DETRÁS DEL HALLAZGO* Por: Flor de Paz El transcendental hallazgo de la fosa común donde fueron encontrados los restos de siete miembros de la guerrilla boliviana, entre ellos los del Comandante Ernesto “Che” Guevara, no fue obra de la casualidad. Las investigaciones históricas y los trabajos geológicos de los científicos cubanos posibilitaron el éxito. Este hecho, que trasciende el ámbito académico, tiene su base en el desarrollo alcanzado por Cuba en el campo de la medicina forense, la antropología y la geología. También en el empeño que en la difícil búsqueda pusieron, y aún ponen, este grupo de hombres que comparten sus labores con tres investigadores argentinos. Las prospecciones comenzaron en enero de este mismo año. Transcurrieron seis meses de sucesivas excavaciones. Después del hallazgo los científicos trabajaron una semana como escultores, poniendo la gubia bien cerca del hueso para sacar el terrón adherido sin provocarle daño alguno: había que dejar los restos al decubierto sin producir ningún movimiento en ellos, pues la posición en que se encontraban ofrecería importantes informaciones. Los esqueletos se fueron numerando según su aparición. El número dos se encontraba boca abajo, cubierto por una chaqueta color verdeolivo en la parte del cráneo y los hombros. También presentaban un cinturón de cuero oscuro, una hebilla y botones correspondientes al pantalón. Le faltaban las manos. Los esqueletos 1, 2 y 3 estaban ubicados de forma paralela, lo que hacía suponer que fueron los primeros cadáveres en ser sepultados. Posteriormente se llegó a la conclusión de que todos correspondían a un mismo hecho histórico, pues no se encontró ningún elemento que hiciera pensar en dos momentos de depósito de los cadáveres. Excepto el del esqueleto número dos, todos los cráneos estaban fragmentados, por el estallido que produjeron los disparos de bala en el momento de la muerte, y por lo compacto que se encontraba el sedimento. * Publicado en Periódico Juventud Rebelde, octubre 26 de 1997 116 Un estudio radiológico dental con fines clínicos que se realizara el “Che” en 1957, en México, sirvió de base para confeccionar el dentigrama pre-morten. Al contar con los restos óseos, se realizó el post-morten, y ambos fueron comparados, así como las relaciones de los dientes superiores con los inferiores. Para hacer la identificación se utilizaron además los modelos de yeso con los cuales se hicieron las prótesis al “Che” para cambiar su fisionomía al salir de Cuba. Estos modelos permitieron hacer estudios odontométricos (medición de las coronas de los dientes) y odontoscópicos (análisis de las formas anatómicas de las coronas). La coincidencia de todos esos elementos fue una de las pruebas cruciales para la identificación de los restos del “Che”, pues ellas se consideran entre las más válidas a nivel mundial para conocer a qué persona pertenecen determinados restos óseos, explicó el doctor Luis Toribio, del Instituto de Medicina Legal: “La variedad de posibles combinaciones es tan grande que no alcanzarían todos los pobladores del planeta para encontrar dos similares”. Otro detalle válido fue la marcada prominencia de los arcos supraorbitarios, o mayor abultamiento del hueso frontal que el que comúnmente se observa en el resto de los seres humanos masculinos. Al aplicar la técnica de superposición cráneo-fotográfica por sistema computarizado, también hubo perfecta correspondencia entre puntos y regiones anatómicas. Coincidieron además, edad, sexo, raza y estatura. Los impactos observados en el esqueleto número dos, se corresponden con las lesiones descritas en el informe de autopsia, practicada al cadáver del “Che” en 1967, en el hospital Señor de Malta, de Vallegrande. El antropólogo forense Héctor Soto reveló que los trabajos de identificación empezaron el día 5 de julio en el hospital japonés de Santa Cruz de la Sierra. Allí se montó un laboratorio especializado con todos los recursos técnicos y gráficos modernos que existen para estos fines, desde instrumentos de medición estandarizados internacionalmente hasta softwares de computación, uno de factura norteamericana y dos cubanos. “El grado de fragmentación de casi todos los cráneos no permitió el uso de la técnica de superposición cráneo fotográfica, lo cual ratifica de cierto modo la hipótesis de que después del enterramiento los cuerpos fueron compresionados, compactados por otras capas de tierra”. Para Soto, uno de los principales científicos del equipo del doctor Jorge González, el haber hallado la fosa donde se encontraban los restos del “Che” y de seis de sus compañeros, ha sido el momento más importante de su vida como profesional. Haber participado en la identificación, “un gran compromiso como cubano, como ser humano y como revolucionario; una responsabilidad histórica”. 117