TEXTO 1. EL CACIQUISMO Página TEXTO 2. LA BOHEMIA FINISECULAR Genéticamente, la actitud bohemia era una actitud de inadaptación social y protesta romántica e individualista contra el capitalismo y la clase burguesa. El sistema de valores bohemio (arte, belleza, independencia, libertad, rebeldía) se oponía al código moral de la clase dominante. La actitud de rebelión y protesta del bohemio se alza contra la mediocridad y vulgaridad de la sociedad burguesa, contra la cual sólo cabe la enajenación voluntaria a través del ajenjo, la droga, el burdel o el narcótico del arte. Frente a la uniformidad social, la protesta individualista del artista bohemio se expresa como fuente de liberación de su lucidez desesperada. Rimbaud o Verlaine ejemplifican esa voluntaria condición de artistas malditos, de escritores decadentistas situados en los límites extremos de la marginalidad social. 1 A todos los niveles el poder real está en las manos de una red paralela de poderosos, los llamados caciques. En primer lugar el cacique es el hombre influyente en el sentido local de la palabra; a veces propietario, sobre todo en las regiones latifundistas, y a menudo personaje más modesto, administrador de una finca, político de pueblo o incluso sacerdote. El cacique dispone de una clientela tanto más dependiente cuanto que él puede asegurarle trabajo en un país donde la mano de obra disponible, y a menudo errante, sigue siendo muy abundante y donde la contratación se realiza a diario. Los alcaldes y los jueces dependen de él, y la red de relaciones que ha constituido le permite proporcionar múltiples servicios. Por lo tanto, es él quien hace la elección y contribuye a designar el diputado. Claro está que su red de relaciones se extiende más allá del pueblo o del barrio. Desde el cacique local hasta el oligarca omnipotente o prohombre, que dispone de influencia hasta en el gobierno, se establece una jerarquía de poder en la cual, las más de las veces, el gobierno civil sólo es una rueda del engranaje, un simple intermediario en la negociación política. A todos los niveles los funcionarios no son más que los servidores, los dependientes de este poder permanente y de la clase política que lo representa. Pero el tumo también se realiza a su costa o en su provecho. Los que debido al cambio político pierden su plaza, los cesantes, esperan pacientemente que las próximas elecciones vuelvan a situar a su partido en el gobierno; entonces recuperan sus destinos y remuneraciones. [...] Pero la masa de la población, ¿cómo puede tomarse en serio una comedia como ésta? A decir verdad, no le concede ninguna importancia. La abstención, muy importante, es un signo revelador de esta indiferencia en relación al juego político. A finales del siglo adquiere tales proporciones que, en 1907, el gobierno decide suprimir la formalidad de la elección en caso de candidatura única. Sin duda, esta modificación del artículo 29 de la ley electoral tiene una finalidad moralizante. Se trata de evitar el fraude, que es el único que puede llenar las urnas en ausencia de lucha política, incluso formal. Pero es muy difícil no ver en ello la confesión del fracaso de todo un sistema. En el caso planteado por el artículo 29 la elección se reduce a las negociaciones preliminares entre caciques. Cuando se ha cerrado el pacto el futuro diputado ya está designado. Los otros candidatos se retiran. El voto se convierte en un acto inútil. [E. Témine, A. Broder, G. Chastagnaret: Historia de la España contemporánea] 2 Página La desafiante actitud antiburguesa del artista bohemio se fundamenta en su odio a la burocratización de la vida, a la uniformidad social y a la mercantilización del arte. [...] La verdadera bohemia no es una forma de vida, forzosa en la mayoría y caracterizada por una extrema penuria, sino una manera de ser artista, una condición espiritual sellada por el aristocratismo de la inteligencia. La vida bohemia se asume porque para el artista bohemio no hay arte sin dolor, o como decía Baudelaire, arte equivale a malheur. La verdadera bohemia se vive, por tanto, como experiencia de libertad en el seno de una sociedad voluntariamente marginal, en donde el tiempo no es oro, sino ocio artístico, alcohol, búsqueda de paraísos artificiales, de alucinaciones mágicas, de belleza y falso azul nocturno. Esa actitud provocadoramente antiburguesa del escritor bohemio le conduce a una pose de anarquista literario, o una condición de maldito que se relaciona con los marginados sociales (homosexuales, prostitutas, delincuentes), a experimentar el placer de demoler ideas y valores establecidos por medio de boutades con el objeto expreso de épater le bourgeois. En España, la protesta bohemia se dirige contra la sociedad de la Restauración, contra el canovismo político, la oligarquía, el caciquismo, la corrupción social y el realismo artístico dominante. La actitud bohemia de épater le bourgeois es compañera en la literatura española de la poesía simbolista y decadentista, del impresionismo francés, del nihilismo ruso y del modernismo hispanoamericano. La bohemia literaria española finisecular es una fenómeno tardío e importado directa-mente del Barrio Latino parisiense. [...] El lenguaje cumple para el bohemio la función de dinamitar los puentes ideológicos y morales que le separan de la burguesía y de su sistema de valores (familia, propiedad, orden, sexo, religión). La concepción anarquista de la palabra como dinamita cerebral es compartida por los escritores bohemios, desarrollándose un culto formal al tremendismo expresivo y a la truculencia verbal. Una confianza ingenua en el poder de la literatura y el arte como instrumentos de transformación social era defendida por Ernesto Bark en nombre de la cofradía bohemia [...]. Era una jerga en donde se daban cita la paradoja, la ironía acida y corrosiva, la boutade y un modo apocalíptico de decir. Lenguaje con clave para uso de una sociedad bohemia que elevaba así un culto permanente a la inteligencia y a la imaginación, porque realmente el lenguaje bohemio era un argot inteligente y libre que resultaba ininteligible para quienes desconocían su código expresivo. El histrionismo de la actitud bohemia era compañero de la literaturización de la vida, norma artística de todo escritor bohemio. [...] La bohemia literaria española, cuya geografía física coincidía con los bajos fondos madrileños, cultivó un argot golfo cuajado de expresiones brillantes, originales y provocativas. El lenguaje bohemio, en tanto lenguaje artístico, se manifestaba como vehículo de liberación de frustraciones e impotencias colectivas que los artistas bohemios sublimaban a base de pirotecnia verbal y agresividad expresiva. La acentuación del sentido violento del lenguaje era producto del placer bohemio por convertir su lenguaje en sucesión de bombes esthétiques [...]. Los escritores bohemios, aristócratas del arte, románticos rebeldes, individualistas anarquizantes, imponen el gusto modernista y la concepción del arte por el arte. Despreciando tanto el gusto burgués como el proletario, atacan la valoración social del arte que defienden los críticos literarios anarquistas (Federico Urales) o socialistas (Verdes-Montenegro). Para ellos bohemia es sinónimo de modernismo artístico, de simbolismo poético, de decadentismo literario. [Manuel Aznar Soler: Bohemia y burguesía en la literatura finisecular]