Una escopeta no es simplemente un arma larga de cañón liso

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Una escopeta no es simplemente un arma larga de
cañón liso. Es la más aristocrática de las armas, la
que representa el más puro espíritu de la caza y la
que más propone al cazador el disfrute reposado
del campo y la naturaleza.
Pedro A. Suárez
Con la invención del choke de los cañones, las escopetas
abandonan su prehistoria
Para ser realmente conscientes de lo que es una escopeta
es necesario remontarnos al inicio de la historia de las
armas y, desde allí, seguir su evolución hasta nuestros
días. Solo así se puede comprender cuál es el verdadero
espíritu que mueve al tiro con escopeta. Luego de la
aparición de la pólvora y su utilización por el hombre,
comenzaron a desarrollarse las primeras armas que eran
muy rudimentarias y destinadas fundamentalmente a
fines belicistas.
Un atisbo de evolución
Las escopetas más finas, todavía hoy, se ajustan a mano «al negro humo».
De aquellos primeros mosquetes, cargados a veces con
munición fina como manera rápida, más o menos fiable,
y casi siempre desesperada, de obtener alimentos, se
gestó la evolución de otras que, a pesar de que seguían
siendo mosquetes, tenían el cañón terminado de una
manera mejor. Esto fue lo que desencadenó la historia de
la calidad de las escopetas, tal como ha llegado hasta
nuestros días.
Estas primeras escopetas eran rudimentarias, pero
tenían el cañón bruñido en su interior y eran de
esmerada construcción, lo que significaba un esfuerzo
adicional de trabajo y artesanía que, sin embargo,
quedaba escondido en el interior del arma de forma que
resultaba difícil incrementar el precio de una manera que
reflejara la diferencia de trabajo empleado. Pero
podemos decir que estas armas, aunque de cañón liso,
todavía no eran verdaderas escopetas. Eran sólo eso:
armas en proceso de desarrollo. Hasta que llegó el
próximo avance sustancial constituido por la posibilidad
de rectificar y emparejar el interior del cañón.
La mejora de los cañones permitió centrarse en el
desarrollo de los proyectiles. Se podían disparar balas
sólidas (proyectiles únicos) o multitud de ellos en
pequeño tamaño a la manera de los perdigones actuales.
Pero los perdigones como tales no existían aún y su
balística era tan pobre que sólo cobraban efectividad con
el tiro a muy corta (cortísima) distancia.
El cazador debe aspirar a la mejor escopeta que
contemple su presupuesto
Esta situación permanecería así hasta que hacia 1770 un
inglés, William Watts, descubrió la forma de fabricar
perdigones bastante uniformes. Con esto, su capacidad y
prestaciones, tanto en alcance como efectividad,
comenzó a desarrollarse poniéndose en camino para
alcanzar los niveles actuales. Más tarde, hacia finales de
siglo, las escopetas alcanzan tal grado de evolución y
refinamiento que, salvo los lógicos avances tecnológicos,
permitían fabricarlas con la misma calidad y terminación
que las actuales.
Pero fue más adelante, mitad del XIX, cuando con la
invención del choke de los cañones, las escopetas
abandonan su prehistoria para iniciar su historia
moderna. Como dato que ilustra claramente esto, se
puede citar que en 1875 Anson & Deeley patentaron el
sistema de gatillos ocultos (hamerles) que eliminó los
perrillos exteriores mejorando notablemente el
funcionamiento, a la par que introducía el montado
automático en la acción de apertura. Actualmente todas
las escopetas de báscula lo hacen así.
En la actualidad
Si este eje se desajustara, de inmediato daría «el cante».
Hace muy poco, en una cacería de menor en el
extranjero, gratuita, pero por estricta invitación del
anfitrión, se suscitó entre dos de los participantes a la
hora de la cena, una conversación acerca de las
escopetas. Y de lo escuchado allí, surgieron las
consideraciones de este artículo.
Uno argumentaba básicamente que cualquier escopeta
con la que el cazador estuviera a gusto era apropiada
para cazar y le permitía disfrutar de esta actividad como
de tantas otras. El otro sostenía que su afición justificaba
que el instrumento que le permitía realizarla debía ser
representativo de la importancia que le asignaba. El
primero llevaba una escopeta semiautomática de
mediana calidad mientras que el segundo tenía una
finísima escopeta inglesa de grabado tipo scroll. Pero lo
curioso es que el de la escopeta yuxtapuesta había
llegado a la finca en un coche todo terreno normalito,
pero el de la semiautomática lo hizo con uno de los más
caros. Esto me hizo pensar: ¿cómo es posible que haya
tanta divergencia de criterios entre dos cazadores? Y,
sobre todo, ¿qué movía a otorgar tanta importancia y
representatividad hacia el coche al que tenía la escopeta
normal, mientras que con el otro ocurría todo lo
contrario? Mi respuesta es la siguiente: «ni tanto, ni tan
poco».
Además del indicador de montaje de la percusión que se señala hay tres ejes, ¿los puede
encontrar?
Era bastante evidente que uno buscaba en la caza el
esparcimiento de una actividad que le proporcionaba
ocio, pero el otro «sentía» profundamente la actividad
cinegética identificando con ella una forma de
satisfacción personal. Esta situación me hizo ver que,
bien entendida, la caza es un deporte noble y
democrático, en el que cada cual puede tener su propia y
diferente motivación para ejercerla tan respetable como
las demás. Pero como yo me identifico más con el señor
del coche barato que con el otro, digo lo siguiente: en
general no deben cometerse excesos, y con las armas,
menos. No tiene sentido gastar una fortuna desmesurada
en una escopeta finísima para realizar una actividad
esporádica, pero tampoco está bien comprar una enorme
repetidora, que está hecha para abatir ánades a grandes
alturas, para ir de perdices. O tampoco elegir una
semiautomática americana para el tiro de club, para
luego amenazar con ella a los faisanes. El cazador de
campo, a mi entender, debe aspirar a la mejor escopeta
que contemple su presupuesto—incluyendo los
acabados—por varias razones.
Las escopetas más finas son también las más
inalterables
Para empezar, lograr ser un tirador aplomado y certero
lleva mucho tiempo y dedicación. Las piezas que nos
permiten practicar con ellas no son tantas, no se
encuentran tan fácil ni salen en bandadas a cada
momento de manera que fallar pierda importancia.
Luego está que para conseguir lo anterior se debe usar la
escopeta adecuada. Esto no sólo desde el punto de vista
funcional, sino sobre todo en el ergonómico. Y cuando se
consigue es necesario conservarlo. Y, como quiera que al
cambiar de escopeta se pierde parte de la efectividad que
teníamos, es necesario que nuestra arma nos dure mucho
tiempo. Y precisamente las más finas son las más
duraderas. Su finura y belleza pueden llamar a engaño
insinuando que son endebles, pero nada más lejos de la
realidad: una escopeta fina, bien cuidada, cumple su
función durante dos o tres generaciones.
Durabilidad
En primer lugar, las escopetas con mejores acabados son
las de mejor ajuste porque son las más caras. Y esto es lo
que determina la durabilidad: ¡el ajuste! Para
ejemplificar la importancia de un buen ajuste, suelo usar
la rueda de mi coche. Mi vehículo familiar pesa casi dos
toneladas y sólo tiene cinco tornillos en cada rueda. ¿Ha
pensado el lector alguna vez en esto? Sólo cinco tornillos
sujetan dos toneladas a mucha velocidad y su vida
depende de ellos. Resulta que si están bien apretados, la
rueda queda solidariamente firme al eje y el chasis; de
esta manera las frenadas y aceleraciones son
transmitidas al amortiguador y demás componentes
dispuestos para ello. Pero si estuvieran flojos con cada
parada y arranque pegan un tirón hacia uno u otro
sentido de giro, y en pocos kilómetros los tornillos se
degüellan perdiendo la rueda. En realidad, el deterioro
surge casi instantáneamente de iniciada la marcha. Si
pensamos un poco, es lo mismo con nuestro cuerpo:
vemos que un empujón por fuerte que sea no duele...
pero una bofetada sí.
Componentes interiores de una pletina larga bañados en oro para su protección.
Cuando la llave de una escopeta aloja firme, pero sin
apretar, un cartucho en su interior, éste no tiene
posibilidad de expansión durante el disparo. Pero si
cuenta con holguras en la recámara, o si la llave tiene
juego, o simplemente tolerancias, la presión hará que
con cada disparo se produzca esa bofetada sobre la
báscula y los cañones. El ajuste también influye en la
regularidad de nuestros aciertos ya que una escopeta
bien prieta da una sensación de solidez que nos
proporciona confianza y aplomo al disparar, mientras
que una escopeta con holguras parece quedar flotando en
el aire sólo «apoyada» en nuestras manos.
También sucede un efecto de causa y consecuencia con
las escopetas más finas: para poder ostentar los grabados
y terminaciones que presentan necesitan estar muy
ajustadas para que esos grabados den una sensación de
unidad y continuidad.
Tengo una escopeta superpuesta fina con pletinas
Holland, o «larga» como se las suele llamar, que tiene
profusión de grabados. El tornillo para desmontaje
rápido de campo que muchas de estas escopetas tienen
en la pletina izquierda, en la mía tiene la cabeza
basculante y cuando está cerrada se inserta dentro del
grabado de forma que desaparece. Pero el motivo no es
hacerlo invisible. Es otro muy distinto: como el sitio en el
que va alojada la cabeza del tornillo dentro del grabado
es siempre el mismo, sólo se puede cerrar la pestaña
cuando dicho tornillo está en su posición correcta, no se
puede aflojar y, además, siempre se cierra cuando llega a
la misma presión ¡Este elemento durará para siempre sin
alteraciones debido a su diseño!
Exquisita pletina Holland & Holland que lleva tirando cuarenta años y sigue tan firme
como al principio.
Otro detalle refinado que suele ignorarse de las armas de
calidad, y sobre todo de las que cuentan con grabados
finos, es que precisamente esos grabados que «pasan» de
manera continua de una a otra pieza (como el caso de
ejes y tornillos) delatan inmediatamente cuándo hay
algún desajuste o tornillo flojo ya que la impronta del
grabado se altera.
Por otra parte, y para no abundar en interminables
detalles, se puede aducir que las escopetas más finas son
las más inalterables porque se han cuidado de ello:
Las piezas interiores, aunque permanecen escondidas a
la vista, están tratadas para hacerlas resistentes a la
corrosión y al desgaste. Para la fricción suelen tener un
tratamiento de endurecimiento superficial que permite
mantener maleable el corazón del material. En otras
palabras: no se gastan, pero tampoco se rompen.
En cuanto a la corrosión, baste poner un ejemplo:
cuando todavía no se habían desarrollado los procesos de
baño de cromo duro y otras formas de preservación
existentes actualmente, las piezas interiores se bañaban
en oro que, como es químicamente estable, no se altera
ni se oxida.
En fin, que el cazador, en líneas generales, debería tener
la escopeta más fina que se pueda permitir.
Pedro A. Suárez
Sacado de la pagina club-caza
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