Homenaje a Andrés Segovia (1893-1987) Colección dirigida y revisada por: José Luis Ruiz del Puerto 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. Tres piezas características de Francisco Cuenca Nocturno y Toccata de David del Puerto Mi corazón es una guitarra de Rafael Díaz Bordones de la tarde de José García Román Cuerda vibrante de Miguel Ángel Gutiérrez Toccata de Lorenzo Palomo Estudio con luz de Enrique Sanz-Burguete INTRODUCCIÓN A LA EDICIÓN DEDICADA A ANDRÉS SEGOVIA Con la llegada del siglo XX aparece en la escena guitarrística internacional la figura del compositor no guitarrista. Un cambio trascendental para el mundo de la guitarra que le reportará felices consecuencias y sumergirá en un apasionante, creativo y convulso siglo de oro. El compositor no guitarrista, lejos de encerrarse en los conocimientos idiomáticos, creará un repertorio nuevo, libre de “ataduras” técnicas o instrumentales, que la obligarán a asumir nuevos retos. El instrumento estabilizado en su desarrollo, la técnica heredada de los grandes guitarristas del pasado y la forma musical conquistada en todas sus vertientes, se darán la mano definitivamente para fusionarse y evolucionar de forma vertiginosa a lo largo de las primeras décadas del siglo. Hasta finales del siglo XIX la mayor parte de los protagonistas de la historia de la guitarra fueron intérpretes que, a la vez que desarrollaron enormemente la técnica de la guitarra gracias a su gran poderío como instrumentistas, tuvieron la capacidad de expresarse también a través de la composición. Este compositor guitarrista, o viceversa, que dominó prácticamente todas las épocas de la historia del instrumento, tuvo una enorme importancia en su evolución. En el siglo XX, con la ampliación de los propios orígenes creativos de la guitarra abriéndose hacia nuevos enfoques y horizontes no necesariamente instrumentales, la guitarra pudo situarse definitivamente como instrumento culto en el ámbito de la música clásica. En todos estos cambios tan profundos, en esta evolución tan importante para la guitarra, destaca la figura de un protagonista esencial: el Maestro Andrés Segovia. Andrés Segovia, de forma muy inteligente, además de intentar una recuperación de la tan lejana memoria histórica de la literatura para guitarra, se puso como principal norte, alentar a los nuevos compositores, principalmente a aquellos alejados de la escena guitarrística, a componer nuevas obras, obligando a replantearse cuestiones técnicas y provocando un avance importantísimo del instrumento. Él mismo escribe: “Estaba más convencido que nunca de que tenía que liberar la guitarra de tales carceleros, creando un repertorio totalmente abierto, que terminara de una vez con la exclusividad de aquellas joyas heredadas. Pensé ir a Joaquín Turina, a Manuel de Falla y a otros famosos compositores...Yo actuaría como su guía a través del laberinto de la técnica de la guitarra.” Desde su privilegiada situación como primera figura mundial de la guitarra en las primeras décadas del siglo XX, y como auténtico líder de toda una generación, dirigió los destinos estéticos de una época y acuñó una línea interpretativa y creativa propia que le acompañaron en su trayectoria artística a lo largo de toda su vida, pudiéndose hablar hoy día de una forma de interpretar “a la manera de Segovia” o de un “repertorio segoviano”. Su juventud, la pasión por el instrumento, las cualidades técnicas y grandes dotes expresivas y de comunicación con el público que poseía, le convirtieron rápidamente en un artista excepcional, conocido y reconocido en todo el mundo, en un verdadero divo de la guitarra al mismo nivel artístico que otros grandes músicos de su época como Casals, Iturbi o Callas. Representó en los inicios del siglo pasado, la modernidad en la guitarra. Sus inclinaciones estéticas, nunca abrazaron las tendencias compositivas más modernas que con el avance del siglo se iban produciendo. Sin embargo, las obras de estilo neoclásico o nacionalista que lograba incorporar a la guitarra, ofrecían una nueva savia creativa.