Javier iba paseando tranquilamente por la calle cuando vio a un

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Luna
Javier iba paseando tranquilamente por la calle cuando vio a
un hombre al que no conocía que se le acercaba
sospechosamente.
-Te estaba buscando- le dice-. Reúnete conmigo en el bar
Luna antes de las seis y media.
Se quedó perplejo. ¿Quién sería ese misterioso hombre? Vio
que se le había caído un papel y lo recogió. Es un mapa en el que
está rodeado el bar del que le ha hablado. Se dio cuenta de que lo
había tirado a propósito, ya que es un lugar que no conocía y que
está semi escondido en un callejón no muy lejano de la ciudad.
Miró el reloj, que aún marcaba las doce y media, así que se alivió
y paró en un restaurante a comer algo, ya que le daba la
impresión de que una vez estuviese en el bar no habría marcha
atrás.
Mientras comía volvió a abrir el papel. La curiosidad se
apoderó de Javier, pero también sentía miedo. Buscó el
restaurante en el que se encontraba para saber por donde habría
que ir. Al terminar de comer iba a guardar el papel pero se dio
cuenta de que en la parte de atrás había algo escrito. Era su
nombre seguidos de la fecha de hoy y un borrón. Un escalofrío le
recorrió la espalda.
¿Cómo podían saber su nombre? En ese momento vino el
camarero con la cuenta, así que guardó el papel rápidamente en
su bolsillo. Pagó y salió a la calle sin saber que hacer. Sabía que
sólo existían dos opciones. ¿Ir al encuentro de ese hombre en ese
extraño bar o llamar a la policía?
Después de pensarlo mucho tiempo razonando las posibles
consecuencias decide que lo más prudente es llamar a la policía.
Llama y explica al hombre que le respondió lo que le ha pasado a
lo largo de la mañana.
-¿Dónde se encuentra ahora mismo?- le pregunta.
-En el restaurante “El mundo de la pasta” en la calle...
-Conocemos el restaurante. En seguida iremos para allá para
que nos enseñe ese mapa y podamos ir a ese bar.
Al cabo de media hora ya están todos
los policías allí. Les enseña el mapa y se
dirigen a ese callejón. Al llegar no hay
nada. Javier piensa que le han gastado una
broma.
Al volver a casa decide que debería contárselo todo a
alguien para desahogarse, así que llama a su mejor amigo: Juan.
Pero resulta que no es él quien le responde, sinó el hombre de
esta mañana.
-Esto no funciona así: no puedes intentar delatarnos y salir
como si nada... Si no vienes antes de medianoche...-ríe-. ¡Ya
verás! Hasta entonces, te bloquearemos la llamadas, los
mensajes, internet... Hasta esta noche- cuelga.
Juan se siente confuso. Después de razonar durante más de
una hora decide que no hay nada que hacer y se resignas a la
única opción posible: ir al Luna
De camino al Luna piensa en todos los acontecimientos
ocurridos esta mañana. Con el mapa en la mano, decide girar
hacia la derecha. Comprobó su móvil y vio que todavía tenía
cobertura. Le viene a la mente llamar a alguien, pero en seguida
descarta esa opción. Llega a la esquina donde debería estar el bar
y, efectivamente, allí está.
Un escalofrío le recorre la
espalda mientras abría la puerta.
Al mirar al interior vio que el
local
estaba
escasamente
iluminado, pero había suficiente
claridad como para ver al
hombre de esta mañana sentado
en una mesa en una esquina. En
su mesa hay una silla libre y
decidió sentarse en ella.
La camarera se acerca a tomar nota, pero no pide nada. En
cambio el hombre misterioso pide un café corto y añade entre
dientes: “Como la valentía de mi acompañante”.
Después de un incomodo silencio y de que la camarera
trajese el café, Javier se decidió a decir:
-Bueno, ¿me va a decir qué quiere de mí?
-Nada en especial...
¡¡Nada en especial!! ¡Le habían hecho pasar todo ese miedo
para nada en especial! Estaba a punto de responderle bastante
irrespetuosamente cuando termina la oración:
-Lo único que quiero de ti es que resuelvas un asesinato.
-¿¡Quéééééééééééé!?
-Lo que oyes. Te hemos estado espiando durante estos
últimos meses y hemos decidido que eres justo lo que estábamos
buscando. Bueno... justo, justo... no. Pero lo más parecido que
hemos encontrado.
-¿Por qué habla en plural?
-Te lo explicaré si aceptas la misión. Si no lo haces, no te lo
puedo explicar.
-Acepto- dice muy convencido.
-Bien...
Se sintió confuso. ¿Estaba aquel hombre esperando a qué le
diera esa respuesta?
-Te explico, entonces. Soy un agente del SNS, Secretos
Nacionales Secretísimos (sí, ya sé que no se nos da muy bien
poner nombres). La cuestión es que el otro día nos llegó un caso
de asesinato que ninguno de nuestros agentes fue capaz de
descubrir, luego te cuento más detalles. Al ver que ni siquiera los
mejores detectives del SNS han sido capaces de resolverlo
hemos decidido buscar a alguien con las capacidades de un
detective y la mente de un delincuente.
-¿Debo sentirme alagado o insultado?
-Ambas cosas. Y ahora sígueme. No me mires ni me hables.
Mantente a una distancia prudente. Por cierto, puedes llamarme
Gabriel. En serio, debes llamarme así, ya que no te pienso decir
mi verdadero nombre.
Gabriel paga la cuenta y sale decidido del bar. Unos cinco
segundos después lo hace Javier. Se siente tentado por la idea de
que consideren que tenga las aptitudes y actitudes de un
detective, pero le echa un poco atrás el hecho de que le llamen
delincuente. Mientras sigue a Gabriel se distrae pensando en los
posibles casos que le manden resolver. Tan entretenido estaba
que no se dio cuenta de que su guía, que le llevaba a través de
una callejuela muy estrecha, se detuvo frente a una puerta oscura
y desgastada por el paso de los años. Cuando Javier entró lo
primero que notó fue un aire muy denso y cargado de polvo, a
pesar de que habían personas en la estancia.
-Es él- dijo Gabriel.
Todos miraron a Javier con diversas emociones: una niña de
unos 10 años le miraba sorprendida, como si no le esperase; una
mujer entrada en años tenía los ojos llorosos, legañosos y
esperanzados; un hombre alto y robusto le dirigía una mirada de
desconfianza; una mujer joven de unos 20 años le observaba
detenidamente, estudiándolo; y un chico de la misma edad que
la mujer le miraba aliviado, desconfiado e impaciente.
-¡Oh, Dios mío! ¡No pensaba que encontrarían alguien con
todas las cualidades necesarias! ¿Cómo te llamas, jovencito?
-Javier- dijo, visiblemente molesto de que le llamasen así a
sus 23 años.
-¿Este enclenque va a descubrir quién mató al abuelo?- dijo
la niña-. Yo me lo esperaba más parecido a Sherlock Holmes...
-Es lo que hay...- dijo el hombre joven alegremente.
-Vamos al grano, ¿se lo has explicado ya?- dijo la mujer.
-Iba a hacerlo delante de todos vosotros para que me
corrigieseis si me equivocaba.
>>El caso es que hace un mes encontraron a Fernando
Gutiérrez, marido de Gertrudis- señaló a la anciana-, padre de los
gemelos Delia y Eduardo- apuntó hacia la pareja de jóvenes-,
hermano de Sergio- hizo un gesto al hombre robusto-, y abuelo
de María- era la niña-, muerto en un pub con señales de haber
recibido un golpe en la cabeza. Hemos preguntado a todos sus
conocidos y nadie ha sabido (o querido) decirnos nada.
Javier esperó unos momentos a que Gabriel continuara pero
como no lo hacía dijo:
-¿Esa es toda la información que me vais a proporcionar?
¿Con esos conocimientos debo descubrir al asesino?
-No exactamente. Queremos que descubras quién, cómo y
por qué. Pero nos conformamos con que averigües quién.
-¿Pero es esa toda la información de la que dispongo?
-Sí- respondió María-. ¿Crees qué podrás?
-No, pero lo intentaré- dijo no muy seguro de sí mismo
Javier.
-Bien- dijo Eduardo-. En ese caso mi hermana, Gabriel y yo
te acompañaremos al lugar del siniestro. Allí te esperan todos los
presentes en el pub aquella noche.
Delia suspiró casi imperceptiblemente, ya que no le tentaba
la idea de volver al lugar donde habían matado a su padre. Javier
se dio cuenta.
Llegaron al pub que se anunciaba con un rótulo rosa
fosforito. Medianoche. A Javier le pareció un nombre no muy
reconciliador.
-Dijisteis que estarían aquí todos los sospechosos, ¿no?
-No. Dijeron que estarían todos los presentes en el pub esa
noche- dijo Delia, tajante.
-Está bien...
Javier observó detenidamente y analizó el local desde el
exterior, pues no se atrevía a entrar. Era un sitio pequeño, con
mala iluminación y, según le dijeron más tarde, con no muy
buena fama entre los vecinos.
-¿Cuántas personas hay ahí dentro?
-Cuatro, además de mí y la otra camarera, fue una noche de
muy poca clientela- dijo una chica morena de piel y castaña.
Levaba el uniforme del local-. Podría estar planeado... Cada vez
que lo pienso...
Entraron y, efectivamente, encontraron a tres hombres y dos
mujer. Una de las chicas, más joven que la otra, llevaba el mismo
uniforme que la muchacha que había salido a recibirles.
-Aquí estamos las dos camareras que servíamos esa noche,
Laura y yo, Olga, y algunos de nuestros clientes habituales:
Ronald,...
-Ron para los amigos- dijo un chico de unos 30, alto,
delgado, pálido de tez, pecoso y de pelo castaño muy oscuro.
-... Federico,...
-Por favor, llamadme Fedric. Nunca me ha gustado mi
nombre, pero tampoco tengo el valor de cambiármelo
oficialmente- un hombre de parecido físico similar a Sergio.
-...Elías,...
La camarera hizo una pausa, como esperando a que Elías
hiciese alguna auto-presentación. Fedric le dio un codazo al que
Javier supuso que sería Elías (un chico muy delgado y bajo,
moreno de piel y rubio), y éste dio un salto en su asiento y dijo,
nervioso:
-A mí todos me llaman Elías... Pero algunos me han puesto
el nombre de Liante. Ya sabéis... Elías, E-Lías...
-... y Rosa.
-Buenas. Rosa, o Luna, como guste, a su servicio.
A Javier le dio mala impresión Rosa. Una mujer ya con
cierta edad, que llevaba un vestido azul muy ceñido a su cuerpo
combinado con una chaqueta demasiado elegante para la
ocasión. Gabriel recalcó el hecho de la vestimenta de la mujer.
-Oh... La razón es que vengo de la comunión de mi hijastra
y no me ha dado tiempo a cambiarme de ropa.
-Está bien. Gracias a todos por presentaros-dijo Gabriel-. Ya
os iremos llamando a lo largo de estos días para investigaros.
Ahora es tarde. Adiós. No, en serio. Adiós. Largaos.
Todos se fueron dispersando. Al quedar solos Javier,
Gabriel, Delia y Eduardo, éste último dijo:
-Ya les conoces a todos. Durante estos días puedes alojarte
en el hotel Refitran, yo soy el director y me asegurare de que te
no te cobren y de que te proporcionen un servicio de la mejor
calidad.
-Gabriel también se alojará allí para ayudarte en lo que
necesites- contribuyó Delia. Al darse cuenta de la mueca de
disconformidad de Javier, añadió-. Claro está, el se alojará en
otra habitación, la contigua a la tuya.
Al acabar la oración dieron por acabadas las explicaciones y
se despidieron.
Gabriel y Javier fueron en un coche alquilado al Refitran,
mientras Delia y Eduardo tomaban la dirección contraria.
De camino al hotel, Gabriel le tendió una hoja de papel un
poco arrugada a Javier, Mientras decía:
-Aquí están los nombres, oficios y edades de todos los
sospechosos.
Javier cogió la hoja y le hecho un vistazo.
SOSPECHOSOS
Laura
Camarera
Olga
Camarera
Ronald
Cocinero
Fedric
Marinero
Elías
Estudiante
Rosa
Ama de casa
Al despertar Javier decidió interrogar a Laura, ya que al
trabajar en el local debería haber visto algo.
Salió de su habitación y ya estaba Gabriel esperándole.
-¿Quién será la víctima de hoy?- preguntó Gabriel con
apariencia impasible pero impaciente.
-Supongo que Laura.
-Bien...
Después de desayunar llamamos a Laura por teléfono para
decirle que estuviese en el Medianoche en una hora y nos
dirigimos para allá. Al llegar ya encontramos allí a nuestra
sospechosa.
-No te dejes engatusar. Intentará alejarte el asesinato de tu
mente. Ni caso. ¿Entendido?- Gabriel emanaba experiencia.
-Lo intentaré...- dijo Javier, no muy confiado en sí mismo, y
bajó del coche.
-¡Holiiis! ¿Qué tal?
-Bien... supongo- Javier estaba muy contrariado con la
actitud de Laura-. Y... ¿Y tú?
-Súper. Bueno, ¿qué quieres saber?
-Ehh... ¿Qué pasó aquella noche?
-¿Con detalles?
-Sólo los relacionados con Fernando, por favor.
-Ok. Bueno, fue un día más o menos normal, dentro de lo
que es la normalidad de nuestro Medianoche. Estaban todos
esperando en la puerta cuando abrimos el local. Estaban
impacientes porque tenían una partida de cartas por acabar.
Ferni...
-¿Ferni?
-Sí, le gustaba ese nombre. Bueno, Ferni no se presentó a
tiempo y todos se pusieron a hablar mal de él- Javier tenía una
mirada interrogativa-. ¡Oh, ya sabes! Que si era un tacaño que
debía dinero a casi todo el mundo, que si le habían visto
haciendo trampas en partidas anteriores, que si les había
confesado ebrio alguna de sus estrategias... Al ver que tardaba
mucho decidieron salir todos, uno por uno, a buscarle por los
alrededores, pero fue Olga quien le encontró, ella era la única de
los presentes a quien le importaba Ferni, así que fue la que gastó
más tiempo buscándole... y volvió llorando y gritando que
llamáramos a la poli...
-¿Algo más? ¿Sabes alguien qué pueda desearle algún mal a
él o a su familia?
-Debía dinero a todos los presentes aquella noche, pero
también sé que Elías fue novio de Delia y cuando ella le dejó se
enfadó con la familia, porque creía que habían sido ellos los que
le habían convencido de que no eran buena pareja.
-Muchas gracias, Laura.
-De nada. Cualquier cosa que necesites me llamas, ¿ok?
-Ehh... Vale.
Javier salió del local y se metió en el coche a dictarle todo a
Gabriel para que lo anotara en el ordenador y luego contrastaran
los datos.
-Bien, ¿ahora a quién llamamos?- preguntó Gabriel.
-A... A Olga.
A los 10 minutos ya estaba allí Olga. Se notaba que estaba
muy nerviosa. Sonreía, por no saber que hacer. Javier salió del
coche y Olga le dijo:
-Por favor, antes de hacerme preguntas déjame que te cuente
todo lo que vi. Supongo que Laura no te habrá dicho mucho,
¿no?- Javier negó con la cabeza-. Obviamente. Ella se pasa todo
el día con el móvil y no se da cuenta. Sólo se da cuenta de las
cosas más monótonas, o rutinarias... No sé da cuenta de los
juegos de miradas... Nunca mira las cintas de vigilancia... Yo sí.
Olga contó la misma historia, omitiendo el final, ya que
suponía que ya se lo habría dicho Laura (más que nada para
ridiculizarla). Además ella le contó que sospechaba que Rosa y
Fernando eran amantes, pero ambos estaban casados, así que
sólo podían verse en ese pub; todos los sábados por la noche se
reunían allí. Y que Fedric también estaba enamorado, pero de
Gertrudis, y aunque aparentaba ser gran amigo de Fernando
sentía hacia él un gran odio. También dijo que había pillado una
vez a Ronald y a Laura mirándose de una forma que revelaba sus
sentimientos mutuos.
-Eres una romántica, ¿eh, Olga? No mucha gente sabe
apreciar el lenguaje de las miradas...- Olga enrojeció-. ¿Qué te
parece lo que estuvieron diciendo todos sobre Fernando cuando
salió al baño?
-No sólo hablaron de él... Hablaron de cada uno conforme
iban saliendo.
-¿Y quién insultaba a quién?
-Todos a todos. Bueno... Todos dijeron de todo de Fernando
menos Rosa. Pero además Rosa insultó a Fedric, él a Ronald, y
Ronald a Rosa. Elías no dijo mucho...
-Vale. ¿Algo más?- Olga negó-. Perfecto, muchas gracias.
Ambos salieron del local, Olga subió a su coche y se
marchó y Javier dictó a Gabriel la nueva información. Luego le
dijo que quería hablar con Elías. Al llegar el sospechoso entraron
al local y comenzaron las preguntas.
-Me han dicho que no te caía muy bien Fernando...
-Estamos ante un caso grave y me gustaría ayudar en todo lo
posible. Es verdad, no lo voy a negar. Pero también es cierto que
yo para él tampoco era precisamente un amigo- Elias ya no
parecía ese chico tímido y torpe del día de la presentación-.
Siempre había estado vigilando todos y cada unos de mis
movimientos, sobre todo cuando salía con su hija. Él pensó que,
si me casaba con su hija, sólo le llenaría de desgracias, ya que
inculcaría mi odio hacia él en “su pequeña Denia”...
-¿Y lo hubieses hecho?
-¡Por supuesto que no! Yo respeto a las personas...
-Vale... ¿Qué me puedes decir de aquella noche?
-Sólo que todos fuimos muy irrespetuosos con todos... Y
creo que me dejé llevar por “una o dos copitas de vino”...
-Es un error grave el irse de la lengua... casi tan grave como
no contar toda la verdad.
-¿Me estás acusando?
-No, te estoy aconsejando. Una última pregunta. ¿Notaste
algo extraño entre vosotros mientras os insultabais? Algo como,
por ejemplo, desconfianza, o desacuerdo...
-No, sólo que me pareció que Rosa estaba muy callada... Y
Fedric se bebió demasiadas cervezas. ¡Fíjate, si me di cuenta
hasta yo, qué también me pasé!
-Gracias. Me has dado una pista. Ya te puedes ir.
En cuanto Elías se fue y Gabriel hubo copiado todo el relato
decidieron que debían hacer una pausa para comer y por la tarde
terminarían las entrevistas.
Después de comer Javier decidió que ahora debería
preguntar por Fedric. Dicho y hecho, en cuanto llegó le dijo.
-¡Hey, Fedric! ¿Te gustan mucho las cervecitas, no? ¿Te
apetece ir a tomar alguna conmigo?
-¿Pagas tú?- Javier asintió-. Entonces me apunto.
Se lo comentaron a Gabriel y este accedió y dijo que estaría
inspeccionando el local. Una vez en el bar Javier se aseguró de
que Fedric bebiera mucho, y después volvieron al Medianoche.
-Dime, ¿qué sabes?
-Sólo sé que no sé nada- y se hecho a reír.
-Bien. Eso está bien. Pero, ¿qué sabes de Fernando?
-Que era un hijo de su madre. Me debía tres mil euros. ¡Tres
mil! ¡¿Tú sabes cuantas cervezas son tres mil euros?!
-No, pero sé que Fernando y tú fingíais mutuamente ser
muy buenos amigos. Eso es porque a ambos os convenía. A él le
prestabas dinero. Pero él a ti... ¿Cómo te devolvía el favor?
Fedric se echó a llorar.
-No lo hacía. Me imagino que te habrán dicho que Ronald
es mi hijo...
-Pues no.
-Bueno, así es. Y cuando nuestros hijos comenzaron a ser
novios ambos nos felicitábamos diciendo que seríamos parientes,
pero a él no le hacía ninguna gracia el deber dinero a un familiar
y yo no quería tener como pariente a un tipo como él, así que él
comenzó a hablar mal a Denia de nuestra familia y eso no me
vino bien, así que nos enfadamos.
Hizo una pausa y Javier intuyó que, a pesar de estar
borracho, no se iría tanto de la lengua como otros sobrios.
-Está bien, Fedric. ¿Le puedes a Ronald qué venga cuando
llegues a casa?
-Claro- dijo Fedric-. Y, por favor, a menos que sirva para la
investigación, no le cuentes esto a nadie...
-Por supuesto. Ahora, vete.
Gabriel no necesitó que le Javier le narrara nada ya que
había estado allí todo el tiempo y había yendo tomando nota.
-Creo que esto puede ser una pistadijo Javier, a la vez que mostraba una
navaja con una F tallada a mano.
-Probablemente sí, pero posiblemente
ya no me haga falta.
Para cuando Ronald llegó Javier ya se había preparado todas
las preguntas.
-En primer lugar, ¿eres hijo de Fedric?
-Sí, pero no suelo ir diciéndolo por ahí a la ligera. No me
hace ninguna gracia. No me siento especialmente orgulloso de
mi padre...
-¿Puedo saber la razón?
-Es... patético. No sé como mi madre se enamoró de él.
-¿Tus padres están separados?
-Obviamente. Mi madre ya no soportaba a mi padre y se
largó. Ni siquiera dejó una nota, como tantas y tantos otros...Ronald contuvo una lágrima.
-Lo siento...
-No fue culpa suya.
-Bueno... ¿Me podrías decir si notaste algo extraño la noche
del asesinato?
-No, todo fue normal, dentro de lo que es nuestra
normalidad. Pero cuando yo salí a buscarle ya olía a
descompuesto.
-¿De verdad? Interesante... ¿Me sabrías decir quién propuso
la idea de salir todos a buscar a Fernando? Si no te importa, dime
también que paso en los minutos anteriores a la genial idea.
-Claro. Lo que pasó es que, después de que Laura volviera
de intentar buscarle sin éxito, intentamos que volviera a fuera,
pero Rosa le defendió diciendo que si no le había encontrado
ella, nadie lo haría, así que Fedric se encabritó y dijo que él sí
podría, y luego fueron saliendo los demás...
-Me has proporcionado una información muy valiosa. Ya
puedes irte.
Javier narró los sucesos a Gabriel y decidió llamar a Rosa.
-Buenas, señora.
-Buenas- dijo Rosa, secamente.
-Tengo ya pocas preguntas, pero debe responderlas con
sinceridad. ¿Tiene usted una buena, muy buena relación con...hizo una pausa, en la que vio como Rosa se ponía muy nerviosaOlga?
Rosa se relajó.
-No muy buena. No me parece adecuado que esa niña nos
espíe a todas horas...
-¿Niña?
-Claro, tan solo tiene 15 años. ¿Qué se había creído?
Javier sonrió. Ahora le resultaba obvio que Olga se hubiese
fijado en las miradas de los clientes...
-Vale, eso me cuadra. Una pregunta más, ¿quién propuso la
idea de salir cada uno a buscar a Fernando?
-Eeh..- vaciló-. Estoy bastante segura de que fue Fedric.
-Eso también me cuadra- Rosa puso cara de desconcierto,
pero solo unas milésimas de segundo. Aún así, fue el tiempo
suficiente para que Javier se diera cuenta-. Ya se puede ir.
Siguiendo la rutina de contar todo a Gabriel Javier se dio
cuenta de que desde casi el principio sabía quién había sido el
culpable, pero ahora ya estaba seguro. Le faltaba hacerle un par
de preguntas a Elías para confirmarlo...
-Elías, no hace falta ni que entres al local, sólo quiero
hacerte una pregunta. ¿Cuándo saliste, olía a descompuesto?
-¡Sí! ¡A eso olía! Aquella noche no supe identificar el olor
pero era justo eso. Recuerdo que el olor provenía de la parte
trasera del local así que pensé que eran los contenedores... ¿No le
parece un error comprensible?
-Por supuesto. Ya te puedes ir. Gabriel, manda un mensaje a
todos los sospechosos, familia del fallecido y a la policía;
mañana a las diez y media de la mañana anunciaré al culpable.
¿Quién crees tú que es?
Dicho y hecho, a las diez ya estaba todos presentes en el
Medianoche. Javier entró con aire solemne al local y comenzó a
relatar:
-El sábado anterior a vuestra última partida fue asesinado
vuestro compañero Fernando. El culpable estuvo a solas con él y
le mató con su propia navaja, ¿verdad, Rosa?
Ella no se dignó ni a levantar la cabeza.
-No sé por qué, pero le asesinó y, al día siguiente, os hizo
salir a todos a buscarlos para que todos fueseis sospechosos. El
olor a descompuesto que algunas notasteis era él.
Los policías, con calma, hicieron ademán de llevarse a Rosa,
pero Javier les detuvo, diciendo que quería escuchar la razón de
Rosa.
-Es bien sencilla. Ferni y yo manteníamos un noviazgo a
espaldas de nuestras familias. Un día nos dimos cuenta de que no
funcionaba, ya que, al contrario de lo que parece, mantener la
relación a escondidas hacía que esta fuese menos apasionante, así
que decidimos suicidarnos. De hecho, la idea fue suya. Pero el día
y la hora quedada no apareció. Al día siguiente llegó
disculpándose; decía que no había podido escaquearse de sus
deberes como padre, pero ambos sabíamos que era un cobarde.
Me dio su navaja y dijo que le matara y después me suicidase,
pero esa vez fui yo la que no pudo cumplir su parte ya que por
poco me pilla Olga...
FIN
-No creo que esté hecho para este trabajo- dices con voz
temblorosa.
-Ya sabía yo que no estabas hecho para esto. Se lo intenté
decir, pero no me escucharon.
Javier se sentía muy indignado. Se imaginó a hombres muy
ricos jugando a las cartas y apostando.
-Puedes hacer dos cosas: levantarte de la silla, atravesar esa
puerta y olvidarte de todo o quedarte para que yo pierda la
apuesta.
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