EL PROYECTO NACIONAL DE DESARROLLO Mg. Eduardo Arroyo* A 188 años de vida republicana, los viejos problemas del país se mantienen intactos. El Perú oficial se yergue frente al Perú real sin representarlo. Un Perú compuesto por una mayoría andina quechua, aymara y otras 60 nacionalidades ha desarrollado su vida fuera de la acción del Estado criollo de matriz colonial, el que ha abandonado a la población en aspectos referidos al trabajo, vivienda, educación, salud, justicia, integración vial, fomentando el racismo y la exclusión. Ha primado un modelo agrario-minero exportador, propio de la invasión colonial hispana, que no nos ha traído desarrollo. No hemos tenido un capitalismo basado en un mercado interno producto de un proyecto político amplio que logre que los peruanos compren y consuman los productos que generamos. Este mercado ha sido siempre débil en el Perú imponiéndose la exportación de materia prima, centralmente minerales, peces, azúcar, algodón, arroz. En los últimos tiempos se exportan productos industriales no tradicionales, los que se venden de preferencia al mercado andino (Ecuador, Colombia, Bolivia, Venezuela). Hoy, luego de veinte años en que hemos reprimarizado la economía nacional volviendo a convertirnos en exportadores de materia prima, el país pareciera no saber a dónde va. Los grandes exportadores pretenden que todos los problemas se resuelven exportando más y abriendo nuestro mercado al gran capital. Ellos ya tienen nichos de mercado abiertos en mercados estadounidenses y europeos y buscan salir al Asia. Pero la gente congregada en la Asociación de exportadores (ADEX) y la Sociedad de Exportadores sólo produce el 2% del PBI nacional mientras las pequeñas y medianas empresas (PYMES y MYPES) producen el 98% del PBI. Prima la doctrina de Walt Whitman Rostow quien a fines de la segunda guerra mundial planteaba que para que una economía despegara había que prestarse, industrializar y sólo así avanzaría una nación. Esa es la idea de desarrollo presente en la mayoría de los ciudadanos: sólo con préstamos se puede sacar adelante el país. Veamos la historia republicana hecha en base a empréstitos y comprenderemos porqué todo peruano nace con su deuda bajo el brazo, que los 30,000 millones de dólares de deuda externa son impagables y que cada dos o tres años amortizamos sólo los intereses de la deuda. Hemos sido deformados por una concepción de que solo con capital extranjero podemos sacar adelante el país cuando las MYPES y MYPES son un testimonio de otra lógica de desarrollo como también lo son los mercados locales, regionales, provinciales. Allí sí prima el alma nacional, la idea de patria, de nación, de proyecto nacional de desarrollo. La clase gubernamental sigue el esquema de crecimiento hacia afuera presente desde la Colonia mientras que la vigencia de un proyecto nacional de desarrollo crea una economía desde dentro que articula nuestras áreas y riquezas marinas, andinas y amazónicas respetando lo multiétnico. Lo esencial del buen gobierno es mantener el equilibrio entre los pobladores y los recursos naturales, capacitar al peruano, mejorar sus índices de empleo, de salud, educación lo que redunda en el incremento de la producción, una parte de la que se destina a resolver el hambre de millones de compatriotas, otra parte se exportará y debe almacenarse otro tanto para los tiempos de escasez. Este proyecto prioriza nuestros objetivos, nuestros recursos estratégicos, nuestra visión y misión del Perú en el concierto local, regional y mundial y sobre esa base ingresamos a competir a nivel internacional cuidando siempre nuestros riquezas, que a su vez son base de la geopolítica mundial: petróleo, gas, agua, minerales diversos así como la mayor biodiversidad del mundo. O sea un gobierno con proyecto nacional de desarrollo en esta etapa de globalización neoliberal tiene posibilidades de éxito si sabe abrirse a nuevos mercados externos (EEUU, Unión Europea, China, sudeste asiático) sin descuidar el mercado interno. Lo planteado no es ningún nacionalismo trasnochado sino el sentido común de definir hacia donde enrumbar al país porque somos los peruanos los que debemos decidir nuestro destino. En un mundo multilateral lo nacional pasa hoy por la fusión con el proyecto de integración latinoamericana y por reconocer que queremos globalización, inversión privada allí donde los peruanos lo decidamos en función de nuestro proyecto estratégico. De lo contrario ocurrirá lo que viene sucediendo en el Perú: un país con un 80% de su economía gobernada por capital chileno, sin puertos, sin marina mercante, sin línea aérea de bandera, con un ejército desarmado, con teléfonos, luz y agua en manos de capitales foráneos. En suma un país ya vendido. No queremos una sociedad sometida al mercado sino un mercado acorde a las exigencias de la sociedad. Ni que el Estado sea el centro (Estadocentrismo), ni que el mercado sea el centro (mercadocentrismo) sino que la sociedad sea el centro, una concepción sociocéntrica del desarrollo, un Estado y mercado al servicio de la sociedad preservando las actividades y riquezas estratégicas y beneficiándonos todos de las ventajas de la globalización. Por ello, nada de nacionalismos arcaicos que cierren sus fronteras a todos los pueblos del mundo sino la elemental inteligencia de programar nuestro destino frente a los vendepatrias de siempre. Por un lado, en los últimos veinte años han fragmentado el país al desnacionalizar nuestra economía, han desideologizado las mentes de los peruanos al borrarles la idea de patria, nación y los valores nacionales y han desarmado el ejército, el que en las actuales circunstancias, no tiene ninguna capacidad defensiva. Así Chile se enseñorea en el suelo peruano, nos convierte en su protectorado mientras está armada hasta los dientes para defender las inversiones que ha hecho en nuestra patria. Se cumple así el proyecto chileno que viene desde fines del siglo XIX guiados por la doctrina Portales, que plantea que se toman los recursos que se necesiten por la razón o por la fuerza y que la inversión económica es acompañada por el resguardo militar respectivo, razón por la cual Chile no deja de armarse nunca, sea para salvaguardar la inversión, sea para amedrentar al país en que invierten. Mientras tanto, la clase gubernamental peruana sigue haciendo sus pedidos de arbitraje al Papa, a la Virgencita de las Mercedes, al Espíritu Santo o creyendo que los ministros pueden disuadir a los países de América Latina cuando todos están en una carrera armamentista. El vecino del sur es el que más ha gastado en los últimos tiempos en armamentos no defensivos sino ofensivos y ante él ofrecemos paz y amor, bandera blanca, conversación, embajadas de buena vecindad, cordialidad. No es más que el suicido político del gobierno que condena a los peruanos a la muerte segura y a la fragmentación y venta del país en su conjunto. Debemos armar a nuestras fuerzas militares, mínimo para defendernos y vertebrar nuestro proyecto nacional de desarrollo. *[email protected] Ed. Enero de 2010