GENT DE CARRER Entrevistes Nº6

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GENT DE CARRER
Entrevistes
Nº6
Eva Pedroche
29 anys
Dependenta - Estudiant
Alacant
Colectivo: Gente que comparte piso por imperativo económico. Efectos de la
crisis: Cada vez más, vivir solo es un lujo al alcance de pocos. En un año, el
portal de alquiler y venta de viviendas idealista.com ha registrado un aumento
del 70% en la oferta de pisos para compartir. ¿Cuánto cuesta? El precio
medio de una habitación (por lo general, céntrica) es de 334 euros al mes (un
1,9% menos que el año pasado). El tiempo de búsqueda, siempre según los
datos del portal, se ha reducido: el año pasado se tardaba 55 días. Este, 48.
Grupo del encuentro: Eva Pedroche, 29 años, dependienta y propietaria del
piso. Alquila dos habitaciones para hacer frente a la hipoteca y gastos
comunes. En estos momentos residen con ella Noelia Albert, 22 años (becaria)
y Virginia Maracinni, 24 años (estudiante).
Es un piso céntrico, de 75 metros útiles, con tres habitaciones. Eva Pedroche
(29 años) lo compró hace diez años, cuando tenía 18. "Ahora sería imposible.
Entonces los pisos eran mucho más baratos", dice esta alicantina. "Entonces
trabajaba en una tienda de ropa y aunque no tenía nómina con el aval de mi
madre el banco me dio una hipoteca por el 100% del valor del piso. Algo que
en estos momentos sería impensable".
Al principio, Eva se mudó a su piso con un amigo. "Pero al poco tiempo
empezó a subir el Euribor, y decidimos meter a otra chica", cuenta. Desde
entonces, Eva solo ha podido disfrutar de su casa en solitario de forma
intermitente, siempre en función de sus ingresos como camarera, cocinera y
demás empleos. Hoy, Eva -que estudia Psicología a distancia-, paga una
hipoteca de 450 euros. Su sueldo, sin embargo, es de 600 euros. "Hace dos
años ganaba mil euros trabajando 40 horas a la semana de dependienta de
una tienda de ropa. Pero llegó la crisis y me redujeron la jornada a 24 horas
semanales. Era eso o quedarme en el paro". Eva aceptó. ¿Solución para
redondear las cuentas? Una vez más, meter inquilinos en su casa (cobra 200
euros la habitación, gastos incluidos).
Renunciar al espacio personal
Eva no se queja de su suerte laboral porque es consciente de que podría ser
peor. "Soy una de las últimas a las que contrataron, la verdad es que tuve
suerte", dice. Sin embargo, lo de compartir cada vez se le hace más cuesta
arriba. "No es lo mismo compartir con 20 que a los 30. Siempre surgen
conflictos con la gente. Al principio me daba más igual la limpieza, pero cuando
empiezas a tener tus cosas, te molesta más la gente. Me hago mayor y me
apetece tener mi espacio. Es incómodo, echo de menos la paz, mi intimidad,
ver una película sola en el salón, cosas que pierdes cuando compartes casa",
continúa. "Lo noto especialmente cuando llego al piso por la noche, a lo mejor
cabreada... Pero no tengo otra. Si no, no como".
Eva ha intentado dar fin al este círculo vicioso en dos ocasiones, poniendo el
piso a la venta. "Pero al final siempre me he echado atrás. Ahora con lo que
gano no me darían otra hipoteca y mucho menos por el 100% del valor del
piso. También me he planteado alquilarlo y buscarme algo más pequeño para
mí, pero no salen las cuentas", dice. "Incluso me he planteado alquilar mi piso y
compartir yo en otra casa. Así no tendría la responsabilidad que supone
compartir tu propio piso. Todo me toca a mí: cambiar una bombilla, estar
pendiente del butano, pagar las facturas... Muchas veces me siento como si
tuviera dos hijas".
Diez candidatos en un día
Eva vive en estos momentos con Noelia Albert, que llegó hace dos meses y
medio, y con Virginia Maraccini, una estudiante italiana que se mudó en enero.
Han encajado bien. Pero la dicha, una vez más, ha durado poco. Virginia se
vuelve a Italia en breve. "Estoy cada dos por tres buscando a gente", Cuenta
Eva. Ayer volvió a subir un anuncio en la web de la universidad, su método
para buscar inquilinos. "No ha pasado ni un día y ya ha recibido correos de diez
interesados. Noto que llama más gente", dice Eva, que reconoce que cada
busca a compañeros más "serios". "Pido que sean responsables. Yo por mi
parte me esfuerzo porque se sientan cómodos en casa y los saco por la ciudad,
me preocupo por ellos...". "Pero es un arma de doble filo", continúa. "Al mismo
tiempo que los necesito, no los quiero".
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