Hacia un Protocolo de Manejo de Conflictos Interculturales. 2014.

Anuncio
HACIA UN PROTOCOLO DE MENEJO DE CONFLICTOS
INTERCULTURALES
Documento de Trabajo
Elaboración por Carlos Duarte, Tania Rodríguez, Manuel Ramiro Muñoz, Adelina Peña, Israel Biel y
Leonardo Salcedo
Grupo de Investigación Interculturalidad, Estado y sociedad
Agosto 2014
Introducción
Este documento tiene como objeto recoger los elementos conceptuales y metodológicos de
cómo el Centro de Estudios Interculturales entiende y trabaja los conflictos que se vienen
presentando a lo largo del país y que involucran al Estado, a las empresas y a las comunidades
rurales. Este documento parte de las reflexiones surgidas a partir de años de experiencia en el
diálogo intercultural entre las comunidades y entre estas con el Estado y las empresas,
experiencia que ha permitido lograr dilucidar las causas de muchos de estos conflictos y
proponer, junto a los implicados, procesos de acercamiento que permitan la gestión de los
mismos.
El Centro de Estudios Interculturales de la Universidad Javeriana de Cali existe desde 2008 y
ha trabajado a partir de la implementación de metodologías de acercamiento y diálogo, que
permitan gestionar los conflictos que involucran a las comunidades rurales, principalmente en
el suroccidente colombiano. El Centro funciona a partir de tres áreas de trabajo que permiten
focalizar con más claridad los procesos de gestión de los conflictos, las áreas son: ComunidadComunidad, Comunidad-Estado y Comunidad-Empresa, de tal manera que cada área maneja
los diferentes tipos de conflictos y desarrolla metodologías adecuadas para trabajar cada
situación.
Entendemos que los conflictos que se presentan tienen sus propios contextos y no se pueden
pensar fuera de éstos, sin embargo se pueden entrever causas comunes y factores que inciden
en los diferentes tipos de conflictos.
La primera parte de este documento abordará sobre estos factores y matices comunes,
enfocándose en cómo la aplicación del modelo multicultural en Colombia, que a pesar de
reconocer sujetos invisibilizados históricamente, tras 20 años de aplicación, ha fragmentado y
dividido los derechos de las comunidades rurales, sumado a un modelo productivo de
desarrollo rural que profundiza la inequidad en el acceso a la tierra, y un aumento paulatino del
hacinamiento de las comunidades en sus territorios, estos acaban siendo ingredientes en un
caldo de cultivo que genera y agudiza conflictividades entre los proyectos colectivos e intereses
de empresas, comunidades y el Estado.
La segunda parte del documento tratará con más claridad cómo entendemos los actores
involucrados en los conflictos que trabajamos: comunidad, Estado y empresa, y cómo vemos
las relaciones entre estos, develando con esto, las características de los tres tipos de conflictos y
sus diferentes matices.
La tercera parte del documento explicará las herramientas que hemos venido construyendo y
aplicando para la gestión de los conflictos, y cómo el papel de facilitadores, interpretes
interculturales y la incidencia de la investigación aplicada acaban siendo determinantes en los
procesos de diálogo y construcción de acuerdos entre las partes para gestionar los conflictos.
Explicaremos a groso modo las herramientas más importantes y con ellas avanzaremos en la
construcción de un modelo de intervención que deje los pasos hacia la consolidación de un
protocolo de gestión de conflictos.
Finalizaremos con la exposición de varias experiencias de cómo el Centro de Estudios
Interculturales junto con comunidades, Estado y empresas, ha generado metodologías de
acercamiento y diálogo para el tratamiento de los conflictos, de esta manera podremos ver
cómo las herramientas planteadas han arrojado resultados y aprendizajes, y cómo es desde allí
como se ha venido consolidando un protocolo para la gestión de dichos conflictos.
1. Factores y matices de los conflictos interculturales.
La Constitución Política de 1991, significó un cambio histórico de un Estado confesional,
centralizado y monocultural, a un Estado laico, descentralizado y multicultural. No haremos
referencia al proceso histórico de transición entre ambos modelos de Estado y las diversas
luchas que se dieron en los 105 años en que imperó la constitución política de 1886. Dentro de
los diversos cambios que generó la constitución de 1991, haremos referencia para empezar a lo
que implicó el establecimiento del modelo de reconocimiento multicultural en el país y cómo
éste a la postre, en lugar de significar un avance hacia la convivencia de los diversos actores que
concurren en la ruralidad colombiana, ha significado una de las causas para la emergencia de
conflictos y tensiones entre dichas comunidades y de estas con el Estado y las empresas.
Luego de que durante siglos de colonia y décadas de república los indígenas y
afrodescendientes fueran invisibilizados por el poder estatal1, y los niveles de explotación
llegaran al extremo de que hasta la década de 1970 permaneciera la práctica de terraje, las
comunidades indígenas entraban a la sociedad colombiana por primera vez como ciudadanos,
reconocidos como sujeto colectivo y con derechos diferenciales que les permitían el acceso a la
tierra, la titulación colectiva de resguardos, el establecimiento de autoridades propias mediante
los cabildos, y la posibilidad de administrar dineros que llegan a los cabildos por vía de
Sobre cómo los indígenas fueron excluidos de las decisiones políticas de la sociedad neogranadina y colombiana
se recomiendan entre otros “El Indio en la lucha por la tierra” de Juan Fiede,
1
transferencias a través de las alcaldías municipales. Así mismo las comunidades
afrodescendientes recibieron un reconocimiento diferencial de sus particularidades étnicas en la
constitución, pero fue la ley 70 de 1994 la que consolidó dicho reconocimiento al estipular las
figuras de los Consejos Comunitarios como autoridades locales de las comunidades afro, así
como la posibilidad de que éstos tuvieran tierra titulada de forma colectiva.
Es importante aclarar que el reconocimiento de las comunidades y autoridades indígenas y
afros no fue un asunto sencillo, ni dependió meramente del beneplácito de los gobernantes de
turno, sino que fue producto de dos factores fundamentales. Por un lado las luchas que ambas
comunidades dieron a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, pero que recogían procesos
históricos de resistencia desde el momento mismo de la conquista y todos los vericuetos que
durante la colonia dieron a la creación de los resguardos y la emergencia de comunidades
autónomas de afros como el caso de los palenques o rochelas. Estas luchas, y las
organizaciones indígenas y afrocolombianas que las condujeron, abrieron el panorama del
Estado colombiano para su propio reconocimiento. El segundo factor a tener en cuenta, es un
debate de orden internacional sobre el reconocimiento de las minorías étnicas en los estados
nacionales, el cual tuvo su punto de llegada con el firma del convenio 169 de la Organización
Internacional del Trabajo y los debates que a partir de éste llegaron al Estado colombiano para
que fuera firmante de dicho convenio. Así pues, la declaratoria de Colombia como una nación
“pluriétnica y multicultural” está enraizada tanto en las luchas de indígenas y afros, como en el
debate internacional que termina en la firma del convenio 169 de la OIT.
Si bien este reconocimiento y los mecanismos estipulados para el cumplimiento de los
derechos diferenciales de indígenas y afros significan un gran avance en la política rural
colombiana, dicho reconocimiento se da sobre una omisión muy importante del estado
colombiano, la de los derechos de quienes en el campo no se reconocen ni como indígenas ni
como afros: los campesinos.
Durante muchos años las comunidades indígenas, campesinas y afros convivieron en muchos
territorios, y durante el siglo XX las luchas de estos tres actores estuvieron entretejidas a tal
punto, que es al interior de la ANUC, a finales de la década de 1960, donde nace lo que
después se convertirá en una de las organizaciones indígenas de orden regional más fuertes del
país: el Consejo Regional Indígena del Cauca. Si bien hubo debates durante los años de la lucha
por el reconocimiento y el territorio, sobre todo entre las organizaciones campesinas e
indígenas, las relaciones entre estas la mayoría de las veces fue de colaboración, tanto en la
cotidianidad a nivel local, como a nivel de movilización y lucha política – las tomas de tierras
fueron la herramienta de lucha que ambos usaron para garantizar el acceso a la tierra -. Sin
embargo, luego de la constitución de 1991, las diferencias entre ambos empezaron a centrarse
en una suerte de jerarquía frente al acceso a los derechos y las garantías que el Estado daba; así
pues, mientras las comunidades indígenas han tenido la posibilidad de acceder a tierra titulada
colectivamente mediante resguardos, y acceder a una política diferencial para el cumplimiento
de los derechos a la educación, la salud, entre otros, las comunidades campesinas no tienen
dichas garantías, y acaban quedando en muchos casos rezagados frente al derecho a la tierra, al
trabajo, a la salud y la educación2.
Cabe aclarar que esta situación no se convirtió inmediatamente en tensiones entre las
comunidades, sino que fue luego de una década de aplicación del modelo multicultural, cuando
en varios territorios de la geografía nacional, empiezan a emerger conflictividades comúnmente
enraizadas a pretensiones territoriales, las cuales no se pueden entender solo desde las
consecuencias del modelo multicultural que encarna la constitución de 1991, sino mirando
otros factores.
La inequidad en la tenencia de la tierra en el campo colombiano es una de las problemáticas
más caracterizadas y más urgentes del país, tiene raíces tan profundas que llegan hasta la
construcción de las jerarquías sociales en la época colonial, y llegan hasta nuestros días como
una de las causas principales del actual conflicto armado, así como también es el escollo que
pretenden resolver tanto los políticos mediante sus programas electorales, como las
organizaciones sociales por medio de la movilización.
Esta problemática es sin lugar a dudas una de las causas principales de los conflictos que han
emergido y siguen emergiendo entre las comunidades y entre estas con el Estado y las
empresas. Según datos de la Revista Semana3, el índice de gini que mide la equidad frente al
acceso a la tierra, asciende en Colombia a 0.88 siendo uno de los más altos, es decir, desiguales
del mundo. La inequidad frente al acceso a la tierra está íntimamente relacionada con un
modelo productivo y de ordenamiento del campo colombiano en el cual se privilegia el
latifundio, es decir las grandes propiedades como las mejores unidades productivas,
acompañado con una lógica de monocultivos en grandes extensiones de tierra. Aparte de las
implicaciones ambientales que tiene el modelo de monocultivos en grandes extensiones de
tierra, esto implica también una reducción de las zonas posibles del minifundio, es decir de las
pequeñas unidades de economía familiar.
Este modelo productivo basado en el monocultivo y en el latifundio también está íntimamente
relacionado con el extractivismo como patrón de relacionamiento comercial del país con sus
vecinos y socios a nivel internacional. Así es, como productos como la palma de cera, el pino el
eucalipto y la teca, o la caña de azúcar y el banano, lejos de estar pensados para el consumo
interno de la población colombiana, son la carta de presentación de Colombia en el mercado
internacional, dedicando millones de hectáreas a estas actividades, en detrimento de la
producción de alimentos y de las economías de pequeña escala y minifundio4.
Mediante la ley 21 de 1991, Colombia suscribe el convenio 169 de la OIT sobre los derechos de los pueblos
indígenas.
3 Consultado el 15 de junio de 2014 en: http://www.semana.com/especiales/pilares-tierra/asi-es-la-colombiarural.html
4 Según datos de la SAC en los últimos años la producción de cereales y hortalizas ha disminuido de 2,3 millones
hectáreas a 1,4 millones. El cultivo de maíz para alimentos ha disminuido en 245 mil hectáreas.
2
La inequidad en la tenencia de la tierra tiene una consecuencia que ubicamos como la tercera
causa principal de la emergencia de tensiones y conflictividades entre las comunidades y de
estas con las empresas y el Estado. Mientras las mejores tierras son concentradas por grandes
poseedores para la producción a gran escala de monocultivos, las comunidades indígenas, afro
y campesinas se ven presionadas en las zonas de ladera debido al crecimiento poblacional y al
aumento de las necesidades de consumo. Así pues la imposibilidad de que las comunidades
rurales aumenten significativamente sus territorialidades, debido a que las mejores tierras están
bajo el modelo de gran propiedad y monocultivo, hace que entre éstas se acaben presionando
por la necesidad de tierra, generando así tensiones entre indígenas, afros y campesinos en las
localidades donde estos conviven. Así mismo las demandas hacia el Estado aumentan con
motivo del aumento del hacinamiento y de la falta de garantías para la pequeña producción en
el marco de los acuerdos comerciales firmados con otros países 5 (los anteriores paros agrarios
son clara muestra de ello) y por supuesto, en las zonas donde las comunidades son vecinas de
las grandes propiedades, entran en una clara tensión, tanto por evitar que el latifundio siga
avanzando sobre el territorio de las comunidades, así como también se han generado
exigencias de las comunidades reclamando las tierras que están en manos de terratenientes y
empresas.
Así pues, tenemos tres causas comunes de la emergencia de tensiones y conflictividades
interculturales a nivel rural: (1) la fragmentación de las comunidades por la política de derechos
diferenciales generada por la constitución de 1991, que da un alto reconocimiento a algunas
comunidades pero desconocen otras, jerarquizándolas6; (2) el mantenimiento de un modelo de
gran propiedad y monocultivo en clave extractiva, que profundiza la inequidad en la tenencia
de la tierra; y (3) el aumento del hacinamiento en las áreas de minifundio y el aumento de las
necesidades de tierra de campesinos, indígenas y afrodescendientes. Sobre estos tres factores
comunes, se erigen toda serie de contingencias, causalidades, y en general una compleja serie de
acontecimientos que generan conflictividades entre las comunidades, y de estas con el aparato
estatal y con los ejercicios empresariales vecinos. Veamos entonces las características de estos
actores que entran en conflictos, y veamos así mismo cómo son estos conflictos, qué posibles
tipologías podemos encontrar entre éstos.
2. Los actores y los conflictos
a. Los Actores
Es importante entender que las tipificaciones que hacemos sobre el Estado, la comunidad y las
empresas están inacabadas, y parten de una lectura de varios marcos analíticos, pero también
de la experiencia de trabajo del Centro de Estudios Intercutlruales. Los tres actores están muy
lejos de ser homogéneos o fáciles de caracterizar, las comunidades rurales por ejemplo, son
Según Luis Garay, Fernando Barberi e Iván Cardona (BIBLIOGRAFÍA), el TLC con Estados Unidos está
afectando al 70% de los campesinos y pequeños productores que han perdido el 16% de sus ganancias sin recibir
apoyos del estado mediante subsidios a la producción, o privilegiando la compra de sus productos.
6 Aclarar la jerarquía entre los 3
5
mucho más diversas que la distinción entre indígenas, afros y campesinos, ya que al interior de
cada comunidad hay diferencias dependiendo de la organización a la que pertenecen, el
municipio o veredas, la actividad económica o si es o no la agricultura la base de su producción.
Algo muy parecido ocurre con el Estado, donde aparte de existir innumerables definiciones
que lo ubican tanto como un aparato de dominación de clase, así como la objetivación máxima
de la sociedad occidental, se puede también abordar de manera etnográfica desde sus
funcionarios, o analizando sociológicamente la construcción de la burocracia, etc. Las
empresas también pueden ser caracterizadas desde varios marcos analíticos, pero sobre todo
requieren ser entendidas en su diversidad, en las apuestas de quienes las dirigen, y en las
complejidades de las tendencias económicas que hoy imperan.
i. Comunidad
Comunidad es hoy por hoy uno de los conceptos más utilizados tanto en el mundo académico
de la sociología, la antropología y otras disciplinas, así como también en el mundo de la política
pública y al interior mismo de las organizaciones sociales y políticas de escalas local, regional o
nacional.
Pablo de Marinis7 realiza un rastreo del concepto comunidad en la teoría sociológica, partiendo
de clásicos como Max Weber o Ferdinand Tönnies, hasta teóricos más recientes como Niklas
Luhmann o Zygmunt Bauman. Encuentra que un rasgo para hablar de comunidad es que
siempre está íntimamente relacionada con el concepto de sociedad, y las definiciones de estos
dos términos van cambiando dependiendo del momento y del teórico que los defina. Sin
embargo, la mayoría de acepciones de “comunidad” está relacionadas con quienes tienen algo
en común, quienes comparten en la cotidianidad rasgos en común que los hace identificarse
como grupo y diferenciarse del resto. Maurice Godelier8, aclara la distinción entre sociedad y
comunidad de una manera muy sencilla, haciendo énfasis en los rasgos comunes de vida
colectiva que hacen a una comunidad, afirma que por ejemplo la “sociedad” de Nueva York
acoge un sinnúmero de “comunidades” judías, chinas, turcas, latinas, etc. Así pues, los chinos
que viven en el barrio chino comparten la lengua, las costumbres, el vestuario, etc., pero hacen
parte de la sociedad más compleja de la metrópolis.
La inclusión total de las diversas “comunidades”, en las “sociedades” de los estados nacionales
es un asunto inacabado y un generador permanente de tensiones y conflictos. Así pues,
indígenas, campesinos y afros constituyen diversas comunidades que habitan y comparten el
territorio dentro sociedades más complejas en cada región y en el país en general.
Ahora bien, cuando nos referimos al actor “comunidad” nos referimos a las organizaciones,
procesos colectivos, y comunidades en general de indígenas, campesinos y afros. Es
importante tener en cuenta que al hablar de comunidades en general, hacemos referencia a la
“Comunidad: derivas de un concepto a través de la historia de la teoría sociológica” Pablo de Marinis, en Papeles
del CEIC, marzo de 2010, Buenos Aires.
8 “Comunidad, sociedad, cultura. Tres claves para comprender las identidades en conflicto”. Maurice Godelier, en
Cuadernos de Antropología Social. Diciembre 2010, Buenos Aires .
7
totalidad de comuneros indígenas que habitan los resguardos, parcialidades y asentamientos
indígenas, a la totalidad de afrodescendientes que se auto-reconocen como tal y viven en las
tierras colectivas o hacen parte de la base de los numerosos Consejos Comunitarios, y la
totalidad de campesinos y campesinas que viven en sus parcelas, que trabajan la tierra y se
sustentan en la economía familiar. Es importante tener en cuenta que los procesos de
conflictividad, y en general de construcción social de las comunidades, se da a través de la
cotidianidad local, de base, entre indígenas, campesinos y afros de a pie, pero también desde las
organizaciones que los representan o pretenden hacerlo. Así pues cuando nos referimos al
actor “Comunidad”, hacemos referencia tanto a los procesos y comunidades base - los
indígenas, afros y campesinos de a pie- como a las organizaciones que los representan, a sus
líderes y a sus apuestas programáticas, ideológicas y las procedencias históricas que les dan
sentido político en los procesos de relacionamiento con otras comunidades, así como con el
Estado y las empresas.
ii. El Estado
El Estado es una de las entidades o instituciones sociales que más ha sido definida y sobre el
cual hay más debate acerca de sus definiciones. Tanto las sociología, las ciencias políticas y el
derecho, así como la antropología y la economía, entre otras disciplinas, se han enfocado en
muchos momentos por definir al Estado, por definirlo en su papel frente a la sociedad, en
identificar los mecanismos como éste opera, al identificar las clases, las culturas, las políticas
que entran en tensión al interior de los Estados, y cómo éstos están estrechamente ligados, en
la modernidad, a la configuración de los Estados-nacionales, tanto que casi podríamos
aventurarnos a afirmar que cada Estado-nacional está en permanente debate sobre qué modelo
de estado quiere para sí.
Carlos Duarte (2013) hace un barrido por las formas como la antropología ha abordado el
Estado en general y hace un énfasis al Estado colombiano y la antropología colombiana.
Afirma que este abordaje del Estado puede hacerse desde el foco simbólico, viendo cómo el
poder que se teje desde el mismo acaba investido de magia y fetichizado su poder, así como
también se puede abordar desde la perspectiva clásica al entenderlo como el aparato de
dominación de una clase explotadora y una cultura colonial. Finalmente propone, a partir de la
lectura de Ángela Rivas, avanzar hacia una antropología del Estado desde cuatro (Duarte
propone el cuarto) enfoques: i) analizar los efectos del Estado; ii) observar las maneras de ver
del Estado; y iii) recoger las narrativas sobre el Estado y iv) escuchar la voz del Estado,
Logrando de esta manera leer al Estado en sus propias relaciones y acciones.
El Estado como tal no se puede entender como un sujeto de la relación intercultural, ya que
sus funcionarios expresan una enorme diversidad interna, sin embargo sí es cierto que el
Estado colombiano representa los intereses de un grupo cultural que, sin decir que es
mayoritario, sí es hegemónico. Este bloque cultural hegemónico expresa esa cultura que
bebiendo de fuentes norteamericanas y europeas, caracteriza la supuesta mayoría cultural
colombiana, la cual es católica, mestiza, urbana, entre otros elementos. Esta cultura es tal vez la
que más entra en choque con las particularidades étnicas y culturales del campo colombiano y
en particular de la ruralidad caucana.
A partir de conversaciones con el equipo del área Comunidad-Estado del Centro de Estudios
Interculturales, hemos identificado dos enfoques fundamentales para entender al Estado en
clave de su relacionamiento con las comunidades: (1) El Estado en su visión más liberal, es
decir, la institución que emerge de la sociedad misma para regular su funcionamiento, que
existe gracias al tributo público y entre cuyas funciones está ser el garante de los derechos de
todos los ciudadanos; y (2) el Estado entendido desde sus funcionarios, es decir desde la
complejidad de sujetos que lo componen, sus trayectorias y culturas particulares9, así como
también los diferentes intereses políticos que están en juego10. Estos dos elementos hacen que
muchas veces existan conflictos entre las comunidades y el Estado en su institucionalidad
(cuando las comunidades exigen algo que se sale de las normas vigentes, y que implicaría
reformas a la legislación) y conflictos que tienen que ver con malos manejos de los
funcionarios o cortos circuitos en la comunicación entre éstos con las comunidades.
iii. Las Empresas
Las empresas son iniciativas privadas cuyo principal fin es de carácter económico, ya que son
creadas para generar riqueza que beneficie a sus propietarios. Su historia se remonta a los
inicios de la era industrial y actualmente está guiada por un modelo fundamentado en la
competitividad y la calidad en un contexto económico caracterizado por la creciente apertura
de los mercados y las diversas formas de flexibilización laboral como parte de la estrategia para
la minimización de costos. Es así como durante largo tiempo se ha privilegiado el progreso,
entendido como crecimiento sin límites; este modelo ha demostrado claramente sus
limitaciones con amplias evidencias que precarizan y afectan negativamente lo ambiental y lo
social.
Dado lo anterior, y ante el cuestionamiento de diversos organismos y organizaciones
internacionales, las empresas empiezan a ver reguladas sus actividades y desempeño, tanto en
instancias nacionales e internacionales. Destaca, por ejemplo, el trabajo de la Organización
Internacional del Trabajo (OIT) en la protección y promoción de los derechos humanos
laborales, que incluyen los derechos a la libre asociación y a la negociación colectiva, que
buscan garantizar las condiciones para el trabajo digno. Igualmente, se alinea la responsabilidad
social empresarial y la regulación sobre los impactos ambientales como procesos clave en la
operación de la empresa.
En el INCODER por ejemplo trabajan funcionarios afros, indígenas y de origen campesino, aun cuando estos
no orientan necesariamente las políticas regionales o nacionales del instituto, sí inciden en la relación concreta con
las comunidades y acaban siendo muchas veces puente entre estos.
10 La mayoría de cargos directivos de las instituciones estatales son de “libre remoción y nombramiento”, lo que
implica que dependiendo de la marea coyuntural de la política, los funcionarios cambian y con esto vira ligera o
profundamente la orientación de las instituciones
9
Es en estos escenarios donde se integran los derechos humanos y laborales como mecanismos
para la construcción de sostenibilidad económica, social, ambiental y política, tanto en el
interior de la empresa como en su exterior, en la región y en el entorno concreto donde opera.
Por su capacidad de incidencia, las grandes empresas son fundamentales a la hora de pensar la
sostenibilidad en el territorio y la región, ya que el reto permanente debe ser alcanzar una
responsabilidad social y ambiental en sus actividades, coherente con la normativa nacional e
internacional, que lleve a una política laboral justa y acorde con los derechos de los
trabajadores, así como una explotación responsable de los recursos naturales que no signifique
el agotamiento de los mismos. Al igual que las iniciativas empresariales han excluido de forma
tradicional a las comunidades de su entorno, también las mismas comunidades y sus
organizaciones han manifestado una clara contradicción histórica con el modelo empresarial,
en especial las de vocación agroindustrial, agroforestal y minera, argumentando que éstas
fomentan la desigualdad en el acceso a la tierra, así como las condiciones de miseria y pobreza
rural, que se fundamentan en la concentración de la tierra y la baja distribución de las ganancias
entre la comunidad.
Finalmente, una empresa que apuesta por la sostenibilidad y los derechos humanos de sus
trabajadores y los miembros de las comunidades afectadas por sus actividades productivas o
comerciales acaba obteniendo mayores beneficios, que se materializan en ventajas
comparativas en el ámbito de su liderazgo, productividad y estabilidad, así como en la
potenciación de su licencia social. Pero a su vez también generan beneficios para las personas y
comunidades de su entorno, que no solo ven reducidos los riesgos y los impactos sociales y
ambientales, sino que además se ven favorecidas por los enfoques basados en la sostenibilidad
de la región, lo que puede incluir su participación en los procesos productivos, por ejemplo, a
través de los modelos de valor compartido.
b. Los conflictos
Partimos de dos certezas: la primera que los conflictos son inherentes a la vida social, son una
fuerza que permite la transformación de las condiciones sociales, o como decía Estanislao
Zuleta “una sociedad mejor es una sociedad capaz de tener mejores conflictos. De
reconocerlos y de contenerlos. De vivir no a pesar de ellos, sino productiva e inteligentemente
en ellos.”11. La segunda certeza es que cada conflicto es contextual, es decir, único, que
depende de causas estructurales, pero también de situaciones concretas, de historias de
relacionamiento entre los sujetos involucrados, de intereses particulares, de deseos, de
contradicciones múltiples “todo conflicto social se mueve y se expresa dentro de las
limitaciones de su propio contexto ideológico” (Colmenares. 282, 1992). Es decir, es imposible
construir una receta para gestionar o superar los conflictos.
Zuleta
Estanislao,
Sobre
la
guerra,
http://dintev.univalle.edu.co/cvisaacs/index2.php?option=com_content&do_pdf=1&id=217
11
en
Aun cuando cada conflicto tiene su contexto, sí es posible identificar un patrón o tipología
que nos permita entrever los tipos de conflictos según su causa, así como también se pueden
tipificar según su intensidad y cuán agudos son los antagonismos que involucra. Estas
reflexiones se han realizado en el Centro de Estudios Interculturales sobre todo a partir de la
experiencia desarrollada en el suroccidente colombiano (que se expondrá más adelante). Para
Odile Hoffmann, los conflictos étnicos se pueden entender según la siguiente tipología:
1. Conflictos internos al interior de un mismo sector étnico: que suelen nacer de las
nuevas jerarquías que se dan entre habitantes que aspiran a un mismo territorio
colectivo y que participan en la movilización étnico-territorial.
2. Conflictos territoriales con los vecinos que, en ciertos casos, pueden adquirir el matiz
de "conflicto interétnico" entre indios y negros, o blancos y negros, cuando en el fondo
se trata de luchas por el territorio.
3. Conflictos territoriales relacionados con el conflicto armado y el control de recursos:
en diversas regiones del país, el conflicto armado reviste una dimensión geopolítica
evidente. Los actores de la guerra necesitan el territorio, de manera continua o
temporal, sea para cultivar coca, transitar o residir una temporada con cierta seguridad.
4. Conflictos entre grupos definidos étnica o culturalmente y grandes sectores
económicos: estos conflictos nacen de las ambiciones territoriales de los grandes
agentes económicos. En estos casos, la concepción utilitarista y mercantil del espacio se
impone en los lugares donde existen proyectos de explotación “capitalista”, y las
teorías económicas elaboradas alrededor de la renta o de los derechos de propiedad son
las más adecuadas para entender las dinámicas actuales.12
Esta tipología se ajusta de forma adecuada a la experiencia de hemos adquirido en campo,
máxime cuando logra hacer una distinción de cada tipo de conflicto según los actores
involucrados. Algo que es importante agregar es que en los cuatro tipos de conflictos que la
profesora Hoffmann identifica, el Estado juega un papel protagónico, en algunos casos como
generador o propiciador de las condiciones que posibilitan los conflictos, o bien como
mediador o garante en los ejercicios de diálogo que se generen para gestionarlos.
También podemos ver, a partir del trabajo en el suroccidente colombiano, el área ComunidadEstado del CEI ha identificado dos tipos de conflictos según su intensidad:
Situaciones de Conflicto Urgente o Manifiesta Para dicha valoración se tuvo en cuenta: i) la
degradación de los mecanismos institucionales y de negociación entre las partes, la
posibilidad de recurrir a repertorios de violencia física y enfrentamientos colectivos
entre los actores en disputa; ii) así como la existencia de disputas y tensiones históricas
entre los procesos organizativos comunitarios y territoriales; y iii) la ausencia de
12
Citado por Carlos Duarte en “…” 2014 inédito.
procesos organizativos consolidados en alguna de las partes que permita organizar
mejor las demandas y las negociaciones desde un punto de vista colectivo.
Las Situaciones de Conflicto Potencial o Latente: i) la totalidad de estos conflictos tienen
como común denominador un agente estructurante del conflicto que tiene la capacidad
de emerger en diferentes lugares, es decir el conflicto potencial no es un solo caso de
conflicto predial sino que su influencia se extiende municipal o regionalmente; y ii) la
existencia de procesos organizativos consolidados que permiten mantener instancias de
negociación abiertas y frenar los repertorios de violencia física colectiva.
Tenemos entonces una tipología general de las clases de conflictos que existen en la ruralidad
colombiana, y una distinción según la intensidad que involucra diferentes elementos
constitutivos de las situaciones de conflictos. Veamos entonces las diferentes formas del
conflicto según los actores involucrados, siguiendo tanto los tipos del conflicto identificados
por la profesora Hoffmann como la caracterización según la intensidad identificada por el
Centro de Estudios Interculturales.
i. Conflictos entre comunidades
Debido al indudable hacinamiento al que se ven sujetas las comunidades afro, campesinas e
indígenas, es común que en los territorios donde hay comunidades vecinas, éstas riñan debido
a las pretensiones territoriales de cada una. Es común ver que incluso entre comunidades
campesinas existen estas tensiones, así como entre diferentes cabildos indígenas e incluso entre
diferentes consejos comunitarios de afros. Tal como lo expresa la profesora Hoffmann en el
tipo de conflictos (1).
Cuando las tensiones surgen entre diferentes grupos étnicos o culturales – tipo (2) de la
tipología de Hoffmann – aparte del hacinamiento, vemos cómo incide la aplicación del modelo
de reconocimiento multicultural al que ya se hizo referencia, ya que, por ejemplo, si bien
indígenas y campesinos tienen necesidades de tierra evidentes, los primeros tienen más ventajas
en la posibilidad de acceder a la tierra, ya sea por vida de gestión institucional, por presión al
Estado por vía de movilizaciones y por compra directa de predios con los recursos que los
cabildos adquieren por vía de transferencias.
Esta ventaja de las comunidades indígenas ha generado que, sobre todo en el suroccidente del
país, prolifere lo que los campesinos suelen llamar “pepeo”, que significa que los indígenas van
comprando predios separados entre sí, aumentando su presencia territorial sobre territorios
donde predomina la presencia campesina o afro. Frente a esta inequidad en las posibilidades
del acceso al derecho a la tierra, últimamente se han fortalecido dentro de las organizaciones
afro, campesinas e indígenas el reclamo ante el Estado por sus figuras territoriales autónomas,
los primeros exigen la titulación colectiva para sus Consejos Comunitarios, los segundos exigen
la constitución de Zonas de Reserva Campesina y los últimos lo hacen con la ampliación y
constitución de resguardos. En los territorios donde existen conflictos latentes es común ver
que cuando una comunidad exige o solicita la constitución de una figura territorial, la otra
comunidad se oponga, bloqueando así la realización de dicha aspiración territorial, agudizando
así, cada vez más, los antagonismos.
Otro elemento de la política de derechos diferenciales del multiculturalismo colombiano,
implica que los indígenas tienen derecho a administrar su salud y su educación13, lo cual ha
generado serias tensiones entre éstos con los campesinos, que se niegan a que sus hijos sean
educados bajo el modelo de educación propia indígena, o que sean tratados bajos los
parámetros de la medicina propia indígena. A este fenómeno los campesinos han denominado
“privatización” de la salud y la educación por parte de las organizaciones indígenas.
Estos conflictos territoriales, políticos y culturales que emergen entre las comunidades rurales,
se van volviendo complejos en su cotidianidad, ya que cuando hay choques verbales o físicos,
o acusaciones de una comunidad a otra, se van enquistando los antagonismos y las razones
originales del conflicto se van mezclando con rencores y resentimientos los cuales hacen que,
de no iniciar un proceso dialogado de gestión de conflicto, estos degeneren en situaciones
violentas, totalmente lamentables entre comunidades que comparten muchos elementos de su
historia, pero también comparten las mismas necesidades.
ii. Conflictos entre las comunidades y el Estado:
Cómo vimos más arriba, el Estado actúa fundamentalmente como institución garante de los
derechos de los ciudadanos, pero existe a través de sus funcionarios y los diversos sesgos o
virtudes que éstos tienen, en el marco de diferencias culturales, políticas, intereses económicos
y de formación académica que se tensionan al interior del Estado se generan relaciones de
conflicto pero también, a veces, de apoyos entre el Estado y las comunidades y sus
organizaciones.
Las exigencias de las comunidades campesinas, indígenas y afro frente al Estado están en un
binomio paradójico entre la autonomía y la intervención. En un debate con un reconocido
antropólogo solidario y militante de la causa de los afrodescendientes, Carlos Duarte
argumenta que esta relación está lejos de la reivindicación meramente por lo propio, por su
autonomía y por la “esencia” que los hace étnicamente particulares; Duarte afirma que “en la
política real de las comunidades la demanda no es por retirarse del desarrollo y del estado para
adherir a un modelo ancestral. Al contrario la demanda es por ser incluidos y dejar de ser
rezagados de los programas estatales, pero en condiciones de autonomía en las que las
comunidades puedan decidir qué quieren hacer en sus territorios”.
Otra tensión evidente entre las comunidades y el Estado, está en el modelo de desarrollo
económico que impone sobre los territorios actividades que van en contradicción con las
cosmovisiones, o intereses ambientales, culturales y económicos de las comunidades. Así es
como son comunes las movilizaciones de las comunidades y sus organizaciones contra la
minería a gran escala, contra política para el agro que o los perjudican o no los benefician,
13
DECRETOS
reclamando incentivos a las economías de pequeña escala, etc., así mismo se reclama por mejor
acceso a los derechos y políticas que fortalezcan la calidad de vida o las necesidades básicas de
las poblaciones.
Es importante notar la relevancia del Estado en el tratamiento de los conflictos entre las
comunidades y de estas con las empresas. Muchas veces el Estado debe jugar un papel de
árbitro en dichas tensiones haciendo aún más importante su rol y sus acciones y omisiones. En
algunos casos, las comunidades indígenas, afro y campesinas han denunciado que una mala
política por parte del Estado ha generado conflictos entre éstas; estas situaciones suelen
presentarse por falta de conocimiento o falta de planeación en la ejecución de políticas
públicas.
Finalmente, siguiendo a Duarte, debemos preguntarnos a propósito del papel del Estado en la
relación con las comunidades y la relación entre éstas “¿qué tipo de sujetos sociales produce el
Estado a partir de las relaciones que genera” la política pública y la aplicación de la
jurisprudencia? Sólo así podemos ver en cada situación, las consecuencias del modelo
económico, del modelo de Estado y de la aplicación de las políticas de reconocimiento como
las que emergen de multiculturalismo.
iii. Conflictos entre las comunidades y las empresas privadas
Los conflictos que aparecen entre las comunidades y las empresas están enraizados a muchos
de los elementos mencionados sobre el Estado. Por un lado el modelo de desarrollo suele estar
o en contradicción o por lo menos en debate con las comunidades y sus organizaciones, así
pues, las empresas, que están en el marco del modelo de desarrollo económico, y cuyas
actividades muchas veces están vinculadas con las políticas Estatales para el fortalecimiento de
dicho modelo (lo que han significado las llamadas “locomotoras” del gobierno de Juan Manuel
Santos), entran en el conflicto con las comunidades en materia cultural, ambiental y
económica, cómo se explicó más arriba. Estos conflictos están relacionados claramente con el
tipo de conflictos (4) expuesto por Hoffmann.
El relacionamiento dado entre empresa y comunidad gesta escenarios donde surgen y se
transforman los conflictos; es posible comprender dicha lógica a partir de una doble
perspectiva: macro -contexto- y micro -estructura de la organización-. De esta forma, en una
perspectiva macro se da un primer nivel de relacionamiento, puesto que la empresa se inscribe
en una comunidad internacional, nacional y local; donde se hallan presentes dinámicas
económicas, políticas, sociales, culturales y ambientales que tanto regulan como restringen las
formas de operar de las empresas, ya que se hallan sujetas de múltiples factores que inciden sea
positiva o negativamente en el logro de su finalidad principal, la generación de rentabilidad. De
otra parte, desde una perspectiva micro se encuentra un segundo nivel de relacionamiento
entre la empresa y sus integrantes, es decir, los representantes de la comunidad local que la
conforman, en este orden de ideas la empresa es aquí entendida como una forma de
organización que representa una construcción social que es realizada desde sus integrantes.
La empresa, la estructura económica y social que consiste en recursos humanos, materiales,
financieros e intangibles, no es ajena al concepto de “cultura”. Todo lo contrario, los términos
‘cultura’ y ‘negocios’ se entrelazan creando el concepto de "cultura empresarial". El concepto
de ‘cultura’ ha suscitado un amplio debate en diferentes disciplinas de las ciencias sociales. Una
de las aproximaciones conceptuales más importantes ha sido desarrollada por el antropólogo
Geert Hofstede (1991, 2001), la cual ha tenido un gran impacto a nivel mundial. Su estudio
sostiene que las personas de una determinada nacionalidad comparten una cultura nacional
colectiva, una clase de ‘programación mental’ que forma sus valores, actitudes, percepciones,
comportamientos y competencias. Este autor desarrolla un número de dimensiones de la
cultura nacional, las cuales se reflejan al interior de organizaciones como las empresas. Es por
ello que resulta fundamental tener en cuenta la cultura nacional -y las múltiples culturas dentro
de un mismo país– a la hora de gestionar una empresa con el objetivo de evitar conflictos en
un contexto de diversidad cultural.
En efecto, uno de los principales desafíos que tienen las empresas hoy en día es el relativo a la
gestión de la diversidad cultural, y por ende, su relación con la cultura corporativa. En
consonancia con ello, varias propuestas de gestión empresarial han ido encaminadas hacia la
idea de abandonar la práctica de gestión de equipos diversos culturalmente basada en la
“organización multicultural” (Cox,1994, 2001). Dicho tipo de gestión de la diversidad recae en
la idea de la simple coexistencia de las diferencias: la organización las promueve, respeta el
marco normativo sobre igualdad y lucha contra cualquier tipo de discriminación pero todo
queda en un esfuerzo formal. Asimismo, en dicho modelo organizativo se espera que las
minorías culturales se asimilen a la cultura empresarial promulgada por la organización. En
contrapartida, la propuesta analítica de varios expertos (Pierre, 2012) apunta hacia una gestión
intercultural, la cual subraya el paso del registro de la coexistencia (que remite al enfoque
multicultural) al del compartir y el reconocimiento. Esto plantea un desafío fundamental: el de
generar cohesión en un contexto de diversidad y abandonar el enfoque de la simple
coexistencia de las diferencias culturales (Broussillon et al., 2007).
De tal manera, los conflictos emergen en dos niveles del relacionamiento empresa-comunidad.
Los conflictos dados en el orden de lo macro llevan a la empresa a inscribirse en las lógicas
globales mercantiles, en el cumplimiento de las regulaciones a nivel ambiental y social, y
especialmente al máximo logro de su rentabilidad de la mano de la reducción de sus costos de
operación. Este panorama representa un primer campo de tensión en el relacionamiento
empresa-comunidad, y que a su vez incide directamente en la emergencia de conflictos en el
orden de lo micro, es decir, a nivel del relacionamiento entre los integrantes de la misma
organización, que representan la comunidad inmediata; pues generar condiciones que
garanticen los derechos humanos y laborales en las empresas se traduce en ampliación de
costos, que por demás en la lógica competitiva las empresas están siempre en pro de su
reducción para ampliar su rentabilidad, surgiendo en ello un conflicto de intereses.
En lo que se refiere al nivel micro, uno de los productos de la experiencia del Centro de
Estudios Interculturales en el área empresa-comunidad es el manejo de conflictos laborales en
el marco de los derechos a la libre asociación y negociación colectiva. En el Valle Geográfico
del río Cauca, la producción de caña de azúcar y sus derivados son la actividad económica
predominante de la región. Las comunidades afro del Valle del Cauca y del norte del Cauca son
las que mayoritariamente trabajan en las plantaciones de caña y quienes han emprendido en los
últimos años acciones de movilización para exigir mejores condiciones laborales. Este conflicto
laboral involucra un componente intercultural debido a los choques de las diferentes
cosmovisiones entre la lógica empresarial y la cultura de la comunidad afro que integra gran
parte de los ingenios azucareros.
Así mismo se han generado conflictos ambientales, sociales y económicos en el
relacionamiento empresa-comunidad, sobre todo cuando las empresas emprenden actividades
extractivas que tienen impactos socio-ambientales negativos inmediatos y futuros sobre los
territorios, sus recursos y las comunidades. Es por ello que resulta vital el uso de los diferentes
mecanismos existentes para acordar el desarrollo de los territorios con las comunidades que lo
habitan con el objetivo de no poner en riesgo la sostenibilidad de las mismas.
Sea cual sea la causa de los conflictos que se generen en el relacionamiento empresacomunidad, la apuesta del CEI ha sido “tender puentes y unir orillas” en pro del
cumplimiento de los derechos humanos y los derechos laborales, especialmente el derecho a la
libre asociación y la negociación colectiva, que contribuya a la construcción de condiciones
para el acceso a un trabajo digno, así como a la sostenibilidad de la región, en donde sea
posible la generación de riqueza por parte de las empresas, que vaya de la mano del uso
responsable y eficiente de los recursos de la región y en pro del bienestar de sus habitantes.
3. Herramientas e instrumentos para la gestión de conflictos
Como hemos mencionado, nuestra apuesta al abordar los conflictos interculturales no es
“resolverlos” o “solucionarlos” ni mucho menos lograr que no existan. Consideramos como se
ha dicho que los conflictos son inherentes a la vida social y siempre son susceptibles de
emerger, transformarse, agudizarse o atenuarse. Cuando hablamos de “gestión de conflictos”
estamos hablando de abordarlos con claridad, como dicen las comunidades “tomando el toro
por los cuernos” es decir, sin intención de olvidar ninguno de sus elementos, sino que al
entender los móviles de cada actor en conflicto, podemos entrar a gestionarlos por vía del
diálogo, en donde cada actor haga evidentes sus intereses y se puede buscar un “gana-gana” es
decir, un camino que transforme las condiciones del conflicto para liberar la tensión a partir de
un acuerdo en el que ambas partes vean realizados, así sea parcialmente, sus pretensiones o
intereses. Así pues, se requieren dos ejercicios que de cualquier forma son complementarios,
una caracterización del conflicto y un tratamiento concertado para llegar a acuerdos entre las
partes, a eso le llamamos la “gestión del conflicto”.
La adecuada gestión de cada conflicto involucra necesariamente una rigurosa caracterización
que permita dar cuenta de los pormenores y complejidades del mismo, esto significa dilucidar
qué está en conflicto, cuáles son sus actores, qué historia de relacionamiento previo hay entre
ellos, qué necesidades e intereses están en juego, cuáles intereses o necesidades se niegan
antagónicamente entre sí y cuáles se complementas, cuál es la territorialidad y/o geografía del
conflictos, qué intentos previos de gestionar el conflicto ha habido y qué resultados y
aprendizajes han arrojado.
Para despejar todas estas variables, desde el Centro de Estudios Interculturales hemos
construido un repertorio de instrumentos y herramientas que nos permitan recoger las visiones
de los líderes y principales voceros del conflicto, como de las comunidades de base,
funcionarios estatales y empresariales. Algunas de las herramientas más importantes son:
cartografía social, elaboración de cartografía sobre temas clave en el conflicto, coaching y
colaboración en los procesos de formación de los actores, talleres de memoria histórica, así
como la construcción de espacios de interlocución para la gestión del conflicto.
La elaboración cartográfica se ha convertido en un común denominador de las diversas labores
que ha hecho en CEI sobre todo en las áreas de Comunidad-Estado y ComunidadComunidad. Este ejercicio consiste en la generación de mapas que expresen la complejidad de
los territorios en donde emergen conflictos interculturales, a partir de la información
geográfica del Estado en sus diversas instituciones y la información que han generado algunos
académicos, es común ver que la información del Estado sobre los territorios –no solo la
geográfica – en muchos casos carece de exactitud o profundidad, por lo que también se debe
jugar con esos vacíos o informaciones dudosas que suelen aparecer. La información oficial se
contrasta con la información no oficial producto de cartografía social, en donde líderes y
comunidades de base de las comunidades, o funcionarios del Estado o las empresas expresan
su propio conocimiento del territorio. De cruzar ambas fuentes se obtienen mapas que
expresan la enorme complejidad del territorio y sus conflictos, y con lo cual podemos ver
cómo el ordenamiento de los territorios y las diversas causalidades que en éste concurren, dan
cuanta de los contextos particulares en los cuales surgen los conflictos.
El coaching y en general los procesos de formación y capacitación de los actores del conflicto
es otro paso fundamental para la gestión del mismo. Desde el CEI se han realizado proceso de
intercambio con funcionarios Estatales y empresariales que muchas veces, a pesar de su
formación académica y sus buenas intenciones, no logran entablar diálogos productivos con las
comunidades y sus particularidades culturales. Así como también se han hecho procesos de
formación o fortalecimiento organizativo para que las comunidades cuenten con más
herramientas para hacer valer sus derechos. Consideramos que para que los conflictos, como
dicen Zuleta, sean mejores conflictos, requerimos de funcionarios capacitados para dialogar
con las comunidades, y comunidades y organizaciones fortalecidas para dialogar entre sí, y con
el Estado y las empresas.
Como se dijo, la gestión del conflicto implica una rigurosa caracterización del contexto y sus
actores y un proceso concertado de diálogo entre las partes que permita la transformación del
mismo. La construcción de procesos de diálogo es tal vez el paso más delicado en la gestión
del conflicto, ya que un mal manejo puede significar la ruptura de los acercamientos y la
agudización del conflicto, por lo que es tarea de los intérpretes o facilitadores interculturales
diseñar dichos espacios de manera que cada actor pueda aportar a su diseño e implementación
y ambos sientan que hay garantías para que sus voces sean escuchadas y sus intereses
satisfechos. Para el diseño de estos procesos de diálogo no hay recetas, por lo que la formación
y creatividad del facilitador es fundamental para ellos, así mismo la concertación de una agenda
que permita en el tiempo abordar los elementos que están en conflicto y los temas propuestos
por las partes.
Un paso clave en cualquier metodología de superación de los conflictos, es una constante
evaluación de los avances del proceso. Hay que tener en cuenta, que cuando el proceso de
gestión del conflicto da inicio, sobre todo en el punto en que se llega a un momento de diálogo
y concertación, el conflicto no se detiene, lo cual puede implicar que el proceso se afecte o que
las voluntades de las partes con respecto al proceso de gestión aumenten o disminuyan. Es por
esto que un seguimiento riguroso y permanente es fundamental para la construcción de espacio
de concertación y diálogo que conduzcan a buen término y que fundamentalmente, logran
generar acuerdos para transformar las condiciones sociales que agudizan los conflictos.
Normalmente las agendas de los procesos de diálogo y gestión del conflicto se construyen de
forma consensuada, y responden a los ejes fundamentales sobre los que los actores del
conflicto deciden trabajar conjuntamente. Estas agendas deben tener pasos claros y etapas que
permitan evaluar avances, limitantes y errores en el proceso, esto para que en la siguiente etapa
o paso, se pueda avanzar cualitativamente en las condiciones y metodología del diálogo.
Sumado a la necesidad de un seguimiento permanente y una evaluación de cada etapa o parte
del proceso, está capacidad, por parte del intérprete intercultural, de fomentar la capacidad de
escucha, paciencia, respeto mutuo, y voluntad para poner el proceso por encima de los
intereses particulares y las contingencias que puedan afectar el proceso.
Miremos entonces como el Centro de Estudios Interculturales ha caracterizado esta labor, que
es en últimas su propia labor, su aporte a la gestión de los conflictos entre las comunidades y
de éstas con el Estado y las empresas.
a. El intérprete intercultural
Los espacios de diálogo intercultural muchas veces se encuentran con impases propios de
lenguajes diferentes y de cosmovisiones que lejos de encontrarse se distancian en su
entendimiento de los conflictos y las realidades sociales. Es en este punto donde un facilitador
o un intérprete que facilite este diálogo son fundamentales, ya que es necesario construir un
puente entre dos orillas que de otra forma difícilmente avanzarían.
En el caso de las relaciones entre comunidad y comunidad, hemos participado en los espacios
de concertación para la gestión de conflictos entre las comunidades rurales ya nombradas:
campesinos, indígenas y afrodescendientes; dando cuenta tanto de las condiciones estructurales
que generan el conflicto, como de los diversos intereses ya puestas políticas y territoriales que
allí surgen. En estos espacios de diálogo, el reto mayor es lograr la construcción de una
propuesta en donde ambas parten ganen parte de sus intereses, así implique ceder en algún
punto. Es fundamental persuadir a cada actor del hecho de que si ambos no ganan algo es
imposible llegar a salidas concertadas, hecho esto queda a la creatividad tanto de los líderes de
las comunidades como del facilitador la construcción y diseño de la propuesta que logra darle
salida a los impases producto del conflicto.
En el caso de las relaciones Comunidad-Estado, es fundamental entender desde el inicio que
ninguna de las dos partes es homogénea, y que tanto los líderes como los funcionarios
involucran en los debates sus propias personalidades, intereses y deseos. Pero aparte de esto, es
fundamental también entender que las procedencias históricas y culturales de ambas partes son
bien diferentes, ya que muchos de los funcionarios estatales vienen de universidades públicas y
privadas y los de más alto nivel muchas veces han tenido formación en universidades del
exterior. Así pues, cuando estos funcionarios, sobre todo los de entidades de nivel nacional (la
mayoría de ellos criados y formados en Bogotá o ciudades centrales), entran en diálogo con
líderes indígenas, afrodescendientes y campesinos, los cuales a su interior también tienen
profesionales pero así mismo comunidades formadas en las organizaciones mas no en la
academia, muchas veces este debate tiende a entorpecerse. Hay impases por falta de
entendimiento en el diálogo, así como hay otro producto de falta de voluntad para llegar a
acuerdos; el papel del facilitador es fundamental cuando los impases del diálogo son por falta
de entendimiento, pero no queda más que la persuasión mutua cuando la voluntad política de
concertación es limitada.
Así pues se requiere un sistema o método abierto de diálogo, ya que de la creatividad de las
partes depende el surgimiento de salidas concertadas y propuestas que gestionen los conflictos.
“los traductores culturales y epistemológicos tienen la gran tarea de deconstruir y transformar
desde el interior de las mismas cultural e identidades, esas dimensiones culturales que se han
configurado como meros contenidos formales extraídos de lo que han llegado a ser y se han
petrificado” (Muñoz, …), entonces la creatividad y capacidad de inventiva del traductor o
facilitador intercultural no es otra cosa que poner las culturas en movimiento, darle dinámica a
lo anquilosado y permitir el entendimiento pleno entre quienes ven el mundo con ópticas
distintas.
Presentamos entonces siete criterios que más que un manual, pretenden aproximar algunas de
las características que debe tener un traductor o facilitador intercultural en los procesos de
gestión del conflicto:
Pasos a seguir para desempeñar el rol de traductor epistemológico intercultural:
1. Caracterización de contextos: descifrar el código de las trayectorias de vida y culturales
de los actores sociales presentes en el conflicto: trabajadores, sindicalistas, líderes
comunitarios, directivos, presidentes, comunidades, etc. Lee cada una de las orillas
desde sus propias particularidades, se localiza en una zona liminal entre partes que no
comparten una misma cultura, sino que por el contrario presentan cosmovisiones
diversas14 y en las más de las veces encontradas, así reconociendo la cosmovisión de las
partes para encontrar puntos en común, objetivos conjuntos y generar acercamientos
desde el horizonte común para entrar al valorar la riqueza de los aportes diversos a la
resolución del conflicto. Esta es una perspectiva básica en lo que denominamos
intercultural.
2. Constructor de vínculos a partir de emergencia de la confianza, que viene de una
comunicación clara, precisa, desprovista de parcializaciones, centrada en una escucha
activa y un relacionamiento empático.
3. Abordar las percepciones de los actores implicados en el conflicto que se hacen
presentes gracias a dichas a las representaciones que tienen de la situación en conflicto.
Aspecto indispensable en la medida que las representaciones subyacen a la
construcción de la realidad por ende componen los conocimientos sociales que se
construyen de las relaciones, y por ende subyacen a los comportamientos que se
adoptan ante los mismos, siendo criterio en la toma de decisiones para actuar ante los
mismos. Para esto la elaboración de matrices del conflicto relacionando estos
elementos es una herramienta siempre útil.
4. Identificar que las representaciones no solamente tienen un componente cognitivo sino
que también poseen un elemento afectivo15. Todo comportamiento asumido ante el
conflicto implica la articulación de estos dos elementos, de allí la importancia de
descifrar su presencia y su relación.
5. Fortalecer cada una de las partes, de tal manera que puedan entrar en contacto, crear
escenarios dialógicos desde las representaciones que tienen unos de los otros.
6. Desarrollar la capacidad creativa de construir y crear condiciones para el dialogo y el
encuentro desde lo emergente en el relacionamiento.
7. La solución del conflicto tiene que ver con asumir una perspectiva corresponsal en la
garantía de los derechos, es decir, reconocer que cada uno aporta a la situación
conflictiva tanto en sus orígenes como en su transformación resolutiva.
Ejemplo: Los directivos tienen una cosmovisión muy permeada por la cultura europea y norteamericana
(modelo dominante, capitalista), muchos de ellos formados en escenarios culturales internacionales, ellos son los
tomadores de decisión que imparten políticas y estrategias que impactan no solo su organización, sino otras
organizaciones y la sociedad en general. Son ellos quienes vuelven a su lugar de origen a dirigir o gerenciar las
empresas colombianas en las cuales su gente de base que mueve la producción de la compañía, quienes son
mayoría, tienen una cosmovisión muy distinta y heredera de una historia de discriminación y rechazo en su
mayoría.
15 Referentes: Mafessoli, la razón sensible; Panikkar; Maturana, Arbol del conocimiento; Garavito, categoría
tanscurso discursivo.
14
4. Ejemplos de la gestión de conflictos
Exponemos a continuación un ejemplo de tratamiento y gestión de conflictos interculturales, el
cual se lleva ejecutando en el departamento del Cauca desde hace ya dos años y medio y tiene
como eje conflictos entre las comunidades indígenas, afro y campesinas y de estas con el
Estado a nivel departamental y nacional.
a. Conflictos interétnicos e interculturales en el departamento del Cauca16
Como se ha dicho, tres factores son causas en un caldo de cultivo de conflictos interculturales:
(1) las políticas de reconocimiento multicultural que fragmenta jerárquicamente a las
comunidades, (2) una profunda inequidad en la tenencia de la tierra y (3) un creciente
hacinamiento en las áreas del minifundio y la pequeña propiedad agrícola. Estas tres
condiciones han propiciado que el departamento del Cauca, de vocación eminentemente rural,
se convierta en el escenario de diversas tensiones y conflictividades entre las comunidades y de
estas con el Estado.
Así pues, vemos municipios como Cajibío, Inzá Piendamó, El Tambo o Popayán, donde cada
vez más parecen agudizarse conflictos entre las comunidades que allí habitan, emergiendo
detonantes tan cotidianos como el hecho de que alguien corre una cerca hacia el predio de
otro, o pone sus animales a pastar en los pastos de otro, hasta razones más estructurales como
el hecho de que la escuela donde van hijos de cientos de campesinos queden a disposición del
cabildo indígena y eso agudice la desconfianza de unos con otros. Estas situaciones han
aparecido en muchos municipios del departamento y han traído consecuencias como la
fragmentación social, envidias y rumores de unos contra otros, hasta choques físicos como el
que ocurrió en la finca San Rafael entre 2007 y 2012, que enfrentó a indígenas con afros y que
trajo como consecuencia la muerte de dos indígenas.
El Cauca es tal vez el departamento donde las organizaciones rurales han sido más fuertes
durante los últimos 20 años. Por el lado de los indígenas, tenemos al Consejo Regional
Indígena del Cauca, que agrupa a cientos de cabildos indígenas y a once asociaciones de
cabildos zonales, y a Nunachak, agrupa a las comunidades Misak que hace ya más de 30 años
se separaron del CRIC y agrupa tanto al cabildo de Guambía en Silvia como a numerosos
cabildos, asentamientos y parcialidades indígenas en otros municipios. Por el lado de los
campesinos tenemos a la coordinación agraria del Proceso de Unidad Popular del Suroccidente
Colombiano, que agrupa principalmente campesinos pero también e indígenas de la gran
mayoría de municipios del departamento, al Coordinador Nacional Agrario cuya mayor
organización en el departamento es el Comité de Integración del Macizo Colombiano, aunque
también sobre sale el Movimiento Campesino de Cajibío. Hay que sumarle la reciente
resturcturación de la ANUC en el departamento como una tercera plataforma que lidera las
reivindicaciones campesinas. Los afros por su parte cuentan con numerosos Consejos
Comunitarios en el litoral del pacífico, en el norte del Cauca y el sur del departamento, aunque
Estos conflictos se encuentra ampliamente descritos, analizados y caracterizados en el tomo I del libro
DesencuentrosTerritoriales elaborado por el área Comunidad-Estado del Centro de Estudios Interculturales
16
también sobresalen las comunidades que se agrupan alrededor de las capitanías de Itaibe y Río
Chiquito en el municipio de Páez en el oriente caucano. Estos concejos comunitarios de
agrupan alrededor de numerosas organizaciones regionales y locales dentro de las que
sobresalen Aconc, Corpoafro, entre otras.
Esta fortaleza organizativa ha permitido a las comunidades avanzar en el reclamo y
reivindicación de sus derechos a la tierra, al trabajo y en general a la vida digna. Las diversas
organizaciones tienen múltiples intereses y se diferencian además por sus formas de
organizarse. Así mismo, les ha permitido unir fuerzas en varias ocasiones para apuntalar luchas
conjuntas por reivindicaciones políticas, económicas y territoriales. Veamos la presencia de
estos procesos organizativos, a partir de una elaboración cartográfica realizada por el CEI
Es precisamente esta enorme capacidad organizativa la base para iniciar una gestión conjunta
del conflicto, ya que en la mayoría de los casos, las comunidades de base involucradas en las
tensiones y los choques hacían parte de alguna organización, o consecuencia del conflicto
buscaba cómo hacer parte de las mismas. Así pues, por llamado del INCODER, empezamos
un proceso de diálogo con las organizaciones y las comunidades de los municipios más
conflictivos, hicimos genealogías de los conflictos y de los diversos procesos de diálogo
intercultural que ha habido en el departamento, y definimos junto a las organizaciones sociales
la siguiente metodología.
Se establecieron tres tipos de mesas de diálogo, cada mesa tiene dos escenarios, uno autónomo
en donde participan solamente las organizaciones sociales, y otra abierta con presencia de
organismos estatales y del CEI como facilitador. Hay mesas locales a nivel municipal o
corregimental, donde llegan los involucrados directamente en el conflicto; mesas sectoriales o
poblacionales donde se reúnen los campesinos, los indígenas y los afrodescendientes, y donde
se llegan a acuerdos a nivel departamental y se proponen acciones y debates frente al Estado; y
finalmente existe una mesa interétnica e intercultural de nivel departamental, en la cual se
refrendan los acuerdos logrados en las mesas locales y los disensos, así como las discusiones y
propuestas que emerjan de las mesas sectoriales. Este espacio cuanta con presencia de
autoridades estatales tanto de nivel nacional como departamental.
En el 2012, mientras se avanzaba en la construcción de las mesas de diálogo intercultural, el
INCODER aprobó 60 mil millones de pesos para compra de tierras para resolver
conflictividades, por lo que este fue un tema a discutir darle operatividad en las mesas
sectoriales y la mesa interétnica e intercultural.
Luego de 2 años de implementación de esta metodología, el balance es muy positivo aunque
hay muchos retos que asumir en el futuro. Las organizaciones sociales han aumentado su
capacidad de diálogo y construcción de acuerdos, así como también se han puesto de relieve
hacia las comunidades las causas de fondo de las tensiones y conflictos. Allí el papel que juega
el CEI es múltiple y por lo mismo ha sido claramente reconocido tanto por el Estado como
por las comunidades, convirtiéndose así en un actor permanente en los espacios de generación
de acuerdos y trasformación de conflictos.
Si bien las causas de fondo de los conflictos permanecen, y por lo tanto siguen emergiendo los
mismos, varios se han transformado al punto de que las tensiones y los choques se han
erradicado (caso la Arauca en Páez o San Rafael en Santander de Quilichao), lo que ha
generado que las mesas de diálogo se hayan convertido en prioridad para las comunidades a la
hora de encarar estas situaciones.
Descargar