Cantalao: manoseo del poeta muerto

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El Clarí-n de Chile
Cantalao: manoseo del poeta muerto
autor Jorge Lagos Nilsson*
2009-01-01 17:17:36
Llegamos, recuerdo, con Rodrigo Quijada a la casa de Neruda en Isla Negra caÃ-do ya el crepúsculo de un dÃ-a de
lluvia. 1963, Crepusculario cumplÃ-a 40 años; en la carretera quedaron Lázaro Zurich y José Román: alguien tenÃ-a que
custodiar el NSU Prinz volcado. Quijada vive en México, quizá escriba todavÃ-a cuentos y novelas; Zurich, que recitaba
como nadie a Nicolás Guillén, es un buen abogado de la plaza de Santiago, y Román un gran escritor, guionista de cine
y profesor. Todos éramos estudiantes de Derecho.
La loca idea que impulsó el viaje fue invitar al poeta a un acto (más o menos) solemne en el Aula Magna de la Facultad
de Ciencias JurÃ-dicas y Sociales de la Universidad de Chile con el que recordarÃ-amos esos 40 años de Crepusculario.
No conocÃ-amos a Neruda; conocÃ-amos muy poca gente del ámbito culturoso y casi a nadie del cultural; a nuestro
modo –y aunque se estilaba la corbata– éramos, pisando los 20 años, unos "chicos rebeldes". Nos motivaban más las
mujeres que portarnos bien; habÃ-amos "descubierto" a Manuel Rojas, a Lagerkvist, a Juan Godoy, Teófilo Cid,
Kerouac, en fin, y tal vez a GarcÃ-a Márquez, Svevo y no estoy seguro de que ya se hubiera publicado –y llegado a Chile–
Rayuela. También habÃ-amos descubierto el ajenjo –ese maravilloso licor de "flores de cementerio"– y largas
conversaciones con un café o una cerveza en la más provinciana de las capitales de América, esperando la madrugada
en un boliche que se llamaba Il Bosco.
Empapados y embarrados –terminamos el viaje en la camada de un camión– tocamos la puerta de la casa del poeta.
Doña Matilde-cancerbera nos miró con sospecha absolutamente justificada. "El poeta no está", dijo. Pero Neruda
estaba: "¿Quién es, Matilde"?, lo escuchamos. Quijada, que en esos tiempos tenÃ-a un aire chaplinesco y era audaz,
sube un poco la voz. "Hemos organizado la celebración de los 40 años de Crepusculario en la Academia de Letras de
la Escuela de Derecho". Y Neruda: "Matilde, que pasen los muchachos".
Nos prestó toallas para secarnos, nos invitó una taza de te en esa mesa que nos pareció enorme, se comprometió a
ir al acto y ya noche cerrada, llamó un taxi que nos acercó a Cartagena, donde abordamos un ómnibus para regresar
a Santiago.
Cantalao no existÃ-a entonces, quizá ni en la imaginación de Neruda.
Esta mañana de sábado en la red, ojeando –porque en la red no se hojea– el ClarÃ-n de Buenos Aires, leo que un
empresario minero, al que le cabe como gentilicio el adjetivo pintoresco –¿o acaso no es pintoresco dar dinero para la
cultura?–, Leonardo Farkas, donará una buena cantidad –alrededor de 240.000 euros– para construir la villa de Cantalao
ese sueño nerudiano de un poblado para poetas artistas y cientÃ-ficos pobres a orillas del PacÃ-fico. ¡Bien por Farkas!
Ojalá ese dinero no lo administre la Fundación Neruda.
Amparan mi deseo –o súplica– los resultados de las investigaciones realizadas por el periodista mexicano Mario Casasús
respecto de las "inversiones" realizadas por la Fundación que favorecen a empresas que fueron del fallecido abogado
Ricardo Claro (a tÃ-tulo de ejemplo puede leerse aquÃ- una de ellas) y las diversas campañas de intelectuales
demandando la renuncia a la presidencia de la Fundación de Juan AgustÃ-n Figueroa por traición al legado del poeta,
etc…
En cierta forma Cantalao es parido en tiempos de la Unidad Popular. Hacia 1971 –año en que obtiene el Nobel de
Literatura– Neruda concluye la idea de fundar la villa en una parcela de poco más de cuatro hectáreas que habÃ-a
adquirido a la Iglesia Católica, en Punta de Tralca, entre Isla Negra y El Quisco –a la vera del hoy tan pomposo como
tramposo "Camino de los poetas"– donde se encuentra la Cueva del pirata, al oeste de la Calle del Trueno.
Cantalao se piensa para el pueblo de Chile, y allÃ- –establece Neruda– habrá "una entidad sin fines de lucro que tendrá
como objetivo principal la difusión de las letras, las artes y las ciencias, objetivos que para cumplirlos hacen preciso
habilitar dependencias donde se reunirán los escritores, artistas, cientÃ-ficos e investigadores. Se consulta también
construir en el bien raÃ-z que se dona locales para una exposición permanente, un acuario, un teatro y otras obras que
permitan el mejor desarrollo de las finalidades numeradas―. Son sus palabras exactas.
El presidente Salvador Allende adopta como asunto de Estado la idea del poeta, que incluye además los proyectos para
una plaza y un parque Pablo Neruda en Isla Negra. Sólo que el martes 11 de septiembre de 1973 la derecha, siempre
"democrática", hizo lo que hizo. Las obras que se habÃ-an iniciado son paralizadas y destruidas. Las nuevas autoridades
de la Corporación de Mejoramiento Urbano, que estaba a cargo, destruyen los planos de esas y otras inicitivas del
perÃ-odo Allende. Es el "apagón".
Hacia 1987, se intenta prender la luz; Chile Vive, un grupo escultores de varios paÃ-ses: España, Gran Bretaña,
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Colombia, Japón y Chile, en un simposio en la región del Maule que organiza el también el escultor Francisco Gazitúa,
resuelve producir nueve esculturas de gran tamaño, en piedra. inspiradas en el Canto general.
Poco después, cuando la octava Bienal de Arquitectura, en 1991, se convoca el Concurso Internacional de Arquitectura
para Cantalao, previsto que: La Fundación aportará el terreno; El Colegio de Arquitectos el proyecto y El Gobierno de
Chile el financiamiento. En 2008, hubo otro concurso de escultura; la obra ganadora, Una ventana al PacÃ-fico, será, al
parecer, el "memorial" a Neruda ubicado en el el lugar que eligió para su pueblo. Si todo esto no es la crónica del
manoseo de un poeta muerto, ¿qué es?
* Periodista y escritor; codirector del portal SurySur.net
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