Parábola del Samaritano. Lectura del evangelio neoliberal del

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El Clarí-n de Chile
Parábola del Samaritano. Lectura del evangelio neoliberal del domingo
autor Rafael Luís Gumucio Rivas
2008-11-23 15:36:12
“Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó y cayó en poder de ladrones, que lo desnudaron, le cargaron de azotes y se
fueron dejándolo medio muerto. Por casualidad bajó un sacerdote por el mismo camino y viéndole pasó de largo.
Asimismo un levita pasando por aquel sitio, le vio y también pasó de largo. Pero un samaritano que iba de camino llegó
a él y, viéndole se movió a compasión― (Lucas, 10:30).
Aun cuando usted no lo crea, los neoliberales pretenden ser intérpretes del evangelio transformándolo de una utopÃ-a
de la igualdad, en la consagración de la inequidad. Para Hayek los sacerdotes y levitas son los keynesianos, la
sociedad de bienestar, los estatistas y los socialitas de todas las denominaciones. El “buen samaritano― es el capitalista,
el triunfador del mercado y el defensor de la libertad de comercio. El teólogo Novak exagera aún más: Cristo es el
capitalismo, crucificado por los legionarios socialistas.
El mundo perfectamente al revés: los socialistas y los partidarios de la intervención del Estado son los enemigos de
Cristo que, según los neoliberales, vino a salvar a los bancos y a las automotrices en quiebra; el Estado es el enemigo,
el mercado lo es todo.
En Colombia se ha repetido la parábola del samaritano: millones de ingenuos ciudadanos, pobres de solemnidad,
pusieron sus ahorros en unas instituciones llamadas Pirámides, que les ofrecÃ-an el 150% de interés por los ahorros
depositados; al final, este buen negocio terminó convirtiendo en un negocio al descampado. Indignados, los ciudadanos
se rebelaron y el gobierno se vio obligado a recurrir al Estado de sitio para apaciguar los ánimos. El presidente Uribe es
el último amigo del caradura de George W. Bush, que se ha dado el lujo de hundir a su paÃ-s y arrastrar al caos al resto
del mundo.
Hoy por hoy nadie duda en comparar la catástrofe económica y financiera con la gran depresión de 1929. En Estados
Unidos, a pesar de los 700 billones de dólares inyectados a los bancos, han servido de muy poco para enfrentar la
crisis financiera que, por el contrario, se ha radicalizado. Las tres grandes empresas automotrices   están a punto de la
quiebra convirtiendo a Detroit en una ciudad de desempleados. Ya están lejos los años en que los automóviles Ford y
Chevrolet eran el sÃ-mbolo del poder norteamericano. Aún recuerdo en mi infancia, cuando seguÃ-a las carreras de
autos entre Lorenzo Varoli y PatÃ-n Jara, uno representando a la Ford y el otro a la Chevrolet, las carreras que
abarcaban gran parte del territorio nacional.
Los gerentes de estas tres compañÃ-as automotrices demuestran tal inmoralidad y falta de criterio que viajaron al
Congreso para pedir limosnas, en aviones privados. ¿Quién puede dudad del cinismo de estos empresarios
neoliberales? Todos estos salvatajes se hacen a costa del pobre que viajaba de Jerusalén a Jericó, es decir, los
ciudadanos amenazados por la pobreza y la cesantÃ-a.
Otro grupo de asaltantes bÃ-blicos lo conforman los dueños de las AFP, que se han apropiado del 12,5% de los sueldos
de seis millones de chilenos: se han dado el lujo de hacer perder a estos cotizantes obligados, casi el 50% de sus
ahorros, porcentaje que amenaza con multiplicarse, pues evidente que esta crisis tienda a profundizarse y a prolongarse
en el tiempo; nadie, con mediana inteligencia, puede creer que el sistema financiera pueda salvarse tan fácilmente,
pues hay bastantes pruebas de que esta crisis va a radicalizar – hasta el presidente del FMI lo pronostica-.
The Economist – no creo que sea una publicación de izquierda- hizo una encuesta entre los latinoamericanos sobre el
sistema privado de pensiones: el 82% es partidario de que lo administre el Estado; el 90% de los chilenos opina de igual
forma; en Nicaragua, Panamá, Colombia, Perú, entre el 90% y 75% rechaza el sistema privado de pensiones. Doce
paÃ-ses de América Latina son vÃ-ctimas de este despiadado sistema, entre los que se cuenta Chile, Argentina (que lo
acaba de terminar), Bolivia, Perú, Colombia, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, República Dominicana y México. En
ningún paÃ-s desarrollado hay un sistema único de pensiones, pues los ciudadanos se rebelarÃ-an de inmediato. Este
sistema es sólo aplicable para los paÃ-ses emergentes, donde pueden ser asaltados los ciudadanos quedando los
culpables en la más completa impunidad; ni siquiera pueden aspirar a un “buen samaritano―.
Cristina Fernández tuvo el valor de terminar con el sistema privado de pensiones y estatizarlo; no faltaron los
papagayos neoliberales repitiendo su canción predilecta: “esto es una expropiación, un atropello a lo único sagrado que
hay en la vida, la propiedad privada―, aun cuando la verdad es que la AFJP habÃ-an perdido ya el 20% de su capital.
Sólo Hayek cree que los privados son el buen samaritano.
Es difÃ-cil cuestionar desde el punto de vista democrática esta decisión, pues el proyecto triunfó en el Senado por una
amplia mayorÃ-a, 48% contra 18%. El SIPA, nuevo organismo estatal de las pensiones y jubilaciones, recibirá cerca de
30 millones de dólares, anteriormente en manos de los bancos y agencias de pensiones.
El nuevo sistema prohÃ-be las inversiones en instrumentos financieros extranjeros, todo lo contrario que en Chile; es
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evidente que acciones y bonos extranjeros se han demostrado mucho más volátiles que los nacionales. Por lo demás,
¿por qué el ahorro de los cotizantes va a favorecer a empresas extranjeras?
El bipolio chileno Alianza-Concertación se ha demostrado incapaz o no ha querido poner fin a este abusivo sistema.
Nada podemos esperar de los actuales candidatos a la presidencia de la República en este aspecto; el único
samaritano que queda es la Pensión Básica Solidaria, que apenas permite sobrevivir. Pero como hay tontos para todos
los gustos, no faltará quines voten por el hermano del autor de semejante adefesio neoliberal.
Para seguir con la parábola, los pobres asaltados chilenos hemos tenido que soportar, durante años, que poderosas
empresas extranjeras se hayan llevado a sus paÃ-ses millones de dólares, producto del alto precio del cobre; hoy, que
se acabó la fiesta, sólo nos queda el “guayabo― y la nostalgia de los buenos tiempos.
Nadie cree en los cantos de sirena del Ministro de Hacienda: Chile y América Latina en general, pasaremos por años
muy duros de enorme cesantÃ-a y exiguo crecimiento y como siempre, serán los pobres los que pagarán los platos
rotos, y ni siquiera habrá un samaritano acudir en su auxilio.
Rafael LuÃ-s Gumucio Rivas
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