Página |1 Cápsulas Por José M. Iarussi Cerca de las 9 de la noche, cuando el resto de los mortales ya estaba disfrutando del calor del hogar, subía al tren para ir a trabajar. Elegía el último vagón porque pensaba que con eso le robaba un poco de tiempo a la rutinaria labor diaria. Clemente Martínez caminaba desde la estación las 15 cuadras que lo separaban de la planta farmacéutica donde trabajaba. Era empleado de limpieza y su tarea terminaba al amanecer. Tenía 41 años. Hacía 19 que estaba en ese laboratorio de capitales alemanes que había llegado al país a principios de los años cincuenta. Clemente vivía en una pequeña casa con su esposa y su único hijo de 6 años. Religiosamente, cada domingo, en el único franco que tenía, junto a su esposa llevaba a su hijo Julian a recorrer las muestras de arte que ofrecía la ciudad. Ante cada cuadro, Clemente inventaba una historia que divertía mucho www.letracero.com a su niño. Detrás de un árbol pintado podía esconderse un elefante a dieta. En las formas particulares del cubismo podían nacer aves que volaban a reinados inventados. De los cuerpos de las pinturas románticas podían surgir las mejores historias de amor. Una escultura podía cobrar vida en sus relatos y guiar una aventura increíble por paisajes abstractos de otra obra artística. Julian disfrutaba de cada historia y ansiaba que llegara cada domingo. Clemente aprovechaba algunos momentos de su labor solitaria para leer de arte y así preparar la visita para Julián. También leía alguna receta para sorprender a su esposa el domingo al mediodía. Pensaba que el arte podía salvar a la humanidad de la opresión, el odio y la infelicidad. Una noche, de esas en que las manzanas se caen de los árboles para desbaratar el secreto de la gravedad, a Clemente se le ocurrió una idea. Si el mundo consumía tantas cápsulas para apartar el dolor, vencer algunas afecciones e incluso bajar algunas ansiedades provocadas por el acelerado y frenético mundo, el arte podía sumar su poder curativo. www.letracero.com Página |2 Entonces un viernes se quedó después de las 6 de la mañana, hora en que salía, para hablar con la secretaria del gerente de la planta. Le pidió una audiencia para que lo atendiera, sin embargo, la joven mujer le dijo que eso era imposible ya que él dependía de otra área de la planta y sólo podía hablar con el superior que le correspondía. Clemente no abandonó la idea. Insistió varias veces. Incluso hasta se quedó varias veces más allá de su horario de trabajo para esperar la llegada del gerente y así detenerlo para hablar. Pero no lo logró. Entonces recordó los relojes derretidos en la “Persistencia de la Memoria” de Salvador Dalí y “El grito” de Edvard Munch y elaboró un plan. Fueron dos noches de arduo trabajo. Terminó de limpiar rápidamente para poder concretar lo que deseaba. La primera de las noches extendió una red de cables color blanco muy finito en cada oficina del sector administrativo. En la segunda colocó pequeños parlantes conectados a los cables que se centralizaban donde guardaba los elementos de limpieza. Y se encargó de derretir los relojes de todas las oficinas, incluso el de la oficina del gerente. Aquella mañana de setiembre, sorprendidos por los relojes derretidos no www.letracero.com advirtieron la presencia de los parlantes. Cerca de las 10 de la mañana, cuando lo único que se hablaba en la planta era del extraño suceso con los relojes, el “Himno a la alegría” comenzó a inundar la planta desde los parlantes escondidos. Y luego de la música la voz de Clemente pidiendo por favor al gerente de la planta que lo atendiera. No tardó mucho. Clemente fue conducido por los empleados de seguridad hasta la oficina de su superior. Aunque intentó explicarle que el único motivo de los parlantes y los relojes derretidos era lograr una entrevista con el gerente, fue advertido que una locura más como esa le costaría el puesto y que si no lo echaban en ese momento era por su antigüedad en el cargo y su legajo laboral impecable. Clemente no perdió la esperanza. Creyó que si no querían oírlo el mismo debía llevar adelante la idea. Durante un año se esforzó por aprender las técnicas de la pintura e investigar cuáles materiales no eran tóxicos para el ser humano. Entonces una noche comenzó su labor. En las dos últimas horas de su trabajo tomaba una caja de cápsulas de las que ya estaban listas para la www.letracero.com Página |3 distribución y en el blíst ster reproducía obras pictóricas famosa as y no tanto. Cuando perfeccionó la técnica y se animó con la miniatura avanzó a en su idea y comenzó a pintarr cápsulas que estaban listas para ser e envasadas. En un mundo tan n exhibicionista sus pinturas no tardaron n en aparecer en las redes sociales y luego, lu llegar a los medios de prensa. Y entonces, tal cual como él quería ocurrrió el milagro, el gerente lo llamó a su ofi ficina. Clemente le explic licó que el arte curaba males que los me edicamentos no curaban. Qué aprovecha hando que cada vez más gente tomaba m medicamentos, podría ser un buen cana nal para distribuir el arte y así sanar lass afecciones del espíritu. El gerente lo o observó detenidamente. Aunque poco le interesaba el arte, pensó que no era mala m idea para aumentar la facturación.. Y fué más allá que Clemente. Pensó en n los coleccionistas de arte que compraría rían cajas de las www.letracero.com distintas partidas a precio cios increíbles como si se tratara de piezas as de filatelia. O de la publicidad gratuita q que ganaría la empresa con esa innovad dora propuesta. Clemente dirigió el e equipo de artistas que se integró a la empresa para hacer reproducciones. Después D por un sistema de impresión sse estampaban en las cápsulas y los blíster. b Los prospectos incluían un apart rtado donde se contaba a que movimie iento pictórico pertenecían las pinturas y una pequeña biografía del pintor. Tal cual como lo había previsto el gerente, la facturación ón creció en los primeros cinco años y otros o laboratorios copiaron la idea. Clem mente tuvo sus cinco minutos de fama au aunque su interés pasaba por otro lado. Siguió como cada da domingo llevando a su hijo a las mue uestras de arte. Con su mejor posición logró lo llevarlo a museos de otros países do donde inventaba sus interesantes historia ias. Sabía que debía ahorrar para el futurro porque tarde o temprano la fábrica lo ccastigaría por el pecado cometido. El sabía muy bien n lo que sucedería. Después del quinto año las ventas de medicamentos comenzaron a caer en todo el mundo. El arte había comenzado a curar loss males del alma y esa sanación había a anulado otras www.letracero.com Página |4 afecciones del cuerpo. Se supo que algunos pacientes bajaron sus dosis para no romper las piezas de arte que tenían en sus manos y no por eso dejaron de curarse. Clemente fue despedido de la fábrica sin demasiadas explicaciones, aunque sabía que el retiro de las obras de arte de los blíster y las cápsulas era la razón. La industria farmacéutica tardó más de veinte años en recuperar su mercado. Julian administra el museo de arte que fundó su padre antes de morir. Cada domingo, antes de abrir la galería al público, va con su pequeño niño y frente a alguna de las pinturas o esculturas le cuenta las historias que le contaba Clemente y el pequeño sonríe. Y más tarde, viene la gente a curarse el alma. www.letracero.com www.letracero.com