De tierras de Quevedo salió con su maleta de cartón

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“Looking for Paradise”
De tierras de Quevedo salió, con su maleta de cartón, buscando mejor fortuna.
Llena llevaba la maleta de esperanzas e ilusiones, además de un trozo de pan,
un poco de queso, y una muda. En el tren le esperaba un viaje de muchas
horas. El corazón se le rompió cuando se despidió de sus padres, hermanos,
amigos y de aquella tierra que hasta ese momento era su hogar
Empezaba a terminar la noche, cuando el tren arrancó bruscamente y se puso
en marcha. Las monstruosas sombras de la noche fueron disipándose mientras
el tren se deslizaba lentamente traqueteando por las remendadas vías, el sol
se despertaba y comenzaba a calentar la tierra que tanto quería. Los arbustos
que por la noche parecían monstruos amenazadores se convertían en lo que
verdaderamente eran, arbustos castigados por el sol y casi secos.
No echaría de menos el hambre ni la miseria que se iban alejando poco a
poco, cuando el tren arrancó.
A lo lejos vio la última casa de su pueblo, era la mas grande, todos admiraban
sus comodidades (tenía letrina dentro de la casa), en las demás, las
necesidades se hacían en el corral de los cerdos.
Él hasta el día anterior había trabajado para el dueño de esa casa, bueno en
realidad los doscientos setenta y ocho habitantes del pueblo, incluidos los niños
y el tonto del pueblo, trabajaban para el dueño de esa casa.
Como la noche anterior, apenas había dormido por los nervios del viaje,
después de unas horas de ir mirando por la ventanilla y ver el mismo paisaje y
los mismos arbustos desperdigados, decidió dormir un poco,
se acurrucó en
el asiento de madera, se cubrió con la boina los ojos y se quedó dormido.
Se despertó porque ya estaba aburrido de dormir, era la hora de comer, la
mañana la había pasado entre sueños, soñaba mientras dormía, y soñaba,
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“Looking for Paradise”
estando despierto. Soñaba con la nueva vida que le esperaba, tenía sueños
con la mujer que deseaba.
El traqueteo del tren lo mecía en el asiento de madera, interrumpido de vez en
cuando al detenerse en las estaciones, las pausas no eran muy largas, lo
suficiente para que subiera o bajara alguna persona.
Tenía calor, era la hora en que mas calentaba el sol, por lo que decidió que
era un buen momento para comer algo. El queso que llevaba desprendía un
fuerte olor y para no molestar al resto de pasajeros, decidió ir a la plataforma,
abrir la puerta, sentarse en la escalera y comer mientras le daba el aire.
El sol entraba por la otra puerta con tanta intensidad que llegaba a proyectar su
sombra en la vía, ondulándose y cambiando de volumen según las
irregularidades del terreno. Entre bocado de queso y bocado pan, se entretenía
observando el movimiento de su sombra. Cuando estaba apurando el último
bocado, otra sombra entró en escena, llegó silenciosa, de perfil, como si no
hubiese nadie mas en la plataforma, se puso de espaldas, luego giró, miró en
todas direcciones y finalmente se agachó detrás de él.
-
Revisor, me enseña el billete.
Después de taladrar el billete, el revisor le dijo que era peligroso ir en la
plataforma con la puerta abierta, pero hacía mucho calor y no le hizo caso. Se
pasó las horas entrando en el vagón y volviendo a la plataforma para abrir la
puerta y que le diera el aire. En las estaciones de las capitales, donde la
parada era mas larga, aprovechaba para bajar a beber un poco de agua o a
estirar las piernas.
Ese día estaba siendo especial y espectacular, se sentía como si estuviese en
el cine que hacían para la fiesta mayor de verano, donde la ventanilla era una
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“Looking for Paradise”
pantalla en la que se sucedían imágenes de paisajes y lugares desconocidos
de los que, hasta ese día, solo había oído hablar de ellos o había visto alguno
en el Nodo que se proyectaba, en blanco y negro, en la pared del Ayuntamiento
de su pueblo. Cuando abría la puerta del vagón, sentía que lo que veía era real
que existía, que no era una imagen del noticiario oficial.
Lo que más le impresionó fue la visión del mar, le habían explicado como era,
lo había visto en el noticiario del régimen, pero observarlo realmente era
impresionante. Las nubes se habían ausentado esa tarde y mirando al fondo,
tenía la sensación que el azul del cielo se vertía en el mar e iba llegando a la
costa poco a poco, en grupos de olas que se mezclaban con la fina arena y se
evaporaban en la playa en un manto de espuma.
Estaba llegando al final de su viaje, el tren circulaba entre túneles y cortes que
le habían hecho a los acantilados de la vieja montaña. Él estaba en la
plataforma con la puerta abierta, sintiéndose abrazado por el mar y por la
humedad, impregnada de su olor, que se mezclaba con el fresco aroma de los
pinos que con los años se habían abierto paso hasta alcanzar los bordes de
los acantilados y de las turquesas playas.
Mas adelante la oscuridad se adueñó del paisaje, dejando atrás los acantilados
para avanzar por un gran valle rodeado de montañas. En ellas se divisaban
grupos de luces, eran las de los pueblos que con los años habían nacido y
crecido junto a las tierras fértiles que regaba el río en el camino que había
elegido para unirse al mar. Al fondo se divisaba la larga luz de un faro que salía
desde la mitad de una montaña para volver a ocultarse tras ella.
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“Looking for Paradise”
Los pasajeros comenzaron a preparar su equipaje, mientras el tren rodeaba la
montaña, dejando el faro a la derecha, para dar paso a una gran ciudad que
apareció resplandeciente en la noche que comenzaba.
La noche había empezado cuando terminaba su viaje. Había llegado a la tierra
prometida, al lugar donde nunca más volvería a pasar hambre, donde podría
trabajar en una fábrica, cobrar un salario y vivir donde quisiera, había llegado al
paraíso.
FIN.
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