SIMPOSIO ÉTICA EN LA APLICACIÓN DE LAS INNOVACIONES

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SIMPOSIO
ÉTICA EN LA APLICACIÓN DE LAS INNOVACIONES
TECNÓLOGICAS. CARDIOLOGÍA Y ONCOLOGÍA
Introducción
Rabino Abraham Skorka
Muchas gracias por haberme invitado a compartir con Uds. en este
momento las diferentes dudas, reflexiones y búsquedas que tenemos
en común; Uds. como profesionales de la medicina, yo como persona
que se dedica a la enseñanza de las fuentes que testimonian la experiencia religiosa del pasado para enriquecer la búsqueda de lo trascendental en el presente. Hay una interrelación muy profunda entre ambas actividades, el desafío de hallar la senda que nos hace más humanos.
Quisiera primeramente definir en forma somera qué es lo que entiendo por Ética, qué es ella en su esencia, más allá de las múltiples
definiciones que se le han dado al término. Dicha definición es el elemento indispensable para el postrer análisis de las aplicaciones de la
misma en el campo propio de la medicina.
Cuando profundizamos en la historia, estudiando las fuentes constitutivas que permitieron el desarrollo de lo que se definió posteriormente como civilización de occidente, la que se gestó en la media luna
de las tierras fértiles, investigando, por ejemplo, la estructura del Código de Hamurabi y seguidamente la Torá, o sea, el Pentateuco; hallamos dos elementos sustanciales: uno la afirmación del credo en un ser
superior, la búsqueda de Dios y, el segundo elemento: la demanda por
parte de ese ser superior de un comportamiento dado, definido por normas que reflejan ciertos valores específicos. Diría, a esta altura del
desarrollo del intelecto humano, que lo mismo se refleja en nuestros
días, los valores que sustentan los comportamientos del hombre se sustentan sobre una fe, ya sea en un ser superior que los impone, ya por
alguna otra razón de credo más que de lógica.
Como seguramente muchos de Uds. recordarán, Jacques Monod,
finaliza ‘El azar y la necesidad’ planteando que la ciencia misma va a
darnos una respuesta a los misterios de nuestra existencia y el ‘buen
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pensar’ –por decirlo de alguna manera– las normas que permitirán
una justa y pacífica convivencia. Lo mismo hallamos en “El Porvenir
de una ilusión” de Freud. Sin embargo, el postrer desarrollo de la historia nos reveló dramáticamente, que la ilusión la tuvo él. Fue la ilusión de que la ciencia per se resolvería todos los problemas éticos. Después de esa euforia positivista, que encegueció a ellos y a muchos más,
vemos hoy, si analizamos objetivamente lo que es la ciencia, que la
misma brinda, en el mejor de los casos, repuestas al cómo de ciertos
tópicos que hacen a la naturaleza y al hombre, el cómo se producen los
fenómenos de la naturaleza. El porqué último, evidentemente, se mantiene más allá de nuestro conocimiento. Llegamos a tener ecuaciones
muy exactas con respecto, por ejemplo, a la gravitación universal, la
dada por Newton, y la mejorada por Einstein, o teorías con respecto a
los patrones de la conducta o el conocimiento del individuo, pero ninguna de ellas dan una respuesta a la causa última de las cosas. Humildemente debe decirse que la ciencia aspira al conocimiento más profundo, pero se contenta con saber cómo es el fenómeno estudiado, definirlo
con ecuaciones lo más rigurosas posibles, relegando al porqué último,
aquello indescifrable que desconocemos.
Más aun, en base a la experiencia de Cantor, el famoso matemático, sabemos que partiendo del sentido común en el momento en que
queremos hacer un salto en el pensamiento y “jugar” con conceptos
tales como el infinito, llegamos a conclusiones paradójicas, como las
que caracterizan a su famosa Teoría de los Conjuntos, en la que demuestra que en conjuntos infinitos la parte puede tener tantos elementos como el todo. Más complejidad aun hallamos al continuar ese
análisis, arribando a los números transfinitos. Cantor terminó sus días
demente en un sanatorio para pacientes con problemas psiquiátricos.
Las malas lenguas dicen que el ‘infinito’ lo perturbó.
Entonces, si el sentido común sólo permite en el mejor de los casos
una descripción exacta de los fenómenos y no alcanza para comprender
la razón última de las cosas ¿qué es lo que nos queda para saber elegir y
comprometernos con valores y principios que sustenten las acciones de
nuestras vidas, y para hallar a ese ser superior al que muchos refieren?
Lo que nos queda es: en lo referente a Dios, buscar y hallar en lo
más profundo de nuestras conciencias, en el magnificente orden de la
naturaleza y en aquello que la ciencia alcanzó a revelar, aquellos indicios e insinuaciones que nos permiten el descubrimiento de la fe. Hay
quienes serán susceptibles al sutil mensaje, otros no lo percibirán de
tal modo.
En lo referente a los valores a elegir para forjar con ellos las acciones
de la vida, al “ethos”, sólo nos queda remitirnos a una actitud de fe.
Algunos dirán que sustentan su conducta en valores y normas revelados
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por Dios, otros, por otras razones, pero tanto los unos como los otros se
hallan desprovistos de todo medio que permite deducir y justificar mediante las reglas y normas de la lógica cual es el comportamiento y la
conducta correcta que debe adoptar el hombre como correcta.
Creemos o no creemos en ciertos valores sobre la base de los cuales
se definen lo correcto o incorrecto, lo justo y lo transgresivo. No hay
laboratorio que pueda llegar a decir, por ejemplo, que algo que nos
resulta totalmente evidente como el asesinar, es malo. Alguien diría:
por el bien de la humanidad, por el bien de todos, resulta evidente que
asesinar es algo malo. Pero ¿qué significa ‘el bien de la humanidad’?
Salgamos de la hipótesis que la humanidad es una casualidad de la
naturaleza, el asesinar o no asesinar daría en tal caso exactamente lo
mismo, pues redundaría en un mero cambio intrascendente dentro del
orden natural.
La actitud que alguien toma con respecto a los comportamientos y
las decisiones en su vida, no puede llegar a ser demostrada como positiva o negativa, en ningún laboratorio. Por lo menos desconozco laboratorio que lo haya demostrado, y en última instancia es una cuestión de fe.
Entonces, tenemos dos elementos que hacen a nuestra fe, por un
lado el credo en Dios, cada uno creerá en Dios a su manera, cada uno lo
concebirá con los elementos que conforman su ser, más aún, desde el
punto de vista judaico cada uno debe buscarlo y hallarlo a través de su
propia experiencia existencial. Pero por otro lado hay algo que sí nos
afecta colectivamente y es, nuestra escala de valores, porque en base a
la misma tenemos que responder con nuestras acciones frente a nosotros mismo y a nuestro prójimo.
¿En qué creemos realmente a nivel de valores para conformar con
ellos la existencia? En la tradición judía, judeocristiana, en gran medida podemos llegar a decir, que se cree en la santidad del individuo. La
vida de cada individuo es única, es, por así decirlo, santa. Cada uno
entenderá el significado de este vocablo de acuerdo a su propia y especial cultura, cosmovisión, experiencia existencial y, esto sí que nos afecta
a todos porque el comportamiento de uno influye en su relación para
con su prójimo.
Hace años el famoso pensador religioso Hans Küng, junto con otros,
propuso un proyecto de constitución de una ética universal. Cada uno
desde su punto de vista, desde su religión, y aquel que desconoce a Dios
o niega su presencia, desde una postura humanista, debiera suscribir
el contrato social primario a nivel humanidad, el que afirma que la
vida de cada individuo es muy cara, es muy especial. O, citando al
Talmud, diría “la sangre de nadie es más roja que la de su prójimo”
(Sanedrín 74, a). En el Talmud aparece una discusión en la que se
analiza el caso en el que “un enemigo llega a rodear una ciudad y dice
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dennos a tal y tal persona que queremos ajusticiarla caso contrario
hemos de ajusticiar a todos”, la respuesta talmúdica es si esa persona
es inocente debemos dejar que todos seamos ajusticiados y no entregarla al opresor, porque ¿quién puede determinar que la sangre de uno
sea más roja que la sangre de su prójimo?”
Es bajo esa cosmovisión, sobre este plafón que podemos abocarnos a
analizar las distintas problemáticas que la Ética antepone, no solamente frente a los avances de la cardiología y la oncología, como en esta
ocasión, sino frente a todos los revolucionarios avances que las distintas
técnicas biológicas y médicas nos están proponiendo día a día.
He leído pensando en esta reunión, un informe dado por la
Defensoría del Pueblo, donde se habla acerca de experimentos que fueron realizados en diferentes lados en nuestra República Argentina,
probando drogas nuevas en oncología sin haberse cumplido los estrictos puntos que la ley determina al respecto, habiendo un estatuto específico y protocolos detallados sobre todos los pasos a seguir en la prueba de tal tipo de drogas.
El no tener un cuidado en la prueba de una nueva droga, desconociendo todos los recaudos que la ley impone, el ver al prójimo como un
caso y no como un hombre, como alguien igual a uno, el caer en la
tentación de pensar que ‘ya que lo estoy manipulando y brindándole
mejor calidad de vida, o la vida misma al rescatarlo en el momento
crítico, soy cual si fuese un Dios para con respecto a él y puedo manipularlo y, tengo el derecho a hacerlo’, implica obrar fuera de esa ética que
muchas religiones y el humanismo pretenden propalar.
El informe aludido refleja sólo una minúscula parte de todo aquello
de lo que he sido informado como miembro de comisiones de bioética de
distintas instituciones.
Este momento de reflexión, pretende servir de clamor a nuestra
dimensión espiritual, a nuestra humildad. En la cosmovisión bíblica
nuestros conocimientos son una gracia que Dios nos ha conferido para
nuestra condición humana. Nos asemejarnos a Él, como dice en el capítulo 8 del libro de los Salmos, somos poco menos que divinos. Una de
las manifestaciones de esa chispa de divinidad que llevamos en nuestra condición humana es nuestro intelecto, la otra es el amor que podemos dispensar como expresión de un profundo y sublime sentimiento,
y que se halla concatenado con las cualidades de humildad y sencillez.
Tal como explicó cierta vez un sabio: en uno de nuestras manos
debemos tener grabada la frase “soy como polvo y cenizas”, como le dijo
Abraham a Dios antes de empezar a discutir con Él acerca de la suerte
de los justos de Sodoma y Gomorra (Génesis 18: 27), y en la otra mano,
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grabar ese versículo del libro de los Salmos “nos has creado poco menos
que divino” (Salmos 8: 6).
La grandeza que se distingue por su humildad y sencillez debiera
ser el númen de todas las acciones. La única cualidad que explicita la
Biblia de Moisés, el más grande entre todos los profetas, es su humildad (Números 12: 3)
Cierta vez le preguntaron al Profeta Miqueas (capítulo 6) ‘¿Qué es
lo que Dios pretende de nosotros?’ o él tomó esa pregunta del pueblo y
la reformuló. Su respuesta fue: ‘hacer justicia, obrar con misericordia y
caminar con humildad junto a Dios’.
Multifacéticos, múltiples, son los puntos que podríamos llegar a
abordar pero nos debemos ajustar a los 20 minutos concedidos. En lo
que resta quisiera referirme brevemente a un tema que seguramente
será de gran discusión y análisis para todos aquellos que se dedican a
la bioética, en un futuro cercano.
Como Uds. seguramente saben, el primer texto sagrado para el
judaísmo es la Biblia Hebraica o Tanaj, en hebreo; el segundo es el
Talmud. En éste se nos relata que hubo sabios que supieron crear seres a partir de distintos elementos de la naturaleza (Sanedrín 65, b),
incluso seres humanos imperfectos, lo que posteriormente se conoció
con una palabra que aparece en el Libro de los Salmos (139: 16), que es
el vocablo “golem”. Guelem en hebreo significa materia prima o materia informe, “golem” es utilizado en la literatura talmúdica para designar, por ejemplo, una jarra que no fue terminada en su formación, por
el alfarero. En el caso de un ser humano, refiere a aquel que no fue
creado de una manera natural, no se formó del cuerpo de la madre sino
en algún tipo de probeta, partiendo de alguna ‘materia prima’. En una
responsa de un sabio del siglo XVII, el Jajam Tzevi (responsa 93), analiza el ‘status’ de un ‘golem’, como el creado por su abuelo, el Rabi Eliahu
de Jelem. La conclusión a la que arriba es que no se lo puede considerar un ser humano.
La leyenda posterior adjudica la autoría del “golem” al Maharal, el
Rabi Löw ben Betzalel de Praga. Un estudio detallado sobre el tema lo
realizó el famoso profesor Gershom Scholem en su trabajo: La idea del
Golem, publicada en “La Cábala Y su simbolismo”. (Dicho sea de paso,
Borges se inspiró en ese escrito de Scholem para escribir su famosa
poesía acerca del Golem).
De acuerdo a cierto relato del Talmud un ser así podía matarse y no
se consideraba un asesinato; en base a dicho relato el Jajam Tzevi sentenció que un golem, un tipo de ‘antropoide artificial’ como traduce el
término el profesor Moshe Idel, no es considerado plenamente humano
y por ende no debe considerarse criminal su destrucción.
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En el presente hay bioeticistas judíos que se preguntan si en un
futuro, tal vez cercano, los logros técnicos alcanzados permitan desarrollar embriones humanos en probetas, clonados con el ADN de alguien que, por ejemplo, sufre un cáncer de grado sumo en el hígado, a
fin de reemplazar al mismo.
Si se pudiere desarrollar una cigota clonada del paciente hasta que
aparezcan las primeras células del hígado y gestar un hígado nuevo,
desechando el resto ¿acaso no sería eso un “golem” de uso permitido
para salvar una vida?
Este es un dramático planteo de una realidad que esta a punto de
enfrentarnos.
El embrión gestado y desarrollado en un aparato ¿es un ser humano o un “golem” un antropoide artificial que podemos usar para nuestras necesidades? La responsa del Jajam Tzevi emerge de la historia,
no ya como una elucubración intelectual sino como dramática postura
en una realidad de desarrollo tecnológico vertiginoso.
El Talmud enseña que sólo le fue concedido a los justos la posibilidad de crear hasta ‘mundos enteros’ si lo quisiesen. De donde se deduce que la creación genuina, el significativo desarrollo tecnológico, es
aquél que viene acompañado con justicia, misericordia y todas aquellas cualidades que caracterizan a un hombre que es definido como
justo. En una realidad de corrupción aun la obra creada por el justo
puede volverse en contra de él, como ocurrió con el famoso “golem de
Praga”. Cuenta la leyenda que el mismo, que debía defender a los judíos de los ataques de aquellos que los hostigaban, terminó eludiendo
el control del rabino y comenzó a cometer destrozos en la ciudad. Sólo
después de mucho esfuerzo el rabino pudo dominar a su criatura..
¿Es ético considerar al embrión clonado como un simple medio para
un noble fin? ¿Se puede colocar en manos de sociedades corruptas la
tecnología del clonado?
Esta es sólo una de las dramáticas tribulaciones con que han de
enfrentarse los bioeticistas en el mañana inmediato. Entonces deberán ser las virtudes del espíritu las que prevalezcan por sobre los intereses espurios. En una sociedad que busca la justicia y equidad, los
avances tecnológicos tendrán un sentido cierto y verdadero: servirán
para mejorar realmente la existencia del individuo. Caso contrario,
servirán a intereses viles que conllevarán a destrucción y muerte.
Quiera Él bendecirlos, ayudarlos en este enorme desafío. Y para
aquellos que no creen: hay una cosa de la cual no podemos prescindir
de ninguna manera y que une tanto a creyentes como a no creyentes:
levantar las banderas, los estandartes de un humanismo de justicia,
de rectitud, de bondad, de misericordia, sin estos elementos la única
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opción que nos queda es considerarnos una casualidad de la naturaleza y en ella, ¿cuál sería el sentido de nuestra existencia?
Dr. Florentino Sanguinetti. Agradecemos al Rabino Skorka su
disertación. Además de Rector del Seminario Rabínico Latinoamericano, él es Dr. en Ciencias Químicas.
A continuación presentamos al Dr. Mario Bruno que disertará sobre el “Rol del Periodismo en la difusión de las investigaciones Clínicas”.
El Dr. Mario Bruno es además de Oncólogo, un experto en los temas de difusión científica, desde hace muchos años tiene dos programas radiales vinculados con la difusión de temas médicos, ha sido Presidente y es actual Vicepresidente de la Sociedad Argentina de Periodismo Médico, además es Director del Curso de Información Médica en
la Universidad Católica Argentina.
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