Unidad IV _Completa

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UNIDAD IV
CONFLICTOS, INTEGRACIÓN Y CAMBIOS SOCIALES.
EL PAPEL DE LAS NORMAS JURÍDICAS.
SUMARIO
1. Teorías funcionalistas y teorías del conflicto social. 2. Anomia y reglas sociales: 2.1 El
concepto de anomia; 2.2 La anomia en Durkheim; 2.3 La anomia en Merton; 2.4
Consideraciones críticas acerca de la anomia; 2.5 Actualidad de la anomia; 2.5.1 Anomia e
ineficacia del Derecho; 2.5.2 Anomia y poder; 2.5.3 Anomia y pluralismo cultural; 3.El
derecho como propulsor y obstáculo del cambio social; 3.1 El concepto del cambio social; 3.2
Relaciones entre derecho y sociedad; 3.3 Relaciones entre el sistema jurídico y el cambio
social; 3.4 Actuación del derecho como factor de cambio social; 3.4.1 Intensidad del cambio y
“derecho alternativo”; 3.4.2 Esferas de manifestación del cambio; 3.4.3 Ritmo del cambio.
La sociología se define, de modo general, como la “ciencia de la sociedad”. De un modo más
concreto, la sociología examina el comportamiento humano en el ámbito social, dado que
particularmente se interesa por los modelos de comportamiento existentes en la sociedad. Tales
modelos son el resultado de un proceso de construcción social de la realidad y acaban
padronizando las relaciones que se establecen entre los individuos. De esta manera, la sociología
observa y analiza las reglas que rigen las relaciones sociales, o sea, estudia la interacción entre
personas y grupos1.
El estudio de las relaciones sociales y de la interacción entre personas requiere el análisis de las
reglas de organización social, de los conflictos y cambios sociales. Los grupos de poder procuran
influenciar en las demás personas, de forma tal que estas últimas compartan los patrones de
comportamiento dominantes (“integrar”, “socializar” o “re socializar”).
La imposición de un orden social no se realiza sin que surjan conflictos relativos a las reglas
sociales. Muchas veces, estos conflictos conllevan una alteración de la organización de la sociedad,
o sea, a un cambio social.
Por esta razón, la sociología se encuentra con el derecho, cuyo objetivo principal es establecer
reglas explícitas y coherentes, que vienen a regular el comportamiento social. Las reglas, a su vez,
son susceptibles de cambios. Así, la sociología jurídica, en su lectura del derecho, se encuentra con
los fenómenos del conflicto, de la integración y del cambio social que se expresan a través del
sistema jurídico.
1. TEORÍAS FUNCIONALISTAS Y TEORÍAS DEL CONFLICTO SOCIAL
Las principales teorías de la sociología moderna son del tipo macrosociológico. Trabajar en la
perspectiva macrosociológica significa no interesarse principalmente por la interacción entre
1
Rehbinder, 2000, p. 32. Cfr.la definición de la sociología en Vila Nova, 1999, p. 183; “estudio científico de las
formas culturalmente padronizadas de interacción humana”. Así mismo, existen grandes controversias sobre
el objeto del estudio de la sociología y, consecuentemente, sobre su definición. Cfr. Fernandes, 1986;
Bottomore, 1987, pp. 31 e ss.
1
individuos y pequeños grupos (micro sociología), sino examinar la sociedad como un todo, o sea,
como un complejo sistema de vida, constituido a través de relaciones entre personas y grupos. Dos
son las principales corrientes de las teorías macrosociológicas; las teorías funcionalistas y las del
conflicto social.
Las teorías funcionalistas, también denominadas teorías de integración, Se dividen en varias
corrientes. Como pertenecen a urna misma “familia”, parten de una perspectiva similar de cómo
funciona la sociedad. Vamos a presentar aquí algunas características generales.
Los funcionalistas consideran a la sociedad como una gran máquina. Esta distribuye roles y
recursos (dinero, poder, prestigio, educación) a sus miembros, que son identificados como las
“piezas de la máquina”. La finalidad de la sociedad es su reproducción a través del funcionamiento
perfecto de sus varios componentes. Esto presupone que los individuos sean integrados en el
sistema de valores de la sociedad y que compartan los mismos objetivos, o sea, que acepten las
reglas sociales vigentes y se comporten de forma adecuada a las mismas.
Toda sociedad prevé, por otro lado, mecanismos de reajuste y de redistribución de recursos y
funciones, permitiendo un paulatino cambio dentro de los límites establecidos por la propia
sociedad. Ejemplo: una constitución prevé un mecanismo concreto, en el caso de que sea necesario
realizar una revisión de la misma. Estas serían las alternativas funcionales que permiten un cambio
parcial en el funcionamiento del sistema sin afectar el equilibrio en general.
Cada situación de crisis y de conflicto que escape a estos mecanismos es considerada como una
disfunción. Ante esto, la sociedad debe reaccionar; o los elementos de contestación serán
controlados y neutralizados (represión) o la maquinaria social será destruida. Para los
funcionalistas, las funciones sociales son actividades de las estructuras sociales dentro del proceso
de manutención del sistema. Las disfunciones son actividades que se oponen al funcionamiento del
sistema social. Todo cambio social radical es una disfunción, una falla del sistema, que ya no más
integrar a las personas en sus finalidades y valores.
Aquí se encuentra el punto más débil de las teorías funcionalistas. Estas consideran a la sociedad
como un sistema armónico e interpretan cualquier conflicto y cualquier crisis como una
disfuncionalidad, como una manifestación de patología social. En otras palabras, los funcionalistas
adoptan un modelo de equilibrio y estabilidad social, que concede muy poco espacio a los procesos
de ruptura, de conflicto y de cambio radical. Así el funcionalismo es criticado como una teoría
estática, que no puede interpretar los procesos sociales fundamentales, limitándose a una
descripción superficial.
Las teorías del conflicto social (marxistas y liberales) se oponen a las teorías funcionalistas. En
general, las teorías del conflicto entienden que en la sociedad actúan grupos con intereses
estructuralmente opuestos, que se encuentran en situación de desigualdad y en lucha perpetua por
el poder. Así, las teorías del conflicto consideran como nexo principal de la sociedad la coacción y
el condicionamiento ideológico, que ejercen los grupos de poder sobre los demás. Para estas
teorías, las crisis y los cambios sociales son fenómenos normales de la sociedad, o sea, expresiones
concretas de una continua lucha de intereses y opiniones, que apuntan al cambio de la estructura
social. La estabilidad social es considerada como una situación de excepción, o sea, como un caso
particular dentro del modelo de conflicto. El fundamento de las teorías del conflicto es expuesto
por la famosa frase inicial del Manifiesto del Partido Comunista de Marx y Engels; “La historia de
todas las sociedades hasta hoy es la historia de la lucha de clases”.
De una forma general, los teóricos del conflicto explican el funcionamiento social a través de la
hipótesis de la estratificación social que veremos en las últimas unidades de nuestro programa. La
jerarquía social que existe en las sociedades modernas crea una desigualdad en el acceso al poder y
a los medios económicos, consecuencia de esta situación y la existencia de continuos conflictos.
2
Los marxistas distinguen, como dato fundamental, la existencia de dos clases (detentadores de los
medios de producción y explotados), los liberales analizan la actuación de varios estratos y elites
sociales. Ambos consideran, por otro lado, al conflicto (la ruptura) como la “ley” principal de la
historia social.
2. ANOMIA Y REGLAS SOCIALES
2.1 El concepto de anomia
“Anomia” es uno de los conceptos y temas de la sociología con lo cual trabaja el juristasociólogo (obviamente hay muchos otros, tales como el “control social”, “cambios”, “conflicto”,
“legitimidad”, “estrato”, “clase”, a los cuales haremos referencia en otros capítulos). Anomia es
una palabra griega que es usada en casi todos los idiomas de la cultura occidental. A-nomia
significa literalmente ausencia de ley (a = ausencia; Nomos = ley)2.
Este concepto es utilizado entre los sociólogos desde Durkheim. Miranda Rosa (1981, p. 98)
apunta que la anomia tiene tres significados:
a) Cuando una persona vive en situación de transgresión de las normas, demostrando poca
vinculación con las reglas de la estructura social a la cual pertenece. Ejemplo; un delincuente. Aquí
anomia significa principalmente ilegalidad.
b) Cuando ocurre un conflicto de normas que acaba estableciendo exigencias contradictorias,
tornando difícil la adecuación del comportamiento del individuo a la norma. Ejemplo: el conflicto
de deberes jurídicos en el caso de una persona que debe prestar servicio militar y libertad de seguir
su consciencia religiosa que le prohíbe el uso de la violencia y el de armas. Aquí la anomia tiene el
sentido de ausencia de regla clara del comportamiento.
c) Cuando se constata falta de normas que vinculen a las personas en un contexto social. Primer
ejemplo: en los años 60 nace el movimiento de la contracultura hippie (contracultura es un modo de
vida seguido por un gran grupo de personas que se oponen conscientemente y frontalmente al
modo de vida dominante, rechazando todos sus valores y patrones de comportamiento). Por un
período no se sabía bien lo que era justo, injusto, cierto/errado. En otras palabras, explotó una crisis
de valores, en que se cuestionaba todo (moral familiar, lo sexual, papel de la mujer, trabajo
asalariado, convenciones sociales). En este momento histórico, que era un período de transición, se
vivía una situación de anomia. En el caso de la mujer, hubo una transformación con relación a su
papel en la sociedad.
Segundo ejemplo: el iluminismo jurídico. Ubiquémonos en el momento de la transición En el
siglo XVIII; ¿se abolía o no la tortura judicial, la inquisición, la pena de muerte? Con el
cuestionamiento introducido por el iluminismo jurídico, se pasó por un momento de crisis, de
dudas. Encontramos obras de autores que defienden el viejo sistema y muchas otras que defienden
las nuevas ideas iluministas. Dentro de este proceso existe un momento de “perdida del
referencial”.
Tercer ejemplo: una guerra, en donde impera una situación de ausencia de reglas entre la
población de los Estados en conflicto (saqueos, actos de violencia). Esto sucede porque las
personas viven en situación extrema, en constante peligro de vida y con quiebra en el sistema de
organización social, que propicia la transgresión de cualquier norma.
2
Anomia presenta el prefijo “a” que es utilizada en palabras griegas para indicar ausencia de algo. Ejemplos:
anorexia (ausencia del apetito); anemia (ausencia de sangre).
3
En estos tres ejemplos anomia significa ausencia de las normas de referencia en la sociedad. No
se trata solamente de un problema de los individuos que trasgreden las reglas de comportamiento,
tampoco de una situación de conflicto de deberes en ciertos casos concretos, más bien de una crisis
social de carácter amplio, donde los miembros de grandes grupos sociales (y la misma sociedad)
“no saben qué hacer”.
Generalmente por anomia se entiende este tercer significado, que indica una situación de gran
interés para el sociólogo y también para el jurista. La anomia, en este sentido, puede ser indicativa
de un cambio social y permite estudiar los efectos y las causas de una situación transitoria.
Aquí la anomia indica tanto una situación de “crisis de valores” en la sociedad (contestación de
las reglas de comportamiento social), como también una situación de crisis de la legitimidad del
poder político y de su sistema jurídico.
Dos sociólogos se dedicaron particularmente al estudio de la anomia; Durkheim y Merton. Estos
autores desarrollaron, en diversos períodos, una teoría sobre la anomia con gran repercusión en el
medio académico.
2.2 La anomia según Durkheim
Durkheim publicó en 1897 una obra, fruto de una intensa investigación, denominada El suicidio,
donde presenta un análisis sobre la anomia (Durkheim, 2000). Al final del siglo XIX era corriente
la idea de que los suicidios guardaban relación (o sea, correlación causal) con las dolencias
psíquicas, con la situación geográfica, el clima, la raza o la etnia. Sin embargo, Durkheim partía de
la hipótesis de que el suicidio estaba relacionado con factores sociales. E intentó tratarlo según su
principal regla metodológica; establecer relaciones de causalidad entre hechos sociales y causas
sociales (Durkheim, 1999-a, pp. 127 y siguientes).
En la primera etapa de su trabajo el autor se dedico a analizar la argumentación empleada en la
época para explicar la práctica del suicidio, concluyendo que se trataban de argumentos falsos e
inconsistentes. El autor demostró que las tasas de suicidio no tenían correspondencia Con los
hechos extra-sociales (Durkheim, 2000, pp. 3 1-162).
El siguiente paso fue presentar pruebas empíricas de la veracidad de su hipótesis. Descartados
los factores no sociales, el autor estudio las posibles causas sociales que estarían relacionadas con
el suicidio e identificó una serie de factores, tales como la religión, estado civil, profesión,
educación y el lugar donde se vive. Las tasas de suicidio eran mayores en determinadas situaciones
como, por ejemplo, entre personas solteras, profesionales independientes, personas de religión
protestante, de educación superior y en las comunidades urbanas (Durkheim, 2000, pp. 177-257).
Una vez identificadas las situaciones de alto riesgo, el autor examinó si existían características
comunes a todas esas situaciones, de forma a establecer un eslabón entre las mismas. También
intentó identificar las razones que pudiesen explicar porqué las personas se suicidaban.
Las causas encontradas por el autor era el grado de cohesión social. A pesar de las diferencias, la
mayoría de los suicidios coincidían en un punto; constatábase un exceso o una falta de integración
del suicida en la sociedad o el suicidio era ligado a una crisis social general, o sea, a una falta de
reglas que vinculen a los miembros de la sociedad. Así, la causa de los suicidios se encontraban en
la propia sociedad, exponía la “tendencias de las colectividades” que debería ser analizada a través
de conceptos sociológicos y no ser vista como opción individual; “la tasa social de suicidios solo se
explica sociológicamente” (Durkheim, 2000, p. 3).
Sobre la base de este criterio el autor clasificó al suicidio en tres clases (Durkheim, 2000, pp.
258 y siguientes.):
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a) Egoísta: en este caso, las personas se sienten socialmente desvinculadas como, por ejemplo,
un viudo sin hijos. El aislamiento social marginaliza a la persona, que deja de tener sentimientos
de solidaridad social (falta de integración).
b) Altruista: al contrario del caso anterior, la persona se encuentra muy vinculada a un grupo
social. Se siente estrechamente ligada a los valores del grupo, particularmente esta persona no
valoriza su vida y se suicida fácilmente por motivos de honor. El ejemplo típico sería el del militar
que se suicida en caso de una derrota (suicidio por abnegación o por exceso de vinculación social).
e) Anómico: en este caso, la persona vivencia una situación de falta de límites y reglas sociales.
Las “perturbaciones del orden colectivo” desorientan a los individuos, creándose un desequilibrio
entre deseos y sus posibilidades de satisfacción (Durkheim, 2000, p.311) que tiene como
consecuencia el sufrimiento y desesperación que pueden llevar al individuo al suicidio.
Esta categoría de suicidio se relaciona con dos situaciones aparentemente contradictorias. La
primera se refiere al aumento del suicidio en los períodos de depresión económica y la segunda al
aumento de la práctica de tales actos en los períodos de prosperidad, cuando se identifica un
crecimiento acelerado (Durkheim, 2000, pp. 303-329, 366).
Según el autor, la causa común está en el hecho de que el hombre tiene en principio deseos
ilimitados. Solamente la sociedad puede imponer reglas, o sea, colocar limites a los deseos de los
individuos, propiciando un equilibrio entre las necesidades personales y los medios disponibles
para obtener satisfacción. En caso de un cambio brusco en las condiciones económicas, los
individuos pierden las referencias anteriores y la sociedad no logra imponer inmediatamente las
nuevas reglas.
En esta caótica situación pueden desencadenarse los deseos ilimitados. El rico que vive una
catástrofe no puede conformarse con su nueva realidad y esto le lleva a la desesperación. Por otro
lado, la persona que se enriqueció bruscamente entra en una dinámica de ambición insaciable; entra
en una lucha continua y ardua y el menor revés puede llevarlo también a la desesperación, no
pudiendo más distinguir entre aquello que desea obtener y aquello que realmente puede obtener. Se
trata así de una situación de pérdida de las referencias.
A través de este análisis, Durkheim presenta su visión sobre la anomia. En este sentido, anomia
significa “estado de desregulación” situación por la cual la sociedad no desempeña su papel
conciliador, o sea, no logra orientar y limitar las actividades de los individuos. El resultado es que
la vida se desregulariza y el individuo sufre porque pierde sus referencias, viviendo en un “vacio”
(Durkheim, 2000, pp. 315, 322, 328).
Del abordaje sociológico del suicidio en las obras de Durkheim podemos destacar una regla
general; cuando se crean en la sociedad “espacios anómicos”, o sea, cuando un individuo o un
grupo pierde las referencias normativas que orientaban su vida, entonces debilita la solidaridad
social, destruyéndose el equilibrio entre las necesidades y los medios para su satisfacción. El
individuo se siente “libre” de vínculos sociales, y tiene, muchas veces, un comportamiento
antisocial o incluso autodestructivo.
2.3 La anomia según Merton
En 1938 otro sociólogo daría una contribución fundamental para la teoría de la anomia. Se trata
de Robert King Merton (1910-2003), que se sitúa en la línea teórica del funcionalismo.
Merton afirma que en todo contexto sociocultural se desarrollan metas culturales. Estas expresan
los valores que orientan la vida de los individuos en sociedad. Planteándose un problema; ¿cómo la
5
persona logra alcanzar estas metas? Merton dice que, para tal efecto, cada sociedad establece
determinados medios. Se trata de recursos institucionalizados o legítimos que son socialmente
prescritos. Existen también otros medios que permiten alcanzar estas mismas metas, pero son
rechazados por el grupo social. La utilización de estos últimos es considerada como violación a las
reglas sociales en vigencia.
Ejemplo: un medio institucionalizado para alcanzar la riqueza es crear una empresa que, si tiene
éxito, puede producir lucro. Este mismo objetivo puede ser alcanzado si se realiza asaltos a bancos.
La diferencia obviamente está en el hecho de que nuestra sociedad acepta el primer medio y
proscribe el segundo, penalizándolo como crimen. No obstante, desde punto de vista funcional,
podría decirse decir que ambos medios son equivalentes, ya que pueden llevar al enriquecimiento.
Otro ejemplo; heredar el patrimonio de un pariente millonario es un medio de ascenso social
legítimo; en cambio la “prostitución de lujo” puede llevar al mismo resultado, pero no deja de ser
una conducta socialmente reprochable e inaceptable.
Estudiando a la sociedad norteamericana, Merton observó que la meta cultural más importante es
el tener éxito en la vida, logrando riqueza y prestigio (american dream). Así, el autor indica que el
elemento económico presenta una importancia particular en la formación del concepto de éxito en
los EEUU.
Por otro lado, y a pesar de que esta meta cultural (riqueza, prestigio) es compartida por todos,
existe una evidente imposibilidad de que esta sea alcanzada por una gran parte de la ciudadanía. La
sociedad es estructurada de tal forma, que los medios socialmente admitidos no permiten a todos
los individuos (ni siquiera a la mayoría) alcanzar la meta cultural. Resultado de esto es el desajuste
entre los fines y los medios. Este desajuste propicia el surgimiento de conductas que van desde la
indiferencia hacia las metas impuestas por el “american dream” hasta la tentativa de alcanzar tales
metas a través de medios diversos de aquellos socialmente prescriptos.
La falta de éxito al intentar alcanzar las metas culturales debido a la insuficiencia de los medios
institucionalizados puede producir lo que Merton denomina como Anomia; manifestación de un
comportamiento en el cual las “reglas del juego social” son abandonadas o contrapuestas. El
individuo no respeta las reglas de comportamiento que indican los medios de acción socialmente
aceptados. Surge así lo que se denomina desvío, o sea, el comportamiento desviado.
El ejemplo típico se refiere a la criminalidad, aunque también pueden ser incluidas las faltas
disciplinarias, de los comportamientos no convencionales y los que demuestran desinterés por las
metas culturales. En todos estos casos se detecta la inobservancia de las reglas de conducta social.
Examinando la situación conflictiva que puede ser establecida entre las aspiraciones
culturalmente prescritas (metas culturales) y el camino socialmente indicado para alcanzarlas
(medios institucionalizados), Merton hizo una clasificación de los tipos de comportamiento. Se
trata de aquello que el autor denomina como modos de adaptación, que expone el posicionamiento
de cada individuo ante las reglas sociales. En esta clasificación los símbolos positivo y negativo
son utilizados para indicar si los individuos aceptan o no las metas y los medios socialmente
establecidos (Merton, 1970, p. 213).
Medios institucionalizados
Modos de adaptación
1. Conformidad
2. Innovación
3. Ritualismo
4. Evasión
5. Rebelión
Metas culturales
+
+
+/ -
+
+
+/6
El primer modo de adaptación es la conformidad; el individuo busca alcanzar las metas
culturales a través de los medios establecidos en la sociedad. El individuo se adhiere plenamente a
las normas sociales, y no existe un comportamiento desviado. Es lo que se denomina como
comportamiento modal. En este caso la persona no demuestra ningún problema de adaptación a las
reglas establecidas en determinadas sociedades.
El comportamiento modal es el punto de referencia a partir del cual será elaborado el análisis de
los demás comportamientos, que son contrarios “a las metas culturales” y o, a los medios
institucionalizados para alcanzarlos. Se trata de comportamientos no modales, desviantes, que
indican situaciones de anomia.
El segundo modo de adaptación es la innovación. En este caso la conducta del individuo condice
con las metas culturales, pero existe una ruptura con relación a los medios institucionalizados. En
el momento en que percibe que los medios legítimos no están a su alcance, el individuo intenta
alcanzar las mismas metas sirviéndose de medios socialmente reprochables. Aquí la búsqueda del
éxito lleva a una violación de las reglas sociales, ya que el individuo adopta el principio de que “el
fin justifica los medios”.
Merton denomina esta conducta de “innovadora”, resaltando el hecho de que el empleo de
medios socialmente reprochables puede, en determinados contextos, ayudar a la sociedad a
modernizarse. Esto sucede cuando la adopción de un tipo de comportamiento por determinados
grupos de personas consigue imponerse socialmente, a pesar de la “condena” inicial proporcionada
por la propia sociedad.
Un ejemplo es la creación de los primeros grupos de Rock. En un primer momento hubo un
fuerte reproche, porque se trataba de una ruptura en relación al estilo de vida tradicional y al gusto
musical de la época. Con el pasar del tiempo el Rock empezó a tener aceptación social, fue
considerado como una forma más de creación musical y dejó de provocar conflictos y escándalos.
Obviamente que en esta modalidad de adaptación también están incluidas las conductas desviantes
“antisociales”, como la criminalidad, porque esta no deja de ser innovadora en lo que atañe a la
ruptura en relación a los medios institucionalizados, que son substituidos por medios ilegales. El
clásico “ladrón” desea obtener éxito, utilizando medios diferentes (ilegales) para alcanzar esta
meta.
El tercer modo de adaptación es el ritualista. Aquí el individuo demuestra un desinterés en
alcanzar las metas socialmente dominantes. El miedo al éxito, del fracaso produce desencanto y
desmotivación. La persona cree que nunca podrá alcanzar “grandes metas”; pero continúa
respetando las reglas sociales y se apega a las mismas como en una especie de ritual.
Aparentemente se constata un comportamiento conformista, porque está ajustado a los tipos de
conducta socialmente recomendados. Se trata, por otro lado, de un comportamiento anómico,
porque el individuo no comparte las metas sociales, limitándose al cumplimiento de normas y
reglamentos, sin siquiera indagar acerca de la conveniencia y de la finalidad de las mismas. Un
ejemplo es ofrecido por el comportamiento de miembros de la clase media baja que, teniendo
conciencia de su condición social (y de la imposibilidad de volverse ricos), se acomodan con lo
poco que conquistan, y se apegan a la ritualidad de lo cotidiano y al total respeto de lo legal.
El cuarto modo de adaptación es la evasión, que se caracteriza por el abandono de las metas y de
los medios institucionalizados. Esta conducta indica una falta de identificación con los valores y las
reglas sociales; el individuo vive en determinado medio social, mas no se adhiere al mismo.
Merton observa que se trata de un tipo de conducta estrictamente individual y minoritaria. Un
ejemplo y dado por los mendigos, que viven como si fuese un cuerpo extraño dentro de la sociedad.
7
Aquí encontramos un nítido comportamiento anómico. La conducta más extrema de evasión es el
suicidio.
La conducta de rebelión se caracteriza por el inconformismo y por la rebeldía. El individuo es
negativo con relación a los medios y las metas. La diferencia entre esta conducta y la de evasión
consiste en el hecho de que el individuo (o el grupo) rebelde propone se establezca las nuevas
metas y la institucionalización de nuevos medios para alcanzarlas. En otras palabras, la conducta de
rebeldía consiste en el rechazo de las metas y de los medios dominantes (juzgados como
insuficientes o inadecuados), y en la lucha por su remplazo. La conducta de rebeldía busca así la
configuración de un nuevo orden social. Por esta razón Merton entiende que esta conducta no
puede ser considerada específicamente como negativa, utilizando simultáneamente como símbolos
a los signos positivo y negativo. Ejemplos claros de la conducta de rebeldía constituyen los
movimientos de revolución social.
A través de la combinación de estos modos de comportamiento Merton propone una definición
de la sociedad anómica. Se constata una situación de anomia generalizada, cuando la sociedad
acentúa la importancia de determinadas metas, sin ofrecer la mayoría de sus miembros la
posibilidad de alcanzarlas a través de los medios institucionalizados (legítimos).
Esta discrepancia favorece particularmente al comportamiento “innovador” (anómico) y lleva al
crecimiento de los casos de desvío: los miembros de la sociedad son presionados para alcanzar
determinadas metas (por ejemplo: enriquecer y ostentar la riqueza a través del consumismo de
lujos), sin que sea posible, para la mayoría de ellos, alcanzar este objetivo de una forma que sea
aceptada por la opinión dominante.
2.4 Consideraciones y críticas acerca de la anomia
La teoría de la anomia de Merton significó un gran avance teórico en el análisis del fenómeno, y
esto por se debió a dos motivos concretos: 1) Por haber sido el primer autor, luego de Durkheim, a
dedicarse al tema y, 2) Por haber desarrollado el concepto de anomia en consonancia con la
problemática de la sociedad moderna. La importancia del trabajo de Merton es resaltada por el
hecho de que casi todos los sociólogos modernos, dedicados al estudio de la anomia, hacen
referencias a este autor.
Merton indica la trampa en la cual cayeron las sociedades modernas: ellas prescriben a los
individuos un determinado proyecto de vida y al mismo tempo imposibilitan la concreción de este
proyecto (ser rico, famoso y tener éxito). En tal situación, los conflictos y las violaciones de las
reglas son inevitables.
Esta teoría explica porque los miembros de las clases desfavorecidas cometen la mayor parte de
las infracciones penales: siendo excluidos del circuito de los medios institucionalizados para
alcanzar la riqueza, recurren a la delincuencia para realizar los objetivos que la sociedad difunde.
En general, la delincuencia por motivos económicos puede ser bien explicada a través de la
teoría de la anomia de Merton. Lo mismo sucede con los crímenes por motivación política
(terrorismo, violentas manifestaciones, ocupaciones, saqueos), que derivan de una conducta de
rebelión; finalmente el modelo de evasión explica comportamientos desviados, autodestructivos
como el alcoholismo o la drogadicción.
La teoría de Merton no puede, sin embargo, explicar todas las formas de desvío social
(ejemplos: homicidio “pasional”, violación sexual, crueldad contra los animales), Además que, por
ser muy general, tampoco puede explicar las diferencias en el comportamiento de determinadas
categorías sociales como, por ejemplo, la bajísima criminalidad femenina, aun entre las mujeres
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que pertenecen a las clases sociales inferiores y, que por consecuencia, son desprovistas de medios
institucionalizados para mejorar su posición social.
La principal crítica que puede ser lanzada a la teoría de Merton es que el autor entiende las
conductas de innovación, ritualismo, evasión y rebelión, como manifestación de una disfunción
dentro del sistema social. El autor parte de la idea de la existencia de un equilibrio social y
considera al desvío como manifestación patológica, a pesar de reconocer la contribución del
sistema para la producción del comportamiento anómico.
Una visión crítica de la sociedad indica que no todos los individuos se encuentran en permanente
competencia para alcanzar las mismas metas sociales, y que no todos aceptan la meta del éxito
individual como finalidad suprema de vida. Esta meta constituye una típica ideología de la clase
media (“competid y enriqueceos”) en las sociedades capitalistas modernas, lo que indica los limites
de validez de la teoría de la anomia (Pavarini, 1983, pp. 112 y siguientes.).
Una crítica más generalizada del análisis sobre la anomia se refiere a la limitación del análisis
óptico. El centro de atención es el comportamiento del individuo desviado, o sea, se examinan las
causas que hacen perder al individuo sus referencias, por lo que, a su vez, desarrolla un
comportamiento contrario a las reglas establecidas. Son protagonistas del desorden la anomia y el
individuo (Marra, 1991, p. 35).
De tal forma, los teóricos de la anomia consideran las reglas y metas socialmente establecidas
como seguras, no se ocupan de la complejidad de las orientaciones culturales en la sociedad, que
crean conflictos con relación a las normas y a los valores sociales. Así, la anomia es analizada
como una forma de desvío de determinados individuos, limitando al problema a elecciones
personales sin examinar la dimensión social (Marra, 1991, pp, 35 y siguientes.).
Los teóricos de la anomia identifican en el comportamiento anómico (“rebelde” o “innovador”)
un incentivo para el cambio social, como también consideran este comportamiento como
consecuencia de cambios sociales que desorientan a los individuos (Passas, 1993, p. 39). Se
sostiene así, que la anomia anuncia un cambio social o que surge como un fenómeno de reacción al
cambio. En ambos casos se considera que, en el momento de la manifestación de la anomia, la
sociedad posee una clara orientación con relación sus valores y reglas.
Sin embargo, lo más adecuado seria, investigar la posible falta de orientación de la propia
sociedad. En este caso, la anomia debería ser considerada como la ausencia de normas y valores
sociales y no como problema de adaptación del individuo.
Otra vía sería considerar el comportamiento anómico como resultado de la conformación del
individuo a las reglas de un subgrupo social, que se encuentran en conflicto con las adoptadas por
los grupos dominantes. En este caso, deberíamos considerar a la anomia como un conflicto entre
varios sistemas normativos que existen en el ámbito de la misma sociedad.
2.5 Actualidad de la anomia
¿Cuál es la importancia de la problemática de la anomia para la sociología Jurídica moderna?
Con base en las referidas críticas y en algunos análisis recientes (Orris, 1987; Marra, 1991;
Hemández, 1993) podemos indicar tres usos del concepto de anomia.
2.5.1 Anomia e ineficacia del derecho
La anomia lleva, muchas veces, a descomprimir las normas jurídicas, causando la ineficacia del
precepto. En este contexto, la anomia permite distinguir dos hipótesis de ineficacia del derecho:
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a) Ineficacia ocasional: incumplimiento de la norma a pesar de ser aceptada.
Ejemplo: muchos homicidas están plenamente de acuerdo con la prohibición del homicidio y
consideran que violaron la norma en una situación excepcional (miedo, desesperación etc.). Aquí
tenemos una ineficacia del derecho sin relación con la anomia.
b) Ineficacia anómica: incumplimiento de normas que el individuo considera inadecuada o
injusta.
Ejemplo: un grupo político practica actos terroristas punibles por la legislación creyendo que
actúa tutelando los intereses de la humanidad. La ineficacia de la norma se debe a la situación de
rebelión que vive este grupo.
La ineficacia anómica causa particulares problemas porque los individuos violan las normas por
convicción. Ante esta situación, el Estado puede adoptar cuatro posturas:
•
Mantener la norma en vigencia, tolerando su violación. En este caso, la anomia causa una
completa ineficacia de la norma, dado que el Estado no desea garantizar la eficacia de la
sanción. Ejemplo: la práctica del aborto, que es muy difundida en el Brasil. Una parte
significativa de las mujeres considera al aborto como un “derecho”. Las autoridades
dejaron de perseguir a las mujeres que abortan clandestinamente y a los médicos que las
asisten. Sin embargo el legislador no llegó a autorizar el aborto en los primeros meses de la
gravidez, como sucede en otros países.
•
Realizar una reforma legislativa, armonizando al derecho vigente con valores de la
sociedad. Ejemplo: la prestación de servicios alternativos para quien se rehúsa a servir en
las Fuerzas Armadas por motivos religiosos o políticos. Muchos países, incluido el
Paraguay, concedieron a miembros de grupos religiosos y políticos el derecho a la
objeción del cumplimiento de las obligaciones militares contrarias a su sistema de valores.
•
Hacer propaganda moral para convencer a las personas a respetar determinadas leyes.
Ejemplo: las campañas que muestran las consecuencias desastrosas del uso de drogas,
intentando cambiar la opinión de muchos jóvenes de que el uso de drogas supuestamente es
sinónimo de diversión y “libertad”, como era el gran tópico abordado por las propagandas
de cigarrillos.
•
Intensificar la represión para combatir la tendencia anómica. Ejemplo: combate de la
criminalidad económica de las organizaciones mafiosas en Italia y en otros países
europeos. A pesar de que los grupos sociales vinculados a estas organizaciones consideran
sus códigos de comportamiento como “honrados”, los Estados desenvuelven una política
criminal represiva, que busca cohibir dichos comportamientos.
2.5.2 Anomia y poder
La anomia, en cuanto falta de normas de referencia en determinados contextos, está relacionada
con los conceptos de autonomía y de heteronomía (Ferrari, 1999, p. 172). El termino autonomía
está compuesto por las palabras griegas auto = uno mismo y nomos = ley, lo que significa que el
individuo se rige por sus propias leyes; por eso es independiente, autónomo. Y se da lo contrario
en el caso da heteronimia (hetero = otro), que indica la sumisión a leyes establecidas por otros.
Aquí las normas son establecidas por los detentadores del poder y son impuestas a todos,
independientemente de la existencia de un consenso.
10
Las normas jurídicas son heterónomas. Considerado esta perspectiva, el problema de la anomia
adquiere un contexto muy diferente. El grupo que no respeta las normas jurídicas vive muchas
veces un conflicto entre sus convicciones y las prescripciones del sistema jurídico oficial. En estos
casos, la anomia no indica la ausencia de normas, pero si el conflicto entre las normas oficiales y
las normas aceptas por un grupo social.
En otras palabras, se verifica un conflicto entre la autonomía de los grupos sociales y la
heteronimia que caracteriza al derecho estatal.
2.5.3 Anomia y pluralismo cultural
Se observó (Orrù, 1993) que el concepto de la anomia es caracterizado por sus ambigüedades.
Tanto Durkheim como Merton consideran, al mismo tiempo, la anomia como fenómeno normal
(debido a la particularidad de cada persona) y como fenómeno patológico (desvío), como situación
negativa (falta de orientación, anarquía) y como situación positiva (innovación que revitaliza a la
sociedad). Las ambigüedades de la anomia se explican por las características de las sociedades
modernas, donde prevalece la solidaridad orgánica. Estas sociedades permiten la “libre elección”
de valores como modos de vida por parte de los individuos. Las amplias posibilidades de elección
individual generan conflictos porque faltan valores de referencia comunes.
Ejemplo: una sociedad católica puede establecer como día de descanso semanal el domingo. En
cambio una sociedad en donde conviven muchos grupos religiosos no puede hacer lo mismo sin
objeciones de grupos que quieren el reconocimiento oficial de los propios feriados. En otras
palabras, la multiplicidad de valores y de modos de vida causa una crisis de legitimidad del derecho
estatal y propicia los comportamientos anómicos (Hernández, 1993-a, p. 22).
3. El derecho como propulsor y obstáculo para el cambio social
3.1 El concepto de cambio social
El estudio de la anomia nos indica que el proceso de integración social del individuo no se
realiza sin que surjan problemas y conflictos. Las diferencias de opiniones y de intereses crean
conflictos, que muchas veces causan modificaciones en la organización de la sociedad. La
sociología denomina este fenómeno de cambio social. “El cambio social indica una modificación
en la forma como las personas trabajan, constituyen familias, educan a sus hijos, se gobiernan y
dan sentido a la vida” (Vago, 1997, p.286). Por lo tanto, el cambio social indica una
reestructuración de las relaciones sociales.
La sociología parte del principio que la sociedad se encuentra en una continua transformación:
“la realidad social no es un estado constante, sino un proceso dinámico” (Sztompka, 1998, p. 358)
el fenómeno del “cambio social” (social change) comienza a ser objeto de estudios específicos En
las primeras décadas del siglo XX (Ferrari, 1999, p. 271). Podemos decir que el objeto general de
todos los trabajos de sociología son los cambios de la sociedad en el tiempo.
Los sociólogos estudian principalmente las formas de cambio social (total o parcial; lenta o
rápida; continua o discontinua) y sus causas, distinguiendo los factores que desencadenan un
determinado proceso de cambio. Entre ellos se sitúan los factores geográficos, demográficos,
ideológicos, económicos, el contacto entre las diversas sociedades (difusión de conocimientos y
valores) y las innovaciones, tales como los descubrimientos e inventos. El cambio social es siempre
considerado como producto de la combinación de varios factores (Sztompka, 1998; Vila Nova,
1999, pp. 170).
11
Existen estudiosos que consideran que el cambio social tiene algunas causas generales,
permitiendo así la formulación de “leyes de desarrollo social”. Ejemplos de formulación de tales
leyes serían el tema de la racionalización de la sociedad en la obra de Weber, la forma de
solidaridad social analizada por Durkheim y el papel de la lucha de clases en la teoría marxista.
Otros estudiosos rechazan la posibilidad de hacer un análisis general (seguido de la formulación
de leyes sociológicas) sobre el cambio social y estudian los procesos específicos y complejos de
cambios en determinadas áreas de la vida social. Así, son investigadas las estrategias de varios
factores sociales y los intereses que se encuentran en juego en cada proceso de modificación de la
organización social (ejemplo: cambios en los valores sociales, en las relaciones dentro da familia,
en la organización del trabajo, en la estructura de las clases sociales).
En todo caso, es evidente que el cambio social se relaciona con los cambios del derecho, o sea,
con la modificación de las normas legales y su aplicación en el seno de la sociedad. Para explicar
cómo el tema del cambio social es tratado en el ámbito de la sociología jurídica, debemos situar en
primer lugar el debate acerca del papel o rol que tiene el derecho en la sociedad.
3.2 Relaciones entre derecho y sociedad
Se parte de un razonamiento mucho más simple, pero con consecuencias importantes para el
análisis del tema del cambio social. Este raciocinio puede ser resumido en una pregunta:
¿El contexto social (sistema de producción, cultura, intereses, ideologías, fuerzas políticas)
determina el derecho o es el derecho el que determina la evolución social?
Una parte de los estudiosos entiende que el derecho, como manifestación social, es determinado
por el contexto sociocultural: la sociedad produce el derecho que le conviene. Dentro de esta
perspectiva, los autores más críticos sustentan que existe apenas una imposición de intereses por
parte de los grupos que ejercen el poder. Estos consiguen imponer a los sujetos más débiles las
reglas de conducta que permiten reproducir, en nivel normativo, la dominación social.
En una posición contraria se sitúan los autores que entienden que el Derecho es un factor
determinante de los procesos sociales. Los autores que adoptan esta perspectiva entienden que el
derecho posee la capacidad de determinar el contexto social, de actuar sobre la realidad y de
cambiarla. Por ejemplo, una ley sobre un nuevo problema social, o un cambio en las normas
promovida por un nuevo gobierno, podrá conseguir imponer a los miembros de una comunidad
nuevos tipos de comportamiento.
La primera posición es considerada como realista; la segunda posición tiene un carácter idealista,
porque se fundamenta en la hipótesis de que una voluntad expuesta a través de un mandamiento
(“deber ser”, norma jurídica) puede cambiar la realidad.
Sin embargo, con relación a este tema creemos posible sustentar una tercera posición que nos
permite conciliar ambas posturas. El derecho es, en general, configurado por intereses y
necesidades sociales, o sea, es producto de un contexto sociocultural. Esto no impide que el mismo
pueda influir sobre la situación social, asumiendo un papel dinámico.
En otras palabras, el derecho ejerce un doble papel dentro de la sociedad: activo y pasivo. Este
actúa como un factor determinante de la realidad social y, al mismo tiempo, como un elemento
determinado por esta realidad. Dentro de este contexto se identifican las presiones de los grupos de
poder que pueden inducir tanto para que se dé la elaboración de determinadas reglas, así como para
que las reglas en vigencia no sean acatadas, llevando a un proceso de anomia generalizado. Este
análisis permite superar “los modelos de relación causal simple” entre derecho y sociedad.
12
3.3 Relaciones entre el sistema jurídico y el cambio social
En el ámbito de la sociología jurídica, “el cambio continuo de las reglas del derecho constituye
una hipótesis teórica fundamental” (Papachristou, 1984, p. 125). Realmente, esta hipótesis
constituye un elemento común de los variados abordajes de la sociología jurídica. Esto puede ser
observado en los estudios de Marx e Engels sobre la determinación del derecho por los cambios
económicos, en los análisis de Durkheim sobre el paso del derecho represivo al derecho restitutivo,
en los estudios de Weber sobre la racionalidad del derecho moderno y, recientemente, en los
análisis sobre la transformación del derecho y del Estado en la época de la globalización.
Se constata así el fenómeno de la “dinámica” e incluso del “evolucionismo” del derecho
(Papachristou, 1984, pp. 125-126). Y es aquí donde surge la pregunta: ¿cuáles son las formas y las
modalidades de interacción entre el sistema jurídico y los otros campos de acción social con el
correr del tiempo? (Ferrari, 1999, p. 282).
No se pone en duda que el derecho cambia con la evolución histórica, siguiendo las
transformaciones de la sociedad. La creación y difusión de nuevas tecnologías como, por ejemplo,
la notable expansión de la informática en las últimas décadas, trae consigo cambios legislativos
para conformar el sistema jurídico a una nueva situación. Al principio del siglo fue necesario
extender el concepto de la propiedad para prohibir el hurto de electricidad (la energía eléctrica no
gozaba de protección porque no era una “cosa”). De la misma forma, los legisladores modernos
introdujeron normas para reglamentar los problemas relacionados con la informática (protección a
la privacidad, garantía de los derechos de los inventores y de los usuarios de programas
informáticos). Tenemos aquí casos de adaptación del derecho a la realidad social.
El cambio de valores sociales creó una situación semejante, en lo que se refiere a la posición de
la mujer. En muchos países fueron efectuadas profundas reformas legislativas, sobre todo en las
áreas del derecho constitucional, del derecho de familia, del derecho del trabajo, del derecho penal
y del derecho internacional, buscando establecer la igualdad entre los géneros femenino y
masculino.
Los cambios sociales son también la causa de las recientes reformas legislativas, que imponen la
“desregulación de la economía” (reducción del poder fiscalizador y del papel económico del
Estado) en la era neoliberal (Faria, 1999). Lo mismo sucedió con las reformas en muchos países
europeos, que abolieron las normas liberales con relación al derecho de residencia y de trabajo de
los extranjeros, para bloquear la entrada de trabajadores inmigrantes (Gorski, 1998).
En todos estos casos tenemos cambios en cuanto a las tecnologías, a lo social, a la política y los
cambios demográficos, que el derecho intenta acompañar. Hasta aquí la situación es fácilmente
explicable, a pesar de existir la necesidad de analizar por qué y cómo el derecho acompaña cada
situación de cambios sociales y, sobre todo, cuál es la eficacia de cada intervención legislativa.
El problema se presenta cuando intentamos estudiar el papel activo del derecho en cuanto al
cambio social. Los sociólogos del derecho se dividen entre los que entienden que el derecho es un
freno a los cambios sociales más importantes y los que sustentan que el derecho puede ser un
importante instrumento (propulsor) de la transformación social.
La primera corriente (el derecho impide el cambio) sustenta que el sistema jurídico es muy lento
al detectar las necesidades sociales y, observa los problemas sociales desde sus exclusivos centros
de poder, muchas veces impidiendo un cambio. Así, el derecho funciona como factor negativo ante
las necesidades y reivindicaciones sociales (papel conservador del derecho)
Esta es la perspectiva crítica de autores ante el del sistema jurídico. Existen varios niveles de
crítica. Las más radicales, de inspiración marxista, consideran el actual sistema jurídico como un
13
instrumento que permite la permanencia en el poder de la clase dominante y produce así las
relaciones sociales de explotación. Las críticas moderadas sustentan que el derecho desarrolla una
especie de resistencia ante determinados cambios sociales. Ejemplo: en los países de América
Latina, en el transcurso del siglo XX, cambiaron una serie de valores que se refieren a la moral
sexual; aunque por otro lado, los Códigos penales de estos países continúan utilizando términos
como “mujer honesta’ y “honra sexual”, denotando un desfase entre ley y realidad social.
La segunda corriente identifica al derecho como instrumento eficaz para la consecución de
grandes cambios sociales. Se cree que obteniendo poder político es posible realizar cambios a
través de reformas jurídicas. Los partidarios de esta corriente entienden que el derecho desempeña
una función educadora (papel progresista del derecho).
Esta concepción fue expuesta en Europa a finales del siglo XIX por los representantes del
“socialismo jurídico”, entre ellos el jurista austríaco Antón Menger (1841-4906), que intentaron
formular las reivindicaciones socialistas en términos jurídicos. Se trato así de una teoría que
proponía la adopción de medidas preventivas, confiando en el potencial transformador del derecho.
Con miras a evitar que la sociedad pasara por la experiencia violenta de una revolución, los adeptos
de esta teoría proponían la realización de una extensa reforma jurídica, a través de la cual sería
posible realizar la justicia social.
En el Brasil encontramos un ejemplo reciente de confianza en el papel progresista del derecho.
Durante el período en el cual permanece en el cargo de Ministro de Justicia (1999-2000), el jurista
José Carlos Días propuso una amplia reforma del derecho penal, a través, entre otras medidas, de la
despenalización de determinados delitos, de la abolición de la ley de los crímenes hediondos y de la
introducción de penas alternativas.
Con esta tentativa de reforma, el ministro seguía la corriente más progresista del derecho penal y
de la criminología, que propone la adopción de una política criminal minimalista (Baratta, 2000).
Paraguay está también en esta línea con el actual código Penal y Procesal Penal. Los partidarios de
esta corriente creen que la realización de una adecuada reforma jurídica contribuye para el cambio
de las estructuras sociales, generadoras de un círculo vicioso de violencia, permitiendo, así, ejercer
el control social de forma más humana y civilizada.
Resumiendo, encontramos aquí dos corrientes antagónicas. Algunos estudiosos y políticos ven
en el derecho un factor que impide los cambios de la realidad social, en cuanto otros lo consideran
propulsor de tales cambios.
Ambas corrientes son, en su formulación absoluta, pasibles de crítica. Los trabajos de sociología
jurídica indican que debemos diferenciar siempre, según sea la rama del derecho, el problema
concreto y la situación social, teniendo en mente que la capacidad reformadora del derecho es
limitada. La historia nos ofrece ejemplos en que la tentativa de cambiar el comportamiento de las
personas a través del derecho fue un completo fracaso. Un caso conocido es la “ley seca” en los
años 20 en los EUA. A pesar de la enorme movilización de los aparatos represivos del Estado
(750.000 personas fueron presas por el consumo o comercialización de bebidas alcohólicas entre
1920 e 1932) esta legislación no tuvo resultados prácticos, siendo abolida en los años 30
(Cotterrell, 1991, p. 61).
Soriano (1997, pp. 3 11-312) afirma que la relación entre derecho y cambio social se realiza de
la siguiente forma:
a) el derecho es una variable dependiente, o sea, un fenómeno social que cambia históricamente
en función de otros fenómenos. La relación entre los grupos y las clases sociales, definida
principalmente por el factor económico, determina las estructuras jurídicas. El derecho puede ser,
14
entonces, considerado como un producto de intereses sociales, que dependen de las relaciones de
dominio en cada sociedad.
Por otro lado, la determinación social del derecho no significa que éste sea producto de un único
factor social o de la voluntad de una clase. Más allá de los intereses económicos, el derecho es
influenciado por elementos de orden físico, tales como las invenciones y las tecnologías, y también
por valores éticos-culturales asumido por los pueblos de varias regiones del mundo (piensen en la
diferencia del derecho entre países de tradición cristiana y de tradición musulmana).
Finalmente, hay que reconocer que la tradición jurídica de cada país tiene una inercia particular
que no cambia de la noche a la mañana sobre la base en los cambios sociales. Así se explica el
desfase entre la evolución de la moral social y la inmovilidad del sistema jurídico que ya
constatamos en el caso de los delitos sexuales. La importancia de la tradición jurídica explica
también el hecho de que países con semejantes estructuras política y económica posean sistemas
jurídicos totalmente diferentes, como muestra el ejemplo del derecho francés (fundamentado en la
ley escrita) confrontado con el derecho inglés (fundamentado en el carácter vinculante de la
jurisprudencia).
b) A pesar de ser una variable dependiente de la estructura sociocultural, el derecho posee una
autonomía relativa y, en consecuencia, puede inducir a cambios sociales. A pesar de existir
controversias con relación a los límites de la autonomía del sistema jurídico, no se pone en duda
que el derecho haya incentivado muchas transformaciones en las sociedades modernas.
Las teorías que más insistieron en la visión del derecho como producto socialmente determinado,
son justamente aquellas que, cuando intentaron aplicar sus ideas en la práctica política, utilizaron
el derecho como medio para producir fuertes cambios sociales. El ejemplo más claro es el de los
regímenes comunistas. Después de la Revolución Rusa de 1917, los dirigentes de los partidos
comunistas utilizaron el derecho como instrumento para “educar” las masas a los nuevos ideales y
crear una “legalidad socialista”, radicalmente diferente de aquella “burguesa”.
Soriano (1997, p. 312) resalta que la influencia del derecho en el cambio social puede ser de tipo
directo o indirecto. En la mayoría de los casos el derecho influye de forma directa: se impone, por
ejemplo, la obligatoriedad del uso del cinturón de seguridad y la limitación de la velocidad, ambas
asociadas a sanciones, para cambiar el comportamiento de las personas en el tránsito. Ya las
normas relativas a reformas del programa de educación son de carácter indirecto: orientan al
profesor en cuanto a la materia y a los métodos de enseñanzas, esperando que así sea alterado el
contenido de la educación ofrecida a los alumnos, sin prescribir, por otra parte, determinados los
contenidos de enseñanzas y sin abolir la autonomía del profesor.
Ante una situación de cambio social, el mismo autor afirma que el derecho puede adoptar
posiciones de reconocimiento, de anulación, de canalización o de transformación de sus tendencias.
•
•
•
•
En el primer caso (reconocimiento), el derecho reconoce a través de sus nuevas normas la
realidad social, declarando su legitimidad e, incluso, creando instrumentos jurídicos que
consoliden el cambio.
En el segundo caso (anulación), el sistema jurídico se opone al cambio, ignorándolo o
aplicando sanciones contra determinadas innovaciones.
En el tercer caso (canalización), el derecho intenta limitar el impacto de un cambio, o
alterar sus efectos, a través de reformas que satisfacen parcialmente las reivindicaciones
sociales.
El cuarto y último caso (transformación), el derecho asume un papel particularmente
activo: intenta provocar un cambio en la realidad social a través de reformas paulatinas o
lentas (transición) como así también radicales y rápidas (revolución).
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Aquí cabe una observación. Desde el punto de vista de la teoría del Estado, la convicción de que
es posible realizar cambios sociales a partir del derecho, no contradice la tesis de que el derecho es
un reflejo de factores económicos y de intereses de clases.
El papel determinante de la economía y de los intereses de las clases sociales es una hipótesis
teórica general, dentro del cual, como ya observamos, se constata a la actuación relativamente
autónoma del derecho, que puede inclusive incentivar cambios sociales.
La historia enseña, por otra parte, que el derecho no posee fuerza suficiente para cambiar la
estructura de las clases sociales y los fundamentos del sistema económico, que son susceptibles de
alteración solamente a través de un proceso de transformación política.
3.4 Actuación del derecho como factor de cambio social
En el estudio de los cambios sociales provenientes de la actuación del sistema jurídico surgen
tres cuestiones principales: intensidad, esferas de manifestación y ritmo del cambio (Soriano, 1997,
pp. 313 y siguientes.).
3.4.1 Intensidad del cambio y el “derecho alternativo”
Existe aquí una regla: el derecho puede realizar cambios parciales, pero difícilmente conseguirá
cambios radicales. Es, por ejemplo, es relativamente fácil, modernizar un determinado sector de la
economía, pero es prácticamente imposible cambiar todo el sistema de producción, a través de
reformas jurídicas.
Más allá de cualquier otra variable, la intensidad del cambio depende de dos factores generales:
Primero de la naturaleza del sistema jurídico que debe producir el cambio y segundo de la situación
política del momento. Cuanto más abierto, flexible y abstracto es el sistema jurídico, más fácil será
operar un cambio social a través de su interpretación. Un sistema jurídico completo y detallado,
con rígidos procedimientos de control y con “cláusulas pétreas” que dificulten las reformas,
difícilmente permita cambios sin ruptura.
La intensidad del cambio está también condicionada por la naturaleza del sistema político.
Cuando el poder político es fuerte y concentrado, puede provocar un cambio rápido a partir de
reformas jurídicas.
En situaciones de revolución surgen poderes políticos fuertes que producen un cambio social a
través de un nuevo derecho. En situaciones de debilidad del poder político, en que falta la
posibilidad y la voluntad de reformas, y con apenas un frágil compromiso entre diferentes grupos
sociales, el derecho no puede servir como instrumento de reformas.
Se piensa en las vicisitudes de la reforma agraria en el Brasil, cuya timidez y lentitud constituye
un resultado de la situación política, en la cual los interesados en la reforma agraria pactan con
representantes del poder latifundista e intentan canalizar las reacciones de protesta, frecuentemente
violentas, por parte de los “sin tierra”.
El cambio social a través del derecho fue discutido en las últimas décadas, en la teoría y en la
práctica jurídica, en el ámbito de las teorías sobre el “derecho alternativo”. En los años 60 y 70 se
desarrolló un movimiento que intentó promover cambios sociales a través del derecho. En Italia a
este movimiento se lo denominó “uso alternativo del derecho”. Consistía en la interpretación y
aplicación del derecho con una finalidad “emancipadora”, favoreciendo a las clases y los grupos
sociales más débiles.
16
La aplicación del derecho debería tomarse un instrumento de solidaridad social. El operador
jurídico debería sacar provecho del carácter genérico y ambiguo de las normas, empleando métodos
de interpretación innovadores, que le permitirían hacer justicia social. La propuesta era la de
intentar cambiar a la sociedad a partir de las estructuras formales del derecho, sobre todo gracias a
la actuación de jueces progresistas (Barcelona, 1973; Losano, 2000, pp. 1.030 y siguientes.). O sea,
concebir al derecho como factor de un profundo cambio social.
Iniciativas análogas fueron tomadas en otros países europeos, sobre el impulso de grupos de
jueces y de los estudiantes del derecho comprometidos con una política de izquierda. Estos
movimientos no consiguieron alcanzar sus objetivos. El derecho cambió muy poco en la práctica,
no faltaron casos de castigos a jueces que se mostraron “osados” en sus decisiones (España, 1998,
pp. 230 y siguientes.). Ante esta situación, la mayoría de los adeptos del uso alternativo del derecho
abandonó sus convicciones políticas.
En América Latina, probablemente debido a la gravedad de la situación social y a la incapacidad
del poder político de garantizar el ejercicio efectivo de los derechos fundamentales de la mayoría
de los ciudadanos, la concepción de la alternancia jurídica llegó a su punto más alto. Además de
asumir los métodos “italianos”, los representantes latinoamericanos de esta concepción elaboran
una nueva idea avanzando mucho más allá del uso alternativo del derecho estatal, buscan
alternativas al derecho estatal, o sea, otras fuentes y modos de reglamentación social.
El verdadero derecho alternativo seria entonces un nuevo sistema jurídico. Los representantes de
este movimiento exponían la voluntad de responder a las verdaderas necesidades sociales de los
países “subdesarrollados” y a conseguir un cambio dentro de la sociedad a través de la aplicación
de “otro” derecho, generado espontáneamente en el seno de los movimientos sociales y
substituyendo paulatinamente el “opresor” derecho del Estado.
Esta tendencia es muy fuerte en el Brasil. Existe extensa bibliografía sobre el tema aun en
programas de enseñanza universitaria del “derecho alternativo” (Arruda Júnior, 1993, pp. 178 y
siguientes.). Encontramos también numerosas decisiones de tribunales que hacen uso alternativo
del derecho, decidiendo a favor de la parte más débil, aun cuando esto impone una interpretación
del derecho técnicamente dudosa.
Ejemplos: absolución de un leñador que hurtó una moto sierra para utilizarla como instrumento
de trabajo; negación del pedido de restitución de dominio a los propietarios de tierras ocupadas por
trabajadores “sintierra” y de predios invadidos por personas “sintecho”.
En su versión más radical el derecho alternativo se presenta como un sistema que se distancia
deliberadamente de las normas establecidas por el Estado: “es lo que se denomina “contralegem”
que puede actuar, explícita o implícitamente, en nombre de la justicia social” (Souto e Souto, 1997,
p. 242).
Se reivindica así la legitimidad de nuevos sujetos colectivos, que surgen de los movimientos
sociales y podrían actuar en la solución de conflictos, fuera y más allá del derecho del Estado. Los
principios rectores de estos nuevos legisladores y jueces serían la satisfacción de las necesidades de
la ciudadanía, la democracia participativa y descentralizada, el desarrollo de una ética de
solidaridad y el desarrollo de una nueva racionalidad, que apunta a la emancipación (Wolkmer,
1993, pp. 228-229; 1997, pp. 207-254).
En pocas palabras, el verdadero derecho alternativo es un “derecho encontrado en las calles”, un
“derecho comunitario”, “vivo” o incluso un “derecho insurgente” y “rebelde”, que resulta del
“poder popular” y expone valores libertarios.
17
Nos encontramos así con dos versiones de la concepción del derecho como factor de cambio
social. Ambas parten de la tesis de que es posible usar el derecho como propulsor del proceso de
cambio social, diferenciándose en el grado de intensidad de este cambio. El uso alternativo del
derecho intenta, de acuerdo con el significado dado al menos en Europa, cambiar el derecho “por
dentro”, respetando las normas jurídicas en vigencia e intentando introducir el cambio a través de la
actuación de los poderes constituidos (cambio de baja intensidad). A su vez, el derecho alternativo,
en su acepción latinoamericana del término, intenta elaborar un nuevo sistema jurídico (nuevos
sujetos, nuevas normas), que sería antagónico al derecho del Estado (cambio de alta intensidad).
Un segundo elemento común a las dos versiones de la alternancia jurídica es que se apunta a
alterar (con menor o con mayor intensidad) el contenido de la ley a través de la práctica judicial.
Esto crea una serie de problemas políticos, colocando la cuestión de si los jueces y los doctrinarios
del derecho poseen a la legitimación social y la capacidad práctica de realizar un cambio radical del
derecho.
Más allá de esto, debemos pensar que el derecho alternativo no es siempre progresista.
Aceptando la posibilidad de cambiar al derecho a través de la interpretación jurídica, podemos
también caer en una concepción autoritaria del derecho alternativo: los jueces podrían convertirse
en justicieros sin importar los valores jurídicos de su función, vetando derechos sociales,
reprimiendo los desviantes e imponiendo los intereses de los poderosos.
De hecho, la experiencia italiana de los años 70 y 80 demostró que muchos doctrinarios, jueces y
promotores interpretaban las leyes penales de forma extensiva o incluso ilegal, para combatir las
organizaciones de izquierda acusadas de terrorismo. Otro ejemplo de “derecho alternativo”
conservador constituye el derecho musulmán tradicional, que en muchos países islámicos volvió a
ser aplicado por los jueces, aun en contra del derecho estatal, posterior a la victoria política de
grupos fundamentalistas (Losano, 2000, pp. 1.053-1.054).
Actualmente, también presenciamos una aplicación alternativa del derecho en el Brasil por parte
de promotores y jueces que, preocupados con los índices de criminalidad, interpretan a ley penal de
forma extensiva.
Ejemplo: considerar que la utilización de un arma de juguete en un asalto debe ser equiparada a
la utilización de un arma de fuego. Esta interpretación prevaleció en la jurisprudencia por muchos
años, siendo abandonada por el Supremo Tribunal de Justicia en 24.10.2001 (Resp 213 .054-SP).
Por último, observamos que ni siquiera la búsqueda de alternativas “sociales” al derecho estatal
(“derecho encontrado en la calle”) resulta siempre progresista. El derecho alternativo creado y
aplicado por las comunidades puede ser extremadamente opresor, cuando impone a los individuos
la voluntad de un grupo, pudiendo convertirse hasta en la “ley del más fuerte” (Hespanha, 1993, pp.
28, 34). Imaginen, por ejemplo, resolver los conflictos laborales sin la intervención de los
tribunales, ¡sobre la base de las negociaciones entre los abogados de una grand empresa y los
empleados!
Desde el punto de vista de la metodología, surge un problema. ¿Cómo conciliar el carácter
taxativo y positivo del derecho estatal moderno, que expone una determinada voluntad política y
reivindica la supremacía absoluta sobre cualquier voluntad política, con interpretaciones “libres” o
fuentes “alternativas” del derecho fundamentadas en una nueva versión del iusnaturalismo?
La posición metodológica de la alternancia jurídica es que “el derecho se cosecha de la
observación que se hace de la realidad” (Hespanha, 1998, p. 229) y se sustenta que, en
comparación con el derecho estatal, que protege a la minoría de los fuertes, el derecho espontáneocomunitario protege las necesidades de todos, siendo un “derecho justo” (Wolkmer, 1993, p. 238).
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¿Cómo seguir esta orientación iusnaturalista en la práctica, sin entrar en conflicto abierto con el
sistema normativo del Estado? El derecho alternativo nace con los principios de la separación de
los poderes y de la legalidad que reconocen al legislador estatal el monopolio de creación de
normas legales y no permiten a los jueces decidir conforme a sus evaluaciones subjetivas, como
tampoco a los grupos sociales alterar el derecho estatal según la propia voluntad (cfr. Grau, 2000,
pp. 110 y siguientes.). En otras palabras, es prácticamente imposible distinguir el derecho
alternativo de la abierta ilegalidad o de la revolución política que instituye un nuevo derecho.
3.4.2 Esferas de manifestación del cambio
El derecho moderno posee dos esferas de manifestación: la interna, relativa al derecho nacional,
y la externa, relativa al derecho internacional y comparado. Un proceso de cambio social puede ser
impulsado por ambas esferas.
La constatación de un problema social por parte del gobierno y la presión política por parte de
grupos desfavorecidos o discriminados pueden llevar a la reforma del derecho. Tales alteraciones
apuntan a realizar cambios sociales. Un ejemplo clásico es la legislación laboral, elaborada durante
el régimen de Getulio Vargas. Un ejemplo más actual se refiere a la legislación que regula la unión
estable de personas de sexos diferentes. Aun cuando se constata que el concubinato es una materia
regulada en diversas naciones, la iniciativa del legislador brasileiro parte de la constatación de
problemas sociales y jurídicos del país.
Hoy en día es muy difícil pensar en reformas del derecho que no reciban influencias de la
legislación externa. Existen reformas que corresponden a una demanda social del país y otras que
son producto de la presión internacional, de la imitación de legislaciones extranjeras o del contacto
entre culturas y sistemas jurídicos diferentes. En estos casos estamos ante el fenómeno de la
transferencia del derecho, cuyas principales formas son el préstamo y la aculturación jurídica
(Carbonnier, 1979, pp. 246y siguientes.; Rouland, 1998, pp. 424 y siguientes.).
El préstamo jurídico consiste en la asimilación voluntaria de determinadas normas provenientes
del derecho de otras naciones. Sabemos que el derecho sufre constantes transformaciones para
adaptarse a los procesos de cambio de la realidad social. Por ejemplo, hace 50 años prácticamente
ningún Estado consideraba necesario crear normas sobre la manipulación genética. El desarrollo de
la biogenética (fertilización in vitro, clonaje, manipulación de genes etc.) llevó a algunos países,
principalmente, los que cuentan con una tecnología más sofisticada, a legislar sobre esta materia.
Otros países utilizaran estas normas como modelo para el desarrollo de sus propias legislaciones.
Generalmente, los países que se encuentran en fase de desarrollo adoptan instrumentos jurídicos
de los países más avanzados en la tentativa de modernizar las estructuras locales (administración
pública, relaciones de trabajo, organización y fiscalización del sistema financiero y tributario).
El préstamo debe ser precedido de un estudio detallado de las experiencias extranjeras. Esto
permite al país “importador” no solo adaptar la legislación alienígena a las necesidades locales,
sino que también identificar eventuales causas de ineficacia o insuficiencia de la misma. Sobre la
base de estos estudios, los países receptores podrán crear normas dotadas de mayor perfección
técnica y eficacia).
En otros casos el legislador nacional está bajo influencias del derecho internacional. Por
ejemplo, las autoridades de un país deciden adoptar medidas para combatir la tortura, llevando en
consideración la experiencia de otros países y obviamente los tratados internacionales sobre el
tema. Este es el caso da Ley 9.455, de 07.04.1997, que define los crímenes de tortura en Brasil.
Un otro ejemplo de préstamo se refiere a la problemática de los derechos fundamentales de la
mujer. Muchos países con cultura tradicional recibieron normas que tutelan los intereses femeninos
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(igual tratamiento, promoción y capacitación), elaboradas por la Organización de las Naciones
Unidas y por las organizaciones regionales, como la Organización de los Estados Americanos. Una
recepción “creativa”, que considera las particularidades de cada país, puede contribuir para el
cambio de hábitos sociales, propiciando una mayor protección de las mujeres (Sabadell, 1998).
La segunda forma de transferencia de derecho es la aculturación jurídica. En este caso se verifica
una mayor influencia de la esfera externa. Por aculturación jurídica se entiende el proceso de
recepción de un derecho alienígena que provoca alteraciones globales en el derecho del país
receptor.
Concretamente, la aculturación puede ocurrir de dos maneras:
•
Primero, a través de una decisión externa. Ejemplo: durante la colonización del continente
americano fue impuesto a las colonias el sistema jurídico de las metrópolis.
•
Segundo, a través de una decisión interna.
Ejemplo: después de una revolución o secesión, las autoridades políticas deciden adoptar el
sistema jurídico de otra nación, por considerarlo más adecuado.
Cuando, por otro lado, el país receptor no está en condiciones objetivas de implementar el
modelo jurídico importado, sobre todo porque el Estado no posee el control del territorio y de la
población, la aculturación presenta pocos efectos prácticos (falta de eficacia). Esto fue lo que
ocurrió en varios países del África. El sistema jurídico oficial era impuesto por el colonizador y,
aun después de su independencia, las elites locales adoptaron sistemas jurídicos europeos. En
paralelo, por otro lado, funcionaba el anterior sistema consuetudinario local, que correspondía a las
estructuras políticas y a la mentalidad de la ciudadanía, verificándose la “resistencia” de la cultura
local ante estos modelos europeos (Rouland, 1998, pp. 450 y siguientes.; Sueur, 2001, pp. 56 y
siguientes.).
Es importante diferenciar la aculturación del préstamo. El préstamo se refiere a asuntos
específicos y no a todo el ordenamiento jurídico, como sucede con la aculturación. Más allá de todo
esto, el préstamo es voluntario, mientras que la aculturación jurídica puede ser producto de una
imposición directa.
3.4.3 Ritmo del cambio
Existen áreas de actuación social, donde es relativamente fácil introducir un cambio y otras
donde es más complicado. Los cambios se dan más rápidamente en el sector de la organización del
Estado antes que en el sector de la economía privada, donde existe una mayor resistencia por parte
de los agentes económicos.
En el sector privado es más fácil introducir, a través del derecho, cambios de algunas estructuras,
creando incentivos al desarrollo y a la competitividad (“modernización”). Si esto resulta
beneficioso y las clases dirigentes están de acuerdo, el cambio puede ser rápido y exitoso. Podemos
pensar, por ejemplo, en el desarrollo de “zonas francas”. A través de reformas en el derecho
tributario, en el derecho laboral y mediante la distribución de auxilios estatales, se incentiva la
actividad económica en determinadas regiones. Muchas empresas y trabajadores se trasladan a las
zonas francas, donde existen mayores posibilidades de lucro y de empleo, propiciando el desarrollo
económico de las regiones en cuestión. Se inicia así un gran cambio en las condiciones de vida de
sus habitantes, el que lleva también la modificación del comportamiento y al surgimiento de
nuevos problemas (por ejemplo, al aumento de la criminalidad como consecuencia de la
urbanización).
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Otro ejemplo es ofrecido por el derecho ambiental que intenta, a través de una combinación de
incentivos y de sanciones, reestructurar la producción con el objetivo de preservar los procesos de
renovación de los recursos naturales y la salud pública.
Los cambios globales son difíciles en el campo económico, porque esto presupone una
transformación radical en la estructura de las clases del país y crea grandes resistencias políticas.
Más improbables aun son las tentativas de cambio que golpean a las prácticas culturales, como las
prácticas religiosas o la situación en el ámbito privado de la familia. En estos casos las ideologías
transmitidas por la tradición presentan una gran resistencia.
Un último tema guarda relación con la estrategia que deben adoptar los reformadores en las
tentativas de cambio social. ¿Debe ser totalmente abolido el derecho antecesor (estrategia de
ruptura) o intentar reformas parciales, a través de compromisos tácticos, que dejan en vigencia
parte del derecho antiguo, para no colocar en peligro la reforma? No existe una única receta. Todo
dependerá del sector de actuación y del apoyo social concedido a los propulsores de la reforma. En
otras palabras, el cambio social a través del derecho es un problema plena y exclusivamente
político.
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