CUENTO TRADICIONAL RUMANO, PARA EL CONCURSO DE ILUSTRACIÓN . En una aldea vivían una vez dos ancianos que eran vecinos. Ella tenía una gallina y él un gallo. La gallina de la anciana ponía huevos dos veces al día y la vieja se hartaba de comer huevos. En cambio, el viejo no comía ningún huevo. Un día el viejo perdió la paciencia y dijo:dijo: Oye, abuela, comes como si cada día fuera Pascua, ¿Por qué no me das unos cuantos huevos para sacarme me al menos las ganas?ganas? ¡Cómo no! -dijo dijo la vieja, que era muy avara-.. Si te apetecen los huevos, pega a tu gallo para que ponga huevos y te los comes, que yo he pegado a mi gallina y mira cuántos huevos pone. El viejo, que era glotón y cruel, se dejó llevar llevar por la mala lengua de la vieja y cogió rápidamente a su gallo, le dio una buena paliza y le dijo con rabia: -¡Toma! ¡Toma! O pones huevos o te marchas de mi casa. No vas a estar comiendo de balde siempre. El gallo, tan pronto escapó de las manos del viejo, huyó de casa y anduvo sin rumbo por los caminos. Y mientras iba por un sendero, he aquí que encontró una bolsa con dos reales dentro, la cogió con el pico y se dirigió de nuevo a casa del viejo. Por el camino camino se cruzó con un carruaje en el que iba gente rica. El señor miró atentamente al gallo y, al ver una bolsa en su pico, le dijo al cochero: -¡Detente, ¡Detente, cochero! Apéate y ve a ver qué lleva aquel gallo en el pico. El cochero bajó raudo del pescante y agarró ró con destreza al gallo, le arrancó la bolsa del pico y se la dio al ricacho. Éste ste la cogió, la metió tranquilamente en su bolsillo y continuó su camino. El gallo, enfadado, no quería ceder y fue siguiendo al carruaje diciendo sin cesar: ¡Quiquiriquí, gran gran señor, devuélveme la bolsa, por favor! 1 El hombre, enfadado, al pasar junto a un pozo le dijo al cochero:-Coge a este gallo descarado y arrójalo en aquel pozo. El cochero bajó de nuevo del pescante, asió al gallo y lo lanzó en el pozo. ¿Qué iba a hacer el gallo ante tan gran peligro? Empezó a tragar agua; y traga que traga hasta que tragó toda el agua del pozo. Luego salió fuera volando y fue tras el carruaje diciendo: ¡Quiquiriquí, gran señor, devuélveme la bolsa, por favor! El señor, al ver esto, se quedó completamente asombrado y dijo:-¡Al diablo con este gallo! ¡Deja, que ya te daré a ti, gallo obstinado! Cuando llegó a casa le dijo a la cocinera que metiese al gallo en el horno lleno de brasas y que cerrase la boca del horno con una losa. La cocinera, que tenía un corazón cruel, hizo al pie de la letra lo que le había dicho su amo. Al ver tan gran injusticia, el gallo empezó a sacar agua y echó toda el agua del pozo sobre el fuego hasta que lo apagó completamente y el horno se enfrió. Además hizo tal charco de agua en casa que la vieja de la cocina se enfureció de mala manera. Luego empujó la losa que cerraba el horno y salió sano y salvo de allí. Corrió hasta la ventana del ricacho y empezó a picotear en el cristal diciendo: ¡Quiquiriquí, gran señor, devuélveme la bolsa, por favor! -¡Vaya en qué lío me ha metido este demonio de gallo! –dijo el señor asombrado-. ¡Cochero! ¡Sácamelo de encima y arrójalo en el rebaño de bueyes y vacas! Tal vez algún toro enfurecido lo ablandará, lo cogerá por los cuernos y nos libraremos de esta molestia… El cochero volvió a coger al gallo y lo arrojó en el rebaño. ¡Entonces, qué grande fue la alegría del gallo! Había que verle cómo engullía toros, bueyes, vacas y terneras. Cuando terminó de tragarse todo el rebaño, tenía una panza tan grande como una montaña. Volvió en seguida a la ventana, extendió sus alas frente al sol, de manera que ensombreció toda la casa del ricacho, y empezó de nuevo: ¡Quiquiriquí, gran señor, devuélveme la bolsa, por favor! 2 El señor, cuando vio tal barbaridad, estuvo a punto de reventar de rabia y no sabía qué hacer con tal de escapar del gallo. Se puso a meditar un rato hasta que le vino una nueva idea.-Voy a meterle en el foso con el dinero. Porque aquel hombre tenía tanto dinero que ni él mismo sabía cuánto. Entonces el gallo comió glotonamente todo el dinero y dejó todas las arcas vacías. Salió de allí, supo él cómo y por dónde, fue a la ventana del ricacho y empezó otra vez: ¡Quiquiriquí, gran señor, devuélveme la bolsa, por favor! Esta vez, tras el fracaso de todas las tentativas, el señor comprendió que no había nada que hacer y le arrojó la bolsa. El gallo la recogió satisfecho, se largó y dejó al rico en paz. Entonces todas las aves del corral, al ver la bravura del gallo, fueron tras él en comitiva. Y aquello parecía una verdadera boda. Entretanto, el señor veía con melancolía cómo se marchaban sus aves y dijo con un suspiro:-¡Que se vayan todos con tal de librarme de este endemoniado gallo! Porque aquí había gato encerrado. El gallo, en cambio, andaba arrogante con todas las aves tras él. Y anduvo y anduvo hasta que llegó a la casa de su viejo, y desde la verja empezó a cantar:-¡Quiquiriquí! ¡Quiquiriquí!. El anciano, cuando oyó la voz de su gallo, salió fuera con alegría. Y cuando echó una mirada a la entrada, ¿qué vio? Su gallo era algo tremendo. ¡Un elefante hubiera parecido una pulga junto a este gallo! Y además tras él innumerables bandadas de pájaros, a cual más bello, mas encopetado, más horondo. El viejo, al ver a su gallo tan enorme y pesado, y rodeado de tanta volatería, le abrió la puerta. Entonces el gallo le dijo:-Amo, extiende un lienzo en medio del corral. El anciano lo extendió con gran agilidad. Entonces el gallo se sentó encima, sacudió las alas con fuerza y en seguida el corral y la huerta del viejo se llenaron de aves y de rebaños de vacas y bueyes; y encima del lienzo cayo un montón de monedas que lucían tanto al sol que dolía la vista. Ante tantas riquezas el viejo no sabía qué hacer de alegría y tan pronto besada a su gallo, como le acariciaba. 3 Y entonces he aquí que, no sé de dónde, llegó la vieja vecina y al ver semejantes cosas, los ojos le sacaban chispas de malicia y estallaba de rabia. -¡Abuelo-dijo confusa-, dame algunas monedas! -¡Ah, sí, abuela, ahora te aguantas! Cuando te he pedido huevos, ¿sabes qué me has contestado? Pues ahora pega a tu gallina para que te traiga monedas; que yo así he hecho con mi gallo, por culpa de ya sabes tú quién…, y mira qué me ha traído. Entonces la vieja se fue al gallinero, asió a su gallina por la cola y le dio una paliza que a uno le venían ganas de llorar de compasión. Pobre gallina, en cuanto escapó de las manos de la vieja, huyó camino adelante. Y andando, andando, encontró una perla y se la tragó. Inmediatamente regresó a casa de la anciana y desde la verja empezó a cacarear. La anciana salió muy contenta de su casa. La gallina saltó la verja, pasó veloz junto a la vieja y se puso en el nidal. Después de estar una hora sentada, saltó del nidal cacareando. La anciana se precipitó para ver qué había hecho la gallina. Y cuando miró en el nidal, ¿qué vio? La gallina había puesto una perla. La vieja, viendo que la gallina se había burlado de ella, la cogió y la pegó hasta matarla a palizas. Y de esta manera la vieja avara y loca se quedó más pobre que una rata. Desde entonces ya no pudo comer más huevos por haber matado a su pobre gallina que no tenía ninguna culpa. El viejo, en cambio, era muy rico. Se construyó una casa grande con un jardín muy hermoso y vivía muy bien. A la vieja, por compasión, la puso a cuidar gallinas, y al gallo lo llevaba a todas partes con él, con un collar de oro en el cuello y calzado con botas amarillas y espuelas en los talones, que parecía más y actor disfrazado que no un gallo para hacer buen caldo. 4