LA LENGUA VIPERINA

Anuncio
LA LENGUA VIPERINA
¿Quién es la voz detrás de los incendiarios e-mails que atacan sin piedad al
establecimiento literario del país? Muchos creen que está loco, pero eso decían de
Hamlet y del Quijote. Perfil.
Por Marianne Ponsford*
[email protected]
Directora de Arcadia
Arcadia, nº46, Bogotá, Julio de 2009
En la historia de la literatura (es decir, en la historia no oficial del ser
humano), existe un personaje no muy conocido que causó revuelo en
su tiempo: se llamaba Charles Augustin Sainte-Beuve. Vivió en París en
el siglo XIX, y fue el crítico literario por excelencia de la Francia
romántica. Era un hombre brillante y estudioso, y tenía una mala leche
tan terrible que, con razón, lo odiaban muchísimos escritores. Con las
armas de una lucidez escéptica y una cierta ceguera que el tiempo puso
en evidencia, atacó con virulencia a los grandes escritores del parnaso
francés. Nadie salió indemne: ni Víctor Hugo ni Balzac, ni Gautier ni
George Sand. Ni siquiera él mismo. "Este es mi arsenal de venganzas:
digo la verdad", afirmaba.
La gente del mundo de la literatura suele recordar a Saint-Beuve por
un famoso libro, escrito por Marcel Proust y publicado de manera
póstuma. Se llamaba Contra Sainte-Beuve. En ese librito podrían estar
los orígenes de la monumental obra de Proust: En busca del tiempo
perdido.
Pero el librito de Proust no era solo un ataque personal. Era una
refutación vehemente de la propuesta crítica de Sainte-Beuve. Este
creía que para poder analizar la obra de un escritor había que
examinar su vida. Y metía los dedos sin recato en las intimidades de los
escritores, para hablar sobre su obra. Proust creía que Sainte-Beuve
estaba equivocado, y si bien el tiempo parece haber inclinado la
balanza a favor de Proust, el debate sobre si el examen de la vida del
escritor es o no pertinente para juzgar su obra ha protagonizado el
siglo XX. Los tres ejemplos más citados fueron los de Ezra Pound, Knut
Hamsun y Louis Ferdinand Céline. A los dos primeros se les criticó el
haberse puesto "del lado de los malos" en la Segunda Guerra Mundial, y
al otro, su antisemitismo. En la última década este debate ha vuelto a
tomarse la escena: Milán Kundera y Günter Grass han sido objeto de
cientos de artículos de prensa por su supuesta colaboración con
regímenes totalitarios.
Harold Alvarado Tenorio, poeta e intelectual, es el pérfido SainteBeuve de nuestro tiempo. No es conocido por el gran público por una
razón: no escribe en medios nacionales. No lo hace, según él, porque no
lo dejan: "Roberto Posada me sacó de El Tiempo porque José Mario
Arbeláez se lo llevaba a tomar trago a su apartamento y a hablarle mal
de mí. Hasta que lo convenció y me dijo que yo no hacía más sino joder".
Aunque sí ha escrito en medios nacionales. Alvarado Tenorio pasó
breves temporadas en París, adonde no pudo volver un buen tiempo
por haber publicado en el diario El Pueblo, de Cali, un artículo salvaje
sobre los oficios de los intelectuales colombianos allá: "Había un tipo
que hacía trabajar a su novia de prostituta; otro que cuidaba una
elefante en un circo y muchas cosas más. Cuando se publicaron dijeron
que me iban a matar". A finales de los años ochenta regresó a Colombia
y comenzó a disparar sus dardos venenosos en el diario La Prensa
("jodé, jodé", le decía Juan Carlos Pastrana) contra varios de sus 'ex
amigos' como Darío Jaramillo Agudelo, a quien comparó con un
banquero milanés, pues acababa de ser nombrado gerente cultural del
Banco de la República, o Juan Gustavo Cobo Borda, de quien se mofaba
llamándolo el poeta de la Roma imperial.
"A Alvarado Tenorio le debemos el haber resucitado en Colombia el
gran género olvidado de la diatriba literaria", dice de él su amigo
Antonio Caballero. Alvarado Tenorio se reconoce como heredero de
ese género. Su mentor viperino e intelectual fue Jorge Zalamea, quien
impartía talleres literarios a finales de los sesenta en la Universidad del
Valle. Dice haberse convertido en la lengua ponzoñosa que es gracias a
Borges, personaje con el cual tuvo una relación cordial cuando el
escritor argentino estaba en el ocaso de su vida. "Que yo sea una lengua
viperina es también por Borges, que era experto en el arte de humillar.
Muchas de las cosas que escribió las hizo para burlarse. Borges se puede
leer de muchas maneras: los franceses lo leen como metafísico, pero los
argentinos como un viejo hijueputa que se burla de todo el mundo y que
destilaba veneno contra sus amigos".
¿Dónde y contra quién escribe hoy Alvarado Tenorio sus diatribas?
Ah. Alvarado Tenorio es un diestro amante de las nuevas tecnologías.
Casi a diario, en los buzones de correo electrónico de cientos de
escritores, periodistas culturales, amigos y enemigos, hay alguno cuyo
remitente es "Noticias culturales", o "Arquitrave" (el nombre de la muy
buena revista de poesía que hace él solo, en su casa, desde hace ya
muchos años), o "HAT". Los correos pueden incluir una salvaje
andanada contra la poeta Piedad Bonnet o Juan Manuel Roca, un
inclemente juicio a la académica de literatura Luz Mery Giraldo, una
burla despiadada y desopilante del "excelso poeta" Belisario Betancur
o, más recientemente, brutales invectivas contra Héctor Abad
Faciolince, a quien llama "el huérfano ilustre" o contra William Ospina,
autor de El País de la Canela, a quien parodia como ciudadano del "país
de los lagartos".
De un tajo, Alvarado Tenorio abre boquetes en el amor propio de sus
enemigos y les echa sal. "Yo no odio a nadie, a nadie", asegura con
vehemencia. Para él, que parece un archivo secreto de chismes sobre
los intelectuales, es casi un deber pelear contra lo que considera un
país adocenado. "Lo que pasa es que yo no me voy a morir y estos creen
que yo me les voy a comer el cuento. Mientras yo esté vivo, les voy a decir
que no son nadie, NADIE".
Alvarado, al igual que el Sainte-Beuve descrito por los hermanos
Goncourt, es voluminoso y no muy agraciado. El día que llega a las
oficinas de Semana para conversar con Antonio Caballero y con la
redacción de Arcadia, luce una magnífica bufanda de vivos colores
sobre su camisa de bluyín, y sus pies van calzados de manera
memorable: unos tenis Puma rojo escarlata enfundados en unas
medias marrón con pelotitas rosadas y rayas verde manzana. Tanto
Caballero como Juan David Correa y yo misma (debo decir que
Alvarado Tenorio me lanzó un jab violento al corazón en uno de sus
correos que me dejó maltrecha un par de días), no podemos más que
soltar risas o carcajadas cada tanto. Se levanta con estupendos
ademanes histriónicos, mientras se defiende de nuestros reclamos: "Yo
no tengo interés en ofender a Piedad Bonnett —dice con risueños
aspavientos—. Escribo sobre ella porque me parece un personaje
cómico, una señora culi fruncida que se las tira de gran poeta con unos
poemitas güevones dizque "Despojos de la mañana, una taza con el
pozo del café, virutitas de pan francés comprado donde Chez Rocá,
margarina derretida del corazón de Darío, un trozo de papaya,
obsequio de Whilhem, El Tiempo de ayer con la entrevista en
Martinez Campos, vida cotidiana: mamá está más triste que la Una",
¡No, por favoooooooooooor!".
Alvarado Tenorio exagera, manipula los hechos, repite chismes sin
corroborar las fuentes, destila un veneno a veces demasiado fácil -y no
da siempre en el blanco, sin duda—, pero hay un alocado parpadeo de
verdad en su desmesura, algo de difícil verdad en su monomanía.
Cuando le preguntamos qué tiene de malo el Festival de Poesía de
Medellín, contesta: "Fernando Rendón es un vividor. El origen del
conflicto con él es por malos tratos. Una vez me invitaron a un festival de
poesía en Caracas y eso era muy ridículo. Yo lo escribí en la prensa, y
Rendón me mandó una carta diciéndome que yo era una porquería. Otro
día, después del secuestro de mi tío, me llama por teléfono y me dice que
me está mandando por correo una carta para que la suscriba. La carta
decía que el presidente había mandado a asesinar a los diputados del
Valle. Yo lo llamé y le dije: 'Mira, Fernando, primero, yo odio a las FARC,
segundo, odio a Pablo Catatumbo'. Y él me dice: 'Ah, es que vos sos un
uribista, vos pensás es con el culo'. Le dije: 'Conmigo no te metas. El que
yo sea uribista a vos no te importa. No te metas conmigo porque no
solamente te voy a desprestigiar sino que te voy a dejar en la ruina'. Así
que le clavé catorce páginas diciendo que él es un vividor que trae un
montón de indígenas que él se fornica; unos negros de mierda y un
montón de disfrazados, y ¡cobra por eso! Y los pobres, oyendo cómo un
negro les grita:
Natowa kitandawili mwenye jawabu kutowa
Wako watu sura mbili majaraha yasopowa
Kuchupa kwao kuwili nyoyo zao zaunguwa
Watakayo ni muhali milele hayatokuwa
y él les traduce
Vivan las mujeres que tienen dos maridos
Abajo el trabajo Viva el dinero publico
Yo soy feliz con mi tabaquito
Viva Jacobo Arenas Viva Arturo Alape
Vivan todas las formas de lucha contra el patrimonio nacional
¡No jodás! En ningún país pasa eso. ¡Anda a hacer eso en Alemania
para ver cómo no va nadie! Eso es el hambre. Esos festivales son una
mierda. ¿Y qué te parece la Casa Silva con ese inútil al que el papá
delante de mí le decía: 'Tú eres un imbécil, ala, introdúcele el
meñique por el orificio a la dama, méteselo'? Dizque la poesía al
servicio de este cretino, ocho y medio millones de pesos se gana. Y si digo
que el Hay Festival es una vergüenza es porque es verdad: porque eso no
se puede hacer en una ciudad surcada por la miseria. Pero se puede
responder".
Para ser justos, hay que decir que Alvarado Tenorio también envía emails con poemas que le parecen valiosos (como un hermosísimo
poema de Cecilia Balcázar de Bucher), o cuando lanzó su campaña en
pro del Premio de Poesía Reina Sofía para Meira del Mar, poco antes de
que ella muriera.
Y hace eco de Sainte-Beuve también en su mofa de sí mismo. El email en el cual apoyaba su propia candidatura para Fiscal de la Nación,
en la que aparecía ataviado con la corona de un emperador chino en la
Gran Muralla China, no tiene pierde: es un acto genial de auto burla, en
un país en el que para él, demasiados intelectuales de tercera línea se
toman muy en serio a sí mismos, y no quieren más que vivir de dineros
públicos. Y aunque entre el dinero y la palabra, para Alvarado Tenorio
la batalla la gana el dinero, sí cree profundamente en el poder de las
palabras: "Claro. Acuérdese de Moisés advirtiéndole al Faraón sobre las
siete plagas de Egipto."
Después de oírlo hablar de sus amigos, que parece que tanto lo
hubieran defraudado, es inevitable preguntar si no siente que la suya
ha sido una vida de desencantos. Y dice: "Se lo respondo con un poema
mío, Proverbios:
No hables,
mira cómo las cosas a tu alrededor se pudren.
Confía solo en los niños y los animales
y de los ancianos aprende el miedo de haber vivido demasiado.
A tus contemporáneos pregunta solo cosas prácticas
y comparte con ellos tus fracasos, tus enfermedades,
tus angustias, pero nunca tus éxitos.
De tus hermanos ama el que está lejos
y teme al que vive cerca.
A tus padres nunca preguntes por su pasado
ni trates de aclarar con ellos tu niñez y juventud.
Con tu patrón no hables, escríbele y nunca le cuentes
tus planes futuros y miéntele respecto a tu pasado.
Ama a tu mujer hasta donde ella lo permita y
si llegas a tener hijos, piensa que, como en los
juegos de azar, podrás ganar o perder.
El destino no existe, eres tú tu destino.
Y sí llegas a la vejez
da gracias al cielo por haber vivido largo tiempo,
pero implora con resignación por tu pronta muerte.
Los que no tenemos dinero ni poder
valemos menos que un caballo, un perro,
un pájaro o una luna llena.
Los que no tenemos dinero ni poder
siempre hemos callado para poder vivir largos años.
Los que no tenemos dinero ni poder
llegados a los cuarenta debemos vivir en silencio
en absoluta soledad.
Así lo entendieron los antiguos,
así los certifica el presente.
Quien no pudo cambiar su país
antes de cumplir la cuarta década, está condenado
a pagar su cobardía por el resto de sus días.
Los héroes siempre murieron jóvenes,
no te cuentes, entre ellos,
y termina tus días
haciendo el cínico papel de un hombre sabio.
¿Pero ese poema no contradice su pasión por la palabra? "No" —
responde-. "En mi poema yo digo que hay que callarse porque cuando
uno llega a cierta edad y los otros tienen el poder, si uno habla, puede
perecer. Lo matan. Yo no me callo porque he asumido una actitud ética.
He estado a punto de morir muchas veces y creo que todo es más simple
de lo que parece".
*A partir de una entrevista de Antonio Caballero, Juan David Correa y Marianne Ponsford.
Descargar