¿Una sesión interactiva? - Biblioteca Digital de APA

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¿Una sesión interactiva?
* André Green
Desde hace varios años los congresos de la Asociación Psicoanalítica
Internacional dan testimonio de una preocupación legítima. Frente a la
multiplicidad de sistema.s teóricos surgidos con posterioridad a Freud,
y donde coexisten pensamientos tan diversos como los de Melanie
Klein, W. R. Bion, D. W. Winnicott, H. Hartmann, H. Kohut y J.
Lacan, para no citar más que a estos, se ha buscado, más allá de lo que
dividía a los psicoanalistas, aquello que los reunía. Del mismo modo,
más que continuar opon:iéndosesolamente en el terreno de las especulaciones intelectuales, se ha buscado poner en perspectiva las diferentes maneras de comprender y vivir la práctica de la cura. De esto
surgió, por ejemplo, el número del International Journal of Psychoanalysis de 1991: Fifteeti Clinical Accounts of Psychoanalysis (72, Parte 2). La lectura de este número revelaba que los quince autores que
exponían en él reflejaban una gran diversidad, no solamente en sus
opiniones teóricas, sino también en la forma que entendían el material de una sesión, en la. elección de lo que debe interpretarse y en las
formulaciones de sus interpretaciones.
Hoy en día, dos años después, las contribuciones seleccionadas para
este Congreso, de Madeleine Baranger y Dermis Duncas, Theodore
Jacobs**, colocan a sus lectores en el mismo problema, tan diferentes
son entre sí. Si me propongo recordar esto al comienzo de mi discusión de la presentación de Theodore Jacobs, es para relativizar mis
observaciones y señalar que mi punto de vista es uno entre otros, y
es previsible que suscite desacuerdos. Nunca había tenido tanto la
impresión, como luego de leer el trabajo de Jacobs, de que nuestra
forma de pensar estaba determinada por el lugar y la época que nos
habían formado psicoanalfticamente, por nuestra pertenencia al medio
en el que ejercemos nuestra profesión y por nuestra afinidades per-
* Dirección: 9 avenue de L'Observatoir, 75006
** Green se refiere a las "publicaciones previas".
XLIX, 2, 1992.
Paris, France.
Pueden leerse en
REv. DE PSICOANÁLISIS,
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sonales. Fue así como me sentí mucho más familiarizado con la manera de pensar de Madeleine Baranger, lo que no tiene nada de asombroso en razón de nuestra cultura común, lo mismo que por su profundo conocimiento de la literatura psicoanalítica francesa, llegando
hasta la audacia de citar a autores que no pertenecen a la IPA. Aún
separado de Dermis Duncan por todo tipo de diferencias, tuve la
impresión que Europa comenzaba a convertirse en una realidad, tanto
podía seguirlo en el camino de su elaboración, que por otra parte me
hace el honor de tomar en consideración ideas que yo había formulado en 1975 durante el Congreso de Londres en un trabajo dedicado a
la memoria de Winnicott. Si yo hubiese sido analista en Nueva York
en el East Side y hubiese estado expuesto a las influencias de mi
sociedad local, probablemente me hubiese sentido acostumbrado a las
posiciones de Theodore J acobs, sin desconocer las diferencias de
opinión entre analistas de un mismo continente y de un mismo país.
Sin duda exagero estos temas porque es necesario para la discusión.
Porque, a pesar de esto, nosotros pertenecemos a la misma disciplina
y a los mismos postulados de base. Sin embargo, no se debe minimizar cuánta reflexión merece esta situación, porque podría cuestionar
la validez del saber psicoanalítico al hacerlo depender de circunstancias particulares. Sin detenernos sobre las diferencias entre las tres
presentaciones, notemos esto: la contribución de Theodore Jacobs,
contrariamente a las otras dos -que sin embargo se contentan con
algunas referencias-, está desprovista de toda indicación bibliográfica
-debo agregar que aun las de sus propios trabajos. Hay aquí una
toma de partido por una virginidad teórica, una atención exclusiva a
la clínica de la cura. De todos modos, se puede recordar que nuestras
opiniones, que parecen nacidas únicamente de la práctica, de hecho
pueden estar inspiradas por una teoría implícita, camuflada detrás de
los hechos. No veo cómo podría ser de otro modo. Aceptemos por lo
tanto la referencia exclusiva a la cura analítica y examinemos lo que
resulta de ella. La presentación de Theodore Jacobs tiene grandes
cualidades. A diferencia de muchas otras que condensan varios años
de análisis en algunas líneas, Jacobs ha elegido limitarse a una única
sesión, haciéndonos testigos de lo que pudo desarrollarse durante esa
hora analítica. El no se limitó a la transcripción de lo que se dijo
durante esa hora, nos ha hecho participar, como invita a hacerlo el
tema del Congreso, de esta experiencia del interior de sí mismo, autorizándonos a explorar alternativamente sus pensamientos, sus fantasías y sus sensaciones corporales. De esta manera él se sitúa como
una interfase que recibe los estímulos del exterior: todo lo que viene
del paciente (percepciones visuales, escucha del discurso, resonancia
afectiva, eco de las sensaciones anteriores, etc.) y que hace vibrar
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otras estimulaciones que vienen de su interior. El autor utiliza la
imagen de la lente que permite observar los procesos mentales del
analista. Una frase resume la posición de Theodore Jacobs: "...confio
en ilustrar una manera de pensar sobre los aspectos interactivos de
la situación psicoanalítica a la que se ha prestado mucha atención en
los últimos años y que ha hecho un importante aporte a nuestro campo" (p. 254). Esta tesis no deja de evocar la concepción de los años 50
de una "two bodies psychology" ("Psicología bipersonal"). Esta psicología tomó cada vez más peso, aun cuando haya sido muy modificada
en su contenido. También es necesario señalar que la concepción del
análisis como historia de la relación que pone en juego a dos miembros co-participantes
es una de las ideas que comparten los tres
presentadores. Sin embargo es entendida diferentemente por cada uno
de ellos, cosa que la lectura de sus artículos pone en evidencia. Es
necesario tomar en cuenta la medida de la crítica, implícita o explícita,
que expresa un punto de vista así. Resumamos los argumentos esenciales.
1. No se puede dar cuenta de la práctica, yen consecuencia, defender
una teoría fundada sobre la clínica, tomando en consideración sólo el
material expresado por el paciente, traduciendo un proceso auto-propulsado, simple reproducción del pasado, movido por una compulsión
de repetición. En adelante, transferencia y contra transferencia son
consideradas como experiencias complementarias que concurren a formar la imagen del análisis, siendo este inseparable de su historia.
Esto implica una extensión del concepto de contratransferencia. Sabemos que esta idea fue sostenida por P. Heimann en 1950. Sin embargo no se trata de circunstancias singulares donde la comunicación del
analizando al analista se efectúa por las reacciones que este último es
llevado a experimentar ocasionalmente, en ciertas estructuras regresivas, sino más bien por la pareja actuando en forma mutua las
comunicaciones permanentes de los dos miembros de la situación. Por
lo tanto, la práctica psicoanalítica supone la participación activa de
los procesos psíquicos del analista. Se cuestiona la objetividad ideal
del análisis; se asume la subjetividad como inevitable por el hecho de
reconocer los afectos y las representaciones del analista durante la sesión. El analista ya no es más un espejo que registra pasivamente los
contenidos expresados por el paciente, sino que en adelante será concebido como una polaridad transformadora de las comunicaciones del
analizando. Las interpretaciones del analista son testigo de los cambios que sobrevienen luego de la travesía de la transferencia por el
canal de la contratransferencia.
2. Según los casos, el concepto de pulsión está relativizado, minimizado o francamente abandonado. En la presentación de Jacobs, si se
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mencionan las pulsiones (con más frecuencia las agresivas) ellas parecen una expresión secundaria o reactiva en relación a la dominancia
de los traumatismos físicos reales sufridos en la primera infancia,
más allá de los períodos preedípicos (circuncisión, hernia, agresión de
otro, etc.). Otras ideas relevaron a las de las pulsiones: la fantasía inconsciente, la relación de objeto para ciertos autores, y, para Jacobs:
la teoría interactiva. Para este último, el autoanálisis del analista en la
sesión es el instrumento privilegiado del conocimiento de las "transacciones" que en ella se producen. A diferencia de Madeleine Baranger
y de Dennis Duncan, que reconocen explícitamente su acuerdo y
desacuerdo con las ideas sostenidas por ciertos autores de la literatura psicoanalítica, con Theodore Jacobs estamos reducidos a conjeturas en ausencia de referencias bibliográficas. No se sabe en este caso lo que piensa de los autores cuyos nombres se asocian con las teorías interactivas. Puesto que él no cita a nadie, yo me permitiré
hacerlo. Sin embargo, a fin de cuentas, el rol de los traumatismos de
la primera infancia también es encarado por su resonancia sobre las
etapas ulteriores (complejo de castración y complejo de Edipo), Sin
embargo es necesario notar la ausencia de referencias del paciente -y
del analista- a la imagen materna. Ésta sólo está presente a través
de la madre del bebé de sus anfitriones. Por lo tanto, ¿por qué la madre del analista también está ausente de sus experiencias internas?
Volvamos al tema principal de la presentación. El analista está
apresado entre dos tareas: la de la escucha del material del paciente
y la de su escucha de sí mismo, una remitiendo a la otra. Doble trabajo de desciframiento y doble trabajo de lucha contra las resistencias, tanto del lado del analizando como del analista. Aquí debemos
reconocer la sinceridad y la modestia de Theodore J acobs, que no
duda en hacernos partícipes de la imagen de sí mismo que su analizando provoca o despierta y que no siempre es de las más halagadoras, pero de la que él analiza la razón de ser, llevado por las defensas
del paciente (inversión de roles, identificación con el agresor). Sin embargo es necesario señalar el carácter muy docente de las asociaciones
y de las interpretaciones del analista. Pienso particularmente en las
importantes fijaciones anales del paciente, que quedan sin eco en el
analista. En efecto, ¿es una elección de la sesión a los fines de la exposición pública o el resultado de una pérdida de interés por la
sexualidad infantil? No es la primera vez que constato que las confesiones contratransferenciales públicas no superan ciertos límites. Jamás escuché a un analista reconocer una fantasía pasiva de penetración anal durante la sesión, como efecto de la contratransferencia.
Es innegable que el trabajo analítico corriente semeja en grandes
líneas a la descripción que nos da Theodore J acobs, y se pueden seguir sin dificultad las asociaciones del analista en su simetría contra-
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transferencial. Es interesante plantear la hipótesis de una exclusiva
referencia intraanalítica, es decir, relacionar todo lo que se desarrolla
en la cura únicamente con la experiencia analítica, la del analizando
remitiendo al analista a la suya propia. Esta autoreferencia hace del
espacio analítico un espacio que sólo puede interpretarse en relación
a sus propios parámetros. Yo no quisiera dar la impresión de un
desacuerdo marcado con Theodore Jacobs, cuya demostración es
coherente y en muchos aspectos convincente. Sin embargo, mi rol
ingrato consiste en poner en evidencia los puntos que pienso discutibles o ausentes de la posición aquí expuesta.
1. Tuve el sentimiento -tal vez equivocado- de que pudo haber una
cierta confusión entre las asociaciones del analista en sesión y las
asociaciones posteriores, durante la transcripción escrita de la sesión,
a pesar de las afirmaciones del autor. Respecto a esto, la asociación
del analista con su amigo escritor que saca punta a los lápices antes de
ponerse a escribir, podría indicar la fantasía consciente o inconsciente
de escribir sobre el paciente e inclusive de escribir la sesión que se
va a desarrollar, aun antes de que el paciente entre al consultorio. Me
resulta difícil pensar que Theodore J acobs haya podido al mismo
tiempo escuchar lo que le decía su paciente y dejarse llevar en escucharse a sí mismo tanto tiempo.
¿Puede uno escuchar dos discursos al mismo tiempo, aun cuando los
dos estén en resonancia? Si Theodore Jacobs pudo quedarse en sus
asociaciones, casi necesariamente dejó de escuchar al paciente durante ese tiempo. Se me dirá: atención flotante. Esta me parece diferente
de la bipolaridad implícita del trabajo en sesión expuesto por Jacobs.
2. Me parece que hay que distinguir, en el análisis las experiencias
internas del analista, el efecto que los motivos del paciente tienen sobre su propio pensamiento en el momento que éste se preocupa por
analizarlo y saber lo que va a devolver al analizando de lo que él
comprende, y la evocación de sus propios recuerdos o afectos en términos autoanalíticos. Pienso en la descripción que brinda Duncan de
sus dudas en cuanto a lo que él interpretará a su paciente. Hay aquí sin
duda dos actitudes diferentes. Una consiste en enfrentar el material
psíquico del paciente bajo diferentes ángulos según se privilegie tal o
cual eje interpretativo; la otra, en dejarse penetrar por las evocaciones personales que suscita la comunicación del analizando. Estas
evocaciones producirían las respuestas a las preguntas del analista, y
dictarían, por decir así, una interpretación "ventrílocua".
3. Tengo dudas de que Theodore Jacobs pueda librarse al mismo
trabajo de retorno sobre sí mismo en todas las sesiones y con todos
los pacientes. La situación se haría rápidamente estereotipada, repetitiva y agotadora al final de la jornada. Por una parte, esta sesión
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no es una cualquiera, es la de una nueva etapa en la vida profesional
de Theodore Jacobs, ahora instalado en una zona elegante; por otro
lado, este paciente da a Jacobs ocasiones de identificarse con él a través de ciertas similitudes. Supongo que el analista también tiene pacientes cuya historia y orígenes difieren sensiblemente de los suyos y
restringen las identificaciones, por lo menos en este nivel.
4. Una atención demasiado marcada a los datos étnicos, sociales,
económicos, "psicológicos" (en un sentido estrecho) del paciente, puede
jugar el rol del árbol que esconde el bosque. Esta óptica confma al analista a una visión un poco restringida de la psicopatología psicoanalítica: "el y yo tenemos miedo de nuestro padre, él y yo evitamos la
competencia, él y yo tenemos angustia de castración, etc." o, por el
contrario, "yo tengo un aspecto lamentable, él es rico como un lord" o
"yo soy un judío que permaneció fiel al judaísmo, él es un renegado":
El paciente está preocupado por las apariencias y Theodore Jacobs no
está satisfecho con la apariencia de su consultorio -antes de que el
paciente entre a la habitación. El efecto de espejo señalado por el
analista plantea problemas de contratransferencia singularmente sobresalientes. Sin embargo, uno puede notar que si la sesión comienza
con consideraciones de status social y éxito financiero, termina desembocando en angustias traumáticas corporales que remiten en el pasado a experiencias dolorosas intensas. Como se ve, hay una "progresión
en la regresión" durante la hora de análisis.
Sin embargo, aun si las experiencias internas del analista van de
los pensamientos más claros a los movimientos corporales más vagos,
en ningún momento la actividad mental se despegará ni de una estrecha relación de proximidad con lo que es del orden de lo consciente
en el paciente, como jamás romperá los lazos con una límpida racionalidad. Las experiencias internas del analista, como los procesos
existentes en el paciente permanecen en un orden verosímil y comprensible. Llámenlos como deseen: ello, objeto interno o fantasías arcaicas, todos están ausentes de la sesión. El campo permanece así
centrado por el yo: de lo social a lo corporal y viceversa.
No obstante la conclusión de la sesión merece comentario. Al quedar
en un plano superficial de consideraciones en gran parte preconscientes , y al hacer en el material relaciones del orden de la evidencia,
es el paciente quien termina por saber lo que pasa en el espíritu del
analista más que en el suyo. A este respecto, lo que conjetura V.
sobre lo que piensa su analista da menos testimonio de su insight
que de su capacidad para prestar más atención a lo que piensa el objeto que a lo que pasa en sí mismo, en una actitud de vigilancia que
signa su resistencia a la pasividad requerida por la asociación libre.
Estamos entonces en una situación en la que el analizando se esfuerza por evitar la sorpresa de lo que viene del objeto. Por otra parte es
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lo que el analista le comunica como respuesta. La sesión termina entonces con la idea del ataque sorpresa de aviones israelíes, que no
deja de evocar su entrada brutal en la habitación, pero más inconscientemente el temor de una agresión homosexual intrusiva y castratoria por parte del analista. La sesión termina en el punto que debería
haber comenzado.
En cuanto al toque final de felicitaciones por el nuevo consultorio en
el momento de la despedida, me parece que muestra el falso self del
paciente, o inclusive la sumisión luego de haber admitido el temor
por la agresión imprevista.
Theodore Jacobs ha realizado un vasto recorrido desde el timbre inicial hasta el final de la sesión. Sus interpretaciones fueron considerando la identificación con el agresor, la angustia de castración y el
retiro frente al Edipo, la envidia frente al pene del hermano mayor y
del padre, la percepción subliminal (o alucinación negativa) del símbolo judío evocador de la circuncisión, y finalmente las huellas mnémicas de los traumas corporales de la primera infancia, accidentales o
simbólicos.
En un momento la similitud de las actitudes del analista y del paciente (mano sobre el abdomen o la cintura), sugiere la imagen del
nadar sincronizado de dos nadadores frente a frente, en espejo. La
identificación ha operado. Sin embargo, esta simetría actuando durante la sesión, a posteriori toma otro sentido. La imagen final del ataque sorpresa es lo contrario de ella. Pregunta: ¿quién está en el avión
israelí? El analista. Pero ¿a quién representa? ¿Al padre encolerizado
o a la madre, poco atenta, brusca y pinchando a su bebé inadvertidamente? ¿La identificación proyectiva de sus propios deseos destructivos? Lo importante es destacar esta estructura polisémica cuyos contenidos se reflejan unos en otros. Sea como fuere, uno no puede
excluir la idea de una relación entre una excitación de origen externo
fulgurante e imprevisible y una excitación de origen interno, efecto de
un empuje pulsional incontrolable y devastador.
Terminaré con algunas consideraciones de orden general. Debo admitir que tengo alguna reticencia en seguir ciegamente la moda actual que consiste en adherir a ciertas tesis recientes ampliamente extendidas. Sabemos que actualmente es frecuente oír decir que la metapsicología freudiana sólo sirve para tirar al canasto, y que sólo su
clínica es válida. Me sucede sin embargo que releyendo por trigésima
vez algún trabajo de Freud tengo la impresión de aprender todavía
algo, mientras que diez años después de publicados, artículos de
nuestras mejores revistas psicoanalíticas se vuelven ilegibles y pasados de moda. Quiero agregar que me parece que el psicoanálisis se
desliza peligrosamente hacia una teoría interpersonal que considero
errónea. Luego del cuestionamiento de la teoría freudiana de las pul-
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siones, tuvimos la de las relaciones de objeto para remplazarla. Hoy en
día, en el lugar de las relaciones de objeto, se nos propone una ver. sión simplificada de ésta bajo la forma de relaciones interpersonales,
y como si la referencia a las personas fuese todavía demasiado complicada, henos aquí con una teoría interactiva. Me parece que aquí se
desliza una fuente de contrasentidos. La manera en que mi paciente
influye en mi psiquismo es del orden de las representaciones de todo
orden que induce en mí. La manera en que mis interpretaciones lo
afectan reside en las representaciones que éstas engendran en él. El
acto no tiene lugar en la sesión analítica, ni del lado del analizando,
ni del lado del analista. Por lo tanto, los modelos fundados sobre la
referencia a la acción ("inter-acción", "trans-acción") representan menos un progreso que una peligrosa desviación. Prefiero los modelos
fundados sobre la representación, en un sentido mucho más amplio
que en la acepción clásica, aunque no pueda dar en este momento las
precisiones necesarias. La representación, en el sentido en que yo la
entiendo, extiende su campo desde las sensaciones corporales hasta el
pensamiento. Por lo tanto es de representaciones y no de acción que
nos habla Theodore Jacobs. Se me dirá que doy una excesiva importancia a las palabras, pero las palabras inducen modos de pensar. Y
los modos de pensar, formas de comprender que abren caminos a maneras de hacer.
Pienso que los progresos teóricos deberían alcanzar la articulación
de dos puntos de vista indisociables: intrapsíquico e intersubjetivo,
sea que se desarrolle en el interior de un solo psiquismo o entre dos
sujetos. Dos sujetos no son dos agentes sino dos seres animados por
deseos y pensamientos. A mi criterio no se podrá reducir la realidad
psíquica al resultado de acciones mutuas de los dos miembros. Hay
características que surgen de una estructuración interna, que someten
los efectos relacionales a un modo de funcionamiento intrínseco. ¿Cómo podría el sueño ser el resultado de una interacción? No es por
azar que la sesión no incluye ninguna transcripción de un sueño, el
paciente se sentiría en terreno mucho menos seguro en comunicar lo
que surge de él irracionalmente y escapa al control del yo. Pienso que
el sueño sigue siendo el fenómeno central de la expresión del inconsciente, da cuenta de la dimensión intrapsíquica, su comunicación en
la transferencia pertenece a la dimensión intersubjetiva, su interpretación implica la articulación de lo intrapsíquico y lo intersubjetiva.
No conviene criticar sin decir lo que uno hubiera hecho en circunstancias parecidas. En lo que me concierne, creo que me hubiera interesado mucho menos en la dimensión del comportamiento del paciente o en su apariencia externa. También reconozco que hubiera prestado
más atención a las palabras pronunciadas en la sesión y que es a través de ellas que hubiera tratado de llegar a un modelo de representa-
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ción inconsciente que hubiera tratado de incluir en diferentes registros: pulsional, fantasmático, simbólico. Así, "nuevo rico" rima con "hijos de putas" ("nouveau riche" , "sons of beetches") ¿No se trata de la
madre nombrada abusivamente en un momento de defensa maníaca?
Creo también que habría construido en mi pensamiento otro modelo
en términos de relaciones entre objetos externos y objetos internos
-sea entre el afuera y el adentro y entre superficie y profundidad- y
que habría tratado de cercar el mundo interior de este paciente que
parece encerrado en su narcisismo. Una vez más: ni una palabra de la
madre, ni una palabra de algún objeto de amor femenino. En cambio,
muestra una sólida caparazón caracterial, que cubre una homosexualidad fraterna ambivalente, de la cual no se percibe en esta sesión
que haya sido interpretada o que suscite experiencias internas en el
analista. Dicho de otra manera, extensión del campo psíquico del lado
del lenguaje como del lado de los objetos internos, rechazo del "olvido"
de la sexualidad infantil, interés por el narcisismo. Oigo ya la voz de
mis opositores, tal vez más numerosos que los de J acobs.
Para terminar me permitiría plantear una pregunta: ¿"El análisis
interactivo de Jacobs será suficiente para motivar, finalmente, a este
paciente a reconocer su propio universo interno en lugar de adivinar,
simplemente, al de su analista? Esperen ... y escuchen.
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