“Así es la chamba” “¿Qué está buscando, amiga?” es la frase repetitiva que escucho mientras camino por “El Ángel” en búsqueda de mi entrevistada. “Tengo rosas, claveles… pase por acá. A un sol cada uno” A diferencia de los demás, Raquel Santana está sentada conversando apaciblemente con su vecina, una mujer mayor con cara de pocos amigos. Como sospeché desde un principio, la vieja mujer se muestra renuente a conversar conmigo, mientras que Raquel acepta casi al instante y me muestra su sonrisa más picarona. No parece una florista del cementerio. -¿Desde cuándo inició con el negocio de las flores? -Yo trabajo desde que estaba chiquilla (risas), como desde los 18 o 20 años. Mi hermana vendía acá, en este puesto y cuando quiso dejar de vender me lo dejó a mí. Todos los días vengo a vender flores desde las ocho hasta las seis y media. Me acompaño con la ‘Chavela’ (Isabela Rojas, la vendedora de al lado). Cuando no hay negocio nos ponemos a hacer hora. Ella también me enseñó cómo se trabaja. Tiene tiempo vendiendo, desde que tenía 10 años. Raquel Santana sentada frente a su puesto de trabajo. - ¿Todos los vendedores se conocen? -¡Todos se conocen! La ‘Chave’ se ha criado acá y todos ya saben cómo es. Aprendió el negocio de una señora que vendía en el puesto donde está ahora. La ‘seño’ ya no trabaja, pero le dejó el puesto a la ‘Chave’ y aquí sigue…toda renegona y fregada, pero sigue (risas) Pero nosotras sólo paramos juntas durante el trabajo, nada más (risas) -¿Ha pensado en quién se encargará del negocio cuando usted ya no esté? -Sólo tengo una hija, ella me viene a ayudar los domingos y ya aprendió este negocio. Prácticamente se ha criado acá. Yo ponía un moisés de caña cuando el puesto era más grande y paraba todo el día conmigo. Este año ya acaba el colegio y yo quiero que estudie en la universidad. -Me comentaron que últimamente el negocio no iba muy bien… -¡Todo está bajo desde que entró Alan! (García) Yo voté por Ollanta, también nos iba a fregar, pero no tanto como Alan. En su gobierno todo era cola, todo apagón. Ahora por ejemplo, por mi casa (en el Agustino) ya hay apagones. Los ‘terrucos’ están por todos lados. -Cuando se habla del cementerio, siempre se relaciona con tristeza y llanto, pero por lo que veo no es así… Isabela Rojas, “Chavela”, compañera de Raquel, cobrando por su producto. -¡Nadie está triste! Más paramos vacilándonos y riéndonos…como si no fuera un cementerio. Ahorita no hay negocio. Pero si vienes en un día de fiesta no te podemos ni atender. Ahí sí ni te miramos (risas) Así es la chamba, pues.