LOS MISTERIOS DE WYCOMBE ABBEY SCHOOL Era un día

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LOS MISTERIOS DE WYCOMBE ABBEY SCHOOL
Era un día bastante ajetreado, el primer día en el internado Wycombe Abbey School,
para muchos padres considerado uno de los mejores de la ciudad pero, para las que en él
estudian, es como una especie de maldición, el porqué de esta afirmación no estoy muy
segura, pero no tardaría en descubrirlo.
Mis padres me dejaron en la estación en la cual cogería el tren que me llevaría al
internado. Cuando salí del coche de mis padres cerré la puerta y simplemente agité la
mano para despedirme de ellos, no estaba muy contenta con lo que estaban haciendo,
otra vez me estaban dejando.
Cuando me subí al tren pude observar a bastantes niñas que iban al mismo destino que
yo. Todas parecían tener confianza entre ellas ya que la mayoría se conocían. Yo guardé
mi equipaje y me senté en el sitio que me correspondía, el cual estaba junto a la ventana.
Pasó una hora y media hasta que por fin llegamos.
Cuando me bajé del tren vi a mi alrededor a muchas niñas de mi edad, entre los 14 y los
15 años. Todas iban bien vestidas, peinadas y perfumadas, yo en cambio tenía ropa
barata e iba poco arreglada, pero eso no me importaba.
Todas fuimos entrando por un gran portón. Cuando lo crucé, sentí muchos escalofríos.
La apariencia externa del internado era bastante cuidada, parecía una enorme mansión.
Una vez dentro, nos recibieron unas mujeres mayores, bastante misteriosas, quienes nos
iban indicando nuestras habitaciones.
En el momento en el que entré en la habitación que me había tocado, todas las chicas
que había dentro se quedaron calladas y no hacían nada más que mirarme y hablar entre
ellas. Yo, simplemente, me dirigí hacia la cama del fondo, la más solitaria, puse mi
equipaje al lado de la cama y me senté. En ese momento una de las chicas se acercó y
me preguntó cómo me llamaba. Yo la ignoré por completo, no estaba dispuesta a hacer
amigas. Simplemente quería irme de allí.
Más tarde, después de cenar, nos dieron las reglas del internado. Estas eran bastante
estrictas pero, a pesar de eso, la mayoría de las chicas se comportaban mal o se quejaban
de todo. No obstante, siempre que alguna intentaba escapar, faltaba a las clases, se
quedaba dormida o algo parecido venían unas mujeres mayores que cogían a las niñas
que se portaban mal y se las llevaban.
Nadie sabía dónde iban, pero el caso es que no volvían a aparecer. Esto era lo que hacía
que el internado tuviese tan mala reputación entre las estudiantes. Yo por esta razón
intentaba no cometer fallos, aunque hubo una tarde en la que me adentré por un pasillo
bastante misterioso y oscuro. Estaba observándolo cuando, de repente, sonó la campana
para merendar, sin embargo yo no me acordaba por dónde había venido. Empecé a ir de
un lado a otro. Estaba completamente perdida, ya me temía lo peor. Por un instante, se
me venía a la mente la imagen de esas señoras mayores viendo a por mí.
En ese momento, comencé a escuchar unos pasos y un bastón. Mi corazón iba a
estallar. Poco a poco fui sintiendo que mis manos comenzaban a sudar y estaba muerta
de miedo, así que decidí esconderme en un rincón para que nadie me viese. De repente,
oí unos gritos que venían del final del pasillo, parecían los maullidos desesperados de
un gato llamando a su madre. Sentí que esos gritos se iban acercando más y más al
rincón. Y aunque tenía miedo, también tenía curiosidad de ver quién era, así que
lentamente me fui asomando. Cuando conseguí divisar de dónde procedía la voz, solo
alcancé a ver una sombra que penetraba por otro pasillo. No me lo pensé dos veces.
Comencé a seguir aquella sombra hasta llegar a otro pasillo. Ella tenía un aspecto muy
siniestro.
A los laterales de este pasillo habían otras aulas, me asomé a una de ellas y pude ver
muchas caras conocidas, ¡no podía creer lo que estaba viendo, eran las chicas que se
habían portado mal! Al parecer allí era a dónde iban a parar.
Pude ver que la enseñanza era muchísimo más fuerte, parece que las iban a educar sí o
sí.
En ese momento, me sentí más calmada por haber descubierto qué hacían con ellas, sin
embargo, a la vez estaba preocupada, no sabía cómo regresar. Deambulé por los
pasillos, pero todos tenían el mismo aspecto. Parecía un laberinto del que no podía salir,
así que empecé a correr sin un rumbo fijo. Yo solo quería encontrar la salida, no quería
seguir atrapada en ese lugar. Por si fuera poco comencé a escuchar pasos y gritos de
nuevo y por todos lados había sombras.
Ya empezaba a ponerme nerviosa y a entrarme sudores.
Cuando, de repente, escucho una voz que dice: “Siguiente parada internado Wycombe
Abbey School”.
Apenas abrí los ojos cuando vi que a mi alrededor continuaban aquellas niñas con las
que me encontré al subir en el tren. Me había quedado dormida. Todo estaba normal, no
estaba en los siniestros pasillos del internado. ¡Qué alegría me entró!
En mi sueño se había reproducido la leyenda urbana que existía acerca de aquel colegio.
Minutos después, vuelvo a escuchar nuevamente a una señora diciendo: “Pasajeros con
destino internado Wycombe Abbey Schooll pueden ir desembarcando…”
Nicole Sierra Mateus
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