Título: "RELOJ" - Mis Publicaciones

Anuncio
Título: "RELOJ"
© Juan Pablo Bordignon
Edita: mispublicaciones.com
Diseño y edición:
Silvia Adriana Mateos
Ideas Marketing y Publicaciones, S.L.
www.mispublicaciones.com
[email protected]
1
RELOJ
_¿Qué hora es Vittorio?
_Las seis de la tarde.
_¿Pero si recién acabo de desayunar?
Pidió silencio.
Dentro de un par de minutos llegaba el tren, el reloj marcaba las cinco
cincuenta. Era una gran atención de todo el pueblo, ver a las hermosas
mujeres que llegaban de otros lados, con vestimentas nuevas, sombreros
grandes decoradas con flores; los hombres elegantes también con sombreros
de color oscuro y con sus trajes muy atractivos. Ahí trabajaba yo, en la
hermosa estación de Bragado; estaba en el sector de ventas de boletos. Lo
que más me gustaba de mi trabajo era que sabía donde iba cada persona, o si
era sólamente de curioso. Se veían los preparativos de todos en la estación,
personas que juntaban la leña para la maquina, los que ya tenían preparados
las encomiendas de los pasajeros, y los niños que jugaban entre los rieles
arrojándoles piedras a ver cuál era capaz de sacar un poco de chispas; los
perros también andaban por ahí, esperando la llegada del tren. Se podía ver a
doña Mercedes sentada con su nuevo marido -el primero murió- en su banco
fuera de la casa… en sí, el pueblo se preparaba para la llegada del tren. El reloj
ya marcaba las seis de la tarde y todas las cabezas se asomaban para ver el
aparecer de la maquina; a lo lejos se sentía una bocina que apenas se
apreciaba, pero se sabia que el tren llegaba. Yo estaba dentro de la boletería,
despachando los pasajes, el telégrafo que sonaba y don Ángel que era el mejor
manejando ese aparato, no se le veía casi los dedos de lo rápido que marcaba.
Había gente que llegaba sobre la hora, y se les podía ver las caras de
cansados que tenían (vendrían corriendo pensaba).
El tren Ya estaba en la estación.
No vendía mas boletos, así que salía para ver lo que sucedía, personas que
esperaban con grandes abrazos a sus familiares que llegaban, los mismos
abrazos eran para aquellos que se iban. Pero a ella no la esperaba nadie.
Bajo sola y un poco desorientada, con dos maletas grandes entre sus manos,
tenia puesto un vestido blanco que le llegaba un poco mas bajo de las rodillas;
no traía sombrero, su pelo era castaño y estaba recogido, ojos azules como el
cielo que acompañaba esa tarde; me quede parado, como congelado, mirando
a esa mujer que me atrajo la atención; observa a mi alrededor a ver si alguien
se acercaba a ella, pero nadie lo hizo. Salió caminando hasta el final de la
estación, y vi como dejo sus maletas en el suelo (creo que le pesaban mucho).
Marche hacia ella.
2
_Buenas tardes señora.
Me miro con un gesto desorientado
_ Buenas tardes respondió.
_Usted no es de acá -Pregunté, sabiendo que no lo era, pero fue lo primero
que se me ocurrió decir_No - Contestó.
_Perdone mi curiosidad, pero viene a visitar a algún familiar, amigos…
_No -Volvió a responder, sin mirarme a los ojos.
Me hubiera quedado horas tratando de hablar con esa mujer que supo
paralizarme por su belleza, pero noté que no era reciproco, así que hice un
gesto de saludo, y me fui de regreso al centro de la estación.
_No conozco mucho este lugar -Dijo al ver que ya me marchaba.
Me quedé duro unos segundos dándole la espalada y volví a enfrentarme con
ella.
_¿De dónde viene usted y a qué viene?
_De una pregunta por vez -me dijo- ¿Primero usted cómo se llama?
_Vittorio.
_¿Sólamente Vittorio?- Preguntó desinteresada.
_Vittorio, Vittorio Lorda.
_Bueno, Vittorio, le voy a contar qué hago acá.
Me dijo que venia de La Pampa, no había nacido en ese lugar, y que traía
novedades para nuestra ciudad; había estado en muchas partes del mundo
que jamás sentí nombrar. Me pareció muy interesante lo que comenzó a
contar, no parecía la misma señora que en principio fue tan privada.
Me invito a sentar.
_Mire Vittorio, lo que hago es ir de pueblo en pueblo vendiendo pequeñas
cosas que traigo, que para mi son interesantes y quiero que para los demás lo
sean, no siempre funciona así y es por eso que en algunos sitios me quedo
mucho tiempo y en otros los tiempos se me hacen cortos; todo depende de
cómo funcionen las ventas.
3
_Pero qué es lo que traes, por ahí te puedo ayudar. -Le pregunté muy
interesado y casi interrumpiéndola.
_Creo que esta bien que te lo diga, no te veo como una persona que me
copiarías mi negocio -Abrió una de sus maletas y la volvió a cerrar en seguida
sin que yo pudiera ver.
_¿Qué pasó? ¿No confías en mí?
_Creo que si, pero no en las personas que desde hoy nos están mirando.
Como ya vivía solo (aunque era joven todavía) invité a la señorita a mi casa, no
estaba en la estación como lo hacia mi padre que era el jefe de ahí. Estaba un
poco más alejado. Cargué sus maletas y salimos del lugar.
Las calles eran todas de tierra y hacia mucho que no llovía, con lo que el viento
al soplar nos impedía ver poco un mejor al llenarnos con arenillas los ojos.
Llegamos a mi casa.
_Acá estamos.
Le alquilaba una pieza a Eulalia detrás de su casa. Pasamos por el pasillo que
estaba con ladrillos y algunas plantas que salían entre ellos, era muy angosto,
lo que impedía que pasaran dos personas juntas. Mi hogar era muy humilde,
tenia solamente un lugar para comer y cocinar, el baño, la pieza y un pequeño
patio que compartía con la dueña. No tenía grandes comodidades; pero era
baja la renta.
Pasamos, se sentó en una de las sillas, puse un disco, de Gardel (que me lo
había regalado un maquinista) y me mostró lo que había traído.
_Ya estamos.
Corrió mi botella de vino y puso su maleta sobre la mesa. Al abrirla lo único que
veía eran carpetas cerradas, saco una y me la mostró, la tomé entre mis
manos, y me fije que es lo que traía dentro; eran hermosos dibujos de
personas… era una artista.
_¿Esto es lo que venís a vender? -Pensé un segundo mas- ¿No te pregunté tu
nombre?
_Pensé que jamás me lo ibas a decir.
Espere un poco mas y la ver que no decía nada, volví con mi pregunta
_¿No me lo vas a decir?
-No es el momento
4
_Y cuál va a ser ese momento. -Y vi. como seguía sacando carpetas de su
maleta, como que mi pregunta no era valida; no quise insistir más, sólamente
observaba.
Dibujos, muy buenos eran los que traía, pero en este lugar no creía que a la
gente le llamara la atención (no se lo dije).
Estaba muy cansada, se le notaba en los ojos, así que le ofrecí algo para
comer, no aceptó y lo único que me pidió fue descansar, ya que tuvo un viaje
muy pesado. Le dije que sí, pero que sólamente tenia una cama, pero que me
arreglaba en otro lado para dormir; no aceptó y ella en mi casa y en mi cama,
me invitó a descansar en el mismo lugar.
No quise ver cuando se desvestía, iba a parecer de poco caballero, solo sentí
el momento en que se reposo al lado mío (yo como nunca me acosté vestido)
se tapo con una cobija, yo imite su acción. Fue la primera vez que tenia a una
señorita al lado mío; no tenia la edad suficiente como para experimentar
grandes amores. Giró hacia mi lado y sin decir nada se apoyo en mi hombro y
quedó dormida; mis ojos estaban muy abiertos superando mi sueño, y
comencé a tocar su pelo y mirándola muy fijo a sus ojos que ya desbancaban
muy profundos. Me quedé dormido.
Al otro día desperté. Ya no estaba a mi lado- Me levanté muy apurado (todavía
tenia la ropa del día anterior). No estaba en mi casa, tampoco en el patio, no
sabia para dónde ir, fui para la estación, no sé por qué elegí ese lugar (pero fue
mi primera reacción). Subí unas pequeñas escaleras que llegaban hasta la
plataforma y la vi sentada en el mismo banco que por primera vez reposó; con
una hoja y un lápiz en la mano estaba la señorita desconocida de identidad,
pero conocida en lo sentimental. Estaba dibujando la estación; en sus costados
estaban sus maletas, no tenía más el pelo recogido, era un cabello muy largo,
que brillaba junto al sol. Me senté a su lado.
_¿Qué haces acá sola?
_Vine a dejarte dos recuerdos, para que no te olvides de mí.
Puse mi cara como de alguien que no entiende nada.
_¿Qué, te piensas marchar?
_¡Ay Vittorio! Siempre supe que en este lugar mis trabajos no iban a ser
buenos, o por lo menos que nadie los va a apreciar como yo.
_¡Pero yo si! -Dije casi desesperado.
_Es por eso que te hice este dibujo, de tu estación de tren, sé que para vos es
un lugar muy especial, que aparte de trabajar acá, lo queres demasiado.
_¿Cómo sabes eso?
5
_He venido muchas veces a esta linda estación y se ve en tus ojos brillosos la
llegada del tren.
_Pero… ¿cómo es que nunca te vi? -Le pregunté muy sorprendido.
_Porque me llamó la atención de un joven como vos, que le apasionara algo,
tanto como a mí, los dibujos, entonces quise verte sin que vos lo notaras. Las
demás personas sólo vienen a trabajar, a ganar su dinero y listo, pero vos
tenés algo más que toda esa gente, y eso fue lo que me gusto de vos.
_¿Cómo es que antes no te vi? -En ese momento no entendía nada, y sólo
pensaba que esto iba a ser una broma de muy mal gusto.
_Vittorio esto es para vos -Y puso sobre mis manos, el dibujo de la más linda
estación.
_Guárdalo siempre, que va a ser tu más lindo recuerdo.
_Es el mejor regalo que jamás me hayan hecho.
Se acercaba la hora del tren, el reloj de ya marcaba las cinco cuarenta de la
tarde y yo tenía que ir a vender los boletos, pero le pedí que no se vaya, antes
de despedirse de mí.
_Me falta mi otro regalo -Dijo casi en silencio.
No me interesaba mucho adonde iba la gente, estaban los niños, los perros,
pero yo solo tenia en mi mente la imagen de esa mujer, que por un día me hizo
sentir el hombre mas feliz y aparte me hacia sentir la tristeza de saber que se
iba.
Llegó el tren.
No había más gente para vender los boletos, cerré más rápido que don Ángel
con el telégrafo y salí a buscarla. Estaba parada con sus dos maletas. Me
aproxime con lágrimas en mis ojos. Me miró, me tomo de la mano, dejó sus
maletas en el suelo, me llevó hasta una pared de la estación, y me regaló el
mas hermoso de los besos, justo cuando el tren marcó la salida a las seis de la
tarde. Subió, la vi cuando se sentó, abrió la ventanilla, me llamó con un gesto,
me acerque, y colgado de la ventana me dijo al oído que algún día volvería.
Me alejé mirando fijo su rostro.
El guarda da la señal para la salida, el tren se pone en marcha y me quedé
sentado hasta no verlo más. En ese tren se fue la mujer que cambio mi vida por
completo, no entiendo mucho por qué, pero sus ojos, su pelo, sus miradas, el
entender que amaba tanto a esta estación de Bragado, me hacia saber que por
fin alguien en esta vida sabia cosas de mi, y yo sentía tanto amor por alguien.
Al otro día.
6
Fui a trabajar y lo que menos me importaba era el destino de las personas.
Doña Mercedes seguía sentada con su marido para ver la llegada del tren, creo
que los niños ya sacaban chispas, y los perros ya quedaban pocos, habrán
encontrado otra cosa mejor. Siempre que llegaba el tren me quedaba
esperando que baje esa hermosa mujer de ojos azules, con sus dibujos y esas
historias de viajes. Nunca volvió. Pasaron los años y siempre me sentaba en
ese banco a esperar que baje le hermosa dama, que nunca mas volvió.
_Me casé con tu abuela después de mucho tiempo de espera, tuvimos tres
hijos hermosos que son los amores de mi vida y unos nietos que cada día
están mas grandes.
_Pero abuelo hay algo que no entiendo,¿ por qué venís siempre a la misma
hora acá a este lugar, y te sentás mirando los autos pasar?
_Este lugar, que vos decís Lorena, antes era la estación de Bragado, y en este
mismo lugar fue donde vi bajar a esa hermosa mujer.
_¿Y vos crees que algún día va a volver?, ya pasaron muchos años abuelo.
_Ya sé, pero acá también pasé los mejores momentos de mi vida, esto era la
atracción del pueblo, acá se vivía, y acá viví un amor que jamás volví a ver.
_Abuelo, vamos, así le pones pilas a tu reloj, que hace como mil años que
siempre tiene la misma hora.
_Si, mi amor vamos, pero a casa.
Una voz de mujer.
_¿Vittorio?
_¿Si? ¿Usted quien es?
_ Me olvidé decirte mi nombre… me llamo Angélica.
Juan Pablo Bordignon
7
8
Descargar