HERVOR DE ESPÍRITU Cielo, mi amor!—en vano sobre el libro La vista fijo y la atención reclamo: Tu luz enciendo, con tus rayos vibro, ¡Y expulsado de ti, perdón te clamo! Si te merezco ¡oh padre! si te adoro ¿Qué delito filial he cometido? ¡Puesto que llanto sobrehumano lloro Delito alguno sobrehumano ha sido! En vano apago el férvido gemido; La voladora idea La frente en vano hacia la tierra inclina: La sien desenfrenada me golpea,— ¡El cerebro revuelto se ilumina Y el ojo enardecido centellea! Cierto corcel intrépido y fogoso De raudo giro irregular y eterno Rebelde, piafa, rápido circula, Detiénese, se lanza Del cráneo en torno en veloz carrera, ¡Y de polvo divino Llena, y de nube, la revuelta esfera! La ciencia, el cerco, el mísero detalle, El número, la clase, la doctrina; ¡Y bullendo en el mar de mi cerebro La impaciencia y la cólera divina! Sentir que sobre el monte Sol fuera, luminar del horizonte, Y frente a una ventana, Doble prisión sobre la interna mía ¡Plegar al libro el alma sobrehumana Y el alma ardiente a la cadena fría! Así, encerrada un águila En un místico cuerpo de paloma La garra ruda ciega movería Y en el círculo estrecho, Del golpe propio desgarrado el pecho Con el ala enclavada moriría. [OC, t. 16, pp. 295-296]