulce que agrio y mas alegre que trisre, porque así, con esa risa burlona de huertano vocacional es como recuerdo a Antonio, perdido con sus pinceles en una senda de la huerta, ante el hallazgo de un limoneroque pintar con la ayuda del cielo amlón de Murcia o en las mesas incómodas del viejo Seminario convenndo;al final, de que el 'honeste vivere' es la mejor lección de Derecho.