Participación, representación y decisión de las mujeres en la política. La participación política y ciudadana de las mujeres en números - - - En América Latina y el Caribe no han existido cambios sustantivos en los últimos 10 años con respecto al porcentaje de mujeres en las Alcaldías. Los valores han oscilado entre el 5 y 6% de mujeres 1 . En cuanto a las mujeres concejalas, En América Latina y el Caribe la participación ha evolucionado positiva y progresivamente de 11% en 1996 a 25% en el 2006 2 . Actualmente 95 países tienen cuotas constitucionales, electorales y/o de partidos políticos para mujeres 3 . En el 2007, las mujeres constituyen solo alrededor del 17% de integrantes de los parlamentos a nivel mundial 4 y 19,9% en el continente americano. En mayo de 2003 Qatar -es una península en Asia que colinda con los Emiratos Árabes Unidos-, nombró a Sheika Almahud como la primera ministra del gabinete de Estado. El nombramiento surgió después de un referéndum del 29 de abril en el cual la población aprobó de manera abrumadora una constitución escrita que reconoce el derecho de las mujeres a votar y a postularse para cargos públicos. En este país se permitió a las mujeres votar a partir de 1999. En la actualidad, algunos países como Arabia Saudí, Bután, Brunéi Darussalam, Líbano, Omán no reconocen el sufragio a las mujeres. O sí lo reconocen lo hacen de una manera diferente que a los hombres 5 . El 7% del total de ministros de gabinete en el mundo está conformado por mujeres. En América Latina la cifra se aproxima al 15%. Las ministras continúan concentradas en áreas sociales en un 14% en las áreas legales en 9.4%, en las económicas con 4.1% y en las de asuntos políticos en 3.4% 6 . La primera y única región en el mundo en la que todos los países han ratificado la CEDAW es América Latina y el Caribe. Sin embargo, muchos países todavía no han la han ratificado como: Emiratos Árabes Unidos, Palestina y Siria entre otros. Estados Unidos es el único país industrializado que no ha ratificado la CEDAW. La participación política es un instrumento de construcción de ciudadanía, de hombres y mujeres que con derechos y deberes, asumen un rol activo y creativo en la construcción de su organización, municipio, su región y su país. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe, CEPAL, a través de la unidad Mujer y Desarrollo y comprometida a defender los intereses de las mujeres, desarrolla investigaciones y documentos con el objeto de promover la equidad de género en las políticas públicas. Brinda cooperación a los Gobiernos y otras instituciones y organizaciones para apoyarlos en el cumplimiento de sus objetivos y compromisos, en Fuente/Notas: 1 Unidad Mujer y Desarrollo, CEPAL 2 idem . 3 http://www.quotaproject.org/country.cfm?SortOrder=electoralSystem 4 www.ipu.org 5 http://es.wikipedia.org/wiki/Sufragio_femenino 6 http://www.onlinewomeninpolitics.org/statistics.htm materia de igualdad entre mujeres y hombres. Finalmente genera vínculos entre la sociedad civil, los movimientos de mujeres y los Gobiernos, para asegurar el cumplimiento del Plan de Acción Mundial (Plataforma de Beijing) y el Programa de Acción Regional para América Latina y el Caribe. ¿Quiénes escriben la historia? La participación política de las mujeres ha estado inserta dentro de un proceso histórico y cultural poco visible, lo que no significa que hayan estado ausentes en la construcción colectiva de las sociedades, ni son nuevas en el ámbito de la política. Si quisiéramos profundizar en los hitos históricos de la participación femenina se debe rastrear los documentos que dan cuenta de su accionar y pensamiento. En este sentido, destacan diversas expresiones acerca de la participación de las mujeres tanto a título individual como de grupos y colectivos organizados. Aunque éstas todavía deben ser investigadas, profundizadas y divulgadas para obtener una semblanza más cercana de lo que han significado dichos procesos históricos y sociales. En las últimas décadas, con el surgimiento de los diversos movimientos de mujeres y su destacado papel en las luchas contra los regímenes autoritarios del continente, se crearon mejores expectativas de oportunidades para la mujer. Existió apoyo internacional a esta lucha, Año Internacional, Conferencias Mundiales, Regionales y nacionales, proceso que estuvo acompañado de una inmensa producción teórica por parte de las mujeres. A pesar de estos importantes esfuerzos en todos los ámbitos de la vida pública y privada, las mujeres han sufrido y siguen sufriendo, los efectos de la división sexual del trabajo y, por ende, un trato discriminatorio e inequitativo. La participación en la política y el mercado laboral, no son la excepción, pese a la evidente prueba empírica. Cada vez más las mujeres ingresan al mercado de trabajo y a la representación política. Sin embargo, siguen ocupando, al margen de su calificación, los puestos más vulnerables y menos remunerados. Se sigue considerando que ellas “pueden menos” tanto en el trabajo manual como en los trabajos de tipo intelectual. Esta cultura política y familiar patriarcal vigente en nuestros países, las confina a la realización de “dobles” y “triples” jornadas laborales. El papel de la mujer en la política Actualmente, la participación en la representación política de las mujeres se mantiene en desventaja en relación a los hombres puesto que el porcentaje de mujeres que ocupan cargos decisorios en los gobiernos es reducido en todos los niveles. En el Poder Ejecutivo son pocos los países que superan el 10% de participación de las mujeres. En el Poder Legislativo, el promedio mundial de mujeres en el parlamento es de 17% y en el continente americano el promedio es de 20% -todavía bajo pero mejor en relación con años anteriores. Es importante mencionar que el caso de la participación de la mujer en el poder local merece otro estudio y análisis puesto que no condice con muchas de las cifras acerca de la participación de la mujer y además muchas de las leyes de cuotas no atingen a estos poderes. − − Cuadro 1: Participación de Mujeres en los Parlamentos por regiones (2007) Cuadro 2: Participación mujeres ministras por regiones acumulado desde 1900 hasta febrero del 2002 En la Administración Pública existe la tendencia de designar a las mujeres en cargos relacionados con la política social y considerados de menor rango, tales como ministerios de Cultura, Educación, Juventud y Bienestar social, mientras que en las áreas consideradas técnica y políticamente decisorias como Hacienda, Economía o Relaciones Exteriores, su participación es menor. La presencia de la mujer en cargos de importancia política y alta responsabilidad si bien ha aumentado progresivamente este avance ha sido lento. Al estar las mujeres en cargos menores, sus salarios son bajos y, generalmente no se considera su calificación a la hora de la contratación. En muchos casos, además de la discriminación salarial, son objeto de “acoso sexual”. Existen obstáculos que impiden la participación más representativa y efectiva de las mujeres en los diferentes ámbitos de toma de decisión tanto político como económico. Éstos se originan, al margen de su cualificación, en los prejuicios y estereotipos culturales que se tejen en torno a la mujer, la discriminación y la visión tradicionalista de los roles de género que generan una debilitada posición social de la mujer. Los valores tanto culturales como sociales enfatizan la importancia del cuidado de los hijos y la familia, sin embargo cada vez más, la mujer incursiona en el mundo laboral económico y político. En este sentido, las mujeres están obligadas a ser madres, amas de casa, proveedoras, trabajadoras y políticas a la vez, aunque se haga muy poco por compatibilizar dichos roles. Al no existir una política que permita a la mujer conciliar sus múltiples responsabilidades productivas, reproductivas y comunitarias, las mujeres se ven impedidas, a diferencia de los hombres de participar, organizarse y asociarse en la vida política y partidaria y como consecuencia en general, las mujeres, no “hacen una carrera” de su participación política. Las mujeres carecen de reconocimiento y legitimidad en las esferas del poder público y privado, lo que deriva en falta de oportunidades, apoyo familiar, apoyo económico, social y psicológico de la ciudadanía a las candidaturas femeninas; lo que inseguriza las mujeres en sus capacidades para participar en estos espacios. Finalmente, una vez en el ejercicio de la representación política, las mujeres están obligadas a mostrar su capacidad intelectual y de ejecución para demostrar ser merecedoras del mismo. Otras, están sometidas al permanente “acoso político”, por parte de los hombres de sus mismos o de otros partido políticos que las obligan a renunciar o no volver a la representación a través de la reelección. Participar también es poder elegir Con respecto al derecho y a las oportunidades de ejercer el voto, las mujeres reciben menos información que los hombres sobre los candidatos y candidatas, sobre los programas de los partidos políticos y los procedimientos del voto. Esta información difícilmente ha sido proporcionada por los gobiernos y los partidos políticos. Otros factores son el analfabetismo, monolingüismo y el desconocimiento e incomprensión de los sistemas políticos. La política es de “los hombres”. En algunos países, las tradiciones y los estereotipos sociales y culturales se utilizan para disuadir a las mujeres a ejercer su derecho al voto. Incluso muchos hombres ejercen influencia y control sobre el voto de la mujer, ya sea por persuasión o por acción directa. En algunos países, en las áreas rurales distantes de las mesas de sufragio, en la familia, se “decide” que sea el hombre quien se dirija a sufragar. Pequeños pasos de las mujeres grandes saltos de la humanidad Existen diversas instancias y acuerdos reconocidos a nivel internacional como las Estrategias de Nairobi orientadas hacia el Futuro para el Adelanto de las Mujeres (1985); la Plataforma de Acción de Beijing (1995) y la Convención sobre la Eliminación de todas las formas de Discriminación Contra la Mujer, CEDAW (1979), entre otras, que han sido creadas con el objetivo de equilibrar la tendencia de baja representación femenina en las diferentes esferas públicas. Entre los postulados recomendados resaltan el Impulsar leyes de acción positiva/afirmativa o leyes de cuota a favor de las mujeres en los niveles legislativos nacionales y locales y la promoción a puestos de alto nivel en los Organismos Ejecutivo, legislativo y Judicial. Los sistemas de cuotas han sido considerados como una de las acciones más eficaces para aumentar la participación política de las mujeres puesto que la visibilización de las liderezas otorga mayor importancia a los derechos de las mujeres en general y promueven cambios de actitudes acerca de sus roles y habilidades. La ley de cuotas es uno de los medios más adecuados para hacer efectivo el principio de igualdad y paridad ante la Ley, a mayor presencia femenina en las “esferas públicas”, aquellas, se hacen visibles ante la sociedad. Además, les permite una relativa estabilidad en el ejercicio del puesto y representar los intereses del electorado femenino introduciendo una perspectiva de género en las políticas pública, acrecentando las oportunidades de otras mujeres. Sin embargo, el sistema de cuotas aunque haya logrado resultados importantes, todavía no garantiza el acceso al poder. Éste requiere de cambios profundos en la democracia y en la cultura política para ser totalmente efectivo, ya que no es suficiente que la mujer ocupe un porcentaje representativo dentro de las listas partidarias, sino que el partido, las agrupaciones ciudadanas e indígenas las apoyen y les den la publicidad necesaria para lograr posiciones en el poder. Otra forma de propiciar la participación política de la mujer es la incorporación de la perspectiva de género en las políticas públicas, la planificación, implementación de estrategias gubernamentales y no gubernamentales y las asignaciones presupuestarias y el gasto público con el fin de discriminar positivamente a las mujeres y las niñas. La transversalización de género no es un fin sino el camino para el logro de la equidad Promover la igualdad de género y la autonomía de la mujer es uno de los ocho objetivos de la Declaración de los Objetivos del Milenio, aprobada por la comunidad internacional en el año 2000 en su intento por reducir la pobreza y las desigualdades. La medición de las metas, a través de sus indicadores, es un instrumento para ampliar las oportunidades de participación de las mujeres