Ciencias de la Conducta 2012. Vol. 27 – Núm. 1, 81-102 ©2012 Universidad Carlos Albizu San Juan, Puerto Rico La Narrativa como Guía de Vida: Las Psicoterapias Narrativas. Alfonso Martínez-Taboas, Ph.D.* psychotherapies. I discuss their epistemological bases, the therapeutic stance of the therapist on clinical material, some of the therapeutic techniques and the virtues of the narrative approach. Lastly, I pass review on the evidence that can sustain narrative therapies, and some current challenges that this type of therapy has to address in future studies. Keywords: Narrative psychotherapies; epistemology; constructivism. Universidad Carlos Albizu Recinto de San Juan *El Dr. José R. Rodríguez Gómez tomó la decisión editorial de este artículo. Resumen En Puerto Rico se ha investigado y escrito muy poco sobre las Terapias Narrativas, las cuales tienen una base en posiciones contructivistas y postmodernas. En este artículo el autor realiza una revisión general de las premisas subyacentes de los modelos narrativos según son aplicadas a una psicoterapia individual. Se discuten sus bases epistemológicas, las posiciones que toma el terapeuta ante el material clínico, algunas técnicas utilizadas y las virtudes de este posicionamiento terapéutico. Se finaliza auscultando posibles áreas de evidencia que puedan sustentar estas terapias y se identifican interrogantes y retos que al día de hoy quedan por contestar. Palabras claves: constructivismo. Martínez-Taboas Psicoterapias narrativas; epistemología; Abstract In Puerto Rico there has been little investigation and clinical writings around Narrative Therapies, which have as their bases constructivist and postmodern worldviews. In this article, the author reviews some general premises of narrative models as they are applied to individual 81 Las terapias psicológicas tradicionalmente han estado insertadas en un modelo de mundo que ha sido descrito como la postura modernista. Dentro de esta postura se encuentran una serie de supuestos que guían a la persona a navegar por el mundo y obtener conocimientos de éste. Entre los supuestos más influyentes están los siguientes: 1- La naturaleza del conocimiento es isomórfica o representativa de realidades externas al ser humano 2- Las verdades tienden a ser singulares, universales y ahistóricas 3- La cognición sirve para crear mapas reales representativos de eventos actuales 4- El lenguaje es una herramienta mediadora de la realidad social. Sin embargo, ya para la década de los 1970 esta visión de un conocimiento dado y prefijado por una naturaleza independiente a la nuestra, comenzó a dar paso a una alternativa epistémica: la postura postmoderna (Kvale, 2000). Esta también plantea unos supuestos y unas posiciones ante la búsqueda del conocimiento. Entre los supuestos más importantes están los siguientes: 1- Lo que se considera válido y persuasivo se basa en una teoría coherente y consistente, pero no correspondiente con la realidad. 82 La Narrativa como Guía de Vida 2- No hay una verdad única, objetiva y ahistórica; en vez los saberes son múltiples, contextuales y se basan en contingencias de un consenso social e histórico. 3- Las ciencias deben ser pluralistas en sus métodos y en la interpretación de los hallazgos. 4- El lenguaje no media o refleja la realidad externa; en vez, constituye y construye las categorías en que se basa la realidad social. Algunos autores indican que la influencia postmoderna ha sido tan arrolladora y avasalladora que se atreven decir que las posturas modernistas han dejado de ser la guía oficial en diversas disciplinas, tales como las artes, la literatura, y diversos tipos de ciencias (Gergen, 1992, 2009; Haber, 1994). Otros autores no coinciden con esta apreciación. Según éstos, el postmodernismo ha tenido mejor o peor acogida dependiendo de áreas y disciplinas específicas. Se plantea que la visión postmoderna ha tenido buena acogida en las artes y la literatura; mundos del saber que no tienen un parámetro externo como guía. Sin embargo, en las ciencias más empíricas la alternativa postmoderna aún no ha penetrado o impactado lo suficiente, como para abandonar la idea de que hay unas realidades circundantes dispuestas a ser descubiertas y hasta manipuladas para desentrañar al menos parte de la naturaleza (véase las siguientes obras: Brown, 1994; Gross & Levitt, 1994; Held, 2007; Koerthe, 1998; Kukla, 1998; Laudan, 1990; Longino, 1990; Niiniluoto, 1999; Sokal & Bricmont, 1999). Algunos epistemólogos, como Giere (1988, 1999) y van Fraseen (1980), han expuesto modelos de ciencia en los cuales se integran algunas ideas modernas con otras postmodernas. Por ejemplo Giere, en su modelo de realismo construccionista, defiende la idea de que toda construcción teórica científica es eso: una construcción mental realizada por seres humanos. Pero añade que dichas construcciones, especialmente las exitosas, hacen una contingencia con realidades externas (ej, genes, bacterias, asteroides, agentes bioquímicos) y de ahí se crean modelos de mundo basados en pedazos o fragmentos incompletos de una realidad externa. 83 Martínez-Taboas En este artículo no pretendo entrar de lleno en este debate, el cual es uno complejo y fascinante, pero tangencial a mi propósito principal. Lo que sí deseo hacer es exponer un tipo de labor postmoderna que en los últimos años ha tomado bastante auge. Me refiero a las psicoterapias postmodernas, o quizás mejor conocidas como terapias construccionistas o terapias narrativas. ¿Qué son las psicoterapias narrativas? Esta pregunta no es fácil de contestar debido a que se sabe que hay variaciones dentro del propio movimiento postmoderno, pero en general la labor de un psicoterapeuta narrativo parte de las siguientes tres premisas: 1- Se abandona la idea de que la psicoterapia es análoga a una arqueología de la mente. Freud (1973/1937) fue uno de los primeros que defendió la idea de que el trabajo terapéutico se debe basar en auscultar y desenterrar unos significados reales y subyacentes en los síntomas del paciente. La labor del psicoanalista es descubrir dichos significados verdaderos, los cuales usualmente yacen escondidos tras una madeja de sueños, síntomas y errores de la lengua. Dice Freud (1973/1937): “Y lo que buscamos es una imagen del paciente de los años olvidados que sea verdadera y completa en todos los aspectos esenciales” (p. 134). En ese sentido, Freud se visualizó como un arqueólogo de la mente. Citamos: “Su trabajo (el del psicoanalista) de construcción…se parece mucho a una excavación arqueológica de una casa o de un antiguo edificio que han sido destruido y enterrados…Así como el arqueólogo construye las paredes del edificio a partir de los cimientos que han permanecido, determina el número y la situación de las columnas…encontrados en las ruinas, lo mismo hace el psicoanalista cuando deduce sus conclusiones de los fragmentos de recuerdos de las asociaciones y de la conducta del sujeto” (p. 135). Las terapias narrativas parten de la premisa que no hay significados objetivos ni verdaderos. El psicoterapeuta no descubre el 84 La Narrativa como Guía de Vida significado verdadero de un síntoma; en vez, re-significa y co-narra de una manera diferente los síntomas del paciente. Esta nueva narrativa logra promover la creación de nuevos significados, utilizando metáforas y relatos alternos de la autobiografía del cliente (Morales, 2009). 2- El terapeuta no posee un saber real o establecido; en vez es una persona que participa con el cliente en la co-creación de una historia e interpretación diferente de su vida. La posición clásica es que el terapeuta asume una posición superior y desde la misma educa o ilumina a su paciente con conceptos verdaderos que le dicta su marco teórico. Por ejemplo, desde esta postura el terapeuta modernista interpreta un determinado sueño y asume que su interpretación es real y contingente a una verdad psíquica del cliente. El terapeuta postmoderno adopta una postura diferente: éste es un intérprete el cual no alega poseer verdades universales y muchas veces no tiene prescripciones pre-establecidas de antemano (Madigan, 2011). En vez, se le da primacía a que el cliente se convierta en el intérprete de su vida. Por lo tanto, el terapeuta se convierte en un colaborador activo en la creación, junto al cliente, de nuevas narrativas y textos de vida. Estas narrativas van en búsqueda de substituir narrativas inadecuadas o dañinas para el cliente. Las mismas tienen la misión de liberar al cliente de preceptos que encajonen a éste en valores, conductas, emociones y cogniciones que sean insatisfactorios para el cliente. Estas nuevas narrativas o textos no pretenden ser verdaderos; simplemente son descripciones y significados alternos sobre el pasado, presente y futuro del cliente (Lieblich, McAdams & Josselson, 2004). Veamos un ejemplo: Laura es una mujer de 28 años que va a terapia debido a que hace 5 años dos hombres la secuestraron y la violaron repetidas veces. Desde entonces ha estado padeciendo de fuertes depresiones y tiene ya dos intentos suicidas. Al preguntarle qué significa para ella haber sido violada, ella trae a colación que hasta ese momento ella había sido virgen y que ella deseaba regalarle a su futuro esposo su virginidad. Al 85 Martínez-Taboas no poderlo hacer ahora, se siente decepcionada consigo misma, que no se merece la estima de otras personas y cree que nadie la aceptará luego de lo sucedido. Incluso, a veces siente asco y repugnancia de su cuerpo. En una terapia narrativa, a Laura se le invitará a narrar un texto diferente de su experiencia pasada. Su texto actual, de sentirse abochornada y sucia, sólo la ha llevado a rechazarse a sí misma y a deprimirse. El terapeuta narrativo puede indicarle a Laura que la manera en que ella ha significado la violación no se basa en una realidad externa a ella, sino en la manera muy particular en que ella ha construido su texto de vida. Se le explicará que pueden haber otras construcciones…otros textos de vida…otras resignificaciones. El terapeuta no tiene disponible ese texto ya configurado; en vez, junto con Laura buscará formas alternas de re-significar su pasado para liberarla del yugo de un acontecimiento traumático. No importa cuál sea la eventual resignificación, ésta tendrá el efecto de distanciarla de ese pasado y de que ella pueda construir una visión de ella, como mujer y ser humano, que no esté atada a un acontecimiento que sucedió hace muchos años atrás. En ese sentido la nueva narrativa resultará liberadora. 3- La meta terapéutica es la creación de diversos significados sin un anclaje en una teoría que refleje una realidad objetiva y real. Por lo tanto, el terapeuta narrativo o postmoderno rehúsa establecer como meta básica encontrar la significación verdadera de los síntomas de un cliente. Asimismo, rehúsa vehementemente establecer recetas de vida que se apliquen de manera generalizada a sus clientes. Por ejemplo, un terapeuta modernista podría desarrollar la idea de que para las mujeres ser felices y adecuadas tienen que adoptar una visión feminista de la vida, asegurando que una vida independiente, de asertividad y de poca o ninguna dependencia es la receta perfecta de vida para las mujeres. Otro terapeuta puede desarrollar la idea de que para llevar una vida plena y feliz es necesario que los clientes acepten 86 La Narrativa como Guía de Vida unos preceptos cristianos de vida y desarrollar a toda plenitud su espiritualidad. El terapeuta narrativo rehusará elaborar o endosar estos discursos con significados preestablecidos. En vez, parte de una visión pluralista y no-establecida de los significados de vida. La meta de la terapia es crear un contexto relacional y dialógico para crear transformaciones en el cliente (Berman, 2010). De esta manera, el terapeuta narrativo facilitaría una búsqueda de significados y metáforas adecuados para su cliente particular, tomando como premisa básica una visión idiográfica del cambio terapéutico. Aquí se parte de la premisa de que las transformaciones son únicas en cada cliente y no pueden ser predeterminadas (Neimeyer & Bridges, 2003; Neimeyer & Raskin, 2001). Claro está, las terapias narrativas pueden ser completamente compatibles con diversos marcos terapéuticos. Así, por ejemplo, hay autores que utilizan las premisas de las terapias narrativas, pero ancladas dentro de ciertos aspectos de ciertas escuelas teóricas. Por ejemplo, Mahoney (1991) y Meichenbaum (1993) han hecho esfuerzos integradores entre las terapias cognoscitivas y las narrativas. Spence (1987) ha hecho lo propio con las terapias psicodinámicas. Asimismo, Anderson (2003) ha postulado un construccionismo sistémico en las terapias de familia. La Práctica de la Terapia Según Neimeyer y Raskin (2000), la gran mayoría de los terapeutas que se han insertado en las terapias construccionistas y narrativas, tienen una tendencia a ser eclécticos. Asimismo, pueden utilizar narrativas o metáforas de cambio basadas en modelos cognitivos, sistémicos o psicodinámicos. Una diferencia es que estas narrativas terapéuticas no pretenden ser verdades descubiertas en terapia; en vez, son creaciones conjuntas y colaborativas. El terapeuta suele describirse como que va en un viaje, junto a su cliente, hacia un destino desconocido en donde encontrarán nuevos significados y nuevas acciones. Algunos autores (Anderson, 2003) ven al terapeuta como el editor de una narrativa. 87 Martínez-Taboas Tarragona (2008) plantea que las terapias postmodernas y narrativas tienen ciertas características. Estas son: 1) Inspiración transdisciplinaria= lo que implica que el terapeuta narrativo puede utilizar conocimientos de varias disciplinas, entre ellas la semiótica, la antropología, lingüística y la filosofía. 2) Una visión social del conocimiento y la identidad= se plantea que la interpretación que le damos a nuestras experiencias es construida a través del intercambio social y que una misma experiencia puede ser construida de manera diferente de acuerdo al contexto cultural y relacional del momento. 3) Atención particular al contexto= la problemática del cliente es analizada desde el ángulo del contexto de su cultura, religión, sociedad y relacional, ya que es el contexto el que configura el significado lingüístico que se le da a una experiencia. 4) El lenguaje como concepto medular= a través del lenguaje le damos significado a nuestro mundo circundante. En este modelo lo externo al cliente es de cierta manera amorfo e inespecífico. Es a través de la construcción lingüística que toma apariencia y forma el problema del cliente. 5) La terapia como un viaje común= la terapia es una travesía de exploración, conversación, buscar soluciones y desarrollar múltiples historias alternas. 6) Se valorar la multiplicidad de voces= en la terapia narrativa se entiende que la multiplicidad de perspectivas favorece el trabajo terapéutico. 7) Se incorpora el conocimiento local= inspirado en el concepto de conocimiento local, aquí se cuestionan los discursos universales o meta-narrativas. En vez, se trabaja en terapia desde el punto de vista del cliente y no desde una postura teórica universal. 8) El cliente es la estrella del encuentro terapéutico= se parte de la premisa de que el cliente es el experto en su vida y de que las metas terapéuticas las identifica él o ella. Por lo tanto, el 88 La Narrativa como Guía de Vida terapeuta ahora no es el experto, sino más bien un colaborador curioso que desea ser informado por el cliente. 9) Transparencia= el terapeuta ahora no es un observador objetivo del cliente. Por lo tanto, los prejuicios, opiniones o posturas del terapeuta deben ser transparentes al cliente y ser compartidos con éste si fuera necesario. 10) Interés en lo que funciona= en el lenguaje terapéutico narrativo se hace énfasis en un discurso de resiliencia y de explorar posibilidades de cambio a través de la creación lingüística de nuevas opciones liberadoras. El terapeuta se aleja del discurso tradicional que veía al cliente con deficiencias y patologías. 11) Agente personal= Se parte de la premisa de que el cliente debe controlar sus decisiones y el curso de su vida. Una estrategia genérica muy utilizada por los terapeutas narrativos es la deconstrucción de la narrativa del cliente. Aquí se parte de la premisa de que el cliente se siente triste y desvalorizado debido a que no pudo sostener las expectativas de la construcción de lo que es ser, por ejemplo, un buen hijo. Supongamos que Juan no logró ser médico ya que no obtuvo el promedio necesario para entrar a la escuela de medicina. Su construcción de este evento es que ha fallado como hijo y que ha defraudado a sus padres. Por deconstrucción me refiero a que en terapia, el terapeuta hace preguntas para entender el contexto específico que dio forma a esa historia y revelar las prácticas sociales, religiosas o familiares que crearon y mantuvieron ese problema. Al deconstruir una situación, el cliente y el terapeuta se dan cuenta que dicha narrativa puede ser desmantelada, para entonces re-significar la misma, liberando a Juan de narrativas dominantes, arbitrarias y opresivas. Una técnica muy empleada en terapias construccionistas es lo que se conoce como “terapia de papeles fijos”. En ésta se le pide al cliente que escriba un perfil de su carácter, como si fuera el personaje en una obra de teatro. El terapeuta pasa entonces a retocar algunos aspectos del personaje, introduciendo dimensiones noveles que ayudan a 89 Martínez-Taboas estructural formas alternas de interactuar con la gente. Se pasa entonces a que el cliente ejerza la oportunidad de practicar el nuevo papel retocado con el terapeuta. Luego se le pide que active este nuevo estilo de este personaje en una situación de vida, enviando de manera metafórica a su yo usual de vacaciones y permitiendo y apoyando que el nuevo personaje o el nuevo yo se manifieste por un tiempo determinado. Esta técnica se ampara en la idea de que le facilita al cliente a experimentar nuevas conductas y nuevas auto-construcciones, mitigando la culpa y la amenaza que pueden acompañar el fracasar en su yo usual. Otras técnicas empleadas en estos modelos narrativos son las siguientes: La Externalización del Problema: Se hace claro que el problema del cual habla el cliente (“soy un desgraciado”, “soy un adicto al sexo”) no se debe a un defecto dentro del individuo. En vez, al externalizar el problema, se habla de éste como algo externo, ayudando así al cliente a separarse del mismo y facilitar la renegociación con el problema. Esta postura también ayuda a ver el problema como algo que no es estable. La Transparencia del Terapeuta: Como parte de la meta de minimizar las diferencias de autoridad y de poder entre el terapeuta y el cliente, los terapeutas narrativos se sienten cómodos ofreciendo información sobre ellos y hasta pueden invitar al cliente a que le haga preguntas sobre sus valores y creencias de vida. De esta manera el cliente aprecia al terapeuta como otro ser humano y no como un experto con un conocimiento especial. La Escritura de Cartas: El terapeuta o el equipo de trabajo puede escribirle cartas a su cliente y enviárselas por correo. Esto se hace como una manera de participar en la re-escritura de la historia del cliente y de continuar creando una historia de vida diferente. Ventajas del Enfoque Narrativo Puedo señalar varias ventajas de un enfoque narrativo. A mi juicio, las siguientes tienen un mérito considerable. #1 Se puede desarrollar un enfoque ecuménico dentro de las escuelas psicoterapéuticas. 90 La Narrativa como Guía de Vida Desde el propio inicio del psicoanálisis, en este campo han abundado demasiadas disputas, rupturas y hasta enemistades por aquellos colegas que no endosan una forma particular de dar terapia. Así, por ejemplo, en el libro de Kurzweil (1989) queda claro las diferentes facciones y escuelas dentro del movimiento psicoanalítico, cada una reclamando haber entendido a Freud de la manera correcta o haber superado las enseñanzas de éste. Esta situación divisoria y sectaria se ha documentado de manera dramática en Francia entre los seguidores de Lacan y sus detractores (Turkle, 1992). Esto ha dado paso a que sociólogos como Sulloway (1991) hayan apuntado que las escuelas psicoanalíticas tienen fuertes paralelos con diversos cultos, en donde se dogmatizan ciertas “verdades” o “enseñanzas” de un determinado líder de una escuela terapéutica. El movimiento construccionista y narrativo muy bien puede ser una salida a este lastimoso estado de situación. Esto es así, ya que una premisa que soslaya estas terapias es la celebración del pluralismo y de no privilegiar ciertos discursos sobre otros. Debido a que los significados personales no tienen paralelos con realidades predadas y objetivas, el psicoterapeuta puede ayudar a una persona o a una familia a buscar nuevos puntos de referencia, sin que se asuma una verdad externa e independiente del contexto. #2 Las terapias narrativas y construccionistas pueden servir como una base a la práctica de las terapias multiculturales. Muchos autores han identificado que en las minorías étnicas las psicoterapias tradicionales han sido a menudo inefectivas o hasta dañinas. Esto se basa en que el cliente tiene que insertarse en una consejería eurocéntrica, en donde se exige que la salud mental se demuestre centrando la felicidad en el individualismo, en la expresión abierta de sentimientos, en una familia nuclear y en relaciones igualitarias. Como bien expresa Sue (2002): “Estos elementos de la consejería y de la terapia muchas veces están en oposición a las creencias y valores de las minorías étnicas. En muchos grupos étnicos se valora a la familia en vez de al individuo, poseen patrones familiares 91 Martínez-Taboas jerárquicos, demuestran patrones de comunicación diferentes, y son más reticentes en revelar información de naturaleza personal” (p. 165). Las terapias construccionistas parecen ser una opción a esta situación. Debido a que éstas parten de la premisa de que no existen parámetros universales de conducta, sino que son socialmente construidos, el terapeuta podría ser más flexible al entender, aceptar o insertarse en otros mundos sociales, sin caer en la trampa de asumir una postura cultural imperialista. # 3: Las terapias narrativas se alejan de modelos patológicos del sufrimiento humano. Son muchos los autores que han traído a colación la crítica de que la psiquiatría biológica, con su discurso biomédico, tiende a patologizar el sufrimiento humano y puede también crear discursos peyorativos a personas con estilos alternos de vida (Fee, 2000; Horwitz & Wakefield, 2012; Neimeyer & Raskin, 2000). Claro está, dentro de los modelos construccionistas, lo que es normal o apropiado viene a reflejar mayormente un consenso particular reforzado por fuerzas económicas, religiosas, sociales y políticas. Los casos de la homosexualidad, la condena del sexo premarital y la objeción a que las mujeres estudiaran y se independizaran, son ejemplos elocuentes de cambios sociales que fueron patologizados por el sistema imperante que se resistía al cambio (Horwitz, 2002). Dentro de los modelos construccionistas se tiende a rechazar los sistemas diagnósticos y la presencia de entidades patógenas, ya que éstos fracasan en capturar la riqueza y sutilidad de la manera en que un cliente interpreta el mundo social y su relación con los demás. Por ejemplo, un trastorno de pánico meramente describe un disturbio maladaptativo ansiogénico, el cual no trae a colación información alguna sobre los procesos de significado idiosincrásicos de esa persona. Los construccionistas prefieren realizar conceptualizaciones que son idiográficas e individualizadas, creando un espacio en donde el cliente y terapeuta se alejen de privilegiar los síntomas y en vez se enfoquen en una narrativa en la cual se reconoce que las construcciones de vida del cliente son historias ficticias (y ahora disfuncionales). Estas historias y 92 La Narrativa como Guía de Vida textos son escudriñados para deconstruirlas y buscarle lecturas alternas. De este proceso surge un yo con una consciencia narrativa más amplia, más fluida, más coherente, que permita que el cliente pueda habitar los diversos ambientes ecológicos en que éste reside. De esta manera el cliente asimila que las realidades sociales son construidas de manera lingüística y cultural; la realidad pasa a ser, entonces, un multi-universo. Críticas o Limitaciones del Enfoque Construccionista/Narrativo No debe haber dudas de que muchos terapeutas se pueden sentir incómodos y hasta escépticos con este tipo de terapias. En primer lugar, en sus formas más radicales estos modelos no valoran, no auspician ni fomentan la investigación de los constructos en los cuales se basan estas terapias. No es difícil discernir la razón de esto. Recordemos que la base para el surgimiento de estos modelos es el postmodernismo. Dentro del postmodernismo hay muy pocas personas que les interese investigar empíricamente sus aserciones o discursos. Esto se debe a que de fondo el movimiento postmoderno no cree en fundamentar sus creencias con investigaciones. Lo que se valora es el discurso libre, la pluralidad de voces, la simpatía creada por un enfoque y el consenso social. Como bien lo expresa Madigan (2011): “Por lo tanto, ningún reclamo de conocimiento o de verdad tiene base, excepto dentro de los términos retóricos de un discurso institucionalizado” (p.55). Por lo tanto, estos enfoques terapéuticos pueden crear una actitud crítica en esos psicólogos o psiquiatras que valoran y están insertados en paradigmas realistas de investigación empírica, en donde se da como un supuesto indubitable que las investigaciones son valiosas para escudriñar la naturaleza de las psicopatologías y del cambio terapéutico. De esto se desprende que hay muy poca investigación clínica que apoye de una manera clara la efectividad, eficacia, eficiencia y durabilidad del cambio terapéutico dentro de estos modelos (véase a Neimeyer y Stewart, 2000 y a Madigan, 2011, para una revisión de los pocos datos disponibles). Tarragona (2008) resumen en un par de oraciones esta situación: “Los innumerables estudios de casos publicados son testigos de la utilidad de la terapia narrativa. Sin 93 Martínez-Taboas embargo, hay muy pocos datos empíricamente sistemáticos sobre la efectividad de este enfoque” (p. 189). Dentro del campo de las psicoterapias actual, hay todo un mundo económico, político y cultural que determina la diseminación y aplicabilidad de ciertas psicoterapias. Por ejemplo, en muchos países de Europa y en los Estados Unidos de Norteamérica hay un movimiento fuerte de utilizar en terapia aquellas técnicas, enfoques o modelos terapéuticos que sobresalgan como efectivas en estudios clínicos controlados (Martínez-Taboas, 2005). Esto puede ser un impedimento para la diseminación y aprendizaje de psicoterapias como las narrativas en donde hay muy poca investigación de sus constructos. En segundo lugar, se ha planteado como una crítica a las terapias narrativas que el énfasis por la riqueza teórica y conceptual, ha producido mucho más interés en eruditos de silla y no tanto en los clínicos practicantes que tienen día a día que exponerse al complejo mundo de las psicopatologías. Por ejemplo, imaginémonos a un terapeuta postmoderno ante una persona con frecuentes y severas crisis psicóticas. Dentro del discurso postmoderno no debe haber diagnóstico, ya que poner un diagnóstico reifica entidades nosológicas que no existen. Por lo tanto, el terapeuta se enfrenta con todo un curso clínico severo de una entidad que según él o ella no tiene una realidad ontológica. Adicional a esto, este modelo partiría de la premisa que la meta terapéutica consiste en entrar con esta persona en un diálogo o discurso elaborado y metafórico para deconstruir sus estados psicóticos y construir otros. La pregunta es: ¿es esta tarea posible, viable y efectiva con un cuadro clínico florido? Lamentablemente no lo sabemos. Más aún, no es difícil imaginarse muchos colegas escépticos a que estos modelos sean opciones viables en muchos casos de psicopatologías severas (véase a Held, 1995, 2007 para una elaboración de críticas adicionales a las terapias postmodernas). En tercer lugar, Madigan (2011) menciona que dentro de la terapia narrativa se puede partir de modelos post-psicológicos. Por postpsicológicos se plantea que en las terapias narrativas y postmodernas no se aceptan los conocimientos psicológicos que se adquieren a través de investigaciones empíricas. Esta situación ciertamente crea una situación 94 La Narrativa como Guía de Vida insostenible para un nutrido número de psicólogos y otros científicos sociales. Asentir al post-psicologismo implica que en más de un siglo de investigación psicológica no se ha establecido ningún tipo de conocimiento; sólo retórica discursiva. Ahora que la psicología se está acercando de manera vertiginosa a las neurociencias y a las prácticas psicológicas basadas en la evidencia, esta postura puede crear un distanciamiento ideológico entre muchos colegas. Si la postura del postpsicologismo es cierta, esto implica que no hemos llegado a conocer nada sobre los substratos biopsicosociales de las emociones (Whalen & Phelps, 2008) las psicopatologías (Blaney & Millon, 2009; Simpson, Neria, Lewis-Fernández & Schneier, 2010), las contribuciones poligenéticas (Dodge & Rutter, 2011), y los rasgos de personalidad (Matthews, Deary & Whiteman, 2009; Zuckerman, 2011) (entre innumerables áreas psicológicas). Muchos colegas familiarizados con la trayectoria de dichas temáticas podrían citar innumerables estudios donde se han documentado avances impactantes y significativos en muchas de estas áreas, con una replicación internacional impresionante. Los terapeutas narrativos y post-modernos demuestran una clara tendencia a tomar dos posturas ante los avances en las neurociencias y su impacto en la psicología. O sencillamente ignoran toda esta literatura, o simplemente citan de manera selectiva algún artículo anticuado defectuoso para intentar demostrar su punto. Esto lo vemos claramente en el libro reciente de Madigan (2011). Este autor, al momento de descartar a la psiquiatría, las neurociencias y las psicopatologías, cita repetidamente tres libros algo anticuados de Peter Breggin. Aunque es legítimo citar a cualquier autor, el problema fundamental consiste en que es harto conocido que Breggin es un anti-psiquiatra radical con posturas extremas. En el libro de Madigan no hay ningún intento de citar una literatura abundante y abrumadora en contra de la caricatura que hace Breggin de la psiquiatría. A mi entender, las estrategias de algunos autores narrativos al momento de lidiar con las neurociencias y la psiquiatría, revelan más que nada la incomodidad que sienten estos autores ante unas temáticas que no parecen encuadrar fácilmente en las posturas discursivas de su preferencia. 95 Martínez-Taboas Conclusión Las terapias inspiradas en la posición postmoderna, se han encaminado por el área del discurso, la narrativa y la reconstrucción lingüística de la experiencia humana (Rosen & Kuehlwein, 1996). Estas terapias se alejan de enfoques empíricos, de endosar categorías diagnósticas, y de establecer el privilegio de unos saberes que supuestamente hacen que un clínico sea un experto en un área determinada. Independientemente de sus fortalezas o debilidades, las terapias narrativas son visibles como una alternativa dentro del conglomerado de psicoterapias actuales. Más aún, uno puede ser un clínico cognoscitivo e incorporar varias ideas narrativas. Por ejemplo, mientras que un terapeuta cognoscitivo tradicional ayudará al cliente a encontrar una teoría de la realidad más válida, lógica o funcional, que le permita entender la realidad circundante, el cognoscitivista narrativo se enfocará en la generación de un discurso más local, y sin pretensiones de haber descubierto verdades universales que hacen feliz a la gente. Como no hay verdades que descubrir, el terapeuta cognitivo postmoderno se conforma con crear un disloque con marcos referenciales inútiles y viejos, buscando interpretaciones alternas. Después de todo, ¿quién puede vivir una vida sin narrar la misma? La vida pues, no se compone de la aglomeración de datos y más datos. Análogo a la labor de un pintor y su trabajo con un lienzo, una pintura no suele consistir de innumerables pinceladas dadas a una mezcla casi infinita de tonalidades y colores. En vez, supone observar e interpretar patrones únicos que sólo cada persona puede darle. La vida, pues, es un arco iris de matices los cuales yo escojo enfatizar u obviar. Las terapias narrativas constituyen un enfoque versátil, flexible y de apoderamiento para muchos clientes que acuden a psicoterapia. Los casos clínicos que se han publicado, más un puñado pequeño de investigaciones empíricas, sugieren que estos modelos pueden ser de utilidad para al menos algunas personas. El próximo paso debe ser transcender la elaboración teórica de silla y la escritura de casos anecdóticos. De éstos ya tenemos bastante. Los próximos pasos deben ir dirigidos a investigaciones de proceso y de 96 La Narrativa como Guía de Vida Martínez-Taboas resultados. Más que nunca, el campo de las psicoterapias se ha robustecido enormemente por toda una vastísima variedad de investigaciones rigurosas que apuntan claramente a su efectividad y eficacia (véase la revisión detallada de Lambert, 2013). Como bien dice Lambert: “El público merece tratamientos que estén basados no sólo en nuestro mejor juicio clínico sino también es investigaciones sistemáticas llevadas a cabo en condiciones controladas y naturales” (p. 207). En este sentido, los practicantes de las terapias narrativas deben irse moviendo paulatinamente a robustecer sus opiniones y posturas con investigaciones que sostengan sus postulados, para así ganar credibilidad en una profesión que es muy competitiva. La última encuesta sobre las preferencias teóricas de los psicólogos clínicos en los EEUU reveló que de 1,582 contestaciones, sólo hubo 13 (.008%) que endosaron las terapias narrativas como útiles (Norcross & Karpiak, 2012). Preguntas legítimas son: ¿qué tipo de persona se puede beneficiar más de una terapia narrativa? Me sospecho que deben ser personas muy verbales y con ciertas capacidades cognitivas que les permitan re-imaginar y re-narrar su vida. Me puedo fácilmente imaginar que ya algunas personas no se beneficiarían de esta terapia. Otra pregunta: ¿el cambio que producen estas terapias es duradero? Ya sabemos que algunas psicoterapias producen cambios duraderos (Lambert & Ogles, 2004), pero no tenemos estudios longitudinales sobre el efecto de las terapias narrativas. ¿Puede producir una terapia tan verbal y narrativa cambios conductuales, interpersonales, psicofisiológicos y emocionales también? O, por el contrario, ¿el cambio se reduce al nivel verbal? Un estudio muy reciente arroja luz en este aspecto. Vromans y Schweitzer (2011) realizaron uno de los pocos estudios donde las terapias narrativas fueron aplicadas a 47 adultos con depresión mayor. Los resultados indicaron que la modalidad narrativa fue exitosa en minimizar síntomas de depresión (con un tamaño del efecto d= 1.36); sin embargo en el seguimiento de 3 meses todas las ganancias en el funcionamiento interpersonal se habían perdido. Este tipo de investigación es necesaria para poder evaluar adecuadamente las fortalezas y limitaciones de esta modalidad terapéutica. Me cuestiono: ¿qué resultados obtendría una terapia narrativa si se compara con una terapia estructurada como la terapia interpersonal, aplicada a ciertas disfunciones (ejemplo, depresión, agorafobia, fobia social, bipolaridad, distimia)? Estas preguntas, y muchas más, están en el tintero todavía. Si las terapias narrativas desean crear más curiosidad entre muchos científicos sociales y clínicos, es necesario que trasciendan la anécdota, que por más entretenida e ilustrativa que sea, deja ciertamente muchas lagunas sobre lo que muchas veces se afirma con vehemencia en estos modelos. Referencias 97 98 Anderson, H. (2003). Postmodern social construction therapies. En T. L. Sexton, G. R. Weeks & M. S. Robbins (Eds.), Handbook of family therapy (pp. 125-146). New York: Brunner-Routledge. Blaney, P. H., & Millon, T. (Eds.) (2009). 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