El conflicto cinematográfico El conflicto es el choque dramático entre fuerzas o voluntades opuestas que comparten un mismo fin. Es, a la vez, la base y la materia que constituye todo drama, y, en consecuencia, sin él no hay argumento dramático. Si lo ponemos en términos de Greimas, el conflicto se desarrolla cuando un sujeto, en búsqueda de su objeto, se encuentra y choca con la fuerza oponente. Según Antonio Sánchez-Escalonilla en todo guión cinematográfico “existen como mínimo tres historias, originadas por tres tipos de conflictos: básico, interno y de relación” [106]. Aunque esto no es así en todos los casos, pues depende de aspectos como, por ejemplo, el género al que pertenece la película (es difícil encontrar un conflicto interno en James Bond), sí podemos reconocer en la mayoría de las películas de difusión masiva la presencia de estos tres tipos de conflictos, que se organizan de manera jerárquica dependiendo de si son el motor que impulsa la trama principal o alguna de las subtramas del filme. En realidad, como afirma Linda Seger, “existen cinco tipos básicos de conflicto que pueden encontrarse en una historia: interior, de relación, social, de situación y cósmico” [182]. Aunque dependerá, nuevamente, de aspectos como el género, el ritmo o la estética que siga la película, en la historia del cine de distribución masiva se han privilegiado históricamente aquellos tipos de conflictos que se desarrollan casi exclusivamente por medio de la acción (social, de situación y cósmico) mientras que, como antes decía, los interiores y los de relación han sido relegados a las subtramas (menos dinámicas y, por tanto, en claro contrapunto rítmico) necesarias para mantener cierto equilibrio argumental y de desarrollo en el texto fílmico. Conflicto interno: se presenta cuando un personaje duda de sí mismo, de sus acciones; busca su identidad o lo que quiere alcanzar. A diferencia de lo que ocurre en un texto literario en que el narrador tiene la libertad de expresar por medio de las palabras (y utilizando distintos tipos de focalización) la interioridad del personaje sin que ello implique una disminución de la tensión del relato, en el cine resulta difícil mantener el ritmo narrativo en los pasajes que desarrollan la interioridad del personaje (con el problema añadido de su representación en imágenes). Normalmente se utilizan para ello recursos como la voz en off (o incluso en over), los diálogos explicativos, las pausas rítmico-narrativas que se sustentan en imágenes más o menos simbólicas, etcétera; recursos, todos ellos, que, como es obvio, no pueden tener una larga duración dentro del discurso. También es posible, como sugiere Seger, proyectar el conflicto interno hacia fuera “sobre una persona o un objeto” y transformarlo, así, en un conflicto de relación. O, en el caso de la adaptación al cine de una novela que desarrolle un conflicto interno, invertir las líneas argumentales, y transformar la trama principal (conflicto interior) en una subtrama, y alguna subtrama secundaria (de relación, social, de situación) en la trama principal del filme. Ser fiel al libro significa con frecuencia equilibrar tramas y subtramas de un modo diferente, más dramático; sacar a la luz conflictos que en el libro sólo se hallan de forma implícita, reordenar la escenas para que el conflicto sea claro en cada acto y dar relieve constantemente a cada una para que el conflicto sea un hilo conductor adecuado a lo largo de toda la historia [196]. Conflicto de relación : pone en relación a dos personajes en tensión, ya sea porque son antagonistas (buscan un mismo objeto) o porque necesitan aclarar una situación particular (de amor, amistad, etcétera). Pese a que, como he dicho, estos conflictos suelen desarrollarse en las subtramas, no es difícil encontrarlos como conflictos básicos de una historia (por ejemplo en las comedias). Existe además, una clara diferencia entre los conflictos de relación dinámicos (aquellos que posibilitan la acción, como por ejemplo los enredos) y los pasivos (que mantiene la tensión a lo largo de la historia pero no generan la acción de los dos personajes en relación). Un aspecto interesante cuando este tipo de conflicto aparece en forma de subtrama es que, pese a pertenecer estructuralmente a un estrato inferior al del conflicto principal, a menudo cobra mayor importancia para el espectador pues desarrolla por lo general un tema por el que éste siente mayor simpatía y, por tanto, del que se siente más cerca (por su carácter afectivo o emocional), como ocurre en películas como Mystic River. Conflicto social : pone en tensión a uno o más personajes (el protagonista y sus amigos) y un grupo social que asume el papel de antagonista. El desarrollo de este tipo de conflicto suele contar con elementos visuales de tipo simbólico que representan al grupo opositor (sociedad, sistema, gobierno, grupos de poder, etcétera). Cuando se desarrolla por medio de una subtrama le da más relieve al conflicto básico. Conflicto de situación: como su nombre lo indica se da cuando los personajes deben enfrentarse a una situación anómala, extraña, para salvar sus vidas (una catástrofe, un barco que se hunde, fuego en un edificio, robo a un banco, etcétera). En estas situaciones además es normal que se desarrollen de manera paralela subtramas de conflicto de relación entre los distintos personajes que ayudan a mantener la tensión del relato. Conflicto cósmico: el conflicto se desarrolla entre un personaje y alguna fuerza de carácter cósmicometafísico o sobrenatural (dios, el diablo, un ser invisible). El conflicto, sin embargo, es proyectado sobre otro personaje que de alguna manera representa la fuerza material, o es causa del problema, y por ello sufre las consecuencias de la acción del primer personaje. Al respecto apunta Seger que “con objeto de observar cómo se desenvuelve el conflicto, necesitamos ver cómo el personaje proyecta los problemas que tiene con una fuerza invisible sobre un ser humano que tiene la mala fortuna de cruzarse en su camino” [193]. No siempre es así: por ejemplo en El séptimo sello Antonius Block está envuelto indudablemente en un conflicto interior (es el caballero que regresa de las cruzadas y no tiene respuestas sino dudas), un conflicto social (la quema de la bruja que representa la Inquisición), un conflicto de situación (la peste de la que huyen todos lo personajes) y un conflicto mínimo de relación con su esposa Karin, más allá de conflicto de relación más importante que se desarrolla entre Antonius y la muerte con la que juega al ajedrez. No obstante, el conflicto básico que soporta a todos los demás conflictos es el cósmico (Antonius y dios), sin que exista proyección alguna en otro personaje (a menos que se piense en la muerte, que es más bien parte de un conflicto secundario), y todos los elementos del filme (imágenes simbólicas, pausas, acercamientos, subtramas) contribuyen a llenar el vacío de la ausencia de dios. Diccionario de creación cinamatográfica. Antonio Sánchez-Escalonilla. Ariel, 2003. Cómo convertir un buen guión en un guión excelente. Linda Seger. Rialp, 2004.