LA CIENCIA, LA ÉTICA Y LA MORAL, MÁS ALLÁ DE LO RELIGIOSO

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LA CIENCIA, LA ÉTICA Y LA MORAL, MÁS ALLÁ DE LO
RELIGIOSO
Alumno: BENEGAS, Iliana Soledad
Escuela: Colegio Secundario Jean Piaget, Neuquén
Profesor Guía: DAMICO, José Vanildo
En la presente monografía se intentará sentar posición entorno a algunas cuestiones que
desde los antiguos discursos y afirmaciones sobre la creación del universo, pasando por Galileo y
Copérnico, hasta las actuales discusiones sobre bioética y genética, han causado diversas
confrontaciones y múltiples disensos entre científicos y religiosos.
Partiré de las preguntas propuestas para el presente certamen:
- ¿Hasta que punto son ciencia y religión dos actividades humanas contrapuestas?
- ¿Responde la ciencia actual a las preguntas fundamentales sobre la naturaleza de la realidad y la
existencia, que fueron dominio de la religión y la metafísica? ¿Está actualmente la religión
relegada meramente a los campos de la ética y la moral?
- ¿Son compatibles los dogmas religiosos con los nuevos hallazgos científicos?
- ¿Tendrá la ciencia alguna vez una teoría del todo, o es demasiado ambiciosa, y hasta arrogante,
en sus afirmaciones?
Entiendo que para ensayar al menos respuestas provisionales a estas preguntas, en primer
lugar es necesario distinguir los conceptos de “ética” y “moral”, los cuales significan lo mismo
desde el punto de vista etimológico, pero sin embargo, poseen diferencias. Al hablar de moral,
estamos haciendo referencia al sistema de normas y costumbres de una persona o de un pueblo.
Mientras que cuando nos referimos a la ética, estamos hablando de una rama de la filosofía que
reflexiona sistemáticamente sobre las condiciones de posibilidad de cualquier moral que se pueda
concebir. Entonces, ¿es posible hablar de una sola moral? O, por lo contrario, ¿existen varias
morales en base a las cuales responder a las preguntas del inicio?
Otro interrogante a tener en cuenta es la posición que se tiene y que se ha tenido sobre la
universalidad o particularidad de los valores. A lo largo de la historia ha habido diferentes posturas
sobre la misma. Desde el universalismo de Kant, hasta el relativismo de Nietzsche. Pero cuando se
habla de universalidad de los valores, ¿hasta dónde abarca dicha universalidad? Creo que es mejor
hablar de los valores dentro de lo conocido del planeta Tierra, y no del universo en sí, ya que éste es
demasiado amplio. Los seres humanos, hasta el momento, no tienen conocimiento de, (si los tiene),
los límites del Universo. Entonces, creo que es demasiado antropocéntrico o geocéntrico hablar de
una ‘universalidad de los valores’.
Desde mi punto de vista, en principio, los valores son particulares. Cada persona debería
poder construir sus propios valores. Pero, si esto es así ¿cada individuo puede matar o hacer lo que
crea que está bien? Definitivamente no.
No estoy convalidando cualquier construcción de valores, sino que como dice Nietzsche, el
hecho en sí no es ni malo ni bueno, sino que el hombre debe hacer su propia valoración de los
hechos y de sus acciones. Y ésta valoración la debe hacer el ‘hombre fuerte’, no fuerte en el sentido
de rudeza, sino desde el sentido del hombre de espíritu libre. Y para ese hombre, el hecho de matar
o de robar, entre otras cosas, significa caer bajo. Y caer bajo, es parte de la acción del ‘hombre
débil’. Para Nietzsche, debe haber una inversión de los valores y no una destrucción absoluta de los
mismos. Creo que esto es correcto, ya que los valores usualmente vigentes, en su mayoría de origen
religioso, nos han sido impuestos más o menos directamente por la sociedad, y no nos dejan ser
libres en varios sentidos. Esto acarrea una masificación de las personas y no la formación de
individuos críticos, que puedan tener su propia valoración de lo bueno y lo malo. Esto es posible de
observar (apartando lo religioso) en el caso particular de las escuelas, donde según los valores de
los directivos, se concibe una forma de educar a las personas. Es entonces cuando parece que nos
vemos encarcelados dentro de la moral impuesta por los que tienen puestos clave en las distintas
instancias del sistema educativo. Dado que todo científico, por inteligente que sea, da sus primeros
pasos intelectuales en instituciones educativas de este tipo, luego su accionar profesional estará
fuertemente condicionado por la formación moral recibida.
Creo también que, como dice Humberto Eco, ‘la dimensión ética comienza cuando entran en
escena los demás’. Entonces, desde mi parecer, los valores deben ser particulares, relativos a cada
persona, a cada científico, siempre y cuando se tenga un reconocimiento hacia los demás en un
marco democrático de discusión racional en casos particulares que sean problemáticos. Me refiero a
que, en principio no debe haber grandes limitaciones a la investigación científica y que si algún
caso presenta dilemas éticos, haya espacios de discusión para resolver dichas particularidades lo
más independientemente posible de consideraciones religiosas. Entiendo en este punto que la
Ciencia presenta en tales casos una alternativa excluyente respecto a las religiones, y que es una
actividad esencialmente distinta a la hora de dar respuestas a las preguntas fundamentales sobre la
naturaleza de la realidad y la existencia humana.
Por otro lado, creo que los valores dependen de la realidad de cada persona. ¿Tendrá la
misma valoración del bien y del mal una persona que vivió toda su infancia en un ambiente
confortable y tranquilo, que aquel que nunca tuvo un hogar? Creo que en estos tiempos, al igual que
en otros anteriores, es necesario ‘ponerse en el lugar del otro’, o sea, tener empatía. En este sentido,
el científico no es un ser descarnado de toda realidad social. Por ejemplo, los científicos argentinos
han sufrido y sufren las vicisitudes que sufrimos todos los argentinos y sus decisiones no pueden
desconectarse artificialmente de la realidad política, social, económica y cultural. Es así que la tarea
científica está en la cúspide de la complejidad de las tareas y roles sociales, ya que sus
consecuencias pueden modificar grandemente la existencia cotidiana del hombre común.
Otro punto a tener en cuenta, es que la moral, o las morales, varían a través del tiempo. No
son las mismas ‘morales’ que se tenían en la Grecia Antigua, que la que se tenía en el Medioevo;
tampoco son las mismas en el Islam a lo largo de su propia historia, para dar algunos ejemplos.
Algunos pensadores sostienen una posición de neutralidad moral con respecto a la ciencia.
La ciencia es inocente, se suele decir, la tecnología puede ser culpable. Por un lado, adhiero
a esta posición, pero por otro no. Hago referencia a esto porque a la ciencia en sí no se le pueden
atribuir valores de por sí. Por lo contrario, si se le pueden adjudicar los mismos a las personas que
ejercen la ciencia. La Ciencia y los científicos son dos cosas distintas. Sin embargo, creo que esto es
aplicable a cualquier tipo de profesional, o hasta, podría decir, a cualquier persona. Creo que es
necesario terminar con el mito de superioridad o de excepcionalidad que se tiene con respecto al
científico, ya que éste es un ser humano igual que cualquier otro en relación a la construcción de
valores. Estos deben ser co-construídos por todas las personas, ya sea un científico, un arquitecto o
un estudiante, ya que cada persona tiene que decidir como actuar frente a determinadas situaciones.
Muchos piensan que la tecnología es la culpable de lo sucedido en Hiroshima, Chernobyl, la
irrupción de armas biológicas o los desastres naturales, pero según mi parecer, la falta de moral en
el hombre es la culpable, no las tecnologías creadas que hicieron posibles tales desastres.
Entonces me pregunto, ¿son justificables los avances tecnológicos en cuanto a armas de
destrucción masiva?; ¿es correcta la manipulación y el uso de embriones híbridos? Es posible que
éstas y muchas otras cuestiones que están actualmente en debate (y desde hace ya un largo tiempo)
sean justificables. Ahora bien, como dije supra la decisión última respecto a estos temas debe
desligarse lo más posible de concepciones religiosas. En tal caso será imposible avanzar en la
investigación o ella se verá fatalmente condicionada. Se que es tremendamente complejo que el
hombre decida sin parámetros religiosos acerca de estas cuestiones, pero quizá justamente el desafío
más grande para el ser humano sea la construcción de una Ciencia que se emancipe definitivamente
de concepciones religiosas.
Para finalizar diré que de acuerdo a lo sostenido, que la Ciencia y la Religión tienen una
contraposición esencial. Entiendo que la Ciencia responde a las preguntas del hombre, aunque quizá
esas respuestas no sean agradables o no llenen las expectativas metafísicas de algunos. Además, no
creo que la Religión esté relegada meramente a los campos de la ética y la moral, sino que esos
campos son parte de la actividad científica, y que muy por el contrario deberían también
emanciparse de concepciones religiosas. O sea la Ciencia da respuestas alternativas aún en cuanto a
lo moral y lo ético. La Ciencia nunca será arrogante mientras conserve el espíritu socrático de la
búsqueda constante y crítica del saber y la aceptación de la propia ignorancia.
Bibliografía consultada:
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CIAPUSCIO, Héctor P., El Fuego de Prometeo, tecnología y sociedad, Eudeba,
Buenos Aires, 1994.
NIETZSCHE, Friedrich, Mas allá del Bien y del Mal, Edaf, Madrid, 1985.
NIETZSCHE, Friedrich, La Gaya Ciencia, Biblioteca Nueva, Madrid, 2001.
DIAZ, Esther, La Ciencia y el imaginario social, Biblos, Buenos Aires, 1996
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