Olympe de Gouges y los Derechos de las Mujeres

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Olympe de Gouges y los Derechos de las
Mujeres
Por Eloísa A. González Reyes
La mujer y el mal
Es innegable el ignominioso papel que las diferentes culturas y sociedades patriarcales le
han asignado a la mujer, en primer lugar, como “encarnación del mal” y en segundo lugar,
como una persona incapaz de llegar a una mayoría de edad.
Los siguientes pensamientos extraídos de textos de grandes teólogos y filósofos que
han sido considerados como grandes eruditos nos brindan una muestra de ello:
“La mujer debe adorar al hombre como a un dios. Cada mañana debe arrodillarse,
nueve veces consecutivas, a los pies del marido y, con los brazos cruzados,
preguntarle: Señor, qué deseáis que haga?” Zaratustra (filósofo persa, siglo VII a.C.)
“Los hombres son superiores a las mujeres porque Alá les otorgó la primacía sobre
ellas. Por tanto, dio a los varones el doble de lo que dio a las mujeres. Los maridos
que sufrieran desobediencia de sus mujeres pueden castigarlas: abandonarlas en sus
lechos, e incluso golpearlas. No se legó al hombre mayor calamidad que la mujer."
El Corán (libro sagrado de los musulmanes, siglo VI)
“Aunque la conducta del marido sea censurable, aunque éste se dé a otros amores, la
mujer virtuosa debe reverenciarlo como a un dios. Durante la infancia, una mujer
debe depender de su padre, al casarse de su marido, si éste muere, de sus hijos y si no
los tuviera, de su soberano. Una mujer nunca debe gobernarse a sí misma." Leyes de
Manú (Libro Sagrado de la India)
“Hay un principio bueno que creó el orden, la luz, y el hombre; y un principio malo
que creó el caos, la oscuridad y la mujer” Pitágoras (filósofo griego, siglo VI a. C)
“La naturaleza sólo hace mujeres cuando no puede hacer hombres. La mujer es, por
tanto, un hombre inferior.” “La mujer es, por naturaleza, inferior al hombre. Debe
pues obedecer”. Aristóteles (filósofo, guía intelectual y preceptor griego de
Alejandro el Grande, siglo IV a.C.)
“Las mujeres son imperfectas por naturaleza; son varones mal concebidos”. Santo
Tomás de Aquino (teólogo católico del siglo XIII)
1
“Es preferible un hombre malo que una mujer buena. La mujer es toda malicia, ella
cubre al hombre de oprobio y vergüenza”. Eclesiástico, LXII-14.
“Cuando un hombre fuera reprendido en público por una mujer, tiene derecho a
golpearla con el puño, el pié y romperle la nariz para que así, desfigurada, no se deje
ver, avergonzada de su faz. Y le está bien merecido, por dirigirse al hombre con
maldad y lenguaje osado." Le Ménagier de Paris (Tratado de conducta moral y
costumbres de Francia, siglo XIV)
“Los niños, los idiotas, los lunáticos y las mujeres no pueden y no tienen capacidad
para efectuar negocios.” Enrique VIII (rey de Inglaterra, jefe de la Iglesia Anglicana,
siglo XVI)
"Que las mujeres estén calladas en las iglesias, porque no les es permitido hablar. Si
quisieran ser instruidas sobre algún punto, pregunten en casa a sus maridos.” “El
peor adorno que una mujer puede querer usar es ser sabia.” Lutero (teólogo alemán,
reformador protestante, siglo XVI)
Las frases anteriores nos muestran cómo la religión margina a la mujer frente al
hombre y promueve su sumisión al no aceptar ni la capacidad ni la inteligencia femeninas.
Además, por su supuesta maldad las mujeres se verán constantemente sometidas a la
“prudente” autoridad de un hombre (ya sea esposo, padre, hijo, hermano, soberano, etc.,) el
cual velará así por la “seguridad” de la sociedad, pues es necesario tener argumentos para
seguir oprimiendo a las mujeres. En este sentido, la connotada especialista en estudios de
género Graciela Hierro expresa:
“En el mito y en la imaginación cotidiana las mujeres han estado unidas al mal como
forma esencial de ser. En la mitología de diversas tradiciones que se refieren al
inicio del mal en el mundo humano, la mujer tiene una misión protagónica y la
imaginación cotidiana la simboliza como “culpable” de la maldad inicial”1
Sin embargo, es notable la lucha que muchas mujeres han emprendido a lo largo de
la historia por sustraerse a la autoridad de los patriarcados que tratan de seguir
legitimándose señalando su maldad y la necesidad de su sometimiento a una autoridad
superior, para emprender una férrea contienda por la recuperación de sus derechos, aún a
pesar de haber sido duramente reprimidas, ultrajadas e incluso inmoladas Así encontramos
el caso de feministas que tratan de reivindicar a la mujer y abogan por sus derechos, como
1
Hierro, Graciela. “La mujer y el mal”, en Varios Dilemas morales de la sociedad contemporánea 1. México,
Torres y Asociados, 1995, p. 42
2
el caso de Olympe de Gouges una gran luchadora de las libertades y derechos de la mujer
que ha sido injustamente relegada y a la que ahora recordaremos.
Olympe de Gouges
En el año 1748 nació Olympe de Gouges una de las grandes hijas de la Ilustración
francesa. Como ilustrada, defendía una libertad radical, sin embargo, se percató de que en
toda la tradición ilustrada, existía un vacío referente a las libertades de la mujer. Se
preguntaba: ¿Podía ser la mujer igual de libre que el hombre? Si así era, ¿qué debía hacer
para ser igual de libre que el hombre, desde un punto de vista racional?
Estas preguntas se encuentran en la base de su pensamiento. Y en un ímpetu que
precedería a la forma y concepción de los actuales Derechos Humanos, elabora, en 1791, la
Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana, dos años después de la
Revolución Francesa. En ellos, da razones y soluciones racionales, sociales, políticas por
las que se podrá alcanzar la que consideraba la verdadera igualdad entre los seres humanos:
ausencia de discriminación por pertenencia a un género.
Sus trabajos fueron profundamente feministas y revolucionarios. Defendió la
igualdad entre el hombre y la mujer en todos los aspectos de la vida pública y privada.
Fundó varias sociedades fraternas para ambos sexos, además de realizar planteamientos
sobre la supresión del matrimonio y la instauración del divorcio. También fue precursora de
la protección de la infancia y de los desfavorecidos.
Al día siguiente de la aprobación de la Declaración de los Derechos del Hombre y
del Ciudadano, tuvo lugar en Francia la confirmación de la Ley Sálica, que desde tiempos
antiguos excluía a las mujeres de la sucesión al trono, y que para efectos de ese momento,
consagró la prohibición de acceder a la propiedad de tierras. Tampoco se incluyó el derecho
a voto de las mujeres, al margen de su condición o de sus rentas.
Esa Declaración de 1789 se erigió como la puerta para reafirmar la soberanía y el
poder masculino, y el desprecio misógino hacia las mujeres, que una vez más quedaron
invisibles.
3
Ante este estado de cosas, la voz firme de Olympe de Gouges se alzó para defender
los derechos de sus congéneres, y lo hizo plenamente convencida de que la razón y la
justicia estaban de su parte:
“La libertad y la justicia consisten en devolver todo lo que pertenece al otro; así, el
ejercicio de los derechos naturales de la mujer no tiene más límite que la tiranía que
el hombre le opone; estos límites deben ser reformados por las leyes de la naturaleza
y la razón”2.
Y más adelante expresa: “La mujer nace libre y permanece igual al hombre en
derechos”3.
Este enunciado, que encabeza el texto redactado por Olympe en 1791 y resume, en
gran medida, las nacientes ideas y luchas de las mujeres durante la Revolución de 1789. Es
una réplica del primer enunciado de la Carta de 1789 que consagra los principios de
igualdad de todos los varones y sus derechos políticos. Sin embargo, rechazada y
calumniada, su osadía de criticar abiertamente la Declaración de los derechos del hombre y
el ciudadano, tiempo después, la llevó irremediablemente a la guillotina en 1793.
Los derechos de las mujeres en nuestro siglo
Después de la Declaración de Olympe, toda una serie de escritos y documentos
crean sensibilidad y empieza a surgir un movimiento en donde las mujeres reafirman sus
derechos y los hacen valer e incrementar.
El socialista francés Charles Fourier emplea por primera vez la palabra
"emancipación de la mujer" y argumenta abiertamente en favor de la igualdad de genero
entre hombres y mujeres; el filósofo inglés John Stuar Mill, en su obra Sujeción de las
mujeres, publicada en 1869, pide igualdad de retribución en el trabajo, acceso a todas las
enseñanzas e igualdad jurídica y política.
En la actualidad, algunas mujeres ya gozan de mayores derechos, pero todavía falta
mucho por hacer, ya que sin diferencia de raza, religión, cultura, situación
2
Gauges, Olympe de. Artículo IV de la Declaración de los derechos de la mujer y la ciudadana,
http://www.estrellacardonagamio.com/
3
Ibidem, Artículo I
4
económica, social o política, todavía miles de ellas viven en el maltrato y el
menosprecio.
Esto es más notorio en Latinoamérica. Estudios realizados, por diferentes
instituciones, permiten valorar los porcentajes de mujeres en edad adulta que han sido
víctimas de asaltos maltrato o abusos por el esposo o compañero, y las cifras no son
nada halagüeñas. Por ejemplo, en la Ciudad de México el porcentaje de violencia
contra la mujer es del 34%; en Santiago de Chile es 26%; mientras en la capital de
Bolivia es 60%. En países del primer mundo, Canadá reporta un 25% de maltrato;
Estados Unidos 28%; y en Europa, el 25% de las mujeres belgas y noruegas son
maltratadas o violentadas. Las mujeres en Asia también son víctimas de estos
atropellos: República de Corea y Malasia tienen 38% y 39% por ciento
respectivamente. En África, por solo citar dos ejemplos, Kampala y Uganda, son
ultrajadas el 46% de las mujeres; en Kenia el 42%.
Ante cifras tan dramáticas, es esencial hacer un llamado a las instituciones y
sociedades del mundo que tienen la responsabilidad de velar por los Derechos de las
Mujeres en cualquier lugar del planeta. Hay que exigir el cumplimiento, por parte de
los Estados, de sus obligaciones. También hay que insistir en foros y encuentros,
como ocurre con éste que estamos llevando a cabo en el día Internacional de la
Mujer.
Para terminar quiero expresar que desde que la francesa Olympe de Gouges fue
guillotinada en 1793 por rebelarse contra el poder y sostener que las mujeres tenían
derechos de ciudadanía, más de 3 siglos han pasado y sus ideas todavía hoy, siguen
teniendo vigencia:
Mujer, despierta; el rebato de la razón se hace oír en todo el universo; reconoce tus
derechos. El potente imperio de la naturaleza ha dejado de estar rodeado de
prejuicios, fanatismo, superstición y mentiras. La antorcha de la verdad ha disipado
todas las nubes de la necedad y la usurpación. El hombre esclavo ha redoblado sus
fuerzas y ha necesitado apelar a las tuyas para romper sus cadenas. Pero una vez en
libertad, ha sido injusto con su compañera. ¡Oh, mujeres! ¡Mujeres! ¿Cuando
dejaréis de estar ciegas? ¿Qué ventajas habéis obtenido de la Revolución? Un
desprecio más marcado, un desdén más visible. [...]. Cualesquiera sean los
obstáculos que os opongan, podéis superarlos; os basta con desearlo4.
4
Ibidem, Epílogo
5
Sin embargo, los derechos de la mujer en el siglo XXI no han mejorado lo suficiente,
ser mujer sigue requiriendo un esfuerzo titánico, derechos y deberes no van a la par.
Todos los días vemos la discriminación salarial que sufren las mujeres por realizar un
trabajo de igual valor que los hombres. Mientras este atentado a la igualdad de
derechos persista, seguirá juzgándose el trabajo femenino como mano de obra barata.
Y, consecuentemente, seguirá considerándose que la mujer sólo sirve de
complemento al mantenimiento de la familia. Por ello, es importante, conceder una
proclama, seguir insistiendo, luchando de manera decidida, en que se siga
fomentando la igualdad de oportunidades para las mujeres.
Bibliografía
Gouges, Olympe de. Declaración de los derechos de la mujer y la ciudadana.
http://www.estrellacardonagamio.com/
Hierro, Graciela. “La mujer y el mal”, en Tomasini, Alejandro et al. Dilemas morales
de la sociedad contemporánea 1. México, Torres y Asociados, 1995, 95 pp.
Puleo, Alicia H. La ilustración olvidada: La polémica de los sexos en el siglo XVII.
Barcelona, Anthropos, 1993,173 pp.
6
Olympe de Gouges (1748-1793)
7
Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano
8
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