Ópera en Italia L`elisir d`amore en Milán Idomeneo en Stresa

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Ópera en Italia
frecuentemente se le representa. La participación de Gabriele
Viviani fue in crescendo, como un simpático Belcore de timbre
franco y directo, pero con una entonación que no estuvo a fuego
durante su aria. Donato Renzetti guió al óptimo conjunto scaligero
(¡con un coro que estuvo magnífico en esta ocasión!) sin particular
fantasía, remarcando principalmente la brillantez de la partitura en
detrimento de su alma más íntima y elegiaca.
por Massimo Viazzo
Idomeneo en Stresa
Septiembre 2, 2010. Con Idomeneo se dio por concluido el ciclo
mozartiano realizado en el Festival de Stresa (Lago Maggiore) en
Piamonte, que comenzó hace 10 años con una brillante versión
de Don Giovanni. Gianandrea Noseda, el director musical
del festival y quien estuvo a cargo de esta función, realizada
en versión semi-escénica, exaltó con su dramática e incansable
batuta la tensión y la encendida continuidad entre las escenas,
logrando catalizar la atención sobre la peculiaridad de esta obra
maestra. La compañía de canto, compuesta por voces importantes,
transitó por caminos muy tranquilos durante la ópera, y por ello
podemos hablar de que se dio una fisura estilística que influyó en el
espectáculo.
Elisir.jpgAmbroglio Maestri como Dulcamara en la Scala
Foto: Brescia e Amisano
L’elisir d’amore en Milán
Octubre 13, 2010. La dichosa producción escénica firmada por
Laurent Pelly (repuesta en esta ocasión por Hans Christian
Räth) llegó finalmente al escenario de la Scala. Pelly situó esta
obra maestra de Donizetti en Italia, en un periodo posterior a la
Segunda Guerra Mundial, que contiene referencias explícitas de
la cinematografía neorrealista de ese periodo. Sobre la escena se
pudieron ver pacas de heno, tractores agrícolas y veloces bicicletas,
en un tierno marco modelado sobre extensos campos de trigo. La
ligera mano del regista francés, siempre a gusto en el repertorio
cómico-sentimental, encontró una correspondencia directa con
la voz del protagonista, el joven tenor Francesco Demuro, un
Nemorino soñador, delicado, etéreo y de óptima dicción, quien
a pesar de no poseer una voz de gran peso específico, supo
proyectarla correctamente. Se puede decir también que, gracias a su
timbre cargado de inocencia y pureza, su personaje fue creíble.
La soprano georgiana Nino Machaidze ofreció una Adina mejor
definida en la parte escénica que en la vocal. En escena se le vio
desenvuelta y, aunque cantó con corrección, su línea musical no fue
siempre expresiva. Desbordante estuvo el Dulcamara del barítono
lombardo Ambrogio Maestri, quien le dio al personaje del
embaucador un reflejo melancólico, nostálgico, quizás apegándose
al modelo, que él bien conoce, del Falstaff verdiano. Su Dulcamara
aturdió a los transeúntes con un volumen considerable, pero su
expresión facial no lo hizo parecer tan desvergonzado como
noviembre-diciembre 2010
El tenor Francesco Meli cantó de manera esplendida al Rey de
Creta, muy entonado y con considerable peso vocal, aunque le
faltó mayor exploración y profundidad psicológica en las partes
más enérgicas del papel, razón por la cual pareció quedar aislado
del contexto dramático de la obra. Alessandra Marianelli recreó
una Ilia con elegancia y luminosidad de acento, pero su fraseo
estuvo algo anónimo, y no le permitió construir un personaje más
meditado y personal. Generosa fue la prueba de Laura Polverelli
como Idamante, aunque la mezzosoprano toscana pareció no
tener siempre una emisión homogénea, mientras que Francesca
Sassu, quien sustituyó a la indispuesta Barbara Frittoli, encarnó
una Elettra determinada y voluntariosa que se hizo valorar, sobre
todo por sus dos impetuosas arias. Enérgico, agudo y claro estuvo
Alessandro Liberatore como Arbace, aunque aquí fue reducido
a su única y complicada aria del tercer acto; y nítido e incisivo
estuvo el Gran Sacerdote de Matthias Stier. La prestación del coro
Ars Cantica Choir fue creciendo hasta cerrar con un conmovedor
‘O voto tremendo’. El próximo año, en el festival del Lago
Maggiore, le tocará su turno a Lucia di Lammermoor.
por Massimo Viazzo
Francesco Meli (Idomeneo) y Laura Polverelli (Idamante)
Foto: Andrea Sacchi
pro ópera Il matrimonio segreto en Stresa
La ópera de Domenico Cimarosa Il matrimonio segreto se ofreció
en el Palazzo dei Congresi de Stresa, en Piamonte, al norte de
Italia, como parte de la edición 2010 del Festival de Stresa.
Humildad y entusiasmo son los dos primeros términos que vienen
a la mente al final de una muy bien realizada función. Humildad:
porque los jóvenes cantantes que participaron (después de una
rigurosa selección) en la primera edición de la Accademia di Canto
“Giovani all’opera”, todos con respetable experiencia profesional
sobre sus espaldas, supieron y quisieron resetearse, comprendiendo
que, sin estudio, no se puede ir adelante en esta profesión; y
entusiasmo: porque el trabajo con el destacado bajo Natale De
Carolis, responsable del curso, fue para entusiasmar, en toda la
extensión de la palabra.
La joven soprano Arianna Venditelli fue una determinada y
deliciosa Carolina, una promesa que ha pisado ya el escenario
del Festival de Salzburgo en Betulia Liberata bajo la dirección
de Riccardo Muti. Su alegría y emoción por haber compartido un
evento especial como éste fue evidente. De Carolis, cumpliendo
un trabajo capital orientado principalmente a la construcción de
los personajes, supo abrir horizontes muy amplios en términos de
movimiento e interacción, pero sobre todo por la individualidad
que fue puesta en constante discusión, y fuera de cada cliché. Su
aproximación fue tan variada, y exaltó los sentimientos verdaderos,
que el “drama” de los dos esposos secretos nunca había parecido
tan real. Por ello, Elisabetta y Fidalma, que fueron encarnadas
por una aderezada Damiana Mizzi y una asumida Giuseppina
Bridelli, constantemente delineadas por un lado aparte, terminaron
alzándose a un rango superior.
Don Geronimo, interpretado por Marco Filippo Romano, no fue
el habitual bufo idiota, y nunca estuvo cargado en los silabarios
y en las onomatopeyas, pero creó un personaje arribista y de
muchas facetas. El Conde Robinson fue interpretado por el
resonante y divertido Simon Lim, que no se comportó como el
antipático en turno. Matteo Falcier fue un patético y justamente
tonto Paolino. Todo en conjunto fue gobernado con decisión
y fantasía por un muy atento Andrea Battistoni al frente de
la óptima Orchestra Giovanile Italiana. Con la ayuda de pocos
elementos, de simples vestuarios creados por los propios cantantes,
y muchas, muchísimas ideas, De Carolis logró hacer olvidar en
más de una ocasión que se trataba de una representación en forma
semi-escénica. Fue una victoria del teatro y una experiencia para
continuar en los años venideros. Se esperan aquí las cinco farsas
rossinianas.
por Massimo Viazzo
Escena de L’occasione fa il ladro en Milán
L’occasione fa il ladro en Milán
La tradicional cita con los jóvenes cantantes de la Accademia di
perfezionamento del Teatro alla Scala di Milano, conocida también
como “Progetto Accademia”, se realizó dentro de la temporada
en curso del teatro, con la reposición de la farsa rossiniana
L’occasione fa il ladro. La célebre producción escénica de JeanPierre Ponnelle fue creada en 1987 para el Rossini Opera Festival
y repuesta al año siguiente en el máximo teatro milanés, y que en
esta ocasión fue representada aquí por Sonja Frisell. Ponnelle
exhibió una afinidad casi total con la música del llamado Cisne
de Pesaro. Todo pareció estar sincronizado como en un perfecto
reloj, sin la necesidad de exagerar las bromas o de inventar
ambientaciones supermodernas. Basta tener sólo ideas, como el
uso de una valija, para poder hacer teatro, y fue justamente de
una valija (la ópera se subtitula Il cambio della valigia) y durante
la sinfonía de introducción que aparecieron las escenografías, los
elementos escénicos y los personajes en carne y hueso.
¡Fue algo divertido!, y todo con suma gracia y naturaleza,
sin forzar las cosas. Correcta fue la prueba de la Orchestra
dell’Accademia del Teatro alla Scala, que esta ocasión fue dirigida
por el prometedor Daniele Rustioni. El elenco fue dominado por
el experto Massimo Cavalleti (ex alumno de la Accademia), quien
creó un Parmenione de timbre franco, seguro en la emisión y con
perfecta dicción. Discretos estuvieran el resto de los cantantes que
participaron en la función: Marika Gulordava, una Berenice de
interesante timbre de mezzosoprano en la zona media del registro,
el tímido y un poco perdido Conte Alberto de Ji Han Shin, y la
picante Ernestina de Elvis Mula.
por Massimo Viazzo
I puritani en Cagliari
El joven elenco de Il matrimonio segreto en Stresa
pro ópera
Para la clausura del X Festival de Sant’Efisio, venerado en
Cerdeña, se presentó el último título del catálogo belliniano, I
puritani, famoso por su difícil ejecución, ya que el compositor
escribió la partitura para las mejores voces de su época: el cuarteto
noviembre-diciembre 2010
Igualmente cotizada, gracias a la intervención de Luca Salsi,
resultó la parte de Riccardo. Al rival en amores del joven Arturo,
Bellini no se reservó una escritura más sencilla, y el barítono
parmesano afrontó la parte con una tranquilidad que le permite
aspirar ya a la categoría de una de las paletas canoras más
interesantes del momento. El bellísimo color bruñido, unido a una
facilidad en las agilidades, le permitieron afrontar dignamente
la parte, demostrándose al mismo tiempo muy desenvuelto en la
escena.
Algunas serias dificultades ha tenido, en cambio, Riccardo
Zanellato. El rol de Giorgio lo ha acompañado desde muchos años
atrás, pero evidentemente en esta ocasión el bajo ha tenido algunos
problemas, probablemente debidos a una leve indisposición, que
ahogó aquel esmalte vocal bien conocido y muy apto para el
repertorio italiano. Óptima fue la aportación de Rossana Rinaldi,
confinada a la exigua pero importantísima parte de la reina
Enrichetta. Gianluca Floris fue Bruno y Mattia Denti encarnó a
Gualtiero.
La concertación del joven director español Ramón Tebar, no
siempre diligente y adecuada para la escritura decimonónica
temprana, se esforzó por dar una lectura personal no desprovista
de algunos momentos interesantes. Contribuyó a la impresión
poco positiva de la ejecución de la Orquesta del Teatro Lírico de
Cagliari, que me ha parecido apática y desaliñada. Decididamente
mejor estuvo la prestación del Coro del Teatro Lírico, preparado
por Fulvio Fogliazza.
La instalación fue confiada totalmente a Pier Alli, quien se ocupó
de la dirección de escena, la escenografía y el vestuario. Ya vista
en Bolonia y Catania, la puesta en escena apuesta a algunos
elementos recurrentes, legados al imaginario romántico de la época
medieval.
por Francesco Bertini
John Osborn y Mariella Devia en I puritani
Fotos: Priamo Tolu
formado por Giulia Grisi, Giovanni Battista Rubini, Antonio
Tamburini y Luigi Lablache.
El teatro sardo, sin embargo, tiene mérito al haber insertado en
su temporada lírica del 2010 una producción que ha contado con
un elenco excepcional, atrayente para los melómanos de todo el
mundo, e insólito, a juzgar por la escasez de voces idóneas para
este repertorio. Para empezar, estaba Mariella Devia, campeona
del estilo belcantista, pulido y refinado. Todo lo que pueda decir
con palabras sobre la soprano italiana sonaría supérfluo. Baste
decir que su registro agudo, siempre luminoso, se afianza ahora
con una pastosidad muy acentuada en el centro, redonda y precisa.
Su fraseo es rico en matices y denota una preparación y una
asimilación completa del rol (pues lo introdujo en su repertorio
hace casi 30 años), también desde el punto de vista escénico,
sostenido por una presencia constantemente calibrada.
Pocos son los tenores que se animan a cantar el inaccesible rol de
Arturo, repleto de dificultades. En esta ocasión, Cagliari ha tenido
el mérito de reunir a la Devia con el joven tenor americano John
Osborn, que está consiguiendo grandes éxitos en todo el mundo.
Dotado de una extensión destacada y de un timbre dorado, parece
ideal para la parte y, después de algunas dificultades iniciales,
lució una línea de canto floral, rica en preciosidades estilísticas y
refinamiento técnico que resaltó una partitura a menudo torturada
por las incursiones de algunos intérpretes que no están a la altura.
noviembre-diciembre 2010
Šárka y Cavalleria rusticana en Venecia
Las temporadas líricas del Teatro La Fenice de Venecia siempre
han tenido un ojo de respeto por títulos desusados, a veces nunca
antes representados, no sólo en la ciudad lagunar sino en todo el
territorio nacional. Además, de unos años para acá, y cada vez con
mayor frecuencia, la temporada veneciana nos ha presentado dos
títulos —los así llamados “dípticos”—, en la mayoría de los casos
de un solo acto, sin una duración excesiva.
En 2008 vimos Francesca da Rimini de Rachmaninov (fue la
première italiana en forma escénica) y Erwartung de Schönberg;
en 2009 le tocó turno a Pagliacci de Leoncavallo y Von Heute auf
Morgen, también de Schönberg; y ahora la noche fue repartida
entre dos títulos: Cavalleria rusticana de Mascagni, y Šárka
de Leoš Janáček, en su primera representación en territorio
italiano. Ésta última fue compuesta a partir de un libreto de Julius
Zeyer, publicado en 1887, al que tuvo acceso el joven Janáček,
y decidió musicalizarlo. Una serie de vicisitudes, sin embargo,
impidieron al compositor concluir la obra, y la puso a dormir el
sueño de los justos hasta que, muchos años después, con la ayuda
de su discípulo Osvald Chlubna, terminó la composición y la
orquestación, y fue estrenada en Brno en 1925, para celebrar el 70
aniversario del compositor.
El elenco vocal estuvo conformado por la soprano francesa
Christina Dietzsch como la joven guerrera protagonista, aparejada
con el Ctirad del tenor Andrea Carè, quien a pesar de haber
pro ópera estudiado con Pavarotti y Kabaivanska está dotado de medios no muy
seguros, sobre todo en la zona aguda. El norteamericano Mark Steven
Doss, con una voz de bajo-barítono de relieve y óptima factura,
interpretó el rol de Přemysl, y el joven tenor Shi Yijie fue un fúlgido
intérprete del breve rol de Lumir.
La segunda parte de la noche favoreció las expectativas del público
más tradicionalista, con la propuesta de un título de repertorio:
Cavalleria rusticana. Es inútil discutirla, pues esta ópera siempre
suscita las más dispares posiciones, desde el consentimiento entusiasta
de unos, a la indiferencia, si no es que al desprecio, de otros.
Los dos protagonistas, intérpretes de los papeles de Santuzza y
Turiddu, fueron respectivamente la mezzosoprano rusa Anna
Smirnova y el tenor italiano Walter Fraccaro, y tendieron a una
excesiva interpretación del estilo verista, resultado exageradamente
sanguinarios y desmesurados. Smirnova demuestra su dominio sobre
un registro vocal normalmente confiado a una soprano. Fraccaro tiene
evidentemente una predilección por este repertorio: su vocalidad, al
estar entrenada para el estilo verista, limita de antemano los daños que
un tenor menos empujado (spinto) causaría a sus cuerdas vocales; él
canta todo realmente fuerte, a squarciagola, sin matices.
Christina Dietzsch (Šárka) y Andrea Carè (Ctirad)
Fotos: Michele Crosera
Angelo Veccia fue un Alfio de buena factura, convincente y medido;
Elisabetta Martorana una Lola desenvuelta; y Silvia Mazzoni una
correcta Lucia. Bruno Bartoletti dirigió Šárka con la experiencia que le
asegura frecuentar el repertorio decimonónico, mientras que creó unos
extraños empastes sonoros en Cavalleria, siguiendo poco a los artistas.
La Orquesta del Teatro La Fenice mostró poca limpieza y precisión,
sobre todo en las cuerdas. Bastante convincente, en cambio, el Coro del
teatro veneciano, preparado por Claudio Marino Moretti. o
por Francesco Bertini
Escena de Cavalleria rusticana
en Venecia
pro ópera
noviembre-diciembre 2010
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