la caridad mediante la limosna

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LA CARIDAD MEDIANTE LA LIMOSNA:
¿SOLUCIÓN O PROBLEMA PARA LA MENDICIDAD?
José Antonio Rivera Ruiz, sss*
Fecha de recepción: agosto de 2015
Fecha de aceptación y versión final: octubre de 2015
Resumen
El artículo afronta el complejo y actual tema de la limosna que dan algunas personas a quienes la piden a las puertas de los templos. A partir de un estudio realizado en una céntrica parroquia de ciudad, se enfatiza en que la limosna no
debe ser entregada en mano, aunque ello parezca un acto contrario a la caridad.
La prioridad está en canalizar dicha ayuda a través de instituciones que puedan
invertir ese mismo dinero en estas personas, ayudándolas de manera profesional
a salir de la mendicidad. Esto no significa evadirse de la realidad de estas personas, motivo por el que al final del artículo se sugiere un ejemplo de proyecto
para concretar en una realidad parroquial.
PALABRAS CLAVE: Iglesia, ayuda, pobres, exclusión, compasión.
Charity through almsgiving:
a solution or problem to begging?
Abstract
This article approaches the complex and relevant topic of almsgiving; in particular that which occurs at the doors of places of worship. From a study carried out
in a central-city parish, emphasis is placed on the fact that alms should not be
*
Párroco del Santísimo Sacramento (Madrid). Delegado Provincial en España de la
Congregación del Santísimo Sacramento. <[email protected]>.
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given in person, even if this seems contrary to the notion of charity. Priority is
given to channeling our help via institutions which can invest the money we give
in these people, professionally helping them out of a life of begging. This does not
mean you should ignore the real-life struggle of these people. Because of such, the
article’s conclusion gives an example of a project we can carry out within the
setting of our own parish.
KEYWORDS: Church, help, the poor, exclusion, compassion.
–––––––––––––––
1. Un posible enfoque teórico para la contextualización
de la limosna como acto caritativo frente a la mendicidad
En la tradición cristiana, fe y caridad resultan un binomio indisoluble,
dos vertientes de una misma realidad que en ningún caso pueden separarse. Como se puede apreciar, la caridad, que es parte integrante de ese
binomio, puede expresarse de muchas maneras, pero su expresión quizás
más acabada es «el amor a Dios y al prójimo», que son, a su vez, partes
constitutivas de nuestro ser cristiano.
A este respecto, la Escritura lo deja muy claro en la respuesta que Jesús
da al maestro de la ley: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón,
con toda tu alma y con toda tu mente. [...] Amarás a tu prójimo como
a ti mismo» (Mt 22,36-39). Con lo anterior como premisa para cualquier forma de abordar el tema de la limosna como acto de caridad, nótese que todo parte primero del amor a Dios, porque solo a través de Él
se podrá llegar a amar al prójimo; pero ese amor al prójimo precisa de
acciones conjuntas y colectivas, más que de expresiones aisladas, por
muy caritativas que parezcan.
Ya desde sus comienzos, la Iglesia fue muy consciente de todo lo anterior: las primeras comunidades cristianas lo tuvieron muy presente desde el momento en que «lo ponen todo en común para que nadie pase
necesidad» (cf. Hch 2,44-45; 4,32-35).
A lo largo de los siglos han ido surgiendo diversas formas de ejercer la
caridad, en función de las necesidades de personas y colectivos del momento: la atención médica, la ayuda asistencial, la tarea educativa; a esSal Terrae | 103 (2015) 885-897
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tas, entre otras, habría que añadir la limosna como expresión de la caridad que, por lo general, siempre ha estado presente.
El diccionario de la Real Academia Española define la caridad con varias
acepciones, entre las cuales se incluye la siguiente:
«Limosna que se da, o auxilio que se presta a los necesitados»1.
Esta acepción, concebida de forma literal, puede inducir a pensar que la
limosna es un acto personal y espontáneo de cada cristiano como forma
de expresar su amor a Dios y al prójimo. Podría pensarse, incluso, que la
definición es el resultado de una tradición consolidada.
Sea como fuere, la Iglesia, en su replanteamiento sobre el modo de ejercer
la caridad, considera que la acción caritativa –la limosna, en este caso–
debe ir encauzada en pos de alcanzar la plena autonomía de la persona más
allá del mero hecho asistencial. El Concilio Vaticano II, relacionando la limosna con el ejercicio de la caridad, lo confirmaba en esta línea:
«[...] se satisfaga ante todo a las exigencias de la justicia, y no se
brinde como ofrenda de caridad lo que ya se debe por título de justicia; se quiten las causas de los males, no solo los efectos; y se ordene el auxilio de forma que quienes lo reciben se vayan liberando,
poco a poco, de la dependencia externa y se vayan bastando por sí
mismos»2.
La pasada campaña de Cáritas del domingo del Corpus Christi (definido como Día de Caridad) nos recordaba, con el lema ¿Qué haces con tu
hermano?, que todos y cada uno somos guardianes de nuestros hermanos, guardianes de sus derechos y de los nuestros, de los que nos hacen
persona. No es casual que sea precisamente el día del Señor en el que se
recuerde el vínculo con nuestros hermanos más desfavorecidos. La acción de celebrar la Eucaristía pasa, necesariamente, por humanizar y
compartir, por tener en cuenta al hermano más desfavorecido. ¿Cómo
1.
2.
REAL ACADEMIA ESPAÑOLA DE LA LENGUA, Diccionario de la lengua española (DRAE),
201222, en línea, http://lema.rae.es/dra/?val=limosna (consulta el 12 de agosto de 2015).
CONCILIO VATICANO II, Apostolicam Actuositatem, n. 8.
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celebrar «con fe» la Eucaristía si no tenemos en cuenta al hermano más
desfavorecido? ¿Cómo superar, en palabras de José Antonio Pagola, «el
cisma entre el sacramento del altar y el sacramento del hermano?»3.
La limosna referida al ejercicio de la caridad nos interpela a todos los
cristianos. Observando la realidad en la que nos movemos, se aprecian a
las puertas de nuestras iglesias, o nos abordan por la calle, personas (pensemos en sujetos que piensan, sienten, padecen, desean, eligen, actúan,
tienen cualidades, necesidades) que piden una ayuda.
Es evidente, que el modo de ejercer la caridad por medio de la limosna,
entendida como dinero dado en mano a una persona que lo demanda sin
más conocimiento que un saludo, una mirada, un gesto, en algunos casos una encubierta coacción, no es garantía de una caridad que promueva realmente la justicia, como afirmaba el Concilio, ni la solución definitiva en el caso que nos ocupa: «la ayuda a la persona que lo necesita».
La situación se revela ciertamente preocupante y motivo de escándalo para
aquellos que lo tenemos casi todo asegurado. La presencia de personas que
piden una ayuda nos interpela a cuantos celebramos la Eucaristía. De no
existir esta preocupación, podríamos caer en lo que el Papa Francisco denuncia como «la globalización de la indiferencia». No hacernos cargo de
esta realidad supondría que nuestras liturgias carecerían de contenido,
convirtiéndose en un mero culto al culto o en culto al rito; pero... ¿cómo
hacerlo?; ¿bajo qué premisa?; ¿exhortar al dinero en mano como expresión
de caridad para que resuelva la mendicidad y la exclusión?
El tema de la limosna como expresión y acción de caridad ante la mendicidad conlleva un análisis mucho más profundo por parte de instituciones o personas relacionadas con esta problemática. Para ello es más
importante investigar y atacar las raíces profundas, responsables de los
problemas visibles en sí. El análisis, quizá, convendría realizarlo desde la
perspectiva de la investigación para dilucidar algunas constantes de tan
delicado problema.
3.
J. A. PAGOLA, La Eucaristía, experiencia de amor y de justicia, Sal Terrae, Santander
1996, 4.
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Se parte de que la actual crisis económica mundial ha golpeado con fuerza a la sociedad española. Basta con echar una ojeada al VII Informe sobre exclusión y desarrollo en España de la Fundación FOESSA (2014) o a
los últimos informes de Cáritas. Esta situación genera efectos diversos
que, por múltiples factores, afecta a unos mucho más que a otros.
Por el lado de los que son más afectados, se aprecia que la crisis ha incidido notablemente en el aumento del número de personas que acuden a
Cáritas parroquiales en busca de empleo, vivienda o ayudas materiales;
también se ha incrementado el número de personas que piden a las puertas de los templos o por la calles.
Por otro lado, el ejercicio de la caridad por medio de la limosna ha sido
desde siempre un tema controvertido: basta con recordar los distintos
debates ideológicos surgidos en la Edad Media, en la que nos encontramos con tratados como De eleemosyna, de Tomás Cayetano; Deliberatio
in causa pauperum, de Domingo de Soto, o, posteriormente, la posición
de Juan de Robles, que trató de legitimar la obligación natural de todos
de trabajar y ganarse el propio sustento4. En España, llama la atención
que en el año 1911 surgiera nuevamente la cuestión sobre la conveniencia o no de la «limosna callejera» y se llegara a la conclusión de su «ineficacia», reconociendo que la «limosna organizada» aventajaba a la limosna callejera5.
Hoy, como entonces, este sigue siendo un tema controvertido y de total
actualidad. En enero del presente año 2015, varios medios de comunicación, entre ellos el diario ABC, se hacían eco del comunicado de la
diócesis de Bilbao ante la situación de «desasosiego de los vecinos que
acuden a misa, ya que los párrocos habían decidido leer una nota en la
que pedían a los feligreses que «no se fomentara la mendicidad dando li-
4.
5.
Cf. J. M. GARRÁN, La prohibición de la mendicidad. La controversia entre Domingo
de Robles y Juan de Soto en Salamanca (1545), Ediciones Universidad Salamanca,
Salamanca 2004; F. SANTOLARIA, El gran debate sobre los pobres en el siglo XVI.
Domingo de Soto y Juan de Robles 1545, Ariel, Barcelona 2003.
F. LLANOS Y TORRIGLIA, Ineficacia e inconveniente de la limosna callejera, Establecimiento tipográfico de J. Ratés, Madrid 1911.
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mosna a las personas que están en las puertas de los templos», recordando que la Iglesia «tiene otras formas de resolver situaciones de pobreza y,
por lo tanto, se pueden canalizar las aportaciones económicas de manera más efectiva» a través de Cáritas»6.
El mismo diario corroboraba este posicionamiento, contrario a dar limosna por las calles o a las puertas de las iglesias, añadiendo otras opiniones de personas conocedoras de la situación por su labor profesional:
entre ellas, la del director del Secretariado de la Comisión de Pastoral Social de la Conferencia Episcopal Española, Fernando Fuente Alcántara,
quien explicaba que «el problema que tienen estas personas no se resuelve con una moneda. Como mucho, puede salvarles el día, y no más. Por
eso, cuanto más se acerquen estas personas a servicios organizados, mucho mejor y por muchas razones»7.
También destacaba la opinión de Darío Pérez, responsable del servicio
social de atención municipal a las emergencias sociales en la ciudad de
Madrid, que afirmaba que «hay que convertir las limosnas en donativos,
porque estos últimos construyen tejido social. Al derivar ese gesto de dar
unas monedas hacia las organizaciones asistenciales, se consigue convertir una ayuda a la subsistencia en un impulso a la promoción personal.
Solo las organizaciones que se dedican a estos colectivos tienen profesionales capacitados y preparados para ayudarles a salir de la situación de
vulnerabilidad en que se encuentran»8.
Sin embargo, no todas las personas están de acuerdo con este punto de
vista tan tajante. Tal es la opinión de Ferran Busquets, que en el blog de
«Cristianisme i Justícia» termina diciendo: «[...] no existe un manual ni
una solución universal. Que cada uno haga lo que considere conveniente; pero, sea lo que sea, que lo haga pensando en lo mejor para la perso-
6.
7.
8.
L. DANIELE – A. CARRA, «La limosna, un recurso inútil para resolver el problema
de la pobreza»: Diario ABC, 18 de enero de 2015, Madrid, en línea,
http://www.abc.es/sociedad/20150118/abci-limosna-solucion-mendicidad-problema201501172205.html (consulta el 27 de julio de 2015).
Ibid.
Ibid.
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na. Esto implicará informarse, preguntar, dudar, equivocarse, aprender,
exigir que los servicios públicos den respuesta. Si nos importa y centramos la acción en la persona que tenemos delante, seguro que valdrá la
pena, hagamos lo que hagamos»9.
2. La pertinencia o no de la limosna
Con estos antecedentes, en estas líneas se pretende incidir en un colectivo de personas que, con el mejor deseo de hacer una obra de caridad, dan
limosna a personas que la piden en las puertas de las iglesias y por la calle, sin olvidar que existen cuestionamientos más complejos de la talla
de: ¿cómo entender la caridad en relación a la limosna? ¿Es la limosna,
entendida como dinero dado en mano, el mejor medio para ayudar a los
que piden? ¿Cómo ayudar a estas personas que piden?
Para la comprensión de estas cuestiones se recurrió a un estudio realizado para la Universidad Pontificia Comillas10 en una céntrica iglesia de
Madrid. Se partió de la hipótesis de que, dando dinero a las personas que
lo piden en la entrada del templo –la clásica «limosna»–, no se les ayuda
a salir de su situación problemática, sino que, por el contrario, se les
acrecienta y perpetúa.
Se presupone que la limosna, en todo caso, les ayuda a paliar momentáneamente su situación de necesidad. En parte, porque se supo previamente que son personas con historias de vida marcadas por el desarraigo, la marginalidad y la extrema pobreza.
El estudio realizado abarcó a los dos grupos implicados: los que piden la
limosna y los que la dan. A partir del paradigma cualitativo, a través de
F. BUSQUETS, Limosna, Blog de CJ, 29 de septiembre de 2014, en línea,
http://blog.cristianismeijusticia.net/?p=11410&lang=es
(consulta el 27 de julio de 2015).
10. J. A. RIVERA, La limosna. Su repercusión en la solución del «sinhogarismo», Trabajo
Final para la obtención del título de Grado en Trabajo Social en la Facultad de Ciencias Humanas y Sociales de la Universidad Pontificia Comillas, dirigido por la profesora Carmen Meneses, Madrid 2012.
9.
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entrevistas y observación participante, en el grupo de los que piden, la
investigación se centró en sus relatos de vida para identificar las dificultades que tenían; el cómo llegaron a la situación en que se encontraban;
la descripción, en profundidad, de su mundo social, y las relaciones interpersonales que establecen entre ellos. Elementos que difícilmente pueden ser mensurables o cuantificables.
En el segundo grupo implicado –los que dan la limosna–, la investigación se centró en la recogida de respuestas de esas personas sobre el tema
de la limosna dada en mano. Esta segunda parte del trabajo se realizó
desde el paradigma cuantitativo, mediante un cuestionario en el que figuraban preguntas de tipo general, relacionadas con aspectos sociodemográficos y parroquiales; y, en un segundo apartado, con preguntas estrechamente relacionadas con el tema de los que piden limosna en la
entrada de los templos y de los que la dan en mano a quienes la piden.
Con el desarrollo de la investigación, he aquí, en primer lugar, algunos
de los resultados obtenidos y una valoración de los mismos en relación
con la situación particular de las personas sin hogar que piden en la
puerta de la iglesia. En un segundo momento, se valorarán las respuestas dadas por los que dan la limosna en mano en la puerta del templo.
En la puerta de la iglesia había, en el año 2012, entre diez y doce personas que pedían la limosna a las personas que acudían al templo. De las
doce, ocho lo hacían habitualmente, y tres o cuatro más se incorporaban
los domingos y días de fiesta. Eran personas con características diferentes: tres eran inmigrantes, y el resto de origen español, con problemáticas diversas y comportamientos dispares.
Teniendo en cuenta los relatos de vida de las personas entrevistadas y las
necesidades manifestadas –a excepción de una–, se confirmaba que eran
pobres, vulnerables, excluidas y en situación de calle. Evidenciaron ser
personas con sucesos vitales traumáticos, con un gran deterioro físico y
psíquico debido a enfermedades crónicas de adicciones y diversas dependencias, producto del consumo de alcohol y, en algunos casos, del
consumo de drogas.
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Tal es el caso, por poner un ejemplo, de Manuel11:
Manuel nació en Madrid el 7 de abril de 1969. Su padre era abogado,
y su madre ama de casa. Tras su paso por varios institutos, termina sus
estudios de bachiller en un internado y se especializa, realizando algunos cursos, en informática. Trabaja en varias empresas en procesamiento de datos y sistemas informáticos. A la edad de diecinueve años, sus padres se separan, lo que le supuso un fuerte trauma. Comenzó a consumir
sustancias psicotrópicas en los tiempos del instituto, llegando incluso a
traficar con ellas. Tras la separación de sus progenitores, es el padre el que
se responsabiliza de él, con diversos enfrentamientos a causa de la adicción a las drogas (heroína, cocaína, LSD...) Tras varios intentos por parte del padre por reconducir su conducta, llegando incluso a proporcionarle un piso de su propiedad, Manuel termina viviendo en la calle,
durmiendo en un cajero automático y pidiendo limosna en la puerta de
la iglesia, en la que lleva más de seis años.
Durante este periodo han sido numerosos sus ingresos hospitalarios por
diversas enfermedades. Igualmente, han sido más de quince las estancias
prolongadas en centros de recuperación para toxicodependientes, con sus
consiguientes recaídas. Recientemente, ha estado más de dos meses ingresado en un hospital cercano por tuberculosis, a la espera, una vez restablecido de sus enfermedades, de conseguir una plaza en el Albergue San
Isidro. A día de hoy [marzo 2012], se encuentra de nuevo en situación
de calle, con una recaída en el consumo de sustancias y pidiendo limosna en la puerta de la iglesia.
Según la investigación, la historia de vida de Manuel, así como la del resto de personas que pedían limosna, mostró que eran personas carentes
de capacidades básicas y habilidades sociales, con conductas problemáticas y factores de riesgo importantes, que presentan dificultades para asumir y aceptar normas y responsabilidades; personas con redes sociales
muy precarias, como consecuencia de una multicausalidad y de la mul-
11. El nombre y los datos no relevantes son ficticios, con el fin de salvaguardar la intimidad de la persona.
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tidimensionalidad de circunstancias, manifestando ser personas con una
situación difícil para poder afrontar por sí solas el futuro.
Se pudo reafirmar que la limosna obtenida les ayudaba a cubrir sus necesidades diarias muy básicas –por definirlo de algún modo, «malvivir»:
comiendo algo y manteniendo sus adicciones–, pero no aquellas definidas como «otro tipo de necesidades», «relativas» al afecto, atención, sanitarias, laborales, relacionales, educacionales y/o de espacios propios.
Por lo que la respuesta a la hipótesis inicial fue que la limosna, en el contexto en que se desarrolló el estudio, «no ayudaba a salir de la situación;
por el contrario, la perpetuaba».
En cuanto al grupo de los que daban la limosna en la puerta del templo
a los que la pedían, los resultados del cuestionario evidenciaron que se
trataba de personas de edad avanzada, por encima de los 65 años, jubilados o pensionistas, con un nivel educativo alto. En su mayoría eran
mujeres con una buena relación con la iglesia a raíz de las valoraciones
positivas que realizaban del templo, de las eucaristías, de las celebraciones y de otros aspectos.
Es de destacar en los resultados que uno de cada cuatro encuestados no
identificaba la pobreza con las personas que piden limosna en la puerta de
la iglesia; sin embargo, la mayoría sí identifica a los pobres con personas
que han tenido mala suerte en la vida, lo que significa que no culpabilizaban tanto a las personas cuanto a las circunstancias; y, de hecho, casi la mitad de los encuestados no relacionaba la pobreza con las adicciones.
También resultaba preocupante el dato que reflejaba que más de un tercio de los encuestados no conociese la situación de las personas que pedían limosna y que más de la mitad respondiese que no conocía ni sus
nombres, a pesar de saber los muchos años que llevaban pidiendo a la
entrada del templo, de lo que se infería el escaso vínculo relacional existente entre ellos.
Resultó igualmente significativo el dato de que más de un cuarto de los encuestados afirmó darles limosna: por lo general, menos de un euro a la semana. Afirmaban hacerlo, principalmente, por sentimientos de lástima o
de compasión, o para ayudarles a salir de la situación en que se encontraban, a pesar de que, entre las personas que decían dar limosna, más de la
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mitad aseguraba que nos les ayudaría a salir de ella, lo cual constataba la
contradicción entre su forma de pensar y su forma de actuar.
Sobre cómo salir de la situación para los que piden, los encuestados sugerían como primera opción la búsqueda de trabajo; en segundo lugar, acudir a los Servicios Sociales; y como tercera vía, acudir a Cáritas. Más de la
mitad de los encuestados se mostraban dispuestos a colaborar, principalmente con medios materiales y formando un grupo de voluntariado.
Evidentemente, la mera exposición de los resultados anteriores podría inducir a la tentación de una despreocupación o evasión de la problemática
señalada. De ahí que en el cuestionario se formulase la pregunta sobre la
modalidad de colaborar directamente en aras de solucionar el problema de
las personas que pedían a la puerta de la iglesia, en la que más de la mitad
de los encuestados se mostraban dispuestos a colaborar, principalmente
con medios materiales y formando un grupo de voluntariado.
3. Un proyecto parroquial con voluntarios para ayudar a paliar
la mendicidad a través de la limosna dada a la Parroquia
En cuanto a la implantación de un proyecto con la feligresía para ayudar
a paliar la mendicidad a través de la limosna dada a la parroquia, habrá de
ir orientado hacia la creación de un grupo de voluntarios, con el objetivo
principal de informarse y formarse acerca de la pobreza, la exclusión y la
vulnerabilidad social, encaminado hacia la ayuda eficaz de personas con
esas situaciones por medio de la escucha, del acompañamiento y, sobre
todo, en coordinación con instituciones a las que remitir a las personas.
Este tipo de proyecto debe tener siempre presente, entre otros, los siguientes aspectos:
– Las personas que piden dinero a la puerta de los templos son personas con trayectorias vitales diferentes, pero que en su mayoría se caracterizan por un continuo de circunstancias similares de tipo traumático, conflictivo, afectivamente negativas, especialmente ligadas a
enfermedades, de las que por sí solas no logran salir y que han contribuido a su actual situación.
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– Lo anterior, a su vez, conduce y concibe una relación directamente
proporcional que tiende hacia la destrucción personal y psicológica
del propio individuo víctima de ella, quien pierde casi toda habilidad y capacidad de resolución de problemas, a la que contribuye, sin
quererlo, el hecho de que, por una mal considerada caridad, le ofrece en mano, y no a través de instituciones especializadas, una donación generosa.
– Las necesidades de estas personas que piden limosna requieren otro
tipo de enfoque y solución, que pasa por el modo de ejercer la caridad, manteniendo el fin último de «ayudar» a esas personas.
– La limosna directa, concebida como dinero dado de persona a persona, habría de replantearse de otro modo. Se puede dar esa ayuda
de manera que revierta «íntegramente» en ellas, pero que les sirva
para cubrir necesidades prioritarias que no conspiren contra la salud
y les ayuden a superar la situación en que se encuentran y a reencauzar su vida y su desarrollo personal.
Para ello se podría trabajar desde una perspectiva integral y unitaria,
uniendo ambas realidades: la de quienes dan limosna y la de quienes la
piden. Ello facilitaría también:
– Un ejercicio de la caridad «más consciente», traducido en términos
de ayuda a personas que «realmente lo necesitan»; por otro lado, las
personas que piden la ayuda se sentirían más valoradas y aceptadas
por personas que se interesan por ellas.
– La comprensión de la caridad, no como forma personal de actuación, sino como parte de un programa planificado y organizado que
necesita ser guiado y conducido, que persiga objetivos a corto, medio y largo plazo para que ayuden a la superación de la situación que
hoy presentan las personas que piden en las puertas de la iglesias.
– Un proyecto comunitario con un «enfoque individualizado de cada
caso». Para los que dan limosna, se enfocaría hacia la comprensión
de esta como ejercicio de la caridad, en función del desarrollo pleno
de la persona que la recibirá, y no como mecanismo de expiación de
culpas, así como hacia la formación y el acompañamiento. En el caso
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de los que piden, hacia la formación, pero en función de la disminución de los riesgos, de la superación de conductas negativas perpetuadas en el tiempo por falta de comprensión y/o de apoyo, y de
la participación consciente en mecanismos y programas de ayudas
profesionales, con objetivos planificados hacia la consecución de la
salida de la situación en que se encuentren.
4. Conclusiones finales
No es, en modo alguno, contradictorio que los cristianos nos veamos
«obligados» a vivir nuestra fe ejerciendo la caridad, haciéndonos cargo
del hermano que lo necesita y haciéndolo de la manera más adecuada
posible. No se trata de demonizar a quienes piden una limosna ni de culpabilizar a quienes la dan; tampoco se trata de criticar lo ya hecho, sino
de emprender nuevos caminos para poner en práctica esa necesaria «caridad». De lo que se trata es de un tipo de actuación con el fin de ayudar eficazmente a estas personas en situaciones de mendicidad, vulnerabilidad y exclusión, para que logren salir de ellas.
La caridad no debe ser solo «una beneficencia caritativa»: requiere una
mayor implicación, que va más allá de unas simples monedas entregadas
a un «desconocido». Al respecto, el Papa Benedicto XVI, el 16 de junio
de 2010, en su intervención en el Congreso Eucarístico de la Diócesis de
Roma, animaba a todos en el delicado y fundamental campo de la educación en la Caridad. Más recientemente, el Papa Francisco, en su Mensaje de Cuaresma de 2014, afirmaba: «Es necesario que las conciencias se
conviertan a la justicia, a la igualdad, a la sobriedad y al compartir. [...]
Desconfío de la limosna que no cuesta y no duele».
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ANSELM GRÜN
Resolver los conflictos
160 págs.
P.V.P.: 11,00 €
No hay vida sin conflictos, nacidos por lo general de la convivencia con
los demás. Partiendo de determinados relatos bíblicos, y teniendo presentes las conclusiones a que han llegado la psicología y la investigación referida a los conflictos, Anselm Grün reconoce en dichos relatos algunas soluciones concretas en relación al modo en que debemos manejar hoy los
conflictos que se nos presentan en la familia y en la relación de pareja, en
el mundo del trabajo y en el ámbito de las parroquias y de las comunidades religiosas.
Apartado de Correos, 77 - 39080 Santander (ESPAÑA)
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