Azabache, julio 2015-2

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AZABACHE
Boletín Ideoteórico del Centro de Estudios e Investigaciones Sociales Afrocolombianas, CEISAFROCOL, Personería Jurídica No.093 de
1.986, aporte voluntario $300, julio de 2015-2
LA “INDEPENDENCIA” NACIONAL Y EL RACISMO Y LA DISCRIMINACIÓN RACIAL CONTRA LOS
AFRODESCENDIENTES
De parte del Gobierno Colombiano, del Congreso de la República y de la academia colombiana debería aprovecharse una fecha como el
20 de Julio, en que se conmemora la denominada “Independencia” Nacional, como momento pertinente para revisar críticamente la
historiografía utilizada hasta la fecha, hacer balance sobre el papel de la versión de la historia nacional oficialmente difundida como
base de la formación académica e instrumento para afrontar las problemáticas del presente y para la proyección de nuestra sociedad
hacia el futuro.
Hay que insistir además, en la necesidad de un análisis cronológico de lo que han sido los proyectos políticos y reivindicatorios de los
sectores populares, en particular del pueblo afrocolombiano, desde la época colonial hasta la fecha, para establecer hasta que punto
estos se han logrado hacer realidad y en qué medida continúan afectándolo las secuelas del pasado colonial, las desatenciones
gubernamentales republicanas y los diferentes conflictos, como pasos imprescindibles para poner en práctica políticas públicas de
justicia social que garanticen avanzar hacia una paz duradera.
Almirante, José Prudencio Padilla
Teniente-Coronel, Leonardo Infante
De igual manera es necesario promover reflexiones sobre los trabajos de investigación que han venido realizando algunas
personalidades, y que apuntan hacia nuevas versiones de nuestras historias, que superen el eurocentrismo que ha caracterizado a las
versiones oficiales y que de una vez por todas doten a la sociedad colombiana de una versión verdadera de su historia, como
instrumento para afrontar el presente y proyectarse hacia el futuro exitosamente; y proponer metodologías, líneas de estudio e
investigación que permitan desentrañar las contradicciones, convergencias, continuidades, rupturas y posibilidades presentes y futuras.
Estos propósitos adquieren carácter urgente para una sociedad como la colombiana que al cumplirse más de doscientos años de su
“independencia y emancipación política”, continúa marcada por grandes inequidades sociales y violentos conflictos relacionados con las
mismas y con diferentes tipos de exclusión, de clase, étnico-raciales y de género, que exigen con urgencia la realización de estudios e
investigaciones orientadas a establecer sus causas históricas y actuales, a objeto de proponer abordajes y salidas pertinentes que
conduzcan hacia la convivencia social solidaria y una paz duradera.
La historiografía impuesta por el colonialismo occidental se caracteriza por su eurocentrismo y por ser demasiado épica, según la cual
los acontecimientos históricos son determinados por ciertos personajes heroicos e instituciones ligadas a las clases dominantes, lo más
cercanas posible a Europa; y donde la acción determinante de los pueblos queda opacada. Es la concepción burguesa de la historia, que
se convierte en un componente fundamental de la superestructura de los estados burgueses, como el colombiano, la cual se soporta en
una serie de mitos e invenciones sacadas de los cabellos de los seudointelectuales al servicio de las clases dominantes, que la hacen
hasta más fuerte que la religión en su papel alienador y de control social a favor de dichas clases oligárquicas.
Sin lugar a dudas, la concepción occidental de la historia guarda relación estrecha con los intereses opresivos y explotadores del
colonialismo. Es decir, se constituye en la forma fundamental de justificar el colonialismo europeo, ya que despojar a los pueblos de su
historia es desarmarlos cognitiva y espiritualmente e inhibirlos para la lucha por sus derechos y herencia ancestral. Por tanto, se hace
urgente avanzar hacia Una Nueva Versión de la Ciencia Histórica.
Participación de los africanos y sus Descendientes en las Guerras de Independencia
La sociedad que estableció el colonialismo español en lo que hoy es Colombia desde principios del siglo XVI hasta comienzos del XIX, fue
a la vez clasista y racista, donde los europeos y sus descendientes más cercanos ocupaban la parte superior de la pirámide social,
mientras los pueblos indígenas y los africanos, y sus descendientes, ocupaban la parte más baja, a pesar que constituían la fuerza
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productiva fundamental de la sociedad. Hecho que era soportado en todo un compendio de absurdas teorías racistas y prácticas
discriminatorias violentas, y criminales, degradantes de la condición humana.
Estas ideología y prácticas racistas y discriminatorias las heredarían las nuevas clases dominantes criollas y los comandantes de los
ejércitos independentista, que representaban sus intereses.
Frente a la cruel opresión europea, a través de su sistema colonial, los pueblos de las Américas respondieron con actos de rebeldía y
sublevaciones permanentes que concluyeron con su liberación e independencia nacional.
Desde principios del siglo XVI e inmediatamente desembarcada en América, la población negra secuestrada en África y traída como
fuerza de trabajo fundamental, tanto por su capacidad física como por su calificación y en remplazo de la fuerza de trabajo indígena
diezmada y reducida drásticamente por la cruel acción opresiva de los colonialistas, produjo sublevaciones, llegando algunos grupos a
liberarse e internarse en las selvas y montañas, practicando el “cimarronismo” y formando sus propias sociedades a las que
denominaron palenques, cumbes, mambíes y quilombos, desde donde hostilizaban al régimen colonial contribuyendo a debilitarlo. En
este orden, sublevaciones como la de los afrohaitianos y afroguayaneses se convirtieron en naciones con valores culturales propios.
Pero la más trascendental de todas fue la Revolución de Haití, entre 1790 y 1804, liderada por Toussaint L´ouverture, George
Christophe, Jean Jacques Dessaline y Alexander Pétion, venciendo a varios ejércitos de Napoleón, el más grande estratega militar de la
Europa de entonces.
Como dice Carlos Rama en su texto Historia de América Latina:
“Era el primer Estado Americano que terminaba con la institución esclavista y también el primero en proclamar su independencia entre
los latinoamericanos, y hasta el primero en alterar definitivamente la estructura de la propiedad agraria. La república de Haití será
asimismo el primero de los Estados fundado en la época contemporánea por ex esclavos y en particular, por africanos y
afroamericanos”.
De inmediato Haití se convirtió en ejemplo y punto de apoyo para todos los procesos revolucionarios de las Américas, incluido el de
Estados Unidos. Entre otros, Francisco de Miranda tiene en 1804 el apoyo de Jean Jacques Dessaline; y Simón Bolívar por varias
oportunidades, entre 1816 y 1818, el de Alexandre Pétion, representado en navíos, tropas, armas, dinero, imprentas y otros recursos,
comprometiéndose éste a garantizar la libertad y medios para reconstruir una vida digna a los africanos y sus descendientes de las
naciones o países que lograra independizar.
El grueso de los integrantes de los batallones que enfrentaron las guerras de independencia contra España, eran negros, mulatos,
zambos y pardos. Al punto que el General Pablo Morillo, comandante de las tropas de la “Reconquista Española”, en un informe
enviado al Rey de España llegó a decir: “esta es una guerra de negros contra blancos, en los ejércitos de Bolívar siete de cada diez
soldados son de origen africano”.
De allí lo falso de la afirmación de que Bolívar y Lincoln liberaron a los negros de América, y lo acertado de la canción antillana rescatada
por el Gran Combo de Puerto Rico, cuyo coro dice: “Se liberó, se libero, el negro solo se liberó”. Pues en realidad, los africanos y sus
descendientes con sus luchas por sacudirse la opresión esclavista y hacer prevalecer su proyecto libertario e independentista,
contribuyeron a la liberación e independencia de todas las sociedades de América y a cubrir de gloria a líderes blancos y mestizos, como
Lincoln, O'Higgins, San Martín y Bolívar, entre otros. Pero las nuevas clases dominantes criollas que controlaron el poder, no les fueron
consecuentes, al contrario, los traicionaron, desatando contra los más destacados líderes militares afros la más terrible persecución,
acompañada de una alta carga de racismo y del infundado temor que “los negros se fueran a tomar el poder como en Haití” y que
reclamaran parte de las riquezas que habían producido durante siglos.
En este orden, la primera desgracia calló sobre el General Manuel Carlos Piar, por el hecho de haber insistido en rechazar la
determinación del alto mando de los ejércitos patrióticos, liderado por Bolívar, de obligar a los africanos y sus descendientes a marchar
siempre en la primera fila de la infantería y de lanceros, en condición de escudos humanos del resto de las tropas, y por su exigencia de
reconocerles la libertad desde el momento en que integraran las filas de los ejércitos patrióticos. Rechazó también Piar, la orden de
Bolívar de despojar de las armas de fuego a los negros que integraban el ejército que él comandaba, para integrarlos a otros batallones
en condición de lanceros; y por esta actitud valiente y consecuente con su pueblo, y con sus tropas en particular, fue acusado de
insubordinación y privado del mando de su ejército, por lo que decidió solicitar su retiro, con el grado de General en Jefe, que le fue
concedido el 30 de junio de 1817 por los excelentes resultados obtenidos en la dirección de múltiples batallas contra los ejércitos
realistas. Finalmente fue apresado y fusilado en ese mismo año.
Manuel Carlos Piar fue una persona que además de ser un valiente patriota y extraordinario militar, en forma autodidáctica alcanzó un
alto nivel cultural e intelectual, llegando a ser un políglota, ya que hablaba más de ocho lenguas: holandés, español, cantonés, francés,
inglés, creole haitiano, guineano, papiamento de curazao y patois.
Años después, la patriota y heroína María Isabel Gómez, madre de Piar, en actitud valiente se le presentó a Bolívar y le reclamó por el
injusto e infame fusilamiento de su hijo, y a él no le quedó otra alternativa que pedirle perdón.
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Carlos Zamudio., Subdirector, José Mosquera, Director Ejecutivo.
Cra 50 D No.62 – 95, Teléfono: 5711016, 2291005, Medellín, Antioquia, E. mail: [email protected]
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La historia dio la razón a Piar, cuando años después Bolívar en carta enviada a Santander desde el sur, le manifiesta que considera que la
guerra es el medio más idóneo para reducir el preocupante número de africanos y sus descendientes.
Posteriormente la desgracia recayó sobre el Almirante José Prudencio Padilla. Padilla estuvo tres años en prisión en Inglaterra y de
regreso a España concluyó que no tenía sentido defender poniendo en peligro su vida un país que oprimía al suyo, y que por tanto lo
más razonable era regresar a la Nueva Granada, su país, para contribuir en lo posible a su liberación. En 1809 llegó Padilla a Cartagena
con el cargo de contramaestre del arsenal del puerto marítimo, impresionando a los nativos el hecho de habérsele concedido ese cargo
a un neogranadino, y negro. De inmediato empezó a ayudar al movimiento patriótico clandestino de Cartagena contra la corona
española, con volantes, panfletos, todo tipo de comunicados, donde entre otras cosas se difundían “Los Derechos del Hombre” y otras
ideas de los enciclopedistas, y otros recursos, fomentando la conciencia patriótica y preparando combatientes para la lucha definitiva
que conllevara a sacudirse el yugo español. El patriotismo de Padilla fue tan grande, que casi todo el dinero de la indemnización pagada
por el Ejército Español, por su participación en la guerra contra Inglaterra y por haber estado preso en ese país durante tres años, lo
invirtió en imprentas, armas y otros elementos necesarios para la lucha libertaria.
Al darse el “Grito de Independencia” en Bogotá, el 20 de julio de 1810, los movimientos de resistencia se hicieron más activos en
Cartagena, cobrando mayor fuerza en agosto, cuando se declaró la independencia absoluta de Mompox. El 11 de noviembre de 1811
Cartagena también proclamó la independencia absoluta del yugo español y José Prudencio entró de lleno a la lucha por la
independencia neogranadina.
La reacción ibérica no se hizo esperar, y en 1.815 envió su expedición de reconquista al mando del sanguinario Pablo Morillo. Padilla,
entonces, redobló su lucha por la independencia y ayudó a Bolívar, que regresaba del interior del país después de la campaña de
Venezuela.
Luego las tropas realistas sitiaron a Cartagena, y Padilla rompe este cerco al salir en una goleta rumbo a Jamaica, que había adoptado
una postura aparentemente neutral, al encuentro con Bolívar. Allí discutieron largamente sobre la estrategia militar para liberar las
colonias bajo el dominio español. Padilla planteaba: “no debe quedar colonia en ninguna parte y esta misma isla en que estamos, debe
ser gobernada por jamaicanos, no por ingleses”.
Después del triunfo patriota en el Puente de Boyacá, el 7 de agosto de 1819, parte la expedición comandada por Luis Brión y Padilla de
la Isla Margarita rumbo a Riohacha, poniendo en fuga a varias unidades españolas. Luego una acción audaz de José Prudencio sirve para
limpiar de españoles el litoral en Sabanilla y Laguna Salada (hoy departamento del Atlántico). Continuando río Magdalena arriba toma a
Sitio Nuevo y se une a las tropas del general Hermógenes Maza. Asegura a Ciénaga, comanda una expedición al río Sinú, y así debilita a
los realistas, para luego emprender acciones militares sobre Cartagena, ultimo cuartel de las tropas de la corona española en la Nueva
Granada.
Padilla es ascendido a coronel por haber hecho gala de patriotismo, valentía e ingenio militar, ya que finalmente efectúa una seguidilla
de ataques para sitiar a Cartagena y lograr la capitulación española el 24 de septiembre de 1821. El 10 de octubre de ese mismo año,
hacen su entrada triunfal las tropas republicanas de mar y tierra del ejército patriota, sellándose en esta forma la total independencia
nacional del yugo español.
La batalla más importante que dirigió Padilla fue la del Golfo de Maracaibo, en 1.823, con la cual quedan frustrados los sueños de
reconquista de Suramérica del Imperio Español, dado que hundió los buques que transportaban sus últimas reservas para la reconquista
de las colonias que se habían emancipado. Fue quien dirigió las operaciones militares que llevaron a la liberación de Cartagena, que
después de soportar más de 106 días de sitio, estaba invadida y sometida a crueldades por las tropas realistas de Pablo Morillo,
desalojando o tomando presas a esas tropas. Todo lo cual le valió el reconocimiento del más alto grado en la Marina Colombiana, el de
Almirante.
El 3 de octubre de 1826 llegó Padilla a Bogotá a ocupar su curul en el Senado de la República, elegido por el Departamento del
Magdalena, previamente renunciando a la pensión de tres mil pesos que le otorgó el gobierno colombiano como compensación a sus
servicios en la campaña del Zulia y en la batalla naval de Maracaibo. En 1828 se le acusó de armar el Pronunciamiento de Cartagena
para defender la Convención de Ocaña, en sus aspectos favorables al federalismo, y de participar en los tumultos de esta ciudad, y fue
apresado bajo el cargo de rebelión por el general Montilla, quien con premura lo envió a Bogotá, a donde llegó el 26 de mayo. Se
encontraba en prisión cuando en septiembre del mismo año, se fraguó el plan para asesinar al Libertador y los conspiradores lo
pusieron en libertad, pero Padilla ignoraba lo que estaba pasando, y a pesar de que se entregó a las autoridades, fue juzgado y
condenado a pena de muerte. Padilla fue puesto preso después de que se declarara en contra de la dictadura propuesta por Bolívar y de
sus pretensiones monárquicas, y que reclamara junto con otros militares negros y mulatos la inmediata libertad de los africanos y sus
descendientes, en cumplimiento del compromiso establecido con ellos y con Alexandre Petión, y en reconocimiento por su participación
heroica en los ejércitos patrióticos. Para justificar su condena a la pena de muerte se le calumnió de haber participado en la
“Conspiración Septembrina”, cuando en ese momento él se encontraba preso y que los cabecillas de dicha conspiración, extrañados
ante su fusilamiento también dieron fe que Padilla no había tenido nada que ver en tal acontecimiento. Pero la Convención Granadina
de 1832 rehabilitó su memoria, eximiéndolo de los delitos de los que fue acusado.
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Según varios historiadores, el General Mariano Montilla junto con algunos oficiales ingleses, se mantenían azuzando a Bolívar y a otros
patriotas de mando superior, para que desarmaran y le quitaran toda posibilidad de ocupar cargos de dirección y mando a los africanos
y sus descendientes, y especialmente a personalidades de la talla de Padilla e Infante, bajo el pretexto racista de evitar fuera a ocurrir
como en Haití, donde estos se habían tomado el poder. Y en este orden, Montilla realizó muchas intrigas y componendas contra Padilla,
por ser el comandante de la Armada Nacional y uno de los militares de mayor rango en la Gran Colombia, y por haberse revelado como
uno de los grandes políticos; lo que le daba la posibilidad de avanzar rápidamente hacia las más altas posiciones de poder.
Momentos antes de su fusilamiento, entre otras palabras Padilla dijo: “Los negros nos tomamos guerras ajenas creyendo que son
nuestras”. Expresión que hay que tomar como un mensaje con el cual hacía un llamado de atención a los africanos, afrodescendientes y
oprimidos sobre la claridad ideoteórica que deberían tener en adelante, en relación con sus intereses y aspiraciones, los compromisos y
medidas para asegurarlos o garantizarlos, antes de emprender los procesos, jornadas o campañas por cambios sociales trascendentales,
ya que él había peleado en la Marina Española contra los ingleses, algunos africanos y afrodescendientes pelearon por algún tiempo del
lado de los ejércitos realistas y últimamente él y otros lo habían entregado todo en los ejércitos patrióticos, liderando ejércitos de
negros y pardos, en la campaña libertadora y en la organización de la república, y al final se negaba la libertad a los negros y la
posibilidad de disfrutar en condiciones de igualdad de los beneficios del nuevo ordenamiento conquistado, y los líderes
afrodescendientes más destacados como él, Infante, Sucre, Córdoba y Piar eran condenados a la pena capital con argumentos
inaceptables o sin juicio sumario alguno.
José Prudencio Padilla murió el 22 de octubre de 1828, vilmente fusilado no precisamente por sus enemigos con los que tanto había
confrontado, si no por sus propios compatriotas y compañeros de armas, fue ejecutado al frente del hoy Capitolio Nacional, de la
entonces Plaza de la Constitución, hoy Plaza de Bolívar. Padilla murió como un verdadero héroe y como un verdadero ídolo, con ímpetu
y temple, con la rebeldía natural del pueblo afrodescendiente. Cuando el pelotón estaba listo para dispararle exclamó: “¡Viva la
República! ¡Viva la libertad!”, con lo cual dejaba en claro su lealtad a los ideales patrióticos que inspiraron su participación en las
guerras de independencia y en la construcción de las nuevas repúblicas de Suramérica.
Todo esos odios racistas las clases dominantes criollas y sus caudillos militares lo inocularon en las fuerzas militares oficiales y en el
pueblo blanco-mestizo, y se ha continuado reproduciendo desde el interior de las familias, de generación en generación, a través de los
grandes medios de comunicación, del sistema educativo eurocéntrico que ha imperado en nuestro país, desde la iglesia
católico/cristiana y sus teorías sobre el origen maldito del negro; y desde la versión tergiversada de la historia oficial, donde los aportes
patrióticos de los afrodescendientes son invisibilizados, al igual que sus aportes a la construcción material, cultural y espiritual de
nuestro país, y son mostrados como unos parias, estúpidos y malandrines.
Por ello, a pesar de que fue “El Negro” Padilla, con sus comandos integrados básicamente por negros y pardos, el fundador de la
Armada Naval Nacional, la cual jugó un papel decisivo en la derrota de las fuerzas realistas, esta institución empezó a ser blanqueada
por Bolívar desde el momento mismo en que silenciosa y sorpresivamente produjo el decreto de destitución del Almirante Padilla,
después de la manifestación arriba registrada de los militares negros y mulatos, nombrando en su reemplazo al General Mariano
Montilla, un mantuano-venezolano, que según expresión del mismo Padilla, no sabía manejar ni una canoa, y quien de inmediato fue
reemplazando a los costeños, negros y pardos, por personal blanco-mestizo del interior del país. Desde ese momento hasta la fecha, los
afrodescendientes directos no son admitidos en esta fuerza, constituyéndose en la institución más racista de Colombia.
En Bogotá también fue fusilado años después el Teniente-Coronel del Ejército Libertador, el afrovenezolano Leonardo Infante (17951826), en circunstancias parecidas a las de Padilla. Quien participó con inteligencia y valentía en el Grito de Libertad de Caracas el 5 de
julio de 1.811, en las batallas de El arado, Carabobo, La Puerta, Aragua, Maturín, Magueyes, El Tigre, Caicara, Quebradahonda, Alacrán,
Juncal, San Félix, Calabrozo, Misión de Abajo, Oriosa, Sombrero, Negro, Enea, Ortiz Cañafístolo, Beatriz, Rincón de los Toros, y sus
méritos fueron de tal magnitud que el General Páez lo seleccionó entre los 150 valientes para pelear en la gran Batalla de las Queseras
del Medio. Posteriormente peleó en Gameza, Bonza, Pantano de Vargas, Boyacá, Macuchies, Quilcacé, Bomboná, Tuindalá, Pasto,
Ibarra, Catatumbo, y en otras batallas más. Todo lo cual lo hizo merecedor de una aureola de prestancia, porque en toda la historia de la
independencia de América no se registra otro combatiente que haya participado en tantas batallas y con tanto ingenio y valentía.
El comportamiento de Infante en la acción de Carabobo le mereció las más vivas simpatías del Libertador y el grado de Comandante,
destinándosele a servir en la” Caballería ligera”. Con este grado entró a formar parte de la famosa división que al mando del General
Zaraza hizo la campaña en 1818 hacia el oriente de Venezuela.
Fue fusilado en Bogotá, en julio de 1.824, tomando como pretexto la acusación injusta de haber asesinado al Teniente Francisco
Perdomo, por declaraciones dadas por dos prostitutas, y a pesar que el juez encargado de su caso lo absolvió, considerando que no eran
validas las pruebas presentadas contra él. Cuando lo llevaban hacia el patíbulo grito a quienes miraban desde los balcones, entre los
cuales se encontraba el vicepresidente Francisco de Paula Santander: “Yo soy el que ha puesto a ustedes en esos bufetes; pude matar a
muchos y no lo ejecuté…Infante muere, pero no por la muerte de Perdomo”. Conservó hasta el último instante la entereza que lo
caracterizaba.
De las últimas palabras de Infante también se pueden sacar lecciones similares a las anotadas con respecto a Padilla.
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Hay que tener en cuenta que en la época del fusilamiento de los patriotas afrodescendientes, acontecimientos de esta índole eran
publicitados a través de los denominados bandos, leídos por un vocero oficial en los sitios más concurridos de las ciudades,
acompañados de tambores y clarines, donde se manifestaba toda la venenosa argumentación racista mediante la cual se pretendía
justificar el hecho. Lo cual nos da la dimensión de todo el odio racista que se inoculó contra los africanos y sus descendientes en esos
momentos.
Sin embargo, antes de emprender su viaje, definitivo y derrotado por el sector de la clase dominante criolla adversario del suyo, hacia
Santa Marta, en 1830, Bolívar le confesaría al periodista y quien fuera su edecán, Perú Lacroix, que se arrepentía por lo ocurrido con
Padilla, Infantes, Córdoba y Piar.
Con base en este odio racista inoculado por las clases dominantes criollas y sus caudillos contra los africanos y sus descendientes, en
regiones como Antioquia los primeros gobernantes produjeron disposiciones legales para hacer desalojar a esta población de las zonas
urbanas y de las mejores tierras, para entregárselas a familias europeas que inmigraban a comienzos de la república; y después del
asesinato de José María Córdoba por ejércitos enviados por Bolívar contra él, la persecución contra los africanos y sus descendientes fue
tan cruel que su mayoría huyó hacia el Chocó acompañando a los chocoanos ex integrantes de las tropas de Córdoba o hacia el Bajo
Cauca, Urabá y el Nordeste antioqueños. En Medellín, hasta los años de 1960, en barrios de los ricos como Prado Centro y Laureles, las
personas afros no podían transitar a no ser que demostraran que trabajaban en el servicio doméstico de alguna de las familias ricas, de
lo contrario eran maltratadas y hasta linchadas; y tampoco podían transitar por el centro de la ciudad a ciertas horas de la noche porque
también eran maltratadas o linchadas, por la policía o por grupos de civiles. Todo lo cual se encuentra registrado en documentos de la
Academia Antioqueña de Historia.
Como afirmaran el sociólogo, historiador y periodista uruguayo, Eduardo Galeano y el sociólogo y psicoanalista, Frantz Fanón, el
eurocentrismo y los odios racistas heredados del colonialismo por las sociedades americanas además, han generado el trauma del
blanqueamiento mental en la mayoría de sus pobladores, que aunque son mestizos se asumen como blancos, y desde esa perspectiva
mantienen una mentalidad racista, menosprecian a quienes consideran más cercanos a África o a Indoamérica; y finalmente terminan
auto despreciándose, porque tienen la tendencia a negar o a tratar de ocultar sus raíces africanas e indoamericanas. En este orden,
además de los ataques racistas contra los afros, es frecuente en ciudades de Colombia como Bogotá, que la gente se agreda con
expresiones como: “este indio”, “indio inmundo”, “indio bruto”, “esta india”, “india inmunda”…Y uno los repara y resultan siendo dos
mestizos/as o dos indios/as iguales.
De tal manera que lo que está ocurriendo en Bogotá, donde se viene agrediendo y asesinando vilmente a personas afros y las
autoridades policivas se hacen las indiferentes, y al contrario, ante las denuncias de los atropellos y crímenes por parte de los agredidos
o afectados, dichas autoridades responden despectivamente y revictimizandolas con argumentos e insultos racistas. Es manifestación
de la continuidad de los efectos de los odios racistas inoculados en la población blanco-mestiza y en las fuerzas armadas del Estado
desde la época colonial, durante las guerras de independencia y por las clases dominantes criollas desde comienzos de la república; y
que se han continuado reproduciendo a través de los medios arriba registrados, donde la educación eurocéntrica y la versión
tergiversada y racista de la historia oficial juegan un papel fundamental, lo que está demandando cambios radicales. De allí, una vez
más, la importancia de la Etnoeducación o modelo de educación propia, la Cátedra Indigenista y la Cátedra de Estudios
Afrocolombianos, que vienen proponiendo los movimientos sociales afrocolombiano e indocolombiano, para toda la sociedad
colombiana.
Pero además, esta realidad exige una mayor organización de la población afrocolombiana para luchar por la prevalencia de sus
propuestas de transformaciones estructurales, de sus derechos en condiciones de igualdad en relación con los demás colombianos y
para defenderse como segmento poblacional históricamente oprimido y estigmatizado por su condición étnico-racial, atendiendo a las
palabras expresadas por el gran Almirante José Prudencio Padilla, cuando era conducido hacia el patíbulo, traicionado por sus propios
compañeros de lucha.
Este 20 de Julio, cuando la absoluta mayoría de colombianos estamos empeñados en avanzar hacia una paz duradera, es pertinente
reiterar que no podrá haber paz sin justicia social, y que, por todas las razones expuestas arriba, el primer acto de justicia social que se
debe realizar en nuestro país debe estar dirigido a la redención de los pueblos afrocolombiano e indígena. Azabache, julio de 2015-2
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