Mafias carcelarias: cuánto cuesta sobrevivir en el infierno

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Clarín Policiales 62 9/10/2005
INFORME ESPECIAL : COMO ES LA INTERNA EN LAS UNIDADES
FEDERALES Y BONAERENSES
Mafias carcelarias: cuánto cuesta sobrevivir en el infierno
Desde cambiar de pabellón hasta lograr "servicio doméstico" o de "protección", todo
tiene precio. La complicidad de los guardias y el "escalafón" de jerarquías entre presos,
en un sistema aislado y cerrado.
-------------------------------------------------------------------------------Virginia Messi.
[email protected]
Comer, ver a la familia, acostarse con la mujer, esquivar las violaciones, dormir sin
sobresaltos, drogarse, mudarse a un sector tranquilo, poner servicio de tevé por cable,
sobrevivir. En la cárcel todo tiene precio, todo se compra y vende. A veces hay que
pagarle a los penitenciarios, a veces a los presos "pesados"... a veces a ambos.
En los penales (universos cerrados y aislados donde se convive con una realidad
paralela y distinta a la de la calle) el preso debe manejarse según los códigos y pagar de
acuerdo con la tarifa de cada unidad ya sea en pesos, tarjetas telefónicas, raciones de
alimentos, ropa de marca, cocaína, pastillas o convirtiéndose en la "mucama" del sector.
Pasarse de un pabellón problemático a uno "de conducta" (donde es más fácil sumar los
puntos que acercan a las salidas transitorias o la libertad condicional) cuesta entre 500 y
1.500 pesos. En algunos penales se accede al pago en cuotas.
Por 20 pesos semanales una presa puede ocuparse de lavar la ropa de otra. Una "visita
íntima", fuera de registros, llega a cotizarse entre 200 y 300 pesos. La protección de los
líderes de "la ranchada" a un recién llegado se ofrece a unos 300 pesos. Un lugar en un
sector vip puede valer de 3.000 pesos a 10.000.
"Todo depende de la cárcel de que se trate y mucho también del preso, de cuánta plata
tiene", le comentó a Clarín un abogado que tiene a varios de sus clientes en unidades
federales. "Hace poco me enteré de que los presos de un pabellón de Devoto le pagaron
700 pesos al Servicio Penitenciario para que les dejaran poner televisión con cable",
agregó.
"Peculio, así se llama dentro de la cárcel al dinero que los presos dominados le tienen
que pagar al preso que maneja el pabellón", ilustró a Clarín un abogado que
semanalmente visita cárceles federales y bonaerenses.
"Este peculio puede pagarse en tarjetas telefónicas (en las cárceles funcionan como
papel moneda) o en comida. En cárceles como Olmos o Sierra Chica el preso pesado
junta la comida que le dan y se la da a la visita para que la venda afuera", dijo el
abogado.
"El negocio de las tarjetas es así: si afuera de la cárcel cuestan diez pesos, adentro los
guardias la aceptan como pago a 7 pesos. Después cruzan, van a un kiosco cercano y las
revenden a 9. El sistema funciona porque está aceitadísimo", agregó otro penalista
consultado.
Hablar de lo que ocurre dentro de las cárceles provinciales y federales (que alojan a la
mayoría de los presos del país) no es fácil. Para esta nota Clarín realizó casi una docena
de entrevistas y en todas se pidió confidencialidad.
Los ex presos argumentaron miedo a represalias; los abogados penalistas sostuvieron
que, de hablar "en on", perderían sus contactos para hacer "arreglos "; los funcionarios
admitieron la existencia del problema, pero sólo accedieron a brindar datos si no se los
identificaba en el informe. Pese a todo, la información (a través de las fuentes o de
denuncias hechas ante la Justicia por presos) abunda.
Para entender el problema de las mafias carcelarias hay que partir de la base de que
detrás de los muros de cada unidad existe una rígida escala de jerarquías independiente
de la relación preso—guardiacárcel. Los propios detenidos se dividen en castas.
"Está el que somete (el buen pibe) y el sometido (bautizado gato). Esa es la ley del
pabellón. Si hay cuchetas, el "gato" duerme en la de arriba. El "gato" limpia, entrega
parte de su comida, etc", dijo a Clarín una investigadora del sistema carcelario
bonaerense.
"En el medio de esta estructura se ubican los limpieza; hay uno o dos por pabellón y son
nexos entre los presos y el servicio", agregó la investigadora.
"En cada ranchada hay entre 4 y 7 personas. Dos o tres son gatos y el resto pibes
buenos. Los gatos, para recibir protección, hacen de servicio doméstico (lavan la ropa,
etc): la familia del gato tiene que entrar cigarrillos, tarjetas de teléfono, ropa de marca.
Esto se puede canjear por drogas. También les dicen pagaprote", contó a Clarín un ex
preso que estuvo en cárceles del SPF.
Los guardias pueden estar o no afuera de los negocios. Uno de los métodos detectados
en las cárceles se conoce como "luquear": entre los guardias y los presos se pasan el
dato sobre qué interno tiene dinero y comienza un círculo de extorsión: dinero a cambio
de protección", graficó otra fuente consultada.
De este tipo fue una denuncia que, a fines de 2004, llegó al ministro de Justicia de la
Nación. Involucraba a dos jefes de planta de Devoto que ofrecían cambios de pabellón
por 1.000 pesos de base y 50 más mensuales.
Quienes conocen los penales federales aseguran que, con una discreta cantidad de
tarjetas telefónicas de 10 pesos, se compran "zonas liberadas" donde los fuertes saquean
a los débiles.
En el Servicio Penitenciario bonaerense los rumores incluyen hasta favores sexuales de
los familiares de presos que necesitan protección. "Traé a tu hermana", es una de las
formas más crueles de esta extorsión.
La opinión de las autoridades
Fernando Díaz es abogado y trabajó 15 años en el Servicio Penitenciario Federal, tres de
ellos en una cárcel conflictiva: la Unidad 2 de Devoto. Ahora es jefe del Servicio
Penitenciario Bonaerense.
Díaz no se asombra del tarifario carcelario. "A mediados del año pasado recibimos un
reclamo de familiares de un preso de Olmos. Otros internos les exigían tarjetas
telefónicas y ropa para no lastimarlo", dijo el funcionario.
"Se cortó lo que ocurría pero fue imposible iniciar una causa porque el damnificado no
lo quiso denunciar oficialmente... cuestión de códigos", agregó Díaz para quien un
problema concreto a resolver es el de los "limpieza", especie de presos/"mediadores
designados" entre la gente de un pabellón y los penitenciarios.
"Esta modalidad comenzó a fines de los 90 cuando el problema de la superpoblación se
volvió grave. Como los guardias no alcanzaban se nombró presos como nexos. Hoy
ellos manejan los pabellones. Estamos tratando de desarmarlo, pero es difícil", admitió.
Clarín quiso hablar también con autoridades del Ministerio de Justicia de la Nación —
manejan las cárceles federales— pero aclararon que preferían no hacer declaraciones.
1.500
pesos. Es el importe máximo para pasar de un pabellón problemático a uno "de
conducta", donde es más fácil sumar puntos para salidas transitorias.
10.000
pesos puede costar la reserva de un lugar en un sector VIP. La tarifa comienza en los
3.000 pesos y crece según la cárcel que sea y la cantidad de dinero que tenga el preso.
Mala vida
Eduardo Parise
[email protected]
Los que están a favor de la pena de muerte suelen clamar por el bíblico y conocido ojo
por ojo y diente por diente. Es decir: si uno mató a alguien, debe pagar con su vida. Y
creen que una condena a 25 o 30 años de cárcel es algo beneficioso para el condenado.
Nada más lejos de la realidad. Las cárceles deben ser instrumento de reeducación y
servir para que el reo se reinserte en la sociedad, como establece la Constitución. Pero la
práctica demuestra que el resultado no se acerca a ese objetivo. Hacinados, con
condiciones de higiene muchas veces lamentables y soportando lo peor de lo peor, los
presos sufren lo indecible. Y si pueden, pagan para evitarlo. En una cárcel, 24 horas son
mucho más que un día.
200
pesos es el arranque de la escala (puede llegar hasta los 300 pesos) que se debe pagar
para tener una visita íntima que esté fuera de los registros
INFORME ESPECIAL : DENUNCIAS QUE LLEGARON HASTA LA CORTE
SUPREMA
Una tragedia de la época en que se pagaba en australes
-------------------------------------------------------------------------------En la tarde del 5 de mayo de 1990 un incendio destruyó el pabellón 7 de la cárcel de
Olmos: murieron 35 presos. Los familiares de tres de ellos reclamaron una
indemnización al Estado y en octubre de 1995 la Corte Suprema de Justicia de la
Nación se las concedió.
Pero el fallo fue más allá de lo ocurrido. Rescató testimonios sobre todo tipo de pagos
dentro del penal. Estos datos demuestran la permanencia de las "mafias carcelarias" que
hace ya 15 años hacían los mismos negocios que hoy siguen siendo moneda corriente en
las cárceles.
En ese expediente, un cabo del SPB "denunció graves anomalías en el régimen de
visitas —condicionado a la entrega dinero— y la utilización de los internos para
trabajos en viviendas particulares de los funcionarios y maniobras con la provisión de
elementos".
La resolución de la Corte resume la declaración de un preso que habla de la "compra de
pabellones"; es decir: "la posibilidad de obtener mediante el pago de un suma al
personal (entre 500 y 600 dólares) el pase a pabellones de la llamada 'gente buena'".
El mismo preso agrega: "Mediante el pago de 30.000 australes (la moneda de entonces;
unos 30 pesos de hoy) se permitía a los internos tener relaciones sexuales con la esposa
o pareja en una sala de la escuela vecina a la iglesia" y remata: "También se puede
comprar lo necesario para una conmutación. Ahí adentro todo es negociable".
En la causa incluso se adjuntó la carta de un interno (la aportó su hermana) donde le
pedía "una zapatilla Nº 42 , Adidas o Topper, para un oficial con el que tuve problemas"
y así evitar castigos.
Los testimonios sobre corrupción fueron muchos y algunos tuvieron resultado
dramático: Oscar Díaz Bonora, un interno que declaró contra los penitenciarios, tuvo
que ser trasladado varias veces de penal; finalmente lo mataron a puñaladas en la cárcel
de Devoto el 13 de abril de 1993.
Denuncias
Son pocas las denuncias que llegan a Tribunales y menos las que progresan. En 2000 la
madre de un preso muerto en Olmos denunció en la UFI 8 de La Plata que le habían
pedido un pago de 1.000 pesos para pasar al joven de la planta principal al hospital de la
unidad. En 2003 un preso fugado de la cárcel de Gorina se presentó a la Justicia y habló
de pagos para lograr buenos informes criminológicos.
INFORME ESPECIAL
El VIP: un lugar para Very Important Presos
-------------------------------------------------------------------------------En la mayoría de los penales, ya sean provinciales o federales, existe un sector donde
los presos la pasan mejor: está más limpio, la seguridad es más relajada y tiene
comodidades como heladera, cocina y televisor.
Uno de los VIP's más tradicionales es el de la Unidad 2 de Devoto, que depende del
Servicio Penitenciario Federal. El sector está en un área cercana a la puerta principal, en
un edificio independiente de los de la población general.
Además el VIP de la U2 se divide en tres pabellones: el 49, el 49 bis y el 50. De
acuerdo a la descripción hecha por diversas fuentes consultadas por Clarín el 50 cuenta
con un jardincito con parrilla mientras que el 49 ofrece un altillo que se usa en las
"visitas íntimas".
"En realidad, formalmente, ahora hay un sólo 49 porque cuando Gustavo Beliz era
ministro de Justicia le pareció que 49 'bis' sonaba mucho a 49 'vip' y los unió", dijeron a
Clarín fuentes penitenciarias.
Por los distintos VIP's de Devoto pasaron desde Héctor "Bambino" Veira, hasta el
barrabrava José Barritta ("El Abuelo") o el juez de Instrucción Remigio González
Moreno. Actualmente a este sector suelen acceder narcos o contrabandistas. En otras
palabras: presos que pueden disponer de efectivo.
Como es lógico no cualquiera llega a VIP. Se necesita tener cierto peso específico
(poder, dinero, fama) o acreditar ante la Justicia que se corre peligro en otros sectores de
la cárcel. Hasta hace poco allí estaban alojados los miembros de una banda detenida por
robar combustible.
Según fuentes carcelarias consultadas por Clarín el pase al VIP de Devoto puede costar
entre 3.000 y 10.000 pesos al año "y el pago es anual y debe hacerse por adelantado".
Eso, sólo garantiza la plaza. Otros privilegios se pagarían aparte y afuera del penal a
través de los familiares del interno.
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