María Sabina

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"LOS CHAMANES: PRIMEROS CURADORES"
Por Stanley Krippner
-----* Stanley Krippner es profesor de psicología y director del Center for
Counsciousness Studies en el Saybrook Institute de San Francisco, donde entre
otros cursos dirige el de "psicología del chamanismo". Precursos de la parapsicología
y de la investigación sobre la conciencia desde los años sesenta, ha investigado los
estados de conciencia chamánicos y su pertinencia actual como instrumento
terapéutico. Entre sus obras más recientes figuran The Realms of Healing, Healing
States y Human Possibilities
María Sabina
En 1980 visité Oaxaca, México, y tuve la gran suerte de poderme entrevistar con
María Sabina, legendaria practicante del chamanismo que en 1955 había compartido
con el mundo exterior sus conocimientos de las ceremonias curativas mazatecas con hongos sagrados.' Nacida en 1894,
María Sabina había llevado una vida muy dura y dolorosa. De niña perdió a su padre, y al principio comenzó a comer
hongos psicotrópicos para combatir el hambre. En una ocasión, cuando su hermana estaba enferma y María Sabina
había consumido hongos alucinógenos, se le apareció la figura de la muerte. Tras esa visión, aseguró haber recibido
orientación de «seres espirituales superiores» en cuanto a cómo curar a su hermana, y ésta se recuperó de su dolencia. A
partir de aquel momento, María Sabina se convirtió en una conocida curandera, o herbolaria, y la gente comenzó a acudir
a ella desde muchos kilómetros a la redonda.
Doña María, como se la conocía respetuosamente, estaba convencida de que los hongos aportaban sabiduría, curaban
las enfermedades, y representaban la carne y la sangre de Jesucristo. Después de la defunción de su segundo esposo,
cuando doña María tenía poco más de cuarenta años, comenzó a trabajar exclusivamente con los hongos sagrados y
pasó a ser conocida como sabia. Me contó que los hongos aparecían por voluntad de Dios. En el modelo de curación de
doña María se realizan varias operaciones, tales como el diagnóstico, la identificación de la causa de la enfermedad y el
tratamiento de la misma, después de que la sabia y sus clientes hayan consumido hongos sagrados. Doña María afirmó
que Jesucristo o algún otro «ser espiritual superior» operaba a través de los hongos, para revelar el origen de la dolencia
y el remedio correspondiente.
Doña María había observado que su bisabuelo, su abuelo, su tía abuela y su tío abuelo eran sabios que consumían
hongos sagrados durante las veladas nocturnas. Para evitar problemas con la Iglesia, asistía a misa y contribuyó a la
fundación de una asociación femenina llamada Hermandad del Sagrado Corazón de Jesús. En realidad, el párroco del
pueblo salió en su defensa cuando las autoridades federales intentaron prohibir sus veladas con hongos.
La imaginería de la liturgia ceremonial de doña María era claramente católica, pero con un fondo de odas y salmos
provenientes de los sumos sacerdotes de Moctezuma, soberano azteca derrocado por los invasores españoles en 1521.
Aunque la Inquisición española había declarado las veladas ilegales, éstas se habían seguido practicando en secreto
durante más de cuatro siglos. Cuando se descubrió que todavía se celebraban, multitud de jóvenes de Norteamérica y de
Europa occidental acudieron a Oaxaca para probar personalmente los hongos psicotrópicos. Doña María simpatizaba con
su deseo de ilustración espiritual, pero criticaba el hecho de que aquellos jóvenes no respetaran las tradiciones
mazatecas y consumieran los hongos sin una preparación adecuada ni la orientación de un «sabio».
Cuando le pedí permiso para tomar fotografías, doña María se disculpó y regresó al cabo de unos minutos con su túnica
ritual bordada a mano, llamada huipil. Una de mis amigas, claramente conmovida por el impacto del gran carisma de doña
María, comenzó a llorar desconsoladamente. Inmediatamente, doña María se separó con ella del grupo, rezó por ella, y le
frotó el cuerpo con flores frescas. A los pocos minutos cesaron las lágrimas, y la mujer en cuestión dijo que sentía una
paz y una felicidad que perduraron varios días.'
María Sabina dejó de practicar poco antes de cumplir los noventa años. Volvió a casarse y vivió apaciblemente en su
pequeño pueblo hasta su muerte en 1985. Entretanto, permitió que se grabaran y transcribieran las canciones y cánticos
con los que acompañaba sus veladas. En uno de ellos, se describía a sí misma y su función:
Soy mujer de esfuerzos,
Soy mujer de llanto,
Soy mujer de palabras,
Soy mujer creadora,
Soy mujer curadora,
Soy poseedora de la sabiduría de las plantas.
En otro, relataba la experiencia de una visión:
Así es como se ve cuando voy al cielo.
Dicen que allí es como la suavidad.
Dicen que es como la tierra.
Dicen que es como el día.
Dicen que es como el rocío.
Fernando Fernández
En las islas de San Blas, en la costa atlántica de Panamá, los indios cunas han conservado muchas de sus formas
tradicionales de curación. R. L. Van de Castle, psicólogo, realizó investigaciones de campo entre los cunas y descubrió
que creían en poder anticipar las enfermedades o desastres inminentes a través de los sueños.' Los chamanes cunas
utilizan diversos procedimientos para garantizar un sueño tranquilo, incluido el de tallar madera aromática para colocarla
en las cuerdas de la hamaca.
Fernando Fernández, es un chamán cuna de poco más de treinta años. Don Fernando explicó el modelo de curación de
los cunas, aclarando que él era un abisua o «cantante». Entre otros tipos de chamanes cunas se encuentran los
inaduledi, especializados en curas herbolarias, y los nele, especializados en diagnósticos, que según se dice viajan por
dentro de la tierra hasta el mundo inferior. Todos ellos trabajan en íntima colaboración con los espíritus de curación y con
los animales de poder, venerados por los cunas a lo largo de los siglos. También disponen de curanderos no chamánicos,
tales como las «abuelas» que ayudan en los partos.
Don Fernando afirmó que había varios tipos de abisuas. El kantule, por ejemplo, es un cantante ceremonial que oficia - en
los acontecimientos especiales, tales como los ritos de pubertad y las ceremonias celebradas cuando se corta el cabello
por primera vez. A don Fernando, por otra parte, se le pide que cante cuando alguien está física o mentalmente enfermo,
cuando una mujer tiene dificultad con el parto, o cuando algún animal está excesivamente excitado y es preciso
tranquilizarlo. Los abisuas también pueden cantar por otras diversas razones, como por ejemplo para ayudar a un obrero
a sostener metal caliente en la construcción, o a una persona que desea atraer a alguien con fines amorosos. A todos los
abisuas les está permitido cantar para divertirse, cuando no están ocupados curando a alguien.
Al igual que la mayoría de los chamanes cunas, don Fernando no practica permanentemente el chamanismo. Vive en
Ustopo, la más poblada y más tradicional de las islas de San Blas. Mientras cursaba sus estudios en la Universidad de
Panamá, uno de los profesores le formuló a don Fernando algunas preguntas sobre la cultura de los cunas. Se avergonzó
al no poder responderle y darse cuenta de que su profesor estaba mejor informado que él sobre las tradiciones de su
pueblo. Esta experiencia le motivó para convertirse en abisua y, con algunos de sus amigos, fundó la Sociedad para la
Conservación de la Cultura Cuna. Uno de sus intereses consiste en grabar y conservar los centenares de canciones
curativas utilizadas por los abisuas. Las canciones cunas de curación son complejas y difíciles de aprender. Don
Fernando confesó que sólo había aprendido quince de ellas. La más corta dura aproximadamente una hora y la más
larga, que es la canción de los muertos, dura unas catorce horas y tardó un año en aprenderla. Don Fernando me permitió
que grabara la akuanusa, canción utilizada para combatir la fiebre. También conoce canciones para tratar jaquecas,
superar el miedo, facilitar el parto, curar el alcoholismo y desalojar los fantasmas de una casa. Las canciones varían en
estilo y contenido, pero todas piden ayuda al mundo de los espíritus.
Según el modelo de curación cuna, la mayoría de las enfermedades las causan los gérmenes y otros microorganismos.
Sin embargo, incluso los gérmenes tienen espíritu y consideran que las epidemias son un castigo de la naturaleza,
cuando los seres humanos han ofendido el mundo espiritual. Las medicinas, tanto las plantas como las mismas piedras,
tienen también su propio espíritu. Nushu, importante espíritu curativo, puede ser contactado por los chamanes en sus
sueños y pedirle consejo. Según el modelo de los cunas, la sociedad está obligada a facilitar servicios curativos a la
comunidad, así como lugares tranquilos donde recuperarse. Las familias deben apoyar el consejo de los chamanes a los
pacientes. El pronóstico es favorable siempre y cuando la comunidad y la familia brinden su apoyo, y el paciente siga los
consejos del chamán. Creen que las personas están compuestas de ocho espíritus, que residen en distintas partes del
cuerpo, como por ejemplo las manos, el corazón y la cabeza. El curandero espiritual debe tratar a los distintos espíritus de
un modo diferente, ya que cada uno tiene su propio temperamento. Si el paciente fallece, por lo menos uno de sus
espíritus va al cielo, a no ser que en vida haya cometido actos malvados.
Se presta mucha atención a la prevención de la enfermedad y la desgracia. Si un nele cree que cierto sueño representa la
premonición de una enfermedad, puede aconsejarle a su cliente que tome baños médicos a diario. Para este ritual se
colocan cincuenta lanzas talladas en madera de palmera negra en una canoa llena de agua. Además, se espolvorea el
agua con serrín para limpiar los ojos del soñador. Si a lo largo del mes durante el que se realiza esta operación no ocurre
ningún percance, se concluye que se ha eludido la desgracia.
José Ríos
Los indios huicholes viven en las sierras mexicanas, principalmente en el estado de Nayarit. Allí se encuentra un pequeño
pueblo llamado Colorín, donde vive José Ríos, también conocido como Matsuwa, palabra huichole que significa «pulso de
energía». Nacido poco antes de 1880, don José trabajaba con éxito la tierra hasta que tuvo un accidente en el que perdió
la mano derecha. Interpretó aquel suceso como una llamada del mundo espiritual y empezó un aprendizaje que duró
sesenta y cuatro años.
Conocí a don José en 1977, cuando vino a California a petición de cierta gente que, según él, deseaba «hallar su propia
vida» por medio de la sabiduría huichole. Don José me dijo que había aprendido muchas lecciones de Tatewari, el
«abuelo fuego» y de Tayaupa, el «padre sol». También me contó que con frecuencia había ido al bosque, solo, para
consumir peyote, fruto de un cacto con propiedades psicotrópicas. A través del peyote había tenido acceso a Kauyumari,
animal de poder identificado como el espíritu del pequeño ciervo. Este aliado le había ayudado a viajar por un largo túnel
oscuro, a fin de obtener nierika o visiones de lo que don José tenía que aprender para proseguir con su prolongada
formación.
«Cuando oigáis las canciones sagradas de mis labios, no soy yo quien las canta sino Kauyumari quien me las susurra al
oído. Y yo os las transmito a vosotros. El es quien nos enseña y nos muestra el camino. Así es como es» ,6 declaró don
José. También afirmó que había sido Kauyumari quien le había enseñado a curar a los enfermos, principalmente
ofreciendo oraciones a los espíritus, succionando las impurezas del cuerpo del paciente y con el uso de sus flechas
sagradas para equilibrar los «campos de energía» del paciente, radiaciones invisibles que, según se dice, rodean las
partes vitales del cuerpo tales como el corazón, los órganos sexuales, el estómago y el cerebro.
Mis amigos y yo, sabiendo que a don José le encantaba la música y la diversión, en una ocasión le organizamos una
fiesta. En plena celebración, don José frunció el entrecejo y se puso muy serio.
-Una de mis huicholes está enferma -dijo-. Debo regresar inmediatamente para ayudarla.
-Pero, don José -exclamé-, a estas horas no hay ningún vuelo a México y, además, mañana por la mañana debe dar una
conferencia.
-Usted no lo comprende -suspiró don José-. Déjeme solo -agregó retirándose a un rincón, donde permaneció sentado
media hora, mirando a la pared.
-He logrado ayudar a la mujer que estaba enferma -exclamó entonces-. Ahora volvamos ala fiesta.
Comprendí que había presenciado el «vuelo mágico» o experiencia extracorporal de un chamán.
Don José también ha conducido ceremonias para poner fin a la sequía. Durante una de sus visitas a California, la
ceremonia huichole concluyó con una lluvia torrencial que puso fin a un período de sequía.
-Podían haberme avisado -comentó don José-. Habría venido antes.
Afirma que las ceremonias sagradas son necesarias para dar gracias al mundo de los espíritus por su bendición. Sin
dichas celebraciones, los dioses podrían disgustarse y despreocuparse de los seres terrestres.
Don José y otros practicantes espirituales huicholes realizaban frecuentes peregrinaciones al desierto de Wirikuta, en la
altiplanicie central de México, donde crece el peyote. A veces, durante las ceremonias en las que ingiere peyote, don José
pasa varios días y noches cantando, sentado en su uweni, o silla de chamán, a fin de que no se disperse el poder que se
manifiesta.
Para don José, las visiones que le proporciona el peyote sirven para diagnosticar la enfermedad de paciente y prescribir el
tratamiento, que podrá consistir en hierbas, oraciones, ayuno, o mandar el paciente al médico. Los huicholes tienen
derecho a los cuidados que pueda ofrecerles la tribu y la obligación de cooperar con el chamán. Los pacientes de don
José no sólo deben recuperarse de sus enfermedades, sino que necesitan «hallar su propia vida», descubriendo
significado y alegría en sus actividades cotidianas, a fin de evitar una recaída.
Recuperado el 1 de abril de 2011 en http://www.mind-surf.net/karinamalpica/textos/chamanes_curadores.html
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