25 años: María Reina de la Familia

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Cartilla N°° 263
Diciembre de 2007
25 años: María Reina de la Familia
“Como faltaba vino, la madre de Jesús le dijo: ‘No tienen vino’. Jesús le
respondió: ‘Mujer, ¿Qué tenemos que ver nosotros? Mi hora no ha llegado todavía’.
Pero su Madre dijo a los sirvientes: ‘Hagan todo lo que El les diga’” (Jn 2,3-5).
P. Ricardo E. Facci
Al finalizar este maravilloso año de la celebración del aniversario especial de la Obra, las
Bodas de Plata, como broche final, queremos dedicarle el mes del Adviento a María, como Reina
de la Familia, Reina de Nuestro Hogar.
Ella va ganando los corazones de los miembros de la Obra. Como sabemos, desde
Noviembre tiene una presencia especial en el Centro Internacional de Buenos Aires, a través de
una hermosa talla de madera, de 170 cms. Aprovecho para invitarlos a todos a visitarla y
venerarla. Ha traído en ella un signo elocuente de su presencia: todas las vetas de la madera
coinciden con las distintas partes de su rostro. No creo que sea pura coincidencia. El artista nos
dijo, “Ella siempre estuvo allí, yo simplemente la descubrí”.
Utilizando uno de los textos básicos de nuestro Movimiento, las Bodas de Caná, podemos
descubrir a María como medianera entre su Hijo y nosotros. Por un lado, expone ante su Hijo la
necesidad de aquel joven matrimonio, que en medio de la fiesta se queda sin vino. Por otro, les
dice a los sirvientes que obedezcan a Jesús.
Comencemos por la primera de sus mediaciones. Ella como Madre nuestra intercede ante
su Hijo por nuestras carencias, necesidades, limitaciones. Cada santuario mariano es testigo de
cuánto los peregrinos presentan sus necesidades ante la Madre. Entre las solicitudes que se
realizan sobresalen los problemas familiares: la salud de un familiar; la seguridad del trabajo
para poder colocar, cada día, el pan sobre la mesa; la necesidad de perdonarse entre algunos
miembros del hogar; la llegada del hijo que se espera; en fin, tantas situaciones como realidades
familiares existen.
Esto visto en general, es también, una realidad concreta de cada uno de nuestros hogares.
Necesitamos que María interceda por nosotros. Cuántas madres han desgranado decenas de
rosarios suplicando a la Madre celestial ante una situación apremiante de su familia, incluyendo
de un modo especial, el pedido de conversión de un hijo o del esposo. De cuántos hombres me he
enterado que visitaron un santuario, o ante una imagen de María han dedicado tiempo, para
resolver una encrucijada, o tomar una decisión importante.
María, como Madre y Reina, en cada una de nuestras familias, está siempre dispuesta a
contribuir a la solución de los problemas y necesidades, buscando lo mejor para sus hijos, que a
veces, es la fuerza para sostenerse en la adversidad.
Por sobre todo, debemos pedirle a María, que por su intercesión no nos falte jamás la
gracia de la conversión y de la perseverancia.
En segundo lugar, actúa como medianera entre su Hijo y nosotros. Ella llevó en su vientre
la Palabra eterna del Padre (cfr. Jn 1,1). Jesús fue muy claro, “mi Madre y mis hermanos son
aquellos que escuchan la Palabra y la ponen en práctica, haciendo la voluntad del Padre”(cfr. Mt
12,50). María vivió intensamente la experiencia de Pentecostés, en la que la Palabra comienza a
anunciarse al mundo en las diferentes lenguas (cfr. Hec 2,1-11).
María conoce y vive la Palabra. Por esto, con autoridad le dice a los sirvientes, y hoy a
nosotros, “hagan todo lo que El les dice”. Nos motiva a acercarnos a la Palabra, allí está
expresada la voluntad de Dios, y concretarla en la vida personal, familiar y comunitaria. María,
como Reina de la Familia, busca conducirnos hacia la obediencia a la Palabra del Hijo, que
manifiesta la voluntad del Padre. Ella indica el camino, con la expresión de su palabra, y
fundamentalmente, con el testimonio de sus decisiones. Ante el misterio del embarazo, respondió
“sí”; ante la invitación de visitar a Isabel, respondió “sí”; en Belén rodeada de la precariedad dijo
“sí”; ante los duros planteamientos en la presentación del Hijo en el Templo, dijo “sí”; ante la
huída a Egipto, a la hora del regreso, en las Bodas de Caná, en la cruz, en Pentecostés, siempre
“sí”. María del “sí”, nos invita a responder en cada decisión de vida, asumiendo la voluntad de
Dios, como el único camino de grandeza ante la infinidad de propuestas del mundo, que
conducen a la pequeñez de la vida.
Querida María Reina de la Familia, de nuestra casa, de nuestro hogar, ayúdanos en todas
nuestras necesidades, pero por sobre todo, vela para que permitamos que en el seno de nuestra
familia tu Reinado nos conduzca a la vivencia de la Palabra de tu Hijo.
Oración
Querida María,
te pedimos que siempre estés atenta a nuestras necesidades,
colócalas en las manos de tu Hijo,
para que nunca nos falte la gracia
de poder sobrellevar las cargas de nuestros pesares,
con alegría y entrega en el amor, especialmente,
en el ámbito de nuestro hogar.
La primera necesidad que deseamos atiendas,
es que siempre estemos dispuestos a escucharte como Reina,
en tu mandato imperativo:
“hagan todo lo que El les diga”.
Sabemos que este saber escucharte,
nos conducirá a realizar en nuestras vidas
la voluntad del Padre. Contamos con tu ayuda. Amén.
Trabajo Alianza (dialogar este tema con los hijos)
1.- Recordar un momento en el que como familia recurrimos a María en busca de ayuda.
2.- ¿Buscamos en María simplemente alivio a nuestras dificultades, o también escuchamos sus
exigencias de realizar todo lo que nos pide su Hijo Jesús?
3.- Concretar un propósito familiar con la finalidad de que María brille mucho más como Reina
en el ámbito del hogar.
Trabajo Bastón
1.- Compartir diversos testimonios en los que se ha experimentado la ayuda maternal de María.
2.- ¿De qué modo se puede responder con más plenitud a la invitación de María a realizar todo lo
que su Hijo nos diga?
3.- Dialogar sobre la posibilidad de realizar la lectura de la Palabra de Dios a través del método
de la Lectio Divina, en cada familia y/o comunitariamente entre aquellos que lo desean (Ver
libro Familia: Rostro de Dios, pág. 69)
A todas las familias de Hogares Nuevos, a los sacerdotes,
consagrados y consagradas, les deseo que en esta Navidad puedan experimentar
la presencia del Cristo Vivo naciente, que transforma cada corazón
y cada familia, para desde la fragilidad del niño de Belén, pero con la fortaleza
de la gracia, construir juntos una nueva sociedad, solidaria, fraterna
e impulsada por el amor. FELIZ NAVIDAD. Padre Ricardo
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