Tesis Electrónicas UACh - Universidad Austral de Chile

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UNIVERSIDAD AUSTRAL DE CHILE
FACULTAD DE FILOSOFÍA Y HUMANIDADES
PEDAGOGÍA EN LENGUAJE Y COMUNICACIÓN
Profesor patrocinante: Mg. María Isabel Larrea O.
Instituto de Lingüística y Literatura.
El bandido en tres cuentos de
Óscar Castro
Tesina para optar al título de
Profesor de Lenguaje y Comunicación y al grado de Licenciado en Educación
VIVIANA ANDREA OJEDA MARTINIC
SERGIO ALEJANDRO ROSAS PÉREZ
VALDIVIA – CHILE
2006
Por su presencia permanente, a pesar de la distancia, a quien debo todo: a mi Familia.
Por el abrigo y el cariño brindado por años, a la familia Hagedorn Hodges.
Por su compañía y los buenos momentos vividos en mi pasar por Valdivia, a mis amigos.
Finalmente, a todos quienes confiaron en mí y motivaron mi labor.
- Viviana.
A mi familia, por sus sonrisas y abrazos, motor de esta travesía.
A mis profesores, que sembraron de preguntas mis cuadernos.
A mis amigos, compañeros de viaje e ilusiones.
A todos quienes, junto a mí, creyeron en este sueño.
- Sergio.
1
ÍNDICE
PÁGS.
1. INTRODUCCIÓN
3
2. ANTECEDENTES BIBLIOGRÁFICOS
6
3. NUESTRA PROPUESTA
10
4. ANÁLISIS DEL CORPUS
4.1 DON BEÑO
12
4.2 EL ÚLTIMO DISPARO DEL NEGRO CHAVES
16
4.3 EPOPEYA DE JUAN EL CRESPO
22
5. ELEMENTOS COMUNES E INTERPRETACIONES
27
6. CONCLUSIONES
33
7. BIBLIOGRAFÍA
36
2
INTRODUCCIÓN
En el siguiente estudio analizaremos la construcción de la figura del
bandido en tres cuentos de Óscar Castro. Esta temática ha sido ampliamente
estudiada como fenómeno social por la historiografía en nuestro país y
desarrollada principalmente a fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX.
Hemos escogido analizar la representación del bandido en tres cuentos de
Óscar Castro, porque este autor configura escenas campesinas utilizando
recursos estilísticos que complejizan y enriquecen su discurso. Los personajes
que asumen el bandidaje son construidos con similitud a los referentes históricos y
sus cualidades, en general, son idealizadas por los narradores y demás
personajes, y a través de ellos podemos comprender el proceso social del mundo
rural en que se sitúan. La aparición de dichos sujetos en la literatura de Castro, en
la década de 1940, permite reconocer otras temáticas, relacionadas al bandidaje,
expresadas en sus cuentos tales como la injusticia, las condiciones de vida
deplorables, el abuso de poder y las diferenciaciones sociales. El bandido,
personaje de origen rural, es el resultado de una clase trabajadora que sufre
cambios radicales en el proceso de transformación social experimentado por
aquellos años en Chile, debido a las crisis económicas y políticas, y a las
alteraciones sociales que ellas conllevan.
A partir de los cuentos de Castro, nos ha parecido interesante observar y
analizar la construcción poético – ideológica del bandido, en la medida que este
autor, al igual que otros narradores, como Rafael Maluenda y Guillermo Blanco,
3
expresan una visión positiva, casi romántica del bandido y que se contradice con
la imagen delincuencial que habitualmente tiene este personaje, debido a que
representa ideales colectivos, asumidos también por la clase baja.
Los cuentos que analizaremos son: Don Beño, El último disparo del Negro
Chaves (Ambos en Huellas en la tierra, 1940) y Epopeya de Juan el Crespo (En
La sombra de las cumbres. 1944) y nuestro propósito es realizar una lectura
interpretativa de estos personajes, en tanto signos estéticos complejos, cuya
actualización hace posible entender que su construcción poético – ideológica, en
el discurso narrativo de Óscar Castro tiene una especial significación cultural,
histórica y estética, expresada y validada en los respectivos cuentos. Con este
propósito, entenderemos al texto literario como un proceso textual que actualiza
las significaciones explicitadas, en la relación texto- lector.
Para entender su significación cultural
es necesario analizar las
adjetivizaciones e indicios del narrador y no sólo considerar la oposición entre el
verosímil construido por los textos y la valoración negativa que socialmente se
hace de ellos. El aspecto histórico será analizado a partir del espacio temporal en
que se sitúan los relatos y el modelo social, en tanto la tradición plantea a estos
personajes como sujetos que transgreden las normas sociales. El plano estético o
construcción poética se analizará a partir de los mecanismos que sirven para
configurar la representación parcial y resignificada del referente empírico, como la
exégesis de los títulos, la utilización de los ambientes y los narradores.
Como metodología de trabajo asumiremos, en primera instancia un análisis
individual de cada relato, entendiendo que toda lectura es un procedimiento
4
semiótico que se actualiza y produce significación en el proceso comunicativo, en
la relación texto-lector. Desde esa actualización se determinará la construcción del
bandido como un signo, cuyo estudio se debe abordar en los planos denotativo y
connotativo. Posteriormente, los resultados de cada análisis serán comparados
para establecer los elementos comunes, obteniendo una visión global del
fenómeno representado por Castro, y dar organicidad al constructo del bandido en
su totalidad. Nuestra lectura finaliza con las interpretaciones logradas mediante el
análisis, entendiendo que todo texto literario es necesariamente abierto, aunque
se configure en base a un verosímil realista, lo que nos permite interpretarlos
desde diversas perspectivas.
En último término, consideraremos al bandido de Óscar Castro como una
estructura compleja que no se construye de manera aislada, sino mediante la
conjugación de elementos comunes entre los diferentes relatos, ya que éstos son
coherentes en la emisión, el mensaje y la perspectiva de recepción de los cuentos,
en tanto presentan una alineación en la configuración de la ideología asociada al
bandido en su relación con la sociedad y como víctima de las injusticias del
sistema en que se desarrolla.
5
ANTECEDENTES BIBLIOGRÁFICOS
Óscar Castro, a pesar de tener presencia en el canon pedagógico con
algunos de sus relatos y textos poéticos, sugeridos en el currículo oficial del
Ministerio de Educación, ha sido olvidado por la actividad de la crítica literaria. No
existen estudios con perspectivas más recientes (semiótica) acerca de su obra; su
calidad poética y narrativa es reconocida por algunos historiadores de la Literatura
(Fernández 1996: 582-586; Montes, Orlandi 1957: 259-265); sin embargo, Cedomil
Goic, que trabaja en base a los procesos de canonización, no hace mención a su
figura.
La calidad estética referida, permite un análisis que considere un proceso
de lectura que sea capaz de reconocer las estrategias discursivas complejas que
se expresan a través de la descripción de ambientes y de la construcción de los
personajes en todos sus aspectos. Por otra parte, en esta falta de estudios
críticos, no se puede negar la predominancia alcanzada por el mundo urbano que
se ha instalado en todos los ámbitos de nuestra sociedad, incluyendo la literatura,
y que ha terminado por desplazar al imaginario rural, tan importante en el
desarrollo de nuestro país y que ha sido desalojado de nuestra concepción
ideológica.
Un tema adyacente, pero no menos importante que nos ocupa en este
trabajo es el del bandidaje, desarrollado tanto en la producción literaria y crítica
como en estudios sociológicos y culturales. La bibliografía acerca de este tema
tiene vigencia hasta nuestros días, puesto que ha tenido especial relevancia, en
6
tanto da cuenta de una realidad social que no ha podido ser resuelta. Este
problema ha sido abordado desde las perspectivas históricas y sociales y de ahí el
interés de estudiar una figura que se desenvolvía en la marginalidad, que ha sido
importante para nuestra cultura, entendiendo que el fenómeno ha sido descrito
como un mecanismo de levantamiento popular1.
El bandido en nuestra historia ha sido sistematizado en variados estudios,
que van desde su caracterización tipológica (Valenzuela: 1991), en un
ordenamiento cronológico, hasta textos de investigación que abordan el fenómeno
como resultado de procesos sociales que se fundan en la crítica del
funcionamiento del sistema (Dantel: 1935, Salinas: 1986, Vitale: 1994). El
bandolero que se desenvuelve en el mundo rural, ha sido interpretado
especialmente como el producto de las injusticias sociales que se generaron en el
sistema oligárquico de la sociedad chilena en períodos que van desde la segunda
mitad del S. XIX hasta mediados del siglo XX. En dichos estudios se refieren como
razones causales al desempleo, la desigualdad social, la transición rural - urbano y
la manipulación de la justicia oficial y la ley positiva por parte del poderío
oligárquico, como ocurrió en el llamado período parlamentario de nuestra historia
nacional. Muchas veces se caracteriza a este bandolero como una víctima del
sistema, que opera en un acto reaccionario y que en variadas ocasiones cuenta
con el apoyo de la clase baja.
1
Goicovic, Igor. 2004. Consideraciones teóricas sobre la violencia social en Chile (1850-1930). pp.
129-130.
7
En lo que respecta a su construcción literaria, en nuestro país, este
personaje tiene sus orígenes en el cuento El bandido de Salvador Sanfuentes,
publicado en 1885 y su desarrollo se prolonga de manera transversal hasta los
textos modernos, como Eloy (1960) de Carlos Droguett.
Es particularmente relevante la sistematización que hace Elvira Dantel, en
el año 1935, en la que se analiza el traspaso de la presencia de este personaje
desde la realidad histórica a la realidad estética, puesto que hace un recuento de
la presencia de bandidos reales en la producción literaria.
Hay escritores que han dedicado gran cantidad de páginas a relatos acerca
de estos sujetos, un ejemplo es el corpus Historias de bandidos de Rafael
Maluenda, recopilado por Zig-Zag en 1961 donde se mezclan los referentes
ficticios con los históricos. Manuel Rojas en El bonete maulino (1943) y Guillermo
Blanco en Misa de réquiem (1959), también colaboran en la construcción del
imaginario literario del bandido chileno, pero es particularmente significativa la
elaboración de un corpus temático realizado por Enrique Lihn en su antología Diez
cuentos de bandidos publicados por la Editorial Quimantú en 1972 y
posteriormente reeditado en el año 2001, con el nombre de Relatos de bandidos
chilenos, lo que nos permite reconocer la presencia continua del personaje en un
periodo extenso de nuestra literatura. En el prólogo de dicha antología, Lihn aclara
el lugar de Óscar Castro en la temática del bandido cuando señala que: “A partir
de él las historias de bandidos comienzan a escasear o a ser sustituidas por otras
formas de marginalidad y por preocupaciones que se alejan (…) de rincones
inéditos de Chile.“ (Linh. 2001: 27). Esta idea nos permite reafirmar el cambio del
8
escenario rural-urbano en nuestra literatura y con ello el abandono de los
personajes marginales del mundo campesino.
9
NUESTRA PROPUESTA
Si bien los estudios sociales existentes sobre el bandidaje rural son
variados, como El bandolero chileno del siglo XIX de Salinas y Bandidaje rural en
Chile central. Curicó, 1850-1900 de Valenzuela, no existe un análisis que asocie
los elementos de dichos trabajos con la obra narrativa de Óscar Castro,
específicamente con sus cuentos. Por ello, consideramos importante un análisis
que relacione el tema del bandidaje con temáticas como la marginalidad,
entrecruzada con la ruralidad y la justicia social, particularmente en un autor
nacional que ha sido relegado de la memoria colectiva, tanto de los lectores
comunes como de los críticos literarios.
Para el análisis de los tres cuentos mencionados nos proponemos, como ya
hemos señalado, determinar la construcción discursiva y la significación – cultural,
histórica y estética – del bandido. Para ello daremos cuenta del proceso
comunicativo referido en los cuentos: la emisión, el mensaje y la recepción serán
nuestros ejes de lectura. De tal modo que entenderemos al texto literario como un
signo que actualiza la significación en la relación texto- lector.
Analizar el fenómeno del bandolerismo como un signo del proceso social y
literario en los cuentos de Óscar Castro desde un punto de vista semiótico,
significa abordar el proceso comunicativo a partir de la configuración de un lector
modelo, cuya construcción permite encontrar la del emisor y la de sus personajes,
la relación entre las distintas voces del tejido textual y las que se establecen entre
éstas y el mundo narrado; todos estos elementos necesarios para el cumplimiento
10
del objetivo de una obra literaria, una lectura no solamente textual, sino también
interpretativa.
El narrador y el autor textual son, en nuestra propuesta de lectura,
elementos constructivos importantes de la emisión, mostrar sus objetivos,
características e ideología, plasmada en los cuentos, nos parece relevante para
proponer una lectura acabada de estos relatos.
Para analizar el mensaje,
consideraremos el tiempo de la historia, el espacio, los personajes, en su
construcción indicial, en base a los atributos que el narrador les otorga. Esta parte
del análisis, será trabajada de acuerdo a la sistematización de conceptos realizada
por Garrido (1993), puesto que realiza una discusión amplia frente a los diferentes
conceptos abordando variadas visiones de diferentes autores. Para estudiar la
recepción, utilizaremos el concepto de “lector modelo” propuesto por Eco (2000)
para entender que los cuentos de Castro entregan una visión de texto que sólo
podemos comprender en la medida que existen vacíos interpretativos que los
lectores pueden llenar con la ideología planteada por el propio autor en sus
cuentos.
Todo este análisis, nos permitirá, finalmente, hacer una lectura de
conceptos tales como marginalidad, justicia, ruralidad, popularidad, religiosidad y
naturaleza para ver que todos ellos están utilizados con la intención de orientar el
proceso de lectura y configurar esta visión particular y estética del constructo
bandido en el acto de lectura.
11
DON BEÑO (1940)
En el cuento “Don Beño”, el autor textual, como ente que estructura y
organiza la obra, establece los límites de la narración a su lector modelo. El título,
limita la narración entregando los primeros indicios de ésta, el nombre del
personaje instala su importancia y con ello se asume su protagonismo dentro del
texto. Un segundo momento importante de la aparición de este autor textual es la
presencia de un cartel escrito por el propio protagonista. Este elemento cumple
una función emotiva para el lector, pues sensibiliza a éste, causando complicidad
al observar la sencillez en su construcción. En dicho cartel, se observa el primer
rasgo de este protagonista, su deficiente educación formal la que posteriormente
será reafirmada por el narrador en las primeras líneas del relato.
En el plano de la enunciación, el narrador situado fuera de la historia y sin
participación como personaje, es un narrador extradiegético2. No obstante,
participa entregando juicios de hechos o personajes determinados; de éstos
últimos, ofrece los atributos positivos y justifica los negativos, entendiendo de esta
forma una razón para cada acción reprobable, orientando así la percepción del
lector, quien puede asumir mediante la influencia del narrador, al personaje como
2
“Puede ser que don Beño tenga cuarenta y cinco años. También puede ocurrir que tenga
sesenta. Hace quince que los parroquianos le conocen los mismos bigotes lacios y las mismas
palabras gastadas.” (Castro 1940: 12)
12
un ser positivo y que si se convirtió en bandido o realiza determinados delitos es
debido a las circunstancias.3
El mundo que proyecta el narrador está marcado por el control que ejerce la
ley, y frente a ello revela rasgos definidos de injusticia social. Además, este mundo
se construye en base al verosímil rural de la clase trabajadora. Finalmente, la
ideología proyectada por el narrador se configura a partir de los conceptos de
lealtad y solidaridad entre los bandidos, entregando una de las características
centrales de dichos sujetos. Don Beño, al tomar el cuchillo para actuar en contra
del sargento, arriesga perder los quince años de tranquilidad por ayudar a su
antiguo compañero.
Hemos seleccionado, para nuestro análisis, a Don Beño y a Ruperto, los
dos bandidos presentes en el relato, y en torno a quienes se desarrolla la diégesis.
Don Beño se construye mayoritariamente por los atributos otorgados por el
narrador, que lo describe como un hombre astuto, de edad avanzada y que hace
aproximadamente 15 años atiende su boliche; sin embargo, en su juventud fue un
bandido. Dichos elementos nos permiten realizar, a priori, una interpretación
positiva del personaje.
Por otra parte, la mayoría de los atributos otorgados a Ruperto, son
entregados por los mismos personajes, y en ocasiones interviene el narrador, se
describe como un hombre relativamente joven, peligroso, grande, flaco y de
facciones duras. En Ruperto, la descripción es mayoritariamente física a diferencia
3
“Han saltado los cercos de la ley para vengarse. El hombre que esperan es un “delgao’e verijas”,
un “chupa”, un traidor.” (Castro. 1940: 15)
13
de Don Beño, que se construye de manera más acabada y profunda debido a su
protagonismo en el desarrollo de la historia.
Para el análisis del mundo narrado, hemos considerado cuatro aspectos
centrales en nuestro estudio: naturaleza, ruralidad, marginalidad y religiosidad, ya
que éstos son elementos propios del mundo campesino y están desarrollados para
lograr una construcción acabada de dicho verosímil, permitiendo establecer una
representación compleja del mundo rural. El desarrollo del primer aspecto es
escaso en el texto; sin embargo, se realiza una breve descripción del ambiente
mediante elementos como la noche, la montaña y la vegetación. La característica
de dichos elementos se refiere a que el narrador le entrega cualidades animadas,
considerándolos en ocasiones como un personaje que adquiere vida y acción4,
aspecto que se fundamenta en la ideología campesina, que atribuye rasgos
humanos a los elementos naturales. La ruralidad se observa al momento de narrar
los sucesos, el narrador los sitúa en un boliche rural a cargo del protagonista,
además constantemente se menciona a campesinos y peones5; por otra parte, la
marginalidad en este cuento se da en el plano legal, mediante la persecución del
bandido y también existe una marginalidad social, a través del acto de delación6.
En el ámbito de la religiosidad, al inicio del texto, en el cartel existe una alusión a
la crucifixión de Cristo, y a medida que avanza la narración, se observan
permanentes referencias a las imágenes de Jesús y el Diablo.
4
“La soledad y la noche penetran lentamente al negocio. Se sienten bien allí. (…) Permanecen allí
hasta que el despachero se decide a arrojarlas fuera con la luz de la lámpara.” (Castro 1940: 13)
5
“Por el camino de “El Trapiche” caen a la calle del Cementerio los peones de los fundos
próximos.” (Castro 1940: 12)
6
“Un chiquillo me dijo ahí en l’esquina qu’el Rupa se había metío aquí. Tengo que registrarle la
casa.” (Castro 1940: 17)
14
Por último, cabe mencionar que este cuento se sitúa en la zona central de
nuestro país, hacia el final de la primera mitad del siglo XX, debido a la presencia
de la línea férrea y la explotación minera. Además, se menciona la presencia de
carabineros, institución fundada en el año 1937. Todos estos elementos nos
permiten ubicar la diégesis en un momento histórico de nuestro país regido por el
poder del estrato dominante y sus consecuencias en la clase trabajadora.
En este texto no se entregan muchos rasgos definitorios de los bandidos,
considerando que Don Beño lo fue en algún momento y no se detalla mayormente
su actuar, además, Ruperto aparece brevemente y su descripción se ubica más en
la situación que en su oficio. Sin embargo, es importante considerar que se hace
entrega de las dos proyecciones de dichos sujetos, por un lado, aquel que
representa el anhelo de tranquilidad, mediante el abandono de la marginalidad y la
reincorporación al sistema social, y por otro, el que persiste en el bandidaje;
aparentemente, las decisiones de los personajes se deben a razones etarias,
puesto que don Beño, debido a su edad, busca la calma en su quehacer mientras
que Ruperto se describe en el texto como un hombre joven, con la suficiente
agilidad para continuar con esa opción de vida.
Por último, la construcción del bandido como protagonista nos permite
inferir la validación de éstos personajes por parte del autor, que son reafirmados
por los cuatro elementos señalados, los cuales determinan la representación de
los personajes como sujetos cuyo actuar e ideología son justificados en el texto.
15
EL ÚLTIMO DISPARO DEL NEGRO CHAVES (1940)
El título del texto configura el horizonte de expectativas, el protagonista, a
través de su apodo e implicancias físicas, expresa una valoración acerca del color
de piel de las personas, lo que revela una construcción de un mundo regido por
las distinciones raciales. Por otra parte, se entrega información acerca de un
desenlace trágico propio de la situación en que efectivamente acaba, con la frase
último disparo, reforzando la idea del bandidaje como fenómeno de violencia
social, revelando una ideología que da cuenta de un sistema opresor que sólo
puede ser enfrentado mediante métodos reaccionarios de levantamiento.
El narrador extradiegético, situado fuera de la historia, es sin embargo,
cercano a los sucesos y conoce el ambiente en que se desarrollan. Da cuenta de
los hechos que comienzan con los preparativos para el encuentro entre el
sargento Gatica, despiadado representante de la justicia, y el Negro Chaves, hasta
el amanecer cuando ambos mueren; además, El uso de la analepsis7 para
construir los personajes y describir su pasado es importante porque permite
completar la historia de una manera dinámica en función del lector.
El narrador, portador de la ideología, habla de un mundo en el que se
consideran las clases sociales como separaciones infranqueables en el ámbito
rural y hace una distinción entre ellas; se habla de patrones, capataces, inquilinos
7
Según Garrido, es una forma de anacronía en la que “se introduce un acontecimiento (o
acontecimientos) que, según el orden de la historia, debieran haberse mencionado antes.” (Garrido
1993: 168)
16
y peones8. La clase alta, se representa en base a conceptos como despotismo,
rudeza e indiferencia. La clase trabajadora se construye en relación a sus
creencias populares, a la humildad, el temor y la inocencia. Con esto, se da cuenta
de una ideología, en el narrador, que desaprueba las distinciones sociales y el
abuso de poder por parte de la clase acomodada, identificándose el narrador con
el sector desfavorecido de la sociedad; además, hace ver como positivas ciertas
características del mundo campesino e incluso utiliza elementos de éste como
referencia o mecanismo funcional para construir el relato9, validando así, la
perspectiva del verosímil rural como instancia de emisión y construcción del texto.
Para estructurar los contrastes en que se funda la representación ideológica
del relato, analizaremos los personajes Negro Chaves y Sargento Gatica, ya que
estos representan las dos fuerzas principales que se enfrenta en el cuento. La
construcción del protagonista se expresa principalmente a través del narrador, lo
describe como un hombre que se asemeja a cualquier campesino de la zona
central de Chile, está valorado en forma positiva y sus atributos más significativos
son el orgullo, la astucia, el desarrollo de su instinto, su agilidad y su fuerza, tanto
física como espiritual; esto significa que a través de dichos elementos se realiza
una idealización romántica del personaje. Se señala que “una injusticia cometida
con él lo lanzó a la azarosa vida del bandolero” (Castro 1940: 92), dando cuenta,
desde un comienzo, de la causa que lo llevó a esa forma de vida; se plantea así,
8
“todas las supersticiones que el alma campesina guarda en los repliegues de su ignorancia
ingenua y dada a la fantasía.” (Castro 1940: 96)
“Las “mentas” decían que el negro Chaves fue amansador…” (Castro. 1940: 92) Los subrayados
son nuestros.
9
17
que fue una decisión ajena a su voluntad, y que es el resultado del propio sistema
social, haciendo ver al individuo como víctima de una injusticia y no como
victimario. Chaves que, en un principio genera miedo en toda la población,
desarrolla su accionar atemorizando casi exclusivamente a los representantes de
la clase alta10, demostrando el compromiso que mantiene con la clase de la cual
proviene. La fuerza de este personaje radica en su orgullo, lo que lo hace buscar
venganza en quienes “lo desgraciaron”11, representados por el patrón y el policía y
que, finalmente, lo motiva, en un acto irracional, a lanzarse al abismo para no ser
aprehendido por los carabineros restantes. Encuentra, en la devoción popular una
fuerza especial, puesto que antes de la persecución, se encomienda a la Virgen
del Carmen, en un acto descrito por el narrador como extraño; elemento que por lo
demás está presente en el hombre campesino. Elvira Dantel (1935) estudia,
precisamente, la relación entre bandoleros y religiosidad popular y ofrece variados
ejemplos de bandidos históricos que confiaban en la protección de alguna figura
religiosa. De esta manera queda claro que estos sujetos, incluidos los de Castro,
no carecen de cuestionamientos y normas morales en su actuar, y se rigen por
códigos de comportamiento que apropian algunos rasgos de los mandatos
religiosos.
La construcción del sargento es menos acabada y la orientación que da el
narrador intenta crear un personaje con cualidades propias de la barbarie; es
10
“Pronto los campesinos empezaron a comprobar un detalle que al principio no mereció atención:
la mano que actuaba en aquellos desmanes elegía siempre como blanco a los patrones más
déspotas” (Castro 1940: 91-92)
11
“ no era hombre para quedarse con unas bofetadas y unos puntapiés en el cuerpo, sin
cobrárselos a su tiempo con subido interés” (Castro 1940: 93)
18
famoso por su bestialidad, su gusto por el alcohol y las muchachas jóvenes; él
mismo reconoce tener un alma oscura. Su aspecto físico es también grotesco,
tiene dientes amarillos, bigotes largos y lacios, manos pesadas y peludas; por otra
parte, cada vez que da una orden, termina con una pregunta fáctica, como si
necesitara reafirmar su mando12. La fuerza que lo domina es la mantención de su
autoridad y, al igual que Chaves, la de su honor, puesto que su único propósito en
la historia es detener y torturar al bandido, para reafirmar su status y no ser
desautorizado ante la sociedad. De esta manera, se configura un enfrentamiento
entre los personajes marginales que alteran el funcionamiento del sistema, y los
representantes de la ley, que actúan como el mecanismo de control oficial, y que
hace uso de su poder de acuerdo a sus requerimientos particulares y personales,
puesto que no se trata de atrapar a Chaves para llevarlo a un tribunal, sino para
torturarlo, según decisión propia del sargento. 13
Las alusiones que hacen los personajes entre sí son bastante decidoras,
Chaves se refiere a Gatica como “mi amigo” o “mi sargento”, haciendo burla de su
autoridad ante sus compañeros, mientras que cuando lo tiene enfrente, hacia el
final del relato, lo apela con un “perro” que surge de su boca al tiempo que la bala
sale de su arma. El policía llama a Chaves “pajarraco”, lo que junto a ciertas
marcas, dejadas por el narrador, permiten establecer un símil entre la persecución
del bandido con una cacería14, reafirmando el verosímil rural, que sitúa al bandido
12
“Lueguito v'a quear encerrao, porque por ey no hay salía. ¿M'entendieron?” (Castro
1940: 99)
13
14
“Aquí le voy a preuntar yo cómo se llamaba su agüela.” (Castro 1940: 94)
“la montaña próxima que escondía a su presa” (Castro 1940: 94)
19
como un animal, que es constantemente perseguido por el cazador, encarnado en
este caso por Gatica.
En el mundo del cuento tienen una especial relevancia los elementos
naturales como constituyentes de la historia; se entrega una descripción
permanente del ambiente, aludiendo a la noche, la montaña, la luna, los paisajes
abruptos, las cuevas, entre otros, estableciendo dos ámbitos espaciales
contrapuestos, la montaña nocturna y el valle por el día, haciendo explícita la
relación que mantiene Chaves con la naturaleza. La montaña y la noche
representan el ambiente propio y seguro, que cobija a los perseguidos15. El valle
se adjetiva claramente como su enemigo ya que en campo abierto es más fácil
darles alcance y la llegada del amanecer también juega en contra de las
intenciones del perseguido16.
El cobijo que le brinda la religiosidad popular tiene también una fuerte
presencia en el texto, especialmente en la construcción del protagonista y su
relación con la Virgen de Carmen, imagen que representa una devoción
importante en nuestro país, especialmente entre el mundo rural y popular. Del
mismo modo, la religión se presenta en los campesinos, puesto que dan cuenta de
sus concepciones, al aludir a la imagen cristiana del demonio, referido como el
“malulo”, expresión popular característica del campo chileno. El mismo narrador
utiliza ciertos referentes cristianos para construir el relato, con constantes
15
Id. 17
“Chaves estudiaba el valle desde el refugio de unos boldales” (Castro 1940: 94)
16
“Es que los puee pillar el día y entonces es más fácil que los perros se los vengan di’atrás”
(Castro 1940: 96)
20
alusiones al espíritu, el alma y la oración17, dando a conocer su propia visión de
mundo en la manera de entregar el relato.
En síntesis, en este relato el tema del bandidaje se construye mediante el
enfrentamiento del personaje con el sistema dominante, representado en la policía
como mecanismo de control; se configura también la diferencia en las
concepciones que se tienen del bandido desde la justicia oficial y la visión popular,
valorando positivamente esta última.
17
“A eso de la oración reunió a sus hombres…” (Castro 1940: 93)
21
EPOPEYA DE JUAN EL CRESPO (1944)
Este cuento es el que utiliza mayor cantidad de mecanismos de persuasión
para configurar un lector modelo que valore positivamente la imagen del
bandolero. Desde el título, la calificación de epopeya indica al protagonista como
un personaje que encarna valores positivos; pero además determina el horizonte
de expectativas hacia la lectura de un relato épico, y por lo tanto, con la
participación de un héroe, puesto que se busca, desde un comienzo, la
idealización del bandido para reivindicar y valorar su actuar.
Es un cuento extenso, con una narración morosa, que se presenta en dos
planos, se trata de dos relatos, uno en función del otro. Abre y cierra el relato un
narrador intradiegético, identificado como don Enrique, que hace breves pero
significativas reflexiones acerca de la vida del protagonista y sobre su
responsabilidad como escritor al dar a conocer la historia; hace una reflexión
metatextual acerca de la función de la literatura como instrumento para reconstruir
la imagen del bandido18; Y entrega indicios de que el personaje principal tuvo un
final apacible y tranquilo. Para entregar la mayoría de la historia, el narrador
asume una voz extradiegética que, de todos modos, denota cercanía con las
acciones y sucesos.
El narrador intradiegético, como se anunciaba, hace una apología de los
conceptos de justicia y ley que motivan las acciones del protagonista,
“Conocí tu justicia y tu ley, Juan Crespo, y es necesario que mis palabras se llenen ahora con ellas, para que
sepan los humanos la verdad de tu leyenda y la leyenda de tu verdad.” (Castro 1944: 139)
18
22
estableciendo una dicotomía entre las representaciones oficiales de dichas ideas,
y aquéllas con las que se rige el Crespo; es explicito al decir que estas últimas son
las que deberían valer para todas las personas.
La voz extradiegética narra varias secuencias de la vida del Crespo, desde
el momento de su detención hasta que es notificado de su indulto, haciendo uso
del recurso de la analepsis para completar la historia y dar a conocer hechos
importantes. Asimismo, cambia dos veces de plano para referirse a situaciones en
que finalmente termina participando el protagonista, como la relación del viaje
nocturno de don Gilberto y el accidente de Tina, la niña que es rescatada y
entregada a su familia. De la misma manera, da cuenta del accionar de don
Gilberto en el pueblo para comenzar a tramitar el indulto.
Hay tres personajes importantes en este relato, Juan el Crespo que es
quien define la diégesis; don Gilberto Lagos, que cumple la función de reafirmar la
valoración positiva del primero y la policía, como personaje colectivo, que
representa la fuerza negativa del relato y permite establecer los contrastes entre
las concepciones de ley y justicia.
Al protagonista se le construye ampliamente desde los dos narradores y
desde los propios personajes. Como ya se anticipó, el primer narrador plantea al
Crespo como un modelo de virtud y consecuencia, y el extradiegético define la
mayoría de sus rasgos, describiéndolo como una persona físicamente ágil, joven,
vigorosa y fuerte, como representación de sus cualidades intelectuales y
emocionales, que se relacionan con los conceptos de astucia, compasión, orgullo,
altivez y religiosidad. Es un personaje que tiene conciencia del funcionamiento del
23
sistema social y asume las desventajas que le corresponden por pertenecer a la
clase baja19; sin embargo demuestra su disconformidad ante esta convenciones20.
Al igual que el Negro Chaves, el Crespo se hace ver como una víctima de las
injusticias del sistema, se ve enfrentado a un representante de la clase media-alta
y termina recorriendo los caminos como bandolero, ya que todo el circuito funciona
a favor de la oligarquía. El protagonista, sin proponérselo, se gana la simpatía de
la clase baja21 mediante tres mecanismos claros: actúa con consecuencia a sus
principios morales, que quedan claramente establecidos en su diálogo con don
Gilberto;22 asume como deber moral las acciones de ayuda a las personas
desfavorecidas, como en el pasaje del rescate de la niña accidentada; y
finalmente, observamos cómo el pueblo simpatiza con su astucia y su burla de la
autoridad, especialmente con la descripción del engaño a la policía con los
muñecos de mimbre23.
Don Gilberto Lagos tiene la función de reafirmar la valoración positiva del
protagonista, puesto que se relacionan en un lazo de amistad, y posteriormente,
de familiaridad política. Se le describe como un hombre que bordea los sesenta y
cinco años. Su construcción se basa principalmente en la honradez y la nobleza, y
sirve como contraste a la imagen de Gutiérrez, el causante de los males del
19
“Y no hizo nada por parar el chaparrón de falsedades que se le vino encima. Habría sido igual.”
(Castro 1944: 144)
20
“No era Lorenza de pasta diferente a las demás hembras campesinas.”
“Gutiérrez, ¿no empezó como simple segador en el fundo?” (Castro 1944: 144)
21
“Al cabo, los labriegos ya no tenían miedo de Juan el Crespo. Admiraban su bravía altivez, y más
de alguno se hubiera honrado de sentarlo a su mesa.” (Castro 1944: 161)
22
¿Usté tamién cree que lu’hago por avaricia…? No. A los que tienen de más, a los que chupan
sangre, a los saltiaores que tienen permiso pa robar…” (Castro 1944: 154)
23
“Espués de la pillá que l’hizo la policía a los cuatro compañeros del Crespo (se oyeron algunas
risas ahogadas)” (Castro 1944: 167)
24
Crespo, puesto que se describe como un personaje que hace caso omiso de las
convenciones sociales negativas24.
La policía será entendida como personaje colectivo, puesto que no hay un
sujeto representante del grupo, pero éste sí cumple una función importante, ya
que es el que encarna a la ley positiva y la justicia oficial. Se describe a los
carabineros como insensibles y brutales. Por otra parte, el hecho que quien atrape
al Crespo será ascendido, nos da indicios acerca de la motivación ambiciosa de
sus representantes.
Entre los elementos recurrentes en el mundo narrado, vistos por lo demás
en los otros cuentos, están la noche (oscuridad), los paisajes abruptos, el agua
como símbolo purificador y el viento, entre otros. El desarrollo de dichos
componentes es permanente en el transcurso de la narración, al igual que la
ruralidad que se observa mediante las creencias populares y las supersticiones de
los personajes25, además se describen las clases sociales campesinas. Por otra
parte, a través de la justicia el protagonista se proscribe y en momentos
específicos se automargina de las situaciones sociales,26 presentando de esta
manera su marginalidad frente a los sucesos. Otro elemento importante como la
religiosidad se desarrolla en toda la narración siendo transversal a las clases
sociales, se observan además, permanentes alusiones a Dios, la Virgen y el
Diablo, que están presentes en el discurso narrativo.
24
“Claro varón de los campos. Patrón y labriego al mismo tiempo” (Castro 1944: 152)
“Venía allá en lo alto, rompiendo ramas y tropezando con las piedras. El culebrón. Pero no era
un reptil, era un caballo: el caballo del Diablo… Santa Virgen María…” (Castro 1944: 158)
26
“Evadió los relatos. Se fué a buscar la soledad entre los riscos del monte cercano.” (Castro 1944:
143)
25
25
En síntesis, en este relato vemos una construcción mucho más compleja
del
tejido narrativo y, por sobre todo, una caracterización del bandido más
acabada que en los textos anteriores. Sin cerrar la narración, se reducen los
vacíos narrativos más importantes, como el destino de la mayoría de
los
personajes relevantes, se describen con mayor detención las escenas y en
general, la diégesis se estructura de manera compleja y alineada en función del
propósito planteado en las primeras líneas, de dar a conocer la verdadera historia
del protagonista. El personaje principal se construye de mejor manera, en tanto se
da cuenta detallada de sus rasgos, sus acciones y su relación con el entorno;
además describe claramente el funcionamiento de la sociedad en que el Crespo
se desenvuelve, y presenta claramente la imagen del bandido como una víctima
del sistema opresor y dominante, que no asume dicha opción de vida por voluntad
propia.
26
ELEMENTOS COMUNES E INTERPRETACIÓN
En el corpus de textos de nuestro análisis observamos que el narrador es,
mayoritariamente, extradiegético, lo que implica que al situarse fuera de la historia,
sus valoraciones se fundan en un conocimiento cabal de los hechos. En los tres
cuentos dicho narrador entrega opiniones y juicios acerca de los sucesos y
acciones; como ya se ha dicho no está en la diégesis por no ser un personaje; sin
embargo, participa del relato puesto que su posición no es neutral debido al
conocimiento que tiene de la historia.
Epopeya de Juan el crespo, se presenta como un relato intercalado, uno se
desarrolla al inicio y al final de la historia y el otro, corresponde a la diégesis
central que está en función de dicho relato. El primero es entregado por medio de
un narrador intradiegético que valida su posición frente a los hechos mediante una
reflexión metatextual que da cuenta de su función en la obra, y el segundo asume
una voz extradiegética.
La persuasión es un elemento inherente al tipo de narrador desarrollado en
los textos, ya que debido a sus permanentes juicios, orienta la lectura presentando
una valoración positiva de los bandidos, justificando su actuar, entregando una
versión opuesta a la oficial, que considera a estos sujetos como seres positivos
por contravenir a la ley.
La naturaleza en los tres textos, es un elemento permanente a pesar que en
Don Beño se desarrolla de manera superficial. Su presencia en los cuentos la
constituye como otro personaje, se le atribuyen características propias, existiendo
27
una configuración poética de elementos recurrentes como la noche, la montaña, el
viento, entre otros. En general, los personajes aprecian dichos elementos como
compañeros que entienden su actuar y los apoyan a través del cobijo. Estos
componentes apelan al estado interior del hombre, al considerar la oscuridad y los
paisajes abruptos en relación a la fatalidad como elemento inherente al hombre;
por otra parte, es significativa la visión del agua como elemento purificador;
aquellos refugian a dichos personajes y los ayudan en la búsqueda de una
tranquilidad interior. Este estado se relaciona a la vez con la religión, otro aspecto
desarrollado ampliamente en los textos a través de las creencias populares y
encarnadas en los propios protagonistas, como es el caso de la relación que
mantiene el negro Chaves con la Virgen del Carmen, indicando la importancia de
la imagen materna en la religión, que se construye como una representación de la
necesidad de protección, al igual que la naturaleza, supliendo el alejamiento con
su madre debido a su opción de vida. Dichos elementos han sido desarrollados
anteriormente por el romanticismo, y a pesar de que Castro no pertenece a dicha
corriente, debido al alejamiento temporal, recibe indicios y características que
atraviesan su estilo realista.
Por otra parte, la ruralidad desarrollada en los textos, concuerda con el
carácter regionalista del escritor, puesto que las narraciones se sitúan en
localidades específicas apartadas del mundo urbano; asimismo hay una fuerte
presencia de peones e inquilinos que representan la clase trabajadora y su labor;
además, los cuentos sumergen al lector en un mundo completamente rural y bien
desarrollado, utilizando expresiones campesinas y creencias populares; es en este
28
ámbito que da cuenta de las injusticias particulares que se presentan en un mundo
opuesto al urbano.
La justicia funciona como ente regulador, y la marginalidad presentada en
los bandidos se debe a su actuar fuera de la ley, debido a ello, y complementado
por otros factores como el abuso de poder, el bandido es marginado por la ley y
también por la sociedad, puesto que ésta es temerosa de los mecanismos de
control
ejercidos
por
el
poder
dominante.
Debido
a
ello,
existe
una
automarginación por parte de los bandidos, asumiendo que al adoptar dicho
sistema de vida, su distanciamiento de los núcleos humanos le ofrece seguridad,
es por ello que su actuar se desarrolla en caminos poco transitados y espacios
apartados.
De modo general podemos establecer que los textos construyen un lector
modelo con muchas semejanzas, ya que éstos deben interpretar las narraciones
considerando ciertos códigos extraídos de la ruralidad chilena, puesto que
presupone competencias que le permitan comprender el habla campesina y la
significación de ciertos elementos culturales debido a que son variadas las
expresiones utilizadas respecto al mundo rural entregadas por medio de la
relación y los diálogos de los personajes.
En algunos casos, el narrador completa algunos de los elementos no
dichos, como por ejemplo, en “El último disparo Negro Chaves”, la explicación del
creer que las paredes y los matorrales tienen ojos y oídos, aludiendo a la
posibilidad de ser delatados o descubiertos en un acto impropio; de igual manera
29
en Don Beño, se aclara la significación de “chupa”, término utilizado para referirse
a la víctima del crimen cometido por el protagonista y el perseguido.
En los tres cuentos las referencias geográficas son bastante ambiguas (El
Trapiche, Quebrá Chica, Puntilla’ el Chivato, Larmahue Chico), pero sin embargo
los narradores, y en algunos casos los personajes, las dan como si éstas fueran
cercanas o conocidas por el lector, puesto que no se hace ningún distanciamiento
explicativo,
asumiendo
que
el
receptor
debe
tener
las
competencias
enciclopédicas para situar los relatos.
Por otra parte, la cooperación lectora se ve claramente exigida al momento
de completar ciertos elementos no dichos en los textos y que van más allá de la
representación mental de los espacios y personajes, sino que se trata de aspectos
propios de la diégesis. De esta manera, en Don Beño no se dan indicios acerca
del destino de Ruperto ni del personaje principal una vez terminado el tiempo de la
historia; asimismo, el destino de los compañeros de Chaves debe ser decidido por
el receptor, puesto que luego que el narrador da cuenta de la separación de la
banda, sólo entrega información acerca de lo que ocurre con el protagonista y no
hay ninguna referencia a sus secuaces. En Juan el Crespo la historia está un poco
más completa ya que, como se ha mencionado, ésta se plantea desde dos
tiempos y se refiere de manera más detallada acerca del destino del protagonista.
El bandido construido por Castro se asemeja bastante a las referencias que
podemos encontrar en la revisión bibliográfica. Los personajes cumplen con
características como la edad y la soltería, que les permite marginarse fácilmente,
pues carecen de lazos que lo fijen en un espacio social determinado. Su modo de
30
actuar es también típico, puesto que el salteo es uno de los mecanismos de acción
más recurrentes en los bandidos reales que corresponden al momento histórico.
La relación que mantienen con el pueblo los personajes creados por Castro,
coincide con la de los referentes reales, ya que en ambos casos la clase
trabajadora apoya su actuar, y en algunas ocasiones ve representado sus propios
anhelos en las acciones de dichos sujetos.
La significación del bandido se funda en el replanteamiento de la imagen
que se construye en la justicia oficial y la ley positiva de este sujeto. El término
bandido alude a un sujeto perseguido por bando, es decir, alguien que altera el
orden en contra del poder dominante y sus mecanismos de control, sin implicar la
valoración que hace la población dominada. Su configuración estética, como ya se
dijo, está permeada por elementos de las categorías del romanticismo, se busca
crear en los lectores una imagen positiva del personaje, mediante la contrastación
de los códigos valóricos atribuidos a su imagen y la de los policías.
El campo semántico utilizado para describir a la justicia, representada en
los carabineros, está configurado por conceptos socialmente definidos como
negativos, mientras que se habla de otra ley, que no es la positiva y que rige el
actuar de los bandoleros, entendiéndola como la deseable y que debiera ser
extensiva a todos los ámbitos. En Don Beño, las acciones de los personajes se
rigen por códigos de honor y solidaridad. En el Negro Chaves y Juan el Crespo se
justifica el accionar de los personajes mediante el posicionamiento de éstos como
víctimas de un sistema injusto, dominante y regido por la marcada diferenciación
de las clases sociales; ninguno de los dos personajes opta por la vida de bandido
31
sin una razón merecidamente justificada, y sus actos pueden llegar a representar
los anhelos de la clase baja.
Mediante estas estrategias, el receptor de cualquiera de los textos debería
simpatizar con los personajes, en tanto se entregan como sujetos que siguen
correctamente sus principios morales y de acción, principios que se acercan más a
las reglas de comportamiento y la concepción popular de justicia que a la versión
oficial de un sistema dominante y oligárquico.
32
CONCLUSIONES
A diferencia de otros autores que han dedicado páginas a este tipo de
personajes, Castro propone una imagen alineada y coherente del bandido. Los
demás escritores han construido dicho sujeto en su relación con la emotividad
idílica, los códigos de honor y la mirada interior a la conciencia de los personajes.
El corpus estudiado, persistentemente, construye la imagen del bandido en su
interacción con una sociedad injusta que motiva la elección de esa opción de
vida. Los personajes, mediados por el Romanticismo, se representan como
víctimas de un sistema opresor, dando cuenta de una ideología y de un
planteamiento estético transversal a los relatos. No se trata de una apología del
bandidaje como fenómeno social, puesto que representa sólo aquellos bandidos
cuyas acciones pueden ser justificadas como el resultado de un sistema social.
El discurso en los textos se construye a partir de un planteamiento
ideológico coherente, tanto en los personajes como en los narradores, puesto que
los últimos, dan muestras de poseer competencias comunicativas formales y
poéticas; sin embargo, incorpora en la emisión elementos propios del verosímil
rural. Esta mixtura, en el planteamiento de la enunciación, nos permite inferir que
la manera de entregar los relatos se convierte en un acto ideológico que
complementa lo planteado en los textos; se construye un narrador que, tal como el
personaje don Gilberto, es “patrón y labriego al mismo tiempo”, puesto que permite
identificar sus competencias retóricas y lingüísticas, al igual que su capacidad para
utilizar los elementos populares, construyendo el relato en una mezcla de temples
33
(académico y popular) que representa su rechazo a la valoración de las
diferencias sociales.
Con lo anterior, y la representación denotativa de las concepciones
ideológicas del emisor, podemos asegurar que éste hace una exaltación de los
elementos culturales de la clase baja campesina, proponiendo una visión desde un
prisma diferente al que tiene el poder dominante de la popularidad y de los sujetos
marginales que alteran la normalidad del sistema que favorece a la oligarquía en
la ruralidad chilena correspondiente al momento histórico donde se sitúan los
relatos.
Los textos considerados en nuestro corpus se van complejizando de
acuerdo al orden cronológico de su producción, tanto en la extensión del relato, el
acabado de las escenas y las competencias exigidas en la construcción del lector
modelo. Don Beño abre el libro Huellas en la tierra (1940), texto en el que
aparece, a la vez, el cuento El último disparo del Negro Chaves. El primer relato,
es una narración breve en lo que refiere al tiempo de la historia y con un grado de
complejidad mínimo en cuanto a la diégesis. En el segundo cuento mencionado,
ya se desarrolla de manera más elaborada la construcción del tejido textual,
estableciendo con mayor claridad la relación entablada entre los personajes y el
ambiente en que accionan. Epopeya de Juan el Crespo, aparece en La sombra
de las Cumbres, libro publicado cuatro años después del anterior, y denota una
complejidad mayor en todos los aspectos del texto; es mucho más extenso, tanto
en el tiempo de lectura como en el de la historia, incorpora un narrador
intercalado, desarrolla ampliamente las acciones y sucesos que motivan el actuar
34
del protagonista y se sitúa en distintos planos que termina formando parte de la
misma diégesis; por esto, se exigen competencias más elevadas en la
construcción del lector modelo. Este último cuento, a diferencia de los anteriores,
minimiza los elementos no dichos y los requerimientos de cooperación lectora
apuntan a la estructuración del relato y la conjugación de sus distintos elementos,
más que a completar los vacíos dejados por el emisor, con lo cual demuestra su
evolución en el grado de complejidad con que enuncia la historia y los
requerimientos en la configuración de un lector modelo, dando cuenta de un
proceso progresivo que se refleja en el incremento de su calidad estética, por
cuanto construye un relato que parece saldar las deudas contraídas en los dos
anteriores.
35
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37
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