Las formas complejas de la acción política: justicia corporativa, faccionalismo y redes sociales (Buenos Aires, 1750–1760) por Zacarías Moutoukias Abstract. – The analysis of a local conflict concerning the control of comercial justice in Buenos Aires during the mid XVIIIth century reveals that the emergence of the different urban factions of residents and merchants can not simply be explained using terms of social structure, as there was no obvious social difference between these elites. In adition to macrostructures it is foremost necessary to take personal networks into account, in order to explain political behaviour, and thus test the bigger structures by microanalysis. En las secciones que componen este texto se intentará desgranar los diferentes elementos de un conflicto archibanal: en 1756, la elección en Buenos Aires de un juez del comercio, diputado del Consulado de Lima, dio lugar a un áspero enfrentamiento entre facciones, una de vecinos y otra de forasteros. Ninguno de los bandos cuestionaba la calificación que recibían del otro, mas los primeros reclamaban el derecho exclusivo a elegir y ser elegidos. El objetivo de semejante ejercicio es demostrar que la acción colectiva se articula en una multiplicidad de ámbitos simultáneos y hace emerger una configuración compleja, cuya forma y dinámica no está necesariamente contenida en el discurso y las identidades de cada uno de los actores. Estos objetivos exigen, evidentemente, recurrir al tratamiento intensivo propio del microanálisis, lo cual sin duda recuerda las propuestas de la microhistoria. Como se sabe, desde principios de los ’80, este calificativo reúne una serie bastante heterogénea de enfoques, desde los trabajos de González y González hasta las propuestas de Levi y Ginzburg.1 El paradigme indiciaire de este último en realidad no corresponde con los propósitos del presente trabajo; mientras que el libro de González y González presenta un modelo de determinación Jahrbuch für Geschichte Lateinamerikas 39 © Böhlau Verlag Köln/Weimar/Wien 2002 Unauthenticated Download Date | 11/20/16 1:56 AM 70 Zacarías Moutoukias de lo “micro” por lo “macro” – usando la descripción de aquel para “ilustrar” a este –, que frecuentemente encontramos en los análisis socioculturales de lo político, cuya crítica se intentará a lo largo de todo el texto. Queda la propuesta de Levi por reconstruir la articulación íntima de los mecanismos sociales, inspirado en la antropología de F. Barth. Sin embargo, el termino microhistoria se ha ido desvirtuando, hasta utilizarse para cualquier descripción de detalle, sin definir ninguna estrategia explicativa. Por otra parte, la opción por el microanálisis se inspira aquí en una tradición de concepciones según la cual los equilibrios sociales y las configuraciones institucionales son producto de la acción de los actores, pero no de sus designios.2 Entonces, se puede simplemente decir que aquí se recurrirá a una forma de microanálisis adaptada a los objetivos del texto, que son mostrar la compleja articulación de la acción política en una pluralidad de planos simultáneos. I. CONFIGURACIÓN INSTITUCIONAL Y DINÁMICA POLÍTICA La elección en 1756 del juez diputado de comercio de Buenos Aires provocó, entonces, la oposición entre dos grupos, cada uno de los cuales designó al otro usando unas apelaciones – vecinos y forasteros – 1 Luis González y González, Pueblo en vilo (México 1968); Idem, Otra invitación a la microhistoria (México 1997); Carlo Ginzburg, Miti Emblemi Spie. Morfologia e storia (Turín 1986); Giovanni Levi, “On microhistory”: Peter Burke (ed.), New Perspectives on Historical Writing (Pennsylvania 1991); Maurizio Gribaudi, “Echelle, pertinance, configuration”: J. Revel (ed.), Jeux d’écheles. La micro-analyse à l’expérience (Paris 1996); Frederik Barth, “Models of social organization I”: Idem, Process and form in social live (Londres 1981). 2 Fredrik Hayek, “Rules, Perception and Intelligibility” y “The Result of Human Action but not of Human Design”: Idem, Studies in Philosophy, Politics and Economics, (Chicago 1967), pp. 23–42 y 111–137; Idem, Law, Legislation & Liberty. Vol. 1, Rules & Order (London 1973); ver también Franco Ramella, “Por un uso fuerte del concepto de red en los estudios migratorios” y Zacarías Moutoukias, “Narración y análisis en la observación de vínculos y dinámicas sociales. El concepto de red personal en historia social y económica”: María Bjerg/Hernán Otero (ed.), Inmigración y redes sociales en la Argentina moderna (Tandil 1995), pp. 9–21 y 221–241; Zacarías Moutoukias, “Familia patriarca o redes sociales. Balance de una imagen de la estratificación social”: Anuario del IEHS 15 (Tandil 2000), pp. 133–151; Idem, “Réseaux et parcours. La construction ordinaire d’un tissue de liens personells à Madrid”: Maurizio Gribaudi (ed.), Espaces, temporalités, stratifications. Exercises sur les résaux sociaux (Paris 1998), pp. 255–288. Unauthenticated Download Date | 11/20/16 1:56 AM Las formas complejas de la acción política 71 que ambos aceptaron. Como se acaba de decir, el punto en discordia era acerca de si uno de los antagonistas, los vecinos, podía reclamar el derecho exclusivo a elegir y ser elegido como titular de la nueva magistratura. Así, esa recíproca manera de calificar – la cual, como veremos, era asimismo un modo de clasificar derechos – constituye en teoría un instrumento para interpretar dicho conflicto y ubicarlo en un contexto de prácticas y significados sociales. A su vez, estos últimos estarían vinculados a las identidades de vecinos y forasteros como grupos sociales. Sin embargo, este aspecto de la retórica de los actores está lejos de ser suficiente pues en ésta, como en casi todas las querellas, se cruzaban varias secuencias de acción y los individuos actuaron en ella con estrategias y por medio de coaliciones que se situaban sobre una pluralidad de contextos. Una de la más importante de aquellas secuencias de acción fue la que construyó el equilibrio local entre las distintas instituciones. En si misma, la creación de un nuevo tribunal trastocaba considerablemente la escena local al producir una obvia redefinición de las competencias del gobernador y del cabildo en el ámbito de la justicia comercial. A su vez, dicha redefinición originó una previsible cadena de tensiones y negociaciones que ponían en evidencia la importancia de los aspectos jurisdiccionales en las relaciones políticas entre la corporación municipal y los agentes de la monarquía. Se trata entonces de un acontecimiento absolutamente banal y al mismo tiempo sintomático de los mecanismos sociales que aseguraban el funcionamiento del poder y la autoridad locales, cuya inteligencia requiere comenzar por la descripción de las principales reglas de organización de dicha autoridad. Gobierno y justicia Hacia mediados del siglo XVIII, y desde los orígenes mismos de Buenos Aires, las causas comerciales eran competencia de los tribunales ordinarios. O sea, que “[…] las causas de los comerciantes de aquella ciudad corrían baxo la jurisdicción de los Alcaldes ordinarios, otorgandose las apelaciones en la forma regular, y quando en alguna deellas ocurría punto de comercio, mandaba el Juez que las partes nombrasen peritos que hiciesen el reconocimiento, regulación ó diligencia que pedía la materia, y en su vista sentenciaba definitivamente […]” El comentario merece que nos detengamos un instante. Estas líneas, tomadas de un informe del Consejo de Indias, resumen cartas anteriores Unauthenticated Download Date | 11/20/16 1:56 AM 72 Zacarías Moutoukias del virrey del Perú y de dos gobernadores del Río de la Plata3 y, por lo demás, coinciden con la imagen que nos hacemos leyendo juicios, correspondencias publicadas o las conocidas recopilaciones de leyes. Para los argumentos de este texto interesa destacar de ellas un aspecto que, por lo obvio, los autores del informe no lo señalan o sólo lo hacen al pasar: el reconocimiento implícito de un ámbito específico a la justicia comercial, aún cuando ésta esté incluida dentro de las competencias de los tribunales ordinarios. Además, – como el propio gobernador Cevallos lo indicaba entre otros muchos testigos de la época – los dos alcaldes del tribunal del cabildo de Buenos Aires “regularmente son comerciantes de la primera distinción“. Esto delimitaba una suerte de constitución consuetudinaria de la corporación mercantil y su justicia. En otro orden de cosas, “la forma regular de las apelaciones”, naturalmente se refiere a los recursos ante el mismo tribunal del gobernador o de la Audiencia de Charcas según la naturaleza de las instrucciones y fallos del cabildo. Si bien iremos viendo la vigencia de esos esquemas, también podremos constatar que debe evitarse toda lectura rápida de los textos normativos. Las competencias de la justicia capitular se extendían a todos los asuntos civiles y criminales, con exclusión, tanto de las “materias de gobierno” como de las concernientes a los fueros especiales, o sea, el militar y el religioso. Su jurisdicción era acumulativa, es decir, que otros jueces podían actuar en las mismas causas, en acuerdo recíproco. En el caso de Buenos Aires se trataba exclusivamente del gobernador, quien por lo demás tenía la obligación de guardar y hacer respetar el equilibrio entre ambos tribunales según la costumbre. De modo que los mismos asuntos civiles y criminales, entre los cuales se encontraban los comerciales, caían también dentro de las competencias del gobernador quien, como se sabe, recibía el título de primer magistrado o justicia mayor de la gobernación. En esa función lo asistía el teniente del rey y auditor de guerra, cuyo titular era, por esa época, cuanto menos perito en temas forenses. La jurisdicción de su tribunal tenía prioridad en los temas relativos al comercio atlántico, a saber, todo lo concerniente a la legislación que regulaba las relaciones comerciales entre España y América, así como las derogaciones que afectaban al 3 Archivo General de Indias (en adelante AGI), Charcas 199, Consejo 12/VIII/1758; ver también cartas del virrey Superunda y los gobernadores Andonaegui y Cevallos, respectivamente 20/VII/1755, 3/VIII/1752 y 18/12/1756, en el mismo legajo. Unauthenticated Download Date | 11/20/16 1:56 AM Las formas complejas de la acción política 73 Río de la Plata – mercedes y autorizaciones comerciales otorgadas a la ciudad de Buenos Aires, licencias de navíos de registro, licencias o asientos para importar esclavos, etc. Como justicia mayor, el gobernador decidía asimismo sobre el tribunal en el cual se apelaban sus fallos, la Audiencia de Charcas, la Casa de Contratación o el Consulado de Cádiz. Sin embargo, los jueces capitulares también intervenían en éste ámbito, tanto cuando se producía un contencioso entre el capitán o sobrecargo de un navío y un comerciante local, o cuando consideraban que un arbitraje del gobernador o una disposición real lesionaba los derechos consuetudinarios de los comerciantes. En estos asuntos del comercio ultramarino, el gobernador o la persona en quien delegaba su función como magistrado – o sea el teniente del rey – podían, según la naturaleza de los casos, actuar solos o constituyéndose en el tribunal de real hacienda, junto con los oficiales de ésta. Con esta conformación entendían, sobre todo en las entradas legales o fraudulentas de navíos y sus tripulaciones, constituyéndose entonces el gobernador en juez de arribadas. Por su parte los oficiales reales tenían, en cuanto a temas estrictamente comerciales, obvias competencias en todo lo relativo al contrabando – por lo que dicho fenómeno conllevaba la violación de los derechos del monarca – aunque en posición subordinada a la del gobernador. Entonces, como era de esperar, el equilibrio entre los ámbitos del capítulo municipal y el gobernador constituían la clave del funcionamiento local de las instituciones político-judiciales. Sin embargo, esta tediosa descripción es excesivamente formal y estática. Resume rápidamente la imagen que surge de la lectura de la documentación publicada y de los estudios dedicados al dispositivo institucional en su conjunto.4 En realidad conocemos bastante mal su funcionamiento y los equilibrios políticos que resultaban de la acción de los grupos implicados. Por ejemplo, es más o menos evidente que la prioridad del gobernador en los asuntos relativos al funcionamiento del comercio 4 Ver Roberto Levillier, Antecedentes de la política económica en el Río de la Plata, 2 tomos (Madrid/Buenos Aires 1915); Correspondencia de la ciudad de Buenos Aires con los Reyes de España, 3 tomos (Madrid/Buenos Aires 1918); Correspondencia de los oficiales reales de hacienda del Río de la Plata con los Reyes de España (Madrid/Buenos Aires 1918); Facultad de Filosofía y Letras, Documentos para la Historia Argentina, tomo V, El comercio de Indias. Antecedentes legales (1717–1778) (Buenos Aires 1915), Introducción de Ricardo Levene; ver también Ricardo Zorraquín Becú, La organización judicial argentina en el período hispano (Buenos Aires 1952), en particular pp. 51–60, 81–90, 95–98. Unauthenticated Download Date | 11/20/16 1:56 AM 74 Zacarías Moutoukias atlántico proviene, en principio, de la tradicional definición, tanto del cargo mismo como de sus relaciones con los otros dos pilares de la autoridad formalmente constituida, los oficiales reales y el capítulo municipal. No obstante, dicha prioridad también resultó de una larga evolución local. Todo parece indicar que el primer magistrado se fue afirmando sobre los oficiales de la real hacienda – a pesar de las amplias competencias que estos habían recibido originalmente – tras el fracaso de la primer Audiencia de Buenos Aires (1664–1674) y como consecuencia de la excesivamente frecuente implicación de dichos oficiales en casos de contrabando. A esto se agregaban las disposiciones que consolidaban la posición del gobernador al habilitarlo a entender exclusivamente en la trata de esclavos, desde los dos asientos de Reynal a partir de 1595 hasta los asientos francés e inglés, respectivamente en 1703–1713 y 1714–1740. Por otra parte, las frecuentemente tensas relaciones entre el gobernador y los oficiales de la real hacienda comprendían conflictos y negociaciones en los cuales estaban en juego cierta distribución local de recursos y un aspecto fundamental de las relaciones políticas. Respecto a lo primero, se trataba de un porcentaje del valor de las mercancías secuestradas que recibían en recompensa quienes actuaban como jueces en las causas de contrabando, a cuyo producto los oficiales reales pretendían tener derecho exclusivo, mientras que el gobernador solía reclamar su parte como titular del tribunal de real hacienda. Lo segundo afecta de manera más sustantiva los mecanismos que aseguraban el funcionamiento local de la autoridad. En otro lugar he tenido ocasión de extenderme sobre la manera como los agentes de la monarquía construían cadenas de mando político gracias a las alianzas locales de los miembros de su séquito. Un aspecto de esta manera de organizar las relaciones de poder era la práctica – tan frecuentemente señalada en la documentación de toda América castellana – de ubicar allegados en las principales magistraturas locales. Entre éstas, las de la hacienda real eran particularmente disputadas, pues poca cosa más había en una aldea como Buenos Aires. Entre 1750 y 1770, los tres gobernadores del período – Andonaegui, Cevallos y Bucareli – intervinieron directamente para colocar a sus hombres en esos cargos.5 5 Zacarías Moutoukias, “Réseaux personnels et autorité coloniale. Les négociants de Buenos Aires au XVIIIe siècle”: Annales ESC, juillet-octobre 1992, n° 4–5, pp. 889–915, aquí: pp. 892–893. Unauthenticated Download Date | 11/20/16 1:56 AM Las formas complejas de la acción política 75 En suma, la descripción precedente deja entrever las interdependencias entre organización judicial y acción política. En cuya configuración intervinieron tanto los recursos alternativos de cierta cultura institucional, como los resultados imprevistos de las formas de cooperación y conflicto. De modo que, para comprender la dinámica de esas relaciones políticas, estas no pueden reducirse a una hermenéutica del discurso de los actores. Como quiera que fuese, la imagen rápidamente esbozada de dichas relaciones políticas, aunque obviamente incompleta, nos muestra algo del contexto en el cual en 1752/53 se creó la diputación de comercio en Buenos Aires y se nombró al primer juez. Sus actuaciones generaron rápidamente nuevas tensiones políticas, provocando en particular “la discordia entre tribunales”. Jurisdicción y conflicto Si la superposición de jurisdicciones y las formas de conflicto que generaba es un tema trillado de la historia del derecho hispanoamericano6 no menos constituye un aspecto central del juego político que requiere que nos detengamos sobre un ejemplo. Estos conflictos no eran inherentes a las instituciones judiciales.7 Mas ponían en evidencia los márgenes de libertad de los actores y su capacidad para manipular su propia retórica, así como las normas que ellos construyeron, lo cual plantea toda la complejidad de las relaciones entre acción y discurso.8 Por razones y en circunstancias que veremos abajo, fue el gobernador del Río de la Plata Joseph de Andonaegui quien en 1752 solicitó al virrey del Perú la creación en Buenos Aires de una magistratura que entendiera en los asuntos entre comerciantes. Tras las acostumbradas consultas, en este caso a la Audiencia y al Consulado de Lima, el virrey Conde de Superunda accedió al pedido del gobernador, pero según los términos propuestos por dicho consulado, que obtuvo en particular satisfacción sobre dos importantes disposiciones, reclamadas en nombre de las “leyes de este reyno”. En primer lugar obtuvo la facultad de nombrar al juez – que actuaba entonces como su diputado –, aun si de6 J. M. Ots Capdequí, El Estado español en las Indias (México 1941), capítulo IV. Ver ejemplos de esto en Tamar Herzog, La administración como fenómeno social. La jusiticia penal de la ciudad de Quito (1650–1750) (Madrid 1995), pp. 46–47. 8 Y más en general, plantea el problema de las explicaciones de la acción política basados en una relación heterónoma entre “mentalidad” y comportamiento. Para una crítica de los modelos heterónomos, ver Norbert Elias, Qu’est–ce que la sociologie? (Paris 1991), introducción y capítulo III. 7 Unauthenticated Download Date | 11/20/16 1:56 AM 76 Zacarías Moutoukias bía elegirlo entre la lista de personas “más principales e idóneas”, presentada por el gobernador en su carta de solicitud. La segunda disposición se refería al tribunal ante el cual dicho juez habría de conceder las apelaciones, que era el propio consulado limeño, lo cual naturalmente quebraba un orden de jerarquías bien establecidas. En cuanto a las funciones del nuevo juez, debía conocer “[…] privativamente de las causas de mercaderes en primera instancia, arreglándose al estilo del comercio […]”, para lo cual se ajustaba a los reglamentos, leyes y prácticas de las diputaciones de Panamá, Santiago de Chile y Potosí.9 Los miembros firmantes del consulado no mencionan que en realidad los diputados de dichas ciudades eran elegidos por los comerciantes locales. Así nombrado, don Antonio de Larrazabal, un distinguido comerciante – aunque no de los más poderosos – nacido en Portugalete y casado en Buenos Aires en 1702, comenzó a ejercer su flamante magistratura hacia principios de 1753. Y las querellas con otros tribunales no tardaron en aparecer, en particular con el de la real hacienda, que reunía, como vimos, a los oficiales reales y al justicia mayor ejercido por el gobernador o su delegado. También el alcalde de primer voto, actuando conjuntamente con el gobernador, se vio envuelto en estas disputas. Un caso entre varios, relativo a los albaceas de una testamentaria acreedora de la compañía formada por los armadores de un navío de registro que naufragó en Montevideo en 1752, revela la real dificultad para delimitar los ámbitos. En efecto, por un lado, el gobernador y el tribunal de la real hacienda tenían, como vimos, competencia prioritaria en estos casos – que debían apelarse en España –, pero por otro lado no resulta difícil de justificar la intervención del juez de comercio.10 En ese caso la disputa jurisdiccional se combinaba con un enfrentamiento entre camarillas de comerciantes que competían por la primacía en un ámbito de negocios, cuya dimensión se nos escapa si nos atenemos a un solo tipo de documentación. No se trata evidentemente de afirmar que una de ambas dimensiones, la querella 9 AGI, Charcas 199, Consulta del Consulado, 20/XII/1752, fol. 34 y ss; y el correspondiente decreto del virrey. 10 AGI, Charcas 199, Cartas del Gobernador Andonaegui y del teniente del Rey Alonso de la Vega, respectivamente 30/XII/1755 y 18/XII/1756. En realidad el navío, Nta. Sra de la Luz, mencionado en esta documentación como del registro de Cádiz, en los papeles del pleito aparece como una embarcación portuguesa. Ver Autos de Don Agustín Garfias c/Francisco Rodriguez de Vida, Archivo Historico Nacional, Madrid (en adelante AHN (M)), Consejos 20378. Unauthenticated Download Date | 11/20/16 1:56 AM Las formas complejas de la acción política 77 de jurisdicción o la competencia entre grupos rivales, constituya la “verdadera” naturaleza del conflicto. Sin embargo, circunscribirnos a las interpretaciones que puedan surgir del tratamiento aislado de la retórica tampoco permite reconstruir la dinámica de la acción política. Una buena ilustración de las dificultades que plantea la compleja articulación de estos enfrentamientos nos la brinda el caso más mencionado por quienes criticaron las actuaciones del juez Antonio de Larrazabal. Se trató de la querella en la cual este último se enfrentó a don Bartolomé de Quiroga, un comerciante y capitán de milicias, comandante de la compañía de forasteros, quien como tal se acogió al fuero militar. El contencioso se extendió entre 1754 y 1756 y comenzó con una remisión de 8500 ps. en metálico realizadas por un comerciante de Potosí, Francisco Froylán Soutiño. Los mismos fueron confiados al apoderado del mencionado capitán Quiroga, Domingo de Azcuenaga, un negociante de Buenos Aires encargado de transportar el situado, quien debía entregar los fondos a Quiroga en Buenos Aires. Pero se negó a hacerlo pretextando la intervención del juez de comercio. Este actuó aduciendo una provisión de la Audiencia de Charcas, obtenida por otro comerciante de Buenos Aires, Julián Gregorio de Espinosa, según el cual en realidad los fondos pertenecían a Francisco Alvarez Campana, su deudor por un monto mucho más importante. El destinatario original del dinero, el capitán Quiroga, reaccionó impugnando la competencia del juez de comercio y amparándose en el fuero militar, según el privilegio obtenido por las milicias por las ordenanzas de 1736. Sin embargo de lo cual, reconocía los eventuales derechos que reclamaba Gregorio Espinosa, o al menos no se pronunciaba sobre ellos. El Consulado de Lima – y algunos comerciantes de Buenos Aires – sostuvieron la acción del juez. Mientras que el teniente del rey, que en ese momento ejercía como gobernador por ausencia de este,11 apoyó la actitud del capitán Quiroga. Lo mismo hizo un oidor de la Audiencia de Charcas, que en ese momento actuaba temporalmente como auditor de guerra en Buenos Aires, negando al juez Larrazabal la facultad de actuar como comisionado de su propia audiencia (cuya provisión Larrazabal invocaba). Todo lo cual dio lugar a un confuso cruce de autos, apercibimientos y medidas cautelares entre el juez de comercio y el teniente del gobernador, que paralizaron cualquier movi11 Andonaegui participaba entonces en las operaciones militares de la llamada “Guerra Guaranítica”. Unauthenticated Download Date | 11/20/16 1:56 AM 78 Zacarías Moutoukias miento, mientras Azcuenaga apoyaba la acción del primero escondiéndose para evitar los requerimientos del segundo. Finalmente, a finales de 1755 el teniente del rey usó de la fuerza y la amenaza de prisión para forzar la entrega del dinero, que el capitán Quiroga recibió a titulo de ley de depósito, hasta que se resolviera a quien pertenecían. Pero tres meses más tarde, cuando Larrazabal ya no era juez de comercio, dicho capitán (y comerciante, no hay que olvidarlo) solicitó autorización para disponer de 5000 ps. y entregar a Álvarez Campana lo restante en pago de una escritura precedente. El nuevo juez de comercio finalmente acordó lo pedido, pues, el comerciante que había originado el embargo de los fondos había llegado a un acuerdo con su deudor, además de otras razones más directamente facciosas. Lo cual hace pensar que si hubiese prevalecido la posición sustentada por Larrazabal, en realidad el resultado habría sido el mismo. Las incidencias del juicio se cruzan hasta desdibujar el hilo principal. No obstante, me ha parecido importante volcar esos detalles, pues son sumamente elocuentes sobre la dificultad de formular una síntesis adecuada de las relaciones entre la administración de justicia, el estatuto de los implicados y la acción o el conflicto políticos. Los argumentos esgrimidos por el juez Larrazabal y el Consulado de Lima se limitaban, por lo esencial, a afirmar la competencia privativa de su diputado en la ciudad en materias comerciales, así como el hecho que “[...] por las leyes del Reyno [del Perú], es notoria la jurisdicción del Consulado de esta Capital [de Lima] en todo lo que comprende las Provincias de este Reyno y la facultad que le compete para nombrar su diputado […]”12 Sobre la importancia de este último punto se volverá más abajo. Por su parte, el teniente del gobernador sostenía que, en casos similares la juridicción privativa no podía considerarse como exclusiva, quedando en manos de quien ejercía como “cabeza de mando” la potestad de corregir eventuales injusticias. Más interesante resulta la posición sostenida por el capitán Quiroga, pues se deducía de un reconocimiento explícito de su doble condición de comerciante y miembro de las milicias, que le permitía naturalmente gozar de la doble jurisdicción. Que se optara por una u otra dependía, en consecuencia, tanto de la 12 Memorial del Consulado de Lima 13/XI/1753; todo lo relativo a este caso se encuentra en distintas partes de la carpeta del Expediente n° 36, “Elección del Diputado de comercio de Buenos Aires” en el legajo citado AGI, Charcas 199; sería demasiado farragoso remitir al origen preciso de los diferentes aspectos resumidos. Unauthenticated Download Date | 11/20/16 1:56 AM Las formas complejas de la acción política 79 calidad de la persona como de la naturaleza de la causa y – en este caso preciso – esta última estaba subordinada a las características del contrato que, como propietario del dinero en cuestión, unía a Quiroga con Azcuenaga, en tanto conductor del mismo; recayendo entonces en el primero la facultad de elegir tribunal. Como Quiroga lo afirma en su propio escrito, seguramente de la mano del letrado que lo asistía: “[…] sin embargo de que sea comerciante, me compete a mi como dueño del caudal, la elección de juez y gozando al mismo tiempo del fuero militar […] no es razón bastante que se escuse, al reconocimiento ni a la entrega, el dezir que es comerciante, maior mte. quando la materia no es puram.te de comercio, porque el aver echo confiaza de dho Azquenaga, para que me entregase aquella cantidad no es contrato que lo devan decidir puramente los comerciantes […]“ Pero no se trata de utilizar las incidencias del juicio para realizar un análisis de las nociones jurídicas evocadas por los querellantes, lo cual excedería los objetivos del texto y las posibilidades del material utilizado. Poco importa aquí si finalmente el Consejo de Indias acabaría fallando en favor del negociante y capitán Quiroga, entre otras cosas porque eso no significó pronunciarse sobre la totalidad de sus argumentos. La larga descripción de las circunstancias y argumentos de las partes sirven en cambio para ilustrar dos aspectos importantes de los temas aquí tratados. Por un lado, el evidente contraste entre una descripción formal del dispositivo institucional y el uso cotidiano de la justicia que aparece en los procesos. Y, por el otro, la capacidad de los actores de formular en derecho la justificación de acciones contradictorias, que – en estos ejemplos – vinculan la acción política y la preservación de privilegios. Por otra parte, se ha interpretado este tipo de litigios como enfrentamientos por la preeminencia entre actores movidos por cierta concepción del honor.13 El hecho que, desde el punto de vista del destino 13 Si difícilmente puede negarse la importancia de las concepciones relativas al honor en las sociedades hispanoamericanas, más difícil es mostrar su pertinencia como clave de análisis de los conflictos que aquí nos interesan; no parece necesario citar aquí los trabajos de Peristiany y Pitt-Rivers cuyos análisis constituyen aún el cuadro de referéncia de la problemática. El segundo organizó un número especial de la revista Autrement 3 (1991), donde se encuentran útiles referencias. La vigencia del horizonte teórico definido por dichos antropólogos se ve en el libro de Lyman L. Johnson/Sonya Lipsett-Rivera (ed.), The Faces of Honor. Sex, Shame and Violence in Colonial Latin America (Albuquerque 1998); más recientemente Sandra Gayol organizó una sección especial del Anuario del IEHS 14 (Tandil 1999), sugestivamente titulada “Pluralidad del honor y diversidad de los honores”. Unauthenticated Download Date | 11/20/16 1:56 AM 80 Zacarías Moutoukias de los fondos, aparentemente se habría llegado al mismo resultado con ambas jurisdicciones, puede hacernos pensar en ese tipo de interpretaciones. Pero, aun cuando el papel de dichas concepciones sobre el honor es incontestable, no logran explicar la dinámica de un conflicto en el cual intervenían mecanismos menos ritualizados de acción política y donde los agentes se mostraban compitiendo por cierta definición de espacios corporativos asociados a los privilegios. Durante la disputa, los oficiales de la compañía de comerciantes forasteros apoyaron públicamente la actitud de Quiroga. Lo cual era elocuente sobre su capacidad para movilizar a sus pares, aunque sea difícil atribuirla sólo a la adhesión a las nociones que evocaba. Como quiera que fuere, lo que sin duda todos compartían era el principio según el cual “[…] cuando se forma competencia de jurisdicción del fuero militar con otro fuero, la jurisdicción militar deve ser amparada interin se disputa y decide el punto […]” Lo cual no deja de sorprender, que lo afirmase un grupo de comerciantes, a menos que se piense en una deliberada voluntad por mantener un espacio de indefinición que aumentaba los márgenes de manipulación institucional. Lo que también está claro es que los privilegios – que son jurisdicciones – se defendían, cualesquiera que fueran; y que dicha defensa tenía poco que ver con lo que los historiadores de la cultura llaman – abusando de la imprecisión conceptual propia del sector – identidades sociales. Esas aparentes paradojas no eran peculiares a dichos comerciantes; también las encontramos entre las principales autoridades. En 1754 el Consulado de Lima aprobó una declaración en la cual se afirmaba que los alcaldes y gobernador de Buenos Aires habían cometido exceso al impedir al diputado el ejercicio de su jurisdicción, obteniendo además la confirmación de la audiencia con voto consultivo del real acuerdo. Como consecuencia de lo cual el virrey dirigió el escrito a las autoridades correspondientes. Entretanto, el Consejo de Indias informaba al mismo virrey, como gobernador de Lima, acerca de la irregularidad con la que había actuado dicho diputado Larrazabal al querer privar del fuero militar a Quiroga y al obstaculizar al teniente del gobernador en el uso de su jurisdicción. De modo que más tarde el mismo virrey envió a dicho teniente una carta con contenido opuesto, pues lo amonestaba por la tibieza con la cual había actuado frente a Larrazabal. Le reprochaba por esa vía el no haber mantenido “las preeminencias del empleo” al mostrarse incapaz de Unauthenticated Download Date | 11/20/16 1:56 AM Las formas complejas de la acción política 81 “[…] no solo hacerse obedecer sino ygualmente correjir el ynconsiderado arrojo con que [Larrazabal] yntento bulnerar el fuero militar y la especial representación y facultades del Gobierno y Capitanía General de esas Provincias […]” Nadie, y menos que todos el primer interesado, parece sorprenderse de esas idas y venidas; lo que seguramente expresaba un sobreentendido compartido sobre esa situación, en la cual los representantes local y virreinal de la autoridad real actuaban evidentemente en una multiplicidad de contextos, cuya articulación se nos escapa. Como podemos apreciar, el análisis de los conflictos que nos interesan, efectivamente requería una presentación de los aspectos organizativos de la vida política y judicial, aunque de todo lo dicho, sea bastante retener las líneas generales. A condición, sin embargo, de no olvidar que la primera imagen, excesivamente formal, se ha matizado gracias a los detalles descritos. Estos muestran, sobre todo, que las instituciones locales no pueden considerarse como el conjunto de leyes, de reglamentos administrativos y de convenciones – escritas o consuetudinarias – que fijaban la organización de un sector de la vida pública. Al contrario, dichas instituciones se realizaban por la acción de sus agentes, cuyas estrategias y motivaciones – distintas, claro, de los objetivos de la institución – se combinaban con las de otros actores en la construcción de un espacio más amplio de acción colectiva. Como se ha dicho, la creación de la diputación de comercio en Buenos Aires provocó las tensiones mencionadas, ante las cuales las autoridades no sólo no actuaron según un solo esquema coherente, sino que – como veremos – lo hicieron en el interior de una configuración de relaciones que trascendían el ámbito que tradicionalmente les asignan los historiadores. Por otra parte, dichas tensiones ponían de manifiesto el vínculo entre la preeminencia social, el control de una jurisdicción y la construcción de un espacio de autonomía corporativa. Sin embargo, dicho vínculo no aparece donde uno más se lo espera. Como vimos, un grupo de comerciantes buscaba preservar o adquirir ciertas prerrogativas recurriendo no a los privilegios de su cuerpo – ¿pero cuál era su cuerpo, si se reclamaban de dos fueros? – sino a la defensa de los del militar. Este juego de apariencias paradójicas se completa si tenemos en cuenta que protegían dicho militar en nombre de un servicio – el militar precisamente – por excelencia asociado a la vecindad, mientras que integraban la compañía de forasteros, cuya condición, como vimos asumían. La condición de vecinos y forasteros no remitía entonces a contenidos sociales concretos, sino a ciertos Unauthenticated Download Date | 11/20/16 1:56 AM 82 Zacarías Moutoukias principios cognitivos con arreglo a los cuales los actores calificaban y ordenaban los datos de una situación dada; y en cuyos términos podían expresar la posición que adoptaban en dicha situación. Estas afirmaciones requieren un examen adicional de las relaciones construidas alrededor del fenómeno corporativo para comprender un poco mejor de que estaban hablando los agentes cuando se referían a esos temas. De lo que no cabe duda es que, para entenderlo, nada justifica recurrir a la improbable hipótesis de un imaginario único y coherente. Corporación y privilegio En uno de los escritos producidos para este largo expediente, el fiscal del Consejo de Indias aplicaba ciertas nociones concernientes a las mencionadas relaciones entre, por un lado, las competencias de un tribunal corporativo y, por el otro, el ejercicio de un dominio y autoridad sobre un ámbito de actividad comercial. Se trataba de principios abstractos – surgidos las más de las veces de la experiencia – que, aplicados a la evaluación de una situación concreta, eran por lo mismo contradictorios entre sí. Constituían, sin embargo, una gama de nociones compartidas o reconocidas por los agentes como pertinentes a la situación evaluada. El escrito en cuestión era una respuesta a la mencionada declaración del Consulado que condenaba, con el voto consultivo de la Audiencia de Lima, las actitudes del alcalde ordinario y del gobernador de Buenos Aires. En 1755 dicha documentación fue también sometida, como memorial, a la aprobación del Consejo de Indias, cuyo fiscal se negó a confirmar lo solicitado. Según su principal argumento, la existencia misma de un juez de comercio en Buenos Aires con apelación ante el tribunal consular de Lima era incompatible con la actitud que este había tenido respecto a la actividad mercantil en el Río de la Plata. Se refería al “[…] eficaz empeño con que el mismo Consulado avía pretendido siempre impedir el comercio por el Río dela Plata […]” Como se sabe, desde la fundación de Buenos Aires, el Consulado de Lima se opuso a que esa aldea portuaria fuese utilizada como base regular de un comercio entre el mundo atlántico y el interior sudamericano y, si esto no se podía evitar, buscó limitar su alcance. En claro, se trataba de impedir que se introdujesen hasta Potosí y el mundo andino en general, mercancías importadas por el Río de la Plata; y, en el otro sentido, se intentaba reducir la salida de metales preciosos desde las regiones productoras hacia Buenos Aires y hacia el Tucumán. Las me- Unauthenticated Download Date | 11/20/16 1:56 AM Las formas complejas de la acción política 83 didas inspiradas por el consulado y dictadas por la corona en el contexto del monopolio andaluz son bien conocidas: prohibición de navegar a Buenos Aires en 1595, creación de una aduana seca en 1622 – para limitar las transgresiones a las prohibiciones o controlar las derogaciones a las mismas – , cláusulas que limitaban la entrada de mercancías o la salida de metales preciosos cuando se otorgaban licencias de navíos de registro, etc. Las medidas derogatorias a dichas prohibiciones ya han sido mencionadas y a continuación se volverá sobre ellas. En cualquier caso es igualmente conocido que dichas medidas no impidieron el funcionamiento desde finales del siglo XVI y hasta entrado el XIX de una ruta Potosí-Buenos Aires, fuertemente articulada – legal o clandestinamente – al tráfico intercolonial del Atlántico sur y al comercio directo de las potencias europeas. Esas tensiones institucionales entre comerciantes de Lima y de Buenos Aires han sido interpretadas, con razón, como competencias por los mercados situados en el espacio Andino.14 Lo interesante aquí es que esa competencia se expresaba en los términos de una disputa por delimitar el territorio y el ámbito de actuación entre negociantes, entendidos estos como cuerpo del comercio. En efecto – y volviendo al citado dictamen – el fiscal del Consejo de Indias recordaba las afirmaciones del Consulado de Lima cuando se oponía a que los mercaderes de Buenos Aires pudiesen actuar en su propio ámbito. Por lo general, el tribunal limeño aseguraba que la concesión a estos comerciantes, autorizándolos a operar en el Alto Perú con bienes importados, provocaría la unión de ambos cuerpos de comercio, de lo cual seguiría “la ruina del suyo [o sea, del de Lima]”. En consecuencia – siempre según el fiscal – era absurdo pretender 14 Para la circulación de metales preciosos, la referencia es Carlo Sempat Assadourian, El sistema de la economía colonial (Lima 1983); en cuanto a las tensiones entre Lima y Buenos Aires nada ha habido después de Guillermo Céspedes de Castillo, Lima y Buenos Aires. Repercusiones económicas y políticas de la creación del vireinato de la Plata (Sevilla 1947). El funcionamiento de la ruta Potosí-Buenos Aires se analiza en Zacarías Moutoukias, Contrabando y control colonial. Buenos Aires, el Atlántico y el espacio peruano en el siglo XVII (Buenos Aires 1988); para una vista general, ver idem, “Comercio y producción. Siglos XVI al XVIII”: Historia de la Nación Argentina, tomo IV (Buenos Aires 2000), pp. 51–103. Unauthenticated Download Date | 11/20/16 1:56 AM 84 Zacarías Moutoukias “[…] que siendo cuerpos diversos, tuviese el consulado [de Lima] en Buenos Aires un juez que conociese de las causas de los comerciantes que residian allí con las apelaciones para ante su tribunal […]”15 A estas objeciones, el fiscal agregaba el clásico argumento de los inconvenientes provocados por la distancia de más de mil leguas entre ambas ciudades que entorpecía la pronta expedición de los asuntos, lo cual constituía uno de los principales objetivos de la justicia comercial. Poco interesa aquí – una vez más – la evaluación de las posiciones de cada una de las partes. Importa en cambio destacar el común recurso a una noción implícita de los comerciantes como un cuerpo dotado de un espacio propio de actuación, así como de ciertos atributos o privilegios. ¿Cuales eran esos privilegios y cómo se fueron constituyendo? La real cédula que en 1595 “cerró” el puerto de Buenos Aires – prohibiendo que se navegase al Río de la Plata directamente desde España – impuso dos principios, cuyos efectos se dejarían sentir más fuertemente sobre la disposición local de las instituciones que sobre una actividad comercial dominada por el contrabando. Según el primero y más obvio, el Río de la Plata quedaba fuera del régimen de flotas y galeones, debiendo sus habitantes recurrir a Lima o a “su” comercio para abastecerse de mercancías importadas. El segundo de los principios era que las autorizaciones a navegar hacia o desde la región, se otorgaban como una merced o privilegio por la exclusiva voluntad de la Corona. Estos fueron de dos clases, por un lado las autorizaciones de 1602 y 1622 a comerciar con Brasil y Guinea en navíos locales, concedidas a la ciudad de Buenos Aires, cuyos vecinos y comerciantes recibían un estatuto particular a cambio del “servir a Su Majestad” en mantener poblada y defender la región; y, por el otro, los asientos y las licencias de navíos de registro otorgadas a cambio de un servicio – en general en metálico –, cuyas correspondientes reales cédulas contenían disposiciones que se fueron decantando, y que serían regularmente recogidas para ratificarlas o conceder la dispensa de su cumplimiento. Por ejemplo, en 1744, las condiciones de una licencia de navío de registro a Buenos Aires provocaron la protesta del Consulado de Lima, que solicitaba al virrey que suspendiese la cuarta cláusula de dicho asiento, que autorizaba a sus beneficiarios a introducir mercan- 15 Dictamen del fiscal en AGI, Charcas 199, legajo citado. Unauthenticated Download Date | 11/20/16 1:56 AM Las formas complejas de la acción política 85 cías en el Alto Perú y Chile a cambio de la conducción de tropas. Para sustentar la petición, se pasaba revista a la alambicada legislación sedimentada desde el siglo XVII. Otro ejemplo en el que se remite a ese conjunto de normas fue la reacción hostil, de una parte de los vecinos de Buenos Aires, a los privilegios otorgados a mediados del siglo XVIII a la compañía de Mendinueta a cambio de la importación de esclavos.16 Ambos muestran la vigencia de un cuerpo de privilegios, normas y costumbres creados por el mecanismo, imaginario o efectivo, de intercambiar servicios contra derechos y que suponían un lazo entre los vecinos y la monarquía. En cuanto a los comerciantes como cuerpo, algunas de las implicaciones de esta noción aparecen claramente en el curso de los expedientes sobre quien debía percibir la avería por los metales preciosos expedidos desde Potosí. Respecto a ese arbitrio, aquí basta con recordar que, desde principios del siglo XVIII, se gravaba la exportación de metales preciosos – con un 3% la plata y 1% el oro – y que el comercio de Lima asignaba esos recursos a la defensa del tráfico atlántico, así como a la Armada del Mar del Sur.17 En 1747, una partida de efectos de Castilla conducidas a Potosí por Domingo de Lajarrota, un prominente comerciante de Buenos Aires, provocó una consulta a la Audiencia de Charcas sobre los derechos correspondientes a la plata que aquel habría de extraer. El fiscal dictaminó que la percepción de la avería competía a los oficiales de las cajas de Potosí y el caso sirvió de antecedente, cuando, en 1752, se repitió la situación con otro mercader, resolviéndose nuevamente a favor de los oficiales de Potosí, pero enlazando ahora la cuestión con la instalación del nuevo diputado en 16 Facultad de Filosofía y Letras, Documentos para la Historia Argentina, tomo V, Comercio de Indias (nota 4), introducción, pp. XLI ss. pp. 312–353; AGI, Charcas 43 y 304, en particular el memorial de la ciudad de Buenos Aires de 1760. 17 Guillermo Céspedes del Castillo, La avería en el comercio de Indias (Sevilla 1944); para la defensa de las flotas y galeones, hasta la década de 1660 los costos se distribuían a prorrata entre los mercaderes que registraban sus cargas. Ante la debacle del sistema provocado por la generalización del fraude y la consiguiente reducción de la base imponible, este fue reemplazado en 1662 por una contribución fija de los Consulados de Sevilla, México y Lima. En este último caso, entonces, el nombre avería se aplicaba tanto a dicho aporte del gremio mercantil, como a los fondos asignados a la Armada del Mar del Sur; ver Pablo E. Perez-Mallaina Bueno y Bibiano Torres Ramírez, La Armada del Mar del Sur (Sevilla 1987), pp. 153–174. Unauthenticated Download Date | 11/20/16 1:56 AM 86 Zacarías Moutoukias Buenos Aires. Este y un sector del comercio local se opusieron argumentando que, en realidad, de los metales remitidos desde Potosí hacia las provincias de abajo, una parte se usaba en el comercio de productos de la tierra, otra se remitía a Buenos Aires para cancelar los fiados en mercancías adelantadas por sus comerciantes y que sólo los restantes eran conducidos para embarcarlos directamente con destino a España. Estos serían los únicos que – según ellos – debían pagar la avería, pues dicho derecho estaba destinado a sostener la seguridad en los mares y no en los tráficos terrestres, correspondiendo por lo tanto su recaudación a los oficiales de Buenos Aires. Con la instalación del juez diputado en Buenos Aires, la cuestión se tornó todavía más compleja, pues a la avería propiamente dicha se agregó otro 2% sobre los mismos metales, destinado al consulado mismo. El expediente siguió un trámite complicado y en octubre de 1753 se reiteró la orden de cobrar aquellos gravámenes en Potosí, conforme a la proposición de los oficiales potosinos, el Consulado de Lima y el propio virrey, quienes sostenían que aun si la plata fuera usada en el comercio de efectos de la tierra o para cancelar deudas, todo iba a España o la colonia, en consecuencia, debía contribuir con los esfuerzos de aquella capital en el servicio de su majestad; y – sobre todo – consideraban que el comercio de la ciudad minera formaba parte del de Lima. Finalmente prevaleció el punto de vista contrario y en noviembre de 1753 la Audiencia de Charcas mandó a los oficiales reales de Buenos Aires que recaudasen la avería, en particular los derechos debidos por 1.138.029 ps. ya embarcados en el navío San Jorge. La reacción hostil de una parte del comercio de Buenos Aires – diferente a la anterior – se dirigió, primero, contra la aplicación retroactiva de las disposiciones sobre el metálico ya embarcado en la mencionada nave y, luego, contra el principio mismo, afirmando que el comercio de Buenos Aires no dependía (!) del de Lima y que los caudales de la avería estaban asignados a la defensa del Mar del Sur. El derecho efectivamente se cobró en Buenos Aires entre 1756 y 1768, mientras el expediente seguía su crecientemente complicado curso, a pesar de la mencionada oposición, cuya posición resumía el gobernador Cevallos: “[…] también debo exponer a V.E. que el 2% para el Consulado de Lima y 3% para guarda costas de la Mar del Sur últimamente impuestos […] sobre la plata que se embarca en Buenos Aires para esos reinos, parece que seria muy conveniente quitarlos, el primero porque el comercio de estos puertos no debe depender [!] del de Lima, que Unauthenticated Download Date | 11/20/16 1:56 AM Las formas complejas de la acción política 87 tira su utilidad en deshacer este, y el segundo porque el que haya o no guarda costas en el Mar del Sur no cede en beneficio de este comercio […]”18 Las alternativas por las que atravesó el problema del cobro de la avería ponen claramente de manifiesto distintos aspectos de la competencia entre corporaciones, así como la relación entre la configuración de los diferentes grupos y la estructura de los intercambios y los problemas fiscales. Es igualmente obvio que al discutirse sobre quien debía recaudarla, se intentaba establecer a quien “pertenecía” la actividad mercantil de una ciudad – otro cuerpo –, como si se tratara de una persona, cuyos vínculos con otras se expresaban por analogía a las relaciones señoriales. Lo cual implicaba también una relación entre fiscalidad, orden jerárquico y jurisdicción, propio de un lenguaje feudoestamental. Así, en 1756, el mencionado capitán y negociante Bartolomé Jacinto de Quiroga elevó al Consulado de Cádiz y al Consejo de Indias una representación igualmente suscrita por otros 17 comerciantes, en el cual se reunían todos los agravios mencionados – la nominación del juez de comercio de Buenos Aires por el Consulado de Lima y las apelaciones de aquel en este tribunal, las actuaciones del primer juez y la imposición de los gravámenes – como parte de una misma tentativa del comercio de Lima por dominar al de Buenos Aires. De dicho juez Larrazabal decía que actuó según los “[…] deseos de los de Lima, estableciendo y defendiendo sus ideas […] de modo que a cualquiera yndividuo de los matriculados de ese comercio [de Buenos Aires] que intentaba respirar lo oprimia con multas y violencias y informaba contra sus operaciones à Lima […]” Por lo demás, el juez estaba coligado a los “vecinos casados”, de quienes advertía “[…] que si la Diputación recayese en los Vecinos naturales casados y está sugeta al Tribunal de Lima es preciso se aian de sufrir todos los gravámenes y cargos de 3 y 2 por ciento y demás que quieran alla imponer siguiendo los recursos de apelación para aquel Consulado y arruinandose enteramente nuestro comercio […]” Algunas de estas acusaciones son verificables, aunque de la misma manera actuaba la facción de los “forasteros solteros”, como se auto18 Para los aspectos evocados de la avería ver los expedientes concernientes en: AGI, Charcas 369; Archivo General de la Nación, Buenos Aires (en adelante AGN), Sala XIII, 42-1-18, Caja de Buenos Aires, Derecho de Avería y legajos 14-1-5, 14-1-6, 14-2-1, Cartas Cuenta; AGI, Buenos Aires 43, carta del gobernador de Buenos Aires 20/XI/1762. Unauthenticated Download Date | 11/20/16 1:56 AM 88 Zacarías Moutoukias designaban a pesar del sonoro apellido de alguna de sus esposas. En cualquier caso, los agravios eran verosímiles a los ojos de otros actores y el Consulado de Cádiz las recogió en una carta dirigida al Consejo de Indias.19 Lo cual estaría indicando que, para algunos, la hostilidad a la “sujeción” al Consulado de Lima traducía intereses favorables a relaciones más estrechas con el comercio español. En su ya citada carta de 1755, el gobernador recogía un esquema, también formulado por los comerciantes, cuya aplicación habría aumentado tanto la presencia del comercio de Cádiz como el papel de la gobernación y del tribunal de la real hacienda, que, como vimos, aquel presidía. Para superar los conflictos creados por el diputado delegado, sugería la constitución de un padrón de comerciantes, quienes elegían por un año al juez que se ocupaba de las diferencias entre mercaderes en sus operaciones con el interior, el Perú y Cádiz, mientras el tribunal de la real hacienda entendía en todo lo relativo a los navíos de registro y sus tripulaciones. Las apelaciones corrían, para el primero, en el Consulado de Cádiz o en el tribunal del gobernador asistido por dos comerciantes, mientras que el segundo lo hacía en la Casa de Contratación. Sin embargo, esto no debe conducirnos a pensar solamente en facciones, estructurada una en relación a la preeminencia del Consulado de Lima, y la otra en la del de Cádiz y de la Casa de Contración como tribunal de apelación, y las dos últimas declarándose a favor de la autonomía del comercio de Buenos Aires. Todo esto desempeñaba sin duda un papel importante en la articulación de las relaciones políticas, pero no explica la formación de las facciones que reclamaban ambas más o menos lo mismo en relación a los gravámenes y demás temas institucionales, aunque en momentos diferentes. En suma, en ciertas circunstancias, el cuerpo aparecía representado como análogo a la persona y sus relaciones jerárquicas y estaba dotado de privilegios, que eran un determinado espacio jurisdiccional y suponían una relación imaginaria con la monarquía.20 Sin embargo estas nociones explican poco en si mismas, pues, no formaban parte de 19 Representación de la ciudad de Buenos Aires 24/IX/1756, AGI, Charcas 206 y carta del Consulado de Cádiz, 27/VIII/1757, AGI, Charcas 199. 20 Más bien corresponde decir que en la metáfora del cuerpo como persona, los vínculos jeráquicos de ésta servían de modelo a los del primero como una especie de relación homotética. Unauthenticated Download Date | 11/20/16 1:56 AM Las formas complejas de la acción política 89 un conjunto coherente de representaciones sobre el orden social, mas constituían – como se ha dicho – principios abstractos sobre lo particular. Aparecían formulados, de manera frecuentemente contradictoria, por actores que intervenían, en situaciones singulares, con un conocimiento fragmentario de sus contextos locales y la incertidumbre generada por la incapacidad cognitiva de abarcar todos los datos de su propia acción. Es por eso, que las implicaciones de dichas nociones no han sido presentadas recurriendo a textos generales, sino por medio de trazos sucesivos extraídos de farragosos ejemplos. Esas ideas sobre el cuerpo y sus privilegios obviamente implicaban una forma institucional más amplia. Si recordamos lo dicho sobre el reconocimiento de un ámbito específico a la justicia comercial, independientemente de los tribunales competentes, esto suponía admitir, para quienes participaban de la actividad, distintos grados de auto-organización – si se me permite la expresión anacrónica –, cuyo máximo nivel se alcanzaba al dotarlo de un tribunal propio, controlado por los miembros – notables – del cuerpo comercial. Lo cual remite a un simple diagrama morfológico que se repite, aunque conjugado con diversas variantes alternativas: el cuerpo y sus privilegios cristalizaban en la justicia ejercida por los pares, apelable ante un tribunal real.21 Era lo que, más o menos, ocurría en Buenos Aires antes de la creación de la diputación pues, como todos lo admitían, los “del comercio” controlaban el cabildo; no estaba lejos de lo que el Consulado de Lima logró imponer, ni tampoco de lo propuesto por Anzoategui para favorecer a los de Cádiz; de manera que en ambos casos se introducía entre la justicia local del cuerpo y la del tribunal real, un grado intermedio de apelación en los respectivos consulados. Lo mismo aparecería en 1794, con la creación del Consulado de Buenos Aires, como en tantos otros consulados creados en la época por delegación real. Poco importan, de momento, los factores que explican su formación y persistencia. Para comenzar a analizar las elecciones de juez en 1756, cuya interpretación constituye el objetivo de este texto, basta con retener que aquella estilizada matriz institucional organizaba los juegos e interacciones recíprocas de los actores, pues, contribuía a definir lo que se podía ganar o perder. O, dicho de otro modo, definía una 21 Lo cual se articulaba con el papel de los consejos y agentes del rey como tribunal o magistrados. Unauthenticated Download Date | 11/20/16 1:56 AM 90 Zacarías Moutoukias parte del repertorio y jerarquía de las metas pertinentes, así como la de las recompensas o sanciones. Desde el punto de vista del funcionamiento de la corporación, el control de la justicia por una u otra de las coaliciones rivales, constituía una de las más importantes de dichas metas. No tanto por lo que dicho control pudiera significar en el plano del reconocimiento público del honor y la preeminencia; como por las formas específicas de dominio político que confería.22 A su vez, los agentes reproducían esas formas específicas de supremacía política, pues, permitían articular o estabilizar la competencia por recursos económicos, que tomaba la forma de un juego de suma nula. En efecto, la larga contienda entre negociantes de Lima y Buenos Aires por determinados mercados concernía sobre todo a los mercados de bienes, pues la asignación de factores de producción se aseguraba sobre todo por mecanismos políticos; entre los cuales los privilegios y mercedes mencionados, cuya relación con la justicia corporativa era evidente. Entonces, el lenguaje corporativo expresaba competencias por recursos económicos, en particular el control de mercados de bienes. Pero también organizaba tanto las relaciones de poder como los conflictos entre individuos y coaliciones, cuyos vínculos atravesaban el ámbito supuestamente delimitado por el segmento del cuerpo, o dividían a este en grupos rivales. En este contexto – y dada la asociación entre cuerpo y jurisdicción – el control de la justicia aseguraba la supremacía política de una de las coaliciones rivales, fueran estas internas a un solo segmento o constituidas atravesando a más de uno, como sin duda, ocurría entre comerciantes de Lima, Potosí, Buenos Aires o de esta última y Cádiz. En consecuencia, las disputas entre jurisdicciones, como la utilización del fuero militar en el juego descrito, ampliaban los márgenes de libertad de los agentes así como su capacidad de manipulación de las normas implícitas en esos principios. Dicho en otros términos, a partir de una matriz que asociaba corporación y privilegio, la acción de los actores construía un ámbito propio de la justicia comercial y generaba formas de rivalidad y cooperación. Uno de cuyos aspectos era el control de esa misma justicia. 22 Como se sabe, ambos aspectos – honor y control político – eran inseparables. Unauthenticated Download Date | 11/20/16 1:56 AM Las formas complejas de la acción política 91 II. ACTORES, CATEGORÍAS Y REDES SOCIALES La elección del juez diputado del comercio Como se ha dicho, la instauración en Buenos Aires de una magistratura que entendiera en los litigios entre comerciantes fue solicitada, en 1752, al virrey del Perú por el gobernador del Río de la Plata Joseph de Andonaegui, quien sostenía que así se agilizaría la administración de la justicia mercantil. A su vez éste había iniciado el expediente a pedido de cierto número de comerciantes, aunque no está claro si éstos constituían un grupo o facción claramente distinguible. Poco se puede deducir al respecto de la lista de quince destacados comerciantes de Buenos Aires idóneos para ocupar el cargo de juez de comercio, adjunta a la mencionada carta con la cual el gobernador inició el trámite. Contiene algunos de los nombres de quienes serían más tarde acusados por el capitán Quiroga y sus partidarios de actuar por cuenta del Consulado de Lima o de representar su política en Buenos Aires, como Domingo Basavilbaso, Juan de Lezica y el propio juez Larrazabal. Pero en la lista también figuraban algunos de los acusadores, como el propio capitán Bartolomé Jacinto de Quiroga, Manuel de Escalada y otros. ¿Quería esto decir que la acción del gobernador resultó de un acuerdo más o menos concensuado entre comerciantes? Otros indicios estarían mostrando que en realidad no todos compartían esa iniciativa; y la presencia en una misma lista de personas que luego adoptarían posiciones encontradas estaría más bien expresando la facilidad con la cual se recomponían las coaliciones entre individuos. Otra pregunta sin respuesta es si la solución finalmente adoptada por el virrey – que el mismo consulado nombrase, de entre los de aquella lista, a un juez vitalicio que actuaría como su diputado y cuyos fallos eran apelables ante el consulado – realmente obtuvo la adhesión de alguno de los que solicitaron la creación de la nueva magistratura. Está claro que no fue el caso del gobernador ni de su teniente, llegando el primero a afirmar haberse equivocado esa iniciativa, mientras que los comerciantes tuvieron actitudes más dispares. La misma ambigüedad encontramos en el cabildo, que en 1752 solo se quejó de no haber sido consultado, aunque más tarde algunos de sus miembros estarían envueltos en los mencionados conflictos de jurisdicción. Lo que si sabemos es que unos comerciantes apoyaron la acción del juez Larrazabal entre 1753 y 1755, otros se opusieron fuertemente y que entre los unos y los otros había integrantes del cabildo en esos años. Unauthenticated Download Date | 11/20/16 1:56 AM 92 Zacarías Moutoukias Finalmente se resolvió destituir a Larrazabal, producto de las oposiciones de algunos comerciantes y del gobernador y su teniente, así como de los propios dictámenes del Consejo de Indias. Los argumentos contra él eran el exceso de querellas provocadas por su actuación, los cuales se sumaban a las mencionadas objeciones generales a la configuración del cargo: excesiva distancia entre Buenos Aires y Lima que entorpecía los trámites y los inevitables problemas que creaba un cargo vitalicio. Se decidió entonces reemplazarlo por un juez elegido todos los años, aunque se mantenía el consulado como principal vía de recurso. Para ello se organizó un llamado a elecciones el 17 de enero de 1756, en cuyo decreto de convocatoria se contemplaba la constitución de dos colegios de quince electores, uno por los vecinos y otro por los forasteros.23 Hasta ese momento los conflictos parecían reconfigurar constantemente a los antagonistas, o al menos nada indica en la documentación que hasta ese momento se hubiesen cristalizado facciones estables alrededor de estos temas, y aún menos que fuera excluyente la pertenencia a uno de los partidos más o menos temporarios. En cambio, a partir de entonces la acción política iría transformando a las coaliciones movilizadas por la elección en bandos cada vez más exclusivos. El cabildo comenzó a oponerse a los términos de la convocatoria y, tras su acuerdo del 15 de enero de 1756 – dos días antes de las elecciones –, pidió al teniente del gobernador que los comerciantes forasteros no pudiesen participar en ella de ningún modo, o sea ni activa ni pasivamente. Adelantaban para ello dos clases de argumentos: la primera remitía a los estatutos y leyes relativos al funcionamiento del Consulado de Lima y de sus diputaciones, que daban prioridad a los vecinos; aun si, en el caso de Potosí se autorizaba a los forasteros a participar activamente como candidatos, esto se debía a que el número de los primeros era insuficiente. Ya se volverá sobre este sorprendente argumento, constantemente repetido. El segundo tipo de argumentos se refería al perjuicio que la participación de los forasteros ocasionaba a los privilegios de los vecinos. Estos en realidad nunca se especificaban, lo que equivalía a decir que el principal 23 Como se ha dicho, todo esto se encuentra en los legajos ya citados AGI, Charcas 199 y Buenos Aires 42; ver también AGN, Sala IX, 4-1-22; José Torre Revello, La sociedad colonial (Buenos Aires 1970), pp. 106–107, Enrique Barba, Don Pedro de Cevallos, 2a edición, (Madrid 1988), p. 95 y todo el capítulo VI. Unauthenticated Download Date | 11/20/16 1:56 AM Las formas complejas de la acción política 93 privilegio al cual se refieren era el de reservar a los vecinos la administración local de la justicia comercial. Así, junto a aquel escrito dirigido al teniente del gobernador se incluía una nómina de sesenta vecinos aptos a votar y a ser elegidos, acompañado de consideraciones que delimitan vagos criterios de definición de la vecindad: “[...] es cierto que todaz las personas de dha memoria o lista son vesinos y mercaderes de esta ciudad así estantes como avitantez y que tienen casa y manejo [...] especificando los muchos sujetos que en ella se expresan aber obtenido los empleos públicos y onoríficos de esta república [...]“24 Aparentemente, junto a estos dos criterios – “casa y manejo” y cierta forma de notabilidad que incluía el ejercicio de empleos honrosos – la condición de vecino suponía estar casado en la ciudad, según se insistía en toda la documentación citada. Por obvio contraste, se llamaba forasteros “[…] a los Comerciantes naturales de los Reynos de España, que aunque tengan larga residencia en esta Ciudad no se hallan casados en ella […]” Dichos forasteros aceptan los términos de la distinción entre ambas calificaciones – como vimos con la representación del capitán Quiroga donde se refiere a los “vecinos casados” – y en realidad eran quienes más frecuentemente la expresaban. Recientemente se ha estudiado el recurso a la noción de vecino, analizándola como una categoría legal de fuerte contenido social. Flexible y polisémica, dicha categoría sería utilizada por los actores en un contexto de permanente renegociación. De modo que la noción de vecino se aplicaría a aquellas personas cuyos modo de vida y tejido social expresaban tanto una posición social como una voluntad de integración en una comunidad de referencia.25 Sin embargo, la imposibilidad de identificar a “vecinos y forasteros” con grupos distinguibles requerirá volver sobre este punto. De momento retomemos la elección del juez diputado. El cabildo se opuso con fuerza al teniente del gobernador, a quien acusaba de traspasar sus competencias al fijar las condiciones de la convocatoria. Pero, a pesar de ello, este la mantuvo en sus términos originales y el 17 de enero de 1756 los colegios formados a tal efecto eligieron como 24 AGN, Acuerdos del Extinguido Cabildo de Buenos Aires, série III, T. II (en adelante Acuerdos, III–II), p. 5, acuerdo del 26/I/1756. 25 Ver el excelente trabajo de Tamar Herzog, “La vecindad. Entre condición formal y negociación continua. Reflexiones en torno a las categorías sociales y las redes personales”: Anuario del IEHS 15 (Tandil 2000), p. 130. Unauthenticated Download Date | 11/20/16 1:56 AM 94 Zacarías Moutoukias juez diputado del comercio a don Francisco Pérez de Saravia, un antiguo secretario del gobernador Andonaegui, oficial de milicias y destacado comerciante, casado entonces con un peculiar personaje de la ciudad, doña Sabina Sorarte. Lo cual no impidió al cabildo tildarlo de forastero para oponerse a su nominación con un recurso al virrey del Perú, quien dictó un real despacho anulando la elección y llamando a una nueva. Cuando el cabildo recibió la comunicación comenzó un trajín de escritos entre este y el teniente del rey, buscando el primero la rápida ejecución de la orden del virrey mientras el segundo trataba de esquivarla hasta obtener una contra medida de la misma autoridad.26 Entre tanto, también se había formado la coalición que sostenía al electo Pérez de Saravia – manifestándose a través de la comentada representación del capitán Quiroga –, cuya voluntad por acusar a sus adversarios de estar enfeudados al Consulado de Lima, reforzaba la cristalización de las facciones. La intensidad de la desavenencia no debe ocultarnos la evocada noción sobre la cual todos están de acuerdo, tan obvia que nadie necesita formularla: el derecho a reclamar que los comerciantes puedan resolver los litigios producidos por su propia actividad, ante tribunales surgidos de dicha comunidad profesional, cuya constitución forma parte de los estatutos y privilegios del cuerpo. Como vimos, en realidad se trataba más de una disposición natural de las cosas que de un derecho. Aparentemente, tampoco había desacuerdo sobre el contorno de los grupos que se enfrentaban. En particular nadie buscaba definir la condición de vecino y los forasteros no cuestionaban este calificativo ni reclamaban los privilegios de aquellos. Los antagonistas se disputaban sobre la definición de un orden de prioridad entre unos privilegios que se combinaban o coexistían conflictivamente. El conjunto de familias notables cuyos jefes se dedicaban al comercio – y ejercían empleos honrosos – constituía un universo relativamente homogéneo, donde era difícil distinguir las personas por el tipo de negocio o el grado de integración en el segmento dominante de la minúscula sociedad local. Asociar la condición de comerciante a la categoría de vecino o de forastero carecía completamente de contenido social, pero permitía diferenciar redes efectivas de personas que competían por el control de la justicia, expresando dicha distinción en los términos del dispositivo institucional arriba analizado. 26 Acuerdos, III–II (nota 24), pp. 15–21, 121–133 y 139–144. Unauthenticated Download Date | 11/20/16 1:56 AM Las formas complejas de la acción política 95 En esta interpretación hace pensar el hecho que, en sus repetidas tomas de posición sobre este conflicto, el cabildo afirmaba encarnar “a quien principalmente le toca ver, guardar y observar los privilegios de Su Vesindario”,27 pero sin enumerar cual de ellos se veía afectado en la situación creada por el conflicto en curso, fuera de la aspiración general a controlar la administración de la justicia comercial. Es lo que también sugiere la continuación de la disputa. A principios de diciembre del mismo año de 1756, el gobernador Andonaegui recibió a su reemplazante, don Pedro de Cevallos, quien meses más tarde afirmaría haber llegado en medio de “[...] la mayor agitación por los partidos y controversias de ánimo que ha suscitado la ruidosa disputa entre vecinos y forasteros sobre la nueva creación de juez de comercio”.28 Tras los acostumbrados rituales de recepción, Cevallos participó en una sesión del consejo capitular el 16 de diciembre, en el curso de la cual este último afirmó – en respuesta a una pregunta del gobernador – que consideraba inútil la existencia del juez de comercio, cuya reinstalación acababa de aprobar el virrey del Perú. Cevallos adoptaría inmediatamente esa posición, y así aparecían en sucesivas cartas expresiones como “eran suficientes los jueces ordinarios” o “las causas de los comerciantes se trataban y corrían por la jurisdicción ordinaria del Cabildo”.29 A continuación Cevallos realizó las consultas a las diferentes partes, cuyas posiciones resumía de la siguiente manera en la documentación ya citada: “Por la mayor parte se eligió diputado [en Pérez de Saravia] pero los comerciantes vecinos pretendieron que la voz activa debía residir únicamente en ellos, con exclusión absoluta de los comerciantes forasteros”. 27 Acuerdos, III–II (nota 24), p. 122. P. Pastells/F. Mateos, Historia de la Compañía de Jesus, tomo III, 1a parte (Madrid 1949), p. 295. 29 Para la posición del Cabildo ver, Acuerdos, III-II (nota 24), pp. 160–161: „[…] mediante a los disturbios discordiaz y disinsionez de que Se alla informado Estan susedienddo, todo ello Cauzado de la diputasion de Comezrsio que nuebamente Se a Extablesido, por el Cosulado de la Ciudad de los Reyez Aprobada por El ex.mo Se.r Virey de estos Reynos – y pedido Su Ex.a que los Seno.rs de Este Iltre. Cavildo, le informen si Concoviene o no Conviene Al vien de la causa publica el que aia tal diputasion […] dijeron no Conviene de que En esta Ciud. Aia tal diputasion […]”. Cartas de Cevallos del 21 y 22/XII/1756, en AGI, Buenos Aires 42. 28 Unauthenticated Download Date | 11/20/16 1:56 AM 96 Zacarías Moutoukias Mientras estos últimos pretendían que: “[...] el principal ramo del comercio de esta ciudad consiste en las ropas y mercaderías que vienen por la vía de Cádiz a este puerto, y que la mayor parte deste comercio esta al cargo, manejo y consignación de ellos y que por consiguiente no pueden dejar de considerarse interesados y deben tener voz activa y pasiva en la elección de un Juez, en cuyo tribunal el mayor golpe de dependencia es perteneciente a los negocios que ellos manejan”. A pesar de las recomendaciones y pedidos de volver a la situación anterior, la magistratura comercial creada en 1752 permaneció al menos durante el tiempo de vigencia de la avería, pero siguiendo unas incidencias cuyo comentario escapa a los propósitos del presente texto. Como se puede ver, a los derechos de los negociantes se oponía la prioridad de los privilegios de quienes también podían reclamar la vecindad. Pero ¿quiénes eran esos vecinos al mismo tiempo comerciantes? Ya se ha dicho que socialmente no se los puede distinguir de los forasteros, lo cual no quería decir que los calificativos fueran intercambiables, pues designaban agrupamientos políticos crecientemente exclusivos. Sobre los aspectos sociales volveremos en el acápite siguiente, mas antes conviene subrayar las incongruencias en la forma de usar esas calificaciones políticas. El uso de la expresión “casa y manejo” puede hacernos pensar en una red de comerciantes cuyos negocios estaban más fuertemente centrados en Buenos Aires, en oposición a supuestos representantes de negociantes de otras ciudades. Además, quienes se embanderaban como vecinos trataban a los forasteros de transeúntes y por lo mismo poco interesados en el bien de la república. Sin embargo, nadie consideraba de manera literal los términos de esa retórica, ni siquiera los que la enunciaban; además, o sobre todo, consignador y consignatario no correspondían a grupos especializados en dichas funciones, sino a formas alternativas de organizar las operaciones entre los mismos agentes. O, dicho de otro modo, un mismo comerciante desempeñaba ambas funciones y todos tenían “casa y manejo”. En estas circunstancias, el uso de aquellas categorías servía para reservar a un conjunto preciso de jefes de familia el derecho a constituir el colegio electoral creando así una jerarquía interna y un instrumento adicional de control político. En efecto, cuando los llamados vecinos de Buenos Aires mencionaban el papel de sus homólogos de Potosí en la elección del correspondiente juez de comercio, no se referían al vecindario como comunidad – real o imaginaria –, mas remitían a ciertas disposiciones precisas de las ordenanzas. Las cuales Unauthenticated Download Date | 11/20/16 1:56 AM Las formas complejas de la acción política 97 preveían la designación de un colegio por parte de los agentes locales de la monarquía, entre un conjunto bien específico de personas, quienes debían reunir “las calidades que requieren las ordenanzas de Comercio” y cuya posición notable se reconocía y consolidaba con dicha nominación.30 En algunos de sus escritos, Andonaegui y Cevallos mostraban que no se tomaban al pie de la letra el discurso de las facciones, o al menos manifestaban reservas sobre el modo como éstas – en particular los vecinos – calificaban y clasificaban al adversario. Pues, “[…] siendo todos Comerciantes, tienen frecuentes motivos para proceder de mala fe animados solamente del espíritu de facción, y buscando de proposito las ocasiones de perjudicarse no sólo en sus intereses mas también en el credito de sus familias […]” Lo más importante era que expresaban públicamente esa distancia, ante actores que la compartían o la consideraban verosímil. De hecho, eran numerosos los ejemplos de la extrema manipulación de la retórica. Uno de ellos fue la acusación de amancebamiento contra el juez electo Pérez de Saravia, y que acompañaba otros cargos de contrabando y apropiación de bienes ajenos. A su legítima esposa Sabina Sorarte no le fue obviamente difícil probar su condición y retornar el juicio contra quienes lo instruyeron, pero la acusación servía para descalificar su actuación como juez, pues era la de un no-vecino “casado”.31 En realidad, los dos gobernadores consideraban a vecinos y forasteros como parte de un mismo cuerpo, preocupándose por la intensidad de un faccionalismo que, pensaban, ponía en peligro la prosperidad del comercio local y, por lo tanto, el servicio a su majestad. Este último aspecto era fundamental en las relaciones entre, por un lado, las diferentes estructuras formales de la autoridad local – gobernación, cabildo, real hacienda y guarnición militar – y, por el otro, los distintos sectores sociales; vínculos que a su vez articulaban la vida política y la configuración social de la ciudad. Los principales servicios colectivamente ofrecidos al monarca eran las contribuciones en metálico y la participación en las milicias locales. Ambos revestían particular importancia en la época, respondiendo a un mismo problema, las necesi- 30 Carta del Gobernador Cevallos, 18/XII/1756 y „Ordenanza para la errección de Diputado en el Comercio de la Villa Imperíal de Potosí”, AGI, Charcas 199. 31 AGI, Buenos Aires 178, Dictámen del Fiscal, 9/X/1766. Unauthenticated Download Date | 11/20/16 1:56 AM 98 Zacarías Moutoukias dades – desproporcionadas para los modestos recursos económicos de la región – de la movilización militar provocada por la negociación de límites con las posesiones portuguesas, las operaciones de la “Guerra Guaraní” y la ocupación de la Colonia del Sacramento. Respecto del servicio militar ya se ha hecho alguna mención y, evidentemente, lo cumplían vecinos y forasteros; es probable que los segundos fueran proporcionalmente más numerosos y más activos. En cuanto a las contribuciones, como decía Cevallos en 1756 – refiriéndose a los argumentos de los forasteros – “[…] quando se ofrece urgencia en que es menester hacer algún suplemento al real Herario, nunca ha habido esta distinción de vecinos y forasteros […]”. En otros términos, la instalación del juez diputado en 1752 desarticuló los mecanismos por los cuales hasta entonces se dirimían las pujas por la supremacía política, necesaria al buen funcionamiento de los negocios. Esto desencadenó una secuencia de conflictos que desembocaron en un faccionalismo abierto con la nueva elección de 1756. A su vez, este último se expresó en unos términos – oposición entre vecinos y forasteros – que nos devuelven a las conclusiones de la sección anterior: la competencia por el control de la justicia comercial – fuente de supremacía política – nacida de un dispositivo institucional que asociaba cuerpo, privilegio y jurisdicción. La traducción del conflicto político en un idioma corporativo excluía que dichas categorías de vecinos y forasteros remitiesen a algún contenido social preciso. Por un lado, los antagonistas se disputaban por el orden de prioridad de unos privilegios que coexistían conflictivamente y, por el otro, los agentes manipulaban dichas categorías según los requerimientos de la secuencia de situaciones por las cuales esa competencia iba tomando forma. Los vecinos trataban a los forasteros de meros transeúntes, poco interesados en el bienestar de la república; mientras que los segundos afirmaban que del centenar, poco más o menos, de vecinos y comerciantes, sólo unos diez correspondían con los cánones habituales del comercio para participar en la elección del juez. Sin embargo, a la cabeza de ambos bandos se encontraba un reducido núcleo de familias notables, socialmente homólogas, lo cual no significaba que fuesen idénticas por su poder y sus recursos. Facciones, agentes de la monarquía y redes sociales El análisis social de los sectores comprendidos por los bandos mencionados, obviamente requiere un estudio propio, que excedería los lí- Unauthenticated Download Date | 11/20/16 1:56 AM Las formas complejas de la acción política 99 mites del presente. Sin embargo, si se quiere explicar la múltiple articulación de la acción política, no se puede dejar de hacer unas rápidas referencias al tema, por lo esencial basadas en trabajos precedentes. Si confrontamos las mutuas y trilladas acusaciones y las firmas al pie de las peticiones, rápidamente aparecen esos apellidos de familias encumbradas, presentes en ambas facciones, tales como Domingo de Basavilbaso, Antonio Warnes, Francisco Rodríguez de Vida y Juan de Lezica, entre los vecinos, y Manuel de Escalada, Manuel del Arco, Francisco Álvarez Campana y Eugenio Lerdo de Tejada, entre los forasteros. Al lado de estos nombres de linajes bien enraizados, aparecían otros de gente más joven o de presencia más reciente en el gran comercio, aunque algunos destinados a seguir importantes carreras. Como vemos, la aplicación de esas categorías difícilmente podía identificarse con características sociales que expresasen una mayor o menor integración en la comunidad local. No obstante, entre los demás que se reconocían como forasteros, parecía más importante la presencia de hombres nuevos. Lo cual no significaba que sus relaciones con el exterior, en particular con el comercio de Cádiz, fuesen más fuertes, pues dichas relaciones requerían fuertes vínculos locales. Por otra parte, en toda Hispanoamérica era frecuente la formación de facciones socialmente homólogas, pero identificadas una con los pobladores de más asentado abolengo y la otra con aquellos de presencia más reciente en el estrecho círculo de la oligarquía citadina. Los enfrentamientos, en la sucinta aldea que era el Buenos Aires del siglo XVIII, entre beneméritos y confederados, constituía un ejemplo entre muchos. Las observaciones de arriba son bien elocuentes sobre la imposibilidad de explicar la dinámica de los conflictos analizados con las categorías utilizadas por los actores. Estas contienen una descripción de las formas sociales, con las cuales aquellos podían percibir y organizar las actitudes recíprocas. Pero dichas categorías carecían de toda referencia a la matriz de relaciones interpersonales que articulaban la acción de los agentes. Pérez Saravia llegó al Río de la Plata en 1745 acompañando al gobernador José de Andonaegui, de quien fue secretario desde que éste se desempeñaba como inspector en las Islas Canarias. En Buenos Aires conservó por un tiempo dicha función, abandonándola al fracasar las gestiones con las que su protector procuraba conseguirle un estatuto oficialmente reconocido con sueldo asignado. Como vimos, en 1752 se casó con Sabina Sorarte, viuda de Pedro Warnes, un comerciante de ramos legales y clandestinos, e hija de Diego Unauthenticated Download Date | 11/20/16 1:56 AM 100 Zacarías Moutoukias Sorarte, un antiguo oficial de la real hacienda que había tenido brillante actuación en el contrabando entre 1720 y 1740.32 Dueña de una peculiar personalidad, ella misma era una importante empresaria. De modo que este matrimonio significó para Pérez el comienzo de una carrera que acabaría por colocarlo entre los principales mercaderes de la ciudad; gracias, entre otras cosas, a la red de vínculos a la que lo asociaba su esposa. Red que comprendía a personajes como Arcos y Escalada y que lograría movilizar para fines políticos, como la elección de 1756. Por otra parte, durante la misma, los lazos de Pérez Saravia con Andonaegui no eran ajenos a la actitud favorable del teniente del gobernador. Pero esos lazos también le valían enemistades, como las del alcalde de primer voto Antonio Warnes, fiador del gobernador Cevallos y pariente del marido de su esposa Sorarte. Entre los aliados de Pérez Saravia se encontraban otros partidarios de la acción del gobernador Andonaegui y del obispo del Río de la Plata Torre, cuya actitud contraria a los jesuitas lo enfrentaría con Cevallos. Pero no se trataba de grupos de camarillas de seguidores claramente delimitadas, sino de tramas de lealtades cruzadas, que cristalizaban de diferente manera cuando los conflictos se radicalizaban. Para mantenernos en el ejemplo de Pérez Saravia, entre 1760 y 1765 fue nombrado teniente de infantería de las fuerzas organizadas por el gobernador Cevallos, de cuyo favor al principio gozaba. Incluso su participación en la ocupación de Colonia le valió para que aquel lo promoviera a capitán en 1765. Pero entre tanto el conflicto entre el obispo y el gobernador se iba agravando. En 1762 Torre se había opuesto a la reorganización de las milicias y 1765 fue acusado de instigar unos sobrios tumultos de contenido antijesuita que estallaron en Corrientes. Entonces Pérez Saravia sufrió las consecuencias del clímax alcanzado por las tensiones entre obispo y gobernador, y acabó en prisión.33 La descripción de la red de Pérez Saravia muestra que no podemos comprender conflictos como los generados alrededor de la figura del juez diputado de comercio si no reconstruimos los lazos que atravesaban grupos y actores. Sin duda, aquí se ha hecho sólo un uso meta- 32 AGI, Escribanía de Cámara 980A y 980B. Todo lo relativo a Perez de Saravia en AGN, Sala IX, legs. 21-1-9 y 30-8-9; AHN, Consejos 20.386, pza. 26, leg.12, pleitos de La Plata, n° 1; AGI, Buenos Aires 188 y 211; ver también Moutoukias, “Réseaux personnels et autorité coloniale. Les négociants de Buenos Aires au XVIIIe siècle”, (nota 5) pp. 895–896. 33 Unauthenticated Download Date | 11/20/16 1:56 AM Las formas complejas de la acción política 101 fórico de la noción de red social. Una presentación analítica habría cuanto menos exigido detenernos sobre las relaciones entre estructura de las redes ego-centradas y los mecanismos de la mediación política. No obstante, esa descripción permite sostener la idea, según la cual aquellos actores actuaban en el interior de una configuración de relaciones interpersonales, que definían un sistema de posiciones relativas y de interacciones recíprocas, por un lado, y por el otro, suponían la gestión simultánea de diversos mundos normativos. Estos últimos iban, en nuestro caso, desde los objetivos políticos de los agentes de la monarquía y su implementación, hasta los mecanismos domésticos de la lealtad personal y la mediación política, pasando por los dispositivos institucionales descritos en la primera sección. Entonces, aunque somera, la reconstrucción de los lazos entre personas modifica considerablemente nuestra percepción de la acción política y del funcionamiento de las instituciones. Esta manera de explicar difiere de la que habitualmente se practica en los enfoques socioculturales de la política. En estos, se interpretan las actitudes de los actores a partir de modelos heterónomos, propios de la tradición estructuralista. O sea, modelos que suponen una relación directa entre representaciones, comportamientos y orden social. Aún cuando se considera a dichas representaciones como valores o pautas culturales flexibles, que pueden adquirir significados diversos y contradictorios en diferentes contextos de negociación, permanece siempre la noción de una estructura de significados exterior a los actores, cuyo comportamiento se explicaría en términos análogos a la relación entre habla y gramática. Serían los términos de un mundo de agentes sin estrategias ni incertidumbres, actuando conforme a lógicas homogéneas para todos los espacios sociales. Dicho en otros términos, se trata de explicaciones que van de la macroestructura a los microcomportamientos. No parece necesario insistir demasiado en que aquí se ha seguido el camino inverso: se ha partido de los mecanismos por los cuales se articulaban los juegos y las estrategias de los actores – únicamente aprehensibles a través del microanálisis –, cuya acción hace emerger un orden social y configuraciones políticas no contenidas en sus designios y discursos. Hemos visto en la primera sección como un simple dispositivo institucional definía objetivos pertinentes – como el control de la justicia – hacia el cual convergían y se articulaban estrategias diversas: aventajar al comercio de Lima o al de Cádiz, asegurar la primacía política de un grupo de familias definidas como del vecindario Unauthenticated Download Date | 11/20/16 1:56 AM 102 Zacarías Moutoukias o forasteras y el etcétera que se ha ido indicando. Un aspecto central de estas estrategias era la capacidad de los agentes para manipular las pautas de ese dispositivo institucional. Obviamente, los conflictos se percibían y se clasificaban en los términos de una cultura institucional y jurídica, pero esa capacidad de manipulación nos indica que los recursos conceptuales de dicha cultura no permiten prever la dinámica de las configuraciones políticas. Un comentario adicional merece en cambio la descripción del universo relacional de Pérez de Saravia. Los fenómenos señalados – y los que sugieren como mecanismos sociales – se comprenden en la medida en que esas redes constituían, para los miembros de los grupos dominantes, el principal recurso con el cual organizaban sus negocios. O mejor dicho, la propia organización de sus empresas. Paralelamente, esas mismas redes efectivamente conectadas eran el instrumento con el que los representantes de la Corona organizaban cadenas de mando político y militar, indispensables al funcionamiento de las instituciones locales de la Corona. El consenso colonial se alimentaba en la medida en que dichas instituciones locales eran fuente de autoridad y prestigio, que ampliaba la capacidad de los miembros de la oligarquía indiana por construir y movilizar redes y parentelas, las cuales eran cooptadas por los agentes de la monarquía. Este esquema supone la coexistencia de al menos dos universos normativos o – dicho en otros términos – dos ámbitos de justificación y de coordinación de la acción: por un lado, los mecanismos de la lealtad personal, con sus asimetrías domésticas, por el otro, el lenguaje de la jerarquía, el servicio al Rey y la notabilidad que ambos conferían.34 Los dos universos aparecen claramente en las acciones de Pérez de Saravia. Esto no significa que la formación de las facciones de vecinos y forasteros constituyese un subconjunto de las redes que apoyaban y daban cohesión a la actividad de los gobernadores. Sino que la acción se articulaba en una multiplicidad de planos, desde los objetivos locales de la Corona y sus agentes, hasta las formas de competencia de los comerciantes, pasando por la lógica de la fidelidad personal. El análisis de redes sociales permite reconstruir esta diversidad, no porque suponga otra improbable forma de coherencia, sino porque quienes actuaban eran hombres y mujeres vinculados unos con otros. 34 Laurent Thévenot/Luc Botansky, De la Justification. Les économies de la grandeur (Paris 1997). Unauthenticated Download Date | 11/20/16 1:56 AM