la transformación del mundo colonial al republicano de la nueva

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LA TRANSFORMACIÓN DEL MUNDO COLONIAL AL
REPUBLICANO DE LA NUEVA GRANADA EN EL CUADRO
DE COSTUMBRES “LAS TRES TAZAS”, DE JOSÉ MARÍA
VERGARA Y VERGARA
Ricardo Visbal Sierra
Universidad de La Sabana, Colombia
1. El mundo literario y político de José María Vergara y Vergara
En el siglo XIX, los países hispanoamericanos afianzan su identidad nacional por medio de diversas formas como la mitificación de los próceres nacionales, el sentido de pertenencia a una región o a una zona geográfica determinada, el surgimiento de los partidos políticos y la importancia de algunos
elementos tradicionales como la música, la culinaria y, sobre todo, la literatura,
que asumirá un papel preponderante, ya que por medio de ella se estructurarán
los valores nacionales.
En Colombia, la identidad nacional durante el periodo decimonónico estuvo dividido en dos grandes corrientes: los liberales que deseaban la independencia total de España y todas sus tradiciones, instituciones y legado político
para adherirse a corrientes más librepensadoras procedentes de Gran Bretaña.
En cambio, los conservadores deseaban mantener sus lazos –de manera fraternal– con la península, reconociendo la huella hispánica que dejaron los conquistadores y colonizadores en estas regiones para que la ruptura fuera menos
agresiva. Además, eran cercanos a las doctrinas de la Iglesia Católica.
2
La poca estabilidad política colombiana ocasiona constantes guerras civiles
por el enfrentamiento de los partidos. Los liberales preconizaban una laicidad
del Estado, el libre comercio y la adhesión al progreso de acuerdo con la
revolución industrial, tal como se llevaba a cabo en Inglaterra. En cambio, los
líderes y seguidores del partido conservador buscaban reafirmar las tradiciones
culturales hispánicas heredadas, fortalecer el sincretismo cultural, una ferviente
defensa del catolicismo y una muy importante: el cuidado de la lengua española,
ya que durante un siglo, los grandes nombres de lingüistas, literatos, lexicógrafos, latinistas y helenistas pertenecían a esta corriente ideológica1. Hay muchos
nombres, pero se pueden citar a Miguel Antonio Caro, Rufino José Cuervo,
Ezequiel Uricoechea, Marco Fidel Suárez, José Manuel Marroquín, entre otros
muchos (Deas 32, 33 ss.).
Uno de los estudios más importantes sobre este tema es el libro Del poder y
la gramática, del historiador inglés Malcolm Deas, quien hace un análisis de la
importancia de la lengua española en las confrontaciones políticas en la capital
colombiana, en donde tanto a los políticos como al auditorio les fascinaba el
preciosismo lingüístico en los discursos en el Congreso de la República. Esta
táctica efectista buscaba más el aplauso del auditorio por la elegancia, por el
estilo y por el esquema retórico, ya que muchos de los grandes letrados fueron
estadistas en el país y muchos como Caro y Marroquín llegaron a detentar el
poder político de la nación.
Este amor por la lengua fue uno de los debates más importantes del siglo
XIX en Colombia, y la obsesión de los letrados, sobre todo del mundo conservador, llegó a la meta de la fundación de la primera Academia de la Lengua en
América (Deas 33). Cabe anotar que este acercamiento cultural con España se
debe a tres grandes nombres de la historia y de la literatura nacional: Miguel
Antonio Caro, José Manuel Marroquín y, el menos conocido de todos, José
1
No se puede olvidar que Jorge Isaacs, el escritor de María, la novela romántica por
excelencia de Colombia, era liberal y, aunque su libro parezca idílico, conservador y
hasta en cierto sentido católico, las acciones políticas de este letrado correspondían más
a las de un revolucionario radical de su partido.
3
María Vergara y Vergara. A este último se le puede considerar más literato que
político, y así lo anota en su autobiografía de 1864, en donde comenta que
“quisieron darme rejo en 1850 por godo, y palo en 1860 por rojo” (Las tres tazas
5). De todas formas, su amor por la Madre Patria lo condujo a hacer un viaje
por la península y, gracias a estos contactos, logró que la Real Academia
autorizara una correspondiente en Bogotá (Padilla 88).
La vida de José María Vergara y Vergara fue muy peculiar. Nace en 1831 en
Bogotá, en el marco de una de las familias tradicionales de la capital y herederas
de la hidalguía española, que a la vez apoyó la causa independentista. Su vida fue
dilatada y, aunque buscó en su juventud fortuna en el sur del país, en la región
del Cauca en la década de 1850, su vida como funcionario o como aventurero
no tuvo grandes frutos porque no era tan hábil en el manejo de los negocios
como lo era en la imaginación y el buen uso de la lengua española. Su carrera
académica comienza en el colegio de los jesuitas y luego toma el curso de
“retórica y poética” en la Universidad Central2 (Martínez Silva xxiv). Este
literato no se sintió cómodo con la división partidista que surge en el país desde
finales de la década de 1840. Por eso, Carlos Martínez Silva en el perfil biográfico dedicado a este escritor observa:
Vergara, por carácter, no era apto para las luchas políticas, que exigen
consistencia de ideas, unidad de propósito, energía en la acción y frialdad en
el juicio, condiciones todas de que él carecía en absoluto. Vergara era voluble,
caprichoso y ligero: se dejaba arrastrar por las impresiones, y por lo mismo,
razonaba siempre con el corazón. Él debió conocerse y huir de la política;
pero como entre nosotros eso no es fácil, porque la política se ingiere en todo
y lo domina todo, hubo de desempeñar también su papel en esta danza
carnavalesca que estamos bailando desde que somos nación independiente y
en la cual seguiremos entretenidos hasta que Dios quiera darnos el juicio que
nos falta (Martínez Silva xxxii y xxxiii).
2
Lo que corresponde hoy a la Universidad Nacional de Colombia.
4
Uno de los aportes más importantes de Vergara y Vergara es la primera
visión general de la literatura colombiana que se realizó en el país. Esta obra se
titula Historia de la literatura en Nueva Granada y en ella presenta una realidad
nacional de sumo interés: la importancia de dar cabida a la herencia colonial de
las letras nacionales, como a las literaturas y lenguas indígenas. Este reconocimiento es importante, ya que por medio de sus páginas se percibe la necesidad
de abarcar la identidad con las diversas creaciones artísticas de diferente procedencia. Aún así, en este riguroso estudio se percibe su fuerte sentido de unidad hispánica de acuerdo con la lengua heredada, sin dejar de lado la perspectiva estética del siglo XIX. De este modo, Iván Padilla Chasing, en su libro El
debate de la hispanidad en Colombia en el siglo XIX, considera que la perspectiva
del literato bogotano “deriva de una concepción mimética del arte. De aquí que
en sus comentarios críticos se perciba una idea de lo bello que lo orienta hacia la
apreciación de lo bien o correctamente escrito, y hacia una idea de la literatura
como reflejo que lo lleva a valorar el carácter representacional de las obras”
(Padilla 185).
Además de esta historia literaria, Vergara y Vergara edita con un grupo de
amigos literatos el periódico literario y cultural denominado El Mosaico, el cual
será de suma importancia en la literatura nacional, ya que en sus páginas aparecerán los primeros grandes nombres como Eugenio Castro, el autor de Manuela3, una novela de costumbres; Ricardo Carrasquilla; Jorge Isaacs, el autor de
María; Gregorio Gutiérrez González, con su reconocido texto poético-científico
titulado Memorias del cultivo del maíz, entre otros.
Estas tertulias literarias, acompañadas por el tradicional chocolate santafereño, eran muy importantes porque todos los miembros del grupo olvidaban
sus diferencias políticas y empezaban a charlar sobre las novedades literarias
3
Manuela de Eugenio Castro siempre se consideró la primera novela colombiana. Sin
embargo, en los últimos años, la crítica considera que la primera obra de estas características es Ingermina o la hija del Calamar, de Juan José Nieto, que se publicó en la
década de 1840.
5
europeas y también sobre las creaciones que estaban llevando a cabo. Cabe
anotar que este grupo del Mosaico es muy bogotano y es una representación de
la literatura de la región andina colombiana del siglo XIX.
2. Las tertulias bogotanas y el costumbrismo
A partir de la crisis política de la década de 1860, los intelectuales buscan un
medio idóneo para llegar a la concordia nacional y construir la identidad nacional por medio del realismo romántico a fin de plantear sus observaciones sobre
la inestabilidad del país. Uno de los recursos más efectivos fue la creación de
cuadros de costumbres4 que reflejan la vida cotidiana de la Nueva Granada o de
los Estados Unidos de Colombia, nombre dado al país en la Constitución liberal
de 1863. De este modo, José María Vergara y Vergara escribe “Las tres tazas”,
uno de los relatos más políticos y pintorescos que existen en la literatura nacional, en donde se expone la crisis de la identidad nacional a lo largo de todo el
siglo XIX, a partir de una interesante analogía: las bebidas o infusiones que se
brindan en las casas santafereñas.
En “Las tres tazas” es muy importante observar la arquitectura, ya que en
cada una de las tazas, ya sea la del chocolate, café o té, la descripción de los interiores de las casas es un referente a la vida virreinal y republicana. En verdad, no
sólo en esta obra Vergara y Vergara describe los ambientes que surgían en la
capital, puesto que en el cuadro de costumbres titulado El lenguaje de las casas
muestra su visión de los periodos históricos del país por medio de una analogía
de las diferentes residencias capitalinas: se divide en tres partes y la primera de
ellas será la casa santafereña, la segunda la de Santa Fe de Bogotá y la última, la
del sencillo nombre de Bogotá. En toda esta narración, nos está recordando la
decadencia de los principios de la independencia y cómo importantes familias
con gran patrimonio aportaron a la causa de la libertad, pero el gobierno repu4
Es importante citar las obras críticas de Carmen Elisa Acosta, que estudian el aspecto
sociocultural de los cuadros de costumbres de Colombia, en especial de la capital.
6
blicano nunca les reconoció ni recompensó este aporte y, por esta razón, se
vieron empobrecidas por ayudar a los ideales de esta utopía:
Documentos de dinero impuesto en las cajas reales, cuyos fondos tomó el
gobierno republicano y cuya deuda no quiere reconocer porque, dice, que
eso sería antipatriótico; documentos de suministros hechos al gobierno
colombiano, y que no fueron presentados a tiempo a la comisión fiscal, y por
lo tanto fueron declarados virtualmente cancelados; insolutos de la misma
república en gruesos y apolillados paquetes (Vergara 149-150).
En sí, la taza de chocolate es la representación de una esperanza de la
independencia y es por ello que el escritor centra este relato en la casa de los
marqueses de San Jorge, en el ágape que le hacen a Antonio Nariño en 1813, en
las vísperas de la Campaña del Sur5. La reunión que se hace al presidente de
Cundinamarca es un reflejo de los cambios que se avecinan en el país y, en ellos
se siente una gran alegría por lo que se está dando, puesto que la ilusión de la
autonomía es una realidad y en el refresco todos los asistentes están alegres por
la nueva situación política que se respira en el aire. Vergara y Vergara representa
todo el esplendor de una familia noble santafereña y lo hace por medio de la
gran vajilla de plata que posee con estas significativas palabras: “Olvidaba decir
que la vajilla en que se sirvió aquel chocolate de que vengo hablando, era toda de
plata de martillo y que no era prestada”6. Esta frase es significativa, ya que
representa la riqueza que existía en la Colonia por las minas de este metal
precioso que existían en Mariquita y que eran una de las más importantes en la
Nueva Granada. Además, el sentido de que “no era prestada” representa que el
país en el periodo republicano había grandes deudas que el nuevo país debía
5
La Campaña del Sur fue un enfrentamiento entre los líderes independistas de Bogotá y
las zonas republicanas con las fuerzas de Pasto y Popayán que eran leales a la Corona.
6
Vergara y Vergara, José María. “Las tres tazas”. Las tres tazas y otros cuadros. Bogotá:
Editorial Minerva, Ministerio de Educación Nacional, 1936.
7
asumir ante los banqueros parisinos y londinenses, quienes apoyaron la causa
independentista con importantes préstamos.
El año también es muy importante, ya que en el campo internacional, sobre
todo europeo, 1813 fue la derrota de las tropas napoleónicas en la batalla de
Vitoria en España. Aunque en esta primera etapa de la independencia en el
reino de la Nueva Granada, o Cundinamarca, algunos criollos se sentían leales a
la corona, luego, al año siguiente, cuando empieza la reconquista española, este
periodo se denominará la Patria Boba, por los constantes enfrentamientos entre
los neogranadinos por la conformación de la idea del Estado, ya que debatían si
la nueva patria debería ser centralista como el modelo francés o federalista
como el modelo estadounidense.
En este sentido, el escritor en “Las tres tazas” alaba la gesta intelectual de
Antonio Nariño, quien se preocupó del contacto con las nuevas ideas que
estaban en auge en el Viejo Mundo, en especial las corrientes que surgieron en
el período de la ilustración francesa. Por ello, el profesor Iván Padilla Chasing
escribe que en Historia de la Literatura de Nueva Granada, de Vergara y
Vergara, la figura de Nariño se presenta como el “ideal del hombre perfecto, en
el cual se combinan virtudes opuestas y complementarias como la fuerza, la
prudencia, la justicia, la clemencia, la humildad y la templanza. Vergara
adiciona el sentido de la patria y el honor nacional” (Padilla 216).
“La primera taza” o la taza de chocolate es una reminiscencia de las tertulias
santafereñas de finales del siglo XVIII y principios del XIX, las cuales fueron
famosas por su lustro social, por su buen gusto, por el esmero de los anfitriones
en atender a todos los invitados y, sobre todo, por el debate ideológico que se
estaba llevando a cabo. En estas reuniones se trataban temas sobre la política, los
avances científicos, el desarrollo filosófico del periodo de la ilustración, como las
noticias de la Revolución francesa, la inestabilidad del reinado de Carlos IV, de
las quejas constantes sobre el monopolio comercial, sin olvidar en ningún
momento los momentos de análisis literarios de las últimas publicaciones
europeas (Gómez Cely, http://www.museonacional.gov.co/cuadernos.html).
8
Por eso, la taza de chocolate es un recordatorio de aquellas ilustres veladas
que tanto entretuvieron a la sociedad colonial, y que el escritor echará en falta
durante el periodo republicano. Por eso escribe con un poco de nostalgia sobre
el fin de la primera parte de la independencia y el advenimiento de la Patria
Boba:
Cuatro años después todos los hombres de aquella tertulia, menos dos,
habían sido fusilados; todas las mujeres, menos tres, habían sido desterradas.
Morillo hizo su cosecha de sangre. Pasó aquella tempestad y vino Bolívar.
Con Bolívar vinieron los ingleses de la legión británica, y con ellos, ¡cosa
triste!, el uso del café, que vino a suplir la taza de chocolate (Vergara 20).
Esta amarga comparación entre dos épocas nos hace suponer que Vergara y
Vergara no estaba de acuerdo con la figura del Libertador. Sin embargo, es lo
contrario, lo admira, pero no resiste que los ideales libertarios y autonómicos de
la Independencia se olviden y el país entre en un nuevo ciclo de colonización,
sobre todo económico, el cual está llevando a cabo Gran Bretaña en los nuevos
países latinoamericanos. En sí, la resistencia de este autor a la cultura inglesa se
debe a la negligencia de los colombianos, sobre todo, bogotanos, en reconocer
que a partir del legado colonial hispánico se construye la identidad de la nación.
3. El café y el té, representaciones de la influencia francesa e ingles
Vergara y Vergara, en la “Taza segunda” o la taza de café, describe el cambio
de las costumbres capitalinas, puesto que las familias tradicionales van
adoptando nuevas normas y etiquetas sociales, en especial la francesa, sin dejar
de lado la influencia británica. El año de la reunión es 1848, una fecha significativa para la historia política del país, ya que a finales de la década de 1840 se
conforman los partidos políticos colombianos y a partir de la creación programmática de cada uno de ellos se van a enfrentar ideológicamente en las urnas y
llevarán al país a una constante inestabilidad por más de cincuenta años que
9
culminará en la célebre y trágica guerra de los Mil Días. Además de este aspecto,
el escritor narra con precisión la decadencia decorosa de las grandes familias
coloniales y cómo surgen las clases medias en la ciudad, donde combinan toda
la tradición hispánica con las nuevas tendencias europeas.
Para Vergara y Vergara, en su cuadro de costumbres “Las tres tazas”, el chocolate era la bebida más representativa de la identidad nacional que el mismo
café, el cual forma parte hoy de la cultura nacional. De todos modos, desde la
visión del escritor, las dos tazas podían pervivir en armonía en las casas santafereñas porque el ímpetu europeo y frívolo no había llegado, y en ellas se conservaba el alma monacal virreinal o colonial con esta representación visual: “La
sala del señor y la señora Viñas era de una sencillez patriarcal” (Vergara 22).
Con este motivo de la dignidad y del buen tono, el escritor e historiador Alfredo
Iriarte considera que
La taza de café, hace gala Vergara de la exquisitez y la finura de su humor en
la descripción de una familia de la naciente clase media bogotana que, dentro
del marco de la más tierna y amable cursilería, brinda a un grupo de amigos,
entre ellos Vergara, un agasajo a base del novísimo café, que ya a la sazón
comenzaba a irrumpir en la vida cotidiana de los bogotanos (145).
La “Taza tercera” se centra en la republicana Bogotá, y en este apartado Vergara y Vergara hace una feroz crítica a la ausencia de identidad nacional cuando
va a la sala de la familia Gacharná a tomar el “té en familia” (Vergara 33). El año
elegido es 1866, cuando está vigente la Constitución de Rionegro de 1863, ya
que en esta Carta Magna se percibe todo el idealismo romántico y también por
el influjo liberal radical, donde se consignaba el federalismo como forma de
gobierno y el libre cambio como teoría económica.
La riqueza adquirida por medio del comercio y del sobrecosto de los productos no era del agrado del escritor y ore so considera que a esta clase le faltaba hidalguía. Sentía que la capital se había apoderado de una moda de rechazar la herencia hispánica o criolla y, por eso, toma como ejemplo a Miguel
10
Gacharná, el dueño de un importante almacén capitalino, quien no se sentía
cómodo de ser colombiano. La descripción de la altivez de este personaje es una
de las más irónicas de los cuadros de costumbres de Vergara y Vergara:
El marqués de Gacharná es un francesito, natural de Sutamerchán. De edad
de veintiún años, logró ir a París; vivió en el quinto piso, devorando escaseces
dos años mortales; volvió a Bogotá donde se casó con una inglesa nacida en
el barrio de Santa Bárbara, y que tenía su dote consistente en dos casas que le
dejó su padre ñor Juan de Dios. Ella era vana y el vano; ella amaba lo extranjero, y él se perecía por lo europeo; ella era flaca y él flaco; ella tenía dos casas
y él no tenía ninguna; pero en cambio él había hecho un viaje a París y ella no
había salido de la calle del Rodadero (Vergara 35).
Con esta presentación de los marqueses de Sutamerchán, la pluma del
escritor bogotano, se puede decir, está llena de ironía, pero a la vez hace la reflexión sobre la obsesión de todos los capitalinos de aquella época de percibir todo lo extranjero mejor que la misma cultura tradicional del centro del país. En
este punto, valga la pena aclarar que Vergara y Vergara no rechazaba lo del Viejo Continente, sino la nueva intromisión que padecía el país, puesto que si en la
Colonia la referencia era España, en el período republicano serían Francia e
Inglaterra. De este influjo, muchos de los capitalinos adoptarán ese aire de superioridad, por lo que en “Las tres tazas” el autor les denominará como pepitos
(Vergara 24), luego serán los cachacos, pero en sí, lo que le parece absurdo es el
arribismo, el esnobismo que surge en este período, donde muchas personas
lamentaban el haber nacido como colombianos. Por eso exclama: “¡Qué triste y
qué desolador es encontrarse uno extranjero en su patria!” (Vergara 34).
Esto le sucede al marqués de Sutamerchán, el señor Gacharná, un hombre
que por los orígenes que nos muestra el autor, es oriundo de la sabana cundiboyacense, zona que se ubica en el centro de Colombia. En la taza de té, el autor
relata con cinismo la obsesión de sentirse europeo, y aunque busca el recurso
del humor, se percibe la indignación por este hecho, ya que es una nueva forma
11
de colonización que, en vez de ser política, es cultural. De este modo, el escritor
nos muestra cómo este comerciante consigue la nacionalidad noruega en la
capital gracias a que se hace cónsul de este gobierno, renunciando a la
remuneración, pero a la vez, realizando una solicitud de un título nobiliario:
El gobierno de Noruega le contestó remitiéndole un título de marqués y la
condecoración del Águila Coja, que consiste en una cinta negra con puntadas
de seda azul. El gozo de Monsieur de Gacharná al saber que ya no era colombiano, fue limitado, como su entendimiento, pero profundo como su
gravedad. He ahí cómo Monsieur de Gacharná logró hacerse extranjero en su
misma patria (Vergara 39).
A lo largo de las páginas del cuadro de costumbres “Las tres tazas”, se puede
observar el cambio de la mentalidad de los bogotanos del XIX por medio de las
modas que estuvieron en boga durante este siglo. La novedad de este relato es el
juego de un hombre que tiene por afición coleccionar papeles viejos y, de este
modo, se encuentra con las invitaciones a las veladas que su padre y él mismo
asistió en las casas más notables de la capital. Asimismo, la presentación de la
obra es tan peculiar porque describe el verdadero oficio de José María Vergara y
Vergara: “Soy coleccionador, bibliómano o anticuario, no sé cuál de las tres
cosas será” (Vergara 13), ya que el escritor fue nombrado como “archivero nacional” por el gobierno (Martínez Silva xliii). A partir de los recuerdos familiares y personales realiza una minuciosa visión de los conflictos sobre la ausencia de identidad nacional que se perciben en la capital de la república y que
afectan, de uno u otro modo, las costumbres cotidianas.
Si bien “Las tres tazas” parece una obra escrita por un tradicionalista que
lamenta la pérdida de la grandeza española en Colombia, esto no es del todo
cierto. Por medio del cinismo y el humor, Vergara y Vergara anota su visión
sobre las discusiones acerca de la identidad nacional que se vivían en el país. En
consecuencia, este pequeño cuadro de costumbres de raigambre bogotana, se
centra en la crisis capitalina, pero el conflicto planteado por el escritor por
12
medio de las bebidas es el referente de la controversia ideológica generada por la
radicalización de los partidos políticos en Colombia durante todo el siglo XIX.
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-----. Historia de la literatura en Nueva Granada. Desde la Conquista hasta
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Vergara y Vergara, Tomo IV. Bogotá: Editorial Minerva, 1931.
-----. Historia de la literatura en Nueva Granada. Desde la Conquista hasta
la Independencia (1538-1820). Volumen segundo. Obras escogidas de José María
Vergara y Vergara, Tomo V. Bogotá: Editorial Minerva, 1931.
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