Las mujeres del antiguo Egipto - AMORC

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Las mujeres del antiguo Egipto
Por el Dr. John Palo, F.R.C.
Revista El Rosacruz A.M.O.R.C.
Los monumentos del Antiguo Egipto pueden darnos una falsa idea acerca del nivel social que
tenían las mujeres en aquella civilización. Después de todo, con frecuencia las vemos presentadas
con una minúscula figura postrada a los pies de colosales figuras masculinas. Sin embargo, los
hechos históricos revelan que las mujeres disfrutaron de un elevado nivel social en el Antiguo
Egipto. ¿Cómo podemos explicarnos esta aparente contradicción?
Podría sernos de ayuda recordar que, a lo largo de gran parte de la antigua historia
egipcia, el faraón fue considerado un representante directo de Dios. Como tal, cualquiera
escultura suya tenía que representarlo más grande que los demás mortales (más grande
de como era en la vida real). Sin embargo, esa desigualdad mostrada en las esculturas
entre un enorme faraón y una pequeña reina postrada a sus plantas fue la excepción,
más bien que la regla.
Por ejemplo, el coloso del faraón Akhnaton que se exhibe en el Museo de El Cairo, no
tiene a sus plantas una reina diminuta. En los relieves grabados en numerosos muros lo
encontramos ligeramente más alto que su hermosa esposa, la reina Nefertiti.
Las estatuas egipcias más grandes son las de Ramsés II, que se encuentran en Abu
Simbel; una de ellas muestra a una reina diminuta a sus pies. Sin embargo, en el cercano
templo de la reina Nefertiti, vemos que la estatua que la representa es de igual tamaño
que la de su esposo Ramsés II, y la diosa Hator. Asimismo, dos hermosas estatuas correspondientes al Antiguo Imperio (IV Dinastía), una del faraón Menkaure y la otra de la
reina Khamerernebty II, los representa uno al lado del otro y exactamente del mismo
tamaño.
De manera que, mientras el faraón era considerado un dios y se le representaba con una
estatua apropiadamente grande, la reina, como "esposa de Dios", era representada del
mismo tamaño. Una vez comprendida la idea del faraón igual-a-Dios, nunca más
volverán a confundirnos las ocasionales desigualdades de las esculturas respecto al
verdadero estatus social de las mujeres del Antiguo Egipto.
Las Faraonas
Investigaciones realizadas en la actualidad revelan que Egipto tuvo por lo menos cinco
faraonas, y posiblemente seis. Son muy raras las estatuas y las crónicas de estas
faraonas, a excepción de Hatshepsut. Pero como durante su reinado nunca se casó, no
existe una enorme estatua de ella con un pequeño esposo postrado a sus plantas.
Una de las dos faraonas del Antiguo Imperio fue Nitokerty. Ella reinó alrededor del año
2180 a. de C., al final de la VI Dinastía. Las crónicas revelan que, hasta la época cuando
los romanos tomaron el poder de Egipto, aún se consideraba a esta mujer la más valiente
y bella de su tiempo.
La famosa Cleopatra VII, descendiente de los faraones ptolemaicos griegos, reinó antes y
después de la época cuando los romanos conquistaron a Egipto. En esta última época de
la historia egipcia ya no estaba en boga construir enormes estatuas de los faraones. Sólo
nos queda especular si, en ese conflicto entre las culturas romana y egipcia, Julio César o
Marco Antonio hubieran aceptado que sus estatuas, cuya altura no habría llegado a las
rodillas, fuesen colocadas a los pies de Cleopatra. Esto es, por supuesto, en el caso de que
Cleopatra se hubiera sometido a los romanos.
“Hija de Dios”
Es importante recordar que, desde la I Dinastía (hace alrededor de 5000 años), la línea
de descendencia real fue mantenida en Egipto a través de las mujeres. Una princesa de
sangre real era considerada "Hija de Dios". Un hombre de menor alcurnia que aspirara al
trono debía contraer matrimonio con una princesa real. Se consideraba que la
descendiente real era de linaje divino. La idea de este linaje era muy extraña.
Los faraones casados con alguien no perteneciente al linaje real, se veían obligados a
contraer matrimonio más tarde con una de sus propias hijas (princesas). Al parecer, esto
ayudaba a asegurar la característica divina de su puesto como faraones. Es probable que
el matrimonio sólo fuera un formalismo que no implicaba incesto. De alguna manera, la
ceremonia matrimonial ayudaba al faraón a mantener las apariencias de una relación
hombre-esposa con las descendientes directas de la casta real.
Se ha planteado una explicación más realista para tales matrimonios entre los
descendientes directos de la realeza, según la cual de esta manera se podía evitar la
constante usurpación del trono.
Por complicado que pueda parecernos el linaje faraónico en el Antiguo Egipto, el hecho
de que existiesen faraonas dice mucho en favor de la posición que ocupaban las mujeres
en aquel país. Después de todo, en los Estados Unidos, donde los ciudadanos se
enorgullecen tanto de su igualdad en el campo de los derechos humanos, todavía no han
elegido una presidenta. Pero los Estados Unidos sólo tienen 211 años de edad, lo que les
hace parecer un bebé al lado de Egipto, que cuenta con 5000 años como nación.
Sin embargo, no debemos exagerar el caso de la igualdad de los sexos en el puesto de
faraón. Aunque el Antiguo Egipto tuvo varias faraonas, debemos admitir que su posición
estuvo orientada en forma masculina, porque por admirables que hayan sido la mayor
parte de ellas, sólo gobernaron en calidad de faraones interinos. Con frecuencia sólo
sucedían a sus esposos, o reinaban mientras un joven hermano o un hijo era preparado
para ocupar el cargo.
Igual salario por el mismo trabajo
Una vez desenredados los embrollos de las relaciones reales masculino/femeninas,
vemos que la escala de igualdad entre los sexos se equilibra más. La mayor parte de las
estatuas de personajes no pertenecientes a la realeza, muestran tanto a hombres como a
mujeres (nobles o plebeyos) de igual tamaño. Herodoto, historiador griego llamado
"padre de la historia", quien viajo a Egipto a mediados del siglo V a. de C., se sorprendió
al ver la libertad que disfrutaban las mujeres egipcias.
El escribió: "Por las costumbres de los egipcios, tal parece que han invertido las prácticas
comunes de la humanidad. Por ejemplo, las mujeres acuden al mercado y son empleadas
en el comercio, en tanto que los hombres permanecen en el hogar dedicados a tejer". En
aquellos tiempos las mujeres griegas permanecían totalmente recluidas en el hogar. Por
otra parte, las mujeres egipcias se habían dedicado al comercio desde 2000 años antes
de Herodoto. Además, y de igual importancia, los hombres y las mujeres de Egipto
recibían igual remuneración en proporción al trabajo que realizaban.
En el antiguo Egipto era común que hubiese mujeres supervisoras en el comercio y en la
industria. Es un hecho establecido que por lo menos una mujer egipcia fue juez y visir.
En lo que respecta a la religión, en el Antiguo Imperio muchas mujeres sirvieron como
sacerdotisas. Además, una mujer podía fungir como sumo sacerdote. Tanto los
sacerdotes masculinos como femeninos recibían igual salario.
Una crónica revela que una mujer poseyó el titulo de "Jefe de las Médicas".
Antigua igualdad cristiana
Aún antes y después de la era cristiana, Egipto se diferenció de Roma, Grecia, Galia, Asia
Menor y Africa provincial, por su actitud con respecto al lugar que ocupaban las mujeres
dentro de la cristiandad. Clemente de Alejandría, uno de los primeros padres de la
cristiandad egipcia (y probablemente un gnóstico iniciado) escribió, alrededor del año
180 d. de C.: "Tanto hombres como mujeres comparten por igual la perfección, y son
aptos para recibir la misma instrucción y la misma disciplina. Porque el nombre
humanidad es común tanto a hombres como mujeres; y, para nosotros, en Cristo no
existe masculino ni femenino".
Comparen esos conceptos con las palabras de Tertuliano, el apologista cristiano
contemporáneo de Clemente, cuyos puntos de vista reflejaron los de la mayoría de los
cristianos ortodoxos. En una diatriba contra los gnósticos cristianos, exclamó: "Esas mujeres heréticas, ¡cuán audaces son! ¡No tienen modestia; son lo bastante atrevidas como
para dedicarse a enseñar, para meterse en argumentos, para realizar exorcismos, para
efectuar curaciones y, quizás, hasta osarían bautizar!"
En otro ataque contra una maestra que se atrevió a dirigir una congregación, Tertuliano
declaró que estaba de acuerdo con los "preceptos de la disciplina eclesiástica
concerniente a las mujeres", preceptos que eran, por ejemplo, "no permitirles hablar
dentro de la iglesia, así como tampoco enseñar, ni bautizar, ni ofrecer (la eucaristía), ni
participar en ninguna función masculina (por no decir nada de algún oficio sacerdotal)".
Lamentablemente, la actitud de Tertuliano hacia la dominación masculina todavía
prevalece en la mayor parte de la cristiandad, así como también en el judaísmo y en el
islamismo.
Los antiguos puntos de vista de Clemente de Alejandría sobre los gnósticos cristianos
egipcios, todavía pueden ser un faro de luz en la igualdad de los derechos sacerdotales
para las mujeres.
Equidad conforme a la Ley
De manera que el Antiguo Egipto no sólo fue un líder en permitir que las mujeres
ocuparan los más altos cargos nacionales, sino que también les dio supremacía en el
campo de la religión y en los lugares de trabajo. En su excelente libro, The Remarkable
Women of Ancient Egipt (Mujeres extraordinarias del Antiguo Egipto), Bárbara S. Lesko
escribe: “Hace cuatro mil años, las mujeres del Valle del Nilo disfrutaron de más
privilegios y derechos legales de los que se concede a las mujeres en la mayoría de las
naciones del mundo moderno. Igual remuneración por igual trabajo es el grito que se
escucha ahora, pero parece que esto fue la norma en Egipto desde hace miles de años.”
Repetimos, no nos dejemos engañar por las estatuas de enormes faraones con
minúsculas reinas a sus plantas, ya que representan simplemente al faraón, sea hombre o
mujer, como una personificación de Dios. Aparte de esta supuesta paradoja, el Antiguo
Egipto fue líder en la igualdad de derechos para hombres y mujeres. El talento y la
habilidad, no el sexo, fue la clave principal para el empleo y el salario.
Quizás la señora Lesko resuma mejor esto en sus palabras: "Las parejas egipcias iban
juntas a todas partes; compartían por igual las pruebas y los placeres de la vida como
ciudadanos respetables en sus comunidades seculares y religiosas, y disfrutaban
también de igualdad conforme a la ley. Sin duda, ésta fue una más de las glorias del
Antiguo Egipto".
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