Ejemplo para Años 9 y 10

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Ejemplo de Crónica Deportiva para 9 y 10Años
¡Diego, que Dios te lo pague!
Osvaldo Soriano (Argentina)
Crónica del partido Argentina-Australia, clasificatorio para el Mundial de 1994,
publicada en el diario Página 12, jueves 18/11/93.
Qué ansiedad, Dios mío! ¡Los nervios de punta y un cosquilleo en la planta de los
pies!. Un nudo en el estómago. A esta altura la gente se conformaba con el cero a cero,
pero por fortuna apareció el bueno de Tobin y la metió en su propio arco al desviar un
centro de Batistuta. El primer tiempo, mientras Maradona estaba intacto, pintaba para
lujos y goleada; después, con el cansancio llegaron los sofocones tan temidos. Menos
mal que Diego se portó como si el que estuviera en la cancha fuera su propio
monumento. La llevaba atada, la escondía y la mostraba para embelesar australianos y
exigir argentinos. Para que alguien la llevara hacia el arco. El primer tiempo era la
fiesta de Maradona y el estremecimiento para los que esperábamos que Batistuta y
Balbo se llevaran el mundo por delante. Pero no: los dos delanteros y Ruggeri se
perdieron goles de los que no se perdonan ni en un picado. Y después el arquero
australiano ya se agrandó y parecía como si Islas, harto de esperar una oportunidad con
Basile, hubiera entrado a jugar por Australia.
Estaban mejor parados que allá en Sidney pero pasaba lo de siempre: agujeros
negros en la defensa, porque Ruggeri no siempre llegaba y Vázquez se salía de la vaina
por irse arriba. Redondo empezó bien en el medio pero después desapareció, se fue al
cine o a ver el partido por la tele. Pérez había empezado sin saber dónde pararse porque
la inercia lo empujaba a la derecha. Pero cuando Redondo se fue a mirar el partido por
la tele, Perico decidió ocupar el medio, todo roto como estaba por los pisotones y los
golpes. Entonces Argentina empezó a apretar. Frente al arco Ruggeri cabeceó mal,
Balbo demoró más en conectar los pases que le ponía Diego que Encotel en entregar las
cartas. Y lo de Diego era eso: cartas de amor ansioso, ecuaciones de genio chiflado.
¡Qué cosas hace todavía con la pelota!. ¡Cómo pesa su presencia ahí donde otros hacen
nada más que lo grosero!. A decir verdad hubo un momento en que daba pena que a su
alrededor no estuvieran Gimnasia de Jujuy o Douglas Haig de Pergamino para liquidar
el partido de una vez por todas.
El gol llegó de carambola, cuando hacía rato que los nuestros merecían el pasaje a
Estados Unidos. Se habían perdido todas la oportunidades que creó el viejo coloso de
Villa Fiorito. Entonces todo cambió: el equipo retrocedió para atrincherarse. Basile lo
puso a Zapata y de a ratos Redondo dejaba el televisor y corría alrededor de los más
sudorosos. Entre tanto, lo de Mac Allister tomaba visos de epopeya potreril: pelota que
encontraba, pelota que reventaba fuerte y algo: imagen perfecta de un equipo
desesperado que luchaba contra sus propios fantasmas. No bien los otros defensores
advirtieron que Mac Allister se llevaba la gloria tirando cañonazos al cielo, decidieron
imitarlo y ¡pum!, Vázquez, ¡pum! Ruggeri, ¡pum! Simeone. ¡La hora referí!.
Eso no le quita méritos a los muchachos: esta vez al menos sabían que no podían
fracasar. El triunfo fue de Maradona, talento y ganas, y de Mac Allister, furia y sudor;
aunque hubo soponcios que agitaron la noche de todos los argentinos: esa pelota que
cruzó el área, a contrapelo de la tardía llegada de Ruggeri y Chamot, con Goycochea
tropezando y Mac Allister que llegó a tiempo y la mandó al cielo de los chambones,
pero cielo al fin. La gente esperaba el final. Nadie pensaba ya en la goleada que se
insinuó en el primer tiempo. Zapata empezó a poner precisión y llevar calma a los más
desordenados. Como Chamot, que ya casi perdió el habla y jugó, como en Sidney, un
partido aparte, de quintita bien cuidada.
Hubo de todo. Hasta el referí de Dinamarca sonreía, aliviado, porque si Argentina
quedaba fuera de Estados Unidos iba a ser el mundial de los presos. Sobre le final,
cuando un pelotazo cruzado lamió el palo de Goycochea, hubo toda clase de desmayos.
Pero ya estaba todo dicho y la historia no tendría más sobresaltos: Diego Armando
Maradona le devolvió la sonrisa a una Argentina que ya se estaba desconociendo a sí
misma.
Saludos y respetos, muchachos, señores del fútbol. Ahora hay que formar un equipo
para ir a Estados Unidos.
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