II.- Actores modernos, pre modernos y post modernos y su impacto

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II.- Actores modernos, pre modernos y post modernos y su impacto en la
democracia en México
De entre los estudiosos del siglo XIX mexicano, destacan François Xavier Guerra y
Fernando Escalante, ambos con el mismo tipo de conclusiones. Echando mano de sólidos
argumentos históricos, los dos autores afirman que, en México, asistimos a la
superposición de dos órdenes: el propio de una sociedad formada por diversos cuerpos,
jerarquizada y con un Señor a la cabeza de todos los Señores más pequeños, regida por
costumbres y con un mercado más bien exiguo; y otro que corresponde a una sociedad
moderna, con un Estado que centraliza las funciones públicas, con leyes escritas y un
mercado desarrollado.
La culminación de la Guerra de Independencia, sin embargo, dejó a esta estructura de
autoridad, ni más ni menos, sin cabeza, sin su “Señor natural”. Eso, tan viejo, era el nuevo
México; y, para muchos, lo que debería seguir siendo, con tan sólo recuperar un monarca.
¿Por qué no se hizo así, simplemente? Básicamente por dos razones: porque había un grupo,
quizá pequeño, pero políticamente muy activo y con otra idea de lo que debería ser la nueva
organización del país; pero además, porque en todo el mundo cobraba cada vez mayor
vigencia el discurso de la modernidad y el progreso como única fuente de legitimidad del
poder. Este nuevo discurso no reconoce señores y reniega de las corporaciones; postula una
sociedad de individuos, autoconstituidos en “pueblo”, que se dan un gobierno al que le
delegan autoridad. El destino de cada quien no debe basarse en sus privilegios de
nacimiento, sino que será resultado del esfuerzo personal. Es el discurso liberal del mundo
moderno.
Pero este mundo supone otro tipo de sociedad: no de señores y súbditos, sino de los
jurídicamente iguales; no de virtud justiciera de la autoridad, sino de aplicación de la ley,
sin más. No de una profusión de organizaciones corporativas, más o menos completas en sí
mismas, sino de una concentración de las funciones públicas –de la violencia y demás
mecanismos para hacer cumplir la ley- en un Estado impersonal y sujeto a reglamentos; no
de organizaciones de auto subsistencia, sino de la existencia de un mercado organizado y,
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al menos en principio, libre. El paso de un tipo de organización a la otra sucedió en Europa,
en términos generales, de manera lenta, durante varios siglos. En América Latina pretendió
ser acelerado, resumirse en unos cuantos años, pero, en realidad, resultó en la convivencia
simultánea de los dos órdenes.
Esta realidad, de una compleja heterogeneidad, provoca que se creen formal, legalmente,
todas las instituciones que supone el desarrollo de una sociedad moderna, pero al mismo
tiempo, que sus reglas tengan que ser constantemente adaptadas, contravenidas, alejándose
de su formulación para darle viabilidad a un mundo con una persistencia avasalladora del
“ancien régime”. No se trata de una yuxtaposición de órdenes, sino de la coexistencia de
varios tipos de relaciones, unas con mayor extensión (las corporativas), otras con mayor
legitimidad (las modernas), de tal manera que unas no se explican sin las otras. Si se
tratara de una mera coexistencia, a la manera de las Reducciones jesuitas guaraníes, en el
Imperio español del Paraguay del siglo XVIII, su comprensión sería transparente;
simplemente hablaríamos de éstas y de aquéllas. Pero no es así.
Digamos, recordando a Guerra (1980), que lo que realmente tenemos es democracia sin
pueblo, elección sin electores, República sin ciudadanos; en una palabra, un guisado de
liebre sin liebre. Pero, añadimos, ¡que sólo puede ser consumido como guisado de liebre!
Como es natural suponer, si una “cultura” es la que le da viabilidad, solución, a los
conflictos sociales y políticos, y otra la que le brinda un discurso socialmente aceptable, lo
normal, lo necesario, será decir una cosa y hacer otra. Pero, además, se requiere de diversos
mecanismos de intermediación entre uno y otro orden, lo que sustenta la vida de toda una
categoría social: “los intermediarios” de Escalante (1993). Esta situación, instituye dos tipos
de sociedades comunitarias: unas que cuentan con dirigentes exitosos en sus funciones de
intermediación entre el Estado (supuestamente moderno, pero que constantemente echa
mano de soluciones premodernas), lo que da lugar a un reparto discrecional de privilegios;
y otras, normalmente más aisladas y que, generalmente, guardan una relación desventajosa
con el “otro mundo”. Ello les da, por cierto, una gran cohesión interna. Ambas premodernas,
en unas predominan el rentismo y las relaciones clientelares y en las otras el comunitarismo
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ad intra y el estoicismo ante las desventajas de esta asimetría. Cuando esa paciencia se
agota, la situación es revertida –o trata de serlo- mediante el alzamiento rebelde.
Hay que subrayar que la prevalencia de cada tipo de prácticas no se debe a un mero
atavismo cultural, sino que los actores realmente encuentran en ellas la forma de maximizar
sus utilidades (o, en su caso, las rentas.)
Ahora bien, si el Estado tiene que ser constantemente infiel a su marco normativo, si por
doquier se encuentran cuerpos privilegiados, si existen diversas fuentes de violencia con
algún grado de legitimidad social y la aplicación de la violencia legal carece de ella, hay que
concluir que el Estado, si es que lo hace, apenas existe.
Este entramado, ¿se ha prolongado hasta el siglo XX?
Así parece, sin duda. Según
Escalante,
… la existencia del Estado mexicano es precaria y hasta dudosa, sobre todo
puesta en contraste con la solidez del arreglo político que prevaleció durante
casi todo el siglo XX y que en buena medida persiste todavía. Es un arreglo
(…) que necesita contar con la organización formal del Estado, con la solemne
redacción de las leyes, pero necesita asimismo interferir la lógica de su
funcionamiento; necesita un aparato institucional para el cobro de impuestos,
para ordenar la gestión del gasto, para regular en algo la intermediación…1
Y remata: “entre nosotros, los indígenas lo mismo que los hacendados, los militares y los
curas, los empresarios, los sindicatos, todos han encontrado siempre injustas, irrazonables
las pretensiones del Estado…”2. Una de esas aspiraciones es el régimen democrático, con la
participación electoral ciudadana que le es aneja.
A ello, en nuestros días, hay que agregar la aparición del posmodernismo. Parece
suficientemente aceptable que en el mundo de hoy se han abierto paso otras formas de vivir
1
2
Escalante, F., 2004: 19-20.
Ibídem.
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y de mirar el mundo. Si el mundo antiguo se caracteriza por la existencia de diferencias
entre los grupos (privilegios), el moderno por la igualdad de oportunidades y la
consecuente recompensa a los esfuerzos autónomos, el posmodernismo se caracteriza
porque sólo se aprecia lo que produce gozo. El mundo posmoderno, sumido en el
desencanto por lo que las grandes utopías y el progreso le ofrecían y no le dieron, rehúye del
esfuerzo y del estoicismo y se acoge a la seguridad inmediatista de lo que ya es, no de lo que
fue ni de lo que ofrece el futuro.
Para el estudio de la democracia moderna hay que iniciar teniendo en cuenta que esta es,
primeramente, eso, moderna. No fue creada por ni para actores sociales con relaciones
premodernas, ni posmodernas. No es el régimen que acomode a un mundo colectivista, de
relaciones de autoridad verticales y consuetudinarias. Tampoco se aviene bien al mundo
hiperindividualista, indiferente y hostil a toda autoridad de la vida posmoderna. Por ello
planteamos que es necesario ponderar la raigambre de cada tipo de actores sociales en cada
contexto. Pudiera ser que los actores modernos fueran una capa relativamente delgada en
una sociedad determinada, a pesar de que la democracia, su régimen, sea el único con
estatuto legal y el único (o casi el único) que otorga legitimidad a la autoridad política.
Amén de lo anterior, es plausible la idea de que actores tan diversos procesen los datos
políticos de manera también diversa. Para el estudio de un fenómeno político particular,
como es la abstención/participación electoral, tendríamos que un mismo hecho –por
ejemplo, abstenerse de votar– tendría significados y, por tanto, obedecería a causas
diversas.
El conocimiento de estos fenómenos nos impone una primera tarea: ¿cómo son esos tipos
de actores? Después, tendríamos que determinar cómo encontrarlos, cómo sopesarlos en un
contexto específico. Y, tercero, la investigación empírica nos debería permitir encontrar si,
en efecto, el mismo hecho seco tiene causas y significados diversos para los diferentes tipos
de actores. Procedamos.
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a) Los actores premodernos
Los actores premodernos se conciben formando un cuerpo. En el cuerpo, ningún elemento
aislado tiene sentido y, de esta manera, la pertenencia al todo no se interpreta como un acto
voluntario sino como algo natural (Aristóteles, 2000).3 El ser y el ser parte de la comunidad
son una sola nota. Por tanto, lo comunitario, lo público, prevalece sobre lo privado, que
apenas existe. El individualismo es rechazado como un gesto egoísta, contrario a un
espíritu de cuerpo que es necesario para la viabilidad de éste, o al menos para su correcto
funcionamiento. Como la adscripción no es voluntaria sino naturalmente forzosa, tampoco
se discuten los roles en general, ni el de la autoridad tampoco, al menos mientras ésta se
comporte de acuerdo a la costumbre.
Paradójicamente la política, lo público, es concebido como algo privado, es decir, hay un
manejo patrimonial de los cargos de autoridad, al contrario de lo que ocurre en las
sociedades modernas en las cuales la política es formalmente del público. En la sociedad
posmoderna, lo privado, se hará público a través del show, y lo público, la política, se
volverá banal.
En la sociedad premoderna, la autoridad del que manda se encuentra ligada a su persona, ya
sea por sus cualidades especiales (carisma) o –lo que siempre ocurre con el paso del
tiempo– por tradición, por la santidad de las costumbres de “los mayores” (Weber). La
persona del que domina es superior a todo, incluso a la ley: la autoridad es la ley (Princeps
legibus solutus), a diferencia de lo que ocurre en la modernidad, donde la ley es la autoridad
(the rule of law).4 En algún tipo de comunidad, encontraremos una autoridad más sujeta a
la costumbre y, en ese sentido, menos “libre”.
La virtud de los que obedecen está en la sumisión disciplinada al colectivo, encarnado en la
persona del superior. Predomina una ética comunitaria, en la que igual es legítimo eliminar
3
“No puede ponerse en duda que el Estado está naturalmente sobre la familia y sobre cada individuo, porque
el todo es necesariamente superior a la parte, puesto que una vez destruido el todo, ya no hay partes, no hay
pies, no hay manos, a no ser que por una pura analogía de palabras se diga una mano de piedra, porque la
mano separada del cuerpo no es ya una mano real.” Aristóteles.
4
“El hombre, en cuanto ser físico, está gobernado por leyes invariables como los demás cuerpos.”
Montesquieu, (2005:34.)
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una parte por salvar a todo el cuerpo, que asumir las fallas particulares en el amplio regazo
comunitario, mientras no se trate de una amenaza real para el conjunto. En la comunidad,
la cooperación es un supuesto, pues el espacio de expresión de la personalidad individual es
muy reducido (solidaridad mecánica de Durkheim, 1982).
Naturalmente, la solidaridad sólo existe al seno del cuerpo, entre sus miembros; sólo se
debe a la propia comunidad. Frente a ella, todos los demás son extraños, extranjeros. Somos
“nosotros” frente a “los otros”; ante ellos sólo cabe el rechazo o la cooptación. Se puede ir a
la guerra para acabar con los diferentes. No cabe la tolerancia frente a ellos. En la sociedad
moderna, en cambio, según se verá, se puede ir a la guerra por la igualdad.
En este contexto la mera idea de igualdad resulta extraña, pues, por un lado, al seno del
cuerpo la sociedad está bien jerarquizada y no hay aspiración a cambiar los roles (no existe
la movilidad); mientras que por el otro, como ya se ha dicho, “los de afuera” son diferentes,
extraños al cuerpo y, en principio, enemigos.
Dadas las características de la organización, el tiempo que realmente importa es el pasado;
el presente sólo puede ser reformado como una recuperación, para hacer las cosas “como se
hacían antes”, volver a las fuentes. Cuando se obedece a costumbres inveteradas, el futuro
no es incierto y, entonces, tiene sentido luchar por recuperar el pasado o simplemente por
evitar los cambios. La costumbre es sagrada y dada su naturaleza perenne, el futuro no
preocupa, al menos mientras se puedan conservar las costumbres.
El concepto de “rule of law” de las sociedades modernas no tiene lugar aquí, dado que éste
supone la aplicación no discrecional de la norma, debido a que nada ni nadie está por
encima de ella. En las sociedades premodernas, en cambio, la justicia está por encima y, por
tanto, el justiciero (el Señor) puede no sólo interpretar y reinterpretar la ley, sino que debe
hacerlo en busca de la justicia según su arbitrio, a la manera del Rey Salomón. En
complemento, el justiciable busca, a su vez, la interpretación o adaptación de la norma que
más le convenga. Una aplicación discrecional de la ley no necesita reformar la ley misma;
¿para qué lo haría, si la puede adaptar a cada circunstancia? En general, la reforma, el
cambio, sólo puede ser planteado como re-acercamiento a las costumbres inveteradas. Se
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desprende de ello que, aunque haya normas formales, la justicia estará por encima de ley y
el cumplimiento de ésta siempre será ajustable a las necesidades del grupo, generalmente
interpretadas o encarnadas en el jefe (Fiat justitia et pereat mundus).
En tanto no hay disposiciones legales racionales, y en tanto éstas generalmente no se
escriben, no hay oportunidad para la previsibilidad ni el cálculo. Pero, en el tipo puro, ello
tampoco es importante pues no lo es el futuro.
La naturaleza personalista de la autoridad no es obstáculo para que las asociaciones
constituyan una verdadera estructura orgánica, con dirigencia y cuadro administrativo, si
bien éste no se profesionaliza ni se formaliza, ya que siempre depende del favor del señor.
La comunidad que viva en el seno de una sociedad mayor, se concebirá como parte de un
conjunto de cuerpos, con pocas relaciones entre ellos. A la cabeza de todos se encontrará
un señor de señores, que puede ser considerado como el “padre de todos”, cuando su
legitimidad es alta o, simplemente, como un poder del que hay que cuidarse.
Debido a la estructura jerárquica de la organización y a la conformidad natural con los roles
(“no puede ser de otra manera, porque siempre ha sido así”), al seno de la organización no
cabe la competencia; pero tampoco hacia el exterior es importante, al menos cuando el
grupo funciona bien cerrado sobre sí. La economía será de subsistencia y de autoconsumo y
el trabajo tiene valor en la medida en que es para el bienestar del colectivo. La riqueza
tomará privilegiadamente la forma de renta (no de utilidad). Si el bienestar depende de la
conservación, habrá una natural aversión al riesgo y a la innovación y los emprendedores no
serán bien vistos. La ambición se considerará pecado, mientras que en la sociedad moderna
pasará al género de las virtudes.
En el grupo se distingue claramente la posición del Señor y la de su séquito; pero el resto
mantiene un nivel considerablemente homogéneo, aunque la condición personal puede
cambiar fácilmente al conseguir el favor del Señor o al ser abandonado a la propia suerte, lo
que equivale a la excomunión. Sólo está perdido el que queda fuera del grupo, pues éste
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protegerá a los más débiles, mientras sigan siendo parte del cuerpo.5 Pertenecer al cuerpo
es contar con un conjunto de privilegios de los que ningún externo puede gozar. Estas
prerrogativas serán mayores si se está cerca del Señor, entre sus favoritos, en el círculo
inmediato a él, que funcionará como cuadro administrativo.
En un contexto de esta naturaleza, en donde no hay reglas escritas pero abundan las no
escritas, tener y conservar el prestigio es indispensable, pues el trato que se reciba por parte
de los demás estará determinado por la imagen que la historia de cada uno ha proyectado
en el imaginario colectivo. La suerte de alguien no depende de que cubra determinados
requisitos sino de quién es él para los demás.
En el ámbito ideológico se buscará la verdad revelada (por un ser supremo) y prevalecerá lo
mágico y trascendente sobre lo inmanente y mundano. Si recurriéramos a las descripciones
de Weber, diríamos que priva una ética de tipo católico.
Aunque la comunidad puede tener un origen más o menos horizontal con un líder
carismático al frente, con el tiempo los compañeros devendrán súbditos, el príncipe
(princeps inter pares) se convertirá en Señor (dominus), lo que, en efecto, sucedió durante
el Bajo Imperio Romano, en coincidencia con la aparición de un cuadro administrativo y,
sobre todo, militar de corte patrimonial.
Entre los actores premodernos podemos distinguir con claridad dos subtipos, a los que
podemos llamar tradicionales y rentistas, respectivamente:
a) El premoderno tradicional asume su condición como una fatalidad: no existen los
mecanismos que le permitan imaginar otra vida que la que se vive: pobres y ricos
permanecen en la situación en la que nacieron, porque simplemente la movilidad no
forma parte de la dinámica social. Cualquier trabajo es inútil, porque el esfuerzo es
estéril para provocar mejorías en el bienestar que no provengan de la suerte o que
no estén atadas a las de la colectividad. Es esta, la colectividad, la que construye a
5
“Pero aquel que no puede vivir en sociedad y que en medio de su independencia no tiene necesidades, no
puede ser nunca miembro del Estado; es un bruto o un dios.”(Aristóteles, 2000: 12.)
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los seres humanos como entidades culturales, porque suministra la protección
frente a un escenario en permanente vulnerabilidad: la suerte determina el volumen
de la cosecha o que el ganado no se muera de sed o hambre, para no mencionar los
efectos de los desastres de la naturaleza. Supervivencia es el nombre del juego; y ella
demanda protección de la comunidad y una acentuada versión al riesgo. Por tal
razón, el trabajo adquiere una connotación simbólica y distinta a la instrumental: es
esencialmente una de las tantas partes que conforman una economía consuntiva,
ajena al lucro, y en la que los intercambios están orientados a la conservación de la
unidad y cohesión del grupo, porque de ambas depende la protección frente a
choques adversos y a riesgos incontrolables. Los individuos se funden en la
comunidad y no hay vestigio de división entre lo público y lo privado. La
identificación entre origen y destino ponen de relieve la inmovilidad social.
Para operativizar este aspecto, como veremos, se han escogido dos variables como factor de
éxito: la familia en la que se nace y la suerte. Si se es afortunado, ésta inclina la balanza
hacia el nacimiento en una familia con una condición económica y social acomodada; si no
es así, hacia una donde priva la penuria y una posición baja en la escala social. Pero también
la suerte opera como una aproximación de la vulnerabilidad social: cuando sopla
favorablemente, aumentan las cosechas, el ganado se reproduce y la naturaleza no ensaña
contra el grupo social; cuando no es así, la supervivencia puede verse en peligro. Por tanto,
la cuna y la suerte constituyen los dos componentes que, al menos en el tipo ideal, integran
esta categoría.
El premoderno rentista comparte con el anterior el papel central del privilegio, la
importancia de las relaciones personales como eje de los intercambios sociales y la sumisión
a un colectivo, que toma la forma de una estructura de redes sociales. Se diferencia en que la
movilidad individual es posible, gracias a que el privilegio se convierte en una fuente de
rentas desvinculadas de la productividad y muy asociadas a la exclusión de otros grupos
sociales: si es posible ingresar a las redes sociales mediante el aprovechamiento de las
relaciones personales, se tendrá acceso a una porción de las rentas generadas y, por esta vía,
mejorar la posición económica y social de partida.
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Por tanto, el ámbito en que este tipo de premodernidad se desenvuelve demanda dos
condiciones: el aprovechamiento del privilegio para suscitar la generación de rentas; y la
inclusión en una red social, para distribuirlas. Ambas dimensiones pueden derivar de una
situación original, en la medida en que una cuna afortunada no sólo suministra
directamente las actividades monopólicas o cuasimonopólicas en las que encarna el
privilegio, sino también el conjunto de relaciones sociales que permiten acceder a esas
ventajas exclusivas. Por tal razón, comparte con el premoderno tradicional la importancia
de la cuna en el destino individual.
Sin embargo, la inclusión en las redes que medran del privilegio, aunque suele estar
reservada a los grupos originales, no está del todo vedada a otros miembros externos: bajo
ciertas y variadas circunstancias, puede ser ampliada a individuos que, provenientes de
otros círculos y condiciones sociales más depauperados, representan algún tipo de utilidad
para los integrantes de la red. Y por “utilidad” debe entenderse una gama amplia de
acepciones, que va desde la simple amistad hasta la conveniencia para desmantelar
cualquier tipo de cuestionamiento sobre la legitimidad del privilegio. Por ello, no es extraño
observar a personajes que a través de amistades con los privilegiados, pudieron ascender
económica y socialmente; a líderes sociales, capaces de intermediar entre las comunidades
más pobres y el poder político, hasta formar parte de él; o a políticos que, mediante sus
contactos con la élite económica, devienen empresarios usando el intercambio de favores
para configurar y expandir su capital original.
Cualquiera de estas formas conduce a la configuración de vínculos personales, tejidos por
acuerdos tácitos que rigen el intercambio de favores y la fidelidad entre los agentes. En este
sentido, la solidaridad mecánica de la comunidad es transformada en capital social, en el
sentido de Bourdieu (1983): un conjunto de relaciones sociales que pueden usarse para el
escalamiento económico y social. La pregunta que recurrentemente ha levantado esta visión
es por qué quien se encuentra en la situación privilegiada abre sus puertas al más débil. La
respuesta es doble: incluye elementos extrarracionales, que se centran en la actitud de
ayudar a quien propicia un sentimiento de amistad. El Porfiriato aporta numerosos
ejemplos en este sentido; pero también el período revolucionario, como lo demuestra el
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pago de favores que algunos líderes brindaron a algunos amigos6. Pero también incorpora
componentes racionales, que apuntan hacia el provecho que en el largo plazo puede
obtenerse de un beneficiario con potencial para retribuir con creces el favor inicial.
Sin embargo, el componente más común es que el beneficiario acusa capacidades para
proteger los privilegios y para expandir en el largo plazo el monto de las rentas. De esta
forma, el premoderno rentista opera de la misma forma que un individuo moderno, al imitar
sus intenciones maximizadoras; pero éstas apuntan hacia la obtención de rentas y no hacia
ganancias, que derivan directamente de la actividad productiva. Por tanto, sólo pueden
provenir de una extracción que carga las utilidades, el salario o el excedente del
consumidor. En este sentido, aunque el premoderno rentista es perfectamente compatible
con formas precapitalistas, se desenvuelve de mejor manera en un sistema mercantil
orientado al lucro, porque éste desarrolla más intensamente las fuerzas productivas y la
productividad de los factores; la única condición es que tal esquema se rija por políticas
mercantilistas que impidan la libre competencia y propicien una estructura de mercado
mono u oligarquizada. De ser cierta esta hipótesis, la existencia del premoderno rentista
supone, para su mejor desempeño, la existencia del capitalista moderno, que finca el éxito
en el esfuerzo, aunque la relación inversa no se sostenga necesariamente.
Por las razones anteriores, las variables operativas que dan cuenta del tipo premoderno
rentista son la cuna y un concepto amplio, que resumimos con el término “amistades”, para
denotar la inclusión en una red determinada.
Cuando una organización premoderna es colocada al seno de otra sociedad más grande, por
ejemplo, de una en donde priven reglas democráticas, la participación electoral será
necesariamente de tipo corporativo atendiendo a la conveniencia del grupo interpretada
por el Señor o por los Superiores, puesto que sólo tiene legitimidad la autoridad propia del
grupo y no la externa, aunque ésta recibirá una adhesión del grupo proporcional a la que le
reconozca el propio dirigente, la cual será del tamaño de la dependencia de éste. Por tanto,
quien controla los votos del grupo se constituye en un factor decisivo, pues los miembros lo
6
Por ejemplo, el caso de Obregón que encumbra políticamente a Margarito Ramírez, ferrocarrilero que lo
ayudó a abandonar la ciudad de México, cuando huía de las fuerzas carrancistas.
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seguirán en masa. No hay que olvidar que, si bien la pertenencia al grupo se concibe como
algo natural, esto es rigurosamente cierto cuando el grupo está aislado y no se puede salir
de él, so pena de desaparecer. Pero cuando el contexto ofrece alternativas, la cohesión del
grupo depende de los servicios especiales (privilegios) que el Señor pueda dispensar a los
integrantes, mismos que le serán retribuidos con lealtad. Se trata de una relación patróncliente típica. Por el contrario, el poder del Superior –y con él, la existencia misma del
cuerpo- disminuirán en la misma medida que sus posibilidades de distribuir privilegios.
La concepción del origen del poder no puede admitir forma alguna de accountabilty, pues
la autoridad sólo debe cuentas a Dios y, si acaso, a la propia conciencia. Además, si el
Superior es protector –como un padre- mientras más fuerte sea, mejor para el grupo.
b) Los modernos
Con la disolución de los lazos comunitarios surgen agentes libres, libres del feudo, libres de
las ataduras que los mantenían unidos a la tierra. No se trata de un salto brusco, ni
histórica ni conceptualmente. Los siervos liberados del feudo son, primero, miembros de un
gremio o de una ciudad. Pero ahora, y cada vez más, la asociación no se considerará un acto
natural u obligatorio, sino autónomo y deliberado (racional). Los individuos modernos sí se
asocian, pero lo hacen porque y cuando les es conveniente.
La organización política se concebirá ahora como un artificio (un autómata, apodado
Leviatán) que no puede ser imaginado más que como acuerdo de voluntades entre
individuos con los mismos derechos originarios7. Lo que no es ya natural sino creación
humana está sujeto a la reforma por parte de los propios creadores.
Se pueden encontrar nuevos lazos en los burgos, pero también se puede arribar sin lazo
alguno. No es que ahora los lazos sociales no existan, ni siquiera que sean más débiles, pero
ahora se entienden como una relación jurídica. Podemos estar de acuerdo con Marx y
llamar “robinsonadas” a la hipótesis individualista; pero lo importante es reconocer las
7
Como señala Hobbes en su definición del Estado: “una persona de cuyos actos se constituye en autora de
una gran multitud mediante pactos recíprocos de sus miembros con el fin de que esa persona pueda emplear
la fuerza y medios de todos como lo juzgue conveniente para asegurar la paz y defensa común.” Hobbes; 1984:
179-180.
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características de una sociedad que se concibe a sí misma como formada por individuos que
están ahí porque quieren y, en última instancia, porque creen que les conviene.
La aparición de esta sociedad se suele asociar, con razón, al dinamismo provocado por el
comercio de exportación y las manufacturas, desde finales de la Edad Media. Por eso le
llamamos moderna. Pero, quizá, sea más ilustrativa la mucho más tardía imagen de los
colonizadores de América del Norte, que arribaban al Nuevo Mundo sin lazos con el
pasado –y sin siquiera tenerlos muy fuertes con sus contemporáneos– que producían unos
a espaldas de los otros, para encontrarse esporádicamente en el mercado con muy débiles
vínculos con el lejano Rey de Inglaterra, de Escocia y de Gales de donde, en realidad, venían
huyendo. Este individuo, primitivamente, no pide nada al Estado sino que le proteja de
eventuales abusos de sus vecinos. Posee una visión pragmática de la autoridad civil: la
quiere a su servicio, fuerte (para protegerle) y a la vez limitada, acotada, para que no abuse
del poder que se le ha dado. Este “hombre nuevo” puede tener sus ideales respecto a la
naturaleza del poder político. Pero su primera finalidad objetiva es alcanzar su bienestar y
si éste se viera amenazado, no dudará en posponer sus ideales políticos a la consecución de
sus metas económicas. No es que el individuo moderno carezca de ideales respecto a la
sociedad8; pero no defenderá a la colectividad en sí misma, sino en cuanto representa las
condiciones que le permiten su desarrollo individual.
Así, la noción de individuo prevalecerá sobre la de lo colectivo. Es cierto que, en la tradición
republicana, los individuos se sacrifican por el conjunto (“la Patria es primero”). Pero aún
entonces, es el individuo el que, racionalmente, desea y se reconoce parte de una
comunidad y se adhiere a un sentimiento del que eventualmente puede alejarse. Es decir, el
individuo privado deviene ciudadano, miembro activo de la polis; pero, en la polis, sólo
trabaja por el colectivo en la medida en que éste le posibilita su realización individual.
El fundamento filosófico de esta nueva concepción alcanza su mejor expresión en el
Discurso del Método. Ahí, al comienzo, Descartes afirma que la razón “es lo que mejor
8
“Todos se unen formando una comunidad, a fin de convivir los unos con los otros de una manera confortable,
segura y pacífica, disfrutando sin riesgo de sus propiedades respectivas y mejor protegidos frente a quienes no
forman parte de dicha comunidad.” Locke; 2008:111.
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repartido está entre todo el mundo… la facultad de juzgar y distinguir lo verdadero de lo
falso, que es propiamente lo que llamamos buen sentido o razón, es naturalmente igual en
todos los hombres; y, por lo tanto,… la diversidad de nuestras opiniones no proviene de que
unos sean más razonables que otros, sino tan sólo de que dirigimos nuestros pensamientos
por derroteros diferentes y no consideramos las mismas cosas”. La norma no es algo
externo; no está en el Superior, en el padre o en Dios, sino que se encuentra en el interior de
cada individuo, en su razón. Es lo que afirmará Kant, más de cien años después: mientras el
hombre es considerado como sujeto a una ley, sea cual sea su origen, esta ley lleva
“atracción, interés, coacción”. Pero la autonomía de la voluntad, que permite que el hombre
se someta a su propia ley, lo convierte en legislador universal y sujeto a sus propias leyes.
Ahora la política, el ámbito de lo público, se concibe como espacio del público por
excelencia, de “el pueblo” (We the people…). De esta manera, se obedece a la norma por
dos poderosas y nuevas razones: a) porque es mi norma. Yo la hice (el ciudadano legislador
de Rousseau), y b) porque es más seguro tener una norma racional escrita, que estar a
merced de la interpretación discrecional. Ello implica, idealmente, que no haya
discrecionalidad para nadie, que todos nos sometamos a lo mismo. Se obedece a la ley por la
creencia en la racionalidad de su estructura y funcionamiento (Weber, 1977).
Obedecer siempre el mandato de la ley, aunque sea difícil (dura lex, sed lex) requiere de un
carácter firme, educado: estoy dispuesto a obedecer (al Estado), aunque en lo inmediato me
perjudique, porque tarde o temprano es más seguro. Pero, antes de llegar a ello, el individuo
se ha formado mediante el pago de altos costos al incumplimiento, a tal grado que, en la
normalidad cotidiana, no requiera el castigo y le baste con su amenaza. No es que el
moderno esté conforme con cualquier ley, pero evalúa que el que todos los demás cumplan
las leyes le conviene.9 Por otro lado, sabe y necesita saber que existen mecanismos,
señalados por la propia ley, para lograr su reforma. La ley ya no es dádiva divina o legado de
un Gran Legislador.
9
“Que todo derecho, ‘pactado’ u ‘otorgado’, puede ser estatuido de modo racional, con la pretensión de ser
respetado, por lo menos, por los miembros de la asociación; y también regularmente por aquellas personas
que dentro del ámbito de poder de la asociación realicen acciones sociales o entren en relaciones sociales
declaradas importantes por la asociación.” (Weber, 1977: 173.)
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La idea de que los cargos públicos no son patrimonio de nadie (o se considere que son de
todos) deriva, asimismo, de que sólo se obedece el mandato de la ley y no ningún rango que
la persona posea en sí misma. Al menos formalmente, los cargos no están ligados a ningún
sujeto y toda autoridad cesa cuando la ley así lo señala. Cuando concluye el mandato legal,
la persona que había estado cargada de autoridad regresa al anonimato del que había
salido.10 De esta manera, se abre paso una contradicción entre las características formales y
las materiales del poder político, si bien, formalmente, incluso los medios materiales para el
ejercicio del poder serían exclusivamente de propiedad estatal (pública).
La sociedad moderna es el ámbito natural de la solidaridad orgánica de Durkheim, en el
cual la intensa y extensa división social del trabajo provoca en cada uno la convicción de
necesitar de los otros, sobre la base de un amplio espacio para la personalidad individual.11
Es éste también el espacio de gestación de la idea de igualdad. La nueva noción no nace de
la creencia en una homogeneidad originaria de los miembros del grupo, como la que se ha
vivido en la sociedad comunitaria; todo lo contrario: es hija del pluralismo. Ante la
evidencia de las diferencias, pero de la conveniencia de hacer negocios con los diferentes, se
da a luz la idea de la igualdad de todos ante la ley: la igualdad jurídica.
A diferencia de lo que ocurre en una comunidad, en la ciudad moderna, como en la feria
mercantil de la Baja Edad Media, cada vendedor-comprador se encuentra con alguien que
viene de lejos y con el que sólo esporádicamente se encuentra. La necesidad de consolidar
transacciones, cuando, por otra parte, no es seguro viajar con grandes cantidades de
metálico, sólo es posible con la existencia de un orden, de algo que genere la confianza
suficiente para vender a crédito y prestar dinero contra documentos firmados. Se requiere
la existencia de redes institucionales que aseguren que los abusos serán castigados, única
forma de que normalmente no haya abusos y la sola amenaza se vuelva suficiente. Pero
finalmente, el proceso es coronado por la adopción de una ideología que indica lo que es
10
“La totalidad del cuadro administrativo se compone, en el tipo más puro, de funcionarios individuales, los
cuales…9) Trabajan con completa separación de los medios administrativos y sin apropiación del cargo.”
(Weber, 1977: 176.).
11
En la solidaridad orgánica, “depende cada uno tanto más estrechamente de la sociedad cuanto más dividido
está el trabajo, y, por otra parte, la actividad de cada uno es tanto más personal cuanto está más especializada”
(Durkheim, 1982: 141).
44
Participación y Abstencionismo Electoral en México
correcto, lo cual significa una enorme economía de los recursos necesarios para la
coacción12.
El tipo moderno nace en pugna contra los privilegios de los señores que entorpecen su
progreso y la libertad para desarrollar su actividad productiva y comercial. La
imposibilidad política de contar con ese mismo género de prerrogativas, le otorga sentido a
la lucha por la igualdad (de todos ante la ley). Por su parte, cuando se rechazan los
privilegios, sólo cabe destacar por la vía de la competencia y, mientras se compita en
condiciones de igualdad, cada quien, con su esfuerzo o inventiva, se labra su destino. Tanto
por su origen como por su propia racionalidad, esta idea supone la igualdad en las
condiciones de la competencia. Cuando hay un reconocimiento a una heterogeneidad
originaria en la contienda, es decir, cuando aparecen nuevos privilegios, cabe la posibilidad
de una acción paliativa a nombre del propio colectivo.
En el moderno ha florecido un sentimiento de la necesidad de una justicia que pueda
alcanzar al transgresor donde quiera que se encuentre. Para el habitante del burgo, cada vez
serán más intolerables los privilegios de los señores y frente a ellos, la alianza con el Rey –
que ve el poder señorial como una amenaza a su propio poder– será también frecuente. Sin
embargo, ésta última no está basada en una fe ciega o en un pacto perenne, sino que, de
manera creciente, exigirá la representación de los propios intereses frente al monarca. Éste
será obligado a sentarse a parlar. En verdad, su absolutismo no es nunca tan absoluto. El
despojo de funciones públicas a los señores y su concentración en el poder real –proceso
que alcanza su clímax en las monarquías absolutas– será sólo un paso hacia la formación
del Estado moderno, con su monopólica aplicación de la violencia legítima y su
concentración de los medios administrativos para ello. En la medida de su eficacia, el
Estado moderno no tolera ninguna otra fuente de violencia legítima que no sea
concesionada por él mismo (Weber, 1977).
12
La impersonalidad de la norma es un proceso paulatino, como lo revela el hecho de que, en un principio, los
documentos de crédito no son endosables y, por tanto, son personales. Alcanzar un funcionamiento más o
menos corriente de estas instituciones, como puede verse, una vez rotos los muros del feudo y del monasterio,
requiere de muy largos procesos.
45
Participación y Abstencionismo Electoral en México
Para la gran empresa comercial resulta indispensable reducir la incertidumbre y, por tanto,
incrementar la previsibilidad y el cálculo. Por ello la conveniencia de la regla escrita, lo que
aumenta la certeza de su empleo, y el rechazo a la discrecionalidad en su aplicación. Todo
ello permite enfrentar de mejor manera el futuro que, entonces, es menos incierto y se
convierte en un horizonte de oportunidad.
La sociedad moderna puede estar –y de suyo, normalmente lo está– extensamente
jerarquizada, pero toda jerarquía estará basada en la norma y no en las características
personales y, por tanto, será limitada espacial y temporalmente, así como en el ámbito de su
autoridad.
Se ha dicho, con razón, que liberalismo y democracia pertenecen a dos tradiciones diversas.
Aunque, bien vistas las cosas, la democracia es el único régimen que conviene a una
sociedad que se dice formada por individuos racionales, formalmente iguales y que
libremente acuerdan darse un gobierno. A su pesar o no, el liberalismo termina siendo
democrático, porque no puede justificar ningún otro tipo de régimen, ningún otro origen de
legitimidad de los mandatos.13
El comportamiento político de este tipo será racional, calculador; se sabrá fundamento
originario o legitimador del poder político y será ajeno a clientelismos ciegos y perennes. De
hecho, los individuos modernos permanecen aislados hasta que las circunstancias los
fuerzan a cooperar, a la manera en que las ciudades del Norte de Italia, en la segunda mitad
del Siglo XII, constituyen la Liga Lombarda con la sola finalidad de resistir al Emperador
Federico I, Barbarroja. Con la victoria militar, en la batalla de Legnano, consiguen el
reconocimiento de su derecho a gobernarse a sí mismas y nombrar libremente a sus
magistrados. Estos hechos pueden representar el origen de la modernidad.
El ciudadano estima los conocimientos probados en general y hace lo propio en política.
Por ello, su conducta no se basa en conjeturas, sino en hechos (Downs, 1957), y realiza una
13
“El Estado liberal y el Estado democrático son interdependientes bajo dos aspectos: en la dirección que va
del liberalismo a la democracia, porque se requieren ciertas libertades para el ejercicio adecuado del poder
democrático, y en la dirección opuesta, que va de la democracia al liberalismo, porque se necesita el poder
democrático para garantizar la existencia y la persistencia de las libertades fundamentales.” (Bobbio, 1992: 15)
46
Participación y Abstencionismo Electoral en México
evaluación de los aspirantes a gobernarle y de las posibilidades de cumplir lo que ofrecen.
El ciudadano cree que el gobierno lo representa a él, y por tanto, participa, en la medida en
que sabe que lo que afecte al representante afecta al representado.
Esta manera de ver el mundo social es la que, desde que se consolidó, ha otorgado
legitimidad a todas las organizaciones modernas, hasta llegar al punto en que no existe
ningún Estado que se pueda justificar sin llamarse democrático y sujeto a leyes. Cualquier
otra forma de operar, tiene que adaptarse de manera que, al menos, parezca moderna,
democrática y sujeta a normas, de preferencia escritas. Se puede ser antidemocrático u
operar en la ilegalidad; pero no se puede admitirlo.
c) Los actores posmodernos
Hoy vivimos en el mundo de la comunicación. Nunca antes, ni los individuos, ni las
sociedades, habían dispuesto de tantos medios para comunicarse como hoy y nunca la
homogeneidad cultural había alcanzado la universalidad que hoy alcanza.14 Y sin embargo,
en abierta paradoja, el individualismo nunca había sido tan acusado. Aquí se puede entrar
y salir de los grupos a discreción. La pertenencia a un grupo es libre pero, además, sin
compromisos duraderos. Una mayor tecnificación reduce incluso el tamaño de los
establecimientos productivos y van quedando atrás los grandes conglomerados de obreros.
Es, asimismo, la época de los trabajadores por su cuenta que laboran desde su propio
domicilio, con la oficina en casa. Los patrones de consumo que tienden a homogeneizarse
(por ejemplo, en la ropa), difuminan las diferencias de clase, acusadas en el mundo
moderno. También homogeniza la desaparición de las grandes utopías transformadoras. Y
con ellas se fue también su magia para dejarnos en un mundo desencantado.
El espacio de la personalidad individual posee mayor legitimidad que nunca antes. Pero es
una amplitud hasta cierto punto ilusoria, pues nunca antes la sociedad había sido tan
14 Para Vattimo (1994), hemos entrado en la postmodernidad, una especie de ‘babel informativa’, donde la
comunicación y los medios adquieren un carácter central.
47
Participación y Abstencionismo Electoral en México
masiva, la cultura tan homogénea, tan impersonal. Y, entonces, a pesar de ese amplio
espacio individual, no se produce la intensa solidaridad orgánica descrita por Durkheim
para la sociedad moderna. La división social del trabajo y la especialización han alcanzado
tales niveles que han dejado de ser una prerrogativa personal. Es, repetimos, paradójico: la
sociedad más masiva produce el individualismo más agudo. También desaparece la
ambición de superación personal.
Un exceso de individualismo puede provocar una suerte de nostalgia por la comunidad y
entonces, se puede coincidir con el perfil premoderno y reeditar sus formas. Pero siempre y
cuando los costos personales no sean muy altos. Por ejemplo, se estará a gusto en una
comunidad sin autoridad; en un lugar donde sólo se tengan derechos y no obligaciones.
Seguramente por ello, la adolescencia se alarga en el tiempo: se está mejor al seno de una
familia que no exige mucho compromiso y donde las responsabilidades son mínimas.
Por ello también tienen éxito las comunidades electrónicas. En ellas entro y salgo cuando
quiero; puedo dar todo o muy poco y nadie me puede exigir: todo lo que me dan lo consumo
sin pagos.
La política, el espacio de lo público por antonomasia, vuelve a ser, de algún modo,
patrimonio privado, de sólo unos cuantos: los políticos, los partidos, tan desprestigiados
como envidiados o, al menos objeto de la más simple indiferencia. El espacio político se
desacraliza porque se vuelve banal. A la mayoría no le importa. Lo propio de la autoridad es
el descrédito, la escasez de legitimidad. No se tiene fe en el poder público, ni en la
autoridad, ni en la ley: todos ya han fallado. Pero tampoco se lucha por un cambio, porque
no se cree en él o, quizá, porque se antoje demasiado costoso. 15
En la sociedad de los modernos la obediencia a la ley -y la cooperación en general- son un
acto racional y ocurren cuando los beneficios –de corto o de largo plazo– superan a los
15
“Muchos de los nuevos electores no sienten ningún entusiasmo por participar en la vida de los partidos, ni
en plantear alternativas para revitalizarlos; en todos los países hablan de manera despectiva de los
parlamentos, suelen hablar mal de los presidentes y sienten que la política es una actividad corrupta, extraña
en su mundo, en la que es mejor no participar”. Durán y Nieto (2006: 137.)
48
Participación y Abstencionismo Electoral en México
costos (Downs) y se logra resolver el problema del “free rider”. Puede haber también una
adhesión (racional) a valores. Pero en la sociedad posmoderna el utilitarismo es llevado al
extremo. No hay adhesión a valores o, cuando la hay, no es duradera. El actor sólo se
adscribe a lo que no cuesta. Vale lo que no cueste, lo que no duela. Hay pocas cuestiones
que se coloquen realmente por encima del confort. Ya no se rinde culto al dolor sino al
placer. El carácter se ha reblandecido. No hace falta mayor firmeza en un ambiente en el
que se renuncia a la coherencia: se pueden tomar valores, ideologías, de aquí y de allá,
aunque sean contradictorias. No es que no se valore la autenticidad; es sólo que se puede
hacer a un lado cuando es demasiado doloroso sostenerla.
La cooperación, que era un supuesto en la comunidad y que era conducta racional en la
modernidad –y por tanto, una inversión para el presente o el futuro- ahora es puro
consumo: es lúdica. Según R. Axelrod, (1984), el “peso del futuro” resuelve un dilema de la
cooperación, en la medida en que los actores estiman que sea probable volverse a encontrar
en un esquema de reciprocidad (“como me trates, te trato”). Pero el futuro no tiene peso en
la sociedad postmoderna. Es incierto absolutamente.16 Desaparecen las condiciones de la
cooperación de Axelrod.
Hemos visto que las comunidades luchan contra los diferentes, por conservar lo propio y
que los modernos pueden hacer una revolución por la igualdad de todos ante la ley. Los
posmodernos no están dispuestos para la lucha. Son amantes de la paz.17 La única
revolución que están dispuestos a emprender es interior y gustan de las religiones
contemplativas e intimistas.18 Son tolerantes, no necesariamente por apreciar a la tolerancia
como valor ético o jurídico, sino porque ninguna diferencia importa mucho. Nada importa
mucho. Se vive en el relativismo. Lo que le ocurre a algunos, sólo a ellos les afecta.
16
La angustia de la incertidumbre se puede resolver con la idea de la reencarnación, de la repetición del ciclo.
Pero en él, si nos volvemos a encontrar, no lo sabremos. Entonces, ¿qué importa?
17
“En occidente la paz se ha convertido en un valor que cada vez es más respetado por los nuevos electores.”
Durán Barba y Nieto, (2006:273).
18 “Los antiguos sueños revolucionarios han muerto, pero la subversión es uno de los motores de la evolución
de la vida y del progreso de la especie.” (Ibíd.: 142.)
49
Participación y Abstencionismo Electoral en México
Ya no son sagradas las costumbres, ni el trabajo, ni el progreso; sólo la imagen es sagrada y
por ello el marketing y el culto al cuerpo tienen remarcada significación.19 Ya no importa la
verdad probada, como ocurre en el moderno positivismo, sino la verdad televisada. Aparece
en la TV, luego existe.20 Naturalmente, los medios de comunicación masiva encuentran en
esta realidad una real base de poder.
Al contrario de la sociedad tradicional y su natural aversión al cambio, aquí la innovación
es constante. Todo caduca pronto.
En la economía, el consumo adquiere el papel central, amén de que una alta productividad
permite que haya más personas que consuman sin producir. La sociedad posmoderna es
hedonista. No le interesa el progreso colectivo, ni la superación personal, sino disfrutar.21
Es lo más contrario a la ética puritana que describe Weber. En consonancia con la
búsqueda del máximo confort, no priva más ni la ética católica ni la protestante, sino la
religión a la carta. Escojo lo que más me agrade de cada menú. En la medida en que el futuro
no es relevante y sólo importa el presente, se pierde la ambición y el afán de superación.
Como ni la costumbre ni la razón justifican, en cierto modo se retorna a lo mágico y lo
místico –sin historia, sin coherencia– vuelve a operar como justificación de los hechos. No
se trata ya de la lucha entre el bien y el mal (todo está, más o menos, bien) sino del
sobrecogedor encanto de lo inexplicable.
La búsqueda de la verdad se modifica también: no hay valor en la verdad revelada, ni en la
comprobada, sino en la verdad aplicada; la prueba de verdad es que algo sirva y la
tecnología es más importante que la ciencia. Hay un desprecio por la ciencia básica.22
19 “EL culto a la juventud tiene que ver con la erotización de la sociedad y la fascinación por la hermosura del
cuerpo. (ibíd.: 183.)
20 “La televisión supera a la información escrita porque <<la imagen no miente>>. No miente, no puede mentir,
porque la imagen es la que es y, por así decirlo, habla por sí misma.” Sartori (2006: 107)
21 “Todos quieren consumir. Lo quieren todo para sí mismos, para sus parientes, para los grupos con los que
se identifican.” Durán Barba y Nieto, (2006:119).
22 “Se encuentra rodeado de instrumentos prodigiosos, de medicinas benéficas, de Estados previsores, de
derechos cómodos. Ignora, en cambio, lo difícil que es inventar esas medicinas e instrumentos y asegurar para
el futuro su producción; no advierte lo inestable que es la organización del Estado, y apenas si siente dentro
de sí obligaciones.” Ortega y Gasset (2006: 164).
50
Participación y Abstencionismo Electoral en México
La participación política, como todos los actos colectivos, estará íntimamente ligada a un
consumo lúdico. Se participará con quien proponga lo más divertido, con el más alegre o,
simplemente, lo que más guste a cada quien. Ninguna solemnidad, ningún peso de la
costumbre, ningún deber. Importa la coyuntura. Por supuesto, también importan las
amenazas al confort personal o las promesas de incrementarlo.
La legitimidad de los mandatos no provendrá de la creencia en la racionalidad de la norma,
sino, una vez más, de las características personales de un líder. Pero ahora, los liderazgos
son efímeros y la lealtad es corta. Por tanto, ninguna norma es sagrada, ni racional. Es,
simplemente, impuesta y carente de legitimidad. El posmoderno es, de esta manera, anti
autoritario,23 pues, amén de su individualismo, los mandos carecen de una legitimidad
sólida. El posmoderno es democrático por anti autoritario, no porque crea en la
representación.
Hay una avidez de transparentar, pero precisamente aquello que en la sociedad moderna no
es transparentable: la intimidad.24 Por ejemplo, cuando se da a conocer un presunto
comportamiento oportunista de algún personaje público, impacta más cómo utiliza el fruto
de su abuso (cómo consume) que cuánto adquirió y cómo lo hizo. La sociedad
contemporánea se interesa más (y sus medios de comunicación así lo reflejan) por los
escándalos personales de los políticos que por la calidad de su gestión.25 Más que nunca, no
importa tanto ser como parecer.
d) La participación electoral de los actores
Las comunidades votan –y, en general, participan– de acuerdo a consignas. Las decisiones
individuales no hacen falta; no son correctas. En todo caso, su espacio es muy estrecho. Lo
que conviene a cualquier miembro del grupo es lo que conviene al grupo y ello está definido
por la dirigencia, recaiga ésta en un líder, en un consejo de notables, en una asamblea
23
“Son críticos de la democracia pero no quieren una sociedad autoritaria.” Durán Barba y Nieto (2006:140).
“La televisión permite a la gente común conocer detalles de la vida de sus líderes que antes estaban
reservados para las élites cortesanas.” (Ibíd.: 131.)
25
Giovanni Sartori (2006:116) nos habla de ello cuando se refiere a la “personalización de las elecciones” y
señala que: “En la pantalla vemos personas y no programas de partido.”
24
51
Participación y Abstencionismo Electoral en México
comunitaria o, incluso, en la costumbre. Como la organización tiene forma de familia, los
hijos configuran sus opciones políticas como lo hace el padre.
Al seno de una democracia moderna, los supervivientes premodernos representarían el voto
duro de los partidos que puedan fincar relaciones del tipo patrón–clientes. Pero cuando la
distribución de privilegios decae y pierde importancia, puede ocurrir que esos contingentes
no encuentren ya líder a quien seguir, ni motivación para votar. Como el sistema político no
los representa, no votarían; o bien, dado que existe una proclividad a la lealtad personal, las
personas de perfil más tradicional pueden “seguir” y votar por un líder o una simple
persona con prestigio en la comunidad, sin que les importe en qué partido político se
encuentre ésta. Después de todo, los partidos son una organización moderna; las
comunidades no. Finalmente, los perfiles premodernos podrían inclinarse por las
propuestas políticas que mejor representasen las costumbres del pasado. Los procesos
modernizadores y sus presiones para disolver las comunidades, irán alimentando el perfil
moderno, a costa del premoderno.
Todos los enfoques teóricos llamados “ecológicos”, por enfatizar la influencia del medio,
parecen tener en mente un perfil premoderno en su explicación. Incluso la Teoría de la
Modernización (al menos es sus versiones más mecanicistas) y la Escuela de Michigan, con
su “voto psicológico” parecen incluirlo. La escuela de la “elección racional”, pretende
explicar la conducta moderna.
Los modernos son, por excelencia, los portadores de lo que Weber ha llamado “conducta
racional con relación a fines”. Ellos participan cuando los beneficios de su participación
superan los costos de hacerlo. En todo proceso electoral moderno, deberían escoger no
participar, pues, aunque los costos de hacerlo fueran reducidos, los beneficios esperados de
los resultados los obtendrían de cualquier manera, debido a la participación de otros,
ateniéndose a la arrolladora lógica del free rider. Pero de cualquier manera, siguiendo esta
argumentación, una competencia más estrecha llevaría a una mayor probabilidad de
participación. A mayor competitividad efectiva, menor abstención.
52
Participación y Abstencionismo Electoral en México
La “escuela de la elección racional” fue la primera sorprendida por esta conclusión que se
sigue de su propia lógica, pues, a pesar de ella, la mayoría de los actores acuden a votar
regularmente. Entonces, surge una explicación alternativa para la conducta participativa: el
voto puede no ser inversión, sino simple consumo. Se puede votar por gusto. Esta conducta
es, sin embargo, más propia del tipo puro posmoderno.
Pero en realidad, también los modernos votan por valores, pues no hay finalidades sin
valores, ni jerarquía de valores que no posea su racionalidad. Ello opera en dos sentidos: es
necesario votar, porque hacerlo es parte fundamental de las ideas que le dan legitimidad al
sistema, a la democracia de los modernos, y la prevalencia del sistema como legítimo
conviene más que su desaparición. O bien, y aquí el segundo sentido, el moderno participa
cuando considera que su voto es importante para bloquear el acceso al poder de una opción
considerada peligrosa o atentatoria de su nivel y estilo de vida; y tanto más participará
cuando considere que la opción indeseable tiene probabilidades de triunfo. Más aún,
cuando sus finalidades más pedestres peligran, bien se pueden posponer los valores
democráticos. El punto de quiebre entre defensa del sistema y defensa de los intereses
inmediatos es un tema pendiente de determinar por la investigación.
El voto moderno es por definición calculador y, por tanto, coyuntural. La pregunta acerca
de por cuál partido nunca se votaría tiene que tener en cuenta que el adverbio “nunca” no es
nunca definitivo para un calculador. Tampoco la ideología de algún partido o las meras
siglas.
Los posmodernos, en efecto, votan por gusto, pues, en general, hacen las cosas por gusto.
Puede ser que se identifiquen con las causas comunitarias, pero será sólo por una mera
reacción al exceso del individualismo de su época, pues, en general, no quieren ser
seguidores. Huyen de la consigna. Se sienten autónomos. De cualquier manera, un
posmoderno entra y sale con toda facilidad de cualquier causa. Podrá reconocer liderazgos,
pero este reconocimiento será siempre efímero. Podrá participar, pero su participación será
siempre lábil. Será más probable que el posmoderno participe en la primera oportunidad de
hacerlo (entre los 18 y los 20 años) que después, cuando ya se haya cansado (son de carrera
corta), o cuando la desilusión le haya tomado como presa. Pero el ánimo puede también
53
Participación y Abstencionismo Electoral en México
volver. El posmoderno recuerda a lo que Weber llamó “conducta social con relación a
afectos”. Y los afectos no son eternos.
Dada su sensibilidad por la imagen, los actores posmodernos serán los más susceptibles a la
influencia de las campañas políticas, tanto las que se basan en medios masivos de
comunicación, como las que se basan en el contacto personal; al contrario de lo que ocurre
con los premodernos, que serán impermeables a la propaganda y basarán su conducta en las
decisiones del grupo o del líder de éste. Los actores modernos serán los más sensibles a los
election issues, a los tópicos de los políticos y sus campañas, pues hacen una evaluación de lo
que es racional esperar de la actuación de cada aspirante cuando se convierta en equipo de
gobierno. Ahora bien, tal y como lo explica Anthony Downs, el actor racional no invertirá
demasiado tiempo en analizar cada issue y, por tanto, será susceptible a la ideología de los
partidos. Gracias a ella, si un partido despierta la confianza en el tema más caro para el
elector, la merecerá en todos los otros temas. Pero los partidos modernos adaptan su
ideología a las necesidades del momento, lo cual logran hacer eficientemente, aunque
dentro de los límites de la memoria colectiva electoral.
De cualquier manera, ningún partido promoverá abiertamente la abstención, por más que
ésta le convenga en una coyuntura determinada, pues ella es ajena a la ideología
legitimadora más influyente.
En síntesis:

En el actor premoderno no cabe la decisión individual y la adscripción determina el
comportamiento. Cuando se disuelve la comunidad y los liderazgos personales se
desvanecen, los actores se abstendrían.

En el posmoderno no cabe la consigna, pero es muy susceptible a la influencia del
medio, particularmente a la imagen pública y por tanto, hay mayor veleidad. Con
facilidad el sistema decepciona y, entonces, habrá abstención.

El actor moderno es individualista. Pero sólo en él se plantea la cuestión de cómo y
cuánto influye el medio, el grupo de referencia (y cuál grupo funciona como referencia),
54
Participación y Abstencionismo Electoral en México
las condiciones sociales, etc., en la decisión individual y por qué, al menos en apariencia,
las mismas condiciones generan posturas diversas (por ejemplo, en los hermanos, con
la misma educación y un medio grandemente homogéneo, pero diferentes conductas
políticas).

Las diversas escuelas que pretenden explicar el comportamiento electoral no han
resuelto en forma convincente la siguiente cuestión: los que votan igual, ¿tienen otras
cosas iguales, que a su vez los distingan de los que votan diferente a ellos? Y, si la misma
acción tiene diversos significados para diversos actores, ¿tiene sentido la pregunta
anterior?
El Cuadro 1 presenta un resumen sinóptico de las diferencias entre los tipos de actores:
Cuadro 1
Diferencias por Tipos de Actores
ÍTEM
COMUNIDADES
MODERNOS
POSMODERNOS
Liderazgo
Líder carismático
Norma
impersonal
Ídolos efímeros
Justicia
Fondo (materia)
Formalismo
(ley)
Imagen (no importa
ser, sino parecer)
Individualismo
Anti individualismo
Individualismo
Hiperindividualismo
Relaciones sociales
Comunidad cerrada
Mercado abierto Hipercomunicación
Público y privado
Lo público
(comunitario)
prevalece sobre lo
privado
Lo privado
Lo privado (lo
prevalece sobre íntimo) se hace
público en el show
lo público. La
república es
elección
individual por lo
comunitario
55
Participación y Abstencionismo Electoral en México
Poder político
La política es
privada,
(patrimonial)/basada
en la costumbre
La política es del Desacralización de
la política. Estorba
público
(sacralización
de “el pueblo”)
Cooperación
Cooperación como
supuesto (mecánica)
Cooperación
como inversión
(orgánica)
Cooperación como
consumo (lúdica)
Acción colectiva
Corporativa
Calculadora
(inversión)
Lúdica (consumo)
Patrimonialismo
Cargos como
propiedad
Cargos no son
propiedad
Comunidades sin
cargos
Autoridad I
Autoridad vale por sí
o por la costumbre
Autoridad vale
en virtud de la
norma
Autoridad no vale (o
sólo vale por la
fuerza. No
ideologías)
Autoridad II
Superioridad de la
autoridad (la
autoridad es la ley)
Superioridad de Pérdida de fe en el
la ley (la ley es la poder público (la
autoridad)
autoridad y la ley
tienen un déficit de
legitimidad)
Obligación
Disciplina (sujeción
al grupo)
Carácter
(sujeción a la
norma
internalizada)
Representación
Lo que le ocurre a
cualquiera afecta a
todos
Lo que ocurre a Lo que ocurre a uno
sólo a ese le afecta
algunos
determinados
afecta a todos
(representación)
Revolución
Guerra contra los
diferentes
Revolución por
la igualdad ante
la ley
Licuefacción de la
disciplina y del
carácter
Revolución interior
56
Participación y Abstencionismo Electoral en México
Tolerancia
Intolerancia a los
diferentes
Tolerancia
basada en
igualdad
jurídica
Tolerancia porque
todo es válido
Tiempo
Pasado
Futuro
Presente
Sacralidad
La costumbre es
sagrada
Laicismo (o
ganar es
sagrado)
Marketing. La
imagen es sagrada
Ética
Ética comunitaria
Ética personal
Ética indolora
Reforma
No hay innovación,
sólo reconocimiento
de costumbres de
antaño
Innovación
según reglas
propias, más o
menos
complicadas
(vgr., reforma
constitucional)
Innovación
constante, más o
menos sin reglas.
Estructura orgánica
Son asociaciones, i. e.
tienen dirigente y
cuadro
administrativo
Son
asociaciones, i.
e. tienen
dirigente y
cuadro
administrativo
Comunidades
líquidas (como las
electrónicas)
Administración
No hay un cuadro
administrativo
profesional formal
Burocracia
profesional
No hay jefes
(legítimos)
Cálculo
En tanto no hay
disposiciones legales
racionales, no hay
previsibilidad ni
cálculo
Cálculo y
previsión
Escaso valor del
futuro [OJO: el peso
del futuro en la
cooperación de
Axelrod]
Competencia
No hay concepto de
competencia
Competencia es
central
Individualismo
competitivo convive
con “jugar a ser
masa”
57
Participación y Abstencionismo Electoral en México
Economía
Economía de
subsistencia
Producción
mercantil
Consumo
(hedonismo)
Trabajo
Trabajo vale si es
para el grupo
Trabajo vale en
sí mismo
Trabajo vale si me
da resultados
Éxito
Por privilegios o
fatalidad
Por el esfuerzo
Hacer lo que uno
quiera
Progreso
Importancia de la
superación del grupo
(el espíritu de la
colmena)
Superación
personal
(arquitectos de
su propio
destino)
Pérdida de la
ambición de
superación
Verdad
Verdad revelada
Verdad probada
Verdad televisada
Maximización
Maximizadores de
renta
Maximizadores
de utilidad
Minimizadores de
gasto
Culto
Culto al Superior
Culto al
esfuerzo-trabajo
Culto a la belleza, al
cuerpo
Fuente de
explicación
Lo mágico
Lo racional
Lo mágico
Saber
El saber revelado
El saber
verificado
El saber aplicado (la
tecnología)
Ética
Ética absoluta
Ética inmanente
Relativismo
Ideologías
Idealismo
transmundano
Idealismo
mundano
Fin de las utopías
Religión
Ética católica
Ética
protestante
Ética “a la carta”
Escatología
Trascendencia
Inmanencia
Recurrencia
(reencarnación)
58
Participación y Abstencionismo Electoral en México
Señor (Padre)-
Autoridad-
Súbdito (Hijoshermanos)
Ciudadanos
(compañeros)
Oposición
Contra la infidelidad
a la costumbre
Contra la
arbitrariedad en
la formulación o
el cumplimiento
de la ley
Contra el
autoritarismo, pero
siempre y cuando
los costos sean
bajos.
Participación
Por consigna
(corporativa y
personal)
Estratégica
(evaluativa)
Afectiva (empática)
Abstención
Inoperancia del
corporativismo.
Carencia de
liderazgos
Falta de
competencia y
protesta
sistémica
Desencanto
Relaciones
Amigos
(temporales)
Fuente: Elaboración propia.
a) Buscando a los actores
Hemos aventurado la hipótesis de que en la sociedad mexicana contemporánea conviven
diversos tipos de actores. ¿Cómo encontrarlos reflejados en una encuesta?
Existen diversas preguntas en el cuestionario que permiten que el encuestado nos hable de
sus valores, sus preferencias, sus conductas habituales, sus actitudes frente a los ítems
políticos. Algunas de ellas, estarán fuertemente influenciadas por la coyuntura personal y la
de la sociedad en la que vivimos, de manera que los valores personales se vean cuestionados.
En otros casos, la situación puede reforzarlos. Así, por ejemplo, algún actor podría tener un
talante emprendedor, pero las grandes dificultades que encuentran los que quieren iniciar
una empresa en determinado medio lo pueden dirigir, a posteriori, a buscar refugio en la
seguridad de un patrón o una persona con influencias, en un medio, por lo demás, muy
sensible a ellas. O bien, algún actor puede tener una clara tendencia a cumplir las leyes,
pero si en el medio en que vive es más costos cumplir la ley que violarla, normalmente
terminará haciéndolo, violándola. Los tipos puros son abstractos. Hay un buen número de
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Participación y Abstencionismo Electoral en México
preguntas en la encuesta levantada que nos hablan acerca de cómo ven el mundo los
encuestados, los actores reales. Veamos algunos ejemplos:
Un actor premoderno pensaría que los gobiernos del pasado eran mejores y que la situación
actual es peor de lo que hubo esperado (Pregunta 12), ya que en general piensa que “todo
tiempo pasado fue mejor”; un posmoderno, sin expectativas hacia el futuro, ni referencias al
pasado, respondería “No sabe” (le da un tanto igual); un moderno tendería a creer que el
México post alternancia es mejor que lo anterior o que lo imaginó.
Sobre la situación personal (Pregunta 13), un premoderno diría que la suya es peor de lo
que esperaba; un moderno que es como lo esperaba –aunque cabría la opción ”peor”– y un
posmoderno diría que no sabe.
Un par de preguntas (14 y 15) le demandan al encuestado su preferencia por una serie de
opciones y la razón de su selección. La preferencia por un empleo seguro será propia de los
premodernos; trabajar por cuenta propia, de los modernos y una actividad que nos permita
descansar medio tiempo, de los posmodernos. Las razones coherentes con esa elección
sería, en el mismo orden: “con el futuro de la familia no se juega”, “el que no arriesga no
gana” y “se trabaja para vivir, no se vive para trabajar”.
La Pregunta 19, que pone al encuestado en una situación hipotética que le otorga más
libertad de elección nos habla de las aspiraciones más típicamente premodernas (un buen
empleo; un buen pedazo de tierra en su comunidad; un puesto político por un tiempo), la
moderna (una cantidad de dinero para poner un buen negocio) y la posmoderna (trabajar
para una ONG de servicio).
Por sobre las demás, la pregunta 18 nos pareció muy reveladora, pues inquiere sobre lo que
puede llevar a una persona a lograr sus metas en nuestra sociedad actual. Se le solicitó a los
encuestados que ordenaran una lista de razones para alcanzar el éxito. Estas fueron: la
suerte, el trabajo; las buenas amistades; la situación económica de la familia en la que uno
nace; el estudio; hacer lo que a uno le gusta, aunque no se gane mucho dinero; y el
conocimiento de uno mismo.
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Participación y Abstencionismo Electoral en México
Consideramos que la jerarquización realizada por el entrevistado refleja suficientemente su
concepción acerca de la relación entre los sujetos y el mundo específico en el que viven. Los
actores se explicarían el éxito de las personas por diferentes causas: los modernos lo
atribuirían, típicamente, al esfuerzo personal; los premodernos, al privilegio, pero entre
ellos distinguimos dos subtipos. Por un lado, tenemos a los que conciben los privilegios con
base en redes de relaciones que obtienen y distribuyen beneficios, con un formato análogo a
la renta. Las causas de pertenencia a esas redes estarían ligadas a una condición originaria y
más bien estática; por el otro, los que consideran que los privilegios son debidos a una
fatalidad de origen que nadie puede modificar, salvo excepcionalmente. En realidad, para
estos actores, los “privilegios” pueden no serlo, es decir significar, más bien, pesadas
desventajas de las que no se pueden desprender. Finalmente, los actores posmodernos
hacen equivaler el éxito al gusto, al placer; consideran que el éxito de una persona reside en
su interior y en el autoconocimiento; y valoran el estudio, no como un factor de progreso
personal, sino como fuente de autorrealización gustosa. Además, este subtipo consideraría
que también la fatalidad, lo sobrenatural, define el destino. Por tanto, efectuamos los
siguientes promedios para tipificar a los encuestados:
Cuadro 2
Factores de Éxito por Tipos de Actores
TIPOS
FACTORES DE ÉXITO
Moderno
Trabajo, estudio
Premoderno” Rentista”
Nacimiento, buenas amistades
Premoderno “Tradicional”
Nacimiento, suerte
Posmoderno
Gusto, autoconocimiento, estudio, suerte.
Fuente: Elaboración propia
Un problema para identificar el tipo de cada actor es el papel indiscutible de la ideología
moderna, liberal y democrática, como fuente de legitimidad general o, al menos, más
extendida. Ello quiere decir que este tipo de valores son los “políticamente correctos” y, por
tanto, los más confesables ante las preguntas. Esta es seguramente la razón de que en esta y
en todas las encuestas, la confesión de haberse abstenido es más o menos la mitad de la
contabilizada realmente en las elecciones. Aún así, debemos de localizar el tipo dominante
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Participación y Abstencionismo Electoral en México
en cada encuestado y comprobar si, al seno de su tipo, hay regularidades en sus conductas
políticas y si éstas le distinguen de actores de los otros tipos. Es lo que haremos en el
análisis de la encuesta.
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