1 Deformación y autenticidad en la Terapia de Artes Expresivas

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Deformación y autenticidad en la Terapia de Artes Expresivas
Escrito por: Judith Alalú Lagnas
Deseo a través de este texto ir gestando un diálogo entre mi proceso artístico a lo largo de algunos años y el
encuentro con la teoría y práctica de la Terapia de Artes Expresivas (TAE), especialmente la posibilidad de ir
tejiendo en torno a la deformación en los procesos de creación y el encuentro con nuestra autenticidad. Éste
escrito será entonces un diálogo entre lo que me fue sucediendo en mi proceso artístico y lo que esa experiencia me ha hecho pensar en términos de la conexión conmigo misma y cómo esto me lleva a tejer
puentes con la teoría y práctica de la TAE, tanto en espacios educativos como facilitando procesos en terapia.
En un primer momento iré intercalando lo que fue mi proceso creativo con algunos puntos teóricos de la TAE
en donde profundizo sobre la DEFORMACIÓN y cómo ésta nos permite encontrarnos con nuestra autenticidad. En un segundo momento contaré tres casos clínicos en donde la deformación estuvo presente. Hacia el
final de éste ensayo escribo sobre mi DEFORMACIÓN profesional, mostrando una nueva forma de acercarme
al trabajo terapéutico. Finalmente expongo algunas conclusiones que considero importantes en nuestro hacer
como terapeutas de artes expresivas.
Desde los procesos de cambio en TAE sabemos que es importante ingresar a un espacio imaginal donde
ocurre la creación y el arte está al centro de la experiencia, creando nuevas posibilidades, trayendo sorpresas
desde el proceso y producto artístico y sobre todo acercándonos a la belleza, cuando lo que emerge nos
conmueve. Sin embargo hay momentos donde esa posibilidad de verte vulnerado por el proceso o el producto
artístico, no aparece, aún no llega a ser verdadero, auténtico y más bien por momentos se convierte en un no
poder acceder a la creación o encontrarnos atados a patrones estereotipados y sin mayor posibilidad de
juego.
Hace unos años empecé un proceso de arte con un grupo de amigos y colegas de TAE, dirigido por Carlo
nuestro maestro. Él nos sugirió iniciar con un auto retrato mirándonos al espejo. Nos ensañó a medir las proporciones del rostro tratando de imitar la realidad. Esto inmediatamente me confrontó con la técnica y tener
que dibujar de manera precisa. Me hizo sentir que el espacio creativo que estaba soñando se desvirtuaba, ya
que no quería sólo aprender ciertas técnicas cercanas al dibujo y a las dimensiones reales. Sin embargo comencé con mi carboncillo negro, un espejo para verme de cerca, tajador, borrador, papel para las manchas,
mesa para el apoyo, aguarrás para sacar la pintura que excedía y podía manchar. Había en mí, un deseo
constante de jugar con las posibilidades e irme lejos de las formas reales. Deseaba un espacio que me vuelva
a conectar con mi capacidad de crear. Hace ya varios años que había dedicado mi vida al cuidado de mis
hijos y a la creación de una escuela de Terapia de Artes Expresivas (TAE PERU), sin embargo sentía que me
hacía falta un espacio artístico para mí, donde poder encontrarme de nuevo con mis imágenes, mis deseos y
mi propia creatividad. Esta primera sensación tuve que abandonarla por un tiempo ya que la tarea era diferente y no quería rebelarme tan rápidamente a ésta posibilidad de ir aprendiendo "una técnica o una cierta manera de hacer las cosas". Más adelante vinieron los libros de arte que nos enseñó Carlo y me atrae una pintura
de Lucienne Freud, una mujer sorprendida, con ojos grandes mirando hacia el costado, con ropa simple que
me llama la atención por su mirada sorpresiva, confusa y seria. Teníamos entonces un boceto que había surgido primero siendo fiel a las dimensiones y observaciones en el espejo. Ahora venía el pedido de integrar el
boceto de mi rostro bajo el estilo de la mujer de Lucienne Freud que yo había elegido. Me iba gustando la
idea de que surja algo del encuentro entre estas dos mujeres. Empiezo imaginando que podría salir un híbrido, algo muy alejado a mí misma pero parece que mi propio rostro emergió con todo el deseo de querer ser la
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protagonista del cuadro. Más bien el tener la posibilidad de ir más allá de mi rostro, me dio libertad para jugar
con las múltiples sensaciones y visiones sobre mi autorretrato. El juego de posibilidades apareció y estas dos
mujeres se empezaron a transformar, y alejarse de la realidad. Se iban alargando y manchando, jugaba con
exagerar las facciones e intentaba así disfrutar de la posibilidad de buscar mi propia imagen. Carlo se da
cuenta del disfrute que había en mí en éste alejamiento de lo estrictamente real y me dice: "Judith, si quieres
deformar, deforma". Esta posibilidad me cautivó y siento que marcó el desarrollo de lo que fue mi proceso
creativo.
El deseo de poder transgredir las formas reales, las ganas de ir al encuentro con múltiples posibilidades,
explorando con diversos materiales y técnicas, disfrutando sobre todo del proceso de creación fue importante, para sentir que me empezaba a conectar con mi propia autenticidad desde el arte.
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Luego de mi autoretrato seguimos con el retrato de un modelo. Era un chico joven, que posaba para nosotros
por varias horas. Una vez más me enfrento al dibujo, a la necesidad de tomar medidas y buscar proporciones,
sin embargo a pesar de ésta búsqueda nuevamente surgía la desproporción y las ganas de modificar la realidad. Me encuentro queriendo ponerle humor al momento, que parecía " sagrado" por las horas en que éste
modelo nos acompañaba casi sin moverse para poder capturarlo en una imagen bastante cercana a lo real.
Es así como empiezo a querer modificar lo que veo, estando más cerca a lo que voy queriendo, haciendo
caso a mi deseo. Finalmente le hago el cuerpo delgado, le agrando la cabeza y los ojos, exagero sus ojos y
le pongo una capa como si fuera un superhéroe. Para mi sorpresa, el modelo encuentra que se ve reflejado y
le gusta mucho.
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Me doy cuenta que mi disfrute en el arte se encuentra en la posibilidad de jugar con las posibilidades, libre
de restricciones de formas y dimensiones. Encuentro que me confronto con lo que "hay que hacer" y me aparto de esa posibilidad para acercarme a lo que a mí me provoca hacer. Salirme de las reglas del color o las
dimensiones reales y poder deformar es algo que me seduce.
Me pasa que al deformar las formas reales estoy inmersa en un espíritu de juego, de nuevas posibilidades,
donde lo establecido o lo que se espera pierde su peso y más bien la búsqueda de algo nuevo se abre paso,
es un encuentro con lo inesperado, con lo no sabido. Un estar en el disfrute del hacer y no en la espera de un
resultado, abierta a las sorpresas y a lo que me gusta y me da sentido. En este espacio no hay saberes previos ni temas pactados. Más bien las ganas de encontrar imágenes que te toquen en el proceso de construcción de algo. Es importante saber quedarse en el proceso, disfrutando del momento presente, conectado a los
sentidos y al juego mismo. El producto que emerge de este proceso puede ser diverso y con muchas facetas,
como las tuvieron todas las pinturas que fui creando y que al ser atestiguadas por otros me hicieron notar de
su gran diversidad de estilos. Como si fueran hechas por muchas personas y no sólo las hubiera hecho yo.
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Me pregunto: uno tendría que encontrar un sólo estilo o el crear desde ésta libertad te podría justamente permitir transgredir el hecho de no tener un único estilo sino diversas posibilidades y deseos que son parte de ti.
Sin duda en este proceso creativo descubrí momentos donde hubo mayor conexión y placer, pero aún no
podría decir que me quisiera limitar a una de estas formas de hacer arte, porque estaría sintiendo que una
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libertad importante se alejaría de mi. Y es ésta libertad la que sentí como la más importante en mi proceso.
Sin embargo ahora luego de un tiempo, puedo decir que tal vez el tema que emergió como importante es el
de la deformación humana y que ésta posibilidad es la que me gustaría seguir trabajando. El bucear en el
terreno de lo diverso, de saber quedarse en lo incierto, sin tener que ajustarme a un estilo o temática, respetando el tiempo de exploración ha sido sumamente gratificante.
Desde nuestro hacer como terapeutas de Artes Expresivas nos encontramos gran parte de nuestro tiempo en
la zona de descentramiento: es decir en un espacio imaginal, donde el arte está al centro de la experiencia.
Un lugar donde andamos perdidos de respuestas, ávidos de arriesgarnos a esa incertidumbre que trae naturalmente el hacer arte. Un lugar donde si sabemos tomar riesgos y jugar con la mirada del artista, la belleza
podrá ser parte del encuentro. Es éste espacio, donde me atrevo a decir que si no existe posibilidad de deformar algo, entonces la belleza en el arte, no surgirá. Ésta deformación tiene que ver con desestructurar,
deconstruir, estirar, burlar, jugar, transgredir, saltar, arriesgar, ampliar nuestro rango de juego. Tiene que ver
con romper para poder armar, con salir de lo establecido, de lo habitual, de lo sabido y saltar a lo desconocido
con libertad y disfrute. Atreverse a cambiar de material, de medio de expresión, fue también importante y me
hace rescatar el valor de la intermodalidad en nuestro trabajo. ¿Qué necesita la imagen ó imágenes que van
surgiendo? Encontrar de qué manera las imágenes pueden ser mejor cristalizadas. Desde aquí, la respuesta
estética del terapeuta es de vital importancia ya que podría ayudar al otro a seguir profundizando en sus imágenes. Una mirada del terapeuta artista, que moldea un proceso en búsqueda de una estética, que se pierde
en el camino junto con el otro para honrar el recorrido y se esfuerza por hacer que el trabajo de arte llegue
finalmente como algo bello que pueda inspirar y traer algo nuevo.
Poder estar en un espacio creativo donde "todo está permitido" ha sido importante para encontrar que mi
creación tiene un sentido para mí y se conecta de manera verdadera conmigo misma. Vivimos en una sociedad que tiene reglas, valores, rituales que han sido pensados muchas veces por otros pero donde nuestro
propio entendimiento o deseo no es reconocido. Lo individual muchas veces se pierde para pasar a formar
parte de una inmensidad de personas que integran una cultura y algunas sub culturas. No es fácil poder hacer
valer tu propia manera de ver las cosas o hacer las cosas porque estas están supeditadas a un juicio que
viene del afuera y que muchas veces te hace sentir que estas en lo correcto o en lo incorrecto.
Durante mi atelier sentí que no habían juicios de valor frente a mi posibilidad de crear a mi manera; no había
malo ni bueno, más bien una amplia posibilidad de indagar y explorar con diversos materiales y modos de
hacer. El juego estaba a la base de éstos procesos y fue un elemento importante para poder crear con libertad y descubrir cuáles eran mis formas.
Paradójicamente me fui encontrando con un deseo de desfigurar lo real, de darle mayor importancia a mis
emociones, a la posibilidad de burlarme y salirme de las formas conocidas. Estirar los rostros, hacer el cuerpo
a mi manera, crear personajes deformes, irreales pero a la misma vez tan propios y honestos con mi momento creativo. Me daba cuenta que alejarme en el arte de patrones conocidos significaba entonces acercarme a
mí misma y si confiaba en el proceso de juego y creación algo auténtico surgiría.
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Pienso en nuestro rol como facilitadores de procesos, utilizando las artes al centro de la experiencia. Qué
importante es finalmente poder acompañar a otros a esta posibilidad de encuentro auténtico con sus propias
imágenes, donde lo que se realice en un espacio imaginal esté relacionado con una creación conectada realmente a ellos mismos. Donde se despierta lo particular, una voz única que gusta, que adquiere belleza porque finalmente se encuentra en ella algo que genera placer y movimiento y que nos habla de nosotros mismos. Que no tiene nada que ver con esquemas previos ni imágenes conocidas o gustos de otros. No es la
mera reproducción de algo ni incluso la transformación de un recuerdo de nuestro pasado que ahora pretende
ser otra cosa. Más bien es el encuentro con algo nuevo, una manera propia de ver, contar y experimentarte a
ti mismo y al mundo. Desde nuestro rol como terapeutas de artes expresivas podemos pensar qué es lo que
facilitaría ingresar a esta posibilidad auténtica de crear. ¿Qué fue lo que facilitó en mi proceso creativo, la
posibilidad de acercarme a mí misma?
Surge desde aquí dos elementos básicos que me gustaría desarrollar para poder facilitar ésta posibilidad en
procesos de cambio y transformación:
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1) Habitar el vacío:
En mi taller de arte me encontré en muchos momentos creando desde la mancha, en contacto con mi cuerpo
y el material, disfrutando del contacto sensorial con las texturas de mis canvas y los materiales que usaba. En
otros momentos estuve inmersa en un juego de posibilidades y fue necesario quedarme en ese experimentar,
sin saber aún lo que haría. Fueron surgiendo así pinturas abstractas que me conectaron con mi propia sensibilidad o emoción de ese momento. Sin pretensiones de temas " intelectuales" o " emocionales" un simplemente estar desde el disfrute, tratando de sintonizar conmigo misma. El material en sí mismo, con su presencia concreta, permitía que me pudiera quedar ahí. Es en la experimentación con el material y la prueba constante, que algo iba surgiendo como placentero y que finalmente me llevaba al juego de la no forma. Tolerar el
no saber a dónde iba fue importante en ésta primera etapa. Tolerar el vacío que sentía muchas veces de no
saber qué era lo que estaba creando fue importante. Ésta posibilidad de habitar el vacío me acercaba a mi
misma, al universo de lo sensorial, a la posibilidad de estar en un momento presente conmigo misma y con la
creación. Tener un tema anticipado muchas veces me apartó de ésta posibilidad y me hizo crear cosas que
finalmente estaban más ligadas a "tareas por cumplir" o pedidos de otros pero que finalmente no hablaban de
mis propios procesos.
La presencia con el material, en sintonía con tu cuerpo, tus sentidos, con el espacio, con la luz, espacio casi
meditativo, contemplativo, en el aquí y ahora. Un poder estar desde el color, desde el ir encontrando placer
en las texturas, en los movimientos que voy creando. Un ir estando atento a lo que va surgiendo y poder
quedarse con las imágenes como tales, sin pretender contar ya una historia de lo que está surgiendo. Es un
momento delicado porque a veces surgía el impulso a ponerle nombre ó traducir las imágenes para entenderlas rápidamente y esto me hubiera alejado de descubrir nuevas posibilidades.
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Este punto me hace pensar en la sensibilización como primer paso de la estructura de una sesión en terapia
de artes expresivas. Donde es importante conectarnos con nuestros sentidos antes de poder ingresar al hacer
arte, ritual o juego. Sin embargo he sentido en ste proceso personal de hacer arte, que la sensibilización puede ser tan simple como sólo conectarte con el material y saber quedarte en la experimentación y probar las
diversas posibilidades que el mismo material te va dando. A veces incluso la misma sensibilización es parte
de un producto final y trae consigo una serie de sensaciones y emociones importantes ¿Cómo hacer que el
juego que se va dando no pierda la posibilidad de estar conectado a tus sentidos, a tu propia existencia ?
Nuevamente la palabra presencia, disfrute del proceso y exploración vienen a mi como elementales en estos
momentos previos a la posibilidad de crear algo que tenga sentido. A veces sólo quedarse aquí puede ser
sumamente gratificante y placentero, porque se ha vivido como natural y ha sido una experiencia que te ha
permitido empezar a conectarte. Poder quedarte en la presencia del fenómeno en sí mismo, en el proceso y
dejarte guiar por las imágenes y sensaciones que van emergiendo es lo importante.
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2. Búsqueda exploratoria o juego de posibilidades:
La repetición de un gesto, el ir indagando con el material, el encontrarse con alguna emoción y seguirla, preguntarse, cuestionarse y aventurarse a otros materiales. Existe la curiosidad de explorar con otras cosas,
antes de llegar a algo más concreto, es un momento liminal, de tránsito entre un estado y otro. Hay más riesgo porque uno toma decisiones, sin embargo la actitud de juego tiene que permanecer. Las ganas de recrear,
burlar, transgredir, darle movimiento a algo aparecen. Es un momento donde la posibilidad de deformar llega
como necesaria y lo más importante es el proceso en sí mismo de ir jugando con múltiples formas. El juego
está a la base de la creación.
Estos dos elementos que he identificado como presentes en mi creación, habitar el vacío y el jugar con las
posibilidades, no son lineales y aveces se pueden dar simultáneamente.
Luego de hacer varios trabajos plásticos Carlo nos sugiere hacer un trabajo con arcilla y alambres. Surge un
personaje de dos caras, con dos perfiles. El señor con terno, serio y gritón por un lado y el señor risueño,
distendido y sin ropa por otro. Me gusta lo que va surgiendo: humor, burla, y protesta. El personaje tiene dos
caras y un brazo intermediador entre ambas.
Imagino que es un ser que desea salir de la prisión, de la caja donde se encontraba metido, quiere sacarse la
corbata, rechaza un modelo exterior que lo limita. Siento que hay reclamo y protesta en búsqueda de una
libertad que lo haga sentirse más auténtico y cercano a sí mismo. Sus rasgos físicos están exagerados, los
ojos sobre salientes, la lengua afuera, la boca está chueca, las ganas de burlarse nuevamente que tiene el
personaje aparecen, tratando de poner en evidencia una emoción.
Ahora que miro atrás me doy cuenta cómo la deformación puede estar entrelazada con la protesta y con el
deseo de modificar una realidad. Tiene que ver con un gesto, un impulso, un deseo de cambio, con la
posibilidad de jugar a tu manera.
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Me hace pensar en el rol del terapeuta cuando moldea una experiencia, cuando lo hace en función de una
responsabilidad estética en búsqueda de que surja el trabajo de arte. No sólo debe contener una experiencia
creativa sino también moldear la experiencia imaginal. Contener y cuidar la experiencia alternativa de creación y a la vez arriesgarse en proponer hacia done seguir creando.
Se trata entonces de atreverse a entrar a jugar y en éste juego quizá la palabra "deformación" nos ayude a
ingresar con mayor coraje y convicción. Es decir la necesidad del terapeuta de poder atravesar con el otro e
ingresar al camino de la no forma hacia la formación o la de formación de algo para estar frente a la posibilidad de que lo nuevo y único emerja. Deformar nos abre a lo nuevo.
Atreverse a ingresar a lo incierto, al juego de lo no conocido, no es fácil, ni para el facilitador o terapeuta ni
para el cliente. Pero sabemos que es justamente en este lugar de juego donde las posibilidades vendrán.
Para esto es necesario crear un vínculo de confianza que sostenga el encuentro. Somos simplemente facilitadores de un proceso y creamos las condiciones para que las imágenes del otro puedan surgir y transformarse
en el camino. Debemos entonces ubicarnos en el momento presente, en el disfrute del no saber, en la experimentación con lo que aún no tiene nombre. Poder quedarse en un estado liminal, en el entre, en un lugar
aún incierto, donde las formas irán surgiendo si uno realmente confía en el proceso con coraje y sensibilidad.
Enseñar a las personas, grupos que no importa entender la creación inmediatamente, dejar que se pueda
estar en el proceso disfrutando de sus posibilidades. Este momento de disfrute dado por el terapeuta y el
paciente es vital para seguir creando . En el arte es importante estar desde el disfrute y poder a pesar de
estar trabajando sobre lo doloroso ingresar a la posibilidad de estar habitado por las imágenes que van llegando desde un lugar estético y bello. No necesariamente tenemos que atravesar por una experiencia intermodal, a pesar que sabemos que pasar a otro lenguaje artístico es posible y a veces necesario. Tenemos que
poder estar conectados a lo que va sucediendo, al juego que vamos creando entre terapeuta y paciente.
En mi proceso con el arte fui buscando autores que resonaban con lo que iba surgiendo en mi atelier creativo. Es así como me encuentro en un primer momento con un relato de Francis Bacon:
"La mayor parte de un cuadro siempre es convención, apariencia y eso es lo que intento eliminar de mis cuadros. Busco lo esencial, que la pintura asuma de la manera más directa posible la identidad material de aquello que representa. Mi manera de deformar imágenes me acerca mucho más al ser humano que si me sentara
e hiciera su retrato, me enfrenta al hecho de ser un ser humano, consigo una mayor cercanía mientras más
me alejo"
Bacon me hace reflexionar sobre la teoría de Paolo Knill, cuando nos dice que hay que entrar al decentramiento en la TAE sin saber qué es lo que uno quiere obtener de la propuesta artística o del juego o del ritual,
alejarse es importante, ir lejos del problema y de lo literal. Pero más allá de ésta posibilidad de alejarse en el
decentramiento, lo que sería ir lejos del motivo de consulta, tema o pregunta, lo importante es poder también
atreverse a jugar con las posibilidades y las formas, a crear no desde una mirada pre establecida sino buscar
lo que los terapeutas de artes expresivas llamamos sorpresas en el proceso y en el producto. Algo particular y
único que empiece a surgir. Para esto tenemos que ser como artistas que buscan que la obra se realice y que
ésta nos toque y nos traiga lo nuevo de uno mismo. Así como en mis pinturas, estar dispuestos a exagerar
algo, transgredirlo, modificarlo, salirse del marco usual de ver las cosas, burlarse, protestar, jugar, estirar,
alterar las formas conocidas, desintegrarse para finalmente encontrar mayor integración.
El relato de Bacon llega cuando encuentro que empezar a deformar mi imagen o las imágenes de los otros,
de alguna manera me acercaban a ellos y a mi misma. Mi autoretrato no es la copia fiel de mi pero expresa
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algo que lo siento muy mío. Quizá si hubiera insistido en una mimesis de mi rostro no hubiera llegado a la
imagen de mi misma que ahora siento más cercana. Esta posibilidad de deformar está basada en un deseo
de jugar con lo establecido o visto por todos. De protestar a la mirada única de las cosas, de más bien encontrar un propio lente y tratar de transmitir una emoción que al estar exagerada o modificada puede decirnos
más. En términos de la terapia de artes expresivas, de poder lograr llegar a una realidad efectiva, a que la
belleza pueda surgir. Belleza finalmente tendría que ver con poiesis y no con mimesis y para que surja poiesis
tendríamos que atravesar verdaderamente por una zona de deformación.
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Cuántas veces en mi práctica clínica con pacientes o cuando enseño a los alumnos de la Formación hay una
actitud de querer mantener en el arte algo ya conocido, a pesar que estamos en el terreno de las imágenes,
inmersos en una realidad imaginal. Muchas veces las personas buscan repetir patrones conocidos o les cuesta salir de modelos estereotipados. Incluso no pueden ingresar a la posibilidad de jugar y ni siquiera de explorar el material. Entonces sucede que alguien ingresa al arte pero hace los mismos personajes que sabe hacer
ó toca un instrumento como lo suele tocar siempre o empieza a moverse desde patrones aprendidos o desde
lo que ya conoce que puede hacer o no. Es nuestro rol como terapeutas de artes expresivas el poder llevar a
los otros a que exploren nuevas posibilidades de juego y creación.
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Quiero narrar mi encuentro con un paciente ejemplificando así un momento en el cual la deformación puede
hacerse presente. No contaré su historia, sólo me acercaré a algunas viñetas que podrían servir de ejemplo
para el tema que estoy explorando.
Daniel me trae su no poder ser él mismo, no puede sacar su propia voz por las múltiples voces familiares que
emergen todo el tiempo al rededor suyo. Entonces le sugiero trabajar con la posibilidad de jugar con su voz y
tomar al piano como compañero en éste juego. Primero le digo que camine tomando conciencia de su respiración y de su pulso. Las manos en su corazón lo acercan más a esta escucha propia de su cuerpo y lo conectan rápidamente con un ritmo propio. Desde allí le digo que trate de jugar en el piano respetando ese pulso. Fue importante decirle que no tenia que tocar necesariamente algo, simplemente jugar con las
posibilidades que el "objeto piano" le podía dar. Trato justamente de no apartar la posibilidad de juego y de
encuentro con sus propios recursos. Surgen los primeros sonidos desde el piano. Yo trato de hacerlos también, tratando de reflejar lo que he ido escuchando. Luego lo invito a ponerse frente al piano mientras yo toco
éste conjunto de sonidos y le digo: "puedes jugar con tu voz, improvisando". Nuevamente soy consciente de
mi actitud corporal y mis gestos, al decírselo, tratando de quitarle peso a éste momento y más bien entrando a
la posibilidad de estar en el terreno de lo no conocido, le digo también: "sólo es un juego". Me empiezo así a
acercar a la posibilidad de que surja la voz de Daniel. Llegan los primeros sonidos, aún tímidos, con un volumen bajo y repitiéndose como un mantra una y otra vez. Es cuando surge en mi el deseo de jugar con esa
primera intención de voz, que dentro de mi mirada estética de lo sonoro, era aún restringida y no muy definida. Siento entonces el impulso de deformar algo, de exagerar algo, de estirar las posibilidades. Quizá de ésta
manera Daniel pueda jugar más con lo incierto, con lo caótico e inesperado, quizá sea la puerta de entrada a
una verdadera improvisación donde Daniel pueda estar en contacto con una voz propia. Fue entonces como
yo cogí uno de esos sonidos y lo modifiqué, llevándolo al humor, a un sonido raro, poco común, extraño, finalmente gracioso, que lo hizo reír. Surgió en Daniel el deseo de jugar también con éstas posibilidades, de
entrar en el terreno de la improvisación sin saber a dónde íbamos pero con el disfrute necesario para seguir
creando . Jugamos con nuestras voces en el piano, de distintas maneras, entrando a un plácido juego de a
dos. Finalmente estamos parados frente a frente, el piano ya no está entré nosotros, haciendo un diálogo sólo
con nuestras voces y los sonidos que de ellas empezaban a surgir. Era como estar conversando en idiomas
extraños, el decía "algo" en sonidos y yo le respondía "algo" en sonidos, su voz iba adquiriendo nuevas tonalidades, su cuerpo haciendo y creando de acuerdo a estos diálogos inventados. La risa era parte del encuentro, nos reíamos de los sonidos extraños y de los momentos en que parecía que realmente sabíamos de qué
hablábamos. Cuando terminamos de jugar en esta realidad imaginal, Daniel me dice: " realmente entendí
todo, gracias Judith!". Ese día la sesión había terminado y a pesar de no haber podido conversar sobre la
experiencia, sentí que la vivencia había sido sumamente enriquecedora. Después de algunas sesiones, Daniel me cuenta que por primera vez pudo sentarse a conversar con su primo y decirle algunas de las cosas
que tenía guardadas hace mucho tiempo y que se siente muy contento. Anteriormente casi todos los encuentros con éste primo habían sido paralizantes y él había sentido que no podía expresarse como quería.
En otra sesión cuando Daniel me pide que tome fotos con mi cámara mientras el movía su propia imagen
previamente "transformada" siento también que empezamos a deformar algo, apareció una imagen desfigurada del rostro que nos asombró. De todas las fotos tomadas en ese momento, él escoge ese rostro movido y
"deformado.": ¿Será que es la imagen más alejada de sí mismo la que recoge su impulso a ser más auténtico? Surge en la imagen la sensación de una mano que puede crear y recrear algo, salirse de la perfección y
sorprenderse que en ese "caos de colores" está la belleza y que ha sido significativo el poder mover la imagen y jugar con su rostro para lograr algo único. Estaríamos hablando no sólo de transformar en el hacer sino
de jugar con la posibilidad de ir más allá, a un lugar donde realmente no hayamos estado. Es sólo desde aquí
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que puede surgir el tercero en el arte y llevarnos al lugar de la belleza. Habría que desarrollar entonces cual
es la diferencia entre transformar en el arte o deformar en el arte. Podría decirse que no hay transformación
sin haber deformado algo previamente o el haber jugado con la no forma, la des estructuración y caos, la
incertidumbre y el riesgo son parte de esa posible transformación.
Durante un tiempo estuve explorado en mi taller con Carlo el mundo de los retratos y exploré nuevamente la
posibilidad de ser fiel a una realidad. Dibujando con algunas técnicas que me permitirían captar la realidad del
otro. Sin embargo nuevamente me encontré frustrándome porque en éste intento dejaba de disfrutar con la
posibilidad de encontrarme con mi propio juego y naturaleza. Algunos retratos incluso causaron molestia por
no ser percibidos como reales por la persona retratada. Es desde esta sensación de malestar que decido
alejarme del dibujo realista, de las formas miméticas y me encuentro con el placer del juego único con las
pinturas, los colores y las formas abstractas, cercanas a mis sentidos, a mi cuerpo, a mis gestos, a mis impulsos. Sin saber a dónde iba y sin tema conocido más que el goce mismo de lo que estaba haciendo. En mi
búsqueda de pintores, indago sobre la pintura abstracta y encuentro nuevamente un escrito que me resuena:
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"El lenguaje abstracto me permite expresar emociones, sensaciones y vivencias que no dependen de una
historia para ser comunicadas; a través del color, la mancha, la forma, el gesto de la mano y, por extensión,
del pincel, expreso un mundo mucho más amplio y profundo que aquél que personalmente podría comunicar
a través de la pintura figurativa. Mi temperamento prefiere el color libre, sin líneas ni narrativas que delimiten
su tránsito. Encuentro en la pintura abstracta el abrigo ideal para todos mis sueños, fantasías, pesadillas,
recuerdos, temores y afectos, mismos que no sabría relatar de manera lineal. Aquí cabe todo aquello que no
tiene nombre ni rostro pero que vive en mí y en cada uno de nosotros y en el universo. Ésta es la forma y el
color de lo innombrable, de lo intangible; no tiene una traducción, no se puede contar con palabras o figuras.
Quien mire la obra no debe tratar de entenderla, sino sumergirse en contemplación, como en un cuerpo de
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agua, adentrándose poco a poco, permitiéndose vivir todas las sensaciones y evocaciones que experimentará; de este modo, el espectador tendrá tanta libertad al mirar como yo la tengo al pintar. El interior sale a jugar
sin restricciones en el lienzo e invita a quien observa a participar del juego con su propio bagaje de vivencias
y recuerdos"
Me gusta la conexión con la libertad que transmite la pintora de éste escrito, pienso que nuestro trabajo tiene
que ver con hacer sentir esta libertad en el otro y desde allí atreverse a crear a partir de un gesto libre y espontáneo, de un sentimiento de libertad que nos permita explorarnos e integrarnos.
En mi proceso de arte fue desde éste pintar abstracto, que aparecieron en ocasiones, nuevamente algunos
trazos, dibujos de personas o cosas que fueron llegando naturalmente. Es cuando Carlo me dice que no
tenga miedo de dibujar, que tal vez sea un dibujo propio, que permita deformarse también y mezclarse con la
no forma de mis abstractos. Me gusta esta invitación y la sigo. La siento ahora más genuina y auténtica, porque ha pasado por un primer momento donde el no tema y el pensamiento no estuvieron presentes. Más bien
los sentidos, los impulsos y el deseo eran los que predominaban. La posibilidad de crear desde el caos, desde la incertidumbre, hacen posible ir más allá de lo establecido. Ésta posibilidad de juego libre donde me podía sentir cómoda deformando me fue dando libertad para ir encontrándome con un estilo propio y único y
volver a reconciliarme con el dibujo figurativo.
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La deformación te permite hacer presente ésta libertad. Sin restricciones, la posibilidad de juego con las múltiples formas te acercan a una verdad e imagen propia, a un encuentro con una creación honesta y auténtica.
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¿Qué pasa cuando deformo en mi arte?
Tengo la sensación de tener más control sobre mi misma a pesar de estar en un espacio y tiempo caótico,
donde el control por lo que va a salir es casi nulo.
Sin embargo a pesar de no tener el control sobre un producto final, siento que la posibilidad de deformar y
jugar constantemente con ésta posibilidad de salir de lo convencional hace que mi creación sea en sí misma
un proceso de juego donde todo puede suceder. Sentir que yo puedo hacer lo que realmente deseo me gusta
mucho y me acerca a mi misma todo el tiempo. Existe acá un dejar el pensamiento y las historias propias,
más bien estoy más cerca a explorar mis sensaciones y mis deseos. Hay una mirada estética que va cobrando realidad también, y es éste objeto que va adquiriendo forma propia el que empieza a dialogar conmigo.
Entonces me gusta sentir que ya no sólo soy yo con mis experiencias y emociones sino que van emergiendo
estos personajes con sus propias voces y ritmos que a su vez me deforman a mi también. Es como una danza abierta en donde yo también me veo vulnerada por lo que va ocurriendo y entonces podemos decir que el
arte ha emergido, trayendo belleza.
Cuando deformo me doy cuenta que lo que empieza a aparecer es medio caricaturesco y podría estar involucrado al humor. A la misma vez veo que emergen personajes grotescos, cuerpos humanos exagerados. En
la deformación ha habido permiso para transgredir la realidad humana, para jugar con ella, tal vez con mi
propia humanidad, con mis emociones, percepciones y maneras de estar en éste mundo. Un encuentro conmigo misma en donde puedo burlarme y transgredir la realidad. Un deformar al otro en el intento de hacerlo
más humano y más cercano. A través del humor y la burla puedo decir lo que siento o jugar a cambiar una
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realidad de una forma no violenta. Puedo yo también encontrar que puedo cambiar algunos conceptos o estereotipos humanos y alejarlos de la realidad cotidiana.
¿No es entonces la posibilidad de deformar en el arte algo que nos podría ayudar a encontrar una manera
propia de estar y de sentir? ¿Esto nos estaría dando también la posibilidad de poder hacer algo frente a
nuestra realidad?
La deformación en el arte nos podría dar la posibilidad de transgredir aquello que no se ajusta a nosotros
mismos. Ayudarnos a encontrar un sentido de pertenencia más real y acorde a nuestra propia identidad.
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Carlo me dice que mis pinturas tal vez se sientan restringidas por el formato del lienzo y su forma plana, me
sugiere llevar a los personajes que iban saliendo en mis pinturas fuera del lienzo a una realidad tridimensional. Empiezo a trabajar con cerámica en frío. Me gusta sentir que puedo moldear todo con mis manos sin
intermediadores. El contacto directo con el material me ayuda a conectarme con la inmediatez de ir creando
una forma. Una cualidad de ir descubriendo en el hacer. Juego de no saber, presencia con el material. Volúmenes que invitan a jugar, la exageración, la burla, un sentimiento que se va creando en paralelo a éstos
personajes. Aparecen, son casi reales, un primer ser sentado sobre una silla. Tiene la boca chueca, se le ven
los dientes, una barriga gorda, me genera ternura, parece un muñeco de niños, a la vez me muestra sus defectos, su humanidad. Las emociones humanas, lo cotidiano jugado de otra manera. Otro ser aparece, tiene
cara de cerdo, tiene una corbata , también dientes , feos y tiernos a la vez. Humanos deformados, jugando
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con sus realidades. Hay con éste material más posibilidad de juego, el hacer se me hace más fácil , la mezcla
entre realidad e imaginación se cruzan fácilmente .
Sentado sobre tu silla
Apareces tiernamente
La locura de tus gestos
Me abrazan
Tu fealdad y tu belleza
Río de verte
con tu vientre salido y tus dientes chuecos
humano
Tímido
Callado
Gracioso
Como un niño jugando libre
No tengo miedo de hacerte aparecer
cansado
chueco
Deforme
Tierno
Real
Con tus zapatos rojos
Que siempre quisiste usar
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Imagen 13
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El material que estoy usando me permite enfrentarme desde la no forma a la posibilidad de ir moldeando una
realidad propia. Encuentro en este material cierta plasticidad y flexibilidad que hacen de éste encuentro un
verdadero juego entre mis manos y la cerámica. Me permite explorar infinitas posibilidades de mezclas, sacar
y poner rápidamente, incluso luego de secado el material aún puedo seguir dándole forma o alterando el objeto creado.
Estas características me hacen pensar en la cualidad intrínseca del arte de poder jugar y transformar la realidad infinitas veces, hasta que el objeto creado guste y nos haga sentir que eso que ha llegado es bello y nos
empieza a decir algo. Esa posibilidad de juego y de poder, frente a una realidad, nos hace sentir capaces de
transformar algo en otra cosa. Nos da la libertad para re crear nuestra realidad en múltiples formas.
Esta cualidad de poder deformar en el arte, en un espacio donde todo está permitido, hace que podamos
darnos licencia de crear nuevas realidades. Es entonces que empieza a surgir la posibilidad de generar una
propia voz, una propia mirada, un deseo único y un encuentro honesto con nuestra esencia. Es en la posibilidad de enfrentarnos al vacío, a lo incierto y al juego creativo que nos hacemos más humanos, más reales y
diferentes, más únicos y verdaderos.
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Encuentro con Felipe:
Felipe (10 años) tiene varios miedos, es bastante consciente de ellos y me los cuenta desde el inicio del proceso terapéutico. Me dice que tiene miedo a la muerte, que le pase algo a él en algún accidente posible.
En una sesión Felipe me cuenta que hay unas olimpiadas en su colegio y que no quiere participar. También
me cuenta que habrá un campamento del colegio y que no sabe si quiere ir.
A lo largo de las sesiones hemos podido jugar mucho haciendo historias con muñecos que él iba creando en
arcilla. En sus relatos siempre habían momentos de humor donde pasaba algo completamente inesperado y
nos reíamos juntos. El día que me contó que no quería ir de campamento ni participar de las olimpiadas, quise jugar con él a recrear estos posibles momentos. Fue así que armamos todo un escenario donde se iban a
dar estas "olimpiadas". Yo era algo así como la "maestra de ceremonias" y mi rol en el juego era narrar todos
los juegos de competencia por los que Felipe iba a participar. Nos encargamos de que el escenario sea adecuado para saltar y jugar y pusimos los cojines del consultorio de varias maneras. Las olimpiadas habían
empezado, realmente estábamos muy involucrados, yo con el micrófono y el piano haciendo sonidos divertidos mientras decía : "y ahora, con ustedes, tenemos al legendario Felipe, al ganador de todos los encuentros
.... " o " en sus marcas, listos .... Oh no! parece que Felipe aún no quiere saltar... ¿Qué pasara? Mi manera
de narrar la experiencia fue desde el humor, desde exagerar un escenario típico de olimpiadas pero agregarle
frases que abrían el encuentro a otras posibilidades. Así fue como Felipe se reía mucho y saltaba sin parar
como un gran corredor de salto largo por ejemplo. Había repetición de éste juego pero un placer inmenso de
hacerlo una y otra vez mientras yo exageraba en mi narración lo increíble que lo estaba haciendo. Pudimos
llevar su temor de ir a las olimpiadas, a un lugar de disfrute y goce, donde yo era una maestra de ceremonias,
que jugaba con lo que veía en el escenario permitiéndome exagerar y saliéndome de lo habitual de estos
eventos. Felipe unos días después viene y me cuenta al inicio de la sesión: "¿sabes que me metí a jugar basket en las olimpiadas? Estoy contento".
Bruno (24 años):
Bruno me dice en una sesión: "es como si tuviera una voz todo el tiempo que me molesta y dice que no puedo o que me va a salir mal o que va a pasar algo..." . Al contármelo usa su mano para hacer como un títere
que se ponía al lado de su cabeza diciendo ésto. Surge en mi el impulso de jugar por un momento con ésta
posibilidad de las manos y los personajes. Le pregunto: ¿y si una mano hace esto, qué estaría haciendo la
otra?. Surge entonces en él la posibilidad de traer una pequeña "escena de manos" en donde la mano derecha estaba sobre su cabeza y abría y cerraba los dedos como una boca grande y la izquierda cerca a su
cuerpo casi inamovible. Decido reflejar el movimiento de sus manos, no sabía que iba a suceder, pero por
alguna razón le di voz a ambas manos y exageré los movimientos: una mano crecía gigante sobre la cabeza y
la otra se hacía muy pequeña. Le di voces a las manos, recreando desde el juego y el humor varias posibilidades, a veces sólo con sonidos grotescos que reflejaban el sentir de ambas. Este juego de manos se volvió
como un código entre nosotros. Cada vez que Bruno tenía estos pensamientos o esta voz interna que no lo
dejaba tranquilo, me miraba y jugaba con las dos manos . Éste fue el inicio para crear con Bruno la posibilidad de jugar con títeres hechos por él, tomando como punto de partida la imagen de sus manos en movimiento . Finalmente pudimos jugar con historias y hacer una pequeña obra de teatro que le sirvió de material
a Bruno para crear una historieta de comics sobre lo vivido. Bruno me dice un día: "siento cada vez más que
estas voces se hacen más chiquitas y que puedo hacer algo con ellas, ya no me siento paralizado".
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Nuevo Espacio de creación y transformacion ( Deformación profesional ):
Hace un tiempo que decido crear un nuevo espacio para ex alumnos de la formación en TAE y otro para pacientes abierto al público, en donde la invitación es encontrarnos durante una hora y 45 minutos a crear desde las múltiples posibilidades que el arte nos puede dar. Es un espacio donde cada quien parte de su propio
deseo y los facilitadores guían el proceso con una mirada estética propia de la TAE. En algunos momentos
los participantes del grupo responden al encuentro de los otros productos artísticos y devuelven una mirada a
las diversas creaciones del grupo. Los facilitadores también respondemos a lo que nos hacen sentir las creaciones, por momentos con palabras, sonidos, movimientos u otras imágenes que pudieran llegar y enriquecer
lo sucedido en ésta realidad imaginal. Existen momentos de creación y espacios donde los participantes pueden compartir tanto el proceso como el producto y favorecemos también las conexiones con sus vidas.
Esta experiencia ha llegado también como parte de mi propia de- formación . Es decir, a lo largo de 10 años
he intentado encontrar una manera propia de utilizar la TAE en procesos de transformación. Vengo de una
formación previa en psicología clínica con un trabajo clínico durante 15 años. La posibilidad de usar las artes
en terapia fueron transformando mi manera de facilitar estos procesos terapéuticos. Sin embargo, es recién
ahora que siento que realmente el arte está al centro de éstas experiencias que quiero proponer. La palabra
está integrada desde los mismos procesos creativos y no fuera de éstos. Es sin duda otro camino para llegar
a conocernos, explorarnos, deformarnos y transformarnos.
Durante muchos años sentí una disociación de "mi ser terapeuta " ya que no estaba disfrutando en toda su
dimensión mis encuentros con los pacientes. Percibía que el arte no estaba cumpliendo su real función y que
aún no lograba en mi practica clínica hacer lo que realmente quería. La palabra aún estaba mucha veces al
centro de la experiencia y hacia que los recursos de la TAE no se jueguen verdaderamente.
Ofrecer un espacio creativo con la imagen de un "Atelier" ha sido importante en ésta deformación: los materiales de arte a libre disposición creando curiosidad desde el contenido y las múltiples opciones; los instrumentos musicales, una melodía sonando, el lugar sin muebles, creando desde el inicio la posibilidad de ingresar al terreno de las imágenes: estas pueden llegar de forma visual, sonora, desde el movimiento, el cuento,
la poesía, la fotografía, etc.
En un primer momento es importante dar a conocer el potencial de ingresar al arte, enseñar cómo hacerlo,
desde nuestra manera de proponer, jugar y moldear con nuestras intervenciones. Es importante preguntarnos
constantemente qué requiere cada persona para seguir ingresando y profundizando en sus imágenes. Es
fundamental saber quedarse en el arte y no pasar rápidamente a las "cosechas" o posibles conexiones con
sus vidas. Cada quien tiene su propio ritmo y cada encuentro es único y particular .
La etapa de "descentramiento" puede durar varias sesiones y volver a iniciarse nuevamente después de un
largo proceso creativo.
Estamos los facilitadores orientados al "trabajo de arte" y buscamos que el arte pueda tocarnos con su belleza. La responsabilidad estética de los que acompañamos estos procesos y las respuestas estéticas de los
participantes y los facilitadores ayudan a éste propósito.
Existe por momentos una creación "solitaria" importante en donde uno como facilitador solo acompaña el
proceso. El arte es el que adquiere "la voz "que guía las imágenes que van emergiendo.
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No hay un "primer momento" de motivo de consulta sino un proceso continuo de diálogo entre nuestras creaciones y nosotros mismos.
Éste espacio se centra en los recursos y en las posibilidades más que en la patología o dificultades. El ingresar a un espacio imaginal hace que cada uno se conecte con su posibilidad innata de crear. Es nuestra tarea
hacer posible ese encuentro con nuestra creatividad . El grupo juega un rol importante, acompaña los procesos individuales de creación, los retroalimenta y los enriquece aportando imágenes, sensaciones, ideas que
pueden favorecer los propios procesos y productos artísticos .
Siento una vez más que la actitud del facilitador que se atreve a "deformar " ayuda a sostener estos procesos
inciertos de creación, haciendo posible el encuentro con lo auténtico y lo bello.
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Conclusiones:
Si no existe la deformación en el espacio imaginal entonces la posibilidad de encontrar belleza, no surgirá en
toda su potencialidad.
La deformación puede estar entrelazada con la protesta y con el deseo de modificar una realidad. Tiene que ver con un gesto, con un impulso, con un deseo de cambio. Con la posibilidad de jugar a tu
manera y transformar así nuestro mundo.
lo importante es poder atreverse a jugar con las posibilidades y las formas, a crear no desde una mirada pre
establecida de las cosas sino buscar lo que los terapeutas de artes expresivas llamamos sorpresas en el proceso y en el producto. Algo particular y único que empiece a surgir. Para esto tenemos que asumirnos como
artistas que buscan que la obra se realice y que ésta nos toque y nos traiga lo nuevo de uno mismo. Quedarnos en el trazo, movimiento o melodía y profundizar en sus múltiples posibilidades. Así como en mis pinturas,
estar dispuestos a exagerar algo, transgredirlo, modificarlo, salirse del marco usual de ver las cosas, burlarse,
protestar, jugar, estirar, alterar las formas conocidas, desintegrarse para finalmente encontrar mayor integración. Para que surja entonces poiesis es importante atravesar la "zona de deformación" que propongo.
La deformación en el arte nos podría dar la posibilidad de transgredir aquello que no se ajusta a nosotros
mismos. Ayudarnos a encontrar un sentido de pertenencia más real acorde a nuestra propia identidad. Esta
cualidad de poder deformar en el arte, hace finalmente que podamos darnos licencia de crear nuevas realidades. Es entonces que empieza a surgir la posibilidad de generar una propia voz, una propia mirada, un deseo
único y un encuentro con nuestro ser auténtico.
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