1. EPIFANÍA: UNA ESTRELLA, UN DESEO: Cada uno de nosotros llevamos dentro una aspiración fundamental y si la dejamos morir perdemos la misma fuerza de la vida. Sólo si somos hombres y mujeres de grandes deseos podemos recibir la buena noticia de la Navidad. Aprendemos de los magos que quien no desea ardientemente “ver a Dios”, no puede entrar en su Reino. Deseamos volver a Belén para desear de otra manera. Cuando descubrimos que con Jesús en el pesebre hemos encontrado la ocasión de nuestra vida, se nos llena el corazón de alegría y de esperanza... El amor hace el milagro, y comenzamos a descubrir que todo será posible... Así es como se sintieron los magos de Oriente. Iban detrás de una estrella, que era el reflejo de su propio deseo compartido, y la luz que brotó de él, les guió hasta el Emmanuel. La Palabra de Dios es la verdadera estrella que nos ofrece el esplendor de la verdad divina: “Jesús nació en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes. Entonces unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando: “¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo” (…). Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y de pronto la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño. Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y, cayendo de rodillas, lo adoraron.” (Mt 2, 1-12) Los magos fueron descubriendo que sólo dejando atrás las propias seguridades se podría abrir el camino para que Dios mismo se pudiera hacer presente y vivo en nuestra tierra. No era un camino fácil, pero era un camino iluminado por la estrella de su deseo. Una estrella que era a la vez luz y guía, que crecía cuanto más grande era en ellos el deseo de encontrar a Jesús y les alimentaba a un tiempo la fe y la alegría de vivir en búsqueda. Por la estrella se convirtieron en peregrinos del deseo. Seguir al Mesías es ya el único objetivo de toda su vida... Tres llamadas se escuchan en la puerta del corazón en la epifanía: La luz, la universalidad, la adoración. Jesucristo, el Hijo de María, el adorado por los pastores en Belén, el pequeño circuncidado, es la Luz de las naciones, es el Hijo de Dios, que ha venido para salvar a toda la humanidad. Epifanía es el día de LUZ y de gloria, brilla la estrella, amanece el resplandor de la aurora para Jerusalén y para todas las naciones. “También los gentiles son coherederos del mismo cuerpo y partícipes de la promesa, por el Evangelio”. Epifanía es el día de la UNIVERSALIDAD. De toda raza y color, “del Norte y del Sur, de Tarsis, de las Islas, de Saba y de Arabia” vienen a rendir homenaje al Rey de reyes y le ofrecen regalos. Epifanía es el día de ADORACIÓN, de ofrenda gratuita, de regalo, de amor. “Se postrarán ante ti, Señor, todos los pueblos de la tierra”. (Hazte consciente de tus deseos profundos… y escríbelos en el papel). 2. M. CARMEN: OTRA ESTRELLA EN EL FIRMAMENTO También M. Carmen vio una estrella. Era de noche, una noche de búsqueda que pedía nacer de nuevo. Y una estrella azul lucía junto a María. Una estrella y un anuncio de la Madre Inmaculada: Carmen, hija mía, no has de buscar ni grandezas, ni ocultamiento. Confía. En mis manos llegarás a buen puerto. Hazte pequeña, siempre más pequeña. Esclava, pero de Dios. Sólo suya. Estate atenta que el Esposo vela en cada rincón de tu senda. Tan sólo espera que hagas lo que Él te diga. No temas, cree. Porque cuanto más difícil te parezca, más brillará tu fe y trasmitirás a todos: ¡Adelante, Dios Proveerá! Encontrarás una estrella en Burgos, acógela deja que ilumine tu vida de par en par. Y el amor hizo el milagro. M. Carmen se sintió despierta, con el corazón en ascuas, capaz de cualquier cosa. Se abría un horizonte nuevo, en el que los deseos de su corazón se comenzaban a hacer realidad. El Padre la bendecía con sus dones y la Providencia amorosa llovía sobre su tierra. Era dichosa, esposa del Dios que la creara, depositaria de lo que Él más ama, los niños y jóvenes. Su vida era impulsada por la voluntad de Dios, su mirada estaba puesta el en Deseo de Dios. Y Jesús, Niño en Belén, Maestro en Galilea, Redentor en Jerusalén era siempre compañía. Una presencia que se hacía Eucaristía. Brillaba la estrella con luz azul, con destellos blancos, una estrella de Bien, Verdad y Belleza. Era el despertar del amor que empujaba sus deseos, que hacia nacer la vida concepcionista. Un deseo crecía junto al corazón de la Madre Inmaculada: estar con Jesús, no apartarse de su lado, acompañarle a donde quiera que fuera. No sabía bien dónde, pero con Él todo era posible. Una invitación: saltar sobre las propias sombras, romper las cadenas que la ataban, porque el amor de Dios apremia y muchos todavía no lo conocen. Una estrella azul, recordaba a aquella de Belén, donde María nos entregaba al Hijo. Acojamos la estrella que se le regaló a M. Carmen, la estrella que nació en la noche, en medio de debilidad y pobreza. Una estrella que anunciaba la Palabra Providente. Una estrella que muestra el cayado que nos precede y adelanta en el incierto caminar. Acoge la estrella AZUL que hoy te entrega M. Carmen. ¿Qué ilumina hoy esta estrella en tu vida? 3. NUESTRA ESTRELLA... Nos sorprende que sea Herodes quien encamine y dirija los pasos de los que buscan al Mesías, “para que averigüen cuidadosamente qué hay del niño”. Toda circunstancia, aún la más dolorosa, se puede convertir en estrella, en punto de inflexión, por el que se cambia la percepción de los acontecimientos y el sentido de la existencia. “Levántate, sobre ti amanecerá el Señor”. “Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas, lo adoraron”. Hay una estrella para ti, para mí en el firmamento de los deseos. Una estrella que a veces, en la noche, tienen luz intermitente y a la que en ocasiones perdemos el rastro. Una estrella que puede que hayamos creído fugaz, pero que hoy brilla con toda su fuerza. Nos vuelve a poner en camino, nos vuelve a hacer peregrinos de nuestro deseo, y nos ha traído hasta aquí dejando puertas entreabiertas... En estos días estamos llamadas a reencontrarnos con ella. Ponle nombre a tu deseo para el año 2011 y acércate a recoger tu estrella... (Recogemos la estrella verde del Niño y adoramos...) Una estrella, un deseo. Una estrella, una puerta que se abre para poder soñar. Una estrella, un camino... Toma conciencia de tus propios deseos en estos días, de tus expectativas frente al año 2011, de tu actitud ante la posibilidad de compartir juntos la vida y la fe... Deja que brille la luz de tu deseo y conviértela en puerta abierta al infinito... Jesús es el Maestro en entrenar el deseo. M. Carmen se dejó guiar por la luz de la estrella que llevaba a “su Belén”. Dejemos que ella nos enseñe, que ella nos hable a lo largo de este año en que celebramos el centenario de su muerte, y que en nosotros, de nuevo, se abra una puerta que ensanche los horizontes de la Congregación, y nuestros propios horizontes. “A lo largo de este año debemos abrirnos a la certeza de que Dios es el amor omnipotente que no quita nada, no amenaza, sino que es el Único capaz de ofrecernos la posibilidad de vivir en plenitud, de experimentar la verdadera alegría”. (Benedicto XVI)