8ªULTREYA NACIONAL Rollo Ultreya de los 40 años del MCC en Chile 40 AÑOS PEREGRINANDO EN CHILE, GRATITUD Y COMPROMISO Rolando Rocha Hacía tiempo que no participaba de un acto de Cursillos y tenia unas ganas enormes de poder estar con ustedes y agradecerles lo mucho que han hecho y orado por mí. Hoy día, en que nos encontramos, quiero retraerme a 40 años atrás. ¡chupalla que es harto tiempo!, 40 años. Cuando se dice así, 40 no parecen nada, pero cuando vi la fotografía y como aparecía yo, hace 40 años atrás, y como estoy hoy día, ¡chitas que ha pasado tiempo! En estos 40 años se produjo en mí un cambio fundamental, me cambio entero, mi vida giró. Yo era un profesional joven con tres años salido de la universidad, iniciando una familia y eso llenaba mi vida. Ya tenia mis dos primeros hijos y la felicidad en mi hogar, y el ejercicio profesional me llenaba plenamente mi vida. Y de repente me invitan a un Cursillo y al termino del Cursillo, me dicen: “Cristo cuenta contigo”. ¡Chuta!, ¿conmigo?, ¿conmigo que tengo tantos defectos, que soy tan poca cosa, que no he participado nunca en nada?, y ¿cuenta conmigo en forma personal? ¿Cómo lo podré hacer? Y vino mi respuesta: Con la Gracia del Señor. Y me agarre a la Gracia del Señor y comenzó el caminar. Eran los primeros Cursillos en Temuco y en Chile, y empezamos a vivir una etapa, quizás la etapa más dichosa de la obra de Cursillos, la etapa con más nervios, la etapa con más dinamismo, la etapa con más entusiasmo, esa primera etapa de conquista de otros territorios. Habíamos tenido en Temuco los primeros Cursillos, ya teníamos un equipo andando que podía cubrir los cursillos de la Diócesis, entonces, ¿Porqué privar a otras diócesis de este instrumento, de esta herramienta valiosísima de apostolado que eran los Cursillos? Fue así como nosotros decidimos partir hacia el Sur, mientras Concepción y Chillan partían hacia el Norte, empezando así la aventura de derramar a lo largo del territorio nacional la obra de Cursillos. Esa etapa fue una etapa rica en experiencias, la más rica en situaciones nuevas, en el uso de la iniciativa, con un abrazarse al Señor y no apartarse de El, porque nuestra debilidad, nuestras flaquezas, harían que nos abrazáramos al Señor para no caer. De cada uno de estos Cursillos, además de la transmisión del Mensaje, tengo anécdotas y vivencias profundas dignas de recordar, porque muchas veces son las anécdotas y las vivencias las que más se recuerdan. Es así como partimos, primero en la Araucanía, hoy diócesis de Villarrica. Recuerdo que habíamos terminado el Vía Crucis del inicio del cursillo, y se me acercó el Secretario y me dice. “Rolando, ¿te fijaste como la vela que le habíamos encomendado de ese señor subía y bajaba, subía y bajaba?”, Si tonto, le dije, y tú ¿No te fijaste que estaba curado, y que era el tufo del gallo el que hacia subir y bajar la vela? Recuerdo también Valdivia, que fue la siguiente Diócesis en que el Señor nos regaló. En un panorama y una situación de paz, de alegría y de tranquilidad extraordinaria, el encuentro de la cantata del domingo, se produjo a través del río Calle-Calle. Desde una lancha donde venían de afuera los de la cantata y la gente que estaba en la Casa de Ejercicios, viviendo el Cursillo se produjo una empatía tan grande, una simpatía tan grande, una presencia del Señor tan inmensa en la tranquilidad de las aguas, en la alegría de todos, y en los cantos de la gente, que la recuerdo realmente como un regalo impresionante del Señor. Recuerdo Osorno, en que los Cursillos se hacían a 18 Km. de la ciudad de Osorno, en una escuela. Era cursillo de mujeres e iba el equipo cómo es lógico con mayoría de mujeres. Solamente el chofer de la camioneta y el Sacerdote que iba a dar el Cursillo eran hombres. El camino era tan malo y era además pleno invierno y la camioneta quedo enterrada en el barro. Nuestro buen sacerdote, el P.Anselmo Lonelli y el chofer le pasaron el volante a María Jesús Recalde, la “Tuti” y ellos empezaron a empujar la camioneta para sacarla de su atasco, y al empezar a dar vuelta las ruedas en banda, quedaron enteros bañados de barro. El P.Anselmo no llevaba otra muda sino solo la ropa que puesta, por lo que tuvo que dar todo el cursillo, con unos coquetos pantalones que le prestó la Tuti. Recuerdo en Puerto Montt, el Equipo estaba tremendamente preocupado porque en el trabajo de decurias nadie hablaba, era prácticamente imposible sacarles palabra. El equipo comenzó a desesperarse, ¿Cómo diablos, como saber si el cursillo les esta llegando?, nadie expresaba ninguna opinión. Bueno, se aguantaron hasta el final hasta que llego la Clausura, y en ella no hubo quién los parara. Esa clausura fue la más larga que me tocó vivir. Todos y cada uno se largaron a hablar extensamente y en algunos momentos al unísono y con unos testimonios macizos, terminando el Cursillo con una clausura excelente. El Señor nos hizo ver claramente que las personalidades en cada uno de los lugares son distintas. A los portomontinos les gustaba madurar las cosas antes de expresarlas y una vez que estaban maduradas, las largaban y eso en esta oportunidad se produjo en la Clausura y no antes. Una segunda etapa de esta conquista fue Coyhaique. Fue en un mes de octubre y, cosa rara, estaba todo nevado. El Cursillo se hacia a 20 Km. de la ciudad, también en una escuela. Lógicamente llegamos allá, prendimos todas las estufas para que estuviera calientito cuando llegara la gente, y a medida que subía la temperatura con las estufas, empezaron a salir unos ojitos chiquititos al lado de cada una las estufas y todas las estufas tenían varios ojitos chiquititos. Eran nuestros vecinos y compañeros, unos ratoncitos, con los que, tanto por parte del equipo como de los propios ratoncitos, al principio hubo bastante recelo, el cual fue desapareciendo hasta que el final, el tercer día, terminamos siendo grandes amigos. Nosotros gozamos con su presencia y creo que los ratoncitos nos echaron de menos por la alegría que vivimos esos días en Coyhaique. Y la última avanzada desde Temuco se produjo en Punta Arenas, este año, con lo que los Cursillos están en todas las diócesis del territorio desde Arica a Punta Arenas. En estos distintos momentos de esta etapa de conquista muchas fueron las personas que trabajaron fuertemente, varios de los cuales ya no están ahora con nosotros, y a quienes recordamos con mucho cariño y echamos mucho de menos, porque trabajamos codo a codo con ellos y tuvimos muchas vivencias en común. El Señor quiso que partieran antes y yo quiero recordar a algunos de ellos, aún cuando es posible que se me olvide una gran mayoría. Quiero recordar a Ricardo Arancibia, que estuvo en la avanzada de la Araucania y la avanzada de Osorno. Quiero recordar a Alberto Rodríguez, que si bien no estuvo en ninguna avanzada, fue el gran apoyo que teníamos en la Escuela, y en los primeros cursillos, Quiero recordar a Alfonso Sacristá, uno de los gestores de la traída de los Cursillos a Temuco. Quiero recordar a Carlos Magovske, pilar fundamental de la mantención y la perseverancia de los Cursillos aquí en Temuco. Quiero también recordar a los sacerdotes Omar Verturel, al padre Beatus que trabajaron codo a codo con nosotros en esos períodos. Los sentimos profundamente cercanos y sabemos que son la avanzada que esta allá en el Cielo, con el Señor, esperando nuestra llegada. Terminada esta etapa de conquista, vino una etapa de consolidación del MCC., que se inicia con la constitución del Primer Secretariado Nacional, una suerte de triunvirato de Concepción, Chillan y Temuco, integrado con dirigentes de estas tres Diócesis. La tarea más importante de este Secretariado Nacional fue programar y realizar el viaje México para participar en el 2º Encuentro Latinoamericano, en el 2º Encuentro Mundial y en la 2ª Ultreya Mundial. Contratamos un charter en avión en el que viajaron más o menos 200 cursillistas y tuvimos la oportunidad de constatar muy vivamente esta visión universal, no tan solo de la Iglesia, sino del Movimiento visión que difícilmente se puede tener sin una participación en Encuentros tanto latinoamericanos como mundiales. Fue una oportunidad en que desaparecieron las fronteras, y en la cual pudimos conectarnos y comunicarnos con personas de distintas latitudes. En el encuentro Mundial habían representantes de América, de Asia, de África, de Oceanía, en fin, de todas partes del mundo y ello nos abrió los ojos para ver que este Movimiento no era una realidad solo local, sino que era una realidad de la Iglesia universal válida para resolver los problemas del hombre y de la sociedad humana a nivel de todo el mundo. Evidentemente que esta visión universal del Movimiento, nos hizo volver con muchos bríos a Chile y nos motivó e impulsó revisar toda la documentación de Cursillos que manejábamos, a la luz particularmente del Concilio Vaticano II, constatando con sorpresa en muchos casos el gran milagro que eran los Cursillos, los que 20 años antes del Concilio, en los esquemas de sus rollos y en su literatura doctrinaria se habían adelantado al Vaticano ll. Al cotejar Cursillos y Concilio la conclusión muchas veces fue: “esto ya esta hecho”. Uno de los grandes méritos de los iniciadores del Movimiento fue que nos entregaron documentos capaces de mantenerse en el tiempo, que nos entregaron una metodología, con su Ver, Juzgar y Actuar que es valida hoy en día como fue en esos años, que asentaron nuestra vida cristiana en el trípode de la Piedad, el Estudio y la Acción, y eso es valido hoy como ayer, metodología y recursos que nos permitirán enfrentar y resolver, como personas y como Movimiento los desafíos que se nos plantee en el futuro. En este estado de cosas, en esta etapa de consolidación, cumplimos los quince años de existencia de los cursillos en Chile. Recuerdo que en la preparación de la Ultreya de celebración de esos quince años, íbamos camino a Angól con la Choli y con Juan Iturriaga, y por esas cosas del destino, o porque así lo quiso el Señor, en el puente Santa Elena, poco antes de llegar a Angol tuvimos un gran accidente automovilístico, en que la Choli se quebró una pierna en dos partes, yo me quebré la columna vertebral, la séptima cervical, una muñeca y tres costillas. Quedamos un largo rato con la Choli entrampados en el auto que estaba destruido por completo, y poniendo mi oreja hacia donde estaba la Choli - en ese tiempo oía muchísimo más que ahora – la escuché que decía: “Gracias Señor…Gracias Señor Yo pensé “puchas…mi mujer se debe haber pegado en la cabeza”, pero, mas adelante me di cuenta que tenía toda la razón. A mi me llevaron en avión a Santiago a un hospital en el que tuve que estar inmóvil por más de cincuenta días, pero debo contarles que ni un solo día de esos en Santiago, estuve solo. Todos los días alguien me fue a visitar y los días domingos me llevaban la comunión, lo mismo a la Choli acá en Temuco, todos los días se turnaban los sacerdotes para llevarle la comunión, y ahí entendí lo de darle gracias al Señor y se las di yo también. Podría haber estado botado en una cama de hospital, pero estaba siempre acompañado por hermanos, que eran capaces de darme aliento, de mostrarme espíritu y de darme esperanzas de un pronto restablecimiento. Quien vive esto, evidentemente tiene que dar gracias, porque es la relación humana a través del sentimiento de Cristo en el interior de cada uno de esos hombres. No es tan solo el recuerdo, la caricia del hermano, sino también es la presencia del Señor en ese hermano que te visita Esta visión, este testimonio de los hermanos visitándote y dándote esperanza, hacen que uno no se pueda quedar tranquilo guardándose para si lo recibido, sino que nos hacen ver que es necesario que testimonios como estos lleguen también al mundo, a los otros. El Cursillo plantea la necesidad de introducir la acción en los ambientes, de actuar cristianamente en cada uno de los ambientes en que nos desenvolvemos, de hacer presente a Cristo en cada uno de esos ambientes. En este aspecto, en lo personal debo contarles que sentí un fuerte envío desde mi Cursillo al trabajo en el ambiente, el que decidí asumir en el ejercicio de mi profesión, especialmente en el aspecto gremial, pero no como un ejercicio con fines u objetivos utilitarios, sino como un servicio al ser humano, y ese ser humano que contiene en él a Cristo. Me quedó muy claro que debo servir a mis hermanos por lo que contienen: al Señor. Desde que viví el Cursillo he estado dispuesto a entregarme, a ser capaz de sacrificarme en mi vida familiar, en mi vida profesional, de sacrificar mi tiempo de trabajo y mi tiempo libre, porque el Señor está dentro de cada hermano mío que acude a mi o solicita mi ayuda. Así también descubrí que es necesario además entregar siempre la visión de un mundo al servicio del Señor en todos los ámbitos, Así lo he intentado en mi participación gremial por varios periodos en el Colegio de Arquitectos, así me lo propuse en mi trabajo con los mas pobres, cuando con la Haydee López trabajamos juntos en la Comisión Nacional para la Superación de la Pobreza, tarea que asumimos fundamentalmente como un apostolado, tratando de descubrir y de ayudar a aquel Cristo que sabemos está en cada uno de los mas pobres. Y llegamos así a esta etapa de proyección en este tercer milenio. Y con la llegada de este nuevo milenio, el Señor vuelve a tocarme con su mano amorosa. Yo siempre he dicho que me siento un regalón del Señor. El me ha acariciado toda la vida, muchas veces con su mano derecha, con caricias amables, con caricias que nos hacen sentir muy bien y muy felices, pero también algunas veces con su mano izquierda, con esa que nos desconcierta, que en un comienzo nos rebela, pero que nos hace ser cristianos más fuertes, cristianos con mayor reciedumbre en el Señor, que nos hace darnos cuentas que debemos confiar no en las fuerzas humanas, sino que en la fuerza del Señor. Pero el Señor me acariciará esta vez, a principios de este año, con su mano izquierda. Y de una vida llena de actividad, con una oficina llena de actividad profesional, con una vida plena en lo familiar, de un momento a otro me dice: “Rolando, hasta aquí llegamos”. Y a cerrar mi oficina, y a volver a la casa, y a convertirme en una persona que hoy no tiene vida propia, sino que depende casi para todo de terceros.” Me costó comprender y en un primer momento me rebelé ante esta nueva caricia. Pero poco a poco, con Su ayuda, fui entendiendo, al ver por una parte como mi familia se volcó enteramente hacia mí, y sentí profundamente su cariño, al ir descubriendo y comprobando como todos ustedes rezaron por mí y por mi salud. Estoy seguro que gracias a esas oraciones, yo estoy aquí con ustedes. Las caricias del Señor con su mano izquierda enseñan y muestran caminos, y debo contarles que a mí esta última caricia de su mano izquierda me muestra en cierto sentido lo que se nos viene en este tercer milenio, cuales serán los retos, los desafíos y las situaciones que vamos a tener que enfrentar y resolver. Pienso que esencialmente tendremos que resolver en estos tiempos varios desafíos. En primer lugar desafíos de la ciencia, de la tecnología y de la globalización. Algunos a lo mejor están pensando ¿Y esto, qué tiene que ver con la fe?, ¿Qué tiene que ver esto con el Cursillo? El desafío está en que si bien es cierto la ciencia, la tecnología y la globalización, no son en si mismos ni buenos ni malos, tendremos que preocuparnos de convertirlos a Cristo. La ciencia tiene que ser y tiene que estar de acuerdo al evangelio. No podemos quedarnos en que la clonación o que la manipulación genética son antievangélicas, sino que tenemos que ponerle los valores del Evangelio a la ciencia. La tecnología no puede estar en contra del hombre, sino que entendida en un sentido evangélico tiene que estar al servicio del hombre. Como cristianos estamos llamados a poner humanismo a la tecnología. La globalización no puede ser una situación amorfa, que no tiene signo, que no tiene humanidad ni tiene divinidad sino que a la globalización tenemos que incorporarle solidaridad, porque al hacerlo nos estaremos reflejando nosotros, como seres humanos con capacidad de influir y de transformarla para beneficio de la humanidad Al terminar, permítanme hacerles un llamado a todos y a cada uno de ustedes. El milenio que comienza está llamando a nuestros corazones. Nunca como hoy, la humanidad nos grita: “ Ustedes, que conocieron a Cristo en un Cursillo, que conocen el corazón de Cristo, que se movilizan por Cristo, tiene que poner el suyo al servicio de sus hermanos”. El Papa Juan Pablo IIº, nos adelantó para ello un slogan cuando en la en su visita a Chile en 1987, en la población La Bandera de Santiago nos dijo que: “El Amor es más Fuerte”. Este tercer milenio es entonces el milenio del Amor. Repitamos todos juntos, tomados de las manos: “El Amor es más fuerte”