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CULTURA
El Revillagigedo concentra en cien obras de arte los colores
de la nostalgia
Procedentes de colecciones asturianas en la diáspora ofrecen un recorrido por las pasiones, quereres y gustos personales de sus
propietarios
21.01.11 - 03:23 - PACHÉ MERAYO | GIJÓN.
Se remontan al siglo XIX, desde los pinceles de Darío de Regoyos y traspasan toda la centuria posterior hasta llegar al umbral del presente. Son un centenar
de pinturas y esculturas, con claro predominio de las primeras, que se dejan mirar desde ayer en las salas palaciegas del Revillagigedo. Entre sus muros
narran, con sus texturas y colores, las maneras y las pautas de un arte apellidado asturiano, que representa una época realmente fructífera e importante. Pero
también son el espejo de los quereres, las pasiones y los gustos de quienes un día decidieron adquirirlas y colgarlas en sus salones. Muchas veces para
contemplar Asturias a través de los pinceles de sus creadores, pues otra de las características de todos los coleccionistas que han prestado su obra para esta
singular cita es que viven lejos de esta tierra. De ahí, que la exposición colectiva de algunos de sus tesoros personales sea, al fin, una perfecta concentración
de nostalgias.
Presentada bajo el título 'La mirada perdida. Colecciones en la diáspora', y comisariada por el crítico de EL COMERCIO, Ángel Antonio Rodríguez, vuelca en
las salas del principal centro cultural de Cajastur paisajes, bodegones, retratos, ensoñaciones y singulares arquitecturas. Muchas exteriores, como la Segovia
de Vaquero, o la bella entrada de Oviedo, retratada por Telesforo Cuevas a finales del siglo XIX. Otras, interiores, como los rostros apócrifos de Orlando
Pelayo, las tintas y grafitos de Luis Fernández o los óleos de Aurelio Suárez, que aportan al conjunto «composiciones perfectas, equilibrio de color y escenas
misterioras». Así lo advierte el comisario en el libro que, con una especial dedicatoria a José Luis Álvarez Margaride, eternizará la muestra para siempre más
allá del 27 de marzo en que cierre sus puertas en Gijón para viajar a la delegación del Principado en Asturias, donde estará hasta mayo.
Así lo explicaba también ayer durante la inauguración a quienes acudieron a celebrar el encuentro de estas obras con la mirada pública, en una cita que para
muchas de ellas nunca hasta ahora se había producido.
Ángel Antonio Rodríguez fue el encargado de guiar a los primeros públicos, entre los que se encontraban algunos coleccionistas, orgullosos de vaciar sus
paredes para llenar el palacio, como Manuel Vigil y su esposa Adriana Hochleitner, representantes de la colección La Fuente Marcos, que aporta al conjunto
una veintena de obras, propiedad de cinco personas. También acudió a la apertura, presidida por el jefe del Ejecutivo autónomo, Vicente Álvarez Areces, la
condesa de Torata, María Goicoerrotea Sarri (su familia poseía el Apostolado, de El Greco, que ahora exhibe el Bellas Artes de Asturias), que ha cedido para la
causa una de las obras más extraordinarias de todo el conjunto, en palabras del comisario. Se trata del interior de la catedral de Oviedo, pintado por Antonio
Fernández Cuevas, en 1888, que sorprende «por su temática y su contenido». Es dice, el crítico, «una auténtica rareza, tanto por su contenido como por sus
registros plásticos». Es, por otro lado, este interior arquitectónico una de las obras que saludan al visitante en el Revillagigedo.
Situada en la cabecera de la primera sala del primer piso abre el capítulo titulado 'Diálogos entre siglos'. Uno de los cinco que se han establecido para describir
los contenidos que van dando forma al recorrido expositivo, que es también un estudio cronológico de la pintura firmada por asturianos, todos ellos fallecidos,
desde 1880 hasta nuestros días.
Un itinerario artístico que ayer siguieron también pletóricos de orgullo algunos familiares de Mariano Moré, de Paulino Vicente y también del coleccionista
Ladislao Azcona, que no pudo acudir personalmente, pero ha sido una de las personalidades que más ha colaborado en la organización de la exposición, así
como el ex presidente de la Fundación Príncipe de Asturias, Plácido Arango, propietario de uno de las mejores fondos de arte privados del país, del que se
surten las mejores exposiciones de medio mundo.
'La mirada perdida', organizada con la colaboración del Gobierno autonómico; Cajastur, representada ayer por el director general, Felipe Fernández, y su
director de Relaciones Institucionales, César Menéndez Claverol, y la Fundación María Cristina Masaveu Peterson, que contó en el palacio con su presidente,
Fernando Masaveu, y su vicepresidenta, Carolina Compostizo, convocó asimismo ayer en el Revillagigedo al delegado del Principado en Madrid, Miguel
Munárriz, y a varios representantes del mundo de la cultura en Asturias, como la directora de los museos Piñole y Jovellanos, Lucía Peláez; la responsable de
la Fundación Municipal de Cultura, Pilar González Lafita, y los galeristas Aurora Vigil-Escalera y Amador Fernández.
Todos hallaron alguna obra en la que depositar sus elogios. Ya fuera dentro del apartado que agrupa en 'Diálogos entre siglos' las obras de finales del siglo
XIX, cuando, según el comisario, «se sentaron las bases del regionalismo asturiano, con Dionisio Fierros, Luis Álvarez Catalá, Ventura Álvarez Sala, Telesforo
Cuevas, Nemesio Lavilla, Julio Alcayde y Carolina del Castillo, entre otros», o de cualquiera de las cuatro secciones que siguen: 'Luces renovadoras', que
exhibe la generación liderada por Evaristo Valle y Nicanor Piñole. De hecho, todas las obras son creaciones de ambos gijoneses. Y que representan la visión
asturiana de la nueva estética que viajaba desde Europa con nuevos aires.
'Naturaleza y paisanaje' es el título del tercer capítulo de la exposición y describe, en palabras de Ángel Antonio, «el creciente interés por el costumbrismo de
autores como Tamayo, Casariego, Moré, Marola, César González Pola, Urbano Cortina, Ruperto Caravia y Paulino Vicente, con las innovaciones compositivas
de Vaquero Palacios. Apuntaba ayer al guiar el recorrido inaugural el comisario que son, precisamente, este tipo de obras «las que más abundan en las
colecciones privadas de arte asturiano que se crean fuera de las fronteras del Principado».
Más singular es el apartado 'Las vanguardias astures', que ofrece piezas nunca antes exhibidas de grandísimos artistas como Luis Fernández, del que se
pueden contemplar, gracias a la Fundación Azcona, algunos extraordinarios papeles preparatorios. También llaman la atención en esta sección cinco óleos y
un gouache de Aurelio Suárez, «que conectan directamente con la perspectiva histórica de la vieja Europa».
Para abrochar la exposición se han seleccionado las 'Nuevas vitalidades' con los grandes nombres de la segunda década del siglo XX, como Camín, Vaquero
Turcios, Úrculo, que preside con una enorme geisha, de 1999, el descansillo palaciego, o Navascués, que pone los volúmenes a este encuentro
eminentemente pictórico con las pasiones de una serie de coleccionistas, capaces de dibujar una singular hoja de ruta de todo un siglo de arte con sello
asturiano.
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