T24//comportamiento -Deja de darte vueltas. -Estoy desvelado/a. No sé cómo tú puedes dormir si.... -...Zzz. Está claro: cada uno se toma las preocupaciones como puede. Pero ellos corren con ventaja: el investigador Rob McGee, de la Universidad de Otago, en Nueva Zelanda, encontró que hasta los 11 años de edad hombres y mujeres tienen similares posibilidades de experimentar un trastorno de ansiedad de esos que desvelan. Pero ya a los 15 años se notan las diferencias.... Y ellas pueden llegar a tener seis veces más posibilidades de presentar cuadros ansiosos. ¿Qué dice la evidencia empírica? Brian y Jane, un matrimonio inglés con tres hijos (de 20, 18 y 15), decidieron averiguarlo y acordaron llevar un diario de vida por una semana para ver qué los desvelaba. Este es el resultado. Lunes Joe (18) es el segundo hijo de la pareja y tiene un plan: tomarse un año sabático y viajar por Sudamérica. Suficiente para que Jane se despierte a las 2 a.m. y eche a volar la imaginación: “Mi hijo tiene un pasaje abierto, ¿pensará en no volver? ¿Tendrá que vacunarse contra algo? ¿Estará seguro allá? ¿¡Qué estará soñando Brian mientras yo me desvelo por nuestro hijo!?”, escribió en su diario. Brian tiene sus propias preocupaciones. Y también las registró en su diario. Uno: Jonathan Trott, famoso jugador de críquet, tuvo que regresar de la gira por Australia por un cuadro de estrés fulminante. Eso deja a los ingleses con menos chances de ganar el torneo. “¿Y si me pasa a mí?”, piensa Brian. (Antes de juzgarlo, un alcance: Brian es periodista deportivo). Y dos: una muela lo molesta desde hace tiempo y volvió a escena. El dentista dice que puede ser bruxismo. Brian piensa lo peor: un nervio muerto. Tratamiento conducto. Cirugía. Se declara oficialmente ansioso. Martes Jane escribe que no deja de pensar que su hijo necesita vacunarse contra la fiebre amarilla... pero ¡hay escasez a nivel nacional! Cuando busca la empatía de Brian recibe de vuelta: “Da lo mismo. El no va a ir a la selva”. ¿Le preocupa su propio hijo a este hombre?, agrega en el diario. A Jane sólo la tranquiliza un té de madrugada. Brian, por su parte, no tuvo preocupaciones en el día. Pero en la noche se tiene que levantar al baño ¡tres veces! y se pregunta si podría tener cáncer de próstata. (Con dos días escribiendo, ya sabemos que tiene algo de hipocondriaco). Miércoles Jane camina con su amiga Joanna, quien le hace un comentario ad hoc: dice que le preocupa “terriblemente” el no tener nada de qué preocuparse, porque eso significa que algo grande está por venir. Jane le encuentra toda la razón. (Con tres días escribiendo, ya sabemos que tiene algo de exagerada). Pero por ahora (afortunadamente, pensará Jane) sí tiene preocupaciones: Jake (15) tiene que pasar su examen de español y ella no tiene cómo ayudarlo porque en su época de estudiante aprendió francés. Jane se acuesta pensando en que Jake sigue estudiando en su escritorio. Una hora más tarde se despierta y va a ver si su hijo sigue estudiando. Jake duerme. Ella no. Brian sigue atormentado. Para su suerte, esta noche no ha tenido que ir al baño (¿se aleja el fantasma del cáncer de próstata?), pero sigue el dolor de muelas. Jueves Jane recibe una buena noticia: ¡hay vacunas! ¿Un día sin preocupaciones? Podría ser... si no hubiera encontrado el pasaporte de Joe entre la ropa que sacó de la lavadora. Quedó inservible. “Si pudiera, me gustaría quedarme y arreglar el pasaporte, pero no puedo. TENDENCIAS | LATERCERA | Sábado 21 de diciembre de 2013 Su mente la lleva de nuevo al “horror” del viaje de su “amado hijo”. “Maldigo a quien inventó el año sabático. No puede haber tenido hijos”. Diario del (desigual) desvelo de una pareja de padres ¿Se ha preguntado qué le provoca insomnio a su pareja? Un matrimonio inglés se propuso averiguarlo: escribió para Daily Mail un diario de vida durante una semana para saber qué los desvelaba. A ella, los hijos. A él...léalo. TEXTO: J. M. J. ILUSTRACION: Rafael Edwards Noche terrible”, escribe en su diario. Jane tiene que viajar por trabajo y el fantasma del pasaporte no la deja en paz. Cuando suena el despertador, la mañana siguiente, se da cuenta de que no cerró los ojos. Brian está a cargo de la casa. Se acuesta en la noche y una preocupación lo invade: no puso los pollos en el corral. Bueno... Algún zorro podría tener su noche de suerte. Viernes El viaje de Jane le sirve para quedarse en la casa de sus papás. “Dormí como un tronco. Esto me interesa: ninguna de las cosas que han estado preocupándome en casa inciden en la paz de mi mente aquí”, escribe. Siente que el viaje fue como volver a la infancia... Salvo porque su mamá no está vigilando su sueño, como le hacía creer cuando era chica. Brian está inquieto. Invitó a un amigo a la fiesta de Navidad, pero no le ha respondido. ¿Estará enojado? Quizás. Sábado Jane recula: eso de preocuparse menos es una tontera. Entonces, se despierta en la noche y se pregunta -a pito de nada- si sus hijos han ido al dentista últimamente. No puede dejar esa preocupación y anota en un papel: den-tis-ta. Después se da cuenta de que su computador está encendido y, en lugar de simplemente apagarlo, recuerda: “Una vez leí sobre las adolescentes que despiertan con quemaduras desagradables después de quedarse dormidas con el brazo sujetando su computador sobrecalentado. Pienso en Elly (su hija) con un computador portátil caliente sobre la cama y me pregunto si podría provocar un incendio”, escribe. Piensa en mandarle un mensaje de texto. “Pero son las 4 a.m. y sería desquiciado”. Lo hace. Brian escribe: “Jane se ha ido y me dejó en casa con los chicos”. (¿Se lee muy trágico?). Después cuenta que su hijo mayor salió en el auto y quedó de avisar si volvía a la casa o se quedaba donde su polola. No ha llamado. Brian lo llama y tiene su celular apagado. “Jane se preocupa más por los hijos que yo, pero en su ausencia he asumido su papel”, escribe. Y vive en carne propia lo de Jane. Domingo Jane vuelve a casa y pregunta si arreglaron el problema con el pasaporte. “Caras en blanco de todos cuando pregunto”, escribe. Entonces su mente la lleva de nuevo a Sudamérica y al “horror” del viaje de su “amado hijo”. “Maldigo a quien inventó el año sabático. No puede haber tenido hijos”, escribe. Otra vez el desvelo la lleva a la cocina a tomar un té a las 3 a.m. Se acuesta una hora más tarde. Quedar a cargo de la casa contagia a Brian. Ahora está preocupado por su mamá, una señora de 88 años que vive a más de 200 kilómetros y que no le ha devuelto llamados ni mensajes en...¡dos días! “¿Se habrá caído?”, escribe. Veredicto Después de una semana escribiendo sobre sus preocupaciones, Jane tiene dos cosas claras. Una: en la oscuridad de la noche, sus preocupaciones del día no la dejan dormir. Y todas están ligadas a sus hijos. Y la segunda, después de leer el diario de Brian: “Me dieron ganas de que pudiéramos intercambiar preocupaciones por un rato. Y me gustaría que no le importe si cambian a Jonathan Trott o si un zorro se llevó a los pollos”. Brian siente el golpe cuando lee el diario de su esposa. “Curiosamente, sólo me preocupaba por los niños cuando Jane estaba ausente”, dice. “Mis preocupaciones tienden a ser egoístas...”. T