mi abuela wilfred y la ganga

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MI ABUELA (Wilfred y la ganga, 1989)
- Bendición abuela.
- Que Dios me lo bendiga.
Mi abuela, mi abuela, mi abuela… ¡Y en español!
Deja que te cuente, para que tú veas:
no voy a hablar de trabajo ni tampoco de la escuela.
Aunque eso está muy bien, y eso lo sé yo,
quiero que sepas tú lo mío pa' que veas que es más peor.
Yo llegué de Nueva York a principios de verano
y quería quedarme en casa de mi hermano.
Y él me dijo: "Brother, aquí tú no te quedas.”
Y me llevó con primo Pepe pa' casa de mi abuela.
¡Ay qué dolor! ¡Pobres vacaciones!
¡Lo que me hizo mi hermano! ¡Qué clase ‘e pantalones!
Enseguida mi abuela me cayó encima
pa' que le limpiara el patio y le pintara la cocina.
Yo le dije: "Doña, yo vengo a descansar."
Y ella me dijo: "No, m' hijito, aquí usted viene a trabajar.”
- De verdad que tú eres vago, no sé por qué te quejas.
Te me afeitas esa barba y te me cortas la melena.
- ¡Ay, abuela! La barba me la afeito, ¡pero no cortarme el pelo! Mejor me quedo muerto.
Le expliqué que está de moda dejarse la melena
y ella dijo: “¡Que se chave! ¡Así pareces una nena!”
Como no me recorté, esperó a que me durmiera
y me dejó coquipelao con unas estijeras.
¡Qué vaina, qué chavienda!
¿Qué dirán mis panas cuando me vean?
Otro día pa'l almuerzo me dijo mi abuela
que me iba a cocinar lo que yo quisiera.
Entonces le pedí una comida bien buena:
un hamburger y un hot dog, lo que como todos los días.
-No, no, no, no señor, yo no cocino porquerías,
aquí se come vianda y arroz con habichuelas.
Mi abuela, mi abuela, mi abuela.
-Aquí se come vianda, aquí se come vianda.
Pasaron unos días. Conocí a su vecina y tenía una hija que estaba bien buena.
“Ahora es”, me dije yo, y le empecé a rapear sin que mi abuela lo supiera.
Pero ella se enteró y me dio un sermón: “A esa nena la respetas.”
Yo le dije: "Abuela, tú te estás entrometiendo"
y me metió una bofetada que todavía me está doliendo.
¡Qué vaina! ¡No se puede! ¿Qué dirán mis panas cuando se enteren?
Que otro día por la noche yo quería salir y ella dició que no,
“que estas son horas de dormir.” Y así me la pasé, en pleno jueves,
todo el mundo parisiando y yo acostado desde las nueve.
Pasaron otros días que no me fastidió
porque la caja de los dientes se le perdió.
Y aunque ella regañarme parece que quería
de todo lo que me hablaba ¡na’ se le entendía!
Entonces pude descansar
pero ya las vacaciones se me iban a acabar.
Y como ya no encontraba que más inventar
fingí que un dolor me quería matar,
a ver si así me hospitalizaban
y entonces, fácil, de allí yo me escapaba.
Pero se me viró la tortilla
porque ella me empezó a dar una medicina
y me obligó a estar en la cama acostado
hasta que ella pensara que me había recuperado.
Mi abuela, mi abuela, mi abuela. “Arroz con habichuelas.”
Y asimismo un problema que a ratos yo tenía:
siete a la semana, ¡si era uno todos los días!
Pero encontré la solución a todos mis problemas
y es que tengo que aceptar que soy el nieto de mi abuela.
Si total después de tanto protestar
cuando llegué a Nueva York me puse yo a pensar
que ella no es lo que parece, ella es bien buena
y todo lo que hace es por ponerme la vergüenza.
Pero me recordaba yo, de todos los regaños que ella a mí me dio,
y de cada vez que yo hubiera querido beber ron
y me tenía que pretar un tesecito de limón.
Mi madre no sabía cómo yo lo había pasado.
Se creía que todo yo me lo había gozado
y se atrevió a preguntar que cuándo yo volvía pa' allá
Y yo le dije: “Mira, como dentro 'e treinta años más.”
Yo no sé si es que mi abuela tiene mucha resistencia
o yo no puedo soportarla porque no tengo paciencia.
Mi abuela, mi abuela...
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